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Eres mi demonio, solo mío. por SamanthaEvans

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Notas del capitulo:

Comenten y disfruten :) 

Salí de mi departamento y camine en dirección a una iglesia. Paradójicamente la entrada al infierno estaba justamente en el jardín de ésta. Estando seguro de que nadie miraba, dibuje la estrella de David en el suelo y derrame unas cuantas gotas de sangre en su centro.

Cinco minutos después estaba parado frente a la gran puerta de roca negra pulida que daba paso al segundo círculo. Caminé hasta las posadas donde se encontraban los altos mandos y entré. No dije permiso, eso daría a pensar que les tengo algo de respeto a esos mal nacidos, cosa que no les tengo.

-Vaya Lay-escuche la voz de Kairos venir desde un gran mesón de mármol.- ¿Acaso ya no tienes modales?
-¿Para qué me llamaste?- Pregunté con el ceño fruncido y ojos color sangre, chispeantes de enojo. 
-Ya no eres el chico al que le cumplí su deseo.- Hizo un intento de mueca triste que desfiguro horriblemente su cara. 
-Y tú sigues siendo el mismo imbécil de siempre. -Contesté enojado. -Dime de una vez para que me llamaste. 
-Pues... Para lo de siempre Lay, tu trabajo.
-¿Que tengo que hacer ahora? 
-Básicamente lo mismo de siempre, entrar a la habitación del humano, escuchar su estúpido deseo, decirle las condiciones del trato, las cuales siempre son aceptadas, sin escuchar. -Dijo haciendo énfasis en las últimas palabras con una sonrisa asquerosa en su rostro.-Cumplir su deseo y luego follartelo para traer su alma hasta aquí. Así de simple. 
-¿Donde está?-Pregunte con una ceja enarcada, ese era mi problema, tenía un pésimo sentido de la orientación, así que necesitaba direcciones exactas. 
-En la calle 72, en la casa color mierda. 
-Bien, me largo. 
-Espero te diviertas cariño.- Kairos me lanzo un beso y sonrió.

Mis puños se cerraron y una ligera corriente eléctrica recorrió mi cuerpo, odiaba a ese tipo, en serio lo odiaba.

*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*

Aparecí frente a la puerta del muchacho como una sombra, la presencia de su ángel guardián no se notaba por ninguna parte. Era imposible que otro demonio se me hubiese adelantado y acabado con él, tampoco podía creer que el ángel haya abandonado a quien juró proteger con su vida. 
Me colé a la habitación oscura y rápidamente noté un ligero y casi imperceptible olor a sangre, mire a mi alrededor y pude distinguir en una esquina la silueta de una persona en el suelo. 
Me acerqué con la curiosidad a flor de piel y cerré mis ojos asqueado al ver la horrible escena delante de mis ojos. 
Era el ángel guardián del muchacho a quien venía a "ayudar". 
Estaba sangrando abundantemente por la nariz y cuello, sus alas estaban amarradas con cadenas al igual que sus manos y pies. Los cuales tenían rastros de golpes.
Mis ojos recorrieron la silueta del ángel, y note que sus pantalones blancos estaban a la altura de sus rodillas manchados de sangre. Había sido brutal y violentamente sodomizado por alguien sin piedad. Miré su rostro y vi como sus ojos verdes me miraban rogando compasión. Era hermoso, simplemente hermoso, pero ¿Todos los ángeles lo son no? 
De la comisura de sus labios salía un hilo de saliva mesclada con la esencia de quien lo había abusado. Quien quiera que lo haya hecho no le basto con follarselo por entre las piernas, si no también lo hizo por su boca.

 
Aparte la mirada incomodo.

No podía ver esa imagen por más tiempo, me levante y camine hasta la cama donde descansaba plácidamente el chico que ayudaría, ignorando completamente que el guardián de su alma había sido abusado y estaba a punto de morir a escasos metros de distancia. 
Me senté en el escritorio y observe a mí alrededor.

 Había un olor extraño en el aire, no a sangre ni a muerte, si no a algo más. 
Luego uno o dos minutos después deje de escuchar los gemidos de dolor que emitía el ángel, ya había muerto. Casi de inmediato aparecieron dos ángeles resplandecientes a su lado, me miraron sabiendo bien a lo que había venido. De alguna manera me agradecieron haber guardado algo de respeto por aquel caído. 
-Es tuyo.-Habló una muchacha de cabellos dorados refiriéndose al humano tendido en la cama.
-Lo sé.-Conteste frio enarcando una  ceja. 
-Gracias por...
-¿No terminar de matarlo? Soy un demonio, no un imbécil. Jamás me hubiese aprovechado. 
-Ok... 
Diciendo esto, ambos ángeles se llevaron el cuerpo del fallecido guardián, dejándome solo con mi víctima


Destape su rostro y mire detenidamente sus facciones. Era jodidamente sexy y provocador.
Su cabello perfectamente desordenado, sus prominentes labios y su piel, hermosamente blanca.
Me descubrí mordiendo mi belfo y sonreí al recordar lo que venia después de conceder el deseo. Soplé su rostro, esperando que despertara.

-¿Quien...eres tú? -Habló restregando sus ojos con el dorso de su mano. 
-Vaya... tu voz es más sexy de lo que pensé-Hablé sin responder a su pregunta.
-¿Eres mi ángel guardián? 
-No YiFan, soy el encargado de cumplir tu deseo.
-Oh...entonces ¿Lo harás? ¿Cumplirás lo que quiero? -pregunto sentándose en la cama.-¿Como sabes mi nombre?
-No hay nada que no pueda hacer.-Caminé de un lado a otro a lo largo de la habitación, dándome cuenta lo lujosa que era ésta- No hay nada que no sepa de ti, cariño. 

YiFan hizo una mueca de sorpresa y encendió la luz de la lamparita para poder ver mejor a su futuro asesino.

-Eres más hermoso de lo que creí.- 
-No soy nada de lo que crees.
-Ah...entonces...El trato es que te de mi alma a cambio de que cures a mi hermano, ¿Verdad? 
-En efecto.-Conteste sin mirarlo mientras arreglaba mi saco negro. -Lo que quieras a cambio de tu alma. 
-Primero quiero conocer el nombre del salvador de mi hermano.-Dijo con voz demandante aquel chico. 
-Lay...Me llaman Lay -Respondí subiendo a su cama y avance gateando hasta él. - Ahora dime YiFan ¿Que es lo que quieres? 
-Que mi hermano ya no tenga leucemia.

Leucemia. Lo mismo por lo que él había vendido su alma a cambio de la salvación de Lucy. 


Sonreí lascivo. E hice sonar mis dedos en un chasquido. Dejando ver las marcas de  cadenas que había usado Kairos conmigo, en mis muñecas hace ya mucho.

-Listo.-Acaricie su rostro. -Ahora eres todo mío.

 

 


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