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«Let's Disappear» por Blacklist

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Notas del capitulo:

Not another Danger Fanfic, but yes...

 

Sólo aclaro que pese a las apariciones de otros personajes,la historia se basa completamente en Tae Min.

 

Con mi regreso a este mundo de escritura espero les sea de agrado y un poco diferente a todo lo que ya puede que hayan leído.

 

«The Blacklist»

«Eres...eres perfecta nadie te puede igualar»

Nos abrimos camino a través de un pequeño apartamento, no muy diferente al hogar de cualquier otro universitario. El espacio era lo preciso, justo y necesario. Lo único que parecía estar en un completo orden eran los espacio comprendidos por la sala y cocina, era lo que cualquier visita vería en el lugar. Un arreglo sencillo en un tono monocromático, pinturas abstractas en blanco y negro, un juego de pequeños muebles, comunicado y dividido de la cocina por el mesón que asemeja un pequeño bar por la cantidad de copas y distintas botellas que dejan visibles los vidrios del compartimiento sobre la cerámica en que sus dos ocupantes solían desayunar. Nada atípico por los momentos.

Sin embargo, si viajamos a la habitación era todo un caso distinto, allí el orden sería la ley del desastre. Sólo su original creador podría encontrar un libro entre los tantos apilados, tanto en la pequeña repisa como en los suelos. Un ratón sería feliz allí, entre la ropa tirada, papeles arruchados y bolsas de antigua comida chatarra. La plena oscuridad que brindaba la cortina y la poca iluminación de los bombillos sería amado por cualquier animal nocturno que quisiera pasar desapercibido. Creo que todo se despejaba al reconocer la luz del cuarto de baño, puesto que este no estaba en tales estados, sólo tenía los pequeños detalles de algún vidrio roto y una que otra cosa fuera de su lugar.

Esta era la acogedora madriguera de un estudiante de fotografía profesional. Cursando los últimos años de carrera, Jong In no se preocuparía por hacer cambios en su estilo de vida, ya gozaba de muchos. Ese ambiente le parecía perfecto en la cima de un sexto piso.

 

«Voy por encima del muro»

Se podría decir que un soltero, con comunes denominadores de solteros, en un apartamento que era más que compartido por dos aunque, cualquiera podría decir que Jong vivía solo, era muy independiente. Pero, ya hemos mencionado que esto no es del todo cierto. Nadie en ningún momento lo veía entrar o salir por la puerta principal, cruzando la planta del edificio o en el ascensor. Sus horarios no eran los típicos de andar a plena luz, saludar a quien apodaba por Kai y seguir en su rutina para encontrarse en las noches o mañanas en un compartir de sus movimientos. Los compañeros de Jong, esos pocos que irrumpían en su privacidad ya tenían el entretenimiento de la imaginación. Algunos decían que era una chica oculta, una pareja que no quería revelar a su grupo social. Otros sólo lo asociaban con escapadas nocturnas de su amigo, esas que podrían ser olvidadas por los niveles de alcohol y es que, las prendas y característico aroma perfumado que dejaba a su paso este misterioso compañero era difícil de ignorar. Por eso y sólo por ese aspecto llamativo, se asociaba con una fémina.   



«Bam bam bam bam baram...»

Los pasos en la cima de los edificios traían su ritmo, por suerte la distancia entre uno y otro era tan escasa que no se le dificultaba su andar felino. La vigilancia en algunos edificios cercanos era tan mediocre que no era necesario un esfuerzo mayor que el de agradar a la vejez uniformada que lo confundía como residente. Ya saben como nunca era visto en las entradas. Su hora preferida de llegada comprendía las horas del amanecer.

 

«Bam bam bam bam baram...»

Con la experiencia, con el escaso periodo de medio año transitando la misma ruta. De norte a Sur, de este a oeste o viceversa, las puertas sólo accedían a sus trucos, las llaves ya tenían gemelas y las ventanas siempre permanecían abiertas. ¿Era muy típico entrar por el balcón? En ocasiones lo hacía, en otras prefería no alarmar y entrar por la puerta principal para parecer un poco más normal. Allí, el resonar de sus pasos sería un poco menos perceptible.

 

Abre tu invencible corazón —5:00 a.m.—

 

—Mierda...—Murmuró la sombra que recién cerraba la puerta con cautela. ¿Qué torbellino había pasado por su sala? Si, solía hablar y pensar con posesión.

 

Se abrió camino, entre las cajas de lo que fue una entrega de pizzas, algunas botellas. Su mano se deslizó por los inmuebles y consiguió algunas cartas, juegos de apuestas que por lo que presenciaba no era más que un reto de resistencia. Su expresión cayó en plena desaprobación hasta encender las luces de la cocina. Allí, apoyado en el mesón que le daba plena vista al nuevo desastre, dejaba en nítida percepción la oscuridad de su ropa, el brillo de sus rubios cabellos y el tumulto en el sofá que asociaba por su pareja. Observaría el ambiente mientras saciaba su sed con un poco de agua, dejando el vaso de cristal apoyado sobre la comisura de sus labios en completo análisis. ¿Cuánto le llevaría organizar todo?  Sus pasos seguían sin sonido, sólo el deslizar de su ropa resonó en el silencio al inclinarse frente los oscuros cabellos del compañero. Pasó sus manos, enredó sus dedos  y sin algún sentido de sensibilidad alzó sus rostro jalando sus cabellos. Como esperaba, Kai ni siquiera estaba consciente de su presencia.

 

—Me tomará más de lo que acostumbro por tu maravillosa idea de festejar quién sabe qué—. Protestó con un sonar malcriado cuando lo soltó, armando su fuerza para levantarse. El misterioso rubio odiaba el desorden, lo que significaba que él era el causante de la desaparición de todo lo descrito anteriormente. Esta vez, como ya lo predecía, le tomaría más de una hora al tener que incluir el salón.   

 

 

Aparezco como el viento y desaparezco como el humo engañando a tus ojos

Me acerco como un pétalo me escondo como una espina apuntando a tu corazón

 

El sol repentinamente inundó la habitación con el abrir de las cortinas. La mañana estaba en su cumbre. Ya con las horas transcurridas y el tumulto en el sofá siendo lo único restante de evidencia del día anterior, había que removerlo ¿no creen?

 

—Esto me dolerá...como no tienes idea—. Murmuró una vez más. Parte de su ropa había desaparecido, dejando expuesta al sol la piel de su torso al tomar asiento en el espaldar del sofá que ocupaba Jong In. Quizás si sus pies no hubiesen tirado al moreno fuera de su comodidad en un estrepitoso encuentro con el suelo, esté lo hubiese tomado como una cálida caricia pero, no. El golpe fue en secó y el efecto de sus andanzas nocturnas únicamente le permitieron quejarse, tal vez murmurando algo pero, era inentendible. El otro sonrió y tras quedar de pie frente a Kai se dio la tarea de desenredarlo de su capullo. Removió las sábanas y la ropa que le envolvía, lo arrastró hasta la regadera que lo recibiría con la gélida agua tras no conseguir alguna respuesta.

 

—¡Hijo de...! —Reclamó pero bajó el tono cuando su propia voz retumbó en su cabeza, viendo como el otro desapareció tras la puerta.

 

¿Recompuesto? El pensar de Jong In era que en alguna de esas mañanas de largos fines de semana su pareja iba a ser causante de su muerte precoz. Claro, no dudaría que le haría un buen funeral. Cuando logró salir a pasos lentos de la bañera, vestido con algún trapo que conseguía después de la transformación de su habitación, al alcanzar sentarse en el mesón alguna bebida caliente le era tendida con el desayuno. No podían faltar los detalles.

 

—Necesito una pastilla...gracias por el desayuno.

—Te divertirás buscándola después de tu pequeña fiesta anoche.

—¡Tae Min!

 

Tae Min es el nombre de nuestro misterioso acompañante. Permaneció en silencio, moviendo sus labios por el trabajo de masticar su desayuno mientras el otro continuaba con su lucha, entre reprocharle y soportar el dolor de cabeza. Cuando el silencio nuevamente reinó con intenciones de desaparecer al instante, alzó su mano en petición de tiempo. Colocó una nueva camiseta en su torso y en ese mismo camino tomó el mentón ajeno, plantando un beso húmedo con el calor de un café mañanero antes de dirigirse a la puerta.

 

—¡¿Pero qué diablos?!— Kai volvió a sujetar su cabeza arrepentido de alzar la voz.

—Trabajo...familia, no vemos.

 

Tras el cierre de la puerta, Kai volvió a su letargo. Tae Min siempre desaparecia los fines de semana con la misma excusa. La familia reducida del aparentemente rubio siempre tenía algo en qué ocuparlo, él mismo había conocido a aquel tío de pocos años de diferencia que él, llamado Min Ho y a su aparentemente pareja Krystal. No dudaba de él, pero Tae Min era tan poco comunicativo, tan extraño... eso era lo que lo ataba a él en un inmenso interés. ¿Quién era realmente Taemin?

 

———————————————————————————————————————

Peligro...esta noche

Peligro...me robas

 

Sus padres ni siquiera residían en Corea, él ni siquiera nació en Corea. Una familia de dos en la huída de lo que formaba parte de los selectos destinos de aquellos poco afortunados, el sistema económico de una potencia ascendente como lo era su ciudad dejaba a muchos atrás. Sin estudios, sin futuros, denigrados por la sociedad se crearon las grandes masas de rencor, las mafias y contrabandos que arrastraban a los corazones débiles. ¿Querían eso para su hijo cuando sus seres preciados se arrepentía de haber elegido ese camino? No, absolutamente no. Así fuera un viaje de forzados meses, hambre y penurias, harían lo posible por salir de allí.

 

Así a los nueve meses de embarazo, en un hospital de Nueva York nacería nuestro querido Tae Min. Una juventud común, entre costumbres asiáticas y estilo de vida americano hasta los ocho años. Por algo nos preguntamos el porqué de su forma de ser, de actuar. Hablamos de un estilo de vida común. El pequeño de oscuros cabellos sería recogido antes de tiempo el veintiuno de diciembre de sus actividades escolares. Sería llevado lejos de su hogar, recorriendo más de un estado, más de una ciudad. ¿Dónde estaba su padre? ¿Qué pasaría con él? ¿Lo volvería a ver? Esas preguntas fueron silenciadas por el inestable grito de su madre, quien no paraba de ir llamada tras llamada hablando su idioma nativo.

 

¿A tan escasos años volverían repentinamente a su país? ¿Sin su padre? ¿Sin que el pequeño haya pasado por un proceso de adaptación? Eso no era normal pero,a los pocos días Tae Min inclusive tuvo su primer encuentro con la muerte, con su gran habilidad de no ser perceptible y de escapar ante cualquier situación de peligro. Sólo reconoció el origen asiático de los hombres que esparcieron la sangre de su madre frente a sus ojos, con el tiempo, dedujo que su padre había sufrido el mismo final. No era sencillo escapar de los limitados destinos...no mientras tu habilidad no fuera el escape.   

 

Quédate...el momento en que mis dedos te siguen, solamente tu brillas en el mundo

Quédate...la noche es devorada por la oscuridad, es la hora de mi espectáculo

 

Horas antes en la pequeña casa de suburbios que su madre había alquilado, ambos se encontraban empacando una vez más. Ya Tae Min había perdido la cuenta. Estaba cansado, con pocas horas de sueño sobre sus hombros se limitó a observar el apuro de su madre y ayudarla con una u otra cosa hasta que la misma lo detuvo. Su hablar era inusual, su tacto o cariño iba dirigido como una despedida.

 

«”—Ante cualquier cosa...huye Tae Min. ¿Me entiendes? No te puedes detenerte por nada ni por nadie—”»

 

Esas fueron las palabras que quedaron más marcadas de todo lo dicho por su progenitora. Con ellas, la mujer le hizo entrega de su morral, detallando cada artículo en su interior: Pasaporte, partida de nacimiento, dinero, algunas prendas pero, lo más curioso de todo era el pequeño revolver junto con un pendiente. Se había referido a que aquello era su pase para reunirse con su familia, que no lo perdiera pese que su corta edad le impedía utilizarlo correctamente. Acto seguido, le mostró las posibles salidas de aquel vecindario, los caminos que ella sin mucho esfuerzo habían captado. En todo su hablar no se incluía, no había necesidad de preguntarse el porqué. A horas de la medianoche, el revuelo del grupo que los perseguía no fue discreto, en cambio, tenían la intención de hacer la masacre pública.

 

Cuando se está destinado a no morir, así las condiciones estén aptas, simplemente no sucede. Observó como su último familiar más directo se sacrificó para que él pudiera escapar. Las detonaciones le mantenían oculto tras los muebles y oscuras cortinas, temblando ante la sensación de adrenalina. Quería correr, golpear a esos hombres pese que era consciente de su gran diferencia en tamaño pero, otra parte de él le mantuvo petrificado, observando las caras a fondo de aquellos que golpearon y asesinaron a su madre. Estaba solo, lo comprendió cuando en el descanso de los desalmados escuchó que él era el próximo objetivo. Entonces huyó, como las últimas palabras que había dicho su madre. Emprendió carrera hacia el ducto que era cubierto por los inmuebles, desorientando a los hombres. Ellos tan cómodos en descanso lo vieron como una rata escurridiza. Tras la burla, la ofensa los levantó de su caída para ir en busca del muchacho.Una línea de disparos fueron dirigidos por el mismo pasadizo a oscuras que tomó el pequeño. Era estrecho y sólo un niño lo podría atravesar. Mientras, el otro maleante salía en búsqueda del final de ese conducto.

 

Ellos eran muy lentos para la agilidad del pequeño. Los tiros llegaron tarde, para ese instante habían pasado segundos, si, sólo segundos de que Tae Min cayera en la salida del ducto y tras reconocer la calle emprender carrera. En su mente las palabras de su madre resonaban. «A través de los suburbios, por debajo de los comercios e inclusive por encima de los muros». La persecución no le permitió llorar. Algunos sólo le abrían camino en su carrera, otros lo alentaban sin pensar que daban señales de su paradero. Allí vino el reencuentro con sus sicarios.

 

Coincidieron a los extremos de uno de los tantos cruces, y la carrera se volvió un juego de tiros. Más de un inocente saldría herido pero, ¿Tae Min lograría salir ileso? Conocen la respuesta, sino no fuera lo que es ahora. Llegó al callejón que por un instante le dio por acabado y a duras penas lo trepó por su mínimo tamaño. Sus manos ya estaban afectadas, rasguños, suciedad, dolor, y pese a eso y a sus intenciones de quejarse, se sujetó con fuerza para no caer en la quebrada que ocultaba el muro. Cosa que sus grandes y torpes amigos no podrían hacer. Maldiciones fueron sus últimas palabras. El recorrido del pequeño, no había terminado pese a su sofoque.

 

Estaba seguro que esos no serían los únicos tras su rastro. Volvió a las calles con el trabajo de tranquilizar su respiración, parar el temblor de sus manos. No confiaba en el acercamiento de otros o las miradas de preocupación de quienes los veían...Tenía indicaciones claras. No se detuvo hasta llegar a la parada de autobuses, su aspecto no era el mejor pero esperaba que las pequeñas notas que traía gracias a su madre sirvieran de algo. Transporte tras transporte, las notas le ahorraban las palabras hasta alcanzar su destino, el aeropuerto en que abordaría un vuelo hacía Corea. Claro que, este era el reto de más dificultad. Un niño solo en un aeropuerto americano siempre se volvía el ataque de la seguridad.

 

«Ante todo Mantente en silencio». Recordó una de sus últimas notas, hizo entrega de ella con su pasaporte y boleto en un último intento de partir con las leyes de la sociedad pero, poco a poco, los murmullos, la poca comunicación y miradas de cortos periodos abrieron sus ojos, llevaba todo un día opuesto. Por suerte el hecho de ser un niño le permitía pedir sin recibir un no por respuesta y, en su viaje al baño, nuevamente sus planes de huída se realizaron. Cambió su ropa y peinó sus cabellos como los de una niña, ahora la única pertenencia importante la debía recuperar, el pendiente llevaba horas en su cuello. Dejó el bolso atrás y se escabulló por la ventana. La espera es otra de sus grandes virtudes actualmente. Cuando comenzó la insaciable búsqueda del niño misterioso, logró tener acceso a la oficina dónde habían apartado sus papeles, los tomó y emprendió camino en busca de la puerta que le llevarían al avión. Vestido de mujer no lo reconocerían, apegado a una supuesta madre, no preguntarían por él. Las grandes horas de tensión continuarían en el trasbordo, dónde cambiaría de madre, hasta en el aeropuerto de Incheon, en el que el collar era su único acceso a la movilidad.

 

Con él no iba ningún tipo de equipaje importante; salió lo más pronto posible, mostrando su collar y la última dirección en su posesión para encontrarse en un suburbio nuevamente a altas horas de la noche.

 

Fue deshaciéndose de su aspecto femenino mientras caminaba las oscuras calles, volteó incontables veces la mirada a los hombres que disfrutaban la velada con una cerveza o cigarrillos para luego volver a el número de la puerta que debía tocar. Sintió inseguridad, sobre todo al tocar, sobre todo al ver la cara del hombre que estuvo a punto de cerrarle la puerta en la cara de no ser por el brillo del pendiente. Allí cambió todo, el silencio hizo conocer dos cosas: El trabajo que Tae Min pasó por días de la larga semana y la pérdida de los familiares que menos tenían que ver con esa vida de contrabandos.

 

«”—Pasa hijo...pasa—”» Por un momento el pequeño contuvo el aire. El silencio se mantuvo pese a que vio a otros como él, asomados en el marco de la puerta, por primera vez daba vista a Min Ho y a Krystal. Un tío pequeño y una niña desafortunada. Ese era el lugar para él.

 

El hombre de cabellos platinados le pidió sus papeles, cosa que sacó del interior de su camisa y fue indudable, ese era su nieto. Tae Min estaba en presencia de su abuelo, el que dio comienzo a aquella persecución entre bandos, el que se disculpó por la muerte de su hijo mayor y la de su nuera. Por primera vez en todo ese trayecto, Tae Min dejó caer sus lágrimas. Por cansancio, por tristeza, por rencor...por todo lo que le aconteció en tan poco tiempo pese a que tenía un nuevo hogar no tan alejado de su verdadera y difunta familia. De allí su silencio y peculiar manera de ver el mundo. Una vez se fue adaptando a su nuevo ambiente, a sus nuevos amigos y tutores vino la pregunta que marcó por siempre su oficio y vida.

 

«”—Tae Min...Ven aquí muchacho, ya es hora que vuelvas a las instituciones—”» Desde el comienzo de la conversación se veía la indisponibilidad del muchacho. Todo hasta que mostró las opciones que había guardado con recelo para él.

 

«”—Es tu decisión el camino que decidas tomar—”» El hombre le extendió en ambas manos los dos destinos que podía escoger. En su izquierda yacía un grueso libro universitario, viejo por el color amarillento de sus páginas. En su diestra, yacía un arma tal vez mucho más pesada de lo que el pequeño podía cargar con sus recién cumplidos nueve años.

 

El silencio reinó

La duda en progreso de despeje

Hasta que el niño alzó la mano en una precisa dirección

 

Peligro...conmigo

Peligro...vamos a desaparecer

 

Por suerte, el hombre tomó su mano al verlo sin ningún flaquear. Su ojos fijos en el arma, el arma esperando a su nuevo dueño. Negó y dejó caer el pesado libro entre sus manos. ¿Queja? Claro que la hubo, esos no eran sus deseos, le tomaría años lejos de su objetivo vengativo.

 

«”—La conducta del hombre es primordial en lo que deseas. Estudia la psicología del hombre y encontrarás tu camino seguro a tus deseos—”». Dejó el arma sobre el libro, ahora todo era más claro que el agua.

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«Soy cuidadoso solamente tengo una meta»

 

Ese día, la casa de sus familiares no era su primordial destino. Almorzó en el centro de la gran ciudad, caminó en descuido, observó sus alrededores hasta conseguir lo que tanto buscaba. ¿Por qué los uniformados eran tan descuidados? En muchos países parecían no funcionar bien. Si le preguntabas a Tae Min qué pensaba sobre los cuerpo policiales sólo te respondería con una pequeña risa. Eran muñecos de esquina para él, ocupados en sus propios problemas tanto como el resto de los ciudadanos, peor aún al no percatarse de los delitos que estaban en sus narices.  

 

La patrulla estaba a pocos metros, él con una sonrisa inclusive les brindó unos saludos. Tomó sin dificultad las llaves, no todos los días manejas un auto del cuerpo policial, y emprendió el camino a su destino con las sirenas a máximo dar. De no ser por ese sonido ensordecedor, seguramente los originales y despistados dueños no la hubiesen reportado robada. Comenzaba la persecución momentánea pero, aún así ese no era el objetivo del rubio.

 

Se detuvo por gasolina, compró algunas cervezas y siguió a poca velocidad su trayecto disfrutando de su refrescante bebida. Claro que tenía una dirección en específico. A pocos metros de una jefatura daría por finalizado su paseo. No sería tan descortés como para dejar varado un auto tan importante para los defensores de la ciudad, por lo que estacionó el auto en la recepción. Si, estrelló con toda intención la parte delantera del auto contra la jefatura. Alarmó a algunos, que apenas segundos pasaban por el lugar, pero no hubo más heridos que la pared y el auto.

 

—Ya hemos recuperado la unidad—. Se escuchó como un oficial anunciaba, allí, frente a Tae Min, quien con una sonrisa le extendía los brazos sin oposición alguna al arresto.

 

«Cuento los segundos»

 

—Tu grado de alcoholismo es mínimo...no entiendo como diablos no pudiste detener el auto a tiempo—. Protestó con calma el oficial que hacía el reporte frente a él, muy cómodo en la silla de enfrente.

 

—Lamentablemente pisé el acelerador en vez del freno—. Sonrió con voz tranquila, para nada incómodo con el hecho de que tuviera que pasar una noche en ese lugar puesto que Min Ho tardaría en aparecer.

 

—¿Y el robo de la patrulla? Por no dejar te haremos un examen de drogas, tendrás que pagar todo este desastre.

 

—Si señor—. Respondió por último antes de ser guiado sin ningún esfuerzo a su pequeña celda. En sus horas comenzaría su espectáculo.

 

«Bam bam bam bam baram...»

El tema de la homosexualidad era tan privado en esa sociedad, para todos pero, los más sencillos de visualizar eran los más cerrados a las vidas comunes: militares, marinos, policías. Claro que si te equivocabas era el peor error que podrías cometer, la paliza sería el castigo por no ser buen observador. Sin embargo, su vigilante de celda a sus horas preferidas no era ese caso tan particular. Su mirada era evidente, la forma en que detallaba a Tae Min mientras este daba vueltas en la celda hasta finalmente terminar apoyado en las rejas. Las horas de temprana noche pasarían en pláticas de familiarización, por la estupidez que él hizo al estrellar el auto, por las horas de trabajo del mayor, por sus oficios y gustos mutuos hasta que accediera a acercarse. El oficial se creía astuto por no abrir la reja pero era tan patético que el simple hecho de dejarse acariciar los cabellos le dejó inconsciente, ni siquiera notó el golpe.

 

—Cada día me decepcionan más...—Suspiró y tras estar libre una vez más dejó al hombre en su original lugar, en un fingido sueño. Se deshizo de su ropa, dejando al descubierto un traje completamente negro, ¿serviría para burlar las cámaras? No, no le hacía invisible pero sí más ligero para viajar por los ductos del aire. El lugar era tan poco transitado y tan tranquilo que apagar una a una las cámaras desde el cuarto de control no había sido problema. No estaba allí por gusto, entre las rejas buscaba a alguien específico un traficante de drogas que recientemente había aparecido en los periódicos y que sería su llave maestra a la siguiente puerta que tenía en mente visitar. Si, él lo conocía pese a que el demacrado hombre no pudiera decir lo mismo.

Algunas veces cuando pequeño, lo observaba cruzar el vecindario, mucho más repuesto, en sus mejores días del negocio.  Al verlo, supo que sus intereses no eran oficiales, soltó una carcajada con sólo notar su mirada y tranquilo semblante. Era tan extraordinario como podía pasar de una persona tan civilizada a un lenguaje de códigos y señales hasta conseguir su cometido. Entonces con guante en mano le hizo entrega de lo que el sujeto deseaba, la terminación de su vida. Tae Min volvería a su celda, con su ropa casual y su mirada despreocupada a las acusaciones de su guardia a la mañana siguiente. No tenían nada en cámaras como para juzgarlo, el joven policía no admitiría sus preferencias sexuales y la noticia del suicidio de un preso se llevaría el protagonismo.

 

—Hijo, váyase de aquí antes que tenga que pasar más horas por este suceso, no olvides pagar las multas y deja de tomar, te metes en problemas sin necesitarlo.

 

—No lo haré, que tenga buen día oficial...—Con una venia partió hacía el auto que le esperaba.  

 

«Bam bam bam bam baram...»

A las afueras del local, un auto no muy llamativo le esperaba, listo para partir lejos del local. De por sí, cuando Min Ho recibió la llamada desde la comisaría ya su humor no era el mejor pero, ¿cuando lo era? Tae Min desde pequeño podría testificar por su mal genio, era maniático, maniático como él sólo podía serlo.

 

—¿Próxima parada?

—Las afueras de Hong Kong...será sencillo

—Tae Min... Esto no me está convenciendo

—Min Ho... este es mi problema, no tuyo.

 

Entonces el freno repentino hizo que la bocina y maldiciones del auto tras ellos se escuchara. La diferencia entre ambos era grande, la crianza incluída. Ese mundo de contrabando siempre fue la realidad de Min Ho, sabia porqué enfrascarse y porqué no, dejar ir o planificar, por algo todo lo que su padre hizo estaba bajo su nombre ahora, era su deber velar por Krystal y el “desalmado” de Tae Min, como solía decirle. Después de todo, el menor de todos, fue inducido a ese mundo sin derecho a prórrogas.

 

—¡Con un demonio Tae Min, esto no es un juego! —Gritó con cólera. El simple hecho de que lo llamaran de una jefatura para buscar al rubio lo había enardecido—, pareciera que todo lo que aprendiste se fue a la mierda, asesinar uno tras otro a contrabandistas y narcotraficantes de importante índole no es un favor para esos policías de cuarta. No te creas el héroe, cuando menos lo esperes te cobraran esa jugada.         

 

—Me tuvieron horas allí y no fui asociado con nada...esto no se trata de ellos.

 

—No debería tratarse de ti tampoco...

 

El camino siguió en horas de silencio cuando Min Ho le hizo entrega del periódico actual. En primera plana la firma que dejó en sus recientes víctimas, una aparente letra en antigua escritura era el resonar de la ciudad. Mes tras mes, Corea había sido librado de tres de los más conocidos maleantes en los medios subterráneos. Todavía el causante de los atroces homicidios era desconocido, pocas grabaciones daban a conocer una delgada sombra negra. El cuerpo policial todavía tenía los casos en investigación, nombrándolo uno de los delincuentes más peligrosos. No se sabía cuál sería su próximo objetivo.

 

Después que el abuelo falleciera, su hijo menor se encargó de salir de aquel lugar, sabía que no estaban seguros. A las afueras del centro, ocupaban una pequeña casa de un barrio poco concurrido. Apenas las llantas del auto hicieron crujir las piedras de la caminería principal los canes comenzaron a ladrar. Alguno que otro vecino saludaba, era típico en un lugar como ese. Lo que queda de Tae Min era sonreír y aprovechar las típicas estancadas en conversaciones de Min Ho para escapar del tema. Ingresó a la comodidad de aquel lugar, su hogar antes de decidir vivir con Jong In. Siguió su camino por la cocina, en busca de un aperitivo para sus canes. Por el pasillo hasta la terraza, al fin se encontraba con Krystal, quien parecía entretenida evitando la resequedad de la vegetación.

 

—Con que al fin apareció el niño problema— Sonrió e hizo a un lado la extensión de sus rubios cabellos y recibió el beso del menor en su mejilla—, te quitaré la custodia de esos dos por perderse toda la semana.

 

Con su burla apuntó el agua emergente de la manguera en manos a el rostro de Tae Min, mostrando parte de sus cabellos en el tono original, marrón oscuro. Este sólo soltó una risa a la par de la fémina, ignoró sus comentarios y se aproximo a los grandes canes mestizos que había adoptado años atrás. Los había encontrado en una caja con apenas quince años, no tenían probabilidades de sobrevivir, como él, y ahora eran tan parecidos a su dueño.

 

—Ellos me adoran así no esté—. Protestó y ordenó a ambos mantenerse quietos mientras dejaba los filetes en sus platos. Esperaron pacientes hasta que volviera a dar la orden de movimiento.

 

—¿Y qué harás esta vez? Tienes a Min Ho como mujer menopáusica

—Por ahora nada...justo por lo que mencionas.

 

La mujer era tranquila cuando se lo proponía, ella igual que sus “hermanos” pertenecía a ese mundo y no era fácil de roer. Complices reían de las bromas que hacían del “responsable” de ambos hasta que esté apareció en su reunión. Ese era su ambiente familiar, no muy diferente a otros, quizás la última cena cálida que tendría.

 

«Mi perfecto escenario»

Había pasado un mes de que diera pausa a su persecución, era evidente que, como los menos involucrados maleantes, que los verdaderos destinos estuvieran en la retaguardia. Debía pensar con cautela pero, pese a que era relajante sólo vivir una vida común, con placeres mundanos, diversión con familiares, veladas románticas con su pareja, eso no era del todo lo que buscaba...no mientras en su consciente supiera quien estuvo en algún momento tras su muerte. Tae Min conocía bien el nombre y el paradero del causante de su desgracia más marcada. Tantos años de entrenamiento y paciencia, tantos años de investigación y rastreo de quienes le dirigirían poco a poco hasta una foto, una localidad, una dirección. No dejaría que una copia barata del FBI intentará arruinar el proyecto de su vida entera. Ese lapso de descanso no había sido en vano.

 

Nuevamente de madrugada, en un espacio residencial no muy lejos de su actual apartamento. Qué coincidencia ¿No?  

 

—Yo usted bajaría el arma, no querrá despertar a su hermosa familia—. Susurro Tae Min, mostrando la foto que había tomado de las pertenencias del oficial encargado de encontrarlo. ¿Para qué esperar cuando podías acudir a ellos?

 

—No te atrevas...—Sin embargo, el hombre temía que el nuevamente rubio atentara contra los niños que dormían plácidamente en sus camas, a una pared de distancia de su actual ubicación—, estás mal, toda la casa tienes cámaras de seguridad...será fácil encontrarte.

 

Esas palabras se quebraron al ver cómo Tae Min alzaba su diestra con las cámaras que mencionaba. Él sobre un mesón muy parecido al de su apartamento, el oficial sentado sobre una silla sencilla, con un detonador bajo ella mientras el menor de ambos se saciaba con una manzana.

 

—Lo que estás haciendo sólo te lleva a una vida de perdición, eres buscado por la ley.

—Si no hubiera venido ni te enterás que soy yo.        

—Pero lo hiciste, mi deber es ir tras de ti.

—Mi causa no es ir contra la ley, es cobrar lo que me hicieron a mí, si te entrometes ellos pagarán— Apuntó a la foto familiar.

—Ellos no tienen nada que ver en esto— Desesperó.

—Yo tampoco tenía nada que ver, y no me permitieron vivir como tu lo haces ahora... No debes levantarte de tu asiento sino después de que yo me haya ido, para desactivarla...debes contar hasta cien.

 

Así como llegó, partió. Sin ser percibido, ya era libre en hacer sus planes. Viajaría a Hong Kong.

 

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Cuando lo veo es como un laberinto, cuando me agarra es como arena, pasa el tiempo

En mi mente es como neblina, como piezas de un enigmático rompecabezas

           

Pese a las grandes discusiones con Min Ho sobre la inclusive enfermiza idea de Tae Min por ir tras el originario causante de la muerte de sus padres, esté no daba su brazo a torcer. Era una idea incrustada y fomentada por años, pese al silencio y a la asimilación de los reproches sus planes seguían. Inclusive habían llegado noches de grandes tormentos a su apartamento, discusiones con Kai que terminaban por hacerlo partir. Con la única persona que no quería argumentar era él por el simple hecho de no querer revelar su acontecida vida tan marcada por el pasado. No, con Jong In vivía la vida que quizás hubiese vivido si sus padres siguieran con vida. Quizás era lo que quería conseguir tras eliminar a la última persona de su lista negra.

 

Ya se cumplía un mes...casi dos de que ambos no se dirigían palabra. Tae Min ni siquiera se atrevía a acercarse a sus alrededores para asegurarse que estaba bien para no dar pistas de sus debilidades, tanto a los oficiales tras su investigación como a los posibles secuaces del restante roedor. Poco a poco, el oficial a cargo de su caso se acercaba más a encontrarlo, la letra de su firma había sido estudiada tan a fondo que ya se paseaban hasta por la universidad en que obtuvo el título de licenciado en psicología. Eso era grave, debía deshacerse de esa molestia.

 

Sin embargo, lo más crucial ¿donde se hospedaba? De habitación en habitación, conoció muchos hoteles y esa fue su carta de doble filo. El bufón del mazo de cartas que lo salvó de una desafortunada muerte, de su pequeño y grave tropiezo en todo su plan.

 

Ya con el boleto de su futuro viaje, el dinero y el equipamiento necesario para su última jugada faltaba lo primordial. Sus canes. Los necesitaba con él pero, al llegar a su hogar, ese que trato de evitar para salvaguardar a sus únicos dos familiares restantes, encontró fue su propia firma en sangre. Apenas recién llegando el aura del ambiente provocó un escalofrío en su cuerpo, sabía que al empujar la puerta que ni siquiera permanecía con seguro encontraría su peor pesadilla. Su cuerpo flaqueó al ver la destrucción en los pasillos, los caminos de gotas de sangre le provocaron náuseas, el temblor de sus piernas lo hacían dependiente de la pared para caminar. Allí frente a él lo que tanto le advirtieron se hizo realidad. Min Ho era sólo parte del mosaico carmesí dibujado en el suelo, con tantos disparos, golpes y señales de tortura que era imposible pedir alguna reacción al tocarlo. Le valió el hecho de dejar su huellas en todo el lugar, lo sujetó, lo abrazó mientras su sucia mente le reproducía cómo fueron los sucesos, reconstruyó el rompecabezas desde el forcejeo de la puerta hasta los golpes y cínicas sonrisas de quienes hayan cometido el delito. Continuó su recorrido después de largas horas de llanto, después del trance que había sufrido por la imagen de su tío y mejor amigo.

 

«”Krystal...Krystal”» Su mente seguía como la peor droga, el terrible alucinógeno. Se apresuró por las puertas en busca de la menor de los tres. Pidiendo una suerte inexistente de que ella no haya estado en el lugar de los hechos pero, en cambio consiguió el último mensaje junto a su cuerpo.

 

Peligro...esta noche

Peligro...me robas

Esta vez, le arrebataron lo poco que quedaba del pequeño Tae Min que creció con costumbres americanas. Su mirada es difícil de poner en palabras porque aquello no era acorde a su cuerpo, a su complexión de joven carismático, era fría y estruendosa, oscura.

 

«”Te esperamos para darte el mismo final después de tantos años, niño escurridizo”» En letras de sangre la pared portaba ese mensaje. En la cama, el cuerpo transgredido de su mejor amiga tenía pocas señales de vida.

 

«Todo es tu culpa...¡todo es tu culpa! Te lo advirtieron e ignoraste las señales» Su cabeza seguía siendo sucia mientras, al sostener el cuerpo de la rubia entre sus temblorosas manos detallaba el forcejeo para evitar la violación, las puñaladas, los golpes eran severos y pese a eso ella seguía con un mínimo aliento que dejó su mano sobre la de Tae Min. ¿Quería salvarla? ¿Salir corriendo a un hospital con ella en brazos? Si, pero Krystal no viviría con eso, ella prefirió morir.

 

«”—Los canes...es...están es...condidos. Has...que...es...to valga...la pena—”». Esas fueron las últimas palabras de Krystal que acompañaron su último gesto de afecto hacía el niño que llegó inesperado una vez a su hogar.

 

El barrio aterrorizado ni siquiera se habían atrevido a salir de sus hogares, no hasta que los sollozos del chico con vida se escucharon. Por segunda vez, Tae Min lloraba como lo hizo al llegar a Corea.

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Quédate...en tu transparente trampa lanzo mi cuerpo una vez más

Quédate...la noche en la que solamente tu puedes verme

 

Ahora comprenden su visita a la morada del oficial. Salir del país no fue problema y aunque las fechas fueron movidas por la desastrosa sorpresa, en ese momento, más que nunca, deseaba llevar a cabo su plan. En poco tiempo, las luces de Hong Kong iluminaron sus ojos. Esto era diferente, sus cabellos no eran teñidos por una apariencia ficticia, en cambio, mostraba en toda la expresión a el verdadero Tae Min. Sólo él podía percibir los pasos del pequeño niño que alguna vez fue.

 

El anochecer, como siempre su mejor aliado para cometer delitos. Conocía la mansión como si él hubiese sido el arquitecto tras su estructura. Cada puerta y escalera, cada lugar dónde conseguiría algún “inocente vigilante” en espera de su muerte. ¿Podría hacerlo sigilosa y tranquilamente? Si, inclusive sólo bastaba con ahogar a el principal de todos, escabulléndose en sus horarios de relajación pero, no. Por primera vez, haría una presentación estrepitosa. Horas antes había cargado su cuerpo, necesitaba un arma de largo alcance y rápida detonación, una de respaldo, un arma blanca por seguridad y mucha carga...las balas debían sobrar. Montó a ambos canes en la van que lo transportaría hasta las afueras de la ciudad y con el sólo aparecer se sugirió la defensa.

 

Lastima sintió por el novato que mandaron a inspeccionar el extraño auto en que se transportó hasta la residencia. A gachas en el asiento del conductor, esperó su acercamiento. El niño sólo tuvo oportunidad de abrir los ojos cuando el impacto desfiguró su rostro y lo dejó sin vida.  Acto seguido, una lluvia de balas adornó la corteza de metal de la van. Pisó el acelerador y dejó que las rejas se abrieron con la velocidad del impacto. Era consciente que no lo matarían allí, estaban a su espera en el interior de la mansión, en el encuentro con la escapada de su pasado. Bajó del auto y se encaminó a la puerta entreabierta para comenzar el juego.

 

Peligro...conmigo

Peligro...vamos a desaparecer

 

¿Haberse tomado el tiempo para llegar había tenido sus frutos? Si, no malgastó su tiempo al comienzo de la semana sólo para hacerle una visita al encargado de aquella magnífica estructura. La entrada daba a el largo pasillo que vio en los planos, el hombre de cabellos grises no se atrevió a mentirle por el susto. A su izquierda y derecha, escaleras...ambas direcciones, una hacia lo superior y otra a lo inferior. El silencio, el respirar pesado, inclusive le causaba gracia pero, calmaría su ansiedad, no quería hacer lo que ellos esperaban que hiciera. En cambio, dejó una metra...si, dentro de su arma antes de cualquier munición letal y cruzando sus brazos el disparo comenzaba el juego. Ambas esferas que salieron de su única defensa pasaron destruyendo todo en lo que rebotaban en esas ambas direcciones mientras él tomaba el camino más sencillo.

 

Al final de aquel pasillo se escuchó de lo que quería asegurarse, los seguros de las distintas armas reservadas para él sonaron, en sintonía, en una perfecta melodía. Entonces la risa que él contenía se escuchó por parte del hombre que tanto se había tomado en estudiar.

 

—Vamos niño...tu pequeño juego es estúpido, date por muerto...Así como debiste terminar hace trece años atrás.

 

—¿Muerto?

 

Tae Min se mantuvo oculto tras uno de los muros, dando la sensación de salida puesto que muchos de los inexpertos que detonaron sus armas duraron el tiempo suficiente para que se desplazara con rapidez por los pasillos ocultos de los que tenía conocimiento. Ahora en los últimos disparos se incluyeron sus balas, cayendo uno a uno, como pequeñas fichas de dominó, cada uno de los que necesitaban nuevas municiones. Si, desde lo alto se escuchó su risa y finalizó sus palabras.

 

—Ya veremos si no es lo contrario

 

Así comenzaron las maldiciones, la casa un campo de guerra en que los nuevos soldados caían como la rapidez con la que se hundía una piedra en el agua. Dejando los que realmente le interesaban a Tae Min, los viejos buitres, esos que siempre hacían los verdaderos trabajos para uno de los más viejos narcotraficantes de Seúl. Vaya que su familia había sido nombrada, lástima que aquello le causara la muerte a todos, dejando sólo a la rata más cruel de todas aún suelta, presa de una cacería ardua. El castaño ahora si conseguía diversión.

 

¿Persecución mutua? A través de los pasillos y por los inmuebles de la cocina. El gas siempre facilitaba todo cuando ya las ganas de explorar todo su alrededor escaseaban. Allí el número se reduciría a uno sólo secuaz que eliminar. El descuido de sus propias detonaciones causaron una explosión destructiva y sus muertes seguras. ¿Qué si le afectaría a él también? Claro, la cercanía pese a su agilidad le lanzó en el piso. ¿Saldría ileso? No mientras el más experto de todos siguiera vivo, a su lado, acechando.

 

El golpe que recibió mientras se incorporaba le alejó su arma. ¿Sería muy menudo? El otro no le atacó con un arma pero su fuerza desorientó a Tae Min. A rastras por la cerámica que vio chocar su rostro más de una vez y retumbó con su cuerpo recibiendo patadas mientras que el otro reía mostrando sus manos.

 

—Eres tan patético como tu padre...—el rumbo volvió a encaminarse al escuchar aquello—, si, yo lo vi en sus últimos y desgraciados segundos de vida y creo que te mataré igual.

 

La respuesta se reflejó en el líquido carmesí que escapó de su boca al terminar de hablar. Simplemente, la justicia era lo que movían los actos del más joven. El golpe dejó al sujeto en el piso y no tardó en responder sacando una navaja en vano. Los arreglos de cristal hicieron de su rostro un mosaico, ambos igual de golpeados, igual de heridos mientras que él principal de todos se daba a la huida. Al final las fuerzas faltaban, la desesperación y las malas movidas de las piezas casi le costaron la vida a nuestro protagonista al ser ahorcado con los últimos alientos de su oponente, pero olvidamos su arma oculta. La arma blanca bajo sus ropas rasgadas traspasaba la piel rígida del más adulto, consecutivas veces hasta que su tos hiciera presenta la necesidad de llenar sus pulmones de aire. Había terminado, todo, pese a la gran aceleración de su corazón y el latir de su piel.

 

Peligro...tú sabes todo

Vuelves a manipularme y controlarme

 

Pasaron sólo segundos, él sólo vio el techo del lugar mientras se mentalizaba a asimilar el dolor de levantarse. Contuvo cualquier necesidad de queja y a medio camino, escuchó lo que esperaba. El celular del cadáver que hacía el pozo de sangre cada vez más amplio brilló entre el bolsillo del pantalón.  No debía ser descuidado en ningún momento, colocó un guante en sus finos dedos, pese a que cuando encontraran el desastre los oficiales iban a saber quién era el causante. Contestó la llamada en silencio, con una sonrisa cuando ese silencio se mantuvo.

 

—Entiende niño, jamás estaré dónde quieres.

—Creeme...estás dónde quiere que estés.

 

El sujeto había sido descuidado, más que cualquier otro de sus difuntos trabajadores al entrar en lo único que representaba el territorio de Tae Min, la van. Ni siquiera tuvo tiempo de contestar, de analizar las palabras ajenas. Pasó un gran sorbo amargo de su propia saliva con el simple lloriqueo canino que escuchó a sus espaldas. De reojo pudo notar los grandes perros negros, sin identificación o raza, como el mismísimo demonio.

 

—Ahora...

 

La voz de Tae Min resonó en el celular y sólo tomó apartarlo para disfrutar de los gritos ajenos sin llegar a perturbarle. Los perros habían sido entrenados, al igual que él, para ese momento. De allí...su destino sería incierto.

 

Peligro...esta noche

Peligro...me robas

 

Los meses pasaron y Jong In siguió con su vida, con sus estudios. El desastre en su apartamento se acomuló en tal grado que se vio en la obligación de limpiarlo. Entonces cayó en cuenta del tiempo, de las horas, semanas, meses que no veía a Tae Min. Se preguntó qué había sucedido en esa última discusión antes de que le avisara de su viaje por medio de una carta. Uno a uno, prendas y pertenencias de éste le recordaban a él, pegaba su nariz a las prendas en busca de su aroma a dónde estaría. Lo quería de vuelta.

 

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Peligro...conmigo

Peligro...vamos a desaparecer

 

Su último encuentro fue extraño, era agresivo en cada caricia. Cada beso lo dejaba sin aire y el calor de las manos ajenas hacía notable un desespero que no era proveniente de la excitación que ambos, estaba seguro de ello, sentían. Sus peticiones eran órdenes, ¿someter? Eso no era de Tae Min. Por un momento lo encendió, no hubo duda, que la emoción perduró hasta el momento que Jong In notó que la razón iba más allá de la relación que llevaban juntos desde hace ya un tiempo.

 

—Detente...—Pidió, incontables veces. Cayó en un juego de manos, mientras la ropa era arrancada de su cuerpo y el respirar ajeno destilaba alcohol puro, una mezcla de bebidas que ni siquiera él había intentado.  La risa, la mirada asesina de su pareja lo intimidó y pese a los intentos de no terminar en un brusco encuentro no pudo evitarlo. ¿Qué ocurría? Cuando presionó sus manos contra la piel de los pálidos brazos del mayor y escuchó el retumbar de la pared al dejarlo contra esta. Ahora su actitud cambiaba. En un abrir y cerrar de ojos tenía de vuelta la voz suave y sumisa, perdida en inmensas peticiones que lo volvieron a guiar a sus labios, ignoró el acelerar tenso de su cuerpo. Aquello era una ilusión pero quería explicaciones...vivir con la curiosidad tan latente dejaría más marcas de las acostumbradas en sus cuerpos o más agresividad que un simple jalar de los dorados cabellos del mayor, transformandolos en su color original. El sudor, el aroma del contrario. ¿Sería eso, sería una droga aquel aroma?

 

—Explicame tu actitud...solo entras y sales sin decir nada.

—No exageres...me excedí en las bebidas, eso es todo.

—No estoy hablando sólo de eso mierda, quiero saber quién eres, a quién tengo en mi cama...necesito que te abras, ni que fuera tu enemigo Tae Min.

 

El comentario desencadenó una gran discusión desde que el ahora moreno se levantó de la cama y comenzó a vestirse. ¿Era una ofensa? No, pero Tae Min no quería que el otro se desencantara con su pasado. Realmente no lo quería arrastrar a su mundo.

 

—Tal vez si seas mi enemigo...No sabes nada de mí y no tienes porque saberlo. A veces es mejor no darse por enterado, la vida es mejor así— Fueron sus últimas palabras antes de partir en la noche de aquel largo atardecer.

 

Peligro...conmigo

Peligro...vamos a desaparecer

 

¿Ese fue su último encuentro? No pero, vaya sorpresa que le dio al otro cuando volvió a las semanas de estar desaparecido. ¿Ese era él? Apenas y despedía a algunos de sus amigos en lo que se convirtió en un anochecer lluvioso. Con el paso de la oscuridad la tormenta empeoraba, las brisas y los estruendos luminosos en el cielo lo menos que esperaba que trajeran era una silueta empapada apoyada en el vidrio de lo que evitaba el paso del agua del balcón hacia el interior del apartamento. ¿Acaso no estaba acostumbrado a abrir las llaves? Eso ya predecía que su estado era deplorable.

 

Jong In no tardó en desplazar la puerta para que el cuerpo del otro cayera en sus brazos partido en llanto. Ensangrentado como si hubiese cometido un crimen cuando en realidad no asimilaba la noticia de la muerte de sus únicos familiares. Era sorprendente ver el verdadero estado sentimental de Tae Min, como su coraza se había desplomado en altas temperaturas los siguientes días.

 

Le preocupó su desaparición del apartamento por la misma razón, por su mirada ida y poco hablar después de esa noche.

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Quédate...todo está como lo planeaste, la verdad está en tus manos

Quédate...en esta noche siento como si tuviese el mundo entero

 

¿Qué más podía hacer? Jong In no conocía más que una dirección ficticia, unos familiares que ya no estaban. Sólo tenía sus estudios, los amigos que lo asociaban con una chica y sus padres que ni siquiera estaban al tanto de sus relaciones. Y de todos ellos, nada le satisfacía más que el pensar en su pareja...hasta que un oficial se acercó a él. ¿Presó? ¿Detenido? ¿Interrogado? El era el menos enterado pero allí, bajo una mesa y una lámpara, en compañía del oficial que en algún momento amedrentó  Tae Min, pudo conocer la historia de la cruda realidad de su pareja.

 

El impacto lo dejó por horas en la sala sin decir nada, sólo analizando su actitud, sus apariciones, los momentos en los que intentaba ignorar esa realidad junto a él. ¿Testificaría en su contra? Era más sencillo dejar que los oficiales allanaran su casa para comprobar que él no tenía ningún contacto con él buscado desde hace meses. No estaba dispuesto a entregarlo pese a sus crímenes. Tampoco podían retenerlo allí por mucho tiempo sin algún expediente, sin pruebas de ser cómplice... Jong In estaba tan en los aires como los oficiales con respecto a la vida de Tae Min.

 

« Es la hora de mi espectáculo »

 

Entonces llegó la llamada inesperada. Frente a Jong In la pantalla mostraba un número desconocido, quizás público. Con los oficiales, distraídos en el plan de qué hacer ¿por qué no contestaría? El silencio ya le sacaría la sonrisa de saber quién era.

 

—Así que ya te han dicho que dormías con el enemigo...

—Dormía con mi pareja...eso me han dicho aunque... Es un secreto...

 

La respuesta hizo una réplica de la sonrisa en el rostro de Tae Min cuando el silencio volvió a repetirse. Había dado por difunto el color dorado en sus cabellos mientras contaba los segundos de la llamada.

 

—Menos de un minuto...

—¿Te volveré a ver?

—No es conveniente, te vigilarán por un buen tiempo...pero, es certero que te buscaré.

 

Cuando los oficiales percataron la llamada ya era demasiado tarde, la última respuesta ya había sido dada, la llamada trancada. Era la pérdida de su última oportunidad de encontrarlo. Hecho justicia al fin, su famoso asesino había desaparecido para convertirse en un transeúnte más, lejos de la ciudad.

 

«Vamos a desaparecer...»








Notas finales:

Espero hayan disfrutado, agradezco a quienes lleguen hasta aquí. Después de todo pienso que es algo diferente a todo lo que he escrito...deseo que sea un buen comienzo. 

se aceptan críticas constructivas & deseos(?)

Hasta la proxima...

Que será e mucho tiempo 

«The Blacklist...»

 


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