Belongings
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Le observó por él rabillo del ojo. Nunca había previsto de un pirata tan temerario y único como lo era Monkey D. Luffy. Desde que lo había visto en el cartel de "se busca" hasta su encuentro en la casa de subastas en Sabaody, descubrió que el joven capitán era alguien enigmático y diferente a los comunes piratas que disputaban al puesto de rey.
— ¡No recibo órdenes de nadie!
Cuando pelearon juntos contra los marines, lo supo. Quería que el chico fuera suyo. De nadie más, sólo suyo.
Esas sonrisas, esa mirada inocente, esa peculiar forma de ser.
El ayudarlo en Marineford no fue otra cosa más que confirmar sus sentimientos por el atolondrado chico. Salvarle la vida no otra cosa más que asegurar su propia existencia. Daría lo que fuera por ese chico, incluso aunque tuviese que morir por él.
Y si bien la alianza era parte de un plan de venganza, no dudaría en pasar todos los momentos que pudiera junto al Mugiwara. Como ahora, que el apreciado capitán del Thousand Sunny estaba en sus manos.
(Tan cerca)
—Nee, Torao — Llamó el joven de ónix mirada clavándole el iris en su pupila grisácea — Siempre me lo he preguntado, le resté importancia durante algún tiempo pero... — Le observó titubear por unos segundos, algo muy inusual en él — ¿Por qué me salvaste en Marineford? No tenías razón alguna.
El mayor dejó su Nodachi a un lado, con sumo cuidado se acercó al chico que era dueño de todos sus pensamientos y le acarició dulcemente la mejilla por sobre la cicatriz, deslizando su dedo índice por la marca, trazando su forma con delicadeza. Mugiwara se dejó hacer.
— Claro que la tenía — Sonrió.
— ¿Cuál? — Preguntó hipnotizado. Sus mejillas poco a poco adquirieron un tono carmín.
— Tú —. Murmuró en su oído, mordiendo el lóbulo. Luffy dio un respingo, mas no se alejó; se sujetó fuertemente del polerón del mayor, asegurándose de no escapar — ¿No piensas huir?
Cerró los negros ojos con nerviosismo, tragó saliva.
— No quiero huir de ti —. Abrió los ojos con sorpresa. Las palabras del joven capitán le dieron un júbilo y un asombro inefable. Su diestra bailó entre su espalda hasta llegar a la pequeña cintura del chiquillo — Si huyo de ti, entonces sentiré que estoy perdiendo algo, y no quiero perderte —. Terminó por decir.
— No me vas a perder, ¿sabes por qué? — Luffy negó —. Porque te pertenezco, y así como yo te pertenezco, tú me perteneces también. Dos personas que se pertenecen no se pueden perder, Mugiwara-ya.
— ¿Nunca?
Su aliento serpenteando por su piel, chocando libremente por la superficie suave que profesaba aquel infantil cuerpo. Se detuvo en sus labios, saboreando cada segundo, memorizando cada gesto. Ambas respiraciones mezclándose, sincronizándose; volviéndose una. Relamió sus labios.
— Nunca — Y si aún quedaba duda en la mente del Mugiwara, Trafalgar Law se había encargado de dispersarla con su boca, con su lengua, con sus dientes. Con todo lo que tenía en ese instante para luchar, para amar, para entregar.
Luffy no necesitó otra razón para entender que todo lo que Law hizo, lo hizo por el bien suyo. Preservar su vida no fue más que una contienda por la suya también; todo dispuesto en una mesa de ajedrez donde ellos eran las frágiles piezas hábiles para cualquier movimiento arriesgado que sea. Para sobrevivir en el camino han de desechar un par, pero ellos no están dispuestos a ceder. Ni a sangre ni a voz.
Sus almas se funden, se pierden, se encuentran y viajan del cielo al infierno para estar juntas en el lugar que deben estar.
Se besan hasta que sus labios duelen, hasta que la piel les moleste, hasta el ardor les queme.
Y Mugiwara es suyo.
(Por fin)
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