Adiós fueron sus últimas palabras. Al principio pensé que era una broma, que volverías y todo sería como antes… fue un error, el peor error de mi vida.
Veo como te despides de tus seres queridos, pero yo no estoy ahí. Se que fue mi culpa, que por mi culpa te vas… que de mi estás huyendo.
Antes de que subas al avión, miras lo que dejaste y ahí me viste. Sonreíste y yo te sonrío, pensé que dejarías todo y volverías a mi… solo una estúpida ilusión.
Lágrimas empiezan a recorrer tu rostro. Quiero acercarme y pedirte que vuelvas… sabía que no te merecía. Al verme que no me movía, tu semblante cambió a tristeza, subes y te vas.
Rápidamente salgo del aeropuerto, para poder ver como el avión empieza a tomar impulso para despegar, te busco entre las ventanas y te encuentro. Al notar mi mirada vuelves a sonreír, pero esta vez yo te digo “te amo”.
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Eran las 3 de la mañana y la luz de luna se filtraban por la ventana impactando directamente en mi cara. Tenía un desorden en mi cabeza, cosa que no me dejaba conciliar el sueño, necesitaba dormir, era mi tercera noche en vela. Mi alma algo ansiaba, algo anhelaba, algo que entre mis sabanas no encontraría.
Me levanto y me dirijo al baño, en busca de algunas respuestas, cosa que no halle. Mi mente lo pedía a gritos, pero no sabía el “que”. Tomo un abrigo y salgo de mi prisión, las cuatro paredes que esta vez no pudieron contenerme.
Respiro hondamente el aire gélido de esa noche. Sentía frío, pero no había ningún ápice de arrepentimiento. Esta noche encontraría lo que necesitaba, lo que yo buscaba.
Escucho los gemidos del viento entre las inhóspitas casas que decoraban aquel lúgubre lugar, parte de mi ser quería huir de este lugar, pero no. No soportare más ser la persona perfecta, la que nunca hace nada diferente, que no se adentra a lo desconocido... que solo se limita a mirar con miedo lo que podría llegar a suceder.
Entre más me adentraba en aquellas calles, algo se alojaba en mi ¿miedo?¿curiosidad?¿emoción? Sea lo que sea, seguiría hasta el final, aunque pierda mi vida en ello. Aunque sea, ser feliz una vez.
Durante mi travesía, solo podía escuchar el sonido del suelo y el viento. Pero esta vez de apoco se empieza a mezclar un llanto, un llanto de dolor. Totalmente intrigado, sigo adentrándome por los tenebrosos senderos que me guiarían hacía a aquel que tiene dolor. La niebla cada vez más densa, no me dejaba ver bien el camino, pero cuando por fin le encontré era un niño que no superaba los 15 años, el cual tenía una arma en mano.
El tenía claro su objetivo, y su arma lo confirmaba. Tenía miedo de lo que podía pasar, no podría ver como se disparase. Al verme se sorprende, mientras las lágrimas siguen surcando su rostro.
-Acaba con esto – dice apenas audible, mientra me lanza el arma. Lo miro sorprendido – Por favor – dice suplicante.
No sabía como actuar y no sabía que hacer. Lo miraba, pero el tenía su cabeza gacha esperando por su destino... su muerte. Con arma en mano no sabía que hacer, hasta que se escucho un tiro.
Cuando me doy cuenta, había disparado. Un sonido sordo había quedado tras el disparo, un sonido sepulcral, hasta que un llanto rompió ese silencio. El me miraba con temor, pero yo me acerque y lo abrasé. Ante aquel contacto se queda estático por unos segundo, pero me corresponde y llora con todas sus fuerzas en mis brazos.
- Vamos – le señalo para que camine conmigo y el asiente. En el camino de regreso, hubo un incómodo silencio, pero sabía que por ahora no podría preguntar. Al llegar, le abro la puerta y el entra en silencio mientras observa detenidamente todo – Ven, tu dormirás aquí – le señalo mi cama, para luego voltearme y buscarle algo que sirva como pijamas – toma aquí para que te cambies, buenas noches – me dirijo hacía la puerta, pero me toma del brazo.
- Duerme conmigo – dice sin mirarme a la cara, sonrío de lado.
- Bueno – me acuesto en la cama – Buenas noches
-Buenas noches – dice mientras termina de vestirse y se acuesta a mi lado.
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El tiempo pasó y yo perdí la cuenta del día en que te fuiste por mi culpa, de esa fría noche que estuve apunto de morir por haberte dañado. Todo ese tiempo viviendo como zombi, viviendo de una ilusión que no hacia nada más que dañarme... de esperar que volvieras a mi.
Me di por vencido, no puedo mantenerte en mi corazón. Es lo mejor para mi, ya que de seguro que ya me olvidaste. Se que es estúpido de mi parte pensar de esta manera, pero no tengo otra... Te Amo.
Empecé todo de nuevo, deje atrás todo lo sufrido y salí adelante con una persona que no me abandono ni un solo segundo, que evito que me matara, que ha cuidado de mi desde ese entonces. Le debo demasiado y quiero recompensarlo... aunque solo me pide que sea feliz
Camino rumbo al trabajo, donde a pesar de tener 17 años me dejaron trabajar. Ya llevaba 2 meses en aquel lugar, sentía por fin lo que la gente llama “ser normal”. Tenía un amigo con el cual disfrutaba mucho su compañía, era 10 años mayor que yo.
Toda mi vida empezó a tomar un giro de “normalidad” pese a todo lo sucedido en el pasado. Ya empezaba a desechar la idea de verte nuevamente, ya empezaste a estar en una parte oculta de mi corazón... empecé a olvidate. Hasta que te vi.
Eran las 12 del día, yo iba como siempre 30 minutos adelantado para poder saludar a todos en aque lugar. Esperando en el semáforo del centro de la ciudad que daba en rojo, te vi al otro lado de la calzada. Trate de esconderme entre toda la muchedumbre que se encontraba a aquella hora del día, pero fue inútil, tu mirada se fijó en mi y me dedicaste una sonrisa, de las cuales yo estaba totalmente enamorado. Tenía miedo, no quería saber lo que me querías decir... de seguro algo que no me agradaría, así que decidí huir.
No alcancé a correr una cuadra, cuando me agarraste del brazo y me besaste en pleno centro. Todo los transeúntes se detuvieron a ver nuestra escena, mientra que mi cara empezaba teñirse de diferentes tonalidades de rojos. Cuando por fin terminaste ese beso que no te correspondí, me miraste fijamente a los ojos.
- Te Amo – dijiste sin más, nublando todos mis sentidos. Sin darme cuenta, lágrimas empezaron a caer desde mis ojos, no entendía la situación, no entendía el porque lloraba, no entendía... por que estaba a tu lado.
Tomaste mi mano y me llevaste a algún lugar del mundo. No podía dejar de escuchar las palabras “Te Amo” que resonaban en mi mente, esas palabras que me causaban miedo y alegría a la vez. Tu mano estaban frías, cosa que era rara en ti debido a que siempre fuiste de manos cálidas.
Cuando por fin llegamos, me doy cuenta donde me trajiste. Al lugar donde me dijiste “adiós”, aquel recóndito lugar de la plaza donde antes vivías. Te sientas en el suelo y me jalas hacia ti
- Por favor, dí algo – dices con voz preocupada – perdón por dejarte, pero no podía rechazar aquella oferta - ¿oferta?¿no se fue por mi?
- n... n... no... ¿no te fuiste por mi? - digo titubeante.
- Claro que no – me abrazas – Te Amo -me besas castamente- y me quedo más que claro en el aeropuerto – suspiras – cuando te vi pese a que te dije adiós me hizo muy feliz, pero no te acercaste a la puerta de embarque... pero verte cuando despegaba y ver que me decías “Te Amo”, me animo a terminar pronto – me toma de la barbilla – solo por ti – mi cara empezó nuevamente a pintarse de diferentes rojos, pero esta vez feliz.
- Te Amo – digo en un susurro apenas audible – te extrañe y no sabes por lo que pasé.
Te te empujo levemente y quedas de espaldas en el suelo, te acorralo y te beso. Un beso que tu y yo ansiábamos, algo que nuestras almas deseaban.
Por que de esto,
Solo somos tu y yo.