Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El secreto de mis hermanos por NaniNan_chan

[Reviews - 71]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

BUENAS~~ Voy a dejar por aquí el último capítulo y me iré lentamente antes de que me tiren algo. Espero que lo disfrutéis y no me querraís matar por el momento hetero.

15 años más tarde.

 

Pov's Ros.

 

Cuando hoy la alarma sonó a las siete como todos los días, instintivamente la paré. Si no recordaba mal, estábamos a domingo y no tenía que ir a mi bufete a trabajar... Entonces, ¿por qué sonaba?

 

La persona con la que compartía cama desde hace casi quince años se removió y pude ver su penetrante mirada. Simplemente con eso logré recordar todo: hoy era 8 de junio. Habían pasado años pero se seguía sintiendo como ayer, cuando la persona que más quería, falleció. Tal vez esa palabra no era la más correcta cuando se trata de suicidio pero ¿qué importaba cómo lo llamara? Seguía notando su ausencia.

 

Apenas noté como mi pareja se acomodó en mi pecho ni la humedad que ahora empezaba a caer. No sabía si eran sus lágrimas o las mías, sólo sabía que por mucho tiempo que pasara, seguía doliendo. El recuerdo nunca se iba, era una cosa con la que tendría que vivir siempre.

 

FLASHBACK

 

Tal y como me había pedido ese catastrófico día, "ayudé a olvidar" a Leo. Puede que eso sólo significa increíble sexo en todas partes con el fin de no recordarle la mierda de situación en la que estaba con su hermano, pero para mí, significaba que me había elegido sobre Miguel.

Disfrutando hacerle el amor y dejándome mimar, no me di cuenta de cuándo nuestros móviles se habían quedado sin batería, olvidados en la ropa regada por el piso.

 

Tal vez, si no hubiera estado tan cegado haciéndole el amor y hubiera atendido las llamadas... Él no hubiera muerto. Me reprendía cada día.

 

Esa misma noche, desperté por el ruido de algo contundente que caía al suelo y se quebraba. Alarmado, me giré y al no sentir el ya tan característico calor del moreno a mi lado, me incorporé, abriendo los ojos con pesadez debido al cansancio.

Apenas alcancé a ver cómo salía corriendo de la habitación antes de poder ir tras él. Al pisar el frío suelo, me clavé lo que ahora eran los restos de un teléfono. Su teléfono.

Pero eso no importaba, debía alcanzarlo y saber qué había pasado.

 

Más confundido y asustado que nunca, corrí para alcanzarlo cuando oí la puerta principal abrirse. Sin importar que sólo llevara unos boxer encima, corrí más rápido. Algo me decía que era importante.

 

Y tan importante. Recordé, agarrando mi pecho que dolía amargamente.

 

Lo seguí hacia arriba, piso a piso, hasta la azotea.

 

-¡¡Leo para!! ¡¿A dónde carajos vas?!- le chillé sin importarme que apenas notara mis pulmones por culpa del ejercicio.

 

El eco de las escaleras hizo de mis reclamos unos alaridos fuertes y claros. Tan claros como lo eran sus sollozos.

No sabía si era por oírlo llorar o por toda la situación pero mis lágrimas florecieron también.

 

Para cuando llegué al último piso, ya podía divisar la puerta de la azotea abierta de par en par. No podía creer que me hubiera hecho siete pisos en apenas un par de minutos. Me apresuré hacia allí con el corazón en un puño y rogando porque el amor de mi vida no hiciera ninguna locura.

 

Tras atravesar la puerta, el panorama fue el peor que podría nunca haber imaginado. Él ya se encontraba al otro lado de la barandilla, la cual estaba a un palmo del muro de metro y poco que servía para que nadie hiciera lo que el moreno estaba a punto de hacer: saltar. Podía ver su espalda aún marcada por algunos de mis arañazos. Intenté acercarme pero cuando apenas había dado un paso, dijo:

 

-No te acerques.- Apenas había sido un susurro por la falta de aire pero lo oí igualmente.

 

-¿Que tonterías estás pensando? ¡Baja de ahí, Leo!- le dije fuerte, entre enfadado y asustado.

 

No podía dejarme. No podía abandonarme en este frío y cruel mundo en el cuál él era mi único apoyo. Haría lo que quisiera, pero que se bajará de ahí ya, por favor.

 

-Claro que bajaré, Ros. De cabezas.- se giró para mirarme, aún agarrado  pero con sólo una mano, la otra la alzó, como si jugara con la poca brisa que soplaba esa oscura noche. En su cara, una sonrisa totalmente demencial.

 

-Leo, ven cariño. ¿Qué haces ahí? No lo hagas... -le suplicaba, acercándome lentamente, apenas moviendo los pies.

 

No sirvió para nada.

 

-¡No me llames cariño! ¡No soy TU puto cariño, vale?! -su chillido se oyó fuerte y claro en plena noche, lleno de sentimientos que sólo transmitían rabia y frustración.- Sólo soy su cariño... De mi querido Miguel.- dijo esta vez más bajo pero ahora con más lágrimas cual río.

 

-E-Esta bien, no e-eres mi cariño pe-ero sal de ahí-í, ven, por favor.- estaba tartamudeando por culpa de los nervios y los hipidos de las lágrimas.

 

El dolor que me atravesaba ahora, era doble al escuchar esas duras palabras que nunca quise reconocer. Ya sabía que nunca había sido mío pero no hacía falta que me lo recordara tan amargamente.

 

-No iré, Ros. No iré contigo.- buscó mi mirada y al encontrarla me miró fijamente. Sus ojos siempre llenos de vida ahora solo eran dos oscuro pozos de vacíos.- Voy a ir con Mimi. Aún que... De seguro, él esté en el cielo. Yo iré al infierno.Porque yo... Yo lo maté. ¡Lo maté! - se le notaba tan desesperado pero en mi saturada cabeza no entendía en porqué.

 

¿Su nov- digo hermano había muerto? Hace unas horas estaba perfectamente. Perfectamente en coma pero respirando y con posibilidades de recuperación

Ahí fue cuando comprendí que la llamada que tanto lo había alterado había sido del hospital, tal vez de su hermana o incluso de sus padres. Fuera de quien hubiese sido, ahora sabía qué le habían dicho y eso era una mierda. Esta situación era un mierda. El amor era una mierda.

 

-¡¡No lo mataste!! ¡No fue tu culpa, joder! ¡No es tu puta culpa si él es un débil!- se me escapó decir por culpa de los nervios y la exasperación de todo el asunto. Recuerdo a la perfección cómo fue que con esas palabras lo perdí todo: a mi amado, a mi cordura, a mi razón para seguir viviendo. A mi todo.

 

Si en vez de perder los nervios y dejarme llevar le hubiera dicho que no era su culpa que hubiera fallecido y que... Después de quince años, aún no sé qué pudiera haberle dicho para hacerle cambiar de opinión. Tampoco creo que hubiera una respuesta correcta.

 

La mirada de Leo se volvió indiferente ante mis palabras y la sonrisa macabra que tenía se perdió. Esbozó una triste y pequeña, aún que sincera, sonrisa y me dedicó las últimas palabras, con un tono de voz cargado de dolor y tristeza, de un diluido rencor entre remordimientos. Pero con un débil tono de agradecimiento y atisbos del cariño que me tenía.

 

-Gracias por ser sincero conmigo hasta el final. Lo siento por no poder corresponder como es debido a tus sentimientos pero mi corazón siempre lo ha tenido una única persona. La persona que amaré para la eternidad y que es tan débil como yo.-

 

Unos segundos antes de que acabara de hablar, mis piernas ya habían salido corriendo hacia Leo. Por muchas tonterías que dijera, si conseguía cogerlo, nunca lo soltaría. No dejaría que cayera. Cambiaría ese concepto de debilidad, le daría toda mi fuerza y todo mi apoyo si conseguía tenerlo de nuevo entre mis brazos.

 

Él, viéndome venir, dio un paso hacia atrás, al aire, cayendo al vacío mientras mis piernas recorrían el poco espacio que nos separaba pero que a mí se me antojaba infinito.

 

-¡¡¡NOOOOOO!!!- me estiré por encima de la barandilla, intentando agarrar su  brazo y apenas rozando sus dedos.

 

Sonreí al tocarlo, sintiendo el frío de esos dígitos, pensando únicamente en salvarlo. Podía salvarlo. Lo tenía de nuevo, sólo tenía que sostener fuerte su mano… Que en un suspiro, menos de un segundo se resbaló nuevamente. En un suspiro todo se desvaneció, careció de forma y color. Sólo una forma perduraba y ésta iba cayendo como a camara lenta. Ni siquiera se había agarrado a mi corazón y la humedad entre ambos jugó en mi contra.

 

Un sonoro golpe se escuchó y la alarma del coche sobre el que había caído inundó el fúnebre silencio que había quedado. Sangre manchaba la blanca carrocería mientras que unas cuantas personas que pasaban por la calle, paraban a mirar al joven que acababa de abandonar su vida. Pero nadie levantó su vista, ignorando que yo había muerto junto con él.

 

Mi cuerpo fue escurriéndose por el muro hasta quedar sentado en el frío suelo, con las rodillas dobladas ante mí. Voces en mi cabeza me gritaban “¡Lo acabas de perder!” “¡Nunca volverás a verlo!”

 

-¡¡Yo quería hacerlo feliz!! ¡Podía hacerle olvidar su dolor! ¿Por qué? ¡¿Por que has elegido la vía fácil, Leo Cruz Álvarez?!- recuerdo mi voz chillando entre sollozos en lo que fue la noche más larga de mi vida.

 

Quería dejar de escuchar esas voces, callarlas con mis lamentos por quien no se había parado a pensar que me dejaba atrás y lastimaba con su ausencia. No quería seguir escuchando como me susurraban que sí había pensado en eso pero que aun así escogió a Miguel por encima de todo.

 

FIN FLASHBACK

 

Los siguientes días siguen siendo fríos y borrosos en mi memoria. Entre policías y familiares que no me dejaban en paz. Lo único que quería para entonces era hundirme en mi miseria, dejar este mundo donde todos me miraban con lástima y hasta me planteé tantas veces la vía fácil también... Aún tenía marcas por ello.

Miré mi antebrazo izquierdo donde habían tantas marcas, todas igual de profundas y con un sólo propósito. Unos suaves dedos acariciaron la zona y la voz de Nalya hizo que desviara mi atención a ella.

 

-No pienses más en esos oscuros días, ahora tienes a gente que te necesita y te quiere. Te quiero, Ros- dijo besando mi húmeda mejilla.

 

-Lo sé, pequeña. Sabes que yo igual te quiero. -acaricié su cara, secando sus lágrimas- Y deberíamos despertar ya a los niños para que vean a sus tíos.- dejé un beso sobre esos pequeños labios, los cuales me correspondieron sin problemas.

 

-Ahora iré a levantar a Danny y Gabriel, amor- dicho eso, se levantó.

 

Poniéndose una bata de seda encima de su pijama, fue hacia la puerta, girándose en el último momento para dedicarme una radiante sonrisa. No sabía cómo podía seguir así de feliz después de todo por lo que había pasado.

 

Enterarse de la relación de sus hermanos era aceptable. Que ellos perecieran, no. Cuidar su corazón para que nadie le hiciera daño como a ellos, lo encuentro razonable. Pero cuidarme a mí para que no hubiesen más consecuencias, no.

 

No puedo olvidar la luz que me irradió esa pequeña cuando estaba sumido en la obscuridad. Después del funeral al que no fui por estar bebiendo hasta caer desmayado y volverme a levantar para beber de nuevo, alguien llamó al timbre. No fue la primera vez pero sin saber cómo, ya había entrado sin mí consentimiento. Venía a todas horas e incluso algunas veces se quedó a dormir. No le importó que le chillara, que llorara o que algunos días la ignorara o incluso la golpeara. No fui yo mismo durante esa época. Entre lamentos de mi parte y sonrisas débiles de esa ángel, repetí el curso en el que estaba por falta de asistencia. Y pensar que nada me importaba en ese entonces… Excepto que siempre viniera justo cuando ya estaba viendo el tenue rostro de mi Leo extendiendo su mano para llevarme a ese brillante lugar. ¿Por qué tuvo que salvarme cada vez? Mínimo, ahora entiendo su dolor por no haber podido hacer nada con sus seres queridos y su deseo de querer salvarme a mí. Gracias a eso, ahora puedo decir que tengo una vida plena: una mujer, dos hermosos hijos, un buen trabajo y una casa preciosa en un buen barrio.

 

¿A quién le importaba no volver a estar junto a la persona que robó tu alma? Desde luego, debía fingir que a mí no.

 

Negué suave con la cabeza para dispersas esas ideas y fui a vestirme, eligiendo la ropa que sabía que en antaño le había gustado a quien iba a visitar: una camiseta de manga corta negra y ajustada, los pantalones algo ajustados de abajo aunque más sueltos de arriba y de una gris algo claro y unas botas militares negras. Seguía gustándome ir de comando así que sólo me puse todo de forma rápida, agarrando una chaqueta de cuero negra para luego. Salí de la habitación de matrimonio revolviéndome el cabello y desde ahí se escuchaban las algo chillonas voces de mis niños.

 

-¡Que no, que yo quielo másh a mami!- reconocí al menor de ellos, haciendo que una sonrisa se formare en mis labios por su inocencte discusión.

 

-¡Calla! Yo quiero mucho más a mamá. - escuchó al mayor de nueve años contestarle a su hermanito.

 

-Chicos, yo quiero más a vuestra madre. -abracé por la espalda a la aludida, quién saltó entre mis brazos por el susto.

 

-¡Hey! ¡Me has asustado! -me golpeó poniendo morritos, tan tierna.

 

-Puesh shiquieles a mami, yo quielo musho a Danny.- mi sonrisa se convirtió en una mueca al ver como mi niño de sólo seis años dándole un abrazo al aludido y subiéndose en su regazo para dejar un beso demasiado cerca de sus labios, a mi parecer.

 

Odiaba la simple idea de tener entre mis hijos el recordatorio de mi nefasta juventud así que autoritariamente los mandé que se separaran sin perder tiempo.

   

Pov’s Out.

 

Poco más de una hora después, la familia ya estaba llegando a su destino y encontrando aparcamiento con relativa facilidad, bajaron juntos para ir entrando. El padre tenía un brazo sobre los hombros del niño mayor mientras que la mujer consentía al menor, intentando con sus juegos que olvidara esa extraña obsesión que tenía por su hermano. Todos estaban en un incómodo silencio. Tenso para los mayores ya que aún no olvidaban las acciones de sus niños a penas una hora antes. ¿Lo peor? No era la primera vez que eso pasaba.

 

La fémina recuerda con nitidez como después de dar a luz, la primera vez que Danny pudo ver a su hermanito, aún con tres añitos, dijo lo que nadie sabía que fuera el inicio del ciclo: “Mío”. Los emocionados padres pensaron que estaría refiriéndose a que era su hermanito, pero nada más lejos de la realidad.

 

Desde entonces otros sucesos que no agradaban para nada a los adultos habían pasado como besos en zonas que les habían repetido que no eran para familia sino para sus novias, dormir juntos aún cuando ambos tenían habitaciones separadas… Incluso, una vez el mayor de ellos tiró por las escaleras de la escuela a otro chico que había querido agarrar la mano de Gabriel.

 

Entre recuerdos y recuerdos, los cuatro llegaron delante de las dos tumbas, pulcramente cuidadas y con las lápidas limpias. Algunas flores reposaban a su lado y los niños fueron a dejar las que ellos habían traído.

 

Gabriel se agachó frente a la tumba de su difunto tío Miguel y las dejó mientras frotaba el verde césped que crecía alrededor cómo si con eso pudiera acariciar al mayor de verdad.

 

-¡Hola, tío Mimi! Te he aniolalo… -saludó con un puchero, mientras se sentaba y miraba como su hermano hacía lo mismo pero con su tío Leo.

 

-Saludos, tío. Yo también te he añorado. A ambos.- rectificó haciendo referencia no sólo al que una vez fue alto sino que también a su otro familiar.

 

Los padres no entendían nunca las cosas que los menores le explicaban al lugar de reposo de sus queridos, pero les gustaba verlos tan contentos de poder venir. Les sorprendía como podían haber desarrollado semejantes lazos cuando nunca conocieron a los implicados en verdad, pero eran felices igual.

 

-... y clalo le dije que ela un ninio malo pol agalal mi mano. Yo sholo quielo a Danny. -puchereó expresando todo con sus manos el menor mientras le relata una de sus vivencian a sus tíos. Danny le ayudaba de vez en cuando, expresándose también.

 

-Hemos de hacer algo con esa pronunciación. -Ros tenía el ceño fruncido al escuchar a su niño. Es decir, ya tenía seis años, debería hablar mejor.

 

-Dejalo… Se le corregirá solo, ya lo verás. Pronto. -le señaló si esposa.- Mimi… Él también hablaba mal de pequeño según me dijo mamá.

 

-Sabes que no tiene nada que ver.- la indirecta de la adopción flotaba en el aire pero ella no tenía corazón para reclamarle. No hoy.

 

No sabían cuánto rato había pasado pero los niños ya habían pasado demasiado rato así que Nalya se los llevó a un parque que estaba al lado para que así el hombre pudiera tener tu tiempo a solas. Luego se intercambiarían los papeles y dependiendo de los ánimos, tal vez hicieran algo en familia o sólo regresarían a casa.

 

-Ha pasado un tiempo… -empezó el alto sin saber muy bien cómo exteriorizar sus pensamientos, quedándose allí arrodillado por un largo tiempo donde sus pensamientos vagaban entre recuerdos. Cayó de rodillas por el peso de su dolor, de su culpa. No podía con esto a pesar del tiempo y era por eso por lo que no le gustaba tener que venir.- Aún se os echa de menos, joder. ¡Mucho! Quiero… Necesito verlos de nuevo. Aún si están juntos. Este año creo que por fin he conseguido superarlo un poco más. A principios de el otro año dejé la bebida y no sé si ella se los haya dicho pero ya no tiene esas pesadillas con las muñecas. Se le ve muy radiante aunque nos sigue preocupando los chicos… No quiero que algo así suceda de nuevo y lo sabéis pero esto ha estado durando demasiado ya. ¿Qué va a pasar con ellos si no maduran y comienzan a despegarse el uno del otro? Bueno… -suspiró el hombre limpiándose una lágrima traicionera que se había escapado después de todas las ya derramadas. Quería lucir bien y recuperado cada vez que los venía a visitar y por eso sacó su mejor sonrisa, mirando a ambas tumbas.- Os deseo que allí donde estéis, sigáis amándoos. Leo, espero que este año hayas cuidado igual de bien de la pequeña diva. Y tú, Miguel, espero que no des muchos problemas por ahí… Ya los he perdonado, me he perdonado a mí mismo y por eso estoy aquí este año. Realmente lo lamento por haber faltado los pasados dos años pero no tenía fuerzas. Lo siento mucho, chicos. - puso una mano en cada tumba, intentando sentir la energía ellos, intentando saber si le habían perdonado y se sintió estúpido en ese momento, arrodillado con los ojos cerrados y una pequeña sonrisa.

 

Fue por eso que casi se pone de pie del salto que dió, cuando notó una mano en cada hombro, una más pequeña que la otra. Unas traviesas risas se escucharon a sus espalda y fue entonces cuando se pudo relajar de nuevo, llevando una mano a su acelerado corazón. Esos niños un día lo iban a matar.

 

-¡Niños! ¿Qué les dije sobre asustar a su padre?- la tranquila voz con tono de regaño se escuchó un poco alejada mientra él se giraba para abrazar a sus pequeños, que le corresponieron casi tirándolo al suelo.

 

-Papi, ¿cómo te ha ido con los tios?- el mayor le miró con curiosidad a lo que únicamente pudo responder con una sonrisa triste.

 

-Espero que me hayan escuchado bien.- deseó desde el fondo de su corazón.

 

Poco después ya estaba caminando con su altivo porte, algo más animado ya que esos tiernos infantes se llevaban lejos su mal humor. Esa mañana logró dejar su pasado en el pasado y entendió que era más sano centrarse en el presente una vez perdonado el pasado. Igualmente, había sido infinitamente feliz pudiendo compartir experiencias, pasiones, penas y alegrías. Estaba de verdad listo para cuidar completamente del regalo que le había dejado la pareja: su linda hermana menor.

Notas finales:

Vaaaale, primero gracias a Yaoi loversSweetPrincess y a todos y cada unx que se tomó el tiempo de escribir un lindo rvw, así como a todos los que han seguido hasta aquí la historia. Muchísmas gracias~!!

 

El epílogo ya está casi acabado, u know 7u7r 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).