#1 - 365 palabras
Las chicas con uniformes de colegios privados aparecían una vez puesto el sol. Se subían las faldas hasta dejar poco a la imaginación, desabrochaban algunos botones de sus camisas, se maquillaban en exageración para resaltar sus pómulos y hacer sus ojos más grandes, algunas se despeinaban el flequillo un poco para parecer rebeldes y sacaban de sus mochilas zapatos con tacones altísimos o plataformas para aumentar unos cuantos centímetros. Eran la presa favorita de Jongin.
Por lo general, el muchacho se acercaba a ellas con su conocida sonrisa coqueta y la mayor seguridad existente. Si eran más de cinco le resultaba más fácil, al menos dos le harían compañía por un par de horas; sabía que pasadas las veintitrés horas tendrían que regresar a casa y tenía hasta entonces para jugar con ellas.
Antes de sacarlas a bailar les invitaba varios tragos, abrazaba a la que pareciera más interesada en él y les contaba anécdotas de sus viajes u otras fiestas, después invitaba a dos o tres a la pista, a una la tomaba de la cintura y si era tímida la acercaba más a su cuerpo y le susurraba en el oído que no debía temerle, le tocaba el cabello suavemente y le hacía algún cumplido sobre sus ojos. Si otra era más atrevida le tocaba los muslos mientras bailaba con ella, la movía rápido si la música lo permitía y si la muchacha aguantaba el ritmo de sus pasos, sin descaro le dejaba besos en las mejillas, si de casualidad había podido conseguir a más chicas, las invitaba a bailar y hacía lo mismo que con las otras, sabía que alguna terminaría frustrándose y le pediría que la llevara a su casa o la acompañara al estacionamiento para de una vez apagar todo lo que ya había encendido dentro de ella. Después, era la parte que más disfrutaba Jongin, cuando aparecía Yifan con vodka o tequila en una mano y con la otra señalaba al menor para que fuera con él y lo recibía con un largo y gran beso con la mirada atónita de las mujeres, siempre frustradas y a veces ofendidas por el galanteo del otro que había terminado en nada.
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#2 - 342 palabras. [Jongin haciendo esto]
Las luces permanecían apagadas y el aire acondicionado era el único sonido en el pequeño teatro hasta que los violines comenzaron a tocar. Una luz blanca señaló al centro del escenario, donde un aro giraba solo, las vueltas se sincronizaban con la melodía y la gente miraba la escena con extrañeza, casi era un minuto y el aro no paraba de girar, de pronto, antes de que la gente se comenzara a impacientar, un muchacho alto y moreno apareció, solo llevaba un pantalón blanco y holgado, estaba sin camisa pero llevaba un collar que tintineaba a cada paso que daba. Sus brazos lucían fuertes igual que sus piernas y no titubeó y tomó aquel gran círculo mientras seguía en movimiento y puso sus pies descalzos sobre él, metió el resto de su cuerpo y comenzó a girar dentro del aro: dio vueltas sobre el escenario mientras tomaba aquel objeto con una sola mano, flexionaba las rodillas en las vueltas difíciles y tocaba el suelo con suma precisión; saludaba a algunas personas de las gradas con una mano y una adorable sonrisa en el rostro y se ponía de cabeza mientras seguía girando. Lanzaba patadas débiles al aire y se estiraba mientras la luz contorneaba su cuerpo de una forma exquisita, se apoyaba en la parte superior y daba brincos, poniendo todo su peso ahí mientras maravillaba más al público. Dio un espectáculo de casi dos minutos y se bajó del aro con una cálida sonrisa, volvió a girar el aro mientras hacía reverencias a todos lados y desapareció detrás de las cortinas negras.
El pequeño teatro donde Jongin se presentaba brevemente los jueves era el sueño de toda la vida de Yifan. Justo cuando el mayor estaba en el mejor momento de su carrera de abogado, dejó todo para iniciar una nueva vida en el viejo continente: compró una casa abandonada cerca del centro de Praga, la remodeló y se rodeó de las dos cosas que más amaba: Jongin y el arte, que, de una forma muy curiosa, venían siendo lo mismo.
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