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[EXO| KrisSuLay] Segundas Oportunidades por GoneGlow

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Notas del capitulo:


¡Gracias por haberle dado una oportunidad a este oneshot! 

Ya han pasado muchos años desde que la era de la tecnología mutó y dio paso a una nueva era de humanos súper desarrollados. Los humanos, a partir del siglo XXXII, comenzaron a nacer con el ADN modificado producto de la radiactividad en la que la tierra se había visto sumida luego de la tercera guerra mundial. El motivo que generó este nuevo conflicto había sido la escasez de agua; todas las naciones habían decido en un pacto silencioso que era mejor matarse entre ellos que buscar una forma de purificarla. No fue, sino diez años después que un científico descubrió como lograr dicho cometido devolviéndole la paz al mundo.

Sin embargo, los problemas de la humanidad siguieron siendo los mismos: gente disconforme con el sistema, pobreza, riqueza mal distribuida, gente infeliz que recurría a estupefacientes para ahogar su miseria. Luego, estaban las personas como Yifan, que habían encontrado consuelo a su falta de adaptación social en hacer ver a los demás como idiotas. Había viajado a través de todo el país conocido como Nueva China (comprendía la antigua India, Rusia, Corea del Norte y del Sur y Japón) estafando gente, rellenando sus bolsillos con el dinero que sus padres en vida tanto habían deseado y por el cual lo habían estado educando en las mejores escuelas y universidades. Pero siempre había puesto su inteligencia a trabajar en la dirección opuesta, y es por eso que ahora se veía en aquella situación.

Hacía dos años la inteligencia le había fallado de la peor manera, no había sabido distinguir entre un cliente a estafar y un policía encubierto. Ni siquiera puso resistencia cuando lo atraparon, simplemente se rió mientras le ponían las esposas, lo metieron en una celda provisional y al cabo de unos días lo llevaron a su juicio. Tenían suficientes pruebas para darle cadena perpetua y así lo hicieron.

Lo peor, piensa él, no es la comida rancia que le sirven en el desayuno, el almuerzo, la hora del té y la cena. Lo peor es saber que jamás en su vida podría surcar los cielos de nuevo, a menos que se escapara... pero el placer que le provocaba volar no era suficiente como para acallar todo el dolor que sentía al saber que nadie lo estaba esperando del otro lado. Es un sentimiento prohibido que guarda en el fondo de su corazón con llave, nadie jamás debe enterarse. De todas formas no hay nadie a quien le importe.

Hasta hace unos meses atrás.

Recuerda que cuando lo tiraron a la celda sin delicadeza y le dijeron que sería su nuevo compañero de por vida, bufó. Sabía los fuciente de cárceles y había pasado el suficiente tiempo siendo transferido de aquí a allá, un compañero solo podía significar molestias. Con suerte, no sería un abusivo que quisiese violarlo, sino un pobre infeliz adicto a sustancias macabras. Pero para su sorpresa no resultó ser ninguno de los dos.

Cuando su nuevo compañero alzó la vista, descubrió que su mirada estaba llena de inocencia y anhelo. Al escuchar su voz murmurando un quebrado “lo siento, lo siento mucho” comprobó, sin necesidad de que nadie se lo diga, que aquella persona había estado en el lugar equivocado en el momento equivocado. Se acercó a él para ponerlo derecho, puesto que a primera vista parecía bastante herido (y su tembleque le confirmaba que, además, estaba asustado), pero ni bien se movió un centímetro, la otra persona retrocedió hacia la pared y le rogó en una voz lastimera que no le hiciera daño. Que por favor no lo golpease ni lo violase ni le hiciera ninguna otra cosa, que el solo se merecía estar en la cárcel y nada más.

—No te voy a hacer daño —le había dicho. Su corazón se había ablandado en cuestión de segundos. Parecía que aquel candado que mantenía cerrado su corazón se hubiese vuelto un malvadisco, gelatina. El dolor del otro parecía tanto, tan fuerte y real que hizo que su propia alma temblara. Tanto tiempo solo con sus recuerdos y los sentimientos tan arraigados en su pecho, que no recordaba como se sentía la misericordia ¿cómo debería actuar para con el otro desde ese momento? ¿de qué le serviría su habilidad para estafar a la gente? ¿se podía engañar a los sentimientos, estafarlos para que abandonasen un corazón? No, el ya lo había intentado consigo mismo y esas cosas no funcionaban.

—¿ En... serio? —preguntó la voz contraria en sollozos para nada ahogados.

—Sí, quería ayudarte a ponerte de pie... pero si no quieres... —fingió desinterés, mirandolo de reojo para ver si había una reacción positiva. Un ligero movimiento de cabeza de lado a lado, un rechazo. —Solo no llores muy fuerte, ¿eh? —terminó por decirle al sentirse herido sin justificación aparente. Se levantó del suelo y se dirigió a la cama para poder darle un poco de espacio a su nuevo compañero, mientras él pensaba con la mirada perdida entre los adoquines de la pared.

No podía culparlo por no haber aceptado su ayuda de buenas a primeras. Él hubiese reaccionado de la misma forma si un completo extraño le hubiese tendido la mano; primero porque su orgullo no le hubiese permitido aceptarla y segundo, ¿quién demonios confiaría en un convicto? Si quería ganarse la confianza de su compañero debía de hacerlo de otra forma que, evidentemente, no implicara el contacto físico. Se conocía, así que probablemente tendría que evitar hablar. Nada bueno podría salir de la boca de un estafador.

Encontró la mejor forma de acercarse en las comidas, cuando le ofrecía la suya para que él comiese más o cuando lo cuidaba de otros convictos. 2048, el número que tenía grabado el uniforme de su compañero, le agradecía con la mirada. Al cabo de una semana, para él se volvió costumbre estar protegiendolo, no sólo en las comidas, si no también cuando tenían tiempo libre e iban al patio a recrearse o en las actividades que la prisión les imponía (cortar leña, coser, cerrar cartas, entre otras cosas); tenía el cuerpo demasiado fino y delgado, cuadraba perfectamente con los estándares de belleza correspondientes a las personas que vivían fuera de esas paredes. Para los convictos, seguramente, desear el cuerpo de su compañero era como desear esos estupefacientes: un escape momentáneo a una realidad que no querían ver.

Hubo una vez, no muy lejana al presente, que se metió en una pelea con un tipo mucho más fuerte y peligroso que él. Terminó muy mal, porque el tipo forzó su tobillera de seguridad que impedía que use sus poderes y prácticamente le quemó la espalda completa, sólo por proteger a su compañero. Una lluvia de guardias acudió al lugar del incidente, pero ninguno fue capaz de llevarlo al ala médica de la prisión. Simplemente lo tomaron y, con un “tú te lo buscastes”, lo tiraron junto a 2048 dentro de la celda. Su compañero no paraba de llorar, de pedirle perdón y de agradecerle. Parecía un mar de tanta agua que sacaba por los ojos y le pareció gracioso, porque en otros tiempos muchos hubiesen matado por esas gotitas saladas. Con algo de esfuerzo alzó su mano para colocarla en la mejilla del otro y sonreírle ligeramente.

Jamás va a olvidar la cara de sorpresa que puso su compañero. Fue como si ese gesto liberase todos los prejuicios y ataduras que guardaba ese pequeño cuerpecito, como si aflorase la seguridad por cada uno de sus poros. Se presentó como una imagen preciosa que incluso le hizo pensar que por primera vez en toda su vida había hecho algo bueno y que valía la pena.

2048 se secó las lágrimas con el dorso de la mano y lo miró con determinación; le tomó por los hombros puesto que estaba de costado sobre el piso, y terminó por ponerlo boca abajo no sin antes un quejido ahogado de su parte.

—Cierra los ojos y no hagas trampa —le susurró con la determinación de sus ojos puesta en los labios y disfrazada de dulzura. Lo hizo sin rechistar.

Lo que sintió después lo maravillo. El alivio le recorría la quemadura en toda su extensión, como si le estuviesen administrando agua bendita. Sentía, además, como las manos de 2048 le recorrían toda la espalda , masajeándola. En su mente las imágenes de la vez que había ido a la playa se reproducieron vívidas una tras otra otorgándole un poco de paz a su alma; todos los músculos se le relajaron y pronto se quedó dormido sin quererlo.

Cuando despertó horas más tarde estaba solo. Se levantó del piso, asombrado de que no le doliese nada, mirándose las manos e intentando hacer lo mismo con la espalda, pero no tenía ni signos de haber sido quemado. No tuvo mucho más tiempo para estar pensando que había pasado con su herida o con su compañero, porque justo en ese momento un guardia lo estaba trayendo.

—La próxima vez que vuelvas a usar tus poderes, piensatelo dos veces, eh imbécil —dijo el guardia con desprecio tirando a 2048 a la celda sin cuidado. Pero él se interpuso entre éste y el piso, logrando atajarlo antes de que se hiciera daño.

—Gracias... —le susurró la voz contraria, débil, apagada. Lo tomó por los hombros para mirarlo mejor. Suspiró al ver que tenía moretones en su rostro y lo poco que se podía ver de su cueño. Además el uniforme tenía manchas de sangre fresca. No podía horrorizarse porque había visto eso infinidades de veces en los dos años que llevaba metido ahí adentro, pero tampoco se podía mostrar indiferente.

2639 alza a su compañero y lo coloca sobre la cama, poniéndole las dos almohadas destartaladas debajo de la cabeza. Luego, se para y camina hacia los barrotes de la celda y comienza a gritar.

—¡Oigan! ¡Aquí necesitamos un botiquín! ¡O un médico! ¡Alguien! —su voz retumba por todo el lugar, un pasillo que parece infinito, cuyas 10 celdas de derecha a izquierda están vacías. Continúa gritando por otros diez minutos y casi se da por vencido, pero escucha un par de pasos acercándose.

—¿Qué tanto gritas, imbécil? —le dice el oficial que se presenta frente a él. Parece nuevo, porque no tiene un solo golpe en el rostro, las cejas están perfectamente depiladas y su piel permanece tersa como si le hubiesen puesto crema —¿Acaso quieres que te hagamos lo mismo que a 2048? ¿Quieres que te castiguemos? —se pavonea, cruzándose de brazos y mirándolo altivo.

—En realidad, solo preciso un botiquín. —la voz le sale ronca de tanto gritar.

—¿Para quién? ¿Para ese? —señala a 2048 con su pera. —No, tiene que aprender a no usar sus poderes, es una prisión, ¿sabes? Eso está prohibido... Bueno, si eso era todo... —el oficial se gira, pero él lo agarra del uniforme justo a tiempo.

—Mira pedazo de retrasado, dame el puto botiquín o te...

—¿O me qué ? —se suelta del agarre no sin dificultad y ve la cólera flotare en todo el rostro al convicto. Ríe tanto como se lo permiten las comisuras de los labios y tan alto que las cuerdas vocales le vibran debajo de la garganta —Ubicate, sucio bastardo... no eres más que una pequeña escoria, una basurita en un zapato, un trozo de lechuga en un diente. Es fácil eliminarte, ¿sabes? Nadie ahí afuera te está extrañando... —el rostro del oficial está tan cerca de 2639 que podría darle un buen mordisco si no fuese por los estúpidos barrotes. De repente, escucha un ruido metálico, el típico del cartucho de una pistola siendo cargada y su expresión cambia a sorpresa. Baja la mirada para ver que el oficial sostiene un arma y la está apuntando directamente a su pecho — Adiós... 26...

—¡¿Qué cree que está haciendo oficial Lee?! —una voz ruge desde un lado del pasillo y 2639 suspira aliviado. Su muerte se ha atrasado otro día más.

—General Kim... —al rostro de Lee le sobra de todo menos colores, es como si se le hubiesen drenado de todo el cuerpo. Torpemente guarda el arma y se alisa el uniforme. —Qué sorpresa verlo aquí, si yo tenía entendido que esta prisión era dirigida por el General Choi...

—El general Choi murió en batalla esta mañana. Desde entonces que estoy a cargo, y mañana asumiré oficialmente... ¿pero qué es esto de estar apuntando a los convictos que están en sus celdas? Eso es una horrible violación al código —la voz del general Kim suena potente, segura, directa. No hay espacio entre respiración y respiración para que se dude de lo que sale de su boca.

—Lo escuché planeando una rebelión y me pareció oportuno asustarlo con...

—¡Eso es una mentira! —grita nuevamente 2639, con la ira dándole un poco más de fuerza a sus palabras —Este... —la palabra “imbécil” queda guardada en el cajón del vocabulario que no debe usar si quiere ganar la confianza de alguien y saca, del mismo cajón, una palabra que está llena de polvo y malos recuerdos —oficial... —suena seca, forzada, pero al menos sale de entre sus labios —ha traído a mi compañero de celda con múltiples heridas y estuve pidiendo a gritos, a quien sea, que por favor me traigan un botiquín para poder hacerme cargo de él.

El General Kim da un paso al costado para ver a su compañero, pero como está acostado no puede decir mucho. 2639 lo ve sacar el manojo de llaves que tiene el oficial en su cinturón y abrir la celda para ingresar. Prende la linterna que lleva atada a su propio cinturón y la deja en la mesita de noche para que pueda iluminar un poco más la estancia. Se acuclilla en el piso para poder ver mejor a 2048, que tiene los ojos cerrados y la respiración agitada.

—¿Qué esperas? —le dice firme a Lee, que no entiende sus palabras —Tráeme un botiquín inmediatamente, ¿no vio el estado en el que lo trajo a su celda, imbécil?

Lee sale disparado, mientras 2639 rie para sus adentros. Pero deja de reír al instante porque la situación se ha vuelto completamente extraña. Nunca, en el tiempo que ha pasado allí, ha visto a un oficial preocuparse por un convicto de la misma forma que Kim lo hace. Se siente extraño por dentro.

—¿Qué fue lo que sucedió en verdad... ?—Kim parece buscar algo en el uniforme de 2639, pero a pesar de que el número está escrito en grande y en negro, parece no verlo. Se lo muestra mejor y el General niega con la cabeza —Tu nombre. Estoy buscando tu nombre.

Y eso resulta el colmo.

—Yifan. Wu Yifan.

—¿Qué fue lo que sucedió en verdad, Yifan? —el general quita los mechones de cabello que 2048 tiene sobre la frente para poder examinarle mejor las heridas.

—Ayer quisieron atacarlo—señala a su compañero— el tipo se quitó la tobillera y lanzó como una especie de llamarada, me interpuse en el medio y me terminó quemando la espalda... —le muestra su uniforme roto en el lugar en el que debería estar la gran quemadura — luego no recuerdo muy bien. Me pidió que no abra los ojos y lo hice, me quedé dormido y cuando desperté no tenía ni la quemadura ni mi compañero. Lo trajo Lee hace un rato...

—Yifan —Kim se levanta y camina hasta quedar frente a él, muy cerca para su gusto. Descubre que es mucho más bajo que él y ríe para sus adentros. —Lo que ha sucedido hoy quedará entre tu y yo. Nadie más debe enterarse de cual es su poder, ¿Vale? —en ese momento se escuchan unos pasos acercarse apresuradamente hacia donde están.

Lee aparece con el botiquín en la mano y se lo tiende a Kim, a su vez, éste se lo da a él.

—Que no se repita esta situación. —le advierte tanto a Lee como a él, con la mirada firme. Lee le hace una reverencia... y él también. El hombre le inspira un respeto profundo que creía haber perdido por toda la humanidad. Incluso, piensa que puede llevarse bien con él.

Pero inmediatamente se olvida de todo aquello, coge el botiquín mientras Kim cierra la puerta de la celda con llave y lo abre para comenzar a cuidar a su compañero. Es algo increíblemente extraño que esté ayudando a alguien más que no sea él mismo, no recuerda la última vez que lo hizo.

Desde que tiene memorias, siempre se comportó como un chico frío, distante, a quien no le importaba nada más que sacar buenas notas, el dinero y su orgullo. Pero allí en prisión no tenía a nadie con quien lucir todas esas cosas que poco a poco se fueron apagando, como todo dentro de él. Es quizá que por eso ahora quien es en realidad esté floreciendo. Siempre ha escuchado que las flores más bellas florecen en la adversidad... él es, probablemente, una de ellas.

—Gracias... —vuelve a susurrar su compañero. Él sonríe y le sigue curando las pequeñas heridas. — Nunca podré... retribuirte por lo que has hecho... en serio... —la voz le suena tan melódica que le despierta el deseo de escucharla todos los días por el resto de su vida. Es hermosa, tan suave. Le arrulla los pensamientos.

—Sí, tienes razón —ríe— pero quizá puedas empezar diciéndome como te llamas —se acerca más a su oído —eso suma muchos puntos a tu favor, para ser sinceros.

—Puedes decirme Lay... —desvía la mirada hacia la pared, medio afligido.

—¿Cómo? Te defendí frente al bravucón escupe-fuego y te estoy curando, ¿ni siquiera puedo obtener tu nombre real?—se queja, su mentalidad de estafador al filo de la silla, esperando ponerse en acción en cualquier momento. — Podríamos negociarlo.

—¿En serio lo dices? —finalmente y por segunda vez desde que Lay apareció en la celda, fija su mirada sobre la de él. A Yifan se le hunde el estómago de la emoción, como cuando uno siente vértigo, y sus ojos se sumergen en los contrarios. Son tan brillantes y puros que jura podría nadar en ellos si fuese pequeñito. — Te curé la quemadura, eso podría adelantar un poco el pago, ¿no? —el pacto que hizo con el señor Kim le acude rápidamente a la memoria y decide no mostrar su asombro para no llamar la atención (no es, de todas formas, como si hubiese alguien en el pasillo. Pero las paredes tienen orejas y eso es algo que aprendió de la experiencia. Sabia maestra.).

—No te entiendo. Me acabas de decir que no podrías retribuirme ¿ y ahora me quieres llevar a que yo te deba a ti? ¿Qué eres? ¿Un estafador? —no evita reírse de su propio chiste.

—No, un asesino. —la mirada se le ensombrece al instante y quita su mano para poder sentarse mejor en la litera. — Y no creo que quieras negociar sobre tu vida, eh.

—Mira tú, un asesino con cara de ángel, ojos brillantes y tímido. Es la primera vez que escucho algo así, ¿no vendrás del futuro o algo parecido? —está más que sorprendido. Pero el recuerdo de la primera noche que pasaron juntos y cómo ingreso llorando, le hace ruidito en el cerebro. En la honestidad de Lay hay gato encerrado.

—Dicen que los peores somos los callados.

—Tendrás que sacarte el uniforme así te sigo curando las heridas de dentro. —se pone serio, porque por más “asesino” que sea el otro, no puede permitir que se le infecten. No después de haber comprobado que fue él quien lo salvó de unos meses de puro dolor.

—¿Y si no quiero? ¿Me vas a obligar? —reprocha apretándose con ambas manos la pequeña abertura del uniforme.

—No, no. Claro que no. Pero no me gustaría que mueras por una infección. Además puedes contagiarme.

—¿No te gustaría que yo muriese? —ahora es su compañero quien parece asombrado y eso le gusta.—Ni siquiera me conoces. Ni siquiera sabes mi nombre real, ¿porqué no quieres que muera?

—Es una pregunta un tanto fuerte, a nadie le gusta ver personas muertas. —la decepción parece pintarle el rostro, así que suspira y se sienta al lado de él —Además tenemos un par de cosas en común, y compartir celda contigo es lo mejor que me ha pasado en dos años. —suspira nuevamente y clava la mirada en el suelo, abatido — Gracias a ti no me siento tan solo.

Cuando gira la cabeza para ver a Lay, parece que lo que le ha dicho lo tomó completamente por sorpresa. Incluso, desabrocha más los botones del entero para dejar al descubierto su pálida piel manchada con su sangre, ahora seca.

Él sigue curándolo, sin fijarse demasiado en su cuerpo para no incomodarlo.

—Zhang Yixing. —susurra.

—Wu Yifan.

-*-

 

A la mañana siguiente el ruido de una trompeta los levanta cual soldados. No están acostumbrados a eso, sino a que un oficial golpee los barrotes de la celda gritándoles improperios. Igual, piensa él, prefiere a los oficiales antes que a ese sonido monótono que sale del instrumento. Al menos, sabes a quien estás insultando cuando te levantas.

—¿Qué es lo que pasa? —le pregunta Yixing frotándose los ojos desde la cama de arriba.

—No lo sé. Pero tengo la impresión de que el general Kim tiene algo que ver con esto. —estira sus brazos y le clava la mirada. Su semblante serio, como siempre.

—¿General Kim? ¿Quién es?

—Ah, cierto, estabas medio desmayado ayer... Es el nuevo encargado de esta prisi... —pero antes de que termine la frase, la puerta de la celda se abre sola.

Todos las personas dirigirse inmediatamente al patio A3. —la voz del hombre resuena por todos lados a través de los altavoces — Repito. Todos las personas dirigirse inmediatamente al patio A3.

—Esto es cada vez más extraño...

—¿Por qué lo dices? —le pregunta Yixing bajando y poniéndose los zapatos.

—Hace año y medio que no usaban los altavoces, ni abrían de manera automática las puertas. —lo imita, abrochándose hasta arriba el entero.

—¿Y a qué crees que se deba? —ambos comenzaron a caminar hacia el patio A3, viendo que no había ningún guardia vigilandolos.

—Seguramente el General va a hacer cambios. No sé. — guardaron silencio unos instantes — ¿Sabes? Para no haberme querido hablar desde que llegaste, ahora estás muy parlanchín —rodea con el brazo los hombros contrarios y lo acerca hacia él, sacudiéndolo un poco. Al principio, parece que Yixing va a salir corriendo, pero termina destensando los músculos y suspirando.

—No tienes buena cara. Me dabas miedo. —confiesa bajando la cabeza.

—¿Fue por mi barba de tres pelos? ¿O mis cejas super pobladas? ¿O qué? Si soy un angelito de Dios —sonríe de oreja a oreja.

—En realidad —el más bajo se suelta del agarre —es esa facilidad que tienes para cambiar de “te voy a partir en 20 pedazos “ a “compreme un pan que se lo dejo a buen precio”. Eras estafador, ¿verdad?

—¿Eh? —eso lo ha tomado con la guardia baja — ¿Cómo sabes?

—Sé leer los ojos —se señala los suyos y luego acelera el paso para dejarlo atrás.

Yifan se queda quieto unos instantes, tratando de descifrar el cambio de actitud de su compañero. Pero se pone en marcha de inmediato porque no quiere dejar que se adelante demasiado, no puede perderlo de vista; por muchos cambios que parece que vaya a haber, la actitud de los convictos no cambia nunca de un día para el otro. No cambia nunca. Llega rápido a donde está su compañero y se acomoda en una fila al lado de él: siguen llegando muchas personas al punto de reunión, desde reos hasta los cocineros y oficiales. Todos se ordenan en filas, los oficiales rodeando a los convictos, y los cocineros detrás de estos. Levanta la mirada y ve que hay una tarima grande puesta adelante de todos, que tiene un micrófono y nada más.

Cuando las personas terminan de llegar, a la tarima sube el general Kim.

 

—Buenos días. —saluda cordialmente, con las tres estrellas del uniforme brillando orgullosas —Soy el Teniente General Kim Joonmyeon y soy el nuevo encargado de esta prisión. —silencio— Los he reunido a todos aquí porque habrá unos cuantos cambios que me gustaría recordasen desde hoy y hasta que dure mi estadía en este lugar. —los murmullos se apagan como las estrellas al salir el sol. Están ansiosos, desconcertados, confundidos porque han vivido de la misma forma desde que ingresaron y jamás han pasado por un cambio. Lo nuevo les asusta y entusiasma en partes iguales — A partir de este momento, se levantarán y acostarán cuando suene la trompeta. Luego del desayuno y hasta el almuerzo realizarán actividades comunitarias. De forma obligatoria —los reos se miran entre sí, molestos. —Igual que luego del almuerzo y hasta las seis treinta de la tarde. Se les permitirá bañarse solo y únicamente si se han comportado de manera correcta. Tendrán cinco minutos para bañarse y lo harán en parejas. Luego, tendrán tiempo libre hasta la cena y luego se irán a sus celdas. Por el contrario —hace una pausa y mira a los convictos con dureza, el entrecejo fruncido y los labios apretados en una fina línea — si se han portado mal durante el día, el baño quedará prohibido y seguirán con las labores comunitarias hasta la cena. Y luego de la cena y hasta las tres de la mañana. Finalmente, pasarán la noche en una celda de aislamiento. —para una vez más para observarlos a todos. La mirada del Teniente General se posa en él, y luego va hasta Yixing.

 

No se había dado cuenta, pero su compañero de celda había empezado a llorar en silencio, sin apartar la mirada de Kim, sin ni siquiera pestañear. Y ahora que el Teniente parece haber reparado en la presencia de el, tampoco puede quitarle la mirada de encima. Incluso su postura ha perdido fuerza así mismo como su mirada no es tan dura. Yifan sabe que allí hay gato encerrado, si no es un puma.

 

—Por su puesto, hay niveles de castigos....

 

Pero Yifan ya ha dejado de escucharlo. Hay otras cosas que le preocupan más en ese momento que el discurso de un Teniente, total la parte más importante ya ha pasado. No infligirá las reglas, ya ha aprendido su lección, así que los castigos no le preocupan en lo más mínimo.

 

—¿Estás bien? —le susurra muy bajito a Yixing, aún mirando al frente.

 

—Sí... sí... —sabe que le está mintiendo, pero ese no es el lugar para que le cuente la verdad, en caso de que quiera hacerlo. Lo deja pasar, pero se promete que no lo va a olvidar.

 

Luego de la charla interminable del nuevo jefe, todos se dirigen al comedor para el desayuno. Un bowl de cereal y café quemado, o agua con un ligero gusto a té. Al finalizar los dividen en grupos de 30 y los dirigen hacía salones cuya existencia había quedado oculta hasta ese día. El lugar es increíblemente amplio y resulta muy cómodo, a pesar de que las paredes sean grises, las banquetas estén algo rotas y las luces titilen, es mucho más grande e iluminado que una celda y eso basta para hacerlo sentir bien, como si estuviese en una casa mal amoblada. Allí, el grupo en el que están él e Yixing se dedicaría a cerrar correspondencia hasta la hora de la ducha.

 

Se pasa las tres horas hasta el almuerzo pensando en Yixing y Joonmyeon. El primero es un misterio; hace un día que le ha podido sacar palabra y, más que el pobre niño que ingresó hacía un mes atrás, parecía un adulto pícaro y sonrisa brillante. Había tenido mucha suerte de tenerlo por compañero, porque además de no sentirse solo, ahora que había ganado su confianza quizá hasta adquiriese su amistad. No es poca cosa para él tener un amigo, un confidente. Le podrá contar todo sobre él, porqué está allí. Confesará que extraña volar, que se ha mandado millones de cagadas a lo largo de su vida y que si tan solo tuviese una oportunidad más, viviría la vida de manera honrada. Que es una estupidez no sentirse solo por el mero hecho de estar físicamente con alguien más, le dirá que espera ser su amigo. Compartirá que es un idiota que no sabe como sentir y que por eso su cara permanece seria el 90% del tiempo y cuando sonríe, parece que estuviese fingiendo. Es que está acostumbrado a fingir sonrisas, a tratar de seducir a quien se le cruce por el frente para venderle mentiras.

 

Del segundo lo único que puede pensar es en cuanto lo admira. Eso le amplia la mirada interna porque en su vida solo se ha admirado a si mismo, se ha amado solo a sí mismo. Siempre él y solo él. Joonmyeon le inspira confianza, sus acciones le dice que es alguien organizado y que no permitirá que se rompa una sola regla. Pondrá fin a los abusos de los oficiales que ha sufrido esos dos años y que prefiere no recordar, por que le duelen demasiado. Confía que haga de la estadía de todos algo más ameno, porque no hay nadie en aquel lugar que no desee volver atrás el tiempo y decirse “no lo hagas, tu realmente no quieres esto”. Y si no se arrepiente, es porque realmente está mal de la cabeza.

 

Luego del almuerzo que transcurre en silencio para todos porque el Teniente está comiendo con ellos, vuelve al mismo salón a cerrar cartas. Cuando llega la hora del baño, tiene la lengua seca y con gusto a pegamento. Es horrible, pero al menos se ha sentido útil. Se movilizan todos para una nueva habitación, igual de grande que aquella, pero que está llena de vaho gracias al agua caliente que ha caído con anterioridad.

 

No siempre ha tenido el gusto de estar en las duchas. Antes solo permitían tomarlas una vez al mes y eran con agua fría. Ahora que ve como está el establecimiento, piensa que realmente la presencia del Teniente los ha bendecido.

 

—Cuelgen los uniformes allí —señala un perchero y forman todos una fila para comenzar a desnudarse.

 

Él no tiene problema en desvestirse frente a otros, está más que acostumbrado. Sin embargo, al ver a Yixing, se da cuenta que está lleno de vergüenza. Le guiña el ojo y asiente con la cabeza buscando darle un poco más de confianza, y poco a poco se va desnudando frente a su mirada. Sabe que no es a propósito, pero aquello lo provoca y no puede evitar que su cuerpo reaccione frente a la palidez del cuerpo de su compañero. Además es delgado, tiene una cintura que cualquier mujer envidiaría y unos brazos fuertes, algo marcados, que lo hacen tener la apariencia de un hombre. Ahora que lo piensa bien, ni siquiera sabe que edad tiene su compañero, de qué provincia viene o cualquier otra dato que debería saber un amigo. Simplemente sabe que es inocente, dulce y no debería de estar allí. Rápidamente y sin pensarlo dos veces, se acerca a Yixing y lo agarra por los hombros para sumergirlo en las duchas y acelerar su baño. Todos se han quedado observándolos, y entiende que miren al más bajo, pero no sabe porqué atrae tantas miradas.

 

—Quien iba a decir que debajo de ese uniforme y esa cara de pocos amigos había una señorita... —le dice un convicto que está a su lado, un hombre algo rechoncho y casi calvo, si no fuese por esos tres pelos que todavía tiene puestos en al cabeza como injertos.

 

—¿Disculpa? Pero no soy ninguna señorita, tarado —se defiende mirándolo mal, pero por dentro se siente avergonzado. Como una damisela en peligro. Jamás le han hecho un piropo tan desagradable y gracias a los años de prisión ha perdido reacción frente a estos. No lo han mirado nunca de esa forma. Es extraño.

 

—Ni siquiera lo pienses, fortachón, la señorita está conmigo —dice Yixing mientras le agarra de la cintura para acercarlo y le pone champú en el pelo, masajeandole el cuero cabelludo.

 

Por su puesto, todos se quedan de piedra. La única opción que se le cruza a Yifan por la cabeza es que Yixing tenga serios problemas de doble personalidad porque hace cinco minutos ni siquiera se quería desvestir.

 

—¿Qué ha sido eso? —le pregunta a su compañero una vez que tienen de vuelta los uniformes puestos y se dirigen a sus respectivas celdas.

 

—Yo intentando que no te violasen —se jacta, tirando su aliento sobre las uñas y puliéndoselas con el uniforme. — Deberías haber visto tu cara. Entraste en pánico, Yifan.

 

—Bueno, yo... —se queda de piedra. — En los dos años que he estado aquí nunca me piropearon. Me han insultado, pegado y maltratado, pero nunca nadie me ha querido meter un pene por el culo.

 

—¿Y tu si le has querido meter el pene en el culo a alguien?

 

—Sí, pero no en prisión. —baja la vista, algo pensativo — De hecho, creo que mi cerebro ha estado ausente mucho tiempo, porque no tengo recuerdos de haber sentido algo en dos años.

 

—¿Cómo es posible? ¿No sentiste dolor, frustración o cosas así? ¿No sentiste que querías volver a ser libre? —han llegado a su celda, ingresan y las puertas se cierran.

 

—No... no, es como un trance...—se sienta sobre la cama, apoya la espalda en la pared y mira el techo —Toda mi vida la he pasado en trance.

 

—Explícate mejor —Yixing pone su cabeza en el regazo de Yifan y se acuesta.

 

—Creo que jamás me he sentido cómodo conmigo, no sé expresarme, ni sentir —mira sus manos como si fuese las de alguien más y entre ellas está la cabeza de su compañero —Lo único que me importó desde que nací ha sido tener los bolsillos llenos de dinero. Cuando entré acá lo único que cambió fue eso. A veces estoy seguro de que no tengo nada adentro...

 

—Yo no lo creo así, eh. Me has estado protegiendo todo este tiempo si ni siquiera saber mi nombre... por cierto, ¿por qué lo hiciste?

 

—Te veías tan pequeño e indefenso cuando ingresaste y tenías tanto dolor... me identifiqué contigo. Dejar que te pasara algo era como dejar que me pasara algo a mi. Fue una conexión extraña. Desde que llegaste a esta celda, todo ha sido muy extraño. —comienza a acariciar los mojados mechones de Yixing, suavemente. — Por cierto, ¿qué te trajo a mi humilde hogar?

 

—Maté a mi hermano —susurra, el remordimiento tiñendo cada sílaba.

 

—Por accidente. —agrega él.

 

—La situación en general fue confusa... —gira su rostro y lo esconde en el abdomen de Yifan, abrazándose a su cuerpo en el proceso. No se queja, le quiere dar el espacio que necesita para descargarse —Ni siquiera puedo recordar con exactitud que pasó... cuando me di cuenta tenía las manos manchadas de sangre, vino la ambulancia... el juicio... ¡Era lo único que tenía! —su débil susurro se transforma en un llanto desesperado y sus brazos se convierten en enredaderas que parecen querer quitarle el aire. Sigue sin quejarse.

 

—Shhh... Tranquilo... —sigue acariciándole los cabellos con delicadeza.

 

—¿Tienes idea... —comienza, se levanta para mirarlo cara a cara con los ojos rojos y el labio inferior temblandole horrores —lo que es.... que nadie te esté esperando fuera?

 

—Sí, lo sé.

 

No hacen falta más palabras. Ambos se abrazan fuertemente, como queriéndose fundir y dejan que el dolor se les escape por los ojos, que le acelere la respiración. Sus latidos se vuelven uno y lentamente ellos también. Acaban de encontrar en el otro un refugio, una razón de ser. Yifan sabe lo que es amistad porque lo ha visto en las demás personas, sabe lo frágil que son, lo rápido que se marchitan si no se las riega constantemente. Es por eso que sabe que lo que tiene con Yixing no es una amistad, ni un compañerismo. Un sentimiento mucho más fuerte los une, como si acabasen de encontrar a la otra mitad que siempre les ha faltado para poder encontrarse, para poder ser felices.

 

Esa noche ambos se excusan ante el oficial y les dice que no van a ir a cenar porque no se siente bien y el oficial les cree porque por Dios que rojos que tienen los ojos y que pálida piel. Aprovechan entonces para conocerse, contarse cosas que han vivido, hacerse compañía. Sobran los abrazos, las muestras de afecto y sin querer, muy lentamente, los sueños de libertad comienzan a aparecer.

 

 

 

-*-

 

 

 

La trompeta suena a la mañana siguiente y para Yifan aquel día no es uno más. Se levanta con ganas, frota sus ojos para quitarse las lagañas. Pero cuando mira los barrotes de la celda esperando a que esta se abra descubre que la celda de enfrente no está vacía como hacía dos años. Ahora hay un escritorio, una lámpara, una biblioteca y un hombre. El Teniente General Kim Joonmyeon la está ocupando. Levanta el cuerpo de la cama y lo dirige a la salida; las puertas de la celda aún no están abiertas e Yixing tampoco está despierto.

 

—Buenos días, Teniente —saluda con cortesía.

 

—Buenos días, Yifan. —el hombre está sumergido en papeles, así que no levanta la mirada.

 

—Disculpe mi atrevimiento, ¿pero qué hace en la celda?

 

—He mudado la oficina aquí porque este pabellón es mucho más silencioso que la antigua —lo mira, levantándose del asiento — De hecho, además de su celda, hay cuatro más ocupadas al final del pasillo.

 

—Sí, esta área no es muy famosa que digamos... —se rasca la nuca, fingiendo nerviosismo y baja la cabeza para simular modestia.

 

—Por suerte, no todo el mundo comete crímenes que sean condenables a cadena perpetua. —ordena los papeles y los coloca a un lado, Yifan tiene toda la atención del Teniente.

 

—Vamos, que no me he portado tan mal después de todo —rie, esperando que su sonrisa embruje al contrario como en una época enamoraba a mujeres y hombres por igual. Kim tenía que morder el anzuelo.

 

—Claro, arruinar la vida de familias enteras no merece semejante castigo, tienes razón. Quizá hasta pueda conseguirte un abogado para que te saque de aquí...

 

—¿En serio? —envuelve los barrotes de la celda con sus manos. Joonmyeon ríe. Suena tan angelical, muy poco digno de un hombre con semejante cargo sobre la espalda.

 

—Caíste muy fácil. Mereces estar donde estás. —sale de la celda y va a dirigirse a otro lugar que no conoce.

 

—¿De dónde conoces a Yixing? —suelta de manera repentina. Necesita seguir hablando con aquel hombre.

 

—No es asunto tuyo. —corta la conversación.

 

—Mira, si mi compañero va a llorar cada vez que te ve, creo que al menos me merezco una explicación... ¿o será que el Teniente General Kim Joonmyeon se mudó a aquella celda para tener a mi compañero mejor vigilado? —recarga su cuerpo contra la pared que le permite tener mejor visión de la espalda contraria.

—Yifan —comienza el Teniente retrocediendo sus pasos y poniéndose delante de él —No te interesa saber como lo conocí...

 

—Es mi ex-novio —la voz de Yixing suena adormecida pero firme —El muy cobarde no salió a declarar y por eso estoy aquí adentro. Pudriéndome. —Yifan nota que la voz le tiembla y está seguro de que va a empezar a llorar, asíque se acerca a donde está y lo abraza.

El Teniente se queda sin palabras, con la mandíbula abierta y el rostro pálido. Carraspea, se acomoda el sombrero y les recuerda que deben ir a desayunar. Mientras tanto, Yifan no puede soltar a Yixing que vuelve a estar hecho un mar de lágrimas interminables.

 

—Me ha dicho que no diga cual es tu poder —le confiesa cuando están camino al comedor. Yixing no parece sentirse mucho mejor. De hecho, casi puede ver como los fantasmas de su pasado los persiguen.

 

—Todos lo querrían, ¿no crees? Siempre lo he mantenido en secreto. Y así debe permanecer.

 

No dicen más nada. En todo el día no vuelve a dirigirse la palabra. Lay está demasiado abrumado por los pensamientos e Yifan no quiere molestarlo. Respeta su espacio, sabe que si lo molesta ahora podría pagarlo caro, no quiere provocar la ira del más bajo. Lo único que anhela es paz.

 

-*-

 

 

 

A la noche, el primero que se queda dormido es Yixing. O finge, no está seguro.

 

Él se queda despierto porque tiene un par de cosas que hablar con el Teniente, que llega un par de horas después. No repara en su presencia, ni cuando llega, ni cuando se desajusta la corbata y comienza a desprenderse los botones de la camisa.

 

—¿Es que el teniente general me ofrecerá un streap tease? —Joonmyeon salta del susto, se le acelera la respiración aumentando su ritmo cardíaco.

 

—¿Por qué no estás dormido? —le cuestiona volviendo a ponerse su uniforme como corresponde.

 

—No tenía sueño, y tengo unos asuntos que hablar con usted.

 

—“¿usted?” Déjate de chistes, ¿quieres? No estoy de humor. —masajea sus cienes y se recarga contra el escritorio. —¿Qué quieres?

 

—Quiero que admitas que estás en este lugar por Yixing. Sólo eso. —le quita importancia al asunto levantándose del piso y alzando los hombros. Cuando se fija mejor en el Teniente, se da cuenta que tiene las mejillas sonrosadas. No es posible que... —¿Por qué no abres la celda, o te metes, así podemos charlar mejor eh?

 

—Eres el convicto más molesto que conozco, pero no creas que caeré en tu juego. —las palabras son acompasadas.

 

—No estoy jugando a nada, ven... anda, Joonmyeon (por que puedo decirte así, ¿verdad?) —el otro sonríe y masajea todo su rostro.

 

—Ven tu.

 

La reja se abre de manera automática e Yifan no tarda un segundo en dar un paso al frente para encontrarse con el Teniente en la otra celda. Cuando está lo suficientemente cerca, se da cuenta del olor a alcohol que tiene el otro confirmando sus sospechas anteriores. Sonríe de oreja a oreja, porque no puede habersele dado una oportunidad tan rápido.

 

—¿Entonces lo admites? —le susurra, acercándose cada vez más al cuerpo contrario en un intento de seducción. Hace mucho que no lo hace, tiene las habilidades poco pulidas, pero de algo debe servir.

 

—Lo admito, sí. Admito que he sido un cobarde, que no salí a defender a mi novio por miedo a que me quiten mi rango —se aleja de él y abre un cajón del escritorio. Yifan ve como saca una botella de alcohol.

 

—Ha terminado una relación solo por su trabajo... Bueno, no debe ser el único.

 

—Tu no entiendes, Yifan. —le susurra. Entonces al Teniente se le curvan los hombros, baja la cabeza, los ojos se le llenan de tristeza y entiende. Entiende como cuando Yixing llegó por primera vez a la celda, sabiendo que había estado en el lugar equivocado en el momento equivocado. —¡Quien mató a su hermano fui yo! —las lágrimas brotan y son iguales a las de Lay.Idénticas. Son iguales a las que él nunca ha podido derramar. —¡Fue un accidente! —grita, golpeandose el pecho. — ¡Un accidente que me perseguirá por el resto de mis días! —hace una pausa para tomar aire — ¡¿Y que querías que hiciera?! ¡Hacerme cargo de esta prisión era lo único que podía hacer para retribuirle, aun que sea un poquito!

 

—Es una pena, Joonmyeon. —le dice. Arrebata la botella de licor de las manos contrarias y bebe hasta la mitad.

 

Se pasan la noche borrachos, los dos. Yifan se desquita con Joonmyeon y lo regaña por ser tan hijo de puta, mientras le cuenta todo lo malo que él ha hecho. Así ahogan sus penas, entre tragos y pequeñas muestras de afecto que no tienen intención de darse, pero que de todas formas suceden porque se están dejando llevar. La abstinencia mata.

 

—Ya está por salir el sol, Yifan —la voz de Joonmyeon le suena lejana aunque esté saliendo de su hombro, porque tiene la cabeza apoyada allí.

 

—Mmmh... —contesta, levantándose del piso. — Oye, Joonmyeon... ¿tu crees en las segundas oportunidades?

 

—Sí... bueno, al menos creo merecer una segunda. —el Teniente se frota los ojos y se levanta, abre la reja de la celda de Yifan.

 

—¿No crees que nosotros también merecemos una segunda oportunidad? —señala a Yixing que aún está dormido. — ¿Crees que podrías... dárnosla?

 

—Sí. Ten por seguro que sucederá. —Kim tiene el semblante serio, como si no hubiese tomado una sola gota de alcohol en toda la noche y hubiese dormido las ocho horas que debería.

 

—Confío en ti.

 

—Ya no seré un cobarde.

 

 

 

-*-

 

Los días transcurren rápidos y monótonos. La nueva dirección del Teniente Kim ha hecho que los días vuelen, puesto que siempre tenían algo que hacer, un lugar en el que estar. Sin embargo, Yifan se ha hecho cada vez más cercano a Joonmyeon y ha caído cada vez más en las redes de Yixing. Al finalizar el mes, está convencido que tiene un amigo y un novio. Es algo que jamás se ha planteado en al vida pero allí está, tan claro como el agua.

 

—¿Alguna vez pensaste en escapar? —pregunta Yifan una noche a Yixing, con su cabeza acostada en el regazo contrario, sus cabellos siendo peinados por la pálida mano de su compañero. —¿Crees en las segundas oportunidades?

 

—Muchas veces. Y sí, creo en ellas.

 

—Si estuviésemos fuera de este lugar... ¿Serías mi novio? —le pregunta sin pelos en la lengua. Como estafador era un tipo muy seguro de si mismo, pero emocionalmente tenía mucho miedo de que Yixing lo rechazara.

 

—¿Te recuerdo que tenemos cadena perpetua? —rie. El silencio se apodera del lugar unos instantes.— Pero yo creo que sí... aun que todavía nos tenemos que conocer, y las citas... no sé cual es tu comida favorita... — a Yixing se le colorean las mejillas e Yifan rie. —¿Qué es eso que tienes ahí?

 

—¿Dónde? ¿Qué tengo? —se sienta mejor y se toca la cara, tratando de buscar alguna deformidad.

 

—No... nada, me pareció ver una sonrisa sincera, eso es todo. Lo siento, no quise asustarte. —ambos rien y se abrazan.

 

—Disculpen que interrumpa el momento, tortolitos —la voz del Teniente los saca de su encimamiento.

 

Cuando Yifan ve que Joonmyeon carga en su espalda dos cuerpos inconscientes, sonríe porque finalmente el día ha llegado. La puerta se abre, ingresa Kim, saca unas llaves de su bolsillo y abre las tobilleras de ambos convictos para colocarlas en los cuerpos de los oficiales.

 

—No tenemos mucho tiempo, ¿están listos? —les pregunta. Su mirada se detiene unos instantes en Yixing, quien parece comenzar a caer en la cuenta de lo que sucede.

 

—Joonmyeon... tú no harías algo así... —susurra Yixing, no saliendo de su asombro. Ve como Kim esposa las manos de Yifan y luego lo hace con el.

 

—Caminen, tienen derecho a guardar silencio. —guiña un ojo a ambos y luego salen.

 

No llaman mucho la atención. De hecho, en absoluto. Son dos reos que van a ser trasladados en una hora común y como van acompañados del Teniente General Kim Joonmyeon, nadie hace demasiadas preguntas.

 

Al cabo de quince minutos, luego de atravesar pasillos y puestos de control, ya están arriba de una camioneta conducida por su mejor amigo, en la parte de atrás van ellos.

 

—Ahora podremos empezar de nuevo, los tres —dice Yifan, oliendo la libertad tanto física como espiritual.

 

Como pactó con Joonmyeon, los tres se irán a vivir muy lejos, a otro continente. El mundo es demasiado grande, nadie se molestará por buscarlos porque nadie sabrá que existen. Joonmyeon se encargó de borrarlos del mapa, ahora están muertos para su país (¡que tragedia!).

 

Yifan no volverá a estafar nunca más, porque ahora tiene dos grandes motivos para seguir adelante.

 

Notas finales:

¡Muchas gracias por haber llegado hasta acá! Por su puesto, los comentarios son bien recibidos. 

 

*Les da una galleta y leche*


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