Estaba frente a la mansión Kaiba, bajó del taxi después de `pagar. Sus ojos casi blancos escrutaron con admiración la fachada tras la verja.
¿Se le ofrece algo señor?—preguntó el guardia al recién llegado.
¿Uh?—preguntó el rubio con cara de extravío, usaba un traje de color crudo con solapas amarillas, su corte y su distinguido desapego daban a entender que era una persona educada, alguna clase de ejecutivo. En seguida entró en conciencia de lo que pasaba y sonrió--¡Oh! ¡Excuseme! Yo… vine a ver a Nowaki—dijo después.
Señor Kaiba, un hombre está en la puerta diciendo que viene a ver al joven Nowaki—dijo el mayordomo de los Kaiba.
Jouno lo miró sorprendido maientras sostenía la mano de su pequeña hija y bajaba las escaleras--¿Nowa kun?—preguntó.
Si, señor. ¿Qué hago?—preguntó el sirviente.
¿Dijo su nombre?—preguntó el amo menor de la mansión.
Si, señor. Dijo llamarse Alois, Alois Crystal—dijo el empleado en contestación.
¿Alois? No conozco a nadie llamado así—dijo el rubio.
¿Hago que se retire, señor?—preguntó el empleado.
Déjame verificar algo primero—dijo el dueño de casa.
El aeropuerto Narita de Tokio es uno de los más importantes del mundo, como cabe pensar de una capital tan renombrada. Por la puerta 23 se encontraban cinco personas, cuatro hombres y una mujer, ella era pelirroja y por supuesto una Kaiba hecha y derecha.
Bien, recuerda llamar cuando hallan aterrizado—dijo el castaño mayor.
Si, mamá—dijo la pediatra sonriendo y luego se quedó un momento sonriendo, luego se puso seria y le pidió—No vuelvas a hacerlo, papá no lo soportaría—
Seto entendió el sentir de su hija. Apreciaba que fuera directa pero no filosa—No te preocupes—
Yo no diría que no hay nada porque preocuparse—dijo Nowaki ahora y su padre le miró—En tu caso debería preocuparte las consecuencias de tus acciones—
Un Kaiba siendo amenazado siempre reacciona igual--¿Qué estás queriendo decir?—preguntó Seto entrecerrando sus ojos.
No te instales en agredido, padre que no estoy sugiriendo lo que crees, aunque eso está por descontado, yo me refería a que otro gran dolor podría causar un daño irreversible en papá. Esta vez tuviste suerte—dijo el pelinegro.
La ojos mieles tocó el brazo de su padre y le dijo—Nowaki tiene razón y lo sabes, padre. Por favor no te vuelvas a distraer—
Tranquilos. Yo me ocuparé de que eso no ocurra—dijo Joseph.
Seth sonrió--¿Tú y que ejercito?—
El otro volteó rojo de furia--¡Tú deberías apoyarme!—le recriminó su gemelo.
¿Por?—preguntó el otro para fastidiarlo.
¡Porque somos hermanos, BAKKA!—le gritó el castaño.
¡Es una de la cosas que no extraño de Japón!—dijo la doctora Kaiba.
Claro, junto con los veinte kilos de más que perdiste—dijo Seth para defenderse.
Ella frunció el ceño y Nowaki sonrió con cinismo. Una pelea entre esos tres era divertida.
¡Basta!—ordenó el rey de los Kaibas y todo se calmó como por ensalmo.
Se despidieron y su hermana presentó el pasaje a la azafata en la puerta.
Camino al auto los gemelos discutían por la falta de lealtad de Seth mientras su padre y hermano los ignoraban. Entonces sono el celular de Nowa.
¿Papá? ¿Qué pasa?—preguntó preocupado al ver la identidad de quien le llamaba.
Seto y sus hermanos también se detuvieron preocupados y expectantes.
No es nada malo. No te preocupes. Al menos eso creo. Llamo para preguntarte algo—dijo Jounichi en su mansión.
¡Adelante! ¡Dime!—le impelió el mayor de sus hijos.
¿Conoces a un tal Alois Crystal?—preguntó su papá.
¿Alois está ahí?—preguntó espantado el mayor de la progenie Kaiba.
Si, vino a verte—respondió Jouno.