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Poseído por el Diablo por Dolche

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Notas del capitulo:

Hola, hola, gracias a una chica que me pregunto por la sig perte, recorde que ya habia quedado hoy de subir capi :)

    Cerró los ojos con fuerza, seguro de que terminarían calcinados, pero al no sentirse arder los abrió. Se encontró dentro de un palacio, frente a otra chimenea. Admiró todo ese lugar hecho de piedra, la decoración y los muebles le daban aspecto un tanto gótico y aterrador sin dejar de ser refinado y elegante.
    —Oh, veo que ya han llagado. El señor se pondrá muy contento—dijo un flacucho muchacho entrando en la estancia. Giraba alrededor de Kibum sin dejar de evaluarlo.
    —Taemin, compórtate. Discúlpelo amo Kibum, él aún es muy joven—lo reprendió Jinki.
    —Descuida, no me incomoda—ese pequeño muchacho le derretía el corazón con esos ojos que brillaban inocentes y su carita aniñada.
    —Jinki, ya te puedes ir, yo lo llevaré a los aposentos del señor. Sígame amo.
    Caminó detrás de él, subiendo los anchos escalones.
    — ¿Cómo te llamas chico? —pregunto curioso.
    —Me llamo Taemin, amo.
    —Oh. Y Taemin, ¿tú también tienes una marca como ésta? —dijo señalando su cuello.
    Taemin miró el lugar apuntado y se abalanzó sobre él, viendo su lunar de cercas, tocándolo.
    —Es hermoso—dijo con asombro—, yo tengo el mío en la pantorrilla, pero jamás vi uno tan bello como ese. No hay duda de que es perfecto para mi señor.
    Reanudaron el paso, pero esa frase no salía de su mente. ¿Perfecto para su señor? ¿En qué forma? Las ansias de llegar de una vez por todas lo carcomían. ¿Quién era ese hombre tan misterioso que le mandó traer?
    —Es aquí.
    Pararon frente dos grandes puertas de madera custodiadas por dos hombres; en ambas se encontraba tallada una criatura con cuernos y alas. Taemin dio tres golpes y esperó hasta que un “pasé” le permitió la entrada. Ambos hombres jalaron de las puertas, mostrándole esa habitación que hace ya nueve años no veía. 
    Todo era igual, el mismo piso de piedra, las mismas paredes frías. La mesa de robe aún se encontraba frente a la chimenea. El tapete rojo seguía frente a la cama, contrastando con el gris del piso. Y la misma cama, esa en la que le entregó todo por un vano juramento, incuso él no había cambiado. La cara era la misma que en ese entonces, mismos ojos, misma mirada.  
    —Por fin has llegado—se acercaba a él con el rostro iluminado y los brazos extendidos.
    El sonido que provoco su palma al estrellarse contra la morena mejilla alertó a todos. Taemin salió rápido temiendo el enfado de su señor, apresurando a los guardias por que cerraran las puertas.
    — ¿Por qué me golpeas Kibummie? —preguntó al fin sobándose el área afectada.
    — ¿¡Crees que sólo porque de la nada me traes aquí y me hablas como si nada te perdonaré!? ¡Pues claro que no! ¡Han pasado nueve años! ¡Nueve! —se giró andando hacia la puerta pero los fuertes brazos se lo impidieron.
    —Lo siento, no te dejé porque quisiera, sino porque era necesario—hablo en su oreja—. Perdóname, ¿sí? —al no obtener respuesta alguna decidió probar con otro argumento—. Si no me perdonas, ¿cómo estaremos juntos por siempre?
    Eso le desarmó todas sus defensas. Era cierto, Kibum aun lo amaba, y si no lo dispensaba no podría estar con él. Se giró entre sus brazos, ambos notaron en ese momento que ahora el rubio era más alto. Sí, pero aún con ese tamaño seguía siendo la misma cosa frágil y delicada.
    —Para siempre, ¿no mientes? —le dijo bajito.
    —No—susurró sobre sus labios. Por fin volvía a tener el sabor de esa boca.
    Lo elevó para que los muslos de Kibum abrazaran su cadera y con él encima se sentó a la orilla de la cama—. Te extrañe pequeño.
    — ¿Pequeño? Perdón, pero ahora soy más grande—habló burló.
    —Sí, te ha crecido todo—dijo apretando su trasero—, y te ha crecido muy bien.
    Una corriente que hace años no sentía le recorrió todo el cuerpo. Si lo hacían cinco minutos después de encontrarse, ¿lo convertiría eso en una de esas chicas de la vida galante? Se preguntó. ¡Pero qué más daba! Las manos que tanto extrañó vagaban por sus muslos, debilitándolo.
    —Jonghyun, quiero ser tuyo—pidió besándolo con ganas, sus manos se aferraban a él para que no escapara.
    —Entonces ¿te quedaras conmigo? —aventuró.
    —Sí—a esa respuesta el mayor lo dejó en la cama bajo su cuerpo—. ¡Espera, no!
    Jonghyun atónito cesó todo movimiento para buscar en su mirada una aclaración.
    —Mi abuela. No me puedo quedar, ella se preocupara mucho por mi cuando no me encuentre.
    —No te preocupes, ella no te recordara. Ni ella, ni nadie—pero sus palabras lo agobiaron aún más—. Me refiero a que no te recordara mientras estés aquí, si vuelves allá ella y todos se acordaran de ti. Te prometo mandar que te escolten siempre que quieras verla.
    — ¿Siempre que yo quiera? ¿Enserio? —habló ya más calmado.
    —Tanto como quieras—dijo sobre su cuello. Besó la roja y hermosa marca, esa que les había unido, esa que los conectaba.
    Kibum estiró el cuello lo más posible, dejándose lamer, dejándose morder, dejándose comer.
    —Ah—ese pequeño sonido fue como pólvora para Jonghyun, sin medir sus fuerzas rompió la camiseta de su pijama, abriéndola; los botones saltaron por todos lados.
    Sin duda su pequeño había crecido, ya no era más ese blanco y recto palillo. No, ahora el rubio tenía una pequeña curva debajo de las costillas que dibujaba una cintura coqueta, sus caderas eran más estrechas y apetitosas que las de cualquier mujer, y esas piernas adornadas con dos lindas nalgas. Pelearía contra cualquier creatura de dios con tal de tenerlas siempre para él.
    Fue directo por ese vientre plano, se entretuvo ahí hasta dejar su firma en él.
    Hace tanto que Kibum se había convertido en un hielo, pero hoy, su cuerpo ardía. Lo que corría por sus venas ya no era sangre, se trataba de lava, y por primera vez en nueve años se sentía completamente vivo. 
    Intercambió los papeles, dejando al moreno sobre el colchón. 
    Ya no era más ese chiquillo que se dejaba hacer, ahora él también quería entrar en la acción y hacer al otro disfrutar. Sus nalgas se sentaron cómodas sobre su bulto y lo frotaron de atrás a delante, motivándolo a gemir.
    ¡Dios! Su pene se deslizaba entre la ropa con cada movimiento, lo excitaba tanto que ya se encontraba húmedo, y Kibum no se quedaba atrás, cada vez se movía con más ímpetu sobre él, respirando con más fuerza y gimiendo con cada empujón. 
    Ambos soltaron un último gemido mojando sus ropas.
    Kibum se hecho a un lado de él, aun normalizando su acelerada respiración.
    —Eso… se sintió bien…—dijo por fin.
    —Eso no fue nada… solo espera a que te la meta y…
    El rubio más que apenado le pateó para que se callará. ¿Cómo decía semejante cosa sin inmutarse? Aun que era verdad, cuando le metiera su verga se sentiría mucho mejor.
    Sus mejillas se calentaron ante ese pensamiento.
    Deslizó sus dedos por el antebrazo, tomándole la mano para llamar su atención. Jonghyun giró la cabeza y su respiración de fue por un segundo. Kibum lo miraba con ojos radiantes, estos brillaban con ternura y amor mientras le miraban. Eran los ojos más hermosos que jamás vio. Sus mejillas estaban de un bello rosa y sus labios ligeramente parados, posicionados perfectamente para esperar su beso. Sin duda no había mejor persona para él que Kibum.
    Se acercó a centímetros de su rostro, viendo su reflejo en esas pupilas del color de una avellana. Kibum bajó la vista a sus labios y sin dudar se aproximó a tocarlos. Sus labios se acomodaban a la perfección, moviéndose sobre los otros. Kibum recibía su aliento cálido, se encontraba muy embelesado sintiendo como Jonghyun le succionaba labio inferior, como lentamente pasaba sus dientes sobre él.
    Ese beso se le antojo de lo más emocionante a Kibum, nunca lo habían besado así. Aunque, realmente nadie nunca lo había besado. Jamás clasificó sus antiguos besos con Jonghyun como “besos de verdad” porque eran en sueños, eran no reales. Pero esto, se sentía más real que el ardor al quemarte un dedo con algo caliente.
    Jonghyun siguió a Kibum al centro de la cama sin dejar de besarlo; no podía parar.
    Las manos tocaban el cuerpo del otro con ganas. 
    Kibum arto de sólo sentir tela, desfajó la camiseta y abrió los botones para quitarla. Su cuerpo era tal y como lo recordaba: duro y musculoso. Recorrió con su mano desde los hombros hasta los cuadros de su abdomen. La primera vez que lo hicieron su mente estaba tan atontada que no se había dado el tiempo apreciarlo bien. Tocó con sus manos esas cúspides que le adornaban, eran como rocas.
    Bajó hasta el cinto negro y abrió la hebilla, tirando de el con fuerza para arrojarlo lejos en algún lugar. Ahora él también participaría en todo eso. Ayudó al moreno a quitarse el pantalón. Verlo solo en calzoncillos le altero todos los sentidos. “Es la vista más maravillosa”, se dijo. Como si no pudiera evitarlo su vista se dirigía a ese gran bulto que se alzaba en su entrepierna. Quería tocarlo, saber su tamaño, si era tan grande como aparentaba.
    Con el pulso descontrolado pasó su mano por encima, haciendo estremecer al otro. Ese bulto se sentía macizo y caliente. Sus dedos acariciaban la cabeza una y otra vez por encima de la tela. Por alguna razón solo quería tocarlo cada vez más, así que metió la mano y lo tomó frotándolo en un ritmo lento. Los constantes gemidos de Jonghyun lo motivaban acelerar la rapidez con que la movía.
    Jonghyun disfrutaba de su mano, inconscientemente su cadera se impulsaba un poco para obtener más fricción. Que el menor se comportara así con él lo embravecía, pero muy a su pesar le apartó la mano.
    —No quiero acabar muy rápido— aclaró y volvió a besarlo.
    Los labios de Kibum estaban rojos y a punto de romperse. La saliva en ellos los hacía brillar jugosos.
   Jonghyun quería poseer de una vez a ese bello chico al que esperó por años para tener. Jamás en todos sus siglos de existencia encontró una criatura que mereciera ser tan alabada como él. Buscó por los tres mundos hasta encontrarlo en la tierra y no dudó en arrastrarlo con él.
    Deseoso por ver lo que escondía tras el pijama lo desnudó. ¡Esas piernas no era un juego! Largas, delgadas y torneadas. Nada que ver con los cuerpos maltratados de ahí afuera, esos que le aliviaron un poco la soledad de esos años. Subía por sus muslos hasta su entrepierna para darle placer. Kibum no hacía nada por esconder sus gemidos, gozaba con lo que el otro le hacía.
    Jonghyun no perdía de vista su rostro, cada vez que apretaba más su mano, el rubio cerraba fuerte los ojos, su seño se fruncía y la perfecta “O” de su boca producía los sonidos más insinuantes. No le importaba si los ángeles invadían el infierno, mientras no le interrumpieran en ese momento, podrían destruir toda la maldad a su alrededor.
    Cuando encontró a Kibum muy agitado y al punto del límite decidió parar. El rubio parpadeó confuso, lo único que sabía era que esa magnífica olla que lo llevaba a lo más profundo de ese mar de sensaciones había desaparecido justo cuando estaba a punto de ahogarse.
    Se estabilizó y miro a Jonghyun.
    Ahora Kibum era el único completamente desnudo, pero decidió que eso no duraría mucho así. Juntando todo su valor, llevó las manos a la última prenda del moreno. En cuanto la bajó, su miembro saltó esplendido. Su mirada subió a la cara del chico que se encontraba desnudo y arrodillado en la cama; en sus ojos vio lo que quería.
    Paseaba la vista entre él y su miembro.  
    Lo tomó con la mano y con los ojos clavados en las oscuras pupilas se lo llevó a la boca. 
    —Ah… sí…—lo observó echar la cabeza atrás con los ojos cerrados, parecía disfrutar de eso—…así…—bramó sujetando su cabeza para mover las caderas contra ésta.
    Kibum quería apartarse, que lo soltara, pero al ver su cara tan retorcida por el placer, simplemente no se atrevía a hacerlo. Sólo atinaba a tragar todo el líquido que el otro soltaba, buscando no atragantase.
    Cuando sintió que ya era suficiente, Jonghyun lo apartó por el caballo, encogiéndose a su altura para tomar sus labios. Quería probar como un depravado el sabor tendría aquella boquita mezclada con su sazón.
    Lo recostó en la cama, mojó sus propios dedos para prepararlo, estirando con ellos sus paredes. Cuando encontró el espacio lo suficientemente amplio los sacó. Se recostó entre sus piernas entrando en él. Su ritmo era pausado y constante como la marea, se daba su tiempo para entregarse por completo a ese chico al que embestía. 
    Kibum se aferraba a él; en cuanto sus uñas desgarraban su espalda, la piel se recreaba siguiendo el camino impuesto. La piel les brillaba húmeda, haciendo resbalar sus pieles, y todos los sonidos provenientes de sus bocas, chocaban produciendo una gran resonancia entre las cuatro paredes.
    Jonghyun aumentó la rapidez con que se perdía en su cuerpo haciéndolos correrse; ver como Kibum se contraía debajo de él fue la mejor parte.
    —Key, te amo—declaró abrazándose satisfecho a su cuerpo.
    —Yo también te amo Jonghyun—dijo acurrucándose contra él.
    Éste dormía plácidamente mientras Jonghyun le observaba. Quería grabar ese bello y pacifico semblante en su eterna memoria. No cabía duda de que él era la creatura más pura y merecía estar en el paraíso, pero era tan egoísta que prefería mantenerlo en el infierno junto a él.

                                **********

    Kibum realmente había perdido la cuenta del tiempo que tenía viviendo en el castillo junto a Jonghyun. Tampoco es que le molestara irse, había descubierto lo distinto que era todo en ese lugar. 
En Londres, la gente lo traba peor que a las personas con peste. En cambio, con Jonghyun le trababa bien, le admiraban. Alagaban constantemente su belleza y el buen gusto de su señor al escogerlo, todos le decían que eran el uno para el otro. 
    En los bailes todos se arremolinaban a su alrededor esperando contemplar la marca en su cuello, eso aún no lo asimilaba. Después de tener toda una vida soportando los desaires de la nobleza londinense por culta de su marca, le parecía surreal el que allí fuera la sensación gracias a ésta.
    Los días transcurrían muy agradables, la mayor parte del tiempo la pasaba con Jonghyun, tenían sus comidas juntos, se tumbaban frente a la chimenea para achucharse mutuamente, compartían lindos momentos y disfrutaban de los bailes del palacio. En ocasiones, Jonghyun le preparaba sorpresas o presentes que le iluminaban el día. Cuando él moreno tenía que arreglar sus asunto, Key (como le había apodado) pasaba las tardes leyendo (Jonghyun poseía una gran biblioteca con demasiados libros de su interés), las veces en que su mente su agotaba de leer, se entretenía platicando con Taemin, Onew y/o Minho. Ellos eran los sirventeses más leales y cercanos a Jonghyun. Sus personalidades diferían bastante entre sí.
    Onew era una persona tranquila y acertada, siempre parecía tener una solución y una sonrisa para cualquier problema. Siempre se portaba muy amable con él, y mostraba mucha paciencia ante sus muchos caprichos, pero… Jonghyun dijo que lo complacería en lo que fuera… 
    Minho, él no demostraba tener la misma paciencia para con él que Onew pero, nunca llegó a tratarlo mal, procuraba ser atento con él. Siempre había algo de coquetería en sus palabras, pero no eran más que un acostumbrado juego con el cual socializar más fácilmente; éstos disminuyeron ante las quejas por parte de Taemin y Jonghyun. Aunque en ocasiones, sólo en ocasiones se daba el gusto de molestar a aquellos dos, siguiendo el juego de Minho: sugiriéndole que los olvidasen para escaparse a vivir la vida; sus rabietas eran lo mejor.
    Taemin era la cosa más linda, mucho más tierno que el conejito que tuvo cuando niño: “el señor orejas”. Y al igual que su conejito, Taemin siempre brincaba de un lado a otro con gran ímpetu. Siempre sonriente, animado y dispuesto.
    Esos tres se apropiaron tan rápido de un espacio en su corazón, no eran sirvientes, ni lacayos, se habían convertidos en cercanos y muy queridos amigos.
    Se sentía feliz, a gusto. Al fin creía haber encontrado un hogar adecuado para él, pero eso no significaba que no extrañase su casa a menudo, esos últimos días se encontraba pensando constantemente en su abuela, y en lo sola que se encontraría con tan sólo la compañía de sus sirvientes.
    —Jonghyun, ¿podría visitar hoy a mi abuela? Desde que llegué no he regresado ni un memento para verla, y me preocupa su bien estar—preguntó desde la cama alejando su libro.
    —Lo siento Kibum, hoy tengo asuntos pendientes—respondió con culpabilidad—, pero te prometo que mañana mismo Onew te llevará a verla, ¿Si? —dijo pasando la mano por sus cabellos.
    —Está bien, ¿qué es un día más? —sonrió. 
    Jonghyun se acercó a la cama dejando un beso en su mejilla, caminó hasta la puerta pero antes de salir dijo: Y Key, no salgas del castillo.
    —Ya me has dicho muchas veces que no debo salir, y yo ya te he contestado muchas veces que ya lo sé—sonrió—. Has tus cosas tranquilo, me quedaré aquí. 
    Permaneció solo en la habitación por quién sabe ya cuánto tiempo, cuando el moreno salió su libro se encontraba a la mitad, y en estos momentos ya lo había terminado. Sin duda su costumbre de no soltar los libros hasta finalizarlos podía llegar a ser un problema… hasta que encontrara otro libro.
    Con eso en la mente, decido ir a la biblioteca a escoger otro libro. Cuando pasó la puerta, le extrañó no ver a los guardias que siempre custodiaban la entrada, pero si se ponía a pensar ahora, en todo el camino no se encontró con nadie, parecía que era la única persona vagando en el castillo. Sí con el lugar lleno de gente le parecía tétrico, ahora mismo comenzaba a sentir algo de miedo al recorrer el lugar.
    El miedo en encontrarse con un fantasma o algo más espeluznante le hiso abrir lentamente la puerta de la biblioteca; sin hacer ruido alguno. Escudriñó con sigilo el lugar, encontrando una leve luz que dejaba apreciar una figura en la oscuridad.
    Tragó pesado creyendo estar a punto de desmayarse cuando el ruido que escapó de aquella negra figura lo distrajo. Entrecerró lo ojos y agudizó la vista. Eso que pensó ser un monstruo, resultaron ser dos cuerpos.
    —Ahh… Minho, así…
    — ¿Te gusta, Taemin?
    —S-sí… Ah! 
    Todos los colores se le subieron a la cara.
    Cerró la puerta tan rápido como ésta le permitió sin emitir queja, no quería interrumpirlos. ¡Por dios! Jamás pensó toparse con algo como eso, él solo quería un libro… pero ese par de desvergonzados, hacerlo en un lugar así… ¡Pobres de los libros!
    ¿Y ahora qué hacer? Tendría que esperar a que esos dos terminaran de hacer sus “cosas” para poder coger un libro pero, ya no se encontraba muy seguro de querer entrar… al menos en tres días, dejar a su mente superar esa escena.
    Sin libro y con todas las emociones revueltas decidió buscar a Onew, él siempre estaba en la cocina comiendo pollo. Bajó todos los escalones para llagar a la sala común, el centro de todo; tenía que atravesar el castillo para llegar a la cocina.
    Caminaba a paso lento, por lo que alcanzó a escuchar los ruidos provenientes de la puerta principal. Pegó la oreja en la en el metal; la piel se le erizó por la baja temperatura de ésta. No entendía cómo no se había percatado antes de todo ese relajo. Gritos, música y tambores traspasaban la puerta, quería salir y descubrir lo que pasaba, pero Jonghyun había sido muy claro al decirle que por nada del mundo debía salir del castillo. Y él había prometido no hacerlo.
¿Por qué Jonghyun no quería que saliera? ¿Qué había haya afuera? ¿Sería algo tan terrible como para querer mantenerlo encerrado? Si realmente deseaba conocer la respuesta tendría que averiguarlo… 
    Movió la puerta solo un poco, lo suficiente para que su pupila viera tras la abertura. Pero todo lo que vio fueron borrosas neblinas del color de la arena. ¿Y si salía rápido para echar un vistazo para volver al castillo? Sí, eso haría. 
    Salió, utilizando la densa neblina y los pilares del castillo como refugio. Si alguien lo atrapaba y le decía a Jonghyun que lo encontraron fuera del castillo… no quería ni imaginar cómo se pondría. Aunque si lo meditaba, no había visto a Jonghyun realmente enojado.
    Caminó recto, encontrando un pedazo despejado que permitía ver el pequeño espacio libre a su alrededor, el suelo era seco y sin vida. Frente a él, se levantaba muro de neblina tan espesa, estaba seguro que si cruzaba por ella no podría ni ver sus propias manos, pero se encontraba más que seguro de que todo el barullo provenía de aquel lugar.
Tragó pesado antes de adentrarse en la nube de polvo. Observo absolutamente nada por unos momentos y después todo se despejo. 
    Lo que sus ojos admiraron lo dejó atónito, asustado.
    Todas esas figuras en tonos obscuros no eran humanas. Había pequeños, le llegaría a las rodillas; había unos de su estatura y otros largos y grandes que podían doblar su tamaño. Fornidos y delgados. Unos tenían el cuerpo casi redondo, tros amorfos, completamente extraños; con colas, muchas de ellas terminaban con picos; en sus dedos había garras grandes y peligrosas; dientes largos y afilados escapaban por las comisuras de la boca, los ojos brillaban en un rojo aterrador, en un negro intenso y un amarillo chillante; todos ellos como puntos luminosos en un paisaje. De sus espaldas se extendían pares de negras y desgarradas alas.
    Otros en cambio, parecían casi humanos de no ser por los colores extraños en su piel, lo destrozado de sus cuerpos y sus ojos blancos que parecían no ver nada; en sus caras había una mueca permanente de agonía.
    Corrían, bailaban, gritaban. Eran muchos, todos regados por el espacio.
    Unos cuantos descansaban tirados sobre trozos de madera, muebles y telas; otros de admiraban en cualquier cosa que reflejara su horrorosa imagen; varios copulaban salvajemente a la vista de todos sin remordimiento, otros se encontraban en medio de una pelea. Los veía sentados sobre pilas de cosas, las cuales protegían con mucho afán, tratando de robar de las posesiones de otro. Sin mencionar que su estómago empujaba hacia su garganta queriendo salir al verlos comerse en sí, se desmembraban felices unos a otros, hartándose los estómagos. Tomaban en sus garras los órganos y los exprimían en lo alto dejando caer los jugos dentro de sus bocas; festejaban restregándose la que parecía ser sangre en el cuerpo.
    Trato de ser silencioso; al parecer aun no reparaban en su presencia, pero cuando dio vuelta para regresar una figura grande y de largas extremidades se encontraba parada detrás de él, con una diabólica sonrisa.
    Atónito paró todo movimiento, esperando cualquier reacción. Esa imagen espeluznante chilló empezando a acercarse, mostrándoles las garras con que lo desgarraría. Aterrado soltó un grito, dejándose caer al suelo. Todo su cuerpo temblaba de miedo, pero eso no le impedía arrastrarse hacia atrás, tratando de alejarse de esa cosa lo más rápido posible; tratando de salvarse.
     Cuando pensó que ya no tenía escapatoria, un rugido desgarrador atravesó todo el campo silenciándolo, y de en medio de toda esa sombra de seres que huyeron despavoridos apareció una enorme criatura. De enormes y marcados músculos, con largas garras negras saliendo de sus dedos; unos cuernos torcidos adornaban su cabeza y dos inmensas e imponentes alas se desplegaron de su espalda. Sin duda ese era más aterrador que los demás.
     La criatura se aproximaba a él con la mirada furiosa. Quizá también querría comerlo, y de ese sí que no se espalaría. Cerró los ojos esperando el ataque, pero cuando no llego los abrió. La gran criatura tomó en su mano al ‘monstruo’ que estuvo a punto de matarlo, y con ambas manos le separó el cuerpo en dos mientras brama. Lanzó lejos los restos del cuerpo y luego le miró.
    Kibum le observaba, aterrado de tener el mismo destino.
    Un humo negro comenzaba a rodear a ese temible ser, hasta cubrirlo por completo. Cuando por fin se despejó, Jonghyun apareció entre el humo.
  

Notas finales:

bueno, supongo que la prox semana subire la tercera parte del primer capi :) tengan un buen regreso a clases xD


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