Y una vez más… está lloviendo.
Es una brisa fina y fría, también hay algunas corrientes de aire perdidas que recorren suavemente la calle, meciendo las copas de los árboles con parsimonia. Acaricias con las yemas de tu mano derecha el cristal desde el que presencias todo eso, formas figuras amorfas en la lisa superficie y en tu otra mano descansa tu mejilla, estas tan absorto en tus pensamientos que no escuchas las múltiples llamadas que alguien te hace. Reaccionas hasta que ese alguien te zarandea con fuerza el hombro.
—Kyungsoo. —Ese es tu nombre. Giras la cabeza y lo encaras.
—¿Pasa algo?
—Pasa que te he estado llamando desde hace mucho rato y no reaccionas, ¿qué de interesante puede tener la lluvia? —Sonríes sin querer, generándole una mueca de extrañeza a tu acompañante.
—Nunca lo entenderías.
Suspiras y te pones de pie, dispuesto a abandonar la habitación; sin embargo el chico que está contigo te toma por la cintura y apega a su cuerpo, segundos después, sientes sus suaves labios moviéndose cariñosamente sobre los tuyos.
—Te amo. —Susurra una vez te ha soltado. Deberías responder lo mismo pero no te gusta mentir.
Tu cruel respuesta es un encogimiento de hombros que sabes a él lo destroza pero eso es algo que a ti te viene importando nada. Por pensar en los demás una vez ya lo perdiste todo, ¿no? Así que estás dispuesto a ser egoísta y despreocupado desde ese día. Que sufra, que llore, lo que no te mata te hace más fuerte. Le estás haciendo un favor.
La lluvia no parecía tan cruel cuando estabas bajo el resguardo de un hogar, ahora que has huido de allí para perderte en medio de las calles te das cuenta. Un sonido hueco y que te genera un vacío inllevable en el pecho se escucha con potencia en la distancia, antes le tenías miedo al ruido que generan los truenos, pero ahora al escucharlos tan lejanos e inalcanzables solo te llenas de dolor. Jamás debiste intentar tocarlos…; tan inalcanzables y poderosos. Te elevaste en una nube para llegar a ellos y no contaste con que aquella caída te sería fatal. Porque te sientes muerto sabes que lo estás. Hay muchas formas de morir en este mundo y una de las peores es hacerlo por amor, esa que tú escogiste. Si serás idiota.
Él era como un trueno…: veloz, grande, hermoso. Además fue él quien te inculcó ese amor enfermo por observar la caída de la lluvia. Lo conociste un día lluvioso, te extendió su paraguas con una bonita sonrisa en el rostro, te maravilló, quedaste prendado a él con solo eso. Fue un patético amor a primera vista. Pero así como los mismísimos truenos, se esfumó cuando más pensaste que te amaba. Te abandonó llevándose con él tus esperanzas, sueños y anhelos más profundos… él te mató.
Al recordarlo tu corazón se acelera, estás loco, ¿a dónde crees que vas corriendo en medio de semejante tormenta? ¡Es verdad! El trueno hoy te llamó, porque el regresa cuando tiene ganas de ti y se va cuando se cansa. Escuchas su ronca y potente voz en toda tu cabeza, te recuerda las veces que gemía tu nombre mientras te hacia el amor. Tus piernas no dan tregua y salpicas a la gente que pasa a tu alrededor por ir con tanta velocidad.
Corre.
Corre más rápido que te está esperando.
Corre para sentirte vivo aunque sea solo una vez más.
Corre y mátalo si puedes, aunque eso lo dudo, aun cuando en tu mente tengas infinidad de ideas para darle muerte, llegado el momento y la clara oportunidad no lo haces. Eres un patético cobarde enamorado.
Tu corazón late desbocado, el aire de tus pulmones lucha por regresar a su lugar, tu cabeza gira para todos lados y tus ojos no dejan de observar.
Recargado a lado de una caseta telefónica, con el abrigo negro empapado y el cabello cubriendo ligeramente sus facciones, ¡allí esta! Te lanza un guiño y sonríe de lado, te vuelves loco y corres como si ni hubiera un mañana hacia sus brazos; tienes razón, seguramente no habrá un mañana. Tu necesidad y estupidez por él están perdonadas.
—Dodo. —Murmura sobre tus labios y después te besa con violencia. Siempre ha dicho que le gusta morder tus carnosos labios y acariciar con lujo de violencia tu lengua.
—Te extrañé tanto.
—No seas cursi.
Un nudo dentro de tu estómago cobra vida y te va apretando hasta llegar a tu garganta. Será mejor que mantengas la boca cerrada si no quieres caer sobre el suelo y sollozar como un chiquillo. Él no te ama, te lo ha dicho.
Eres consciente de porque Chanyeol está allí, de porque ya tiene una mano paseándose debajo de tu camisa y acariciando tu espalda. Cállate, accede y disfruta. Déjate asesinar por el letal trueno una vez más.
***