Zoro estaba leyendo los trabajos de sus alumnos en la sala de profesores, donde no había nadie más, tranquilamente, corrigió los errores y paso al siguiente conjunto de hojas, el que siempre dejaba para el final, con letra estilizada, que parecía escrita con una pluma antigua y ortografía impecable. Se acomodó los lentes y comenzó la lectura, el tema de ese mes, eran las novelas de aventuras y detectives. Por un momento recordó los desastres que otros alumnos habían escrito, Portgas D. Ace, por ejemplo había empezado con un asesinato, seguido con una cita en un parque de diversiones, y terminado como una guerra intergaláctica.
“…los dos detectives continuaron su búsqueda en la oscuridad, la entrada de la pirámide se había cerrado hacía apenas unos segundos, dejándolos atrapados. Fue entonces cuando al veterano L'ollonais, se le ocurrió fijarse de nuevo en el techo, descubriendo una adivinanza, junto al dibujo de una efigie…”
Dracule Mihawk, su mejor alumno, siempre usaba el apellido L'ollonais, y el personaje, era, en esencia, el mismo. Un hombre alto, de tez morena, fuerte y de voz grave, que se metía en incontables aventuras, siempre adaptándose perfectamente a los diferentes géneros. El ruido de la puerta abriéndose y el sonido de pasos, interrumpió su lectura, y sus cavilaciones.
Su mirada se encontró con la de la otra profesora, Nico Robin, impartía clases de historia, sin cambiar su expresión de seriedad, cerró la carpeta repleta de papeles y se levantó del cómodo sillón.
-Ara, ¿ya se va? Profesor Zoro. –con su habitual tono de voz, hizo un nuevo intento de hechizar al peliverde, sin embargo, a este, su voz le entraba por una oreja y salía por la otra.
-Sí. –fue su escueta respuesta, antes de desaparecer por la puerta y dirigirse a su oficina.
Grata fue su sorpresa, al encontrarse con un pelinegro, sentado delante de su puerta, con la expresión neutral de siempre, pero que extrañamente, no dejaba de jugar con sus dedos.
-¿Se puede saber qué hace aquí? Me parece que ya es la hora de salida. –ofreciéndole su mano libre, lo ayudo a parase, antes de abrir la puerta e invitarlo a pasar.
-Estoy castigado… -respondió en voz baja mientras le extendía una nota del Director.
-Hmm, ya veo. –hizo una bolita con el papel y la aventó al basurero. –Entonces empecemos…
Con una mirada que nunca le había visto, Zoro se acercó lentamente hasta su alumno y de un solo movimiento, inmovilizo las manos del menor con su propio cinturón.
-¿Qué esta…? –un dedo lo interrumpió al pasear por sus labios.
-Shhh, solo puedes hablar cuando yo te pregunte algo. –cargo al chico en uno de sus hombros y lo dejo encima de su escritorio, después de cerrar la puerta con llave. – Imagina, como sueles hacerlo para escribir cada trabajo que pido, que soy el detective L'ollonais y usted es mi asistente, ¿entendido?
-… -asintió con la cabeza incapaz de hablar. Sus ojos se abrieron con sorpresa al ver como su profesor lo iba desnudando poco a poco, y un pequeño gemido escapo de sus labios al sentir la fría y humada tinta, el pincel le causo un escalofrió.
-Necesitamos resolver el enigma, ¿no? –continuo transcribiendo lo que estaba en el papel. –Pero necesito verlo…
En cuanto termino, se podía notar claramente el bulto en la ropa interior del menor, quien mordía sus labios para no hacer ningún sonido.
-Muy bien… -acomodo al pelinegro sobre sus piernas, frente a frente. -¿Qué tan antigua es la escritura?
-¿Qué…? ¡Agh! –un mordisco es su hombro le hizo soltar un quejido de dolor.
-Respuesta equivocada, trata de nuevo. –aún sin soltarlo, Zoro hablo, mientras comenzaba a tocar el níveo cuerpo que se había ofrecido en bandeja de plata.
-Son…recientes… -contesto mientas su espalda se curvaba.
-Hmm… ¿Qué más? –sus grandes manos comenzaron a masajear el respingado trasero.
-Es una adivinanza…ngh… -reprimió un gemido y suspiro con alivio al sentir como era desnudado por completo.
-Vas bien… tradúcela… -con su voz gruesa susurro en el oído contrario causando más escalofríos.
Gracias a eso, una idea MUY pervertida paso por la mente del chiquillo y sonrió mientras jadeaba por el masaje hacia su sexo.
-Di…dice, la salida, se encuentra al sur, entre dos montañas de carne, es una cueva que tienes que atravesar… -aparto la mirada, con la cara roja, por las cosas que había dicho, pero una suave risa le hizo volver el rostro.
-Muy fácil… -metió tres dedos en su boca para ensalivarlos, pero unas manos más pequeñas, los tomaron para dejarle la boca libre y hacer el trabajo por él. -¿Qué clase de enigma es ese? Tendré que aumentar su castigo por eso…
Dirigió sus dedos mojados hacia el sur, y penetro la cueva lentamente, sintiendo el cuerpo tenso del otro.
-Entonces, Akagami y tú… -comenzó a moverlo. –Le hicieron esa broma a Nami… -agrego otro. – ¿Para que los castigaran?
-Si… -respondió en voz baja.
-Hmmm, de verdad que son… -dejando inconclusa su frase, Zoro tomo a Mihawk de la barbilla y lo beso, como nunca nadie lo había hecho, salvaje, demandante y dominante. –Espero que estés listo para tu castigo.
Si a Mihawk, le hubieran dicho esa misma mañana, que iba a terminar siendo follado por su adorado maestro en plena escuela, le hubiera partido la cara al tarado que se hubiera atrevido. Sin embargo, ahí estaba, jadeando y suplicando por más, intentando abrir más sus piernas, con sus manos atadas, rodeando el cuello moreno, retorciéndose de placer y acallando sus gemidos con la lengua ajena.
Por otro lado, Zoro no podía controlarse, mordía, chupada y jalaba todo lo que podía, cuello, hombros, pecho y piernas, poco a poco, había llenado el cuerpo de su estudiante de marcas. Las embestidas aumentaron de velocidad y fuerza, ¿Qué pasaría si alguien los descubría? Sonrió al pensar en eso, gracias a su Director, no tenía nada de qué preocuparse.
Con un último crujido de advertencia, la débil silla cedió, dejando a sus dos ocupantes en el suelo, sin que eso les importara siguieron uniendo sus cuerpos de manera frenética, hasta que con un gemido más agudo que todos los otros, Mihawk termino eyaculando, arrastrando a su maestro al orgasmo.
Jadeando, Zoro levanto con cuidado al cuerpo casi inconsciente y lo dejo en el pequeño sofá que tenia.
-Señor Dracule. –le llamo moviendo uno de sus delgados hombros.
-¿Eh? –por primera vez, Mihawk se veía desaliñado, somnoliento y totalmente ido, no era para nada la imagen de seriedad y elegancia que solía dar.
-Por favor, no olvide venir el resto de la semana para continuar con la revisión de sus trabajos, ¿entendió?
-Debería meterme en problemas más seguido…