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Corazón cristalizado por Pookie

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Notas del capitulo:

Death note no me pertenece, es obra de Tsugumi Ōba y Takeshi Obata.

La mécanica del corazón es obra de Mathias Malzieu.

Las frases en negrita están extraídas del libro de Malzieu, por lo tanto, son de su propiedad.

 

Advertencia: AU, altern universe o universo alterno. Leve OoC. 

Nos leemos abajito.

“Me gustaría parecer fuerte pero me derrumbo por todas partes.”

 

¿Has sentido esa sensación cuando alguien te mira? ¿Ese pequeño movimiento en tu estómago que te dice que apartes la mirada? Como si se activara un sensor dentro de ti, alertas llenas de peligro sobre algo que no conoces. Yo no la había experimentado y creo que cometí un error al alzar la vista hacia los extraños viajeros, pero ya nada podía hacer. Las alertas resonaban por toda mi cabeza a sabiendas que el peligro era inminente.

La mirada del joven de cabellos rubios era altiva y orgullosa. Eran los ojos de alguien que ha visto muchas cosas, de alguien que ha recorrido el mundo. No me gustaron, sentía que me escrutaban con algo que no supe cómo definir.

Quería irme, alejarme del tumulto de gente y volver a la soledad de mi hogar pero no podía moverme desde dónde estaba. Era como si la mirada del joven viajero me hubiese atrapado y encadenado el piso, me sentí incómodo, sumamente incómodo. El canto del joven continuó, sacando alegría y emoción en el pequeño público improvisado que los miraba con curiosidad. Comenzó a moverse lentamente por el pequeño círculo, su mirada no se apartaba de la mía, como hablándome a través de ella. Era una lástima que yo no supiera el idioma de las miradas.

La música provocada por el muchacho pelirrojo paró y con eso el improvisado espectáculo, el joven de cabellos rubios hizo una reverencia de manera elegante y cuando se enderezó, me guiñó el ojo. Tragué incómodo y aparté mi vista, había perdido mucho tiempo en  aquella plaza, me sentía ridículo. Apreté la bolsa de papel contra mi pecho y continué mi camino, justo como lo hacía antes de la pequeña distracción.

Sabía que mis ojos llenos de desinterés y apatía alejaban a la mayoría, ese era el objetivo. Era mi propia barrera de espinas que evitaba a cualquiera acercarse lo suficiente como para hablarme, el miedo era la mejor herramienta que podía tener, era la única que podía usar para mantenerme a mí mismo a salvo; mi pequeño escudo, mis pequeños muros.

Caminé ignorando a todo aquel que se me quedaba mirando, con curiosidad o temor. Ignoré el sentimiento de incomodidad que había nacido en mí desde que el joven me miró, lo oculté junto con los demás dentro de la pequeña caja de cristal que tenía por corazón, ahí yacía la incomodidad junto con la tristeza y los demás sentimientos que no podían, ni debían, salir.  Una fuerte briza jugó con mis cabellos y me cegó por un instante, las nubes corrían veloces por el oscuro cielo, anunciando la pronta lluvia diaria. Apresuré como pude el paso, sin agitarme demasiado.

Llegué a mi hogar con la extraña sensación de que alguien me estaba mirando. Paranoia, seguramente.

Al momento de cruzar el umbral de la sala de estar las gotas de lluvia golpearon sin misericordia todo el pueblo, como si hubieran esperado que me pusiera a resguardo para dejarse caer. Una ridiculez por supuesto, pero era lo que siempre decía Beatriz, y puede que sea tonto y poco probable, pero me gustaba creerle. Así como también me gustaba creer que cuando cruzara la puerta, ella aparecería con su sonrisa de siempre y me recibiría con sus cariños, probablemente me regañaría por salir sin protección y me regalaría uno de los tantos chocolates que hacía. Pero el frío que era constante en mi hogar desde hace años, siempre me decía que ella ya no volvería, que estaba solo.

Suspiré y me encaminé a la cocina a preparar lo que podía con las cosas que había obtenido en el mercado. Encendí la pequeña chimenea y el calor pronto comenzó a extenderse por las habitaciones, aunque yo seguía sintiendo frío. Muchas veces me pregunté si tal vez tocaba el fuego, el frío desaparecería, pero luego me reprendía a mí mismo. Con quemaduras saldría, pero el frío seguiría ahí.

Comencé a calentar el agua cuando un sonido en la puerta me distrajo. El cielo se estaba cayendo y alguien estaba tocando mi puerta, no podrían ser los niños que siempre tocaban y corrían. Si hubiera sido alguien curioso, hubiera mirado por las ventanas, mas no tocar como si nada. Se me acababan las posibilidades y el llamado se hacía más persistente. Me serené y me dirigí a la puerta, el ruido comenzaba a molestarme.

“Sensación de salto al vacío, felicidad del vuelo, miedo a estrellarse.”

Tomé el pomo de la puerta e inspiré todo el aire que pude, por un momento sentí que mi corazón se detenía, como si no estuviese ahí. Abrí la puerta y las gotas de lluvia mojaron mi rostro.

—¡Hola!

Me había quedado congelado en el suelo, los viajeros que habían estado cantando en la plaza estaban en la puerta de mi casa. Estaban mojados y el pelirrojo que me había saludado parecía feliz por algo que yo no entendía, el rubio sólo estaba detrás de él de brazos cruzados y mirándolo como si quisiese matarlo, o al menos eso me pareció.

—Sé que es descortés presentarse en la casa de alguien así y lo sentimos mucho—continuó el chico, me hablaba como si me conociese de toda la vida. Era extraño—. Pero verás no tenemos dónde quedarnos y la lluvia es muy fuerte, ya sabes, ¿no?

Sentí deseos de cerrarle la puerta en la cara, pero recordé a Beatriz. Probablemente se hubiese enojado por ello. Repuse mi mirada indiferente y los taladré con ella, al parecer no les hacía efecto.

—Hay…—respondí y en ese momento me di cuenta que era muy probable que esa fuese mi primera palabra en años—… una posada más abajo.

—Lo sabemos—respondió alegremente el chico, como si el hecho de que estuviera en una lluvia torrencial no le preocupase en lo más mínimo. Me pareció  que era de ese tipo de personas que siempre estaban alegres, ese tipo de personas que sentía que no me agradarían—. Pero nos perderíamos, la lluvia no nos deja ver nada.

—No.

—¿Ah? ¿No? —cuestionó triste ante mi negativa. El rubio sólo nos miraba sin decir nada, más bien parecía que su mirada iba solamente para mí. La incomodidad empezó a moverse dentro de pecho, intentando salir—. Vamos, será sólo por esta noche, ¿sí?

—Déjalo, Matt—habló el otro chico, mientras continuaba mirándome, ¿por qué lo hacía? ¿Acaso tenía algo en la cara? —. Te dije que no sería buena idea.

—Pero Mello…—¿Mello? ¿Ese era su nombre?

—Vamos.

Y me dio la espalda mientras comenzaba a alejarse, el pelirrojo se negaba a moverse. Tal vez porque su instrumento podría mojarse con la lluvia y dañarlo, el estuche parecía raído, se veía en malas condiciones. Me miró una última vez y sus ojos verdes parecían de repente más grandes. ¿Qué quería lograr con eso? ¿Compasión? Creo que sí, sentí un sonido proveniente de la cocina. Era el agua que ya había hervido y comenzado a burbujear.

Me pregunté qué hubiese hecho Beatriz, y el sentir el agua fría contra mi cara fue la respuesta. Ella ya había acogido a alguien en su casa: a mí. Miré por última vez la soledad de mi hogar y lo supe.

—Está bien…—susurré. El chico pelirrojo o Mat como había escuchado, me miró. Parecía que iba a saltar sobre mí, esperaba que no lo hiciese.

—¿De verdad? —preguntó. Yo sólo asentí, no quería hablarle más, me sentía sumamente estúpido. No era yo el que los dejaba pasar a mi casa, era el fantasma de Beatriz y sus actos caritativos, sería la última vez que les haría caso—. ¡Gracias! ¡Mello, ven!

El aludido volteó y me miró con una ceja levantada. Se acercó y sonrió ladinamente.

—Ese cambio, ¿a qué se debe? —me preguntó con voz profunda y burlesca. ¿Le daba hospedaje y se burlaba de mí? Qué idiota.

—¡Mello!—regañó su compañero, luego me miró con una sonrisa apenada—. Discúlpalo, la lluvia lo pone más tonto de lo habitual.

Yo sólo le mantuve la mirada, sin decir nada. El sonido del agua me sacó de la pequeña guerra de miradas que habíamos empezado el rubio y yo. Me hice a un lado y los dejé pasar, sin saber que esa pequeña acción caritativa impulsaría y cambiaría toda mi vida. 

Notas finales:

¿Han sentido alguna vez esas ganas depresivas de querer borrarlo todo? 

Yo sí, esta semana casi borro todas mis historias, no sé por qué. No lo hice, por supuesto pero tuve problemas para subir y un montón de blá que sería muy denso de explicar, la cosa es que lo superé y volví.

Espero que esta historia no se haga muy lenta para ustedes, pero si apuro las cosas... bueno, sería extraño, ¿no? Lento pero seguro, dicen por ahí.

En fin, ya saben, cualquier duda o consultas, abajito.

¡Nos leemos prontito, bonitas!


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