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Promesas y Mentiras por Butterflyblue

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Notas del fanfic:

Hola por aqui estoy con la segunda historia de esta serie, Promesas y Mentiras es la historia de Franco y Dominic, espero les guste y los invito a leer.

Quisiera aclarar que toda esta serie contiene MPREG, al que no le guste este genero le pido que no pase a leer, se evita y me evita un disgusto.

Acalarado ese punto no me queda mas que esperarlos por aqui y desear se de su agrado y me lo dejen saber con un mensajito. Aliciente para seguir escribiendo.

Un gran abrazo, gracias por leer.

Butterflyblue.

Tratare de responder los mensajes sino en el propio mensaje en las notas iniciales de cada capitulo. Tenganme paciencia por fa.

Notas del capitulo:

Sin mas les dejo el primer capitulo espero les guste.

Teniendo el corazón destrozado no le dio importancia a la oscuridad o al frio, pero a medida que el tiempo fue pasando y sus pasos inciertos lo alejaron del lugar que ahora odiaba, comenzó a cobrar conciencia del giro que había dado su vida.

Pasó la noche sentado en la banca de un sombrío parque, fue la suerte la que permitió que aquella noche la vida no le enseñara su lado más oscuro. Sin embargo esa suerte habría de ir desapareciendo los días que siguieron a aquel.

Su orgullo quedó hecho trizas cuando le tocó pedir para poder comer. Había tratado de bloquear todo recuerdo de su vida anterior. El joven mimado que todo había tenido, los zapatos de las mejores marcas, la ropa de diseñador, las mejores escuelas, las relaciones amistosas con lo más encumbrado de la sociedad, el lujo, el esplendor. Todo aquello perdido en una noche, todo aquello hundido en una mentira.

 

Ahora que comía lo que había podido comprar con lo poco que tenia, se dio cuenta de lo frívola y vacía que había sido su vida. Sentado en el sucio banco del sombrío parque que había convertido en su refugio, se permitió mirarse a través de sus recuerdos. No era él, Dominic Kiev, ese lugar no le pertenecía. Él era Dominic nadie, un hijo que alguien no había amado, otro anónimo que había sido abandonado y que los Kiev tuvieron a bien adoptar para regalarle aquella vida con la que cualquiera hubiese soñado.

No había sido su sueño una vida donde no tenía identidad. Dominic nunca supo quién era y hasta ese fatídico día en el que su padre lo repudió por ser homosexual y tuvo la sangre fría de gritarle aquella terrible verdad en el rostro, no se había visto ni una sola vez como en realidad era.

"Maldigo el día en decidí adoptar a un criatura tan problemática como tú. Te he dado todo y tú me pagas ensuciando mi apellido"

Aquellas crueles palabras quedarían marcadas en su memoria para siempre. Ese día de una triste forma descubrió quien era.

Al terminar de comer se recostó del banco y miró con tristeza las estrellas que lo cobijaban. Tenía más de un mes en la calle, viviendo como un indigente, pero no extrañaba lo que había dejado atrás. Pudo haber pedido ayuda, su madre adoptiva se había disculpado con él por la actitud de su padre, pero ni sus lagrimas ni su aparente sinceridad fueron suficientes para evitar que él escapara aquella noche, de aquella que nunca fue su casa.

Pudo haber recurrido a su hermano mayor con el que siempre tuvo una buena relación, pero el infierno que este vivía solo era comparable con su infelicidad. No quiso cargarlo con más problemas. Los amigos que tenía solo eran falsas ilusiones que daba el dinero que alguna vez ostentó. Nadie era de confianza, él lo sabía, hablaban a su espaldas, lo condenaban por su sexualidad. Se burlaban de su fragilidad, de sus ademanes femeninos, de su sensibilidad.

 

"Homosexual" "Maricon" "Mujercita"

Aquellos apelativos los escuchó muchas veces, soslayados claro está, pues nadie se atrevía a hacerle una afrenta a Dimitri Kiev. Su padre era más que un nombre, era dinero, era poder.

Así los días fueron pasando, caminaron a través de él, dejando las huellas de una vida que no conocía. Dominic conoció el dolor, la vergüenza, la pena, el hambre... el miedo.

Seis meses después, una noche, hacia una cola para entrar a un refugio. Su cuerpo joven y esbelto alguna vez, estaba agotado y delgado al extremo, había oído de alguno de aquellos seres sin rostro que pululaban por las calles de nueva york, de aquel refugio. Por primera vez se sintió necesitado del cobijo de algunas paredes, de la suavidad de una cama.

Estaba exhausto, había trabajado en lo que había podido, pero su falta de un hogar, de referencias, de experiencia, lo había hecho encontrar trabajos de mierda, con personas que solo habían sabido aprovecharse de él. No tenía sino lo que llevaba puesto. Los caros zapatos deportivos con los que había salido de su casa, le fueron robados en aquel sombrío parque donde no volvió a dormir. Las huellas de aquel ataque aun estaban en su piel, su torso exhibía una larga y fina cortada, que por suerte fue la única herida grave de aquella noche. Los golpes en su rostro fueron desapareciendo con el tiempo, pero las heridas en el corazón de Dominic se hicieron más profundas.

Decidió dejar de luchar, se perdió dentro de su mente, dormía en donde lo agarrara la noche, comía de la basura, se abandonó a su suerte pensando que no conseguiría nada más que aquello que tenía. La mujer que estaba recibiendo a las personas en la entrada del albergue, vio entonces a aquel joven sucio y delgado, que vestía harapos y que no llevaba nada puesto en unos pies pequeños y delicados, que seguramente fueron hermosos alguna vez.

La conmovió sobremanera la inmensa tristeza que vio en aquellos ojos hermosos. Se preguntó qué hacia aquella criatura indefensa en un albergue como aquel, donde solo recibían drogadictos o alcohólicos. Ella, que había visto en aquel lugar lo más bajo de la miseria humana y cuyo corazón pensó endurecido, sintió deseos de llorar cuando le entregó la frazada y la bolsita con artículos de limpieza.

El rostro de Dominic se iluminó cuando sintió entre sus manos la tibia y suave tela y un atisbo de sonrisa se pintó en sus labios al ver la barra de jabón y el cepillo de dientes. Quizás por aquella única vez volvería a sentirse como un ser humano. Pero el mejor momento fue cuando ya bañado y vestido con ropa limpia, se recostó en el pequeño catre, cubierto con un delgado colchón, que a él le pareció como si estuviera relleno con delicadas plumas.

Lilian, lo vio dormir pacíficamente y contra todo lo que había hecho ella siempre, esa noche se quedó vigilando a aquel joven, temerosa de que alguien le hiciera daño. Pero antes de nada hizo una llamada.

Franco Abramo era un destacado abogado y un hombre muy poderoso en la ciudad de Nueva York. De padres italianos había vivido la mayor parte de su adolescencia en Italia, pero su vida había dado un giro enorme, cuando aceptó su sexualidad. Ser homosexual no era bien visto en su muy respetada familia. Franco siempre había sido un hombre muy práctico y ecuánime, así que un buen día les reveló a sus padres que era gay y esa misma tarde se marchó para los Estados Unidos. El poco dinero que llevaba en sus bolsillos lo había ganado con su trabajo duro, jamás se había valido del dinero de sus padres. Quince años después, con treinta años, amasaba una buena fortuna ganada con esfuerzo propio.

Lilian Sinclair era una buena amiga de la universidad, filántropa, abnegada y dadivosa, era su puerta a las obras sociales, de las cuales él era un gran activista. No le sorprendió su llamada de aquella noche, pero si le intrigaron sus palabras.

"Quiero que salves a este joven Franco, parece un ángel, y está indefenso, tengo miedo por él"

Franco dirigía entre muchas otras cosas un fundación que ayudaba a jóvenes en situación de calle, con problemas de droga o alcohol. Llamó al director del centro, un psicólogo bastante joven y entusiasta que como él, dejaba el corazón ayudando a aquellos muchachos.

—Nathan, disculpa la hora, pero necesito que mandes a preparar una habitación. Lilian me llamó, necesita ayuda con un joven en su albergue y lo llevaré mañana para allá.

El joven estuvo encantado de ayudar y cuando Franco colgó, sintió un repentino deseo de que amaneciera pronto, para conocer a aquel joven por el que Lilian estaba tan preocupada.

Dominic comenzó a despertar lentamente. Hacía meses que no dormía tan bien. Cuando abrió los ojos, la sonrisa amable de un hombre tremendamente apuesto lo recibió.

— ¡Buenos días!

Le saludó.

Dominic se replegó en la pequeña cama mirándolo entre receloso y temeroso. Miró a todos lados, buscando a la joven que le trataba amablemente.

—Lilian está en la cocina, con el desayuno. —Le dijo suavemente Franco, respondiendo a su muda pregunta. — ¿Tienes hambre? ¿Qué te gustaría comer?

La mirada de Dominic se oscureció. Franco notó entonces que aquellos ojos almendrados se volvían de un oscuro encantador cuando su dueño se entristecía.

"¿Que podría estar pensando, para tener ese triste semblante?"

Franco no quiso hacer aquella pregunta, pues pensó que lo incomodaría.

—Yo estoy tomando té ¿Te gusta el té? —Insistió Franco extendiéndole una taza humeante, con un aroma que a Dominic se le antojó delicioso.

Con movimientos inciertos extendió sus manos y tomó la taza. Se estremeció cuando sintió el sutil toque de las grandes manos del hombre rozando las suyas.

—Ten cuidado, está caliente.

Le dijo Franco con una amable sonrisa.

Dominic asintió sin mirarlo y se tomó el té con pequeños sorbos, consciente de que el hombre estaba allí y no parecía querer irse.

"¿Será un policía?"

Se preguntó temeroso, después de todo estaba en un albergue para gente de la calle y las personas que había visto allí no tenían muy buena pinta.

—No voy a hacerte daño.

Le dijo el hombre con aquella suave y seductora voz. Dominic lo miró con detenimiento, tratando de controlar su miedo.

—No soy un ladrón.

Le espetó con un dejo de molestia, buscando defenderse sin saber por y de que.

Franco rio con gracia, aquel joven tenia carácter, eso le gustó. Pudo notar por lo poco que había visto que no se drogaba, sus brazos estaban libres de marcas de agujas y su temperamento no era de alguien con una resaca de drogas o alcohol.

"¿Qué haces en la calle, pequeño?"

Se preguntó, curioso por la historia de aquel joven.

—Yo no he dicho que seas un ladrón. Por cierto, soy Franco Abramo.

Franco le extendió la mano con cortesía, esperando que el joven le devolviera el gesto y poder saber así su nombre.

Dominic miró la mano y luego al hombre que le sonreía. Tenía miedo, todo en los que había confiado le daban la espalda o lo usaban. ¿Cuantos de aquellos que le habían ofrecido trabajo en aquellos meses no se habían aprovechado de él? La gente era mala, usaban todo lo que tenían para hacer daño, para sacar provecho de los demás. Dominic ya no quería confiar.

Franco lo vio bajar la mirada inseguro y perderse en sus pensamientos. Retiró la mano y suspiró, no iba a ser fácil acercarse a aquel muchacho temeroso. En ese momento llego Lilian con el desayuno.

—Hola pequeño, mira, te traje el desayuno.

Franco le vio sonreírle a Lilian y tomar con agrado la comida que esta le extendía.

"Así que la desconfianza es con los hombres"

Pensó que tendría que valerse de Lilian para poder ganarse la confianza del chico.

Dominic comió lentamente, atento a la amena conversación de la joven con el hombre que lo intrigaba. Le gustaba Lilian, era dulce y se veía sincera. Sabía que lo hacía porque le tenía lastima, pero aun así, con él había sido muy dulce, más que cualquier otro de los que estaban en el albergue.

Un rato después y luego de tratar de ganarse la confianza de Dominic sin lograrlo. Franco se despedía de Lilian.

—Mantenlo aquí unos días, yo vendré cada vez que pueda para írmelo ganando poco a poco, hasta que pueda llevarlo al centro. Ya Nathan está esperándolo.

Lilian se despidió de su amigo y se acercó a Dominic que recogía sus cosas resignado a volver a la calle. Sabía que en aquellos lugares no se podían pasar más de un día, para dar oportunidad a otras personas. Lilian tomó su mano sonriéndole con cariño.

—No te vayas pequeño, aquí te puedes quedar.

Aquella fue la primera vez que consiguió una buena oportunidad. Lilian lo puso en la cocina como ayudante, fregaba los platos, ayudaba a servir y a cambio tenía una tibia cama y las tres comidas aseguradas. Lilian era encantadora y lo cuidaba como si fuera su hijo, aunque solo tenía edad para ser su hermana mayor.

Franco iba todos los días, poco a poco se lo había ido ganando. Al principio eran pequeñas conversaciones. Ahora, casi un mes después, ya franco sabia su nombre y muchas de las cosas que le gustaban, aunque aun lo frustraba no saber el porqué estaba en la calle.

Ese día, Franco se despidió sonriente, había decidido decirle del centro, hablarle de las cosas buenas que harían allí por él. Ayudarlo a volver a estudiar, conseguirle un buen trabajo, darle ayuda para que cambiara su situación de calle. Pero la vida tenía otros planes.

En la noche, cuando todos dormían, unos hombres enceguecidos por las drogas intentaron robar el albergue. Lilian dormía en el albergue para cuidar de Dominic y esa noche él luchó con todo lo que tenia para defenderla.

Franco recibió la llamada en la madrugada. Llegó al hospital casi sin aliento. El médico que le había llamado lo recibió con tristeza. Lilian había muerto en la mesa de operaciones por las múltiples heridas. Dominic estaba resistiendo, pero el pronóstico era reservado.

Largos y tristes días pasó Franco en el hospital. Por primera vez en muchos años, rezó, sentado en la pequeña capilla del hospital. Sentía un dolor inmenso por la pérdida de su amiga, y rezaba para que su sacrificio no fuera en vano y el ángel que ella tanto había deseado proteger se salvara. 

Sus rezos fueron escuchados finalmente y Dominic una mañana abrió sus hermosos ojos. Franco le sonrió con cariño y lo abrazó soportando estoicamente el embate de su dolor al saber la muerte de su protectora.

—Ella, donde esté, es feliz porque tú te salvaste, pequeño. Ella sabe que tú luchaste y estoy seguro que te lo agradece.

Le dijo con ternura al oído, conmovido por el dolor del joven por no haberla podido salvar.

Cuando Dominic salió del hospital ya había pasado un mes más. Franco no se separó ni un día de él. Pero no iría Dominic al centro de ayuda como en un principio pensó Franco. Después de aquello días cuidándolo, soportando ambos la pena. Nació entre ellos un sentimiento para el que ninguno tenía nombre. Franco no se hallaba alejándolo de él y sin pensarlo lo llevó a su casa.

 

Cinco años después...

 

—Dominic Kiev.

El aludido salió de su ensimismamiento, mirando a la mujer que le llamaba, con la expresión de quien acabada de despertar de una triste pesadilla. Una mano tibia tomó la suya con delicadeza. Dominic sonrió tenuemente.

— ¿Dom, te sientes bien?

La mirada dulce de su amigo le infundió fuerzas.

—Gracias por estar aquí Gal, no sé si ya te lo había dicho, estoy muy feliz de que seas mi cuñado y de que pueda contar contigo.

—Siempre Dominic, siempre contarás conmigo.

Le aseguró Gal con ternura, notando que su amigo estaba muy nervioso, apretó su mano y giró su rostro hacia la enfermera que aun aguardaba a que le acompañaran al interior del consultorio, donde ya un joven médico los esperaba.

—Denos un minuto por favor.

Le pidió a la joven, que asintió silenciosamente, marchándose enseguida.

—Dom...

—Quisiera ser como tu Gal. —Le espetó Dominic con los ojos llenos de lágrimas. —Quisiera ser fuerte, valiente, quisiera no ser tan sensible. Quisiera ser un hombre completo y no la mitad de él. Me siento tan perdido, pienso en todos los argumentos que me dio Franco para no hacer esto. En este momento no recuerdo porque quiero tener un hijo, o porque quiero tenerlo de esta forma.

Dominic se atragantó con las palabras, lo sollozos llenaban su garganta. Gal lo abrazó con fuerza.

—Franco me dijo que si hubiera querido hijos se hubiese quedado con una mujer. —Murmuró Dominic con la voz rota y amortiguada en el tibio pecho de su amigo— . Yo sentí que el mundo desaparecía bajo mis pies, en ese momento deseé con todo mi corazón ser una mujer, Gal.

Dominic apretó los puños con fuerza, su llanto se hizo más sentido.

—Toda mi vida crecí escuchando como los demás me llamaban mujercita, mi aspecto femenino, delicado, mi carácter suave, amable, dulce. Todo lo que molestaba a mi padre, todo lo que me decía que la genética se había equivocado conmigo. Pero no se equivocó Gal, por más que lo desee no soy una mujer, soy un hombre y mi cuerpo carece de los medios naturales para dar vida.

Se separó de los brazos de Gal, mirándolo con una profunda tristeza.

— ¿Qué hay de malo en querer un hijo? ¿Qué hay de malo en hacerlo de una forma menos natural? ¿Por qué Franco no entiende que por más que se corra dentro de este cuerpo estéril y seco no podrá darme lo que deseo? ¿Por qué no entiende que yo quiero sentir ese pequeño ser dentro de mí, que quiero ser yo quien le de la vida? La ciencia hoy en día nos puede permitir ese deseo ¿por qué no aprovechar el regalo? ¿Por qué mirarlo como una aberración? ¿Qué hay de diferente entre un hombre y una mujer? ¿Acaso el amor hacia un hijo no es el mismo?

El llanto cesó, dando paso a una profunda tristeza, el rostro abatido de Dominic, conmovió profundamente a Gal.

—Yo no soy un inmaduro Gal, no soy un egoísta. Solo quiero una oportunidad. Solo quiero poder decidir sobre mi cuerpo, sobre mi vida.

Gal suspiró limpiado el rostro húmedo de lágrimas.

—Tú fuiste el que me dijo que los hombres tenían el mismo amor y la misma fuerza para ser padres, así que no pienses lo contrario de ti. Dominic, tu eres aun más fuerte que yo y te aseguro que más valiente también. Ya verás que Franco entenderá y si no lo hace pues él se lo pierde, es tu vida Dominic y tienes todo el derecho a decidir. Vamos a entrar a ese consultorio, vamos a oír todas las opciones y entonces tú tomaras la decisión. Nicolai y yo estaremos allí para ti, sea lo que sea que decidas no vas a estar solo en esto.

Dominic sonrió liviano, habiéndose desahogado. Consiguió un poco de paz en el remolino de emociones que sentía bullendo en su interior. Gal le había demostrado ser un gran amigo y ya no se sentía solo haciendo aquello que había tomado la determinación de hacer, aunque le costara su relación con Franco.

Después de una larga charla con el médico y de revisar el montón de exámenes que ya se había hecho previamente. Firmó todo lo que había que firmar, leyó todo lo que tenía que leer y cuando la tarde comenzaba a caer, fue ingresado en una habitación. Gal desempacaba las cosas que traían para su estadía por ese fin de semana en la clínica, cuando sonó su celular.

Dominic lo miró con aprensión.

—Es Nico, los niños deben estar inquietos, le pedí que me llamara si se ponían muy latosos.

Lo tranquilizó Gal, que de inmediato contestó la llamada. Dominic terminó de desempacar, mientras con un sentimiento de emoción escuchaba a Gal hablar con sus hijos.

—Tienen que portarse bien con papi. Cuando regrese jugaré mucho con ustedes.

Le escuchó decir con una dulce voz. Sonrió cuando el joven comenzó a cantarles a los niños e imaginó el rostro de ellos, emocionado y feliz. Gal era un padre maravilloso. Apartó su rostro apesadumbrado, al sentir una ligera envidia, él quería aquello, quería dar ese amor, quería que lo amaran así de esa forma tan pura, el amor perfecto de un padre y un hijo.

Acarició su vientre mirando por la ventana. Imaginaba un bebe con el pelo castaño claro de Franco, con sus ojos grandes y grises, con su hermosa sonrisa. O una niña con sus ojos de miel, con rizos marrones y nariz respingona. Sus manos se volvieron un puño. Franco no cedería ante nada, él lo sabía, estaba haciéndose ilusiones. Al final tendría que aceptar la opción de un donante de esperma y aceptar que su relación había llegado a su fin. Franco no quería hijos, no quería la vida que Dominic soñaba. Habían sido felices y compartían planes de una vida entera juntos, hasta que Dominic descubrió la existencia de Biofertiliti y con ese descubrimiento la posibilidad de hacer realidad un sueño. Un sueño que destruyó las endebles bases de su relación con Franco Abramo.

Con amargura pensó que había estado engañándose, pues su relación era tan efímera que Franco no había tardado en conseguirle un sustituto. Ese joven quizás compartiría su pragmatismo, su rechazo por algo tan antinatural como un embarazo masculino. A lo mejor ese joven si vería la vida como la veía él, a lo mejor él si estaba dispuesto a vivir con sus imposiciones. Recordó el papel que había desencadenado todo.

"Salvaste mi vida, eres y serás lo mejor que me ha pasado"

Aquellas palabras escritas de puño y letra de alguien que aun no tenia rostro para él, aún le amargaban el corazón. Las conversaciones soslayadas en llamadas escondidas, las palabras dulces que le había escuchado pronunciar al que tanto le había jurado que lo amaba. Dominic no tuvo dudas de que su futuro había cambiado de rumbo y que de ahora en adelante le tocaba seguir solo.

Unos brazos cálidos lo envolvieron. Entonces sonrió, quizás después de todo no estaría tan solo. Su bebé tendría el amor de unos tíos maravillosos y quién sabe si también de unos entusiastas abuelos. La relación con sus padres mejoraba cada día y estaba seguro que apoyarían su decisión de tener un hijo, como apoyaban a Gal que planeaba volver a embarazarse cuando Dylan y Sarah tuvieran tres años.

—Franco llamó a Nicolai, le preguntó cómo la estábamos pasando en Vancouver.

Le dijo Gal mientras lo llevaba a sentarse a un mueble grande que había en la habitación.

— ¿Crees que sospeche algo?

Preguntó Dominic suspirando con cansancio.

 Gal negó con la cabeza.

—Nico le dijo que estábamos de maravilla y que había hablado con nosotros en varias oportunidades. No le gusta mucho estar mintiendo pero dice que Franco se lo merece.

Gal sonrió, pero su sonrisa se desvaneció al ver la mueca de tristeza en el rostro de Dominic.

—De seguro llamó para saber si estoy bien lejos de verdad. Así podrá aprovechar este fin de semana para tirarse a su amante en nuestra cama.

La amargura de Dominic se podía sentir en el aire. Gal tomó su mano mirándolo con seriedad.

—Yo se que tienes pruebas Dom, pero, la verdad yo aun no estoy convencido de que Franco te esté siendo infiel. Yo pienso que deberías enfrentarlo y decirle lo que sospechas, podrías estarte equivocando. No todo es siempre lo que parece, podrías perder todo lo que tienen juntos, perder el amor que se tienen.

Dominic se puso de pie y caminó de nuevo hasta la ventana, donde la noche comenzaba a pintar el paisaje de Atlanta.

—De todas formas lo nuestro va a terminar, Gal. Aunque no tenga un amante, aunque yo haya malinterpretado todo lo que he visto. Nuestra relación no va a soportar esto. Cuando yo regrese el lunes y le diga lo que hice, Franco me va a odiar, porque su palabra es ley. Él odia que le lleven la contraria, él es el adulto, el maduro, él es el que toma las decisiones y yo acepté eso. Yo viví conforme con eso, hasta el momento en que decidí soñar, hasta el momento en que decidí tomar una decisión por mí mismo. Él no va a soportar que yo, el niño que recogió de la calle, el inmaduro, el egoísta, haya decidió pensar por sí mismo.

—Franco te ama Dominic, estoy seguro que de verdad no crees que el piense así de ti. Ustedes iban a casarse, tienen cinco años juntos. Después de todo lo que han vivido yo se que aun tú crees en salvar su relación.

Dominic se recostó en la cama dándole la espalda a Gal.

—Ya no se qué creer Gal. —Murmuró dolido— .Mi mundo se volvió patas arriba en un momento en el que creí no podría ser más feliz. Pensé que el compartiría mi sueño, que sería tan feliz como yo por la oportunidad que se nos presentaba y lo que conseguí fue conocer una parte de él que no conocía y que no me gustó conocer. Jamás pensé que Franco fuera un fanático intolerante, siendo que ambos somos hombres, que tenemos una relación homosexual y que además íbamos a casarnos. Tildar a un embarazo masculino como antinatural después de todo eso, me pareció lo mas hipócrita que había escuchado. Pero lo que más me dolió fue su negativa a escucharme, su interés en salirse con la suya ofreciéndome adoptar un niño si lo que yo quería era un hijo. Se cerró a darme una oportunidad de exponerle mis razones, me tildó de todo lo que ya te dije y me dio la espalda. No hemos hablado más de diez palabras desde tu matrimonio y de eso ya han pasado cinco meses. Estamos juntos en casa, pero es como si yo no existiese. Yo aun puedo creer en nuestra relación Gal, pero él ya no cree, él ya consiguió alguien más y yo he decidido por mi bien seguir adelante.

Dominic durmió esa noche inquieto, con un sueño plagado de pesadillas. A la mañana siguiente cuando la enfermera vino a prepararlo para la cirugía estaba cansado y ojeroso.

—Estaré en la sala de espera. Todo va a salir bien. El médico ya te dijo que es una cirugía sencilla y mañana mismo te darán de alta. Yo ya pasé por eso y te digo que saldrá todo de maravilla. Después, en un mes volveremos para escoger la donante de óvulos y el donante de es...

Gal estaba tan entusiasmado que no notó que metía la pata. Pero Dominic lejos de molestarse le sonrió.

—Quiero que el donante de esperma sea rubio como tú, así tendré un hijo o una hija tan guapo como Dylan.

Le dijo Dominic medio adormilado por el sedante que le habían puesto. La enfermera vino a llevárselo y Gal besó su frente con cariño. Mientras veía alejarse la camilla, se lamentaba por su amigo, no debería pasar aquello solo. Franco debería haber estado allí, debería haberlo apoyado, después de todo Dominic hacia aquello porque lo amaba.

¿Podría ser Franco tan egoísta y cerrado de mente como para no darse cuenta?

En la ciudad de Nueva York, mas específicamente dentro de una lujosa oficina. Franco recibió una llamada que había estado esperando.

— ¿Los encontró?... ¿Dónde?... ¿Está ya en cirugía?... Gracias... No, no necesito nada mas, le transferiré su pago a la cuenta de siempre.

Franco dejó su celular sobre la mesa con un contenido movimiento. Todo lo que quería era destrozar lo que tuviera a su alcance. Le habían mentido, todos le habían mentido y ya era demasiado tarde para hacer algo. Dominic lo había traicionado y con eso le ponía fin a cinco años de relación, jamás podría perdonarle el que le mintiera. Seguro, cuando regresara el lunes lo haría con la esperanza de que el aceptara lo que había hecho, pero Dominic se iba a encontrar con una sorpresa.

Se puso de pie con violencia y tomó su chaqueta para marcharse, su teléfono volvió a sonar. Al ver quien llamaba contesto conteniendo el desdén.

—Dwain te pedí que no me llamaras al celular.

—Te necesito Franco, por favor ven a verme, no quiero estar solo, me siento muy mal.

Le rogó una suave y temerosa voz al otro lado del teléfono. Franco suspiró con cansancio, tardó unos segundos en decidirse.

—Tranquilízate, voy para allá.

Cuando colgó se sintió mal, le había negado muchas veces a Dominic que tuviera algo con otra persona. Pero la persona existía y le había traído muchos problemas a su relación. Harto de pensar en ello se encogió de hombros, ahora era un hombre libre y no tenía nada por lo que sentirse culpable.


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