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Corazón cristalizado por Pookie

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Notas del capitulo:

Death note no me pertenece, es obra de Tsugumi Ōba y Takeshi Obata.

La mécanica del corazón es obra de Mathias Malzieu.

Las frases en negrita están extraídas del libro de Malzieu, por lo tanto, son de su propiedad.

 Advertencia: Au (universo alterno), OoC.

Nos leemos abajito~

«Descubro la extraña mecánica de su corazón. Funciona con un sistema de concha autoprotectora ligada a la falta de confianza que la habita. Una ausencia de autoestima pelándose con una determinación fuera de lo común.»

 

No entendía nada. Era como si mi cerebro se hubiese desconectado de mi cuerpo, dejándome como un muerto en vida. Como alguien que no era dueño de sus actos, era escalofriante y nuevo, pero más escalofriante que otra cosa. Miedo, tuve miedo de lo que estaba sintiendo, mi corazón dolía. Ese era el precio a pagar por la sangre que bombeaba rápidamente, mi corazón estaba congelado…no podía trabajar demasiado. No podía latir tanto, las fisuras en él comenzarían a crecer y probablemente se rompería, llenando mi pecho de pequeños pedazos de hielo, matándome al instante.

—¡Suéltame! —grité y tomé la mano que estaba en mi pecho. Lo empujé como pude y me giré—. ¿Qué intentas?

Él me miró y pareció realmente entretenido por mi expresión. Yo quería intimidarlo, todo el mundo se asustaba con mis ojos indiferentes. ¿Por qué él no?

—¿A qué va esa cara tan seria, eh? —Tuvo el descaro de reírse levemente, como si fuese un juego.

—Espacios personales, ¿conoces algo cómo eso?

Llevó sus manos a los bolsillos su pantalón —pantalón que yo le había dado— y se encogió de hombros, en un gesto despreocupado. Era realmente un desfachatado.

Suspiré y calmé toda la pequeña turbación que su imprudente gesto había causado en mí. El corazón ya no me dolía tanto, pero aun así lo sentía extraño. No tuve tiempo para pensar en ello, puesto que Matt se asomó por la puerta, preguntando si necesitaba ayuda con algo. Al parecer se dio cuenta de la tensión del ambiente, puesto que miró con reproche al rubio.

—¿Qué le hiciste, Mello? —cuestionó y se acercó a mí. Su mirada me recorrió de arriba abajo, como cerciorándose de que estaba bien—. ¿Estás bien, Near? Este bruto de aquí no te hizo nada, ¿verdad?

Miré al rubio, el cual tenía la misma expresión de indiferencia de hace algunos instantes. Como si nada hubiese pasado, sí que sabía actuar. Decidí no darle mayor importancia de la que tenía… si comenzaba a pensar en eso, probablemente terminase en pensamientos que no me vendrían bien. Mientras más piensas algo, más profundo se graba dentro de ti, y a veces, simplemente jamás salen de tu cabeza. No podía dejar que eso pasara, el que me haya tocado debía ser borrado de mi cabeza, igual que su existencia, era lo mejor para todos… lo mejor para mí.

—Sí, estoy bien—contesté y volví a mirar al pelirrojo. Su mirada era suave y cálida, ¿de verdad él podía ser amigo de alguien tan cínico como el rubio? Me costaba creerlo—. Gracias…

—Matt, dime por mi nombre, ¿sí?

—Gracias, Matt.

El chico parecía complacido y me di cuenta de mi error. Cuando llamas a alguien por su nombre, creas un lazo, lo quieras o no. Es casi inconsciente, al menos eso había leído en uno de los tantos libros extraños de la gran biblioteca que tenía la antigua dueña de aquella casa. No quería crear lazos con ellos, no quería aprenderme sus nombres, porque sabía que ellos se irían y no quería que ellos estuvieran luego en mi cabeza, porque sé que después lo harían… no quería darles nombres, darles propiedad dentro de mí. Puede parecer algo demasiado exagerado, pero cuando has vivido casi toda una vida solo, el menor atisbo de compañía puede resultar aterrador…  a mí se me hacía escalofriante.

—La cena está lista, pueden comer si quieren—Y salí de la cocina, no quería tenerlos cerca. Podíamos estar en la misma casa, pero haría que fueran kilómetros de distancia… no los soportaba; ni al de cálida mirada ni al de fría sonrisa, los dos eran  insoportables.

—¡Near! —escuché que gritaba el pelirrojo—. ¿No comerás con nosotros? ¡Oye!

—Déjalo, Matt.

Hui a mi habitación, la lluvia ya había cesado y las nubes se movían con rapidez por el cielo nocturno, como si sintieran vergüenza de mi actuar y no quisieran verme más, las entendía. Si yo pudiera, tampoco quisiera tratar conmigo mismo, era demasiado torpe en muchos sentidos, sobre todo el trato con los demás, con el sentir cualquier cosa. Todo era nuevo, todo me asustaba. En esos minutos sentía que estaba descubriendo un poco del mundo, y ya lo odiaba, más de lo que ya lo hacía. Las personas eran muy complejas…con tantos emociones que me abrumaban, me sentí cansado y con sueño, mucho sueño. Caí dormido sin saber de nada más, con el pensamiento de que después de todo, volvería a estar tan solo como al principio.

Me despertó un pequeño ruido, me tomó un tiempo darme cuenta de que era mi puerta, como si alguien estuviese tocándola. La luna aún brillaba por la pequeña ventana de mi habitación, no sé cuánto tiempo dormí, pudo haber sido tan sólo unos minutos o todo un día… me sentí desorientado. Me levanté y abrí la puerta, despacio y con el corazón luchando por salir, tenía que estar tranquilo, tenía que estar calmado… no quería que saltara, si se aceleraba era como acelerar mi muerte. Suspiré tranquilo al notar el ligero tono verde que despedían los ojos del que estaba afuera de mi habitación, la sonrisa amable de Matt me recibió, dudé si tal vez él tuviese esa sonrisa porque de verdad la sentía… o estaba ocultando algo más, como yo.  Tal vez él guardase dentro de sí algo… e intentara cubrirlo con sonrisas que no alcanzaban sus ojos.

«Te pasas el tiempo curando a la gente, pero ahogas tus heridas en el alcohol de tus propias lágrimas. ¿Por qué?»

—Sé que es tarde, lo lamento, ¿te molesté?

—No—contesté automáticamente. Así que esto era lo que llamaban “mentira automática”. Esas que se dicen sin pensar, incluso cuando no son ciertas. Respuestas programadas en tu cerebro cuando tienes otros pensamientos más importantes corriendo a toda velocidad por tu cabeza. Beatriz solía decirme sobre esas cosas, curioso que estuviese experimentándolas cuando ella ya no estaba, seguramente se reiría de mí, mi torpeza siempre le causaba gracia y le infundía un cariño que jamás entendí.

«Espero que pronto lo entiendas, Near.» Solía decirme, y ahora que le he dado una probada a ese conocimiento, no estoy seguro de si lo quiero.

—Quería venir a disculparme por todos los problemas que te hemos causado, te lo recompensaremos, lo prometo.

—No, sólo no hagan nada.

Él pareció sorprendido por mi respuesta, ¿habría sido muy tosco? No es que me importase mucho, pero el sentir que estarían ahí más tiempo intentando «recompensarme» no me gustaba, para nada. Quería estar solo, era más seguro, era algo que conocía. La seguridad reside en lo conocido, en lo cotidiano… no quería que nadie me quitara de mi zona, porque sabría que no podría estar seguro fuera de ella. Y una vez que sales, es posible que jamás vuelvas a entrar.

—¿Quieres algo más? —cuestioné, quería que se fuera. Sus ojos me molestaban, me miraban demasiado y mi corazón no estaba acostumbrado. Bajé mi mirada, buscando manchas imperceptibles en la madera del suelo.

—Eh… no, eso es todo, Near.

Asentí e intenté volver a cerrar mi puerta, cuando él me detuvo. Lo miré de la manera más fría que pude, intentando amedrentarlo, no resulto efecto. Al parecer ambos viajeros eran inmunes a las miradas de desprecio, de frialdad.

—Sólo…—comenzó y volvió a sonreírme. Para de sonreír… para de mirarme—… gracias, sé que no es fácil. Te lo agradezco.

—Sí, sí—Intenté volver a cerrar mi puerta, pero él volvió a impedirlo. Comenzaba a sentir que me enojaba, mi corazón también lo sentía; peligro—. ¿Necesitas algo más?

—¿Sabes la razón de porqué estamos aquí? —cuestionó de la nada. Me sorprendí, no quería saberlo pero la curiosidad era más poderosa. Negué con la cabeza y ya no me opuse a que la puerta estuviese abierta—. Por ti.

No entendí por qué me estaba diciendo eso,  por qué en ese momento o por qué de esa manera, las cosas estaban tomando rumbos demasiado extraños, complicados, inimaginables. Las vueltas que estaban tomando las situaciones me estaban mareando, quería dejar de sentir que estaba en un vórtice del cual no podía bajarme.  

—¿Por qué me estás diciendo esto? ¿Qué buscas?

Intenté sonar autoritario, como dueño en mi propia casa pero fallé, sentí como la situación se me escapaba de las manos. No entendía nada, toda era tan complicado… lo humanos éramos tan complicados, no, no era el hecho de ser humanos, era el hecho de tener sentimientos, emociones que no sabías cómo sentirlas, dónde colocarlas, cómo expresarlas, eso era la complicado. Entenderlas y traducirlas a un lenguaje que podías entender, eso era lo que yo no sabía cómo hacer.

—Ya te dije…—dijo y comenzó a avanzar dentro de mi habitación, ya no sonreía como antes—… a ti. 

Notas finales:

¡Hola~!

Parece que pasaron años desde la última vez que subí un capítulo de este fic, pero no lo he abandonado, quiero que sepan eso. 

Ahora estoy en un trauma del porte de un buque porque el manga de Tokyo Ghoul terminó de la peor manera existente en el planeta Tierra... espero que no haya terminado definitivamente y sólo sea un hiatus... o de verdad iré a Japón, y no me hago responsable de lo que pueda suceder. 

En fin... creo que eso es todo por ahora, bonitas. Ya saben que cualquier duda, consulta, regaño, a la cajita. Si quieres hablarme, al ask. Si quieren compartir mi dolor, al ask también, recibo de todo (?) 

Se me cuidan y nos leemos prontito ♥

 


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