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Amor 77. por Haku1395

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Notas del fanfic:

HunHan. 

Notas del capitulo:

¡Hola! Uhm, bueno... Hace mucho que tenía un blog, pero como soy pésima en seguir con las historias, lo borré(?). Ahora he decidido seguir escribiendo porque cierta persona me alentó, y sería una mentira si les digo que la inspiración vendrá a mí xD. 

En fin, éste es un One shot que escribí luego de leer y pensar tanto en cierto poema, sí. 

 

Sin más, espero que les guste, ¡deben decirme sus opiniones!
A partir de aquí, iniciaré una etapa, y les traeré el prólogo de un nuevo proyecto: Estocolmo. 

 

¡Fiiiin! Sin más....

Amor 77.

SeHun es médico,  espera ansiosamente que la salida de su turno sea comprobada, ésta ansioso, su cuerpo anticipa lo que sucederá, su pulso se lo cobra al acelerarse, no puede atrasarse más. Intenta enmascarar sus sentimientos con una expresión indiferente, ajeno a todo mundo,  pero sus acciones lo delatan; lo delatan por la rapidez con la que olvida su bata blanca en el casillero, asimismo, con la rapidez con la que toma lo necesario para largarse de ahí.

LuHan es editor, sus dedos bailan sobre el escritorio, y no puede corregir más, no puede pensar en las palabras escritas en la pantalla del computador, no puede abandonar los estremecimientos que bajan desde su columna vertebral para perderse en el más recóndito lugar de sí mismo. Está desesperado, deseando que el reloj marque las 10:00 pm, esperando que el toque en su puerta le diga que es hora de salir, de ir por lo que ha estado anhelando.

Ambos abandonan sus trabajos.

Ambos son arrastrados contra corriente.

Sky life es un hotel conocido por sus lujosas instalaciones, por habitaciones llenas de complacencias, por el buen servicio, la buena comida, pero sobre todo, porque las cuatro paredes de las recamaras guardan los secretos más sorprendentes, porque dentro no hay ojos que juzgan, palabras hirientes, ni mucho menos, amores no correspondidos.

SeHun saluda a la recepcionista, ya no es novedad.

LuHan dirige una sonrisa al oficial de la entrada.

Ambos esperan el ascensor. Fingen no conocerse, luchan contra la atracción de encontrarse frente a frente, desechan la idea de tocarse las manos, de sonreírse. Al entrar, LuHan escoge una esquina, y SeHun la otra. El espacio es tan reducido que el perfume se mezcla, todo se llena de suspiros, fuertes palpitaciones del corazón, piel ansiosa, y deseos culpables. Se detienen en el piso diecisiete, aunque no salen juntos; uno detrás de otro. SeHun introduce la tarjeta en la habitación con el número “77” grabado, mientras que LuHan va hacia la “76”, ninguno dice nada, sólo entran.

Han transcurrido quince minutos, y las cámaras captan a LuHan abandonando su alcoba. Uno, dos, tres toques en la puerta contigua. Y no hay nada más que decir.

SeHun sonríe, porque ver a LuHan es lo que espera cada viernes, porque debe soportar una semana, porque debe fingir que no lo necesita, porque necesita pensar que todo está bien.

LuHan deja de la fatiga, porque cuando SeHun lo mira todo deja de tener importancia, el mundo no existe, sólo son ellos dos, compartiendo besos, abrazos y palabras en el oído.

Ambos son consumidos por la pasión, no son más que bocas uniéndose, creando chasquidos enervantes, suspiros pesados. Son manos las que se pierden dentro de la ropa, las que acarician piel con urgencia, las que dejan lustrosas marcas en el otro. Es la tela la que deja de existir, la que deja de ser un obstáculo para las acciones. Dos camisas caen al suelo; ambas formales. Son dos pantalones los que las acompañan pronto; uno formal y el otro mezclilla. Una corbata. Dos pares de zapatos impecables.

LuHan deja que su espalda toque el colchón de sábanas blancas, deja que SeHun marque su piel, y tome tanto de él como sea posible. Porque SeHun desea hacerlo, desea que cada porción de piel no quede sin su marca, desea que LuHan recuerde a la mañana siguiente, desea que no se pierdan en el mundo. Y LuHan también lo alienta.

La fragancia de canela deja de ser abundante, siendo consumida con el insaciable y característico olor a sexo. Y los suspiros ya no son suspiros; el lugar se inunda de jadeos, gemidos, roces de pieles contra las ropas de cama, fuertes respiraciones, sonidos de labios siendo unidos otra vez.

SeHun no puede decidir qué le gusta más de LuHan, si aquella forma en la que rodea sus caderas para impusarle, o aquellas palabras que jadea en su oído. No puede decidir porque le gusta todo. Le gusta tanto que, no puede más que tomar sus manos para guiarlas a la cima de su cabeza, apresándolas por las muñecas, mientras que sus caderas son todo movimiento, porque siente que LuHan lo necesita, porque él lo necesita.

Son uno. SeHun se mueve sobre LuHan más veces de las que recuerda. SeHun se escucha gemir, y sabe que mantiene presas las manos del otro, pero LuHan es tan suave, es tan cálido, es tan perfecto. El calor es sofocante, viaja a través de todo él, viaja con rapidez, alojándose en su bajo vientre, y aún en su inconsciencia, escucha el fuerte sonido de piel con piel, puede sentir que los muslos de LuHan se tensan en sus caderas, puede escuchar a LuHan susurrarle que vaya más allá, que lo extraño, que lo ama. SeHun se abraza a ese sentimiento, SeHun toma todo lo que LuHan le regala, y se deja llevar a las estrellas, al paraíso creado por ambos. Deja que la felicidad le inunde, porque en esas paredes sólo existen ellos dos: SeHun y LuHan, nadie más.

Y volver a la tierra resulta más difícil de lo que creen, no quieren terminar con sus brazos y piernas que están unidos, quieren permanecer ahí; así. SeHun sabe que LuHan piensa lo mismo, y LuHan sabe que SeHun pronto dirá que es hora de irse, que es hora de volver a la realidad, y toda la magia habrá terminado.

“Te amo”, son dos palabras que resultan fáciles de decir y difíciles de cumplir, dos palabras que implican lo peor o lo mejor.

LuHan sabe que el factor tiempo es una desventaja.

SeHun sabe que no pueden hacer nada al respecto.

Dos son las camisas que vuelen a sus cuerpos, dos son los pantalones que cubren las partes inferiores del mismo. Dos son las expresiones que dejaron de tener cierta luz. La habitación aún conserva el aroma de ambos, pero ya no están unidos, ya no se siente con la misma intensidad.

Miradas son las únicas capaces de dirigirse mientras que LuHan vuelve a colocar la corbata en el cuello de SeHun. Suspiros son los que emergen de dos pares de labios cuando SeHun peina cuidadosamente los cabellos de LuHan.

Y sonrisas son las que se extrañan cuando abandonan la habitación separados, sucesivamente, volviendo a ser lo que no son: desconocidos.

                                                 ***

 

“No, eso no se hace.”

Cinco palabras para un niño de nueve años, cinco palabras que cambiaron la vida, porque SeHun no tenía malicia cuando besó a LuHan, porque SeHun no pudo detener lo que su corazón quería, porque SeHun pudo vencer los prejuicios a tan temprana edad.

SeHun ama a LuHan, y LuHan ama a SeHun.

A los nueve años experimentó el primer sentimiento de amor, y también, el primer “no” de todos los que obtendría después.

LuHan siempre fue tras SeHun, porque él era su mano derecha, su mejor amigo, el que aceleraba su corazón. LuHan fue tras SeHun durante seis años más.

En la secundaria no había un LuHan si SeHun no estaba cerca. Y SeHun nunca dijo que no, SeHun nunca lo rechazó. Porque LuHan no tenía padres, y debía permanecer en casa de SeHun, porque LuHan debía comer a la mesa de desconocidos, y entonces SeHun enlazaba sus manos bajo el mantel y LuHan era todo sonrisas.

Y LuHan y SeHun sabían que no podían estar juntos, no como ellos querían, y también lo sabían los padres de SeHun, por eso LuHan fue enviado a China, y SeHun a la facultad de medicina.

Ellos son dos chicos. Dos hombres que deben tener hijos, y dos hombres jamás podrán tener hijos.

LuHan lloró. Lo extrañó, y no había nadie que entrelazara sus manos bajo la mesa, no había nadie que le abrazara cuando lo insultaban y llamaban niña por guardar la fotografía de SeHun en la cartera. No había nadie que le dejara besos tímidos en los labios, no había nadie que le tranquilizara por las noches cuando las fuertes tormentas azotaban la ciudad. No había nadie, no estaba SeHun.

SeHun lloró. Lo extrañó, no había nadie cuando su madre le golpeaba las mejillas, cuando su padre le dirigía palabras denigrantes, no había nadie cuando sus sueños fueron destrozados, cuando no pudo ir a Artes escénicas. No había nadie cuando cumplió la mayoría de edad, cuando quería llorar, reír, cuando quería deshacerse de la indiferencia. No estaba LuHan.

Y LuHan cumplió su sueño, y SeHun cumplió el de su familia.

SeHun se recibió como médico, con honores.

LuHan se recibió en la licenciatura de Letras.

SeHun obtuvo trabajo en el mejor hospital de la ciudad.

LuHan aceptó trabajo en Seúl.

Ambos cumplían un año en sus puestos y salieron a festejar con sus compañeros de trabajo. Y el destino se encargó de que eligieran el mismo lugar, se encargó de que eligieran mesas juntas, de que SeHun y LuHan cruzaran miradas y todos esos años dejaran de ser un peso, de que la añoranza dejara de ser partícipe del día a día. Una sonrisa de LuHan, una sonrisa de SeHun, y LuHan podía ser feliz, y SeHun mostró una emoción después de tanto tiempo.

Sky life se convirtió en el lugar donde podían verse, frecuentaban la cafetería, inclusive, el sauna.

LuHan era de SeHun, y SeHun era de LuHan.                                       

                                              ***

Un susurro, un abrazo fuerte, corazones comprimidos, lagrimas rodando por las mejillas, lamentos, súplicas. Y LuHan se rindió, y SeHun lloró más que todas las noches anteriores, haciéndole compañía a LuHan. Las sábanas fueron las únicas testigos de la entrega. La habitación 77 del Sky life fue un cómplice más de las ganas que tenían por pertenecerse, de las ganas que tenían por ser uno del otro, de las ganas por olvidar el susurro de SeHun.

“LuHan, voy a casarme.”

 

                                                 ***

Y LuHan asistió a la boda, forzó múltiples sonrisas, abrazó a los padres de SeHun con fingido cariño, agradecimiento. Se mantuvo de pie frente al altar, sólo que él… él no era el novio.

Fingió estar feliz por SeHun, fingió estar satisfecho, y fingió no sentir que su corazón se desgarraba.

Mintió cuando felicitó a Juniel, la novia: su mejor amiga. Mintió al decirle que le deseaba la más grande dicha de todas, mintió al estrecharla entre sus brazos, mintió al secar sus lágrimas, mintió al decirle que SeHun la amaba.

Y se mintió a sí mismo al estar seguro de que olvidaría a SeHun.

SeHun gritó por dentro, quiso decir “no acepto”, quiso correr a los brazos de LuHan, quiso borrarle la sonrisa a besos, y quiso consolarse. Siete pasos los separaban, dos palabras los alejaban, doscientas personas se lo impedían. Y él no pudo negarse, no pudo decir “no”, no pudo soportar la amenaza, no pudo sacrificar a LuHan, porque él y LuHan eran uno.

Esa noche, después de la recepción, llovió tanto que LuHan no pudo dormir, llovió tanto que el vuelo de SeHun y Juniel se retrasó, y fueron forzados a hospedarse en Sky life. Esa noche LuHan lloró en la soledad de la habitación 77, mientras que SeHun no hizo el amor, sino que tuvo sexo en la habitación 66. Se sintió extraño, vacío, porque la piel que tocaba no era LuHan, la ropa que retiraba no era la de LuHan, y los labios que besaba, tampoco eran los de LuHan.

Y LuHan odió no ser Juniel.

Y SeHun odió que fuera Juniel.

                                             ***

Uno es el niño de siete años que corre a sus brazos por la mañana, cuando finalmente cierra la puerta.

SeHun es un padre cariñoso. Un esposo ejemplar.

Papá es la palabra que musita el niño con dificultad cuando lo toma entre sus brazos.

Una sonrisa es la que muestra Juniel al verlo en el umbral. Ella ya no pregunta el porqué de la llegada en la mañana, ella ya no indaga, ella ya no desea que SeHun la vea como algo más, ella ya no puede permitirse lujos en su matrimonio.

SeHun mira a Juniel con la misma sonrisa, con el mismo brillo en los ojos.

“Lo siento” son palabras que se quedan flotando en el aire, que no puede decirle, pero Juniel lo sabe, Juniel sabe lo que implica. Y sólo mira al pequeño entre los brazos de SeHun, y todo está bien, porque su hijo desea ser como su padre, y SeHun quiere todo menos eso, porque SeHun ama a LuHan y él no quiere su vida para alguien más.

Entonces, SeHun sube a ducharse, y el niño se sienta a la mesa, Juniel sigue con el desayuno. Y cuando SeHun baje serán una familia, aunque Juniel no tenga relaciones con SeHun, aunque SeHun no ame a Juniel, aunque lo único que los une sea dinero y la personita existente entre ellos.

Y SeHun dará un beso en la mejilla a su pequeño, y acariciará la mejilla de Juniel. Irá al trabajo con la comida que le han preparado, pero lo único que pensará mientras se la lleva a la boca será en que desea que sea viernes para ver a LuHan.

Y por supuesto, cuando sea viernes, en Sky life, LuHan y SeHun se verán a las 10:00 pm.

“Y después de hacer todo lo que hacen, se levantan, se bañan, se entalcan, se perfuman, se peinan, se visten, y así progresivamente van volviendo a ser lo que no son”.

Julio Cortázar. 

Notas finales:

https://www.youtube.com/watch?v=IQAu_QX6hVE (?)


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