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El baile de los abanicos por albert2822

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Notas del capitulo:

Aquí os traigo el capitulo numero 12. Espero que les guste.

SIENTO MUCHO, DE VERDAD, no haber publicado durante esta semana, y haber hecho este gran retraso.

Creo que os compesare y mañana publicare el capitulo 13.

Junio de 1914, Londres, Inglaterra.


-Estoy por encima de la ciudad. De pie en una cornisa. Las vistas desde aquí son muy bonitas. Y me dejo caer. Y ahora estoy cayendo a través del cielo. Del cielo. Cayendo a través del cielo- decía Monet con un aura tenebrosa que la rodeaba, cogiendo la pistola de fuego y apuntando hacia delante y disparó.


Todo se hizo un gran silencio en la sala del cabaret Big Mom. Ni un murmullo, ni un chirrido, nada se escuchaba, como si se tratará de una visita al espacio exterior. Todo silencioso hasta que alguien intervino.


-¡Fin del primer acto!-gritó Emporio Ivankov desde uno de los laterales de los palcos del Thousand Hall. Lady Monet has estado espléndida, bellísima, espeluznante, sin duda sabía que tenías tan gran talento nada más verte.


-No son necesarios tantos halagos solo por saber interpretar un papel que parece que le venga como anillo al dedo- dijo Nami que estaba situada en uno de los asientos delanteros, observando como siempre a la competencia. No creo que sea necesario recordar quien es la gran estrella.


-Una estrella es aquella persona que brilla por encima de los demás, y en estos momentos esa estrella brilla por su ausencia- contestaba con un tono burlesco el gran Ivankov, conociendo el orgullo de la joven de cabellos anaranjados. Es normal que en ausencia de esa brillantez, quiera buscar a alguien que sobresalga.


-No se preocupen por mí, yo haré lo que ustedes me digan, no es necesario que sea yo la estrella- decía Monet con una voz angélicamente falsa recalcando que sabía bien interpretar el papel de buena chica. Nami, no soy quien para quitarte lo que te pertenece.


-Ja, a mi no me vengas con esas tonterías. Yo se muy bien como se ven las personas en su exterior y como son en realidad, y esa faceta dulce tuya permiteme decirte que no me la creo en absoluto- responde muy directa Nami, sin pensarse ni dos minutos las palabras que iba a decir. No se que intención tienes, pero si quieres llegar a lo más alto, antes tendrás que pisotearme a mi y eso no es tarea fácil.


-Ya está bien de tantas peleas absurdas. ¿Cómo podéis pensar en ser la gran estrella después de la desaparición de Bon Kure y Violet? ¿es que no tenéis sentimientos o no soy humanos?- interviene Shakky la camarera muy enfadada con la pelea de las dos jovenzuelas. Más os vale que tengáis al menos cierto respeto hacia ellos.


-Pero Shakky, ¿es seguro que hallan desparecido?- pregunta muy incierta la joven Victoria Cindry, buena amiga de los dos desaparecidos y algo consternada aun por la noticia. Lo digo porque los conozco y se muy bien cuáles son sus debilidades.


-Yo creo que viendo lo que me contasteis sobre Violet y su amante, creo que no necesitamos otra explicación. Habrá encontrado a alguien y se habrá ido sin pensarlo dos veces- contesta hábilmente Monet. Y sobre Mr. 2 Bon Kure es algo de lo mismo.


-¿Como puedes estar diciendo esas barbaridades? Eres la recién llegada a este club y ni siquiera los conocías los suficiente para estar juzgándolos con tan exhaustivo criterio- responde Nami bastante cabreada con la joven de cabellos verdes. Yo creo en Violet y se que después de haber cometido aquel error no sería capaz de hacerlo dos veces.


-Mira que me sorprende esa actitud de amistad entre tú y Violet. Pero yo pienso igual que tú- dice Paula cara a Nami. Todos sabemos la historia de Bon Kure, y que fue encontrado cuando era niño en la puerta del cabaret. Fue Big Mom quien lo recogió y lo cuidó. Él le debe mucho al cabaret y a Big Mom, jamás se iría sin avisar, y lo mismo con Violet ya que ella amaba su trabajo y ningún hombre estaría por encima de este.


-Gracias por apoyarme Paula- dice Nami cara ella. Sobretodo después de nuestro encontronazos y discusiones.


-Bueno por lo que veo tenéis una fe ciega en vuestros amigos. A mi me da igual, yo solo se que sigo aquí y quiero este trabajo- responde Monet algo inquieta por las palabras que las dos chicas habían dicho y temiendo que pudieran llegar a sospechar algo. Lo seguro es que no están, y punto.


Tras terminar esta especie de discusión, Monet se marchó algo cabreada hacia el piso de abajo donde estaba su pequeña habitación, cruzándose en el camino con Sanji, quién subía al escuchar los fuertes gritos de arriba. No se dijeron ni una palabra, ambos mantuvieron la mirada y simplemente Monet le guiño el ojo y le sonrió, aunque al rubio no le terminó de convencer. Quizás por su instinto, o por la conversación que tuvo con Nami hace varias noches, donde esta le confesaba su desconfianza hacia Monet. Sin embargo no se preocupó. Parecía como si una envoltura de felicidad le cubriera todo por alrededor y se olvidara de cualquier problema que presenciara. Sanji llegó al Thousand Hall, encontrándose el ambiente un poco caldeado. Pronto, al verlo, Nami se acercó a él.


-En serio, no me creo a esa mamarracha verde que solo se preocupa por su bien- contestó Nami bruscamente a Sanji, quien parecía que no le importara en absoluto. Tierra llamando a Sanji, ¿me escuchas?


-Si, lo siento Nami, estaba en mis cosas- responde el rubio aturdido por su reacción, tenía que poner más empeño en escuchar a su amiga. Nami, a mi tampoco me termina de caer muy bien, aunque pienso que es pronto para juzgarla, pero no será que le tienes envidia.


-Envidia, yo, ja, envidia de la mala le tengo yo. Yo se que esa zorra va de niña tonta y dulce pero tiene un alma despiadada y tenebrosa- contesta Nami con el tono bastante subido. No se que tramará esa, pero pienso descubrirlo.


-Creo que estas sacando las cosas de contexto. Ella es una simple joven extranjera que no tenía nada cuando llegó. ¿Qué puede hacer esa chica?- le pregunta Sanji a la de cabellos anaranjados. Por cierto, yo me tengo que ir, nos vemos.


-Alto ahí, ¿donde vas a estas horas de la noche, si está a punto de empezar el espectáculo? y sobretodo ¿ donde ibas sin decirme nada?- le interrogaba la chica como buena amiga y persona cotilla que era.


-Hoy es mi día libre y no tengo ninguna actuación. No se porque debería tener que quedarme a ver el espectáculo- respondió un poco fuerte Sanji a su amiga. Además, es mi vida y hago lo que quiero.


-Jajajajaja, menudo cambio de humor que llevas estos días. Has pasado de estar super deprimido a tener una especie de aura de felicidad y estar a la defensiva- comenzó a reírse. Nami delante del rubio. ¿Qué le ha pasado a tu vida para estar así, Sanji-kun?


-Bueno, la verdad es que... Lo siento pero me tengo que ir, que llegó tarde a un sitio- le respondió Sanji a su amiga. Pero mañana te lo cuento todo.


-Más te vale- contesta una enfadada pero sonriente Nami.


Cuando ambos acabaron de hablar, Sanji se marchó del local saliendo a toda prisa de allí. Mientras, Nami lo miraba bastante curiosa pero feliz de verlo así y habló en voz alta.


-Disfruta de tu felicidad, porque sabes muy bien que la vida es dura y a veces la mayor felicidad se puede volver una gran tragedia- decía la joven de cabellos anaranjados en la puerta del vestíbulo.


Justo al acabar de hablar ella, entró a aquel antro una figura de alta clase que indiscretamente había escuchado las palabras de aquella joven y su corazón le decía que debí animarla de alguna forma.


-Señorita Nami, me alegro de ver que se encuentra usted aquí- dijo aquel hombre de alta clase saludando a la joven en la entrada. Tenía la ilusión de poder verla cantar otra vez.


-Conde de Gales, es un honor que se acuerde de una persona como yo, y sobretodo que respete y alabe tanto mi forma de actuar en el escenario- respondió Nami rápidamente, sin darse cuenta realizó una pequeña reverencia, acostumbrada tras la fiesta. Gracias por venir al cabaret Big Mom , espero que sea de su agrado.


-Por favor, permitame recordarle que no hace falta tanto formalismo, llámeme de tu- insistió nuevamente el conde como si quisiera romper la barrera que hay entre la clase adinerada y la más pobre.


-De acuerdo, conde Usopp- responde con una leve sonrisa la joven, quien se extrañaba del interés que el conde le mostraba. Aunque siento decirle que esta noche no voy a realizar ninguna canción, será un viejo espectáculo, tal y como hacia antes.


-Entonces, eso no será un problema, sea lo que sea, viniendo de usted seguro que será maravilloso y espléndido- contesta Usopp cara a la joven, dejando a esta un poco ruborizada. Estoy deseando ver ese baile suyo.


-No estoy acostumbrada a recibir tantos halagos de una persona. Debo agradecerle de verdad ese gran entusiasmo que tiene hacia mi- dice Nami quien ya se tomaba bastantes confianzas con el conde de Gales. Creo de verás que le va a gustar el espectáculo, o al menos se que le gusta a la mayoría de los hombres.


-Bueno creo que debo adentrarme para coger un buen sitio en primera fila y así verla bien a usted- contesta muy cortésmente Usopp. La veo dentro.


-Espero señor conde, si me permite, yo misma le acompañaré a su sitio. Así recibirá un trato especial y alguna que otra bebida gratis- detiene Nami al conde antes de que este se marchara.


-Bien, como usted guste- dice Usopp bastante contento con la reacción de la joven de cabellos anaranjados.


-Pase por aquí, usted primero, y llegará al Thousand Hall, donde se celebrará esta noche el espectáculo- dirigía Nami al conde.


Tras pasar al salón, ambos se encaminaron hacia una de las mesas de la parte más cercana al escenario. Una vez estaba acomodado el conde de Gales, Nami se marchó cara Shakky quien estaba atendiendo la barra y para pedirle una copa que le sirvió al conde más tarde. Sin embargo, llegó el momento de despedirse, ya que Nami debía prepararse para la actuación, que curiosamente el conde no sabía que iba a tener un toque algo erótico y sexual.


Habían pasado varios días de la gran celebración organizada en palacio y la situación del país no podía ser mejor. Parecía que el ambiente de paz y tranquilidad con el que había transcurrido todo el festejo se había transmitido por las calles y las personas de la ciudad. Londres vivía tranquila y eso se notaba incluso por la noche. Sanji, después de salir del cabaret, caminaba por las callejuelas de la ciudad londinense aún pensando un poco en la discusión que había tenido con su amiga. Aunque pronto se dio cuenta que todo era muy estúpido y que ella comprendía la situación, y seguramente que no le importaba. Además de que estaría de su lado. Tras sacar estos pensamientos de su cabeza, le vino una imagen de un joven a la mente, procurándole una sonrisa en el rostro. Anduvo y anduvo por las calles hasta llegar a su destino. Parecía que había ambiente por la ciudad, gente hablando en los portales, bares y tabernas abiertas con estruendosas charlas y risas, algún que otro carruaje, y incluso niños que jugaban al balón. Se veía la felicidad londinense que pronto se le pegó a él también. Era verdad que habían escasas farolas o fuentes de luz para iluminar las calles, pero por primera vez se notaba que estás eran bastante seguras. Finalmente, Sanji llegó a su destino.


Justo en aquel hermoso lugar, conocido con el nombre de Gyoncorde Place, le esperaba una figura de buen semblante, sentado en uno de los bancos. La plaza no era de gran tamaño, pero era conocida por su larga historia entre los enamorados de la ciudad. Prácticamente era toda de piedra, situando en medio de la plaza, a una fuente bastante espectacular. Para acabar, solo poseía algún que otro árbol y algún banco para sentarse. Pero lo espectacular de la plaza era su forma circular, dejando pasar la luz por el día, y por la noche la plaza se quedaba completamente iluminada por la luz de la luna. Una plaza de ensueño.


Sanji no tardó en darse cuenta de la presencia del otro joven, y fue corriendo a saludarlo, quizás con demasiado entusiasmo. Al ver que el rubio corría hacia él, el joven de cabellos verdes se levantó, con la mala suerte de toparse con la velocidad de Sanji y la no frenada de este, cayendo ambos al suelo.


-Hola Zoro, siento lo del golpe- comenzó Sanji con una voz muy dulce que estaba encima del otro, mientras se levantaba. Siento mucho que me hallas tenido que esperar.


-Veo que estás un poco alegre hoy, no Sanji- pregunta Zoro a pesar de saber ya la respuesta. No te preocupes, no llevo mucho rato.


-Sí, bueno, es que tenía ganas de verte- contesta Sanji un poco nervioso por la situación.


Zoro no se lo pensó dos ves y le propició un beso apasionado a la luz de la luna, curiosamente sin que hubiera persona en la plaza. Tras acabar, se separaron pero manteniendo la mirada, ambos con una gran sonrisa.


-Bueno creo que es hora de que nos vallamos- dijo Zoro cara a Sanji quien aún estaba rojo por el beso recibido con tanta pasión, y que le había causado un gran ardor en sus partes íntimas.


-Como digas- responde Sanji ante la proposición del de cabellos verdosos.


Ambos se encaminaron por las calles de la ciudad. Sin darse cuenta, andaban cogidos de la mano, como una pareja de recién casados. Sin embargo, la gente del pueblo no se percataba de esta situación y continuaban sus vidas como si nada. La feliz pareja se alejó del casco antiguo del centro de Londres, llegando a las cercanías del puerto. Allí, a orillas del océano Atlántico, en una especia de superficie apartada de la mano del hombre, Zoro había preparado una cena especial en el suelo, con un mantel y la luz de las velas. Sanji estaba muy contento y sorprendido, ya que no se esperaba esa faceta romántica de Zoro. Se sentaron y comenzaron a tomar la cena que había preparado el de cabellos verdes. Entre conversaciones, se escapaba algún que otro beso espontaneo y tierno. Los dos se sentían en el paraíso, y no se arrepentían de la decisión que habían tomado.


Cuando acabaron de cenar y recogieron las cosas para mantener limpio aquel fantástico lugar de la naturaleza, ya había entrado bastante la noche. Decidieron tomar el camino de regreso a sus respectivas casas, aunque algo cambio.


-Sanji, pienso que es tarde para que vuelvas a adentrarte por el centro y vuelvas al Big Mom Cabaret. ¿Te gustaría dormir en mi casa?- preguntaba Zoro algo preocupado por la respuesta que iba a recibir. Es una simple habitación en una barriada de obreros, algo pequeña y no muy bella, pero es mía y nadie nos va a molesta.


-Bueno, la verdad es que me encantaría pasar la noche contigo- contestaba muy sinceramente el rubio ante la sorpresa de la petición.


-Pues pongamos en marcha- responde Zoro notándose una gran alegría en su rostro, que poco a poco se iba transformando en una mente lujurioso y perversa. Está por aquí cerca.


Indirectamente, Zoro coge la mano de Sanji y lo guía a través de las calles con gran entusiasmo. Era tal la emoción, que sus pasos se aceleraron y en menos de lo que pensaba ya estaban en la barriada de obreros. Llegaron a una de las casas, y justo en el piso de más arriba se encontraba la habitación de Zoro. Este estaba un poco nervioso por la situación que iba a ocurrir. Mientras, Sanji sentía la curiosidad de conocer el sitio donde vivía su amante, y discretamente examinaba aquel lugar exhaustivamente. No obstante, llegó un momento en que ambos se quedaron en un silencio profundo, esperando a que el tiempo trascurriera, o más bien, a que uno de los dos se lanzara. No se podía decir que era un ambiente de total tensión, sino más correctamente de completa atracción entre el uno y el otro. De vez en cuando, sus miradas se cruzaban en la noche, reflejando un brillo de felicidad y lujuria desbordante.


A diferencia del anterior encuentro, fue Sanji quien tomó la iniciativa acercándose tímidamente hacia la cama, donde estaba sentado Zoro. Sin pensarlo, se sentó sobre sus piernas y comenzó a acariciar las mejillas del sonrojado marimo. El corazón de Zoro latía demasiado rápido para aguantar las cosas que le estaba haciendo el rubio, pero lo que no sabía es que eso era solo el principio. Cuando parecía que Sanji había calentado el ambiente, se deslizó hacia la parte inferior de su amante, quitándole de una sola vez los pantalones que este portaba. La vergüenza de Zoro al verse en esa situación no podía describirse, pero al alzar la cabeza y ver el rostro apasionado que mostraba su pareja, no le importó. Dejó que Sanji le hiciera lo que quisiera. La boca del rubio se zafaba con el miembro completamente erecto del de verdosos cabellos, succionandolo entero. A pesar de que Sanji no estaba recibiendo de Zoro, también estaba excitado, notándose desde encima de su ropaje, el bulto erecto de su pene. La soltura con la que el rubio movía su boca provocada un placer a gran escala en su acompañante, tal fue el punto, que sin poder detenerlo, se corrió justo en su boca. Tras ver lo ocurrido, se apartó corriendo de Sanji, e intentó pedirle perdón por no haberle avisado. Pero por el contrario, recibió una gran sonrisa del rubio, quien acabó por tragarse todo el semen de Zoro.


Zoro definitivamente había perdido, estaba acabado, y todo era por la lujuria que el rubio le provocaba. Con mucha prisa y de una forma casi brusca, se despojó de toda su ropa e hizo lo mismo con Sanji. Sabía que el rubio necesitaba prepararse para el acto que iban a cometer, por tanto, lo colocó con la mejor postura posible e introdujo dos de sus dedos para comenzar a preparar su ano. Como ya hubo una primera vez, pudo introducir los otros dos dedos en mucho menos tiempo. Los gemidos de Sanji comenzaban a pronunciarse por su boca, al principio, de menor intensidad, pero poco a poco, cobraron gran fuerza, sobretodo cuando Zoro decidió meter su pene. Este mismo sabía que las paredes de aquella habitación no eran muy anchas y los intensos gemidos que producía su compañero iban a salir al exterior, pero no le importaba. A diferencia de la otra vez, puso a Sanji, desde un principio cara a él, para verle la expresión de su rostro, causando mayor excitación al marimo.


Al comienzo del acto sexual, movía su cuerpo lentamente, para no dañar a su compañero, pero cuando observó que ya estaba acostumbrado, iba aumentando la velocidad. A Sanji se le caían las lágrimas de felicidad, de tanto placer que estaba recibiendo, y entre sollozos intentó decir algunas palabras.


-Zo-ro, abra-za-me- dijo el rubio a su acompañante.


Ante tal petición, Zoro no dudó ni un instante en cumplirla. Colocó sus brazos de tal forma que rodeaban la espalda de Sanji, juntando piel con piel. Era tan corta la aproximación, que sus labios comenzaron a tocarse, y a besarse apasionadamente. Estaban a punto de llegar al final, pero antes Zoro intentó acercar más a su acompañante, para poder juntar ambos corazones. Sin separarse ni un momento del rubio, se levantó, quedando Sanji agarrado a su cuello y unido por la conexión de su pene. Sanji se agarraba profundamente a su amado, no lo soltaba y el otro lo notaba, continuando con sus movimientos. Parecía que era el final, ambos aumentaron sus gemidos y sus movimientos. Las voces se compasaron con el vaivén de los cuerpos sudorosos. Finalmente ambos gritaron de excitación, llegando a la vez el clímax y esparciendo su semen por todas partes de sus cuerpos.


El sexo les había agotado a ambos, cayendo sobre la cama y quedándose tumbados, aún con la respiración agitada. Sus cuerpos estaban repletos de sudor y líquido de su interior, pero no les importaba. Tras acabar, ambos se miraron de frente, sonriendo y dándose un beso. El tiempo pasaba, y los dos se recostaron juntos, quedándose finalmente dormidos en un plácido sueño.


Mientras, en la zona portuaria, concretamente en los astilleros de la Galley-La Company, se encontraba un señor trabajando hasta altas horas de la noche. Era el señor Iceburg, y estaba bastante acostumbrado a quedarse terminando faena más de alguna noche. Iceburg era un joven relativamente joven. Al que le apasionaba su oficio como constructor de barcos, herencia de su difunto padre, por lo que no le importaba trabajar horas de más. Esa misma noche se encontraba realizando el papeleo para los barcos encargados por la armada inglesa. Entre algunas firmas de contratos y revisiones de permisos de calidad, tomaba un sorbo a la taza de café que le acompañaba durante esas largas noches.


Horas antes, había rechazado la ayuda con sus labores de su hermano Franky y su amigo Paulie, ya que a pesar de no mostrarlo mucho, quería en gran cantidad a esas dos personas y las consideraba su única familia, y no iba a permitir que trabajaran de noche. Aunque quizás la razón es que no terminaba de fiarse de la gestión de estas dos personas con respecto al tema de papeles. Muy buenos en su trabajo pero algo chapuzas con los temas empresariales. Una leve sonrisa se posó en su rostro al recordar los viejos tiempos en que su padre Tom les había enseñado el oficio de constructor que tanto les gustaba.


Era una noche aparentemente tranquila, donde la luna se alzaba casi en su plenitud, iluminando las salas de la compañía. Entre las sombras de aquel despacho, un disparo sonó sin previo aviso, alcanzando de lleno a su objetivo. El señor Iceburg, cayó sobre los papeles del escritorio, muerto de un disparo en la cabeza. Lentamente, la sangre roja iba cubriendo todos los contratos y permisos, depositando incluso un charco en el suelo. De entre las sombras, apareció un hombre robusto de cabellos negros quien miró atentamente la escena que el mismo había causado.


-Con esto evitaremos que continúen la construcción de los barcos ingleses-dijo en voz alta aquella figura de las sombras.


Se acercó a uno de los laterales de la sala, donde había un dispositivo de la telegrafía Den Den Mushi, y escribió un mensaje, mandándolo.


General de la armada aliada, debo comunicarle que la misión de interrumpir la construcción de la flota enemiga ha sido todo un éxito. Transmitiré un nuevo mensaje cuando halla logrado

más información que ayude a cumplir nuestra causa. Alegrémonos por la victoria próxima

de la Alianza.

Su humilde soldado, Vergo.


Tras enviar el mensaje de telégrafo, se marchó entre las sombras de la noche, sin dejar ningún rastro de su presencia en aquel lugar.


A la mañana siguiente, en la habitación de Zoro, la feliz pareja dormía plácidamente hasta que los rayos del sol entraron por la ventana. Fue Sanji quien abrió en primer lugar los ojos, pero decidió no despertar a su compañero. En vez de eso, se limitó a observar como dormía. A pesar del semblante robusto que aparentaba, en verdad podía ser muy mono, sobretodo cuando aún estaba durmiendo. El rubio se sentía afortunado de ver la otra cara de Zoro, hasta tal punto, que cerró sus ojos imaginándose una vida futura junto a él. Estando en aquel sueño, un dulce beso lo despertó.


-Buenos días- dijo Zoro cuando vio que Sanji ya había abierto los ojos.


-Buenos días- respondió con un tono dulce el rubio, ruborizando al de cabellos verdosos.


Parecía que todo era un sueño, y ninguno de los dos no quería despertar de él. Se quedaron por un ratito más en la cama, abrazados. Pero un sonido de la puerta les sobresaltó.


-¡Zoro, es urgente, abre!- decía Johnny desde el otro lado de la puerta, esta vez conociendo lo que se podía encontrar, decidió quedarse sin entrar.


-Ya salgo, pero ni pienses en abrir la puerta- gritó desde dentro de la habitación Zoro, quien se había levantado de la cama muy rápido y se dirigió hacia donde había una toalla para taparse al menos hasta las rodillas. Sanji, espérame aquí, en seguida vuelvo.


El rubio asintió sin decir nada, y el otro sonrió. Después se acercó a la puerta y salió. Fuera se encontraba Johnny algo nervioso y cabreado.


-¿Qué quieres pesado?- dijo Zoro sin importarle el estado en que se encontraba su amigo. Más te vale que sea importante para haberme despertado a estas horas de la mañana.


-¡Han asesinado al señor Iceburg!- contesta rápidamente Johnny entre alguna lágrima y algún rastro de enfado en su expresión. Han matado al jefe.


-¡ Qué!- responde Zoro completamente sorprendido y cambiándole la expresión de felicidad que tenía en la cara. ¿Qué ha pasado? ¿cuando ha ocurrido? Pero ¿porqué lo han matado?


-Cálmate Zoro, estamos todos así de furiosos y entristecidos, pero aún no han averiguado nada- dijo Johnny intentando consolar a su amigo. Debemos ir de inmediato a la Galley.


-Claro, me visto y nos vamos- responde Zoro a medida que se adentra otra vez a la habitación.


Una vez dentro, involuntariamente se le escapan unas lágrimas que son percibidas por Sanji, quien se acerca rápidamente a consolarlo. Zoro se recostó en su hombro, apenado y furioso por la situación. Conocía al señor Iceburg y a su hermano desde hace tiempo, sobretodo a Franky, y fueron los únicos que creyeron en él para trabajar en un trabajo así sin experiencia. Zoro tuvo que volver a reaccionar y se apartó del rubio, aproximándose a donde se encontraba su ropa. Y comenzó a vestirse.


-Sanji, lo siento, pero debo marcharme ya. Siento que sea así pero creo que es mejor que regreses ya al cabaret- decía Zoro a la vez que se vestía. Han asesinado a mi jefe y debo ir junto a mis compañeros.


Sanji no sabía que responder, solo se limitaba a asentir con la cabeza. Parecía que todo el ambiente bueno que habían creado se estuviera rompiendo. Antes de que se marchará Zoro, se aproximó a él y le dio un beso como símbolo de su apoyo. Zoro le correspondió más intensamente que nunca y se marchó. Al rato, Sanji recogió todas sus cosas y se puso en camino de regreso al cabaret.


En el edificio de la Galley-La Company se acumulaban los trabajadores en la entrada, intentando averiguar alguna información sobre el incidente de esa misma noche. Estaban completamente apenados por la pérdida y no encontraban ninguna explicación a lo sucedido. Pronto, los dos amigos llegaron a su lugar de trabajo, y se encontraron con Yosaku, quien estaba entre la multitud de gente. Las puertas estaban cerradas ya que arriba se estaba llevando a cabo una investigación. El único que pudo entrar fue Zoro, ya que entró por una de las puertas traseras del edificio. Debía ver el estado de su amigo Franky y enterarse de lo ocurrido. Subió hasta el despacho donde se encontró una terrible escena.


El cuerpo aún no había sido retirado del lugar del crimen. A un lado del despacho, estaba Paulie, apoyado en la pared con la cabeza cabizbaja, llorando en silencio la pérdida. En el otro extremo estaba Franky, su amigo, completamente desolado por la muerte de su hermano, su única familia viva. No podía aguantar las lágrimas, y parecía un río de llantos y sollozos.


-Iceburg, hermano, ¿porqué? ¿porqué has tenido que ser tú?- decía Franky entre un mar de lágrimas. Por favor, capitán Vergo, encuentre al culpable y hágale pagar su crimen.


-La armada inglesa hará todo lo posible por encontrar a su asesino, os lo aseguró. Yo mismo me ocuparé de la investigación- contesta el capitán Vergo quien había sido enviado para investigar el asesinato de su propia víctima.


Notas finales:

Bueno, muchas gracias por leer mi historia, y quien quiera que la comente.

 

TO BE CONTINUED=)


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