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Despertar por Strok

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Notas del capitulo:

Hola a todos, como saben aqui de nuevo yo con una nueva adaptacion. Esta vez con "Despertar" de la Saga "Crónicas Vampiricas" de Lisa Jane

 

4 de septiembre

 

Querido diario:

Algo horrible va a suceder hoy.

 

No sé por qué escribí eso. Es de locos. No hay ningún motivo para que

me sienta inquieto y todos para que sea feliz, pero...

 

Pero aquí estoy a las 5.30 de la mañana, despierto y asustado. No hago

más que decirme que simplemente sucede que estoy hecho un lío debido

a la diferencia horaria entre E.U. y aquí. Pero eso no explica por qué me siento tan asustado. Tan perdido.

Anteayer, mientras mi tío Siwon, Sungmin y yo volvíamos del aeropuerto en coche, tuve una sensación muy extraña. Cuando giramos en nuestra calle, pensé de repente: «Mamá y papá nos están esperando en casa.

Apuesto a que estarán en el porche delantero o en la sala de estar mirando por la ventana. Deben de haberme echado mucho de menos».

Lo sé. Es de locos.

Pero incluso cuando vi la casa y el porche delantero vacío seguí sintiendo lo mismo. Subí corriendo los escalones y llamé con la aldaba. Y cuando tío Siwon abrió con la llave me precipité adentro y simplemente me quedé en el vestíbulo escuchando, esperando oír a mamá bajar por la escalera o a papá llamando desde el estudio.

Justo entonces, tía Siwon soltó ruidosamente una maleta en el suelo detrás de mí, lanzó un enorme suspiro y dijo:

«Estamos en casa».

Jeno rió. Y me invadió la sensación más horrible que he tenido jamás.

Nunca me he sentido tan total y completamente perdido. Casa. Estoy en casa. ¿Por qué suena eso como una mentira? Nací aquí, en Seúl. Siempre he vivido en esta casa, siempre.

Esta es mi misma vieja habitación, con la leve marca de quemadura en las tablas del suelo donde Baekhyun y yo intentamos esconder cigarrillos en quinto grado y estuvimos a punto de asfixiarnos. Puedo mirar por la ventana y ver el enorme membrillo al que Kyuhyun y los chicos treparon para colarse en la fiesta de pijamas de mi cumpleaños hace dos años.

Ésta es mi cama, mi silla, mi escritorio.

Pero en estos momentos todo me parece extraño, como si yo no perteneciera aquí. Soy yo el que está fuera de lugar. Y lo peor es que siento que hay algún lugar al que pertenezco, sólo que no logro encontrarlo.

Ayer estaba demasiado cansado como para ir a Orientación. Lay recogió el programa por mí, pero yo no tuve ganas de hablar con el por teléfono. Tío Siwon dijo a todos los que llamaban que tenía jet lag y dormía, pero me observó durante la cena con una curiosa expresión en el rostro.

Tengo que ver a la pandilla hoy, no obstante. Se supone que debemos encontrarnos en el aparcamiento antes del instituto. ¿Estoy asustado por eso? ¿Les tengo miedo?

Xiao Luhan dejó de escribir. Contempló fijamente la última línea que había escrito y luego meneó la cabeza, con la pluma cerniéndose sobre el pequeño libro con tapa de terciopelo azul.

Luego, con un gesto repentino, alzó la cabeza, y arrojó pluma y libro a la gran ventana mirador, donde rebotaron inofensivamente y aterrizaron sobre el tapizado asiento interior que había al pie de la ventana.

Todo era tan totalmente ridículo...

¿Desde cuándo el, Xiao Luhan, había tenido miedo de reunirse con gente? ¿Desde cuándo le había asustado nada? Se puso en pie y, lleno de enfado, introdujo los brazos en su sudadera. Ni siquiera echó una ojeada al trabajado espejo Victoriano sobre el tocador de madera de cerezo; sabía lo que vería. Xiao Luhan, rubio, esbelto y fantástico, el que marcaba tendencias, el alumno de último curso de instituto, el chico que todos los chicos y chicas por igual deseaban lo que todos querían ser. El chico que justo en aquellos momentos mostraba una cara de pocos amigos y tenía los labios apretados.

«Un baño caliente y un poco de café y me tranquilizaré», pensó. El ritual matutino de darse un baño y vestirse resultó relajante y se lo tomó con parsimonia, revisando los nuevos conjuntos traídos de E. U.

Finalmente eligió una combinación de una camiseta roja ceñida a su cuerpo y unos tejanos blancos de lino que le daban un aspecto muy atractivo. «Bastante apetitoso», pensó, y el espejo mostró a un muchacho con una sonrisa inescrutable. Sus anteriores temores se habían desvanecido, olvidados.

—¿Luhan? ¿Dónde estás? ¡Llegarás tarde al instituto! —La voz ascendió débilmente desde abajo.

Luhan volvió a pasar el cepillo por su melena sedosa cogió su mochila y descendió la escalera.

En la cocina, Jeno, de cuatro años, comía cereales sentado a la mesa, y tío Siwon cocinaba algo en los fogones. Tío Siwon era la clase de hombre que siempre parecía vagamente aturallado; tenía un rostro delgado y afable y un cabello obscuro y lacio echado hacia atrás descuidadamente.

Luhan le dio un beso en la mejilla.

—¡Buenos días a todo el mundo! Lamento no tener tiempo para desayunar.

—Pero, Luhan, no puedes salir así sin comer. Necesitas tus proteínas...

—Comeré una rosquilla antes del instituto —respondió el con vivacidad.

Depositó un beso en la cabeza de Jeno y dio la vuelta para marcharse.

—Pero, Luhan...

—Y probablemente iré a casa de Xiumin o Lay después de clase, de modo que no me esperéis para cenar. ¡Adiós!

—Luhan...

Luhan estaba ya en la puerta principal. La cerró tras el, cortando las distantes protestas del tío Siwon, y salió al porche delantero.

Y se detuvo.

Todas las malas sensaciones de la mañana volvieron a abalanzarse sobre el. La ansiedad, el miedo. Y la certeza de que algo terrible estaba a punto de ocurrir.

La calle estaba desierta. Las altas casas victorianas parecían extrañas y silenciosas, como si todas estuvieran vacías por dentro, como las casas de un plató abandonado. Parecían vacías de gente, pero llenas de extrañas cosas vigilantes.

Eso era: algo lo vigilaba. El cielo sobre su cabeza no era azul, sino lechoso y opaco, como un cuenco gigante vuelto boca abajo.

El aire era sofocante, y Luhan tuvo la seguridad de que había ojos observándolo.

Vio algo oscuro en las ramas del viejo membrillo que había frente a la casa.

Era un cuervo, tan inmóvil como las hojas teñidas de amarillo de su alrededor. Y era la cosa que la observaba.

Intentó decirse que era ridículo, pero en cierto modo lo sabía. Era el cuervo más grande que había visto nunca, gordo y brillante, con arcos iris centelleando en sus plumas negras. Podía ver cada detalle con claridad:las ávidas garras oscuras, el afilado pico, el individual y centelleante ojo negro.

Estaba tan quieto que podría haber sido un modelo en cera de un ave colocado allí. Pero mientras lo contemplaba fijamente, Luhan se sintió enrojecer poco a poco, el calor ascendiendo en oleadas por la garganta y las mejillas.

Porque... lo miraba a el. Lo miraba del modo con que los chicos le miraban cuando llevaba un bañador o una ropa muy justa. Como si lo desvistiera con los ojos.

Antes de darse cuenta de lo que hacía, ya había soltado la mochila y cogido una piedra de la entrada.

—¡Fuera de aquí! —dijo, y oyó la temblorosa cólera de su propia voz.

—¡Vamos! ¡Vete! —Con la última palabra, arrojó la piedra.

Hubo una explosión de hojas, pero el cuervo remontó el vuelo indemne.

Las alas eran enormes y hacían tanto ruido como toda una bandada de cuervos. Luhan se acuclilló, repentinamente presa del pánico, cuando el ave aleteó justo por encima de su cabeza, alborotando sus cabellos rubios con el viento producido por las alas.

Pero volvió a alzarse abruptamente y describió un círculo, una silueta negra recortada en el cielo blanco como el papel. Luego, con un graznido ronco, giró y se marchó en dirección al bosque.

Luhan se irguió despacio, luego miró en derredor, cohibida. No podía creer lo que acababa de hacer. Pero ahora que el pájaro se había ido, el cielo volvía a parecer normal. Un leve viento agitó las hojas, y Luhan aspiró profundamente. Calle abajo, una puerta se abrió y varios niños salieron en tropel, riendo.

Luhan les sonrió y volvió a tomar aire, sintiendo que una sensación de alivio lo inundaba igual que la luz solar. ¿Cómo podía haber sido tan estúpido? Era un día hermoso, que prometía mucho, y nada malo iba a suceder.

Nada malo iba a suceder; excepto que llegaría tarde al instituto. Toda la pandilla lo estaría aguardando en el aparcamiento.

Siempre podía contarles a todos que se había detenido para arrojarle piedras a un mirón, se dijo, y casi soltó una risita divertida. Eso sí les daría algo en que pensar.

Sin siquiera una mirada atrás al membrillo, empezó a andar tan de prisa como pudo calle abajo.

El cuervo se abrió paso violentamente por entre la parte superior de un roble enorme, y la cabeza de Sehun se alzó de golpe de un modo reflejo.

Cuando vio que no era más que un pájaro, se relajó.

Sus ojos descendieron hasta la blanca figura flácida en sus manos, y notó que el rostro se le crispaba con pesar. No había querido matarlo.

Habría cazado algo mayor que un conejo de haber sabido lo hambriento que estaba. Pero, claro, eso era justo lo que lo asustaba: no saber nunca lo fuerte que sería el hambre, o qué tendría que hacer para satisfacerla.

Tenía suerte de haber matado sólo a un conejo en esa ocasión.

Se puso en pie bajo los viejos robles, con la luz del sol filtrándose hasta sus cabellos . En téjanos y con una camiseta, Oh Sehun tenía todo el aspecto de un alumno normal y corriente de instituto.

No lo era.

Se había internado en lo más profundo del bosque, donde nadie podría verlo, para alimentarse, y en aquellos momentos se pasaba la lengua a conciencia por encías y labios, para asegurarse de que no había ninguna mancha en ellos. No quería correr riesgos. Ya iba a ser bastante difícil llevar a cabo aquella mascarada.

Por un momento se preguntó, una vez más, si no debería dejarlo correr.

Quizá debería regresar a Canada, de vuelta a su escondite. ¿Qué le hacía pensar que podía reincorporarse al mundo de la luz diurna?

Pero estaba cansado de vivir en sombras. Estaba cansado de la oscuridad y de las cosas que vivían en ella. Sobre todo, estaba cansado de estar solo.

No estaba seguro de por qué había escogido Chungang, en Seúl.

Era una ciudad joven, según su criterio; los edificios más antiguos los habían levantado hacía sólo un siglo y medio. Pero recuerdos y fantasmas de la guerra de Secesión todavía vivían allí, tan reales como los supermercados y los locales de comida rápida.

Sehun apreciaba el respeto por el pasado y pensaba que podría llegar a gustarle la gente de Seúl. Y a lo mejor —sólo a lo mejor— podría encontrar un lugar entre ella.

Jamás le aceptarían por completo, desde luego. Una amarga sonrisa curvó sus labios ante la idea. Sabía bien que no podía esperar eso. Jamás habría un lugar al que pudiera pertenecer por completo, donde pudiera ser realmente él.

A menos que eligiera pertenecer a las sombras...

Desechó la idea violentamente. Había renunciado a la oscuridad; había dejado atrás las sombras. Estaba borrando todos aquellos largos años y empezando otra vez, hoy.

Advirtió que todavía sostenía el conejo. Con suavidad, lo depositó sobre el lecho de hojas secas de roble. A lo lejos, demasiado lejos para que el oído humano lo captara, reconoció los sonidos de un zorro.

«Apresúrate, camarada cazador —pensó entristecido—. Te espera el desayuno.»

Al echarse la chaqueta sobre los hombros, reparó en el cuervo que lo había perturbado antes. Seguía posado en el roble y parecía observarle.

Había algo que resultaba impropio en él.

Empezó a lanzar un pensamiento de sondeo en su dirección, para examinar al ave, y se detuvo. «Recuerda tu promesa —pensó—. No usarás los Poderes a menos que sea absolutamente necesario. No a menos que no haya otra posibilidad.»

Moviéndose casi en silencio por entre las hojas y las ramitas secas, se encaminó hacia el linde del bosque. Su coche estaba aparcado allí. Miró hacia atrás una vez y vio que el cuervo había abandonado las ramas y saltado sobre el conejo.

Había algo siniestro en el modo en que extendía las alas sobre el cuerpo blanco y flácido, algo siniestro y triunfal. A Sehun se le hizo un nudo en la garganta y estuvo a punto de volver atrás para ahuyentar al pájaro. Con todo, tenía tanto derecho a comer como el zorro, se dijo.

 Tanto derecho como él mismo.

Si volvía a tropezarse con el ave, echaría una mirada en su mente, decidió. Por el momento, apartó los ojos de él y corrió a través del bosque, con expresión decidida. No quería llegar tarde al instituto de Chungang.

Notas finales:

Amor =  reviews

Si les gusto dejen un review, las espero


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