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Su real majestad por Yuusei Suzuki

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Notas del capitulo:

¡Hey! En serio lamento haber tardado tanto pero trataba de corregirle todos los errores que me marcaron para hacerlo perfecto (?) Y luego la escuela y otros fics y fandoms me hicieron evitar el escribir esto ¡Lo siento! Pero ya está ¡Muchas gracias por sus Rw's! En serio me alegra que lo comenten aunque me pase de potato y haga la actualización hasta ahora ;u; pero descuiden,la próxima actualización será más rápida,solo dejen librarme de la escuela y ya (?)

¡Espero les guste! y les agradezco si me dejan Rw's,favs y follows

Al día siguiente, el profesor se levantó con los rayos del sol cubriéndole el rostro, se despabiló un poco antes de darse cuenta que estaba recostado en el pecho de Ukai y éste le abrazaba de la cintura; se sonrojó totalmente y sonrió algo enternecido ya que al menos en la noche pudo estar entre sus brazos, se volteó para verle y besó su mejilla sigilosamente, cerrando nuevamente los ojos para dormir un par de minutos más, para disfrutar ese contacto al menos un poco más antes de separarse y tratar de ocultar sus sentimientos cada entrenamiento, ya luego se reportaría en la escuela como enfermo.

Por lástima esa rosada realidad no se pintaba para todos aquella mañana donde Kageyama seguía abrazado a sus piernas debajo de sus cobijas con las cortinas cerradas, escuchando el ruidoso despertador que se repetía cada cinco minutos para que se levantara y fuera a la escuela.

Después de veinte minutos, el azabache se levantó con cierta desesperación y aventó el despertador a la pared para que se callara de una vez, tener en la mente a Oikawa junto con ese molesto ruido no era de su agrado en lo más mínimo. Una vez que por fin el molesto ruido había cesado fue a ducharse, lavándose bien la cara, el cuello y la cabeza, tratando de borrar cualquier rastro que delatara su noche inundada en llanto y golpes a la almohada por recordarlo.

Kageyama aún iba a tiempo para la escuela a pesar de retrasarse veinte minutos en su cama, comenzó a caminar por la calle como si nada, sintiendo el viento que comenzaba a notarse por la cercanía del otoño, rememorándole la noche anterior donde sintió aquel fuerte brazo rodearle por los hombros justo como lo hacía en secundaria; inmediatamente el armador negó con la cabeza en un intento de borrar aquellas imágenes que se exponían en su mente una por una, volviendo a abrir la herida que ahora sangraba; sin darse cuenta, Hinata ya estaba a su lado, sorprendiéndolo y haciéndolo fruncir aún más el ceño.

—Buenos días, Kageyama—El mayor ni se inmutó en contestarle a Hinata, provocando que el de cabellos naranjas hiciera una mueca que provocaba ternura en vez de miedo—He dicho, buenos días Kageyama—El azabache siguió con la cabeza en alto sin ponerle atención alguna al menor, llevándolo a tomar medidas drásticas para que Kageyama lo notara, jalándolo del uniforme para que le pusiera atención— ¡Buenos días, Kageyama! —Kageyama ya mosqueado por la actitud de su compañero le arrebató su manga de sus manos y refunfuñó por lo bajo, maldiciendo mil veces y de regreso el hecho de encontrarse con Hinata justo cuando no quería ni que el sol tocara su cara—Está bien, no me hagas caso, le diré a Suga-san que hoy levanté el balón, ni quien te necesite Bakeyama—

—Pues bien, lárgate con Sugawara-san, a ti es al que nadie necesita enano molesto ¿Crees que eres el único al que le puedo levantar balones? No seas idiota. Cuando dejes de serme útil, te cambiaré—Hinata se quedó con la boca abierta por escuchar esas dolorosas palabras que se le clavaban como cuchillos en el pecho en ese instante, se subió nuevamente a su bicicleta y comenzó a pedalear lo más rápido que pudo, escuchando como su corazón se caía pedazo a pedazo en su pecho.

Kageyama al ver huir a su amigo solo pudo recriminarse lo estúpido que fue ¿Qué significaba todo eso? Él ya había cambiado y no pensaba así, mucho menos de Hinata, con quien hacía el “ataque divino” sería una reverenda estupidez dejarlo ir pero esa era la situación, Kageyama acababa de herir al polluelo por su propio dolor cuando él solamente lo había saludado inocentemente. No, todo era culpa de Hinata como siempre, era su culpa por ser tan molesto desde tan tempranas horas de la mañana, era su culpa por no ver que estaba abatido, era su culpa por no saber que tenía el corazón roto por culpa del armador de Aoba Josai.

Kageyama siguió con la cabeza baja, pateando una piedrita en el camino, maldiciendo todo lo que podía en murmullos aterradores a Oikawa, maldiciendo el día en que entró a la misma secundaria que él o cuando pisó el gimnasio y maldiciendo más que lo demás, el día en que se dejó engatusar por ese apuesto joven de ojos achocolatados y melena castaña, pensando que hubiera sido mejor el hacerle casos a los rumores que corrían del armador y su mejor amigo de la infancia.

Las clases corrieron demasiado lentas para pesar de Tobio, el cual veía una hora y cuando volvía a mirar el reloj, éste parecía que se había atrasado solo para torturarlo en clase de historia. El chico frunció el ceño más que de costumbre e ignoró por completo el hecho de que Sacro Imperio Romano Germánico era un país que fue a la guerra y perdió, ciertamente le importaba un comino si el país ese que a su parecer era del medio oriente, fuera a la guerra y perdiera.

Cerró sus ojos un momento para dejar de escuchar aquel tema que solo aumentaba su molestia, ya que por alguna razón Oikawa tenía una voz muy parecida al protagonista de un anime de historia que Hinata últimamente veía y le obligaba a ver a veces en el descanso.

—Vaya, que descaro del rey el quedarse dormido desde primera hora hasta el descanso—Tobio se despertó de peor humor con los bruscos movimientos de Tsukishima en su hombro para que se despertara, haciéndolo estallar internamente al ver la socarrona e irónica sonrisa que éste se cargaba.

— ¿Qué quieres? Aún no es hora de hacer sufrir a mis ojos por verte—Tsukishima solo rió por lo bajo ante el intento de Kageyama por molestarlo. El azabache se cruzó de brazos y suspiró, debía de calmarse e ir a comprar algo antes de ir corriendo al gimnasio por un balón para golpear al rubio.

—No creas que vengo por tu excelente compañía, vengo porque Sugawara-san quiere hablar contigo, parece que heriste a tu reina en la mañana y el enano tan varonil como siempre fue llorando al salón de Sugawara-san y el capitán para acusarte—Kageyama gruñó por lo bajo al recordar el incidente de la mañana, ahora para colmo iba a ser regañado por sus superiores por culpa de Hinata—Y por cierto, el gran rey te manda saludos “Tobio-chan” —Tsukishima rió con una maligna diversión y se puso los audífonos mientras salía del salón de Kageyama para no oír sus reclamos o gritos pero se quedaría afuera de su salón para terminar de deleitarse con su abatida expresión.

Kageyama abrió los ojos al escuchar los saludos, justo la persona que le había causado tantos problemas y de la que no quería saber era la misma persona que ese fatídico día le mandaba saludos con el embajador del séptimo círculo del infierno; con pesar se levantó de su lugar y salió de su salón, sintiendo la risa burlona de Tsukishima en su nuca al salir del aula.

Tobio venía algo jorobado con las manos en sus bolsillos, tratando de pensar en alguna excusa lógica para salir bien parado de los regaños que le esperaban junto con los brutales castigos que seguramente el capitán le pondría. No a lo tonto eran “papá y mamá cuervo” Si alguien osaba tocar a alguno de sus polluelos, en especial a su consentido, la sangre correría.

Cuando menos sintió, el armador ya estaba frente a la puerta de la azotea abriéndola. Cerró sus ojos con cierto fastidio porque lo que escucharía sería la voz de Daichi gritarle pero nada, abrió los ojos sorprendido por no escuchar los gritos; Kageyama volteó hasta ver a Sugawara abrazando a Hinata mientras le acariciaba la espalda que se movía por los espasmos del llanto junto a un preocupado Daichi que veía a su pareja tratar de calmar a Hinata.

—Kageyama…Creo que debes de disculparte con Hinata—El azabache apenas si notó que el capitán estaba a su lado empujándole la espalda para que caminara y no se quedara solamente petrificado ante tal imagen que le hacía doler el corazón.

—Hinata…No llores, en la mañana estaba molesto por algo y…—Al recordar lo de la mañana, Kageyama frunció el ceño y negó con la cabeza—Fue tu culpa, si no te contesté es porque no estaba de humor pero tú estabas insiste e insiste ¿Cómo no querías que te contestara así, idiota? —Hinata se abrazó más fuerte a Sugawara y él le miró reprobatoriamente, acariciando con más ímpetu la espalda del pelinaranja que sollozaba con mayor fuerza.

—Kageyama, puedes descansar el día de hoy del club, también Hinata lo hará—El armador de primer año miró a su capitán con una expresión indescifrable, estaba frío y rígido como una vil tabla, sintiendo como cada horrible sollozo que Hinata emitía se le clavaba en el corazón.

—Pero yo…T-Tenemos que practicar para…

—Es una orden—El chico de ojos azules no pudo hacer nada más que bajar la cabeza ante las ásperas palabras de su mayor, se sentía como un niño regañado por tratar de echarle la culpa a alguien más del jarrón que había roto.

Tobio apretó sus puños hasta que quedaran blancos y salió de la azotea con molestia, haciendo la puerta resonar con fuerza mientras él bajaba las escaleras colérico, sentía rabia por haberle echado toda la culpa a Hinata de su error, de no haber aceptado la culpa o no poder haberse disculpado con Hinata que solamente le saludó inocentemente; y para terminar de explotarle el hígado, el hecho de que hoy no vaya a practicar por el estado de su carnada. En definitiva ese día solo quería poner a prueba su resistencia y poca paciencia.

El resto del día se le fue como agua entre los dedos, se pondría feliz si no fuera porque no podía ir entrenar pero…Su equipo le necesitaba, necesitaba mejorar sus saques para no volver a perder frente a Oikawa, para no ver nuevamente su estúpida sonrisa que le rompía y derretía a la vez.

Al llegar al gimnasio como si nada, sintió como el ambiente se hizo pesado totalmente, el capitán tenía el entrecejo fruncido al ver a Kageyama entrar al gimnasio y el vice capitán tenía un rostro de profunda preocupación, buscando al instante al pelinaranja con la vista como si con una mirada pudiera protegerlo de todo.

—Muy bien, hoy vamos a practicar los remates hasta que se les caigan los brazos—Dijo el entrenador a su equipo mientras iba al pizarrón acompañado del profesor Takeda a enseñarle algunas jugadas que generalmente usaban ya que se le hacían muy interesantes—Chicos ¿Me escucharon? —Ukai paró al ver como su equipo se tensaba al escuchar eso.

—Va-Vamos—Nishinoya fingió sonreír, dándole el balón a Kageyama de una manera brusca junto una mirada matadora que podría poner a llorar hasta al hombre más rudo del mundo.

El entrenador dio algunas órdenes y comenzaron a practicar. De un lado estaba Sugawara para levantar el balón y del otro lado Kageyama, en la fila de Kageyama solo estaba un Tsukishima con una burlesca sonrisa y Yamaguchi que veía curioso porque solo ellos dos estaban en la fila.

—Hey, Hinata, ve a practicar con Kageyama, ustedes también Daichi y Asahi—Ordenó el entrenador cuando volteó a ver a sus jugadores en lo que el profesor trataba de asimilar una jugada que había marcado en el pizarrón. Con un tenso ambiente y una mueca rara, el capitán caminó hacia la fila del armador de primero, seguido de un temeroso Asahi, el cual asimilaba un despertador que no dejaba de temblar por el miedo del aura intimidante que emanaba el capitán.

—Va-Vaya Ukai-kun, usted es un gran entrenador si puede planear todo eso solo ¡Me sorprende! Quiero saber tanto como usted—El rubio se sonrojó levemente ante las palabras del pequeño castaño que miraba con admiración pura al hombre que lo enamoraba cada día más y más.

—Que va…Solo es un juego de niños…—Susurró apenado Ukai mientras se sobaba la nuca algo nervioso—Usted es más genial sensei, lidiar con tantos mocosos a la vez, ser tan listo, tener mucho trabajo y aparte hacer tiempo para venir con nosotros ¡Es muy lindo! —Exclamó lo último ya habiéndose dejar por las palabras; paralizando al profesor y él petrificándose de igual manera al pensar que cosa había dicho—Di-Digo e-es muy bonito… ¡No! Di-Digo… ¡Ah! —El profesor rió al ver las expresiones del entrenador y le agarró la mano para que dejara de hacer esos movimientos raros que por lo visto, todos los del equipo hacían al no poder expresarse.

—Está bien…Si soy lindo para Ukai-kun, me parece perfecto—Ambos se miraron a los ojos y sonrieron idiotizados, como un par de adolescentes que acababan de recibir un detalle de su enamorado, lo cual solo distaba de la realidad en la edad pero ese ambiente que comenzaba a emanar flores y corazones se cortó al escuchar un golpe estruendoso.

— ¿Qué dia…—Ukai se volteó molesto a ver ahora que había sucedido, juraba que si era alguna estupidez de Nishinoya o Tanaka, los iba a poner a correr hasta que vomitaran el poco cerebro que tenían— ¡Oigan, ustedes!... —De pronto calló al ver a Kageyama con los puños apretados viendo a Hinata que lloraba con una expresión de molestia.

— ¡Carajo, Hinata! Si te mando el balón a la derecha es para que lo golpees, no para que te atores con la puta red—Exclamó el armador furibundo mientras veía a Hinata que estaba en el piso por haber rebotado contra la red.

— ¡Cállate Bakeyama! Tu dijiste que iba a ser a la izquierda además trataste de hacerlo como lo hace el gran rey ¿Yo qué culpa tengo de que no te salga? —Replicó el de cabellos naranjas, limpiándose las lágrimas de impotencia que caían porque desde la mañana Kageyama se descargaba con él y por el bueno golpe que se dio al caer.

— ¡Joder! Solo golpea el puto balón y ya, no importa hacia qué lado diga ¡Golpéalo! —Gritó el azabache rojo de la furia que tenía— ¡Por eso perdimos contra Aoba Josai! —Hinata se levantó y miró con el ceño fruncido a Kageyama, el cual lucía un poco más calmado después de haber exhalado—Jamás debí de haberte pasado el balón…—Susurró en lo que agarraba el balón, dejando de piedra a Hinata.

De todas las frases que Kageyama pudo haberle dicho, había elegido decirle que fue un error lanzarle el balón. Su corazón comenzó a punzar dolorosamente dentro de su pecho ¿Porqué le decía eso? ¿Qué había hecho él ese día para que Kageyama le dijera eso? Y lo peor era si en realidad Kageyama creía eso de él pero hasta ahora se lo dijo; cuando volvió a pasar, Kageyama gruñó y levantó el balón tremendamente rápido pero Hinata ni se inmutó en alcanzarlo, sus fuerzas estaban concentradas en frenar su llanto y las navajas de sus pensamientos que en cualquier momento se clavarían aún más profundo.

El entrenador Ukai al presenciar esa escena decidió cambiar de ejercicio. Los mandó a correr un par de vueltas para desestresarse y después practicar la defensa aunque su idea no cambió el tenso ambiente que rondaba el entrenamiento, desde Daichi que vigilaba toda la cancha para ver que no volviera a suceder algo hasta Nishinoya y Tanaka, quienes ni se inmutaban en molestar a su hermosa Kiyoko-san. Solamente el sonido de los golpes con el balón y los jadeos eran lo único que se escuchaba en el gimnasio.

Justo como en las prácticas pasadas, Kageyama volvió a irse solo, apurándose con sus labores de limpieza en el gimnasio por su mal comportamiento para evitar a todos, sobre todo a Hinata que lucía perdido en otro mundo, ni siquiera el resto del entrenamiento pudo bajarlo de sus pensamientos.

Sugawara como buena “madre” de Karasuno que era, estaba atento a todos los detalles, hasta los más insignificantes, él los había notado. Como las expresiones de su aprendiz al nombrar al “Gran rey” o las de Hinata cuando Tsukishima contó el pasado amoroso del armador de primero. Suspiró para sus adentros mientras ataba cabos, ya tenía una idea de lo que sucedía pero debía terminar de asegurarse de sus suposiciones, después de todo, lo que quería era ayudar a sus polluelos y para eso necesitaba la información concisa y relativamente exacta.


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