La pequeña niña rubia de 6 años fue corriendo a su cuarto para agarrar su osito de felpa preferido mientras oía a su mamá llamarla.
-¡Himeko!—
-¡Ya voy mami!—gritó ella toda apurada levantando el muñeco que había sobre su cama y corriendo con sus trencitas rubias volando con el viento. Su vestido plisado era de un color celeste viejo tenía una cinta azul en la cintura y lucía muy mona corriendo mientras su madre la esperaba en la puerta con las llaves del coche en la mano.
Cuando subió al auto su hermano mayor estaba adentro con cara de aburrición. Kaito tenía solo un año más pero trataba de aparentar que era grande.
-¿Por qué tenemos que ir?—preguntó él. Ambos estaban en el asiento trasero mientras la pequeña se ponía el cinturón.
-¡Es cierto! ¡El abuelo Al es muy malo!—concordó la niña.
-¡Himeko! ¡No hables así! Ustedes dos van a ir porque es Navidad y van a portarse bien. ¿Estamos de acuerdo?—preguntó la madre antes de arrancar el auto.
-¡Si!—respondieron ambos al unísono porque mamá cuando se enojaba era terrible.
Decían que tenía un carácter peor que el abuelo Al y solo por suposición ellos no querían comprobarlo ya que el abuelo Al era terrible.
-¡Papá irá directo a la casa desde el aeropuerto!—les informó su mami. Su papi era un gran duelista y ayudaba a los abuelos en la empresa. Había salido a una convención y venía con la tía abuela desde Europa. Ellos adoraban a la “titi” como la llamaban porque siempre les traía muchos regalos ya que ellos eran los únicos nietos de los “abus”.
Los niños abrieron los ojos muy grandes como siempre que su mami los traía a la enorme mansión decorada al estilo occidental. Fuera habían adornos en todos los arbustos y un escenario para la banda que de seguro tocaría para ellos en la noche.
Himeko entró despacito en el sagrado recinto de sus abuelos. La sala era espaciosa en extremo, una gran escalera en U adornada de doradas barandas presidía el lugar. Todo era blanco y reluciente. Su madre y hermano caminaban delante de ella, ella abrazaba su osito con el nerviosismo propio de una persona extranjera en un templo sagrado y estricto.
De pronto unas manos la tomaron por atrás y la alzaron. La niña chilló muy fuerte y asustados, madre y hermano voltearon a verla.
Un alto pelinegro sostenía muy arriba a la pequeña mientras sus patitas se agitaban con nerviosismo.
-¡Idiota! ¡Bájala!—exigió la madre de Himeko.
-Es igual de ruidosa que tú y bastante fea también—dijo el pelinegro con una sonrisa socarrona a la pelirroja.
-¡Pues si es fea es porque sacó tu parte de los genes!—dijo la ojos mieles muy enojada.
-¡Oigan! ¡Solo yo puedo llamar fea a Himeko!—se quejó Kaito.
El pelinegro miró con cara dulce al niño.
-¡Heyyyyyyy! ¡Dejen de pelear que hoy es Navidad y vengan acá!—gritó un rubio sacando la cabeza por la puerta.
Todos juntos entraron en el recinto con estufa prendida. Era una biblioteca muy espaciosa, con mullidos sillones y una gran mesa ratona en donde había masitas, y tazas. En una mesita rodante cercana se veía porcelana y termos con lo que debía ser té, café y chocolate caliente como era costumbre.
Los niños se tiraron sobre los bollos dulces que su abuelo alegremente les alargaba con un grito de felicidad. Le arrancaron de las manos las deliciosas muestras de afecto mientras él les sonreía y entonces un grito resonó.
-¿Por qué tienen que ser tan ruidosos? Tienen una mesa entera para agarrar. ¿Por qué hacen tanto escándalo por un par de bollos entonces? ¡Todos los años es lo mismo con ellos!—gritó un castaño sentado en un sillón que hasta entonces estaba tras un diario.
-¿Ves, mami? ¡El abuelo Al es muy malo!—se quejó la niña apuntando con el dedo al castaño mientras casi se ponía a llorar.
-¡Himeko!—le llamó la atención su madre mientras se exaltaba.
-¿Al?—preguntó el castaño de ojos azules sin entender a que se refería. ¿La niña no recordaba su nombre?
El rubio se quedó mirando sorprendido a la niña, luego miró a la madre para preguntarle--¿Ichigo? ¿Por qué Himeko llama Al a tu padre?—
Ella sonrió muy incómoda—¡No tengo idea! Debe ser algo que oyó en la tele. ¡No le hagas caso papi!—contestó Ichigo.
-Los niños de ahora no diferencian entre la televisión y la realidad. ¡Ese aparato los está dejando más idiota de lo que son! ¡Esos son los genes de tu marido!—dijo el abuelo a su hija.
¡Seto! ¡No seas así!—le contestó su esposo Joseph.
-¿No será por…?—de pronto preguntó Nowaki Kaiba con cierta sonrisa en los labios mientras miraba a su hermana.
De pronto uno de los que estaba en un asiento más allá, cercano a los ventanales le pegó a su mellizo.
¡Au! Eso duele—le dijo Joseph a Seth.
¡Deja de hacer eso!—dijo el otro sin mirarlo.
¿De hacer… pfffff! …que?—dijo el rubio de veintitrés años sin poder aguantar la risa.
Cada uno sabía lo que pensaba el otro sin necesidad de decirlo. Era la conexión entre los mellizos Kaiba.
¡Ustedes! ¿Qué diablos les pasa?—preguntó el encabronado Seto a sus mellizos.
¡Nada padre! Ese idiota solo está haciéndolo de payaso—dijo el castaño de ojos mieles.
Entonces el rubio de ojos azules soltó la risa--¡Al! ¡Al!—mientras se agarraba la panza.
¡Voy a matarte viejo!—murmuró su hermano mientras se veía embarazado por la situación.
¡Entonces si era por eso!—gritó Nowaki empezando a reír.
Seto tenía el cañón del colorado entre las cejas a esa altura. Sus hijos se reían de él, eso estaba claro, la cosa era descubrir por que ridícula cosa se estaban riendo.
¡Tú, vas a decirme que diablos está pasando!—dijo señalando a su nieta que lo miraba eclipsada.
Su madre la tomó en sus brazos.
¡¿De que diablos me estoy perdiendo?!—gritó Jouno Kaiba.
Su hijo mayor le dijo algo al oído y entonces miró a su marido y comenzó a reír como loco.
Su marido se acercó y agarrándolo de la solapa le dijo--¡Oye tu! Vas a decirme de que diablos se están riendo o perderé la poca compostura que me queda y…--
¡Abuelo Al! Te queda—dijo el melado riendo a mas no poder.
El empresario miró a los lados frustrado porque sabía que ahí era incapaz de atemorizar a nadie excepto por los niños.
¡Ya está bien Nowaki! ¡Dime el desgraciado chiste!—le exigió a su hijo.
Al… Al Zahimer…. Pfffffff eres el abuelo Al de la familia Kaiba—le dijo su marido entre risas.
El empresario puso los ojos como platos mientras hasta su preciada Tsuki que entraba con refrigerios comenzaba a reír.
Frustrado intentó irse pero una mano lo detuvo. Al voltear vio a su marido—No importa lo loco o malo que parezcas yo te amaré siempre igual—dijo el rubio melado antes de mirar para arriba por lo que su esposo hizo lo mismo. Jounichi tenía una rama de muérdago colgando sobre ambos sostenida de una mano. Lo miró como diciendo “Francamente” pero su resistencia se terminó en un segundo y siguiendo la costumbre besó los labios de su ansiado marido.
¡Llegamos!—dijo Bastian entrando por la puerta de la biblioteca acompañado de Shizuka Kawai y cargando parte de los paquetes que ella traía aparte de los de él. Sus hijos corrieron en su pos y él se agachó alegre dispuesto a abrazarlos pero ellos pasaron a su lado gritando ¡Titi! y abrazaron a su tía abuela.
La familia Kaiba estaba completa mientras esperaban la ansiada cena de navidad.
Fin
¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡FELIZ NAVIDAD!!!!!!!!!!!
Happy Christmass!!!!!!!!!!!!!