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¿Y ahora........ que haremos? 2 EL DIVORCIO por desire nemesis

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Si, fuimos compañeros en la universidad. No nos habíamos visto desde que nos graduamos, allá en Chicago y nos volvimos hace poco—dijo Alois a Jouno.

 

Cuando se fue a trabajar al exterior—dijo el papá recordando a donde Seto mandara a su hijo cuando supieron que su hijo estaba sufriendo.

 

Exacto—contestó el otro rubio.

 

¡Tu! ¿Qué haces aquí?—preguntó el enfadado pelinegro entrando como una tromba por la puerta del living donde Jounichi y Crystal estaban hablando con Tsuki sentadita a un lado tomando el desayuno.

 

¡Pues vaya forma de saludarme!—se quejó el ojos celestes con cara de pena.

 

¡Tu, mother fu…!—trató de insultarlo rojo de ira cuando su papá le interrumpió.

 

¡Nowaki kun!—

 

¡Oto san! ¿Qué dijo Nowa nii san?—preguntó la inocente niña.

 

El ojos mieles se atragantó por un momento y miró con furia a su primogénito—Le dijo amigo, hija, amigo—le mintió—Ahora, si me disculpan, debo llevar a mi nena al colegio. ¡Que pases bien Alois!—añadió.

 

Gracias señor Kaiba—le dijo sonriente el amigo de Nowa.

 

Cuando su papá se hubo ido Nowaki empezó a hablar, repitió--¿Qué estas haciendo aquí?—su tono era agresivo y estaba a la defensiva. Por el contrario Alois estaba muy relajado y se levantó del asiento para hablarle de igual a igual.

 

He recibido un trabajo desde Tokio y pensé en pasar a ver como seguías—le dijo el otro.

 

¡No te creo!—le dijo Kaiba.

 

Ese es tu problema. Aunque… debo agregar que… estaba preocupado por ti—contestó el rubio.

 

¡Dí en verdad que quieres!—le dijo algo más calmado el ojos azules.

 

¡Es cierto Nowaki! Estaba preocupado por ti. La última vez que nos vimos…--dijo el rubio con un semblante relajado y ojos preocupados.

 

¡Estoy bien!—le contestó como para sacárselo de encima el pelinegro.

 

 

Pues no te creo—dijo el otro.

 

Como tu dices, ese es tu problema—dijo el mayor de los hijos Kaiba.

 

¡No me hables así! Yo…--dijo Crystal extendiendo una mano hacia él mientras caminaba en su dirección pero se detuvo cuando el otro dio un paso atrásNo me juzgues mal. Yo solo—

 

¿Por qué viniste? ¿Por qué ahora?—preguntó el ojos azules.

 

¡Ya te lo dije! Me preocupas. No contestabas mi mensajes ni atendiste al teléfono. Yo, simplemente…--dijo el ojos celestes.

 

Tú y yo no tenemos ninguna relación—dijo el ojos azules aún a la defensiva. Nowaki estaba molesto de que el otro estuviera presente justo ahora que había logrado acercarse a…

 

¿Eso crees?—preguntó el rubio herido.

 

Es la verdad. Yo te dije…--trató de argüir el otro.

 

¿Cuándo? ¿Cuándo llorabas por ese amor no correspondido? ¿O la otra vez? Cuando tu y yo…--le tiró a la cara Alois.

 

¡Basta!—gritó el vástago Kaiba.

 

¿Las cosas han cambiado, cierto? Por eso estás aterrado. Mira, yo no vine a complicarlo todo. Yo solo quería…--dijo el rubio genuinamente preocupado.

 

Estoy bien. Ahora… ¡Vete!—le dijo casi calmado Nowaki.

 

El otro sonrió falsamente, era una sonrisa que ocultaba mucha tristeza—Me alegro. Bueno. Nos veremos la próxima vez—dijo antes de irse y después de tocar amablemente su hombro al pasar.

 

Nowaki se quedó pensando, ahí, parado en medio de la habitación vacía, en lo que había pasado.

 

¿Por qué se había molestado con Alois?

 

El de verdad se había preocupado por él.

 

En cuanto a su tío.

 

Sabía muy bien que nada pasaría entre ambos. Lo sucedido había sido en un caso extremo en que los dos fueron víctimas de sus impulsos.

 

Ni él ni su tío lo permitirían de nuevo.

 

Salió corriendo por la puerta principal—¡Espera!—le gritó al otro que ya recorría el sendero principal camino a la verja.

 

¡No! Tengo un vuelo que alcanzar—le gritó sin darse vuelta el ojos celestes.

 

¡Deja que te lleve!—le gritó el ojos azules.

 

¡No! ¡Déjalo así!—dijo el otro apurando el paso y Nowaki se sintió mal por él.

 

Alcanzándolo lo tomó de la mano y diciéndole—Ven conmigo—lo arrastró al jardín.

 

 

 

 

Era un jardín pequeño junto al sendero. Tenía altos arbustos que rodeaban un pequeño claro donde había un banco de madera.

 

Espera—dijo el otro sorprendido.

 

¿Viniste por mí, cierto? ¡Dilo!—le insistió el Kaiba. Sus rostros estaban muy cerca y Alois sintió que su cara enrojecía y solo pudo asentir.

 

Sus labios fueron apabullados por los del pelinegro y su cuerpo recostado en la banca.

 

¡Espera! Alguien puede—dijo Crystal.

 

No te preocupes—le dijo el mayor de los hijos Kaiba—De aquí no pueden vernos—antes de volver a besarle y deshacerse en caricias.


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