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Corazón cristalizado por Pookie

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Notas del capitulo:

Death note no me pertenece, es obra de Tsugumi Ōba y Takeshi Obata.

La mécanica del corazón es obra de Mathias Malzieu.

Las frases en negrita están extraídas del libro de Malzieu, por lo tanto, son de su propiedad.

 Advertencia: Au (universo alterno), OoC.

¡Nos leemos abajito~!

 

«¿Qué tiene esta muchacha que me provoca estos sentimientos? ¿Está hecha de chocolate?»

 

—Near—La voz que me llamaba parecía lejana, como si estuviese al otro lado de un túnel demasiado largo. Mis ojos aún pesaban demasiado como para abrirlos, además, sentía que el dolor de cabeza aumentaría si lo hacía. Quería quedarme así, con los ojos cerrados y tranquilo por mucho tiempo más—.Oye… Near, despierta.

Sentí como alguien se aferraba a mi brazo y lo movía con suavidad, extrañamente no me dolía. Permanecí con la mímica de hacerme el dormido, tal vez así podría saber más de aquellos forasteros.

—No hay caso… sigue durmiendo, Mello—escuché que decía Matt, quien seguramente me había intentado despertar, parecía que estaba sentado a mi lado, podía sentir su calor corporal cerca—. ¿Qué haremos? Necesitamos conseguir eso rápido, puede ser peligroso si lo dejamos más tiempo.

—Tranquilo—respondió Mello, su voz parecía llegar de más lejos—. No pasará nada, eso puede esperar un día o dos.

—¿Un día? ¡Estás loco! No podemos esperar tanto… Iré yo, tú quédate aquí y no hagas ninguna idiotez, ¿me entendiste Mello?

—Sí, sí, lo que digas…

—Hablo en serio—La voz de Matt sonaba seria y preocupada. ¿De qué hablaban? —. No podemos tomar eso a la ligera, menos con lo que pasó. Es peligroso.

—Son unos idiotas, deberíamos…

—No, no deberíamos—le cortó Matt—. A eso me refiero con idiotez, Mello. Te conozco y sé lo impulsivo que eres, por eso iré yo ahora, ¿está bien?

—¿Tengo opción de negarme?

—No—replicó y pareció que reía, sentí como se levantaba de mi cama y se alejaba—. Tú quédate con él, ya sabes qué hacer.

¿Hacer? ¿Qué sucedía? No entendía nada de lo que estaban hablando y sentí miedo. Tal vez, de verdad iban a aprovecharse de la situación. Esperé a que se salieran de la habitación para incorporarme lentamente, la cabeza me daba vueltas aún pero el dolor había disminuido. Tenía paños húmedos en mi cabeza, así que los retiré y sentí como la fiebre había disminuido un poco.

 Intenté levantarme de la cama pero mis piernas me fallaron y caí, llevando conmigo un vaso de vidrio que se encontraba en la mesita cerca de mi cama, se rompió en mil pedazos haciendo un estruendoso sonido. Si no hubiera sido por la tenue luz blanca que entraba por la ventana, probablemente hubiese apoyado mi mano en los restos, cortándome. Volví a impulsarme pero no pude volver a pararme, todo mi cuerpo dolía. 

—Sabía que estabas despierto—escuché, Mello volvió a entrar por la puerta de mi habitación de brazos cruzados—. Te dejo solo cinco segundos y ya tienes todo un desastre.

Se acercó a mí, y alejó con una mano los restos de vidrio, de cerca parecía que su rostro tenía magulladuras y cortadas. ¿Qué le había pasado? ¿Había peleado con Matt?

—¿Qué…?—intenté preguntar, pero la garganta aún me dolía y la tos volvió a interrumpirme.

—Cállate, no seas tonto—me regañó, hincándose a mi lado—. Aún estás enfermo, no fuerces tu voz. No volveré a cuidarte si te enfermas, no soy tu enfermera, niño.

—¿Qué te pasó…?

Mello pareció sorprendido de mi pregunta, desvió la mirada por un instante, suspiró y me tomó de los brazos, sin apretarme demasiado. Me ayudó a parame, e hizo que me sentara en la cama nuevamente. Frunció el ceño levemente, como si algo le doliese.

—Aún estás débil, no seas necio y no salgas de aquí—dijo, volvió a agacharse y recogió los restos del vidrio con cuidado.

—¿Qué te pasó? —pregunté nuevamente, no era un secreto que parecía evadir mi pregunta.

—Nada que te importe—respondió cortante. Me miró y pareció regañarse a sí mismo por la respuesta que me había dado, al parecer quería ser más amable—. No es nada.

—Te golpearon.

—¿En serio? —dijo burlón. Depositó los restos sobre la mesa y me miró—. No lo había notado, gracias por el aviso.

—¿Por qué? —cuestioné y él pareció incómodo. Se levantó y se dirigió hacia la puerta, dando por terminada nuestra conversación. Sabía que si me paraba a detenerlo, volvería a caerme, aún estaba débil, así que hice lo único que pensé que lo detendría—. Mello…

Llamarlo por su nombre, era primera vez que lo llamaba por su nombre. Él se giró y me miró, sorprendido. No sabía por qué había hecho eso, tratarlo con tanta familiaridad, pero algo me decía que esos golpes tenían que ver conmigo. De algún modo me sentía… responsable, pero no sabía por qué.

—Ya te dije—respondió luego de un silencio, disimulando el hecho de que sí le había afectado que lo hubiese llamado por su nombre. Se llevó sus manos a los bolsillos del blanco pantalón y continuó—: No es nada. Sólo un par de idiotas.

—Del pueblo, ¿no es así? —Mi voz salía más clara mientras más hablaba, el mareo ya había pasado pero sentía mis mejillas acaloradas por la fiebre—. ¿Ellos te hicieron esto?

Él sólo se encogió de hombros, y desvió su mirada a la ventana, estaba evadiendo mi pregunta. Pero estaba más que seguro que esa era la respuesta: lo habían golpeado por estar viviendo en mi hogar.

—¿Fue por mí?

—No, no fue por ti—repuso y giró su rostro hacía mí, enfadado—. No te creas la gran cosa.

—Fue por mí.

—¡Que no! —dijo—. ¿Qué acaso la fiebre te dejó sordo?

—No soy tonto, Mello—respondí, y el pareció estremecerse cuando repetí su nombre, agachó su mirada—. Sé que te golpearon, es obvio. Estuviste antes en el pueblo y no te golpearon, ¿qué cambió ahora? Que ahora vives conmigo. Fue por mí.

—¿Y a ti qué te importa? —preguntó más enfadado aún—. Sí, fue por eso, pero yo comencé la pelea. Esos… idiotas decían cosas sobre ti y… Olvídalo, no lo entenderías.

—¿Qué cosas? —Apremié. Sabía que la gente del pueblo me tenía miedo, ser el niño maldito generaba ese tipo de sentimientos. Pero no me importaba, jamás me habían hecho nada, después de todo. Lo dejaba pasar porque hace tiempo había dejado de importarme lo que la gente decía de mí. Si eran tan cobardes para temer a algo que no sabían, no valían la pena. Por eso prefería estar solo, porque todo el mundo me temía y no sabía por qué—. ¿Qué es lo que no puedo entender?

—Te dije que lo olvidaras—contestó. Se llevó las manos a la sien, en gesto cansado—. No puedo creer que seas tan obstinado.

Al elevar sus manos, parte de la manga de su camisa se subió, dejando ver un vendaje lleno de sangre. Jamás había visto sangre en mi vida, sentí un peso extraño, como si mi corazón de hielo hubiese bajado y golpeado con fuerza mi estómago.

—¿Qué…? —pregunté como pude. Él me miró, elevando una ceja ignorante de mi descubrimiento—. Eso, tu brazo…

—¿Qué pasa con mi...? Oh, eso—dijo cubriéndolo—. No es nada.

—Pues a mí no me lo parece—repuse. Era una herida que cubría lo largo de su antebrazo, y la sangre emanaba aún pues el vendaje estaba manchado de ella. Me pregunté si tal vez la herida se hubiese abierto cuando me ayudó a pararme, ignoré la ligera punzada en el hielo—. ¿Cómo te hiciste eso?

—¿Qué acaso es primera vez que ves una herida?

—Es primera vez que veo sangre, si a eso te refieres—respondí. Él pareció meditar un segundo mi respuesta y se acercó a mi cama, sentándose a  mi lado, por instinto me alejé de él pero pareció no notarlo, o por lo menos lo fingió—. Quiero que me cuentes todo, es lo mínimo que puedes hacer si te estás quedando en mi casa, Mello.

—Vaya…—Silbó, ligeramente sorprendido y con una sonrisa ladeada—. No sabía que podías ser tan mandón.

—Contesta—dije fríamente. Él suspiró y se levantó la tela de su brazo, dejando al descubierto la sanguinolenta venda. Sé que por fuera pareció que no me hizo mella verla, pero por dentro sentía ligeros escalofríos.

—Enfermaste y te desmayaste—comenzó, sin mirarme, con la vista fija en algún punto del piso de madera de la estancia—. No tenías nada con qué curarte, así que me ofrecí  ir al pueblo por medicinas mientras Matt te bajaba la fiebre como podía, estaba un poco nervioso cuando te encontró desmayado en el sillón, casi me golpea porque pensó que te había hecho algo.

—¿Algo como qué? —pregunté. Siempre decían cosas como esas, como si Mello quisiese hacerme algo, no entendía que era precisamente. Aún me costaba trabajo entender las relaciones e intenciones de las personas.

El rubio negó con la cabeza, restándole importancia a su comentario y a mi pregunta. Me miró y mantuvo sus ojos en mí por un largo instante, me sentí incómodo. ¿Tenía algo en mi rostro? No me gustaba que me miraran tan fijamente y él parecía hacerlo cada vez que podía, como si me examinara, buscando algo que yo no sabía si tenía.

«Sus ojos son inmensos, uno puede perderse mientras escruta su interior. Y en ellos se lee una determinación feroz.»

—Como sea, llegué al pueblo. La nieve estaba por todos lados, me perdí un par de veces, a pesar de ser un pueblo pequeño tiene muchos callejones —se quejó mientras apoyaba su peso en su brazo sano contra el colchón de mi cama. Dejó su mirada fija en la mía, el sentimiento de incomodidad aumentaba o disminuía dependiendo de la intensidad de sus ojos fijos en los míos, parecían ligeramente más azules—. Llegué a una pequeña casa que sirve como botica, y pedí los medicamentos, ahí fue cuando escuché a unos imbéciles por detrás. Ellos decían que me habían visto en tu casa, al parecer te mantienen vigilado.

—Lo sé—corté rápidamente—. Siempre lo han hecho, es para evitar que haga algún tipo de brujería o algo por el estilo. Continúa.

Pude ver como se enojaba, apretando levemente los puños de sus manos dejando blancos sus nudillos. ¿Por qué parecía afectarle el hecho de que el pueblo me vigilara? Para mí era normal, e incluso, hasta lógico que lo hiciesen si ellos creían en las maldiciones. Sus ojos grandes me miraban con ferocidad, y me sentí ligeramente cohibido, el metal azulino de sus ojos era palpable, hasta para alguien como yo.

—Dijeron que probablemente te hubieses enfermado si estaba pidiendo medicinas, y dijeron que era mejor que…—Dejo la frase a medio decir, y bajó su mirada por un segundo, luego volvió a levantarla—… que era mejor que murieses. Que tenía que dejarte morir y que si ellos no te habían matado era por miedo a que tú les hicieses algo. No pude contra eso y los golpeé. Matt siempre me dice que soy muy impulsivo pero… ¡eran unos idiotas! El boticario luego de darme las medicinas me echó del lugar y afuera terminé con ellos. Lo de mi brazo es por un descuido, uno de ellos tenía un cuchillo y me lo clavó, al parecer no saben pelear muy bien porque huyeron después de un tiempo, eran unos cobardes.  

Asentí lentamente, procesando todo lo que me había dicho. Los aldeanos me querían muerto, no me sorprendí ante ese descubrimiento, era visible que me odiaban y tal vez creían que acabando con mi vida podían eliminar el invierno eterno del pueblo pero estaban muy asustados para intentarlo. Suspiré y llevé mi mano al pecho, cerca de mi corazón. Me pregunté qué hubiera hecho Beatriz en estas circunstancias, probablemente me hubiese sonreído y tranquilizado de esa manera en que sólo ella podía hacerlo.

 Me dolía, el pecho me dolía de una manera extraña, como si sintiese el peso de estar solo en un mundo que nadie te quiere, que para nadie eres importante. Si yo muriese, probablemente nadie lloraría la pérdida. Estaba solo en un mundo congelado, llevando el hielo dentro de mí, sí… ¿qué hubieses hecho Beatriz? Aún no comprendía por qué ella me salvó, por qué me dejó vivir.

—Tal vez ellos tienen razón—dije sin mirar al rubio—. Tal vez si muero el pueblo…

—¿Qué idioteces estás diciendo? —Me cortó mi interlocutor con rudeza, llamando mi atención—. Ni siquiera lo pienses… hace dos días, cuando estabas afuera ahí en medio de una maldita tormenta de nieve, ¿eso intentabas? ¿Matarte? Pues déjame decirte que casi lo logras, ¿estás contento? ¿Vas a darle lo que quieren a esos imbéciles del pueblo que tienen miedo de una leyenda estúpida y sin sentido? Sí, naciste con el corazón de hielo y sí, el pueblo siempre está oscuro y nublado pero nadie dice que porque tú mueras eso cambiará, no seas idiota, idiota.

—Es primera vez que escucho tantas malas palabras…—comenté para luego mirarlo. Un ligero tono carmín se dejó ver en sus mejillas trigueñas y se cruzó de brazos, dejando el herido por arriba.

—Eso me pasa cuando me enojo, tú tienes la culpa.

—¿De verdad lo crees? —cuestioné. Me sentía vulnerable, débil en ese momento. La fiebre que antes había disminuido comenzó de nuevo a aumentar, podía sentirlo. Volví a recostarme en mi cama y sentí como él se levantó y se acercó a mí—. ¿De verdad no merezco morir?

Él volvió a depositar una mano en mi frente y me miró por un largo tiempo, corrió los cabellos de mi rostro, despejando mi vista. Su piel era extraña, al contacto con la mía se sentía diferente. Ya no sentía ganas de apartarlo, al menos no por ese momento. Le había dado un poco de confianza al dejarlos hacerse cargo de mí, tal vez por esa razón ya no me molestaba su toque, al menos no como al principio. Pude ver como sonreía antes de llevar las manos a mis mejillas.

—No, Near—respondió, su voz me sonó suave, tal vez producto de mi adormecimiento febril—. No mereces morir.

Volví a asentir y sentí como de nuevo las toallas frías eran depositadas en mi frente, pude ver como al costado de mi cama había una fuente llena de agua en  la cual no había reparado antes, desde ella Mello sacaba el líquido para remojar la tela y  ayudarme a bajar la fiebre. Me concentré en su brazo, en cómo parecía que le molestaba al moverlo.

—Matt… ¿él fue al pueblo? —pregunté luego de un silencio.

—Sí, fue por medicinas para mí, vendas y esas cosas—respondió una vez que terminó con su trabajo—. Dijo que si iba yo probablemente tendríamos problemas otra vez y que además no podía moverme bien con la herida así.

—¿Te duele? —volví a cuestionar, mirando a través de la ventana como una ligera capa de lluvia golpeaba el vidrio.

Mello se demoró en contestar, y me negué a mí mismo a mirar por qué, sentí que esa pregunta estaba mal hecha. Porque parecía como si yo me preocupase por él, lo cual no era cierto. De verdad debía comenzar a trabajar en hilvanar palabras sin que sonaran extrañas. Me sentí ligeramente avergonzado por ellas. 

—Un poco—dijo después de un tiempo, con voz queda y ligeramente tímida, tal vez impresionado por lo mismo que yo—. No pensé que sería alguien digno de tu preocupación, niño de nieve.

—¿Niño de nieve?

—Sí, tienes un pequeña y para nada letal fascinación por la nieve —mencionó. ¿Estaba siendo sarcástico? —. Además que eres blanco, todo tú es de ese color… eres como la nieve.

—¿Y cómo es la nieve? —pregunté, sentía que pronto me quedaría dormido nuevamente, mis párpados me pesaban demasiado.

—Bueno…—comenzó, sentado a mi lado, moviendo los mechones blanquecinos de mi cabello—… eres blanco, frío, y cada parte de ti es diferente, adormeces a cualquiera que te toca… y eres hermoso en una manera extraña.

¿Hermoso? ¿De verdad eso pensaba de mí? Él continuó acariciando mis cabellos mojados por las toallas frías. Nos quedamos en silencio un largo tiempo, tal vez ambos meditando lo que él había dicho.

—Duerme—escuché como susurraba esas palabras, cerca de mí.

Lo miré con los ojos entrecerrados, su cabello brillaba bajo la tenue luz que entraba por la habitación, las gotas de lluvia hacían una melodía distinta a la que había escuchado durante toda mi vida, era extraño. Como si el estar en la habitación con él, hubiese cambiado todo a mi alrededor. Cerré mis ojos, dejándome llevar por la fuerte fuerza de la inconciencia, antes de quedar totalmente dormido, pude sentir un ligero revoloteo en mi mejilla, como si alguien me hubiese besado en ese lugar.

Después, sólo oscuridad. 

Notas finales:

¡Hola, Pookie volviéndose a dejar caer por aquí!

Sé que dije que actualizaría cerca del veinte de este mes, pero debido a sus constantes muestras de apoyo y lindos comentarios, me animé a hacerme un tiempo y escribir este capítulo más largo para ustedes. Tiene mil palabras más, lo cual es todo un logro para una historia como ésta.

Pasando a los avisos de Pookie:

1.- La próxima actualización será de verdad cerca del veinte, aún me quedan exámenes y trabajos pendientes, pero volveré.

2.-Responderé sus reviews durante la semana, ¡lo prometo! Me siento tan mal no poder hacerlo al instante que me los dejan, pero he leído todos y cada uno y sólo puedo decir: ¡Gracias, infinitas gracias por todo su apoyo!

Eso sería todo, ¡muchas gracias por leer! Cuídense mucho mis bonitas y si hay algún bonito leyendo, también cuídense ♥ Que sea una semana hermosa para todos y espero que nos leamos pronto. Cualquier duda, consulta, tomate o crítica, a la casilla de abajo~ 

¡Pookie, la elfa semi libre, se despide de ustedes♥!


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