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No Regrets, Just Love. por ipen shidemiru

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Notas del fanfic:

Bueno, primero que nada les aviso es Mpreg. No lo dice en la descripción porque realmente  no tiene mucha relevancia dentro de la historia pero al final tiene un por qué. Para aquellas personas que no gusten del Mpreg (por ejemplo, yo) les pido que le den una oportunidad a esta historia, sólo una y si no les gusta bienvenidos sean para ignorarla o lo que quieran. 

Esta es una historia que me desveló una noche mientras escribia Unmixsed... Eso fue en el 2012. Pero no tenía forma alguna de escribirlo así que desistí por mucho tiempo hasta que conseguí un phone con wort y fue el paraiso. Ahora tengo pc y es más sencillo pero estoy estudiando la U y no hay tiempo sino hasta las noches y creo que apartir de ahora dejaré de dormir xD

Notas del capitulo:

Oh, alguien se aventuró hasta esta parte. Espero que los disfruten. Esto fue escrito hace muchisimo tiempo, lo revisé hace unos días y creo que es lo que quise en ese entonces...

—     Le tengo una buena noticia — gracias a dios el doctor no me dirá nada malo —, sus malestares se deben a que esta embarazado

No es posible…

—     Pero…  soy hijo de una mujer. En mi familia nunca ha pasado eso

—     No se estrese. Algún día iba a suceder.

—     ¿Cuánto…? ¿Cuánto tiempo?

—     Seis semanas. Si no lo quiere-

—     Impensable. —Interrumpo— Lo tendré.

—     correcto. Entonces le recetare unas vitaminas.

El doctor se pone el pie y llama a una enfermera para que me las vitaminas. Me desparramo sobre la silla mientras regresa. Embarazado yo.  Es tan extraño. Estoy confundido. Nunca es una noticia fácil de asimilar. Cuando me casé —hace dos años — me realicé todas las pruebas donde dirían sin podría o no procrear, todas fueron negativas. No nos desanimamos, y ahora seguro será un shock para él.

Me pongo en pie de un brinco. La enfermera está esperando en la puerta, el doctor hace un momento que desapareció de la sala.

—     Tómese una  todos los días y regrese cuando se le acaben — dice dejando una bolsa de papel en mis manos

Dejo el consultorio.

Cuando salí del departamento las nubes hacían de las suyas en el cielo. Ahora no se ve el azul, solo hay gris, es casi negro. En cualquier momento lloverá. Mala noticia para completar la diminuta persona que llevo. Camino con cuidado bajo las fachadas de los edificios.

Sin previo aviso el aguacero cae. Corro un poco ya que me sorprende a media calle. A unos pocos metros hay una tienda y una parada de autobús.  Aun no es momento de que pase, pero lo esperaré sin mojarme.

Llego a la puerta. Antes de abrirla veo a un niño pequeño agachado junto a la pared completamente mojado. Trato de llamar su atención con unas palabras. No hace caso. Me acerco más y por fin levanta el rostro. Su cabello rubio está completamente empapado y sus ojos azules apenas pueden ver, sin embargo, es japonés.  Le toco la cabeza y me inquieta el calor que percibo. Miro con atención. Su rostro esta enrojecido, tiene mucha fiebre. Me quito el abrigo para envolverlo.  Lo tomo entre mis brazos y corro de regreso al hospital.

 

— ¿Dónde estás?

—     Continuo en el hospital

—     Perdón por no acompañarte ¿estás bien?

—     Mejor de lo que crees— Estornudo —, ignora eso. Me encontré un niño con mucha fiebre y lo traje. Me dicen que está estable. Ahora duerme así que no sabemos quiénes son sus padres. Yo corro con los gastos. ¿Bien?

—     Okey ¿Paso por ti?

—     Te lo agradecería, y te querré más si me traes una camisa seca – se ríe

—     Estaré en una media hora. Adiós.

—     Nos vemos—cuelgo.

Oigo una voz. Una de las enfermeras se acerca para pedirme mis datos y se los doy.

—     Lamento decirle que el pequeño tendrá que quedarse esta noche.

—     Está bien.

—     ¿Usted es el padre? —pregunta.

—     No, pero pagaré lo que sea necesario.

—     Ya no hay personas así— dice y me retiro a la puerta principal.

He dejado toda la información que me han pedido, incluso mi número telefónico y el de la cuenta al que deberán hacer la factura. El dinero es lo de menos, si puedo hacer algo bueno por alguien lo hago. Además, un niño de esa edad y con fiebre no tendría razón para estar en la calle. Me preocupa un poco. Si no tiene padres tal vez podría adoptarlo. Me pregunto si sería sencillo. Otro niño no me caería mal. Así Kain tendrá alguien que lo cuide cuando nazca. Mh… ¿Kain? Lindo nombre. Si, se llamará.

La lluvia cesó. Quedan unas partículas discretas que se hacen pasar por espejos de colores. Puedo ver un sinfín de arcoíris desde donde estoy. La entrada principal del hospital es grande, tiene  una típica fachada con escaleras y corredor al frente. Del otro lado de la acera hay un puesto de ropa, una bisutería y un estacionamiento público.

Espero unos minutos más. El viento no es frio como normalmente lo es en los pequeños poblados, se debe a que donde estoy es una de las ciudades más grandes del mundo donde la contaminación no se hace esperar. Ignorando eso el cielo es hermoso, claro, cuando hay apagones y no llueve. También con la lluvia se ve bien. Aclara el espacio dejándolo visible a comparación de antes.

Llegan por mí. Un compacto color negro se estaciona a mis pies. Bajo las escaleras y subo del lado del copiloto.

—     Tardaste menos —digo buscando en los sillones traseros algo seco.

—     No pase por tu ropa — lo noto enseguida.

—     Tú limpiaras—me siento como si nada.

—     Agradece el pasar por ti.

—     Gracias-

—     Entonces ¿qué te dijo el doctor?

—      ¿Sigues con la idea  de tener hijos?

—     No cambies el tema, no quiero adoptar a alguien que no conozco.

—     Para adoptar tienes que conocerlos.

—     No me molesta el que hayas llevado a ese niño al hospital, ni menos que pagues sus gastos, pero adoptarlo es algo maniaco

—      ¿En qué momento dije que lo quiero adoptarlo?

—     Dijiste “Tener hijos” — suspiro. Sé a qué se refiere, se supone que no podemos ser padres. Lo hemos hablado demasiadas veces ya. Tomo su mano sobre el volante—. Podemos intentar adoptarlo si no tiene padres ¿Te agrada?

—     No pude hablar con él. Tiene ojos azules pero se nota que es japonés.

—     Me lo pensaré—reímos.

Nuestra casa actual se encuentra en el décimo piso de un edificio departamental. Los de esa planta son los más grandes y como ambos gozamos de buenos salarios alquilamos un lugar bastante amplio. Sinceramente lo que nos convenció fue que en la recamara hubiera dos puertas; una el baño y otra un ropero gigante con una pared de espejos al final. La cocina la tuvimos que adecuar, nuestro espacio de trabajo —individual—, la sala, el comedor, en fin, todo. Diez por seis metros. Muy espacioso para dos personas. Tenemos un total de tres habitaciones de las cuales dos se han destinado a una clase de oficinas individuales. Nuestra cocina está a mano derecha, la sala al fondo.  Es simple, cómodo y lo que necesitamos para vivir. El mayor lujo que hemos tenido en años es la televisión de 30 pulgadas —que casi nunca encendemos— y nuestro compacto —para emergencias.

Llegamos. Me bajo del auto. Agarro las bolsas que están atrás y me dirijo al ascensor. Me sigue rápidamente.  Una vez marcado el número de piso le entrego las bolsas. Altanero, dice y ríe para sí. La ropa y el clima me dan mucho frio. El departamento no tiene una temperatura tan baja como lo es donde estamos. No lo pienso y me quito el abrigo y la camisa. Él continúa riéndose. Sí, es gracioso, antaño lo hacíamos hasta en los sanitarios y seguro piensa que me lo quiero tirar…. Evito mirarlo. Tengo que pensar una buena forma de decirle lo que el doctor me ha dicho.

Cuando las puertas se abren, lo dejo atrás y corro a tomar una ducha. Creo que dice otra cosa. El cuerpo se me enfría tan rápidamente que no le hago caso.

El calor del agua me alivia. Oigo la puerta del frente cerrarse. Me case con un ingeniero en jefe. Es bobo, olvidadizo —siempre y cuando no sea en su área—, un asco en la cocina, fumador ocasional, fanático —más que yo— a los deportes, atrevido, impuntual… suficiente. Mejor me concentro en mi baño. ¿En qué momento me quité el resto de la ropa? Lo olvidé. Dicen que no nos pasa por ser faltos de memoria sino porque somos muy selectivos al almacenar recuerdos. Eso suena elegante.

Salgo con la tolla en la cabeza. No me molesta estar desnudo en mi casa, aunque la puerta de la habitación está abierta solo él y yo estamos aquí. Cruzo de una puerta a la otra. El ropero es un gran lujo. Es una habitación aparte con tubos donde colgar, cajones para zapatos, corbatas y las prendas que se compren. Ya que de los dos lados hay la misma proporción de espacio yo ocupo el lado izquierdo.

Me pongo un pantalón de dormir.

—     A cenar — odio cuando él es quien prepara los alimentos. Son casi tóxicos.

—     Voy — digo sin ganas.

Ando lentamente hasta la puerta, desde aquí puedo ver la cocina y lo que ha hecho.  Debí imaginármelo. Sobre la mesa se encuentra una taza, leche y una caja de cereal. Apresuro el paso, también hay una frutas.

—     ¿Me lo dirás entonces? O ¿me quedo con las ganas? — dice cuando me ve sentado.

—      ¿Qué cosa?

—     Doctor. Esta tarde. Consulta. — corta una manzana.

—     Dame —le arrebato un pedazo —. Hace seis semanas hicimos algo que tuvo consecuencias-

—      ¿Consecuencias de qué tipo? Recuerdo que comimos fuera. No me vayas a decir que tienes una infección desde hace seis semanas por la comida.

—     Recuerdo haber hecho más que solo comer.

—     Fuimos a un joyería por material para mi suegra ¿vas a decirme algo?

—     Mejor lo dejamos así. Te lo contaré el día del cumpleaños de tu suegra.

—      Tanabe.

—     Akira.

—     Dime.

—     Estoy embarazado.

—      ¡No juegues!

—     Cree lo que quieras.

—      Pero... ¿Y las pruebas? Hace dos años que lo intentamos.

—     Tal vez fueron erróneas.

No puede créelo. Brinca de un lado a otro con una enorme sonrisa. Ahora se ve más bobo que cuando me desvestí en el ascensor ¿Me vi así? Oh, mi rostro cambia de color.

—      ¿Nauseas?

—     No — respondo —, pensé en que ya no me acuerdo cómo reaccioné.

—     Espero de toda el alma que te hayas visto más ridículo que yo.

Me abraza.

Mi estómago ruge.

Tomamos con seriedad la cena.

Terminamos y nos vamos a dormir.

 

Abro los ojos. Un ligero peso contrasta detrás de mí. Es muy pequeño, tanto así como un niño. Intento moverme pero no puedo. Pienso en agitar deliberadamente la cabeza, los brazos, las piernas, es imposible. Es la recamara principal, estoy en la cama tal y como recuerdo haberme adormido. De hecho, estoy viendo las cortinas de las ventanas. Siento como avanza sobre Akira, pone un pie entre los dos y se inclina a mi cabeza. Intento nuevamente girar la cabeza. Es frustrante no poder hacerlo. Hay otro peso oprimiéndome el cuerpo. Está escalando lentamente desde la punta de mis pies. Vete, pienso. Sigue ahí. Una respiración sobre mi oído.

—     Te encontré — dice la voz de un niño. Se esfuma.

Lo que subía ha llegado a mi cintura. Mi respiración se va haciendo mínima. Cada vez puedo obtener menos.

Una ráfaga de aire frío golpea mi cara. Tengo miedo. Grito el nombre de Akira esperando que algo salga de mi boca, hasta este momento nada ha pasado.

—     Te esperé mucho tiempo — la voz de niño otra vez.

Lo único que puedo mover son los ojos y no son suficientes ya que los parpados juegan con la visión.

—     Dejémoslo descansar por hoy—busco esta voz. Es distorsionada y breve.

—     No rompas tu promesa.

Un cuervo aparece entre las sobras. Vuela por toda la habitación y se dirige a la ventana.

Golpeará y se aturdirá.

Va en línea recta. No cae al toparse el vidrio.

Mis ojos se abren más que durante todo ese rato. Sigue volando afuera. Oigo sus graznidos, son horribles. No pasa mucho hasta que mis ojos se cierran automáticamente.

 

—     Tanabe, despierta—se guía de mi hombro para despertarme —, ya es tarde. ¿Piensas ir a trabajar? —le respondo con un sonido— Si no te levantas haré el desayuno por el resto de tu vida.

—     Si quieres a este bebe no te acercaras a la concina ni para hacer café.

—     En ese caso viviré de cereal — sale de la habitación.

Akira tiene más prisa que yo. Su trabajo es en la tercera parada del tren y el mío en la primera. Corro las cortinas para dejar que los rayos de sol entren. Desde el décimo piso se pueden ver los techos de otros edificios, los cables de luz, los de teléfonos y esas cosas. El apartamento de junto tiene un balcón —espero que los inquilinos se tiren de ahí, bueno, tal vez no — y en el barandal hay un cuervo.

El teléfono suena.

—     Buen día. ¿Sr. Suzuki?

—     ¿Sí?

—     Lamento informarle que su hijo ha desaparecido, los estamos buscando desde hace varias horas.

Notas finales:

Este capitulo lo leí para mi clase de redacción hace una año. Nos pidieron hacer una historia corta pero no se me ocurria nada así que tomé esta y la adapte "para todo publico" y la leí... fue tan vergonzoso. Le dije a mi maestro "Esto es una lectura personal, no algo que debe hacerse en masas" pero aun así me obligo a leerlo frente a todo mi grupo. Sin embargo, no pude terminar de leerles todo porque cambiamos de clases, mientras andabamos hasta el laboratorio de informatica fui acosada con preguntas sobre qué pasaba con los personajes y yo les decía "Es demasiado largo para explicartelo mientras subimos las escaleras, además aun no lo termino de escribir".

Gracias por leer. Subiré la próxima semana. El martes o el jueves.


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