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Corazón cristalizado por Pookie

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Notas del capitulo:

Death note no me pertenece, es obra de Tsugumi Ōba y Takeshi Obata.

La mécanica del corazón es obra de Mathias Malzieu.

Las frases en negrita están extraídas del libro de Malzieu, por lo tanto, son de su propiedad.

 Advertencia: Au (universo alterno), OoC.

Nos leemos abajito.

“Si tienes miedo de hacerte daño, aumentas las probabilidades de que eso mismo suceda.”

 

Eran extraños. Ese fue el primer pensamiento que cruzó mi cabeza cuando los vi en mi sala. Las gotas caían de sus cuerpos, mojando el suelo de madera de la estancia.

No sabía qué decir, cómo partir una conversación con alguien más que conmigo mismo. ¿Debería traerles algo? Las convenciones sociales no eran parte de mi conocimiento, pero sabía que no podía echarlos, era muy tarde y la lluvia no había hecho más que sólo aumentar. Hasta para alguien con el corazón congelado era cruel abandonarlos.

—¿Cómo te llamas? —me preguntó el pelirrojo con una leve sonrisa. ¿Por qué sonreía tanto?

—Creo que sería más correcto que me dieran sus nombres primero—respondí. Era desconfiado, lo sabía y  no tenía por qué ocultarlo. El único en el que podía confiar era en mí mismo.

—¡Pero qué descortesía de mi parte! Tienes razón—concordó mientras se sacaba uno de sus guantes negros. Ni siquiera me había dado cuenta que los portaba—. Mi nombre es Matt.

Me tendió la mano desnuda y me miró como esperando que yo hiciese algo. Obviamente, yo no tenía idea de qué hacer.

—¿Qué?

—Debes darme la mano y decirme tu nombre.

—¿Por qué debería?

—Ahm…—meditó, se llevó la mano al mentón con gesto meditabundo. Algo me decía que él tampoco sabía por qué—… no lo sé.

—En la antigüedad—habló el rubio, que había estado en silencio hasta ese momento. Nos había estado mirando como si quisiese reírse de nosotros, se llevó las manos a los bolsillos de sus pantalones y ahora nos miró con condescendencia—, los caballeros se daban la mano para demostrar que no iban armados. Por eso, es un gesto social universal.

—¡Eso! —apuntó el pelirrojo, se volvió a mí y me tendió su mano nuevamente.

Me sorprendió que el rubio supiese eso pero suponía que al viajar por diferentes partes, se podía aprender mucho. Miré al chico frente a mí; Matt había dicho que se llamaba, así que… ¿debería estrecharle la mano?

—Vamos—apremió y bromeó—: Prometo que no tengo armas.

Levanté mi mano, lentamente. Pensando que ese sería mi primer contacto humano en años, nadie del pueblo me tocaba porque creían que la supuesta maldición se les pasaría a ellos, al parecer ellos no sabían de la maldición y si lo sabían, no les importaba.

—Near—Y estreché la fría mano del pelirrojo, el cual ensanchó su sonrisa y asintió, ignorando por completo el tono parco con que había dicho mi nombre.

—Un gusto en conocerte, Near.

Asentí sin decirle nada. Matt miró a su compañero y le hizo señas con su cabeza, no podía ver su rostro puesto que me estaba dando la espalda pero el rubio rodó los ojos con gesto aburrido y exasperado. Tal vez el pelirrojo lo había regañado, recordé que él aún no me había dicho su nombre personalmente.

Avanzó y me tendió la mano, al igual que lo había hecho el pelirrojo. Su mano tenía un guante y al parecer no se molestaría en sacárselo. Yo también acerqué mi mano y antes de estrecharla Matt tosió, mirando con gesto molesto al rubio, el cual volvió a rodar los ojos y me pareció escuchar que chasqueaba su lengua. Imitó el gesto de su amigo y se sacó el guante, no sabía por qué lo había hecho. Supongo que era algo que no debía hacerse.

Me tomó la mano con rapidez, como para terminar luego con el asunto y me miró como lo había hecho en la plaza del pueblo. El sentimiento de incomodidad volvió a aparecer y me serené, no podía dejar que saliese.

—Mello.

—Near—volví a decir. La mano de él estaba cálida, muy cálida. Y el saludo duró un poco más que el que me di con el pelirrojo. Su mirada no se desviaba de la mía y yo no cedería tampoco.

—Un placer, Near—Me pareció que el tono con que lo dijo era burlesco, pero no podía estar cien por ciento seguro.

Me soltó y el calor se quedó en mi piel, sentí muchas ganas de quitármelo. No estaba acostumbrado a ello, tampoco podía dejar que siquiera me llamase la atención porque ellos estarían en mi hogar por la noche y luego se irían y no los vería nunca más. Lo peor que te podía pasar, era acostumbrarte a algo y luego perderlo. Eso te hacía daño, a veces más de lo que podías soportar.

Sentí un ligero ambiente de tensión, como si el silencio fuese incómodo. A mí jamás me había molestado el silencio, pero de alguna manera ahora era distinto. Matt carraspeó de nuevo y el rubio lo miró, intercambiaron palabras en un idioma que no entendía y me pareció que el pelirrojo se estaba burlando de él, aunque no podía imaginarme por qué.

—Bien—dijo y se acercó a mí. Al parecer él no conocía de espacios personales. Quería sentir que no me agradaba su persona, pero había algo en él que me llamaba la atención. Tal vez la razón fuese que él había sonreído en esos cinco minutos más que yo en toda mi vida, y eso me parecía interesante. ¿Por qué era tan feliz?—. ¿Podrías pasarnos algo para secarnos, por favor? Ya sabes, podríamos pescar un resfriado y no queremos causarte más problemas.

Asentí y me dirigí a una pequeño closet que estaba en mi salón, había muchas telas puesto que uno de los hobbies de Beatriz era confeccionar vestidos, a veces solía hacerme ropas a mí también. Eran las únicas que tenía, no había necesidad de más, así que tomé las más grandes que encontré y se las tendí al par de extraños.  Matt me agradeció y Mello sólo asintió. Les dije dónde podían cambiarse y los dejé solos.

Caminé hasta la cocina y comencé a preparar la cena. Tendría que hacer más para mis “invitados” pero en fin, por algún extraño motivo me gustaba cocinar. No sabía por qué, simplemente disfrutaba hacerlo. Pelé y corté algunas verduras y las vertí en el agua. Era todo lo que podía hacer con lo que tenía.

Sentí una leve melodía proveniente de la sala y cuando me giré el rubio estaba apoyado en el dintel de la puerta de brazos cruzados, mirándome. Comenzaba a molestarme un poco, ¿por qué me miraba tanto? ¿Hace cuánto que estaba ahí?

“Ciertas miradas no engañan nunca, ni que las arroje un solo ojo. Peor, la intensidad se redobla.”

 Nos mantuvimos callados, escuchando el sonido que seguramente Matt hacía con su mandolina.  Me di cuenta que Mello ya portaba mi ropa, la cual le quedaba bien, a pesar de ser más alto que yo. Su cabello ya estaba más seco y me di cuenta que lo tenía hasta los hombros. Eran rubios, no pude evitar recordar cuando Beatriz decía que mis cabellos serían así cuando el sol saliese en el pueblo. No había visto a nadie con ese color en todo el lugar y era sumamente extravagante. El pensamiento de que el sol estaba en los cabellos de ese extraño, no me dejó en paz.

 Se impulsó levemente y comenzó a caminar hacia mí. Seguía de brazos cruzados y su mirada seguía puesta en la mía. De repente la música había dejado de sonar, o yo había dejado de escucharla, no sabía cuál de las dos opciones era.  Su presencia era imponente, ¿por qué estaba ahí? ¿Por qué estaba acercándose?

 —¿Qué sucede? —pregunté, no podía dejarme avasallar por él.

 —Eres tú, ¿no es así? —cuestionó, deteniéndose a un metro de mí. Ahora que me daba cuenta, olía  a chocolate.

 —¿Yo qué?

 —El del supuesto corazón cristalizado —respondió burlonamente, como si no creyese en la dureza de mi corazón. 

 Así que al final, sí eran curiosos. Me di vuelta y saqué la cacerola del fuego. Miré a través de la pequeña ventana que estaba en la cocina y las pequeñas gotas de lluvia golpeaban el vidrio sin piedad. 

 —No sirve de nada negarlo—dije mientras comenzaba a revolver lentamente el contenido—. No es como si fuese un secreto, después de todo.

 No me respondió y yo continué mezclando la sopa que había hecho, hasta que sentí su presencia detrás de mí. Puso las manos a ambos costados apoyándolas en el mesón, me había acorralado.  Sentí su aliento cálido en el costado de mi cuello, me había paralizado. Como si el frío de mi interior hubiese congelado no sólo mi corazón, sino también todo mi cuerpo. No sabía qué hacer, era primera vez que alguien estaba así de cerca de mí, de esa manera tan íntima.

 Llevó una de sus manos a mi pecho y tocó donde estaba mi corazón. Como comprobando por sí mismo que no tenía latidos, pero era curioso que sintiese mi sangre correr rápidamente. No sabía cómo lo hacía, pero iba a cada parte de mi cuerpo, huyendo de lo desconocido.

“Poco importa si haces reír o llorar mientras produzcas una emoción.”

 Me dolía donde estaba tocando, como si mi corazón quisiese salirse e ir a parar a las manos de ese rubio.

 —Al parecer—susurró cerca de mi oído—, sí lo tienes congelado, Near.

 Mi nombre salido de sus labios sonaba extraño, hasta yo mismo lo desconocí.

 —Pero... —volvió a hablar, mientras su mano se apoyaba con más ahínco en mi pecho. Me quemaba—…no por mucho. 

Notas finales:

¡Hola, hola!

Para las que sí han leído el libro: esta historia será diferente a la trama de Malzieu, porque si fuese muy parecida, podría ser acusada de plagio. Y no, Pookie no quiere ser acusada. Pero el trasfondo es el mismo. Y como aclaración; Little Jack, que es el impedido de amar, no será como Near, evidentemente. Podía incluso decir que se parece más a Miss Acacia. Y lo mismo funciona con Mello, él se parece más a Jack.

Ahora sí, espero que les haya gustado. Y para las que quieran preguntarme o pedirme algo, me hice un ask para ustedes, el link está en mi perfil. 

Nos leemos prontito, esposas, amantes, lectoras bonitas ♥

 

 


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