En la selva de Bengala abundan los tigres propios de ahí, los osos, la anaconda india y miles de serpientes venenosas como el aspid asiático primo del africano. Hay también panteras negras y miles de mortíferos insectos.
En suma no es un buen lugar para perderse y menos para naufragar. Entre árboles vestidos con lianas se hallaba un humeante aparato. La caída terrible logró que su carga humana se zafara de sus ataduras pero tales personas no se habían percatado de ello porque proseguían inconscientes en el interior del aparato.
Cuando Jouno abrió los ojos y miró hacia su alrededor logró comprender lo que sucedía dijo--¡Oh no! ¡Diantres! ¡No otra vez!—
Estaba de nuevo en medio de algún sitio inhóspito, comprendió enseguida para luego percatarse que el bulto que a la distancia veía era Zane, estaba en un rincón del aparato y no se movía lo que le daba mala espina.
Fue hasta él y se encontró con que el otro tenía un fuerte golpe en la frente y una cortada. De inmediato se arrancó una manga y la envolvió en su cabeza.
Entonces el otro despertó y el le dijo--¿Cómo estás dormilón?—con una sonrisa.
Thrusdale miró a su alrededor y preguntó--¿Qué paso?—con una voz semi adormilada.
El idiota de Shroëder se tiró en paracaídas y a nosotros nos dejó caer con el avión, suerte que este se desvió hacia la selva sino de seguro estaríamos muertos—le respondió el melado.
¿Quién?—preguntó el peliverde.
Shroëder, el cabeza de fresa—le indicó el rubio.
No te entiendo. ¿Quién tiene cabeza de fresa?—preguntó el ojos verdemar.
Zane… ¿Estás bien?—preguntó el cantante sospechando que algo le pasaba al abogado.
¿Ese soy yo?—preguntó apuntándose el otro.
¡Espero que a Anami no le importe que te retenga tiempo extra!—le dijo Seto a su hermano.
Estoy seguro que no le importará—respondió el otro pensando que a su casi ex no le importaría para nada su paradero.
Me alegro. Pero… ¿Por qué no la llamas para avisarle? Después de todo está embarazada y podría ponerse nerviosa—dijo el castaño mientras hojeaba los informes del tipo que había contratado para ubicar a su esposo.
Estará bien—exclamó Mokuba algo exasperado.
El otro ojos azules se dio cuenta de que algo pasaba por su tono de voz y dejando los papeles de lado le preguntó--¡Mokuba! ¿Qué está pasando?—
Mas vale que te lo diga. Tarde o temprano vas a averiguarlo como siempre—exclamó el más joven—Anami me engañó todo este tiempo. Tenía otro amante al mismo tiempo y su hijo no es mío—aseguró el pelinegro.
¿Estás seguro?—preguntó sorprendido Seto.
Sobre lo primero los vi y sobre lo segundo me he hecho un ADN que salió negativo. Esa mujer solo era otra cazafortunas. Me engañó de la manera más vil—exclamó Mokuba lleno de furia consigo mismo y con su casi ex.
¡Nos engañó a todos! ¡Lo siento Moki! La pregunta es: ¿Por qué no me lo dijiste antes?—preguntó el CEO.
Tienes suficientes problemas. No quería ser uno más—admitió el otro.
¡No seas tonto! Sabes que nunca lo serías. ¿Si no puedes confiarme eso entonces a quién?—preguntó el mayor.
Tengo problemas para confiar por ahora—dijo el otro mirando un papel, su hermano iba a refutar sus palabras cuando él le dijo—¡Mira! Aquí habla de que hay una avioneta perdida en las inmediaciones de tu casa de campo—
Seto impaciente fue a mirar los papeles. ¡Era cierto! Y había sido robada más o menos en los días siguientes después de la desaparición de su esposo. Horribles pensamientos acudieron a su mente mientras alguien entraba a la habitación y al ver sus caras preguntaba--¿Qué está sucediendo?—
Moki le contó.
Bien. ¡Ese es un paso adelante! Sabiendo la información de esa avioneta podremos rastrearla por medio de los controladores aéreos—se alegró Atticus.
Eso ya lo han hecho. La avioneta desapareció en las inmediaciones del golfo de Bengala hace más o menos 5 días—le respondió con pesar el castaño de ojos azules.
¿Y que? ¿Por eso vas a rendirte Kaiba? Tu marido según sé tiene un largo historial de perderse en lugares salvajes y aparecer de nuevo. ¡Tú lo sabes bien!—respondió Rhodes.
A Moki le gustó su manera de pensar.
Veo que he llegado a tiempo—dijo una voz tras el ojos mieles y este se volteó para ver de quién se trataba.
Nowaki Kaiba había vuelto a Japón.
¿Qué hacemos?—preguntó el más alto.
Seguir un río—le contestó el más bajo.
¿Por qué lo seguimos?—preguntó el peliverde.
Porque así tal vez encontremos gente—contestó el rubio.
¿Y tú como sabes eso?—preguntó el que caminaba detrás.
Porque ya pasé por esto antes—dijo el que iba adelante.
¿Te perdiste aquí antes?—preguntó el de ojos verdemar.
No. ¡Aquí no! Pero si en un par de lugares parecidos—exclamó Jouno. “En verdad no eran muy parecidos a ese sitio” pensó, ya que no eran tropicales y sofocantes.
¿Te pagan por eso?—preguntó Zane con la inocencia de un niño.
Jounichi casi le contesta de mal modo pero luego se acordó que el joven abogado estaba en verdad amnésico y sus preguntas eran sinceras.
¡No! ¡No me pagan por eso!—contestó.
¡Ah! Entonces es tu hobby—le dijo el peliverde.
¡No! ¡No lo es!—respondió ahora más agresivo el ojos mieles.
Entonces eres muy distraído—le dijo el amnésico y casi le grita pero por un segundo…
Vio en él a Seto.
Y tan solo con ese acto entendió lo mucho que le hacía falta y para su fatalidad le entendió solo un poco. Sonrió con algo de desconsuelo.
¿Qué te sucede?—preguntó el ojos verdemar.
Me recuerdas a alguien—le respondió el otro, reanudando la marcha que habían parado.
Jounichi empezó a tararear para hacer más ligero su paseo por la misteriosa y peligrosa selva.
Creo… creo…--dijo el joven abogado.
¿Qué?—preguntó Jouno.
Que tú también me recuerdas a alguien—le dijo Zane y al rubio se le borró la sonrisa pues era consciente de a quien le hallaba parecido.