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Tras de mi por MirandaRai

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Notas del capitulo:

Hola, esta historia surgió mientras escuchaba una canción de RBD, se llama tras de mí.

Ya la publiqué anteriormente en THFicción, algunas deben haberla leído.

 

El nudo en su garganta lo sentía tan fuerte que temía lanzarse a llorar antes de subirse al tren que lo llevaría a otro país para comenzar una nueva etapa de su vida. Con lágrimas en sus bellos ojos color avellana despidió a sus padres y subió al tren caminando hasta encontrar su asiento. El joven se sentó y miró a sus padres decirle adiós desde afuera, no pudo evitar que sus lágrimas se derramaran por sus calientes mejillas ruborizadas. Los iba a extrañar demasiado.

Iba a comenzar una nueva vida en Francia con nuevos amigos, una nueva universidad y un montón de sueños que cumplir. Su deseo de libertad era tan grande que por eso había decidido que tenía que irse del país que lo vio nacer.

Tras él, dejaba todo lo que más quería: sus padres, sus amigos, su primer amor, su primera mascota, su adolescencia. Esos recuerdos que se quedarían grabados por siempre en su corazón y su mente.

Mientras sentía que el tren comenzaba a ponerse en marcha, la melancolía de dejar su vieja vida le embargo el alma. Los sacrificios que una persona podía hacer por cumplir sus sueños eran demasiado grandes y no había duda de que dejaban alguna marca dentro del pecho.

Recostó su pelinegra cabellera sobre el vidrio de la ventana para no tener que mirar cómo se alejaba de su tierra. Era difícil, le estaba costando demasiado arrancarse del seno de su país, porque sí, era bastante difícil irte del lugar en el que creciste y del que ya estas acostumbrado. Pero ya era su momento y esa oportunidad de formarse mejor en lo que amaba no la podía perder.

Cerró sus ojos cansados y se colocó los audífonos de su reproductor de música. Necesitaba mantenerse relajado en lo mucho que le quedaba de viaje.

El tiempo pasó volando. Sus ojos se abrieron al sentir que alguien le estaba observando, temeroso,  abrió los ojos y se encontró con un par de ojos ambarinos que le miraban con gracia. ¿Acaso tenía algo malo en su cara? Se cubrió de inmediato.

— ¡No te tapes! —exclamó el extraño chico de ojos brillantes.

El joven se permitió mirar detalladamente las facciones del que tenía en frente. Era adorable en cierta forma, delgado y bronceado, su cabello era castaño oscuro, largo hasta los hombros, atractivo para sus ojos. El desconocido tenía un cuaderno de dibujo en una mano y carboncillo en la otra. Se percató de las manos del extraño, fuertes y un poco manchadas de negro.

—No quiero que te tapes por favor. —repitió de nuevo. — ¿Cómo te llamas?

— ¿Qué estás haciendo? —preguntó curioso pero asustado a la vez.

—Espera que termine y lo veras. —el extraño sonrió divertido. —así que te llamas “Qué estás haciendo”

El pelinegro alzó una ceja poniendo los ojos en blanco.

— ¿Cómo te llamas tú?

—Tom.

—Tom… —susurró colocando su mirada fija sobre el suelo.

— ¿Te han dicho que eres perfecto para que te dibujen? Cada gesto, cada movimiento tuyo me hace querer dibujarte eternamente.

Él abrió sus ojos con sorpresa y un tenue rubor carmín adorno su fino y bello rostro.

—Y ruborizado mucha más.

Era la gota que derramo el vaso, se sentía ruborizado hasta las pestañas.

—Me llamo Bill. —decidió cambiar de tema antes de que el extraño Tom dijera alguna otra cosa que le hiciera ruborizarse más.

—Bill…

El sonido de su nombre en la voz de aquel joven atractivo le pareció adorable, y por muy extraño que pareciera, sensual.

— ¿Llevas ahí mucho tiempo? —preguntó.

—Desde que te quedaste dormido. —sonrió mostrando toda su perfecta dentadura.

Más avergonzado se sentía. ¿Habría babeado mientras dormía?

—Siento mucho que estés sufriendo tanto al separarte de tus padres y tu antigua vida. Es un cambio duro y drástico el que estás haciendo.

Bill abrió los ojos por la sorpresa. ¿Cómo lo sabía?

— ¿Cómo sabes eso?

—Lo has dicho mientras dormías como un bebé, haz sollozado diciendo que no quieres alejarte mucho de los que quieres.

Recordó haber estado soñando con sus padres. La parte más difícil de todo era alejarse de ellos.

—La parte más difícil de nuestras vidas es alejarnos de los seres que más amamos, pero no es un “para siempre” a la final siempre volvemos a nuestros orígenes. Nacemos y estamos junto a ellos hasta que llega un momento determinado en el que nos toca desplegar las alas y continuar solos en este largo camino. Sentir la libertad, explorar nuevas tierras, conocer gente nueva y recopilar experiencias que nos servirán a lo largo de toda nuestra existencia. Piensa que has dejado atrás muchas cosas pero todo ha sido para tu propio crecimiento físico y espiritual.

Bill asintió dándole toda la razón. Era cierto que estaba dentro de ese tren porque buscaba una nueva y mejor vida para él y para sus padres.

— ¿Qué edad tienes? —preguntó Tom sin dejar de mirar el cuaderno en el que dibujaba. 

—Veintiuno recién cumplidos.

Tom sonrió de una forma un tanto misteriosa y adorable que le hizo estremecerse.

—Eres bastante joven, apenas comienzas a vivir.

El pelinegro asintió lentamente.

— ¿Quieres ver lo que he hecho? —preguntó Tom ahora mirando los ojos avellana de Bill.

—Me gustaría mucho.

Él le dio la vuelta al cuaderno mostrando un bello e impresionante dibujo de Bill durmiendo. Era precioso y se le veía como si fuera un niño que dormía sobre el regazo de su madre.

Le dieron ganas de llorar y lo disimulo mordiéndose el labio con fuerza.

—Es precioso. —susurró acongojado.

—Te lo explico. —Suspiró— al verte dormido me senté aquí y decidí que merecías que te dibujara, irradias una inocencia tan pura a la que ningún pintor se le hubiera resistido. Tienes la cabeza sobre el regazo de tu madre porque ella te acompaña a donde quiera que tu vayas, nuestras madres son ángeles guardianes estén aquí en la tierra o en el cielo para cuidar de nosotros. Ella va a cuidar de ti siempre.

Bill admiraba aquel dibujo que le hacía sentir melancólico. Levantó la mirada y la fijó sobre la de Tom.

—Gracias por tus palabras y por dibujarme. —susurró con la voz un poco quebrada.

Tom se levantó de su asiento y se sentó a su lado. No se espero aquello, Tom abrió sus brazos y lo envolvió en un abrazo consolador. De esos que hacían que cualquiera problema se volviera minúsculo.

—Me subí a este tren en busca de inspiración, apareciste tú y es como si hubieras abierto un canal para todas mis emociones e ideas. Eres como un ángel de vestidura negra que llegó aquí por obra de seres divinos. Sí hay alguien que tiene que agradecer aquí, soy yo. Gracias.

Bill le abrazó mucho más fuerte, sintiendo el olor de Tom colarse por su nariz hasta hacer que su cabeza diera vueltas. Él era perfecto.

El tren comenzó a detenerse avisándole a ambos que ya era hora de arreglar sus cosas para bajar. Ambos se soltaron y Tom se levantó para coger todo lo que llevaba consigo, no era mucho en realidad. Bill también hizo lo mismo y caminó detrás de él para que bajaran juntos, quería pedirle algo antes de irse. Él era la primera persona que trataba en su llegada a Francia y no quería darse el lujo de perderle.

Una vez que estuvieron en tierra, el frío del invierno chocó contra sus bellos rostros. El de orbes avellana caminó rápido para alcanzar a Tom que caminaba a pasos agigantados.

— ¡Oye! —gritó para ser escuchado.

El castaño se dio la vuelta y esperó que Bill se le acercara.

— ¿Nos volveremos a ver?

—Quizás. —respondió ladeando la cabeza.

« ¿Quizás?» pensó.

—Yo quiero que…

Un pequeño y casto beso sobre su frente lo descolocó. Alzó la mirada y vio como aquel hombre que le había hecho sentir mejor en todo el viaje, se alejaba y se mezclaba con el monto de personas que se juntaban para salir de la estación de tren.

—Jamás lo volveré a ver. —susurró dejando escapar un suspiro de tristeza.

Se dispuso a salir de la estación de tren para tomar un taxi e ir a la residencia en donde viviría por un largo tiempo. Cuando consiguiera un empleo quizás se mudaría a otra parte mucho mejor.

Al llegar sonrió viendo que su nuevo hogar era pequeño pero acogedor y poseía una vista directa hacia la torre Eiffel. Respiró hondo y se abrazó a sí mismo pensando en todo lo que planeaba hacer.

***

Los años pasaron y conforme al paso del tiempo, Bill fue cambiando tanto en personalidad como en físico. Ahora era rubio y poseía un aspecto más masculino, con una barba de tres días y atuendos a juego con su nuevo estilo.  En los tres años que llevaba viviendo en Francia había sido como un camaleón cambiando constantemente de imagen.

Al principio fue tan difícil adaptarse a las costumbres, el idioma y toda la gente, que pensó no lo iba a lograr y tendría que volver a su país natal a ver qué hacía con su vida. Pero en su mente siempre estuvieron presentes las palabras de aquel hombre extraño llamado Tom. Habían pasado tres años de no verlo y siendo sincero consigo mismo, no lo podía olvidar a pesar de que muchas veces había salido con otras personas e incluso había tenido un noviazgo largo de un año.

Su primer amor lo había dejado en Alemania pero estaba dudando de eso. Su primer amor y seguramente por el que sintió algo tan verdadero, era Tom. No lo conocía de nada, sólo sabía su nombre pero el recuerdo de su rostro permanecía ahí en un lugarcito especial de su mente y corazón.

Su trabajo como fotógrafo en una revista francesa le llevó a una galería de arte que estaba siendo muy cotizada entre los parisinos. Al parecer el artista era un hombre bastante delicado con sus pinturas y eran tan bellas que ninguna persona se podía resistir a mirarlas.

Entró a la galería observando todos los cuadros enmarcados sobre las paredes blancas y sonrió tomando fotos a algunas personas que estaban admirándolas. De alguna forma, los trazos y la manera de pintar le recordó al pintor que se había robado su corazón. Caminó por todo el lugar y se detuvo sorprendido frente a una pintura que recordaba perfectamente bien. Era él. Estaba dormido sobre el regazo de su madre, al lado de ella había un dibujo que lo mostraba como era cuando tenía veintiún años.

—Pensé que no vendrías nunca. —escuchó a alguien hablarle desde atrás.

Esa voz era inconfundible. Su corazón y su mente la registraron clara y fuerte. Era él, era Tom. Se dio la vuelta tan rápido como un rayo y posó sus ojos sobre aquel hombre que tanto extrañó.

— ¡Tom! no puedo creerlo. —susurró tratando de ocultar su emoción de verlo. — ¿Cómo sabías? Yo no…

Él le interrumpió. —Ya sabía que tú vendrías porque fui yo mismo quien mando que te enviaran aquí

Bill le miró con los signos de interrogación formándose alrededor de su cabeza. ¿Qué ya lo sabía? Pero cómo.

— ¿Cómo sabías qué estoy trabajando ahí?

—Querido Bill. —sonrió amoroso. — desde que te dejé en la estación del tren, estuve al pendiente de ti. Siempre supe donde vivías, donde estudiabas, donde trabajabas, absolutamente todo.

El rubio no evitó sentirse un poco molesto. Si lo sabía ¿Entonces porque no había ido a buscarlo?

— ¿Por qué? —fue lo único que se le ocurrió preguntar.

—Eras demasiado joven y necesitabas estar solo para aprender. En esos momentos estabas buscando a alguien que llenara ese vacío que te dejó dejar a tu madre y tu padre en Alemania, si me hubiese quedado contigo habrías dependido de mí y no quería eso, quería que te desenvolvieras solo. Necesitabas crecer.

Bill pensó que quería matarlo pero  algo de razón tenía. Con su corazón necesitado de amor paternal lo habría querido sólo como un padre quiere a su hijo.

—Quería que estuvieras más grande para que nos encontráramos de nuevo. —rió suavemente, risa única y encantadora.

—Entonces Tom ¿Qué edad tienes?

—Treinta años.

Bill abrió sus ojos, no se imaginó que fuera tan mayor que él. ¡Jesús! Pero si apenas parecía estar en sus veinticinco.

—Te sorprende ¿no? —rió.

—Un poco. —sonrió ruborizado.

—Siempre tan bello e inocente. —susurró acercándose a él, quedando frente a frente. Levantó su mano derecha y acarició la mejilla llena de vellitos. — tan angelical y puro.

Ese contacto erizó los cabellos del más joven. Cerró sus ojos y mordió su labio para preguntar:

— ¿Vas a quedarte conmigo?

—Siempre he estado contigo, desde lo lejos pero ahí siempre estuve y estaré.

Los labios de Tom se posaron sobre los del menor fundiéndose en un beso pleno y amoroso. El primero de muchos.

Notas finales:

Gracias por tomarse el tiempo para leer.


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