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Escarcha por Jayus

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Notas del fanfic:

Fanfic escrito para el concurso FANTASY TALES de The Perfect Combination, en celebración del cumpleaños de nuestro querido Key. Es la primera vez que publico algo en A-Y, espero que les guste.

A veces las cosas pasan de una manera impensable, es curioso como una acción puede cambiar todo y repercutir en tu futuro, incluso en tu próxima vida; o tal vez todo es parte de tu destino, lo que te llevará a alcanzarlo aunque te niegues a ello y hagas de todo para evitarlo.

 

Posiblemente Kibum solo fue destinado a conocer a Jonghyun, a ser su amigo en un pequeño lapso de tiempo para después olvidarse mutuamente, dos personas que no crearon peso en el alma de la contraria. Puede ser que en sus vidas anteriores solo hayan sido un par de desconocidos que chocaron en la calle y se enamoraron a primera vista, dos hermanos que se amaron secretamente; un cachorro y un minino qué, gracias a su naturaleza, les fue imposible estar juntos; un par de amigos que sufrieron la desdicha de formar una familia con la persona incorrecta o ¿Por qué no? Dos rivales que se la jugaron en el campo de fútbol y juraron odiarse hasta la muerte, aunque sus corazones siempre hayan dicho lo contrario.

 

Probablemente en sus vidas anteriores nunca estuvieron destinados a estar juntos y sufrieron durante toda su existencia, buscándose, imantándose, necesitándose y muriendo por el otro. Puede ser que el destino se ensañó con ellos y reencarnación tras reencarnación les hizo nacer de una forma en que no podrían estar juntos en ninguna de ellas.

 

Tal vez todo es cierto, y lo es ¿Sabes? pero sus almas, ellas nunca dejaron de luchar por ser una sola. Y llegando a ese punto, éstas se fueron consumiendo. Una vida nueva, una pieza de alma que fueron perdiendo. Hasta la última reencarnación.

 

No tengo la seguridad de que Jonghyun lo recuerde perfectamente, pero algo hay en su mente que le hace sonreír cada vez que piensa en el momento en que se encontraron –o que Kibum le encontró, para ser más precisos–.

 

 

 

1 – Escarcha.

 

Corría el año de mil novecientos noventa y seis, un dieciocho de Agosto, su primer día de escuela. Habían pasado por lo menos dos horas de haber escuchado el timbre de entrada, y sus compañeros hablaban como si se hubieran conocido desde mucho tiempo antes; se cuestionó varias veces si su mamá se había equivocado de fecha o de escuela –desde ese entonces ella ya era muy despistada–.

 

Jonghyun era el niño chaparrito y moreno sentado allí, silencioso, tímido e introvertido al final de esa fila a la derecha y pegada a la ventana. Jamás logré comprender ese comportamiento, pues nunca había sucedido aquello, es decir, él siempre había sido el centro de atención, el primero que elegían los niños al hacer equipos para jugar, incluso habían peleado por él en ocasiones varias. Pero, allí en la escuela parecía ser invisible, todos eran iguales, podría decirse que hasta era menos que todos, ya que era el único que no había logrado socializar con alguien –no era como si lo hubiera intentado tampoco, pero puede ser que el destino ya lo estuviera preparando desde ese primer momento–.

 

Dos de sus compañeras se mandaban dibujos amorfos en pedazos trasquilados de hojas rosas, ahogando las risas con sus manitas. Jonghyun se encorvó más en su asiento sin dejar de observarlas, él solamente quería regresar a casa, hundirse en lo más profundo de su cama y aguardar por Minho y Taemin para ir a jugar con niños que si le querían cerca.

 

Tuvo que esperar otra media hora para que el timbre del recreo sonara. Y como pensó, fue el único que se quedó en el salón, los otros treinta y cinco niños habían corrido desaforados al patio, gritando sus planes para el tiempo de colación; mientras él apretaba la bolsita de su emparedado entre las manos, ninguno le había invitado a jugar, y él tampoco había tomado la iniciativa. La maestra le miró con una sonrisa y su voz suave le preguntó algo como “¿No saldrás a jugar?” él solo asintió y salió del salón. Afuera todo era gritos y risas, niños corriendo y comiendo en bolitas. Su boca tembló y negó, restregando la manga de su suéter en esa pequeña lágrima que estuvo a punto de deslizarse por su mejilla.

 

La escuela no era muy grande, aunque tampoco era una ratonera, pero con tantos niños corriendo de aquí para allá, sí que lo parecía. De pronto sintió asco por tanto escándalo y solo quiso esconderse en algún recoveco de los árboles, o debajo del cajón de arena para comer en silencio. Encontró el mejor lugar en la parte más alejada de la cancha de fútbol, incluso más allá de los columpios mohosos cubiertos con una red vieja, hecha casi polvo.

 

Tilín Tilín

 

En ese punto sonrió, creyendo escuchar el sonido de las cadenas de los columpios a la distancia, extrañamente le había resultado agradable, cómo un tintineo de cascabeles en navidad, y es que las festividades decembrinas siempre le habían provocado felicidad. Se encogió de hombros y siguió con mejor humor –así son los niños ¿sabes? en un segundo olvidan las preocupaciones y siguen con su vida como si nada–. Las escaleras donde se sentó estaban un poco sucias, con algo de tierra estancada después de un día de lluvia o dos, sin embargo, no le importó en absoluto, solo se preocupó por desenvolver su comida y apresurarse a comer antes de que el molestoso timbre volviera a sonar.

 

Pero no pudo ser así, pues en su arrebato por hacer todo rápido, el emparedado resbaló de sus manos y cayó en un pequeño charco de lodo a sus pies, un pedazo de tomate quedó un poco más lejos en la arena, uno de aguacate embarrado en su pantalón. En ese instante entró en shock, petrificado, con la tripa tronándole y exigiéndole comida.

 

Tilín tilín

 

Su labio inferior tembló y por fin se permitió soltar las lágrimas que había estado conteniendo desde temprano. Definitivamente no era su día, la escuela era un asco, su vida era un asco, y crecer lo era aún más; creyó que si las personas no crecieran, él no tendría que ir a esa horrible academia, con horribles compañeros que le ignoraban. Pataleó con rabia, llenándose de impotencia. A lo lejos, los gritos de los niños aun podían percibirse, tan felices, tan despreocupados, y eso le molestó todavía más.

 

Tilín tilín

 

Se hizo un ovillo y escondió la cabeza entre sus brazos, dejando salir un jadeo angustioso, deseando callar el tintineo de las cadenas, las que ahora parecían burlarse de él con sus sonidos coquetos. En alguna pequeña parte de su cabeza sintió un jalón, y el cuero cabelludo le empezó a arder, un jalón a conciencia, como cuando Taemin se enojaba con él y lo agarraba de las greñas.

 

Cuando el segundo jalón se suscitó, se levantó enseguida, dispuesto a gritar un par de malas palabras a quien le estuviera haciendo daño, pero lo único que su mirada asombrada fue capaz de observar, fue el emparedado que había perdido entre el lodo, ahora completamente limpio; pero eso no era lo extraordinario, sino el hecho de que se encontrara flotando frente a sus ojos, una clase extraña de destellos cayendo desde su parte inferior.

 

Tilín tilín

 

Se pegó a la pared espantado, con un grito que no alcanzó a soltar, ya que se había quedado atorado en su garganta. Estaba solo, alejado de la nueva zona de juegos, con un emparedado volador amenazándole, y sin una vía de escape aparente.

 

Tilín tilín

 

Sintió otro jalón en el cabello y brincó sobresaltado, asustado, sus manos cubrieron la zona adolorida, sin dejar de observar su desayuno, sin saber qué hacer en realidad; pero algo quedó atrapado entre la cueva que formaron sus manos, algo que le hizo cosquillas al retorcerse, ¿Un bicho tal vez?

 

Tilín tilín tilín

 

Podemos bautizar ese momento cómo “el momento que cambió la vida de Jonghyun para siempre” al ver entre sus manos a un niño, uno rubio, bonito, como un muñequito, posiblemente del tamaño de una de sus manos, con dos orejitas puntiagudas y un par de alas tornasol transparentes y brillantes. Escarcha luminosa se escurría entre sus dedos y desaparecía en un segundo. El sándwich flotante quedó olvidado por completo.

 

El pequeño espécimen levantó su mano, sacudiéndola en un saludo amigable, haciendo ese sonido como de cascabeles cada vez que ejecutaba un movimiento.

 

– ¿Q–qué eres...? –Preguntó suavecito, cómo si hablar más fuerte representara un peligro mortal. La creatura saltó de sus manos y empezó a volar, haciendo un regadero de polvo mágico que desaparecía antes de tocar el suelo. Miles de campanillas sonando al compás de sus movimientos–. ¿Eres como tinker bell? –Cuestionó de pronto, sonriendo apenas, un poco emocionado al recordar la película.

 

La figurita se detuvo frente a sus ojos, cruzándose de brazos y moviendo la cabeza de lado a lado, brillantina escapaba de entre su cabello con gracia.

 

– ¿Cómo te llamas? –Preguntó esta vez. El niño con orejas puntiagudas movió su boca, pero ninguna palabra llegó a los oídos de Jonghyun, solo el característico tintineo de campanillas–. ¿No puedes hablar conmigo? –El ser mágico se sentó en pose india sobre el desayuno del moreno y recargando su mentón sobre unas de sus manos, soltó un bufido mudo.

 

–Vaya... –El rubio se levantó rápidamente, recordando porqué estaba con aquel niño gigante, y con una sonrisa guió el emparedado hasta su dueño–. Gracias, ya no iba a poder comerlo. –Le dijo tomándolo y dándole una mordida–. Aunque no voy a poder esconder eso. –Comentó señalando la mancha verde en su pantalón, la que al instante, después de recibir un golpe de escarcha, desapareció–. ¡Increíble!

 

Después de eso todo se dio muy natural, cómo si toda su vida hubiese estado rodeado de seres extraordinarios. Jonghyun no tenía con quién hablar, y el niño mágico le escuchaba, asentía y le sonreía. Su primer día de escuela ya no se veía tan desalentador.

 

–Y ahora tendré que venir todos los días ¿Sabes? Todos parecen muy tontos. –Se quejó frente al diminuto niño que le escuchaba atento, posicionado en el aire como si estuviese sentado en una silla imaginaria. El timbre sonó, interrumpiendo su monólogo, y se levantó con rapidez, mientras se sacudía el polvo de los pantalones–. Ya me tengo que ir, gracias por ayudarme.

 

Le miró un rato, como no queriendo dejarle solo; negó e hizo una reverencia para marcharse, pero un jalón en la manga de su camisa le detuvo, los ojos brillantes del hada quedaron conectados con los suyos, comunicándose, pidiéndole no alejarse de su lado.

 

–Oye, Escarcha... ¿Quieres venir conmigo?

 

 

Así comenzó su historia, otra vida en la que no habían nacido para estar juntos, o tal vez sí, pero no de la forma en que sus almas –milenios atrás– se habían buscado. Era triste pensar que era la última de sus reencarnaciones, ya no tendrían otra oportunidad para intentarlo.

 

Sin embargo, después de ese momento no se separaron, al principio Jonghyun creyó que todos podían ver a “Escarcha” –que después descubrió, se llamaba Kibum– pero un día supo que solo él podía hacerlo, un aburrido martes en clase de inglés, cuando escapó de la bolsita de su camisa del uniforme e hizo un regadero de destellos mágicos alrededor de sus compañeros y ninguno se inmutó, supo que era un don del que solo él era merecedor.

 

Todavía me pregunto  ¿En ese entonces realmente el destino no les quería juntos?

 

Todo fue Jonghyun y Kibum, Kibum y Jonghyun acoplados perfectamente, a pesar de sus naturalezas tan distintas. Haciendo travesuras en clase, copiando las tareas y escapando del aula. La escuela ya no parecía tan horrorosa, a pesar de que algunos niños creyeran que estaba loco por hablar solo durante los recreos.

 

Hasta que a mitad del curso, ese niño de roles castaños y anteojos negros –Jin Ku o Jen Ko– llegó. Había elegido el peor día para empezar a asistir a clases, día de examen de matemáticas, de modo que concentrado leía, escribía y después borraba con desesperación.

 

Jonghyun le miró apenas un segundo y sonrió con suficiencia, ignorándolo casi al instante. Él tampoco había estudiado, pues él confiaba cien por ciento en aquella niña del frente que siempre sacaba dieces. Kibum miraba con curiosidad la enorme hoja en el escritorio, mientras colgaba perezosamente del bolsillo de la camisa del moreno, éste le acarició la cabeza con el índice, captando su atención, y en silencio señaló el primer mesa–banco de la fila; el rubio asintió enseguida, conociendo ya el procedimiento, y voló en dirección a la niña genio, creando ese característico sonido como de campanillas y haciendo un regadero de escarcha luminosa por todo el salón.

 

Mordiéndose el labio inferior para no soltar la carcajada, observó cómo Kibum aterrizaba en el examen de Luna y movía sus manitas para llamar su atención, haciendo muecas graciosas también, y como siempre, fue incapaz de ser visto. Leyó con atención la respuesta de la primera pregunta, para después regresar con ese coqueto tilín tilín, producto del vaivén de sus alas.

 

Cuando regresó a Jonghyun, se sentó sobre la mano empuñada y abrazó el enorme lápiz para guiar el grafito sobre la hoja. El moreno seguía el movimiento, tratando de adivinar las ecuaciones en la mente fotográfica de su hada y ahorrarle el esfuerzo; cuando se equivocaba, Kibum negaba y borraba con la goma verde en forma de dinosaurio. Y después se repetía el proceso, el diminuto niño alado se desplazaba hasta el frente del salón, para regresar con una nueva respuesta.

 

Estaban por la penúltima pregunta, iban mucho más apurados porque su compañera releía los resultados como siempre hacía, antes de entregar la prueba completamente terminada. El estruendo que causó una silla al estrellarse contra el piso sobresaltó a todos.

 

– ¡¿Qué es eso?! –Se escuchó el grito del niño nuevo, todos sus compañeros voltearon a verlo entre asustados y desconcertados, mientras éste señalaba los destellos de escarcha sobre el examen del moreno. No obstante, ninguno fue capaz de percibir lo que JinKi sí– ¡Está haciendo magia!

 

Jonghyun lo miró sin creerlo, su boca completamente abierta y sus ojos queriendo salir de sus cuencas. Había sido descubierto.

 

 

 

Notas finales:

 

No me llama mucho la atención la fantasía, en realidad es la primera vez que intento escribir algo del estilo, de modo que no sé si está bien, regular o de plano horroroso, así que deben decirme si les gustó o no, porque si no lo hacen, lloro. (‘:

Actualizo pronto... ¡Gracias por leer!

 

Jayus’

 


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