El castaño obscuro había despertado de su largo sueño, ni si quiera era de noche, estaba amaneciendo, por lo que creyó que durmió toda la noche continua, y no fue porque quería despertar era por el ruido molesto de su celular vibrando sobre su mesa de noche.
— Maldita sea — Se queja porque quiere seguir durmiendo, sus ojos le pesan y parece como si no hubiese dormido nada. Su boca saliva en exceso y se siente enfermo, como si fuera a vomitar un alimento inexistente en su estómago, porque estaba vacío.
Ignora su malestar y toma su móvil, mira la hora y eran las seis de la mañana. Tenía veinte mensajes nuevos y diez llamadas de una misma persona, pero no quería encarar a nadie en ese momento, menos si eran de su instituto.
Mira la agenda de su móvil para ver si debía preparar algún trabajo escolar y se da cuenta que día es, y no es que fuese una fecha especial o algo por el estilo, sino que es diez de septiembre y el recuerda haberse ido a dormir el ocho, que era un día lunes. Era miércoles y no se había despertado en dos días, sin dudas estaba mal y empezaba a preocuparse.
Su estómago, como nunca, empezaba a rugir, como si sus órganos se retorcieran en su interior exigiéndole un poco de comida, porque necesitaba alimentarse, y él no quiere discutir ni con su interior por lo que se levanta, con un poco de dificultad porque se marea y siente que no tiene las fuerzas suficientes como para caminar. Llega a la cocina y revisa en las alacenas, encuentra un paquete de galletas a medio abrir y una lata de frutas, no se fija si estaban en mal estado porque se las come sin mirar que tipo de fruta era, o de que sabor eran las galletas porque verdaderamente tenía hambre y no quería soportar más de un minuto en ese estado, no al menos cuando tenía ese delicioso manjar en sus manos. Estaba satisfecho.
Con una sonrisa de picardía deja las cosas en el cesto de basura y se va a tomar una ducha caliente. Cuando es horario camina tranquilamente hasta el instituto.
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Estaba saliendo al almuerzo cuando escucha un comentario desagradable, que no es para él, sino es para una chica que pasa a su lado, y se lo dice su amiga: “Estás muy gorda”, y de repente, todos lo están mirando, todos lo señalan, todos se reían de él, todos le decían gordo… pero de un momento a otro, esa obscuridad que le atemorizaba, que le daban ganas de no existir se desvanece como el viento, y una luz increíblemente sanadora le rodea.
— Disculpa… ¿estás bien? — No sabe cuándo es que ese chico de cabello rizado se acerca hasta él, tocándole el huesudo hombro. Su corazón quiere huir de su cuerpo y no sabe porque.
— ¿Luhan…? — ¿Acaso ese muchacho era un ángel? Porque en ese momento lo estaba creyendo.
— Oh, recuerdas mi nombre… soy tan feliz. — Dice con una enorme sonrisa — Quería saber si estabas bien, te veías pálido.
— Si, no tuve una buena semana. No te preocupes, no es nada grave — Susurra lo suficientemente algo como para que Luhan le escuchara.
— Mira, como la cafetería está muy llena, y esta mañana te note muy decaído en todas las clases, te conseguí unos cupcakes y un sándwich. ¿Quieres almorzar conmigo? — Le dice amablemente, sin darse cuenta que el más bajo le miraba justo a los ojos, lo que le hizo cohibirse un poco pero sin abandonar su radiante sonrisa.
— No me molestaría.
Y buscan unas mesas en el jardín para almorzar juntos, empiezan a conocerse y se dan cuenta que tienen gustos similares, entre ellos su gran amor por el futbol y el grupo X9.
— En serio, tenías mucha hambre, haz comido mucho — Le palmea la cabeza.
Xiumin mira sus manos, llenas de crema del pastelillo y luego siente un gusto agrio en su boca, de repente su estómago empieza a revolverse. Ve sus manos infladas, como un globo, se siente gordo, y eso le da asco. No da explicaciones o se despide solo corre de ahí y llega rápidamente hasta unos baños cercanos, inspecciona que no haya nada y se encierra en un cubículo.
Se hinca en un inodoro y da un suspiro largo, sus dedos son lo suficientemente largos como para que se colaran por su garganta y le dieran arcadas, solo quería expulsar todo lo que había comido, todo lo que le hacía sentirse pesado y gordo. Y todo lo comido esa mañana y hace unos minutos desaparece de su cuerpo por su boca, dejándole un gusto completamente agrio en su lengua.
Siente que su boca saliva demasiado y necesita limpiarse. Cuando tira la cadena sale del cubículo y llega al lavamanos, toma un poco de agua del grifo y se enjuaga, y en su bolsillo del pantalón tiene un spray de menta para quitarse el mal aliento de ella.
Cuando sale del baño se detiene al ver que Luhan llegaba corriendo, quizás demasiado desconcertado por su rápida huida sin motivo.
— Xiumin, ¿estás bien? — Pregunta, mientras intenta recomponerse, porque no supo cómo el flacuchento castaño corría tan rápido, y él, que practicaba deportes pudo seguirlo a un paso lento, casi ahogándose al no tener aire en sus pulmones, o era por el susto de que Xiumin se fuera o por el hecho de que no corría hace semanas.
— Sí, estoy bien. No te preocupes — Dice, y puede jurar que Xiumin siempre le responde lo mismo cuando le pregunta su estado, rápido y cortante, como si quisiera ocultar algo ante él, y debe admitir que lo hace muy bien, o sino inclusive su familia se habría enterado.
— ¿Seguro? Es que huiste y te ves muy pálido est-
— Si, Luhan, es que recordé una pesadilla, fue de una forma muy vivida, pero no hay nada de qué preocuparse — Le sonríe, y el de cabello rizado no sabe qué hacer en esa situación, es que el más bajo lo decía de una forma tan creíble, y solo asintió — Ven — Le tomo del brazo— Es hora de regresar a clases, sabes que luego nos pondrán amonestaciones.