Miyuki, él y el viento.
Hello, buddy alone
maybe like me
El ambiente se sentía cálido, como digno atardecer de verano, a pesar de la brisa de viento rebelde que se intercalaba en su mutuo camino, sabiéndose terminada la práctica del club de ese día. A ninguno de los dos les molestaba en absoluto, pues un reflexivo silencio abundaba, como un agradable acuerdo implícito —aunque no lo fuesen a admitir en voz alta—, que permitía oír y sentir el roce del abrasador viento contra sus mejillas.
El castaño de lentes quebró el mutismo por su parte, un tanto melancólico.
—Tú —se dirigió a Kuramochi, que lo miró de reojo, serio y expectante, pues el ambiente no parecía propenso a bromas—, ¿cómo te sientes con la derrota?
El más bajo escrutó la almendrada mirada de su compañero. En efecto, aquella no era una broma. Le estaba preguntando de verdad y esperaba una respuesta lo suficientemente elaborada para saciar su inseguridad interna, o algo así pensaba Kuramochi.
—Pues… por supuesto, me siento mal cuando pierdo. Cuando perdemos. Es jodidamente frustrante, como si fuese un guepardo que no puede correr; al que le han cortado las piernas…—el shortstop no supo de dónde había salido tal comparación, y se aclaró la garganta, vergüenza surgiendo desde su interior—, ¿por qué lo preguntas?
Tal vez había sido un error garrafal aquel intento de indago, tratándose de Miyuki, ‘el reservado’. Pero el seis no se percibía paciente en ese momento; además, ver al castaño de esa manera tan seria y estoica, compartiendo (o casi) opiniones, en una situación de tres (sólo Miyuki, él y el viento), le hacía sentir verdaderamente bien.
Y ni siquiera entendía por completo la razón.
—Ya veo —comentó el dos, poniendo fin a la conversación.
Kuramochi desearía que el castaño fuese más sincero con él, o tal vez no del todo, pero sí que le dijera ciertas cosas, con el paso del tiempo como garantía de que él iba a estar a su lado, soportándolo hasta que decidiera abrirse, y abstenerse de sonreír todo el tiempo fingiendo que estaba de buen humor, cuando Kuramochi sabía que no era así, menos en esos momentos.
Los extinguidos pasos renacieron nuevamente, dejando al seis atrás. Entonces fue su turno de sentirse decaído, siendo lo más absurdo el porqué; la tristeza corroía su pecho, dejando un hondo hueco, en donde yacía la desesperación que le abarrotaba de pies a cabeza cada vez que veía la espalda de Miyuki, emanando energías desmesuradas de habilidad y hostilidad discreta hacia el mundo.
Aquella estructura ósea que no le daba el mínimo atisbo que le sirviera para saber qué sentía el cátcher titular; ya no tenía la cuenta de las oportunidades en las que tuvo que resignarse a observar aquella espalda en un silencio sepulcral, limitándose, muy a su pesar, a seguirla.
Como avanzando con una venda en los párpados, pero aun así, sin detenerse.
Porque sabía que Miyuki estaría en lo correcto si decidía continuar, y él lo acompañaría hasta que sus pies no le respondieran más.
Porque lo necesitaba.