Min Yoon Gi era el más bonito del lugar, y, por tanto, el más solicitado. Vivía entre rejas, en un mundo de oscuridad que solo él podía soportar. Le alimentaban bien, y su cama era la más cómoda de todo el establecimiento, pero sus ojos reflejaban una vida de maltrato y sufrimiento que nadie podía llegar a entender. Todos los hombres lo escogían a él por su delgado pero bien formado cuerpo, por su cara de niño frágil y por sus perfectos movimientos. Llegaba a aceptar hasta tres hombres, y, si ellos lo pedían, otro muchacho del lugar se les podía unir. A penas había reglas, lo único que no se permitía era hacerlo sin preservativo. Las torturas eran permitidas a menos que estas pudieran causar un daño permanente en los trabajadores.
Hasta el momento solo lo había escogido un hombre que no quisiera compartirlo con nadie más, un cliente habitual que iba cada sábado. Lo único que se sabía de él era su nombre, y solo porque los clientes estaban obligados a registrarse. Se trataba de Kim Nam Joon, medía al menos 1.81 y siempre tenía cara de estar de mal humor. El joven Yoon Gi siempre esperaba con ansia los sábados, esperando a que llegase su mejor cliente, pero ciertamente, nadie sabía por qué. Y es que cuando Nam Joon entraba en esa habitación cambiaba completamente, su cara se suavizaba y sonría a su menor con cariño, se acercaba lentamente y depositaba un suave beso sobre sus labios. Si le veía bien le hacía el amor despacio, apreciando cada centímetro de su cuerpo, si por el contrario observaba en su cuerpo y en sus ojos una mala semana, se sentaba a su lado y le hablaba de su semana, como le había ido en el trabajo, con quien se había relacionado, lo que había comido, con quien, los lugares en los que había estado,... Yoon Gi siempre le escuchaba con atención, intentando imaginarse lo que le describía para formarse su propia vida fuera de aquél antro. Nam Joon miraba sus facciones de concentración embelesado y le llenaba de promesas que ambos sabían que probablemente jamás se cumplirían, pero que siempre sentaba bien escuchar. Una vida fuera de aquél lugar, junto al hyung que siempre le hablaba y le trataba con tanto amor, una vida sin torturas, una vida sin dolor. Horas después el mayor se despedía de él con un cariñoso beso en los labios y otro en la frente, para después salir de la habitación sin mirar atrás, entonces el menor se vestía e iba a su habitación, saliendo de aquella en la que cada día le penetraban sin compasión y le hacían hacer cosas que nunca en su vida creyó merecer. Refugiado en la oscuridad y soledad de su habitación se abrazaba a si mismo, liberando las lágrimas que llevaba toda la semana intentando contener para no llorar frente a las personas que le hacían daño. El día siguiente no trabajaba, así que podía permitirse llorar toda la noche sin el miedo de salir con los ojos rojos de su habitación y que todos lo vieran en su patética marcha a la habitación de torturas.
Y así empezaba otra repetitiva semana hasta su perfecto sábado, en el que solo tenía que atender a su cliente preferido.
Todavía recordaba la primera vez en la que lo había tratado al igual que todos los demás. Le había echo gritar de dolor, le había torturado hasta el cansancio y lo había follado sin tener en cuenta sus sentimientos. Pero cuando eso acabó y sus ojos se cruzaron pudo ver un atisbo de miedo en los ojos del mayor, la pregunta estaba impregnada en toda su cara, un “¿Pero que he hecho?” impronunciable era desprendido por todos los gestos del mayor. Él le había sonreído cansado, intentando hacerle parecer que no pasaba nada, un “Estoy acostumbrado” que tampoco llegó a salir de sus labios porque el mayor le había besado tan afectuosamente como haría por el resto de sus sábados. De eso habían pasado 6 meses, 24 sábados perfectos de amor y cariño. A pesar de que el resto de días de tortura los opacaban, Yoon Gi no se dejaba deprimir por ellos. Tenía que esperar a que viniese su hyung y le explicase como era la vida fuera de allí, tenía que confiar en que algún día saldría de allí y viviría con él una vida perfecta alejada del dolor y las torturas.
Por fin era sábado de nuevo, y faltaban unos pocos minutos para que llegara Nam Joon, Yoon Gi ya estaba en la habitación correspondiente, desnudo tal y como dictaban las reglas, miraba sonriente los objetos que había en la habitación sabiendo que ese día no estarían sobre su cuerpo. La puerta se abrió y por ella asomó la cara sonriente de esa persona que esperaba desde que se fue el sábado pasado.
-Hola pequeño.- le saludó afectuosamente, acercándose a él y besando sus labios como hacía habitualmente. El menor correspondió al beso y a la sonrisa, feliz de verle.- ¿Cómo te encuentras hoy?
-Estoy bien, hyung.- el mayor miró el cuerpo desnudo del menor, observando si había nuevas heridas. Algunas que tenía el sábado pasado habían desaparecido, pero otras seguían en el mismo sitio, como si hubieran sido abiertas de nuevo. Otras empezaban a borrarse, indicio de que eran del principio de la semana, y otras eran recientes, probablemente del día anterior. Pero el menor se veía bien, sus ojos le decían que estaba preparado para ser penetrado por él, y, además, esperando por ello. Volvió a acercarse a sus labios y los besó con parsimonia, pasando sus manos por la cadera desnuda de Yoon Gi y sintiendo como las de él se posaban en su cuello y cabeza.
-Desnúdame- pidió suavemente, sabiendo que lo haría sin dudar. Las manos del menor temblaron ligeramente sobre los botones de su camisa, pero la sonrisa del mayor le hicieron continuar sin ningún tipo de duda. Pronto Nam Joon no tuvo ropa sobre su cuerpo, y su piel rozaba sin problemas con la del otro, quien se había tumbado y abierto de piernas para que se pudiera poner sobre él y que lo manejase a su antojo. Nam Joon repartía besos por todo su cuello y abdomen, y sus manos acariciaban sus caderas y muslos. Ambos ya estaban totalmente excitados así que el mayor no dudó ni unos segundos en llevar sus dedos a la entrada del menor y penetrarle con dos de ellos, sabiendo que no le haría daño. Yoon Gi abrió más sus piernas para que tuviera más facilidad para entrar y se concentró en sentir la otra mano del mayor, que ahora acariciaba su miembro. No mucho tiempo después Nam Joon sacó sus dedos para meter su miembro, dándole un pequeño beso en los labios.
De nuevo lo hicieron lento, con cada embestida que le daba le demostraba todo su cariño, al igual que con cada beso dejado por su cara y por su cuello. Ambos jadeaban sobre el rostro del otro y dejaban escapar pequeños gemidos. Ya sin poderlo evitar aumentó el ritmo de sus caderas, dándole todo el placer que podía. Llegaron al clímax juntos, Nam Joon dentro de Yoon Gi y este en la mano del mayor. Se tomaron unos segundos para respirar y calmar sus acelerados corazones.
Yoon Gi se quedó extrañado cuando el mayor se levantó sin decir nada y se vistió sin siquiera dirigirle una mirada. Nam Joon se acercó a él después de vestirle y rozó sus labios.
-Esta semana... serás libre.- susurró sobre sus labios. No hizo ni dijo nada más, se dio la vuelta y salió de la habitación, dejando al menor sorprendido y petrificado. ¿Qué habría querido decir con eso?
Se vistió y se fue a su habitación, se sentó en su cama y se abrazó, pero esta vez no salió ni una sola lágrima de sus ojos, sino que sonrió levemente. No sabía como lo haría, pero confiaba en su hyung. Esa semana, él, Min Yoon Gi, sería libre, y viviría feliz con su salvador.
FIN