No he podido levantarme desde ayer.
Estoy muy cansado. La cabeza me da vueltas y el mal clima continua.
Ahora nieva.
Es horrible cuando un día llueve al siguiente nieva.
Si no fuera porque la casa tiene calefacción en todos los cuartos nos estaríamos congelando.
Aunque, bueno, yo estoy debajo de mantas y edredones. Y parezco ser la presa de la atención de Takashima.
Un doctor vendrá a revisarme nuevamente en cualquier momento. Ya que no puedo moverme y el clima está en nuestra contra alguien debe venir.
A decir verdad, al principio dudé mucho respecto a mudarme a un pueblo donde no hay mucho qué hacer. No conocía nada y hasta el momento desconozco mucho y casi no he salido de la casa, pero lo que sí he notado es que hay mucha gente mayor y muchas familias que parecen ser primerizas. Hay muchas enfermeras, cuidadores, doctores, maestros de yoga, de taichí, hay hortalizas en muchas casas, no hay camiones pesados, solo automóviles costosos, híbridos o eléctricos. El servicio médico es muy bueno y los horarios de consulta externa siempre están disponibles.
Le pregunté a Takashima cuál es la actividad a la que el pueblo se dedica y me contestó:
— A la salud. Se están saliendo un poco de lo planeado, a pesar de que muchas cosas son necesarias otras no eran requeridas y como no funciona de la misma forma que un fraccionamiento es imposible impedir que algunas sucedan. Por eso nos mudamos aquí, es una comunidad saludable, incluso con mejor atención médica que en la ciudad.
Por otra parte, creo que tuve una alucinación.
Takashima dice que mi fiebre subió mucho durante la noche, así que lo considero alucinación.
Pasó que vi a Akira tomando la mano de Takanori justo en el marco de la puerta de esta habitación. Akira abrió, sin embargo, no entraron. Se quedaron mirándome desde el otro lado hasta que Takashima fue donde ellos. Intentó hacer que se fueran:
— ¿Qué hacen aquí? ¡Váyanse! No quiero que molesten a Tanabe.
— Eso es lo que menos queremos — respondió Takanori —. Venimos a cerciorarnos que este bien.
— Ya lo han visto, pueden irse.
— No seas así, Uruha, déjanos pasar.
— ¿Me creen idiota o qué?
— Desde aquí no podemos verlo bien. A duras penas puedo ver que está en la cama.
— Es todo lo que necesitas saber.
— Me gustaría hacer algo por él, sabes, cuando estuvo en mi departamento le preparé un remedio casero para bajarle una fiebre y funcionó. Quizá debería hacer lo mismo en esta ocasión… vamos, me ayudarás a prepararlo.
Takanori desapareció halando la mano de Akira.
Takashima suspiró y cerró la puerta.
— ¿Estás despierto?
Recuerdo que intenté hablar pero no estoy seguro si algo salió de mi boca.
— ¿Ah?
Lo hice de nuevo y más despacio. Le pregunté ¿qué pasa?
— No era mi intención que quedases atrapado en esto.
Su figura se hizo borrosa. ¿Por qué?
— ¿Por qué, preguntas? Soy una persona mala, nunca me han importado los sentimientos de nadie. Por lo general me llaman despiadado o inhumano. ¿Quieres saber por qué así? Porque me gusta matar persona, y no solo físicamente. Es delicioso. No hay nada más delicioso que eso. Excepto comerlas. No es canibalismo, claro que no. Recuerda que no soy humano.
Entonces su cuerpo de atenuó para borrar sus brazos y parte de su torso.
Seguí mirando todo lo que pude.
— La primera vez que nos vimos estabas en un estado similar, con la diferencia de que hoy estoy solo.
Un ruido fuerte me alteró. Salté en mi propio lugar. Takashima estaba dormido a mi lado sobre los edredones y Maya hacía lo mismo en su cuna. No había rastro de nada. Seguramente se trataba de un mal sueño. Sí, eso debía ser, Akira no está aquí.
En fin, Takashima ha salido de la habitación.
Estoy viendo a Maya desde mi lado de la cama. Sí, se tomó la molestia de mover su cama para que pudiera vigilarla sin tener que sacarla de ahí. Hace un rato pretendí tomarla en mis brazos pero tiritaba y preferí dejarla en su cuna.
Siento que he tenido problemas desde que ella está aquí. ¿Todos los padres se sienten así? Eso no significa que no la quiera, tan solo siento que mi vida ha cambiado demasiado desde que apareció.
Estiro mi brazo para tocar la mano de mi hija. Ahora tiemblo menos.
— Si ya eres guapo sin hacer nada imagínate que tan guapo luces así.
— Claro, soy guapo sin peinarme, sin lavarme la cara, no me he lavado la boca, sólo me paro a orinar y a defecar y, por cierto, orino sentado porque si pretendo hacerlo parado y sin ayuda acabaré en el suelo. Soy hermoso.
— Deja de quejarte y comete esto.
Deja una taza en la cama y me da algo que luce como una golosina.
— Debes mascarlo y luego lo tragas. Si no lo haces de esa forma no podrás tomarte lo que te traje.
— ¿Por qué así?
— Porque nadie en su sano juicio tomaría algo que es más agrio que un limón. Esa goma que te di evitará que sientas sabor alguno por unos minutos y el té hará que te sientas mejor.
— No sabe tan mal — digo después de haber mascado la goma y bebido el té.
— Claro, acabalo antes de que tus papilas se reactiven.
— ¿De qué está hecho?
No sé porque se me ocurre preguntar hasta ahora.
— Hierbas, agua, miel…
— ¿Qué hierbas?
— No recuerdo sus nombres. Es algo que aprendí hace algún tiempo. Te hará sentir mal en un rato pero por la mañana estarás como nuevo, te lo prometo.
— Debiste preguntar si quería morir por un rato.
— No te quejes, ya he pasado por eso. Vivirás y te sentirás mejor por la mañana.
— ¿Sabes que recién comenzó la tarde?
— En una o dos horas comenzarás a sentirte mal, quizá vuelvas el estómago así que traeré algo ligero para comer. Luego te dará sueño y tendrás fiebre, sin embargo, a la mañana, probablemente antes, ya deberás sentirte mucho mejor.
Takashima mira a Maya que se presume despierta. Maya mueve las manos intentando capturar algo que no puede tomar.
— Ella se quedará aquí. Ni la señora Yamada ni Ayako se presentaron hoy, supongo que por el clima. Hoy cocinaré para ti y para ella.
Sale de la habitación.
Me quedo a solas con Maya.
Mi hija duerme plácidamente con los brazos a la altura de la cabeza. Respira de manera inaudible y sé que lo hace por su estómago que se hincha y se desinfla.
Takashima regresa un rato después. Trae consigo un plato con sopa y lo que parece ser un par de trozos de verdura hervidos.
— Espero que lo disfrutes.
Asienta la charola sobre mi regazo.
— Un millonario cocinando para mí… ¿qué debería esperar del platillo?
— Come sin ilusionarte, podría ser lo mejor.
La comida no sabe tan mal. El caldo está cargado de condimentos pero cada uno de armoniza con otro y, pese a tener un sabor fuerte, se disfruta muy bien.
— Esto iría muy bien con un poco de carne.
— Te daría carne pero seguramente no resistiría en tu estómago.
Acabo la sopa. Takashima me ha mirado curioso todo el tiempo. Le entrego la taza y le pido me traiga algo que leer y una pluma para rayar dentro.
— ¿Puedes dejar de verme como su fuera una cobaya?
— No, serás una cobaya hasta que me harte de que lo seas.
Entonces sale. Tarda un poco en regresar, probablemente se detuvo a lavar los platos, a comer o a buscar lo que le pedí. Asienta un libro de Julio Verne a mí lado y va al suyo a comer lo que parecen ser cubos de carne marinada y frita con algo de salsa color verde.
— ¿Quieres? — me ofrece de sus cubos de carne.
— Creí que no podía comer carne hasta mañana.
— Puedes… podrías. Si cuando comiences a vomitar no piensas «qué desperdicio» te daré toda la carne que quieras.
— Entonces no quiero nada.
— ¿Ni siquiera para probar?
— No… creo que lo que me diste está comenzando a hacer efecto. Me duele un poco la cabeza.
— Tendrás que sufrir un poco eso, si te doy algo que alivie los efectos secundarios no servirá de nada el remedio.
— ¿Si me duermo ahora me sentiré mal?
— Nunca lo he intentado. Pero si los efectos secundarios son realmente horribles despertarás quejándote de ellos… aunque, si no lo son tanto, no debería haber problemas con eso.
— Entonces dormiré.
— Descansa.
Le doy la espalda para recostarme sobre mi hombro derecho y ver a Maya antes de dormir.
Mi niña recién comida sueña con cosas que nunca recordará.
Entre despierto.
No estoy seguro de estar soñando pero tampoco lo estoy de estar dormido.
No me muevo por la pereza.
Aun no abro los ojos y no veo por qué hacerlo.
Dentro de la habitación todo es tranquilo.
Creo que dormiré más tiempo. Ruedo nuevamente. Dejó de abrazar edredones del lado izquierdo y paso a recostarme sobre el derecho.
Mis ojos parecen abrirse.
Veo a Ruki parado sobre la cama, a mi lado. Me mira como queriéndome saludar.
Hay algo en mi boca. Lo trago. Se siente suave.
— Hola, onnichan.
¿Cómo ha llegado ese niño hasta aquí?
No puedo responderle. Odio cuando esto pasa. Grito desde dentro pero nada sale de mi boca. Es una situación estresante.
— Debo llevarme a la bebe. Ella no debió nacer, igual que yo. Por eso quería despedirme. Es una lástima que hayas abierto los ojos en ese estado. Es exactamente igual a cuando te desperté. Aunque no hay nadie más que me haga callar y nadie se irá volando. Me pregunto cómo serán ese tipo de sueños, nunca los he tenido… suelo causarlos por diversión pero aún tengo dudas sobre ellos.
Ruki camina a la cuna. Sigue caminando sobre la cama. Si se bajara no podría más que verla a través de los barrotes.
— Esa cuna es mía, la hice después de aburrirme de las normales. Me parece linda. Antes de que la niña naciera la tuve que restaurar levemente pero está en buenas condiciones porque la han cuidado bien. Oh, cierto, dejaré una botella en la mesa. Te sugiero que tomes algo de ella al despertar, con unos cuantos tragos será suficiente. Sino lo haces podrías sentir dolor.
Saca de una botella de su sudadera, es un poco más grande que sus manos y la asienta donde dijo.
— Bueno, me la tengo que llevar.
Saca a Maya de su cuna. No toma su cobija.
— Ni siquiera necesita la ropa, pero no se la quitaré para no pienses mal. No, ni pensarlo, para mí, eso es asqueroso… son más apetitosas las personas que han crecido de cierta forma… ¿sabes? Yo hacía eso y lo haría de nuevo si tuviera más tiempo. Desafortunadamente no dispongo de tanto, así que es ella o yo… y por mi personalidad es obvia la respuesta.
Sigue caminando sobre la cama.
— Adiós, onnichan.
Dejo de poder verlo.
Escucho que salta al piso. Sus pasos son pequeños y sin dudas. Cierra la puerta al salir.
No parece haber pasado mucho tiempo cuando decido abrir los ojos.
Una voz me llamaba así que lo hice sin pensarlo.
Frente a la cuna está Takashima que se ha deshecho de unos cuantos barandales y pide ayuda.
— ¡está azul…!
Intento descifrar lo que dice…
— ¡Toma el teléfono y llama a un médico! ¡No sé cuánto tiempo ha estado así!
Me siento y tallo mis ojos.
Aun no entiendo…
— ¡Maya no respira!
Recibo la explicación como un golpe directo en cara. Doy vueltas sobre la cama para llegar al teléfono, me congelo al no saber el número que debo llamar… miro de regreso a Takashima.
— ¡Solo mantén oprimido el tres!
Está completamente histérico.
Yo debería estarlo.
¿Lo estoy?
Aplasto la tecla dicha. Mi mano tiembla.
Alguien responde del otro lado de la línea.
— Buenas noches, hospital Owasagara. Habla de la casa Takashima, ¿necesita algo? Podemos llegar en menos de cinco minutos.
— Mi hija no respira…
Noto como mi voz se entrecorta y me es difícil respirar.
— Procuré dejarla donde está y esperar cerca del acceso a la casa para facilitarnos la entrada.
— Sí…
Cuelgo.
— Ya vienen, iré a bajo a esperarlos.
Takashima asiente. Muerde su labio inferior. Su mirada se ha cristalizado.
Salgo corriendo tomando solamente cuidado de no caer por las escaleras.
No tengo tiempo de coger un abrigo. Lo noto cuando salgo de la casa para atraer la sirena que se deja oír.
Los paramédicos son rápidos.
Cuando regreso a la habitación una chica paramédico habla con Takashima.
Takashima retuerce los labios y niega con la cabeza. No puedo entender lo que dice, sin embargo, noto amargura en su voz.
— Tanabe…
Balbucea mi nombre.
— Yo… Tanabe…
— Señor, me llamo Haruki Midori, soy la médico a cargo del grupo de paramédicos. Lamento decir esto, pero su hija lleva muerta un par de horas.
— co-cómo… por qué… qué…
Me veo incapaz de formular una sola pregunta.
— Lo siento… dormí más de la cuenta y cuando desperté para darle de comer ya no respiraba…
— Tendremos que llevárnosla — dice la médico —, es rutina.
— No… — articulo con dificultad.
— No se rehúse.
— ¡Tanabe! — Takashima me toma por los hombros mientras los paramédicos se llevan a Maya sobre una canasta cubierta — No podemos hacer nada. Ellos deben llevársela, si no lo hacen nos meteremos en problemas.
Mis ojos se humedecen. Es posible que salgan lágrimas de ellos.
— ¡Es mi hija y no quiero que se la lleven!
— ¡No podemos evitarlo! — responde en seco. Un grito que detiene mi respiración y deposita un enorme peso sobre mi cuerpo. Acabo escurriéndome sobre él. — La medico dijo que es un procedimiento, si lo evitas sólo será más difícil.
Me abraza, siento como si mi cuerpo fuera de pequeñas piedras que intentan luchar contra la gravedad y terminan por derrumbarse por su peso.
— Aléjate de mí… déjame solo…
— Tanabe, ¿dijiste algo?
— ¡Sí! ¡Quiero que me dejes solo! ¡No quiero verte! ¡No quiero ver a nadie! ¡Vete! ¡Quiero que todos se vayan!
Por fin caigo de sus brazos al suelo y gateo hasta la cama.
— ¡¿No escuchas que no quiero verte?!
— Salgan todos de aquí… dense prisa. Si es necesaria la cuna llévensela, llévense lo que necesiten pero salgan ahora.
Miro mi mesa de noche. Mi visión es borrosa, un poco distorsionada y puedo calificarla de imprecisa por los sentimientos con los que está lidiando todo mi cuerpo. Sobre ella hay un frasco pequeño y contiene algo sin color. Ando a ella sin recato.
Algo jala mi pierna y reboto en el colchón.
— Estamos solos, puedes hablar tranquilamente.
— ¡Déjame! ¡Te dije que te fueras!
— Tanabe, esto no te afecta solamente a ti.
— ¡Te he dicho que me dejes! ¡Vete! ¡Aléjate de mí! ¡No quiero verte! ¡No quiero hablar contigo! ¡No quiero tener qué ver contigo!
— Tanabe…
— ¡No me toques! ¡Lárgate de aquí!
Suelta mi tobillo.
Tomo el frasco.
Con el primer movimiento violento el contenido se torna a un ligero verde agua marina de improviso.
Eso me hace recordar que no he sido yo quien ha dejado eso ahí… ha sido un sueño el que lo ha olvidado o dejado apropósito en ese lugar…
Distingo la voz de Takashima en el ruido de mi cabeza sin discernir qué es lo que realmente dice.
Desenrosco la tapa y bebo todo el contenido.
En mi estómago se extiende la sensación de hielo derritiéndose.
Lo que acabo de tomar es como vil hielo que se aferra a mis tejidos y se derrite lentamente consumiendo mi calor.