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El Hombre de Arena por CheekyMint21

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Notas del capitulo:

¡HOLA PIMPOLLOS! ♥-----------------♥


¿Cómo han estado mis bellezas? ¡LAS AMO! ¡LAS ADORO! Son el motor qué impulsa a mí corazoncito pequeño y negro…


Matt: ¬¬


Mello: ¬¬*


Light: ¬¬


L: =.=


Near: …


Cheeky: *Silbando “inocentemente”*


Light: Si sabes qué nadie se está tragando tu “inocencia” ¿Verdad?


Near: Y qué has estado desaparecida… pues ya hasta perdí la cuenta de cuántos meses… ¿Nueve? *vuelve a acomodar dominós*


L: Yo diría qué diez… *se come un dango*


Mello: Yo le echaría el año entero *muerde su chocolate*


¡OKAY, YA! ¬¬


Vale, ya chicos, sé que tienen razón…


Matt: Tenemos TODA la razón *jugando con su PSP*


Cheeky: ¬¬* Gracias por el “énfasis” en eso Matt…


Matt: ¡De nada!  n.n


Cheeky: ¡¿ME VAN A DEJAR HABLAR POR LA GRANDISIMA *BEEP*?! ¿O voy a tener qué usar los nuevos métodos de convencimiento qué he aprendido? ¬u¬


*Presiona un botón y les enseña a ESO, el payaso asesino*


Todos: ¡NO, SEÑORA! T.T


Cheeky: Sí, eso pensé… *presiona el botón y se cierra el telón*


Vale, ahora sin ésos sensuales y violables chicuelos cochinotes por aquí, aquí viene Cheeky de nuevo a entregarles otro testamento…


Primero a lo primero…


¡¿DÓNDE ANDABAS METIDA HIJA DE LA *BEEP*?! ¬¬*


Vale, como ya os he dicho en muchas ocasiones, ustedes son MI FAMILIA ♥ y JAMÁS voy a tener por qué ocultarles nada. La vez anterior os conté mi problema de ANOREXIA & BULIMIA y ésa sigue siendo la principal razón por la que esté tan ausente. Os dije qué había estado en tratamiento pero un par de semanas luego de eso, me admitieron en contra de mi voluntad en un hospital y de verdad qué lo pasé fatal, la “Doctora” (Sí así puede llamársele a ésa amargada ¬¬) a mi cargo fue muy pesada conmigo, incluso hasta recurrió amenazas haciéndolo todo peor y pues sólo conseguí salir hasta que un psiquiatra me evaluó y pudo determinar qué no tenían porque retenerme.


SO…


Luego de eso, dejaron de ofrecerme ayuda y como ya había cumplido dieciocho años, es responsabilidad mía el buscar un tratamiento. El problema es que aquí en Canadá, los tratamientos son bastante impositorios: Te imponen, te imponen y te imponen y eso en realidad no ayuda en nada. yo he recibido otra clase de tratamiento donde se enfocan más en la parte psicológica y de verdad qué me ayudaron PERFECTAMENTE, incluso hasta empecé a comer por mi propia cuenta y casi que me curé hasta que tuve mi recaída. No he encontrado un tratamiento similar y por lo tanto NO ESTOY EN NINGÚN TIPO DE TRATAMIENTO, lo cual es muy malo porque así el desorden sólo sigue creciendo y creciendo y todo se vuelve más difícil.


Si alguna de ustedes tiene un trastorno alimenticio (De antemano, lo siento muchísimo, no se lo deseo a nadie y siempre estaré aquí para apoyaros ;w;) sabe qué estar sin tratamiento es muy duro, realmente éstos últimos meses han sido durísimos para mí porque he estado deprimida, sin energía incluso he parado de ir a clases al instituto porque se me hace muy difícil y, por ende, tampoco he tenido ánimos de publicar nada. me disculpo mucho, sé que la vez anterior os he prometido volver y no es justo de mí parte esperar nada de ustedes cuando yo les he fallado todo éste tiempo. De verdad que se me cae la cara de vergüenza el venirme a aparecer de nuevo luego de tanto tiempo y tantas promesas rotas, me duele muchísimo el dejarlas en el aire pero es muy duro para mí vivir con mi trastorno alimenticio, me absorbe la vida entera y me deja sin ánimos de nada.


De verdad les pido disculpas por fallarles tanto, no las culparía si dejan de apoyar el fic, pero les pido comprensión porque he perdido muchas cosas a causa de esto y estoy haciendo mi último esfuerzo para no perder lo que más amo en ésta vida: A ustedes y a éste espacio que siempre me ha dado tanto cariño.


AÚN ASÍ…


Ustedes siguen siendo LOS PUTOS AM@S conmigo chic@s... Recién he entrado y visto el contador de leídos en éste fic y ya somos más de 29K! KYAAAAAAAAAAAAA! Os lo juro qué me he muerto y vuelto a vivir, de verdad ¡LOS AMO! ¡SON LO MEJOR DE LA VIDA! Pese a mis fallos y a mis mierdas siguen ahí dándome amor anal y vuestro apoyo y su cariño, he leído sus reviews y aunque no pueda responderos como es debido… ¡MILLONES DE GRACIAS! En verdad no tengo palabras para agradeceros vuestro apoyo, su cariño… de verdad qué vuestros reviews son una turbo inyección de alegría y buena vibra, justo lo qué más necesito en éstos momentos. Os quiero con todo el corazón y no puedo pediros las suficientes disculpas por haberos fallado y no haber estado ahí para ustedes, de veras que flipo con todo su apoyo, jamás creí llegar ni siquiera a 100 leídos y de repente tengo a más de 29k personas leyéndome, de veras que es algo casi surrealista…


Y ahora…


¿QUÉ VA A PASAR CON MIS FICS? ¿VUELVO? ¿ESTUVE MUERTA? LOL


Vale, como ya os he dicho, mi futuro es muy incierto… sigo en búsqueda de un tratamiento porque quiero superar ésta enfermedad y ser una mejor persona y no quiero seguiros haciendo promesas si luego no voy a poder cumplirlas. Pero algo sí les digo: ASÍ ME CUESTE EL ALMA, LA VIDA TERMINARÉ EL FIC DE “EL HOMBRE DE ARENA” Y NO PIENSO ABANDONAR AMOR YAOI POR NINGÚN MOTIVO no se preocupen qué eso jamás va a pasar, pese a mis obligaciones, enfermedades y lo qué sea ustedes siguen siendo una parte especial y muy importante de mí vida a la cual no pienso abandonar.


RESPECTO A LAS ACTUALIZACIONES…


No voy a prometeros ni a daros falsas esperanzas: Actualizar es muy difícil, por mi depresión y eso y sacar un capítulo me lleva mucho tiempo… pero os prometo tratar de actualizar al menos una vez al mes y ahora sí SER CONSTANTE en eso, ya que los bloqueos me vienen más seguido y ahora qué ya estamos en la recta final del fic, es más duro pensar y estructurar bien los capítulos para tener un resultado qué me dejé satisfecha. Los capítulos a partir de aquí serán MUCHISIMO MÁS LARGOS por lo que van a llevar más tiempo. Pero trataré de actualizar y ser constante en mis actualizaciones al menos con éste fic, por lo que los demás los dejaré de momento en PAUSA y me enfocaré en “EL HOMBRE DE ARENA” así no siento tanta presión y me es más fácil hacer las actualizaciones.


Y por último, hace poco tuve un incidente en el fic de una telentosísima y genial colega, os la recomiendo mucho, su user es LA GATA EN EL TEJADO, Gatita sí te pasas por aquí eres la hostia…


Pero me pasó que alguien que “supuestamente” era lector/a mía se apareció en uno de los fics de Gatita y dejó un review muy grosero en el que incluso daba por hecho qué yo ya estaba muerta. A mí la verdad es qué me ha hecho gracia, pero a la vez me ha molestado porque en uno de mis fics yo expliqué una experiencia que tuve hace dos años con un intento de suicidio y cómo lo había sobrellevado. Ésta persona no entendió muy bien la nota y lo ha confundido todo, y no quiero que os asustéis o penséis que algo me ha pasado y por eso es qué he estado ausente porque eso NO es así, así qué os digo claro y fuerte:


NO ESTOY MUERTA NI ME HE SUICIDADO, JAMÁS LO HE ESTADO NI LO HE HECHO, ESO ES AGUA PASADA. RECIÉN HE CUMPLIDO 19 AÑOS Y POR NINGÚN MOTIVO PIENSO DEJAR AMOR YAOI.


Alé.


Ya lo he dicho, espero qué ésa confusión se resuelva y no haya más problemas con eso porque no quiero que vayáis a confundiros.


Y ya no quiero haceros más el cuento chino, de nuevo: MUCHISIMAS, MILLONES, INFINITAS GRACIAS ♥ por todo su apoyo, jamás podré agradecéroslo lo suficiente, sepan qué todos y cada uno de ustedes sigue siendo especial para mí y significan el mundo para mí. Espero de alguna forma enmendar mi ausencia y mis fallos, quiero ser una mejor persona y antetodo sigo siendo Cheeky la inestable pese a mis enfermedades, y no quiero dejar una de mis mayores pasiones como lo es el escribir fanfics de éstas sensuales y violables criaturas.


Esta capítulo va dedicado a todos vosotros/as, por todo el apoyo, el amor anal y las lacuras qué hemos compartido y espero sigamos compartiendo.


Quiero dedicarle éste capítulo especialmente a Girlyfairly por ser quién más me ha apoyado en éstos meses de oscuridad y me ha tenido paciencia, os recomiendo que os déis una vueltecita por su perfil, ésta mujer EXUDA talento por los poros y se merece tanto o más amor anal qué yo.


Os quiero muchísimo, y eso ninguna enfermedad podrá cambiarlo ♥


Ahora sí, armaros de paciencia, preparad vuestros pañuelos, cosas para estrujar y palomitas y a disfrutar porque éste capítulo es MUUUUUUUY LARGO para compensar de alguna manera éstos meses, aunque sé que eso es imposible.


Ahora sí, os leemos en las notas finales…


¡DALE A TU CUERPO ALEGRÍA MAKARENA! XD

Capítulo 38.

POV’s Matt:

Cierro los ojos, sintiendo la suave brisa mecer mis cabellos y arrastrar consigo la risa de los niños a mí alrededor. Doy un pequeño brinco, un poco asustado…

Muy, muy asustado.

"Está bien. Tranquilo, respira" me dice mi consciencia con suavidad, pero ya es demasiado tarde: Mis manos han empezado a temblequear de nuevo, tanto así, que me veo obligado a cerrar el viejo cuaderno donde antes escribía y tengo que sentarme sobre ellas para desviar atención indeseada… pero el sentimiento seguía ahí: Pesado, cargando el aire de incomodidad y la tan familiar paranoia que no me abandonaba desde aquella noche.

Aquella noche…

El recuerdo me hace volverme hacia delante, cerrando mis ojos con más fuerza y esforzándome con cada célula de mí cuerpo para volver a repirar normalmente, para recordarme que seguía vivo. Era extraño, pero era lo único que le agradecía a mis extraños ataques de pánico: El hecho de que me recordaban que seguía vivo. Nuevamente destruido, pero vivo a fin de cuentas y eso era algo que no cualquiera podría decir.

Eso era algo que Mihael Keehl ya no podía decir.

Su nombre rasga mi pecho y es entonces que no lo resisto más: La herida es demasiado grande, punza con fuerza y me desgarra por dentro justo como aquellos primeros días; fresca y nueva, lista para tomar todo lo mejor de mí si es que había algo más que pudiese tomar. Me pongo de pie de prisa, tomando la libreta y empujándola con fuerza al fondo de la bolsa semi-vacía que me echo al hombro y empiezo a caminar, mirando mis pies e ignorando la misma sensación incómoda de que era vigilado, de que todos aquí sabían qué era mi culpa, de que todos aquí sabían que estaba mintiendo, de que todos en éste parque se daban cuenta de que yo no pertenecía con ellos.

De qué era un anormal.

Aprieto el paso, sintiendo como el familiar sudor frío me escurre por la espalda baja y la frente, recordándome que debo salir de ahí, que debo huir. Bueno, en realidad debería estar con el terapista que Light se tomó la molestia de conseguir en lugar de encerrarme en el hospital de nuevo… pero no he ido ni una sola vez en tres meses, ¿Por qué habría de empezar a hacerlo ahora? Sólo bastaba con entrar al sistema del Dr. Johanson y cambiar mis inasistencias cuando Light revisaba semanalmente. Relajo el paso, sintiendo como mi respiración se vuelve más pasiva y me limito a sentir la suave brisa de los primeros días de primavera y el sol que apenas y empieza a calentarlo todo en Winchester. Me atrevo a alzar la vista, mirando a los ciclistas, corredores o simples transeúntes que revolotean a mí alrededor y de nuevo no puedo evitar preguntarme: ¿Qué esconderán debajo de sus caras de póquer? ¿Debajo de sus risas, de sus charlas banales o portafolios de trabajo?

Y luego pienso que nada tan grave como yo, nada tan oscuro y siniestro como saberte un asesino. Y lo peor de mi caso no era que lo supiera, sino el que no lo supiera. No había nada tan corrosivo como la duda, nada lo suficientemente ponzoñoso como el no saber y yo cada vez estaba más seguro que jamás iba a enterarme… mi mente dañada jamás me lo permitiría, la fractura en mis memorias me impedía recordar o ver la realidad tal cuál era y ahora nada más me tocaba vivir mis días encerrado en ésa paranoia de no saber, en ése terror que invade la boca de mi estómago cada mañana al levantarme en mi cama, lleno de cortes y moretones sin saber cómo había llegado ahí en primer lugar. Debería ir a terapia, debería decirle a Light que todo está muy mal aunque parezca que no, debería buscar ayuda porque sé que soy peligroso. Muy, muy peligroso, de eso me daba cuenta cada vez que me veía al espejo.

Sigo caminando por las concurridas calles de Winchester, sumido en mi propio infierno cuando ocurre, como un flash cegador en medio de la oscuridad.

El bar.

Aquel mismo bar donde hacía más de una década atrás, dos niños habían entrado por mera curiosidad… y nunca más salieron. Al menos no como ellos mismos, sino como otras personas, no los mismos niños sonrientes e ignorantes sino dos pobres víctimas de un secreto demasiado oscuro para sus jóvenes almas. Me detengo en seco, sintiendo el sudor escurrir con más violencia por mi piel y mis rodillas temblar mientras contemplo mi reflejo en la vitrina del bar… a penas y puedo reconocerme, pero sé que soy yo. Soy yo, y quiero con toda mi alma no ser ése ser tan repugnante que se refleja en la vitrina y cuyo rostro está enmarcado por un corazón de listón atravesado por una fecha.

Catorce de Febrero, ya habían pasado casi tres meses.

Me muerdo el labio y vuelvo a dudar porque… si entraba ahí, era muy probable que ya no volviese a salir. "Mierda…" pienso, cerrando los ojos y dejando escapar un suspiro cuando la sensación cálida del vino apresa mi garganta y una necesidad atroz me hace enterrarme las uñas en las palmas, sólo para distraerme del placer momentáneo que me da imaginarme dentro, sentado en una de las banquetas y con una copa de vino frío frente a mí, pero si hacía eso… traicionaría a Light, me traicionaría a mí mismo y a todas las promesas que con tanto esfuerzo he logrado mantener los últimos años. Perdería mi sobriedad, mi credibilidad, la confianza que con tanto esfuerzo he ganado… ¿Valdría la pena arrojar todo eso a la basura por un simple placer banal, por olvidarme de mis problemas y el mundo por al menos dos horas?

Cuando mis piernas empiezan a dirigirse con decisión al bar, sé que he cerrado el trato con el mismísimo diablo: Sé que volveré a ser un alcohólico, sé que volveré a beber para olvidar, sé que volveré a contar los segundos en el reloj para beberme una copa, dos, seis… y así hasta perder la consciencia y herir a los demás a mí alrededor. Pero entonces me doy cuenta de qué no importa, porque tampoco es muy diferente a mi vida en éste momento, en la que estoy sobrio: Me despierto en las mañanas sin consciencia y también me voy a la cama sin ella, cuento los segundos del reloj para llegar a casa y escapar del mundo así que, ¿por qué no? Además, Light no podía quejarse ni un céntimo, en los últimos meses mi comportamiento era de lo más ejemplar: Me gradué de la Universidad, conseguí un trabajo como CEO de una importante compañía de programación de videojuegos, me mudé de Japón… tenía una vida perfectamente normal, perfectamente estable.

Salvo por ésa pequeña parte que mantenía oculta de todos a mí alrededor, ése yo que perdía contacto con la realidad. Ése yo que cada día asemejaba más a un zombie al cual le chupan la vida, ése yo lleno de cortadas y moretones sin saber cómo me los había hecho, ése yo que estaba seguro que hacía cosas terribles una vez yo perdiera dominio de mi propio cuerpo.

Pero eso sería un dilema para luego, porque ahora todo lo que quiero es beberme una buena copa de Cabernet Sauvignon mientras escucho la deprimente música que resuella por todo el local. Abro la puerta y camino rápido hacia la barra, sin detenerme en los ojos curiosos que me estudian ni en la cara extrañada del bar-tender en cuanto dejo caer mi mochila a un lado y me siento en uno de los taburetes. Está abriendo la boca, pero ni siquiera espero a que me pregunte nada.

-Una copa de Cabernet Sauvignon, por favor.-le digo, y es evidente la desesperación en mi voz. El hombre asiente sin más escrutinio y en pocos segundos ya tengo a mi perdición frente a mí.

Creo que si alguna vez se ha sido adicto a algo y se ha "superado", nunca te das cuenta de cuánto lo echas de menos hasta que ya está frente a ti. Miro las gotas frías deslizarse por la copa, casi puedo escuchar al burbujeante líquido cantarme para que lo baje por mi garganta… y la sed, Dios, la sed que tengo ahora es como si estuviese de vuelta en aquel desierto. No me había dado cuenta de cuánto echaba de menos ser un alcohólico, de cuánto me hacía falta beberme dos o tres botellas a diario ni de cuánta necesidad tenía de perder la consciencia. Suena enfermizo, casi puedo imaginarme el rostro de Light: Rojo de ira, lloroso de la decepción, contraído de preocupación mientras me gritonea que me estoy haciendo daño, qué no puedo seguir así y acto seguido sale de mi habitación hecho un manojo de nervios y con el resto de mi vino para tirarlo en el fragadero.

Pero no puedo, no se lo permito.

El recuerdo es fuerte, tan fuerte que se el aire sisea de mis labios y mis dedos tiemblan en cuanto entran en contacto con la fría superficie de vidrio de la copa… lo recuerdo bien, recuerdo haber tomado un bate de baseball a un lado, en el suelo de mi habitación y haber perseguido a Light escaleras abajo. Recuerdo haberle gritado, las paredes retumbando al eco de las obcenidades que le dije, los cuadros haciéndose añicos cuando el bate impactó contra éstos, a Light aterrado en una esquina, la textura suave de sus cabellos apretados entre mi mano, su chillido de horror cuando su cabeza se estrelló con el borde de la mesa, la sangre, a Elle entrando furioso en el lugar y noqueándome…

Pero sobretodo, recuerdo la sensación de descontrol. La sensación de no haber sido yo en ése momento quién hacía ésas cosas tan horrendas, y sin embargo, en el fondo era yo quién las disfrutaba. Recuerdo el placer que me daban los chillidos, la sensación cálida de la sangre de Light en mis nudillos al abrirle el pómulo, el poder, la adrenalina en mis venas… el placer enfermizo. Lo recuerdo muy bien, más ahora con el sabor regio del vino acariciándome casi de forma erótica el paladar, recordándome perfectamente ése momento que creía tan profundamente enterrado en mi mente. Pero creo que estoy desviándome, porque no es ésa la razón por la que quiero beber después de tantos ardúos años de sobriedad.

Quiero beber por la muerte de Mihael Keehl, porque fue todo por mi culpa.

Doy un largo sorbo, cierro los ojos y subo la música a la qué he dejado de prestarle atención al máximo. En realidad, sólo es una canción, la única de toda la lista en mi reproductor MP3. Es una canción que había escuchado tres meses atrás, mientras me ahogaba y veía a una sombra acercarse a mí. Aprieto más los ojos, subo el volumen y doy otro sorbo… las paredes empiezan a desdibujarse a mí alrededor, las luces se vuelven neones, brillantes, hermosas… hay risas, hay gritos, huele a tabaco, a alcohol pero sobretodo…

Huele a chocolate. Lo sé, aquí vienen, las memorias reprimidas, el dolor, la herida imaginaria qué va a arder como el infierno en mi pecho. Las palabras siguen resonando en mis oídos, pero ya estoy muy lejos de ahí.

I Need a Gangsta…

Tres Meses Atrás.

Lo primero que escucho, es el sonido lejano de la mujer de la CNN dando las noticias. Seguido de eso, el familiar sonido de un cardiograma al ritmo fébril de mis latidos y de inmediato lo sé, el sentimiento se clava con fuerza en mi pecho y me saca violentamente de la inconsciencia: Algo no está bien. Y no sólo eso, tampoco se siente bien. No está bien que yo esté en una camilla de hospital de nuevo, no está bien el miedo atascado en mi garganta, la sangre atronándome los oídos… la sensación se incrementa con cada segundo, los ruidos empiezan a hacerse más certeros y demasiado fuertes, hacen saltar a mi agitado corazón dentro del pecho. No sé si abrir los ojos, lo intento y doy gracias a Dios de no poder pero eso sólo me hace llenarme más de ésa amarga sensación de saber que algo está mal.

Terriblemente mal, según las pocas palabras que mi mente semi-consciente logra rescatar del informe de las noticias. Aparentemente, es primero de Enero del año 2016 y eso con firma dos cosas. La primera, que he estado "secuestrado" (si es que así puede llamársele a lo que Mello ha hecho conmigo) apróximadamente una semana. Lo segundo, que en la habitación que me encuentro, no hay nadie más. Nadie más que la tele, pero no escucho ni una respiración ni nada más por lo que asumo que Mello debe de estar en otro lado.

O debe estar en algún otro sitio y me ha abandonado de nuevo.

La posibilidad de un nuevo abandono, es suficiente para forzarme a abrir los ojos de golpe, levantarme bruscamente de la cama con las cálidas lágrimas rodando por mis mejillas… me enredo con los cables ensartados en mis brazos y caigo al suelo con un enorme estruendo, arrastrando el suero conectado a mis venas, al cardiograma y al vaso con agua a un lado de mi cama de paso. El vaso de plástico se desparrama en el suelo, sobre el cardiograma que de inmediato hace corto-circuito y acaba por estallar echando chispas y humo y enviando una descarga por todo mi cuerpo. Pero eso no es lo extraño, un accidente bastante feo, sí pero no es lo que me deja en shock. Ni eso, ni el choque de electricidad recorriéndome la espina.

Es la sensación de qué me agrada, de qué lo he sentido antes.

La sensación de dejá vù.

Puedo sentir como la electricidad entra como un torbellino, como sacude los nervios bajo mi piel. Como achicharra todo a su paso, y sin embargo, no causa destrucción alguna. Siento tirones, cosquilleos bajando por mi espalda baja y, sobretodo, siento algo… algo que no sé cómo describir. Es como una quemazón muy fuerte, como si derramaran ácido justo encima de mi cabeza, justo en mis sentidos. Y luego una sensación muy agradable, como estar flotando debajo del agua. Pero yo odio el agua, es mi peor recuerdo… un recuerdo que se vuelve escurridizo, como mi piel, que siento cómo empieza a derretirse sobre mis huesos. Quiero gritar, pero no puedo, puedo sentir mi cuerpo todavía rígido e inmóvil sobre el suelo, enmarañado entre cables y con el pesor del cardiograma todavía apretándome el cuerpo contra la fría superficie de mármol. Mi respiración se vuelve errática, forzosa. El miedo empieza a cerrarme la garganta, puedo sentir los músculos contrayéndose, tratando de evitar qué el agua negruzca entre a borbotones a mis pulmones.

Respirar duele, arde como si me obligasen a respirar brasas ardientes.

Mis pulmones arden, siento la sal del agua raspándolos, dejándolos en carne viva.

La habitación empieza a dar vueltas y vueltas, me fuerzo a aferrarme a la consciencia porque las imágenes de mis recuerdos son demasiado tormentosas, no quiero ir a ellas. "Tengo miedo" pienso, viendo como algunas partes de la habitación se vuelven más brillantes, empiezan a palpitar acordes con mi pulso. Cierro los ojos, no quiero ver nada. "Mello… Mello, ven a salvarme como siempre, por favor. Ven, sálvame, ¡te necesito! ¡Necesito qué me digas que todo va bien! ¡Qué me abraces y me hagas sentir de nuevo en la realidad!" chillo en mi mente y es justo en ése momento, en ésa posición y con la pantalla de la tele inundada de los rostros de Linda, Matsuda y Halle Lidner que me atrapa en sus escurridizas garras, qué puedo pasar a ésa parte de mis memorias que creía sellada, más allá de mi alcance, cerrada para mí.

Y cuando se abre, es como abrir el infierno y dejar qué todos sus demonios salgan.

‹‹She’s a super freak, super freak…

She’s super-freaky, yow!...››

Super Freak, de Rick James.

Conocía la melodía, era una canción de ésas malísimas y típicas de los ochenta… a ella le gustaban las canciones malísimas y típicas de los ochenta, pero ésa… ésa era su favorita porque decía que la describía por completo. Ella siempre decía que era una fangirl, ella siempre decía que le gustaba enamorarse de lo imposible, ella siempre decía que su afecto rayaba en la obsesión…

Ella.

Varias imágenes se empujan unas contra otras, pero la mayoría tienen algo en común: Una mujer, muy bonita salvo que no puedo ver su rostro. Es toda curvas y batas blancas, una doctora. Tiene el pelo del color del oro… como el de Mello. Sólo que es más suave, lo sé porque puedo sentir las puntas acariciándome el rostro. Puedo olerla también… algodón de azúcar. Huele a algodón de azúcar, algo extraño en una mujer cuya edad ronda entre los veinticinco y veintinueve años. Puedo ver su sonrisa, entre sus rojos labios y luego es nada más una silueta distorsionada, una sombra deforme ciñéndose sobre mí. Me hundo, sus manos y sus uñas se clavan en mi garganta y me empujan abajo. Me retuerzo, montones de burbujas se levantan a mí alrededor, es el aire que escapa de mis pulmones pero ella sigue empujando. No le importan ni mis frías y débiles manos tirando de la suya, arañando la carne suave.

-¡Mail, despierta! ¡MAIL!-alguien me llama, alguien entra corriendo, dando pasos rápidos y la empuja a un lado. Alguien me toma con fuerza de mis huesudos hombros, causándome dolor en las clavículas.-Mail…-susurra, en cuanto me ha sacado del agua, mirándome con sus enormes ojos ambarinos ahogados en preocupación.-¿Estás bien? ¿Me oyes, Mail? ¿Te ha hecho mucho daño?

No tiene sentido, esto no puede ser verdad, no es así como yo recuerdo qué ocurrió.

Akseli jamás fue así de amable conmigo, él jamás me acarició ni tampoco vino a salvarme. Jamás me demostró amor, sin embargo… sin embargo, estaba ahí. Un hombre totalmente diferente, con su rostro joven mirándome fijamente, casi al borde de las lágrimas. Me mira fijamente, me aparta los cabellos… los cabellos café oscuro de la cara, me atrae a su pecho y me dice qué todo va a ir bien.

Pero no puedo creerle. No puedo.

No cuando hay una serpiente muy bonita a sus espaldas, una serpiente con forma de mujer viéndome fijamente y asegurándome qué no es la última vez.

No es la última vez que va a hacer eso conmigo, ni con mi memoria.

Abro los ojos, sé que ha sido un sueño. O eso es lo que creo, no sé si ahora estoy plenamente consciente o de nuevo en ése extraño estado entre la consciencia y la fantasía. Mis mejillas están frías a causa de las lágrimas, el olor a antiséptico entra por nariz y quema mi garganta todavía sensible, mis labios temblequean y pequeños sollozos rebotan en toda la habitación a oscuras. Debe de ser de noche o quizá entrada la madrugada, no lo sé.

No lo sé.

Y lo único que quiero es levantarme de ésa maldita camilla y alejarme de ahí. No me gustaban los hospitales, no desde que me habían encerrado en uno cuando tenía quince años. Aprieto los labios y mando todo al diablo: Los cables conectados a mí cuerpo, las sábanas, a la mujer dando las noticias. Otro recuerdo se desliza de entre mis memorias, pero éste es uno más certero, menos desagradable. Es uno qué me hace esbozar una sonrisa débil mientras me tambaleo hacia el baño, con el sopor todavía aplastando a mi cuerpo con fuerza. De nuevo tengo once años, estoy de vuelta en la Wammy’s House y estoy lloriqueando, pero eso no es nada nuevo. Siempre he sido un llorón y un miedoso, o al menos solía serlo bastante a ésa edad, salvo que un rubio malhumorado y mandón viniese a mi rescate. Mi héroe. Mi amigo, mi mejor amigo.

‹‹ ¡¿Y ahora por qué mierda lloras, Mail?!›› Me había gritado en cuánto había entrado al salón de arte, encontrándome hecho un estropajo en el piso, con arcilla pegada a mi pelo y regada en las paredes.

Nada más puedo sorber por la nariz, restregándome los ojos y haciendo más grande el desastre de arcilla en mi cara. No puedo verle, no cuando está viéndome con el ceño fruncido y sé que nada más está conteniéndose de darme un coscorrón por debilucho. Mello odia a los debiluchos, dice que eso es de maricas. No sé bien a qué se refiere con eso de ‹‹maricas›› pero sé que no es nada bueno, cada vez que se lo dicen a alguien, todo acaba en peleas.

Siento como se sienta a mí lado y justo cuando espero el ardor de sus nudillos estrellándose contra mi sien, rodea mis hombros con su brazo cálido. Me quedo momentáneamente en shock, totalmente inseguro de qué hacer. Decido permanecer con la mirada baja, incapaz de enfrentarme a sus ojos. Siento su respiración, normal y tranquila a pesar de que ha estado agitándose en la práctica de Lacrosse. No dice nada y a los pocos minutos, me encuentro calmado. Él me mira y sonríe, como pocas veces hace, de ésa manera que vuelve bolita a mí corazón y me causa extraños cosquilleos en la piel. Mello es tan… diferente al resto de las personas. Tiene ése algo, una malicia qué no asusta. Al menos no a mí, porque cuando veo su sonrisa de lado, todo lo que veo es a un chico travieso pero con un buen corazón.

Me pregunta por qué estoy llorando. Frunzo el ceño y señalo a sus espadas, donde la máquina de arcilla con la que trabajaba en mi proyecto, ha estallado de la nada. Me clava sus ojos azules y espera a que continúe. Lo hago, no sin sentir ése nudo en el estómago como siempre que él me mira tan atentamente. Le digo que me siento terrible, como una mala persona porque debía haber sido más cuidadoso. Le digo que no me asusta el castigo que pueda darme el Señor Barnes o Roger, que lo que de verdad me molesta es que ahora por culpa mía y de mi torpeza los demás tampoco podrán terminar sus manualidades. Me siento tan mal, que sollozo un poco y puedo sentir mis mejillas inflándose con ira. Ira contra mí mismo. Para cuando termino, ya es hora del almuerzo pero Mello no se mueve: Tiene la cabeza de lado, mirándome fijamente y ahora sí que me deja ir el coscorrón.

Me levanto dando un chillido, mirándolo furibundo mientras él sólo ríe. Me enfurezco más, tanto que cojo un bote de pintura verde y se lo arrojo a la cabeza. Es lo que sucede con Mello: Un segundo, podía ser una buena persona y al otro, comportarse como una verdadera bestia. Sin embargo, jamás quería que se fuera de mí lado. Nunca, porque sabía que era una buena persona. Sabía que se preocupaba por mí aunque fingiese que no, sabía que siempre iba a estar ahí para mí. No tengo razones para temerle como los demás niños, yo sé que él sería incapaz de hacerme daño. Esquiva el bote y sigue riendo y le doy la espalda, cruzando los brazos con fuerza sobre mi pecho. El enojo no me dura mucho, a los pocos segundos está apoyando su barbilla sobre mi hombro y rodeándome con sus brazos fuertes y cálidos. Me estremezco, porque su tacto se siente… agradable. Quizá demasiado agradable.

‹‹Matt, Matt, Matt…›› me había dicho, con su voz cosquilleándome mientras siento las yemas de sus dedos trazar figurillas imaginarias sobre la piel de mis brazos, mis vellos se erizan, mi pulso se acelera… sólo Mello es capaz de causar éstas emociones en mí. ‹‹Jamás digas ‘Lo Siento’ y menos por algo tan estúpido como una máquina de arcilla. A nadie le gusta arte, van a clase porque es obligación. Siempre que hayas hecho algo, sin importar cuán malo sea tú simplemente di: ‘¿Y? Lo hecho, hecho está. No se puede cambiar, así que vete al diablo.’››

Recuerdo haberme vuelto a verlo, a ver si hablaba en serio. Lo hacía. Y luego recuerdo haberme reventado a reír, justo como ahora estoy riéndome mientras lavo mis manos porque es algo que sólo Mello diría. Es lo que siempre solía decirme a mí cuando le reclamaba por haberme roto un juego o por hacer alguna fiesta en nuestro dormitorio. Me miraba, se sacudía de hombros y nada más decía ‹‹¿Y? Vete al diablo, Matt›› pero sabía que en el fondo se arrepentía, sólo no quería disculparse ni tomar la responsabilidad. Supongo que por una parte tenía razón: No ibas a cambiar lo qué fuere que hubieses hecho, en algún punto disculparse estaba sobrevalorado. Simplemente era algo que decías para hacerle ver a la persona que estabas arrepentido, o para hacerle ver que no ibas a hacerlo de nuevo. En algún punto, Mello tenía razón en su política de "No disculpas."

La sonrisa que tengo abandona mis labios en cuanto alzo la vista y veo mi reflejo en el espejo… no recuerdo qué pasó ni cómo llegué aquí, pero estoy bastante seguro de que tuvimos una pelea, otra persecución o alguna de las otras típicas cosas de mafiosos que me ocurren desde que Mello se metió a mi vida de nuevo. Tengo varias cortadas, en el labio y la ceja derecha. Moretones, magullones… nada del otro mundo, y sin embargo, hay algo diferente. Algo que me hace fruncir el ceño, algo que me hace estremecerme con miedo, algo terriblemente mal en mi reflejo. Me acerco más al espejo, mirando fijamente y ahí está: Tengo ojeras, no unas normales ni como las de Elle… unas ojeras enfermizas. Las mismas que les salen a los enfermos de cáncer, pero eso no está tan mal. Lo que está mal, es la pequeña pigmentación de color negro en mi ojo izquierdo, como si alguien hubiese rasgado el iris verde normal de mis ojos.

"¿Qué rayos es esto?" pienso, viendo más de cerca, restregándome el ojo para ver si así se quitaba… nada. La mancha seguía ahí y mi pánico se acrecentaba. Poco a poco voy captando más irregularidades: Mi cabello, por estúpido que suene, está menos rojo. Se ve lustroso, viejo, falto de vida. Hay venas hinchadas alrededor de mis ojos, tengo el aspecto de uno de los zombies de The Walking Dead y… y… miro mis manos. Los nudillos están abiertos, tengo sangre en mis palmas. El agua está tiñéndose de un color rosáceo. Lo recuerdo, lo recuerdo ahora… a Scott, a Linda, a Matsuda y a Halle. Recuerdo sus cadáveres, recuerdo el rostro de Matsuda, sus palabras: ‹‹No te resistas, Matt. Tú eres uno de nosotros.›› Me sujeto del borde del lavabo, siento la bilis en la garganta, de repente todo da vueltas y tengo unas náuseas terribles. Quiero irme, quiero salir corriendo pero no puedo. ¿Y Mello? ¿Por qué no había venido? ¿Se había ido?

Se había ido.

Aquello duele demasiado, quema mucho. Arde.

Tanto así, que mis pies se mueven por inercia y me arrastran hacia la ducha a un lado, mis manos que todavía gotean sangre abren el grifo… está helada, pero no siento nada, no siento el frío cortarme la piel ni el miedo en la boca de mi estómago.

Recuerdo una canción, una vez la escuché en YouTube. Era un rémix de Kanye West, no es que el tipo me guste pero… recuerdo una frase. Una frase que me cala hasta los huesos, justo ahora, debajo del chorro de agua gélida y seguro de un nuevo abandono. Cierro los ojos, dejo las lágrimas escapar y por mi cabeza sólo ronda una frase.

"¿Cómo puedes ser tan cruel?"

POV’s Mello:

Ni siquiera son las nueve treinta de la mañana, pero yo ya estoy bebiendo.

No me lo tomen a mal, yo no soy alcohólico ni nada, de hecho: Las únicas veces en que he bebido de más, es sentado en un bar intentando olvidarme de cabellos rojos y ojos verdes o para bajar el estrés. Sé que no es una buena manera de hacerle frente a las situaciones difíciles, pero por primera vez en diez años, esto está más allá de mí. Aprieto con más fuerza el vaso de Whiskey en mi mano, tratando de controlar los leves temblores que me recorren el cuerpo… Romanoff aparta la mirada en silencio, tampoco seguro de qué decirme aunque en realidad no hay mucho qué decir, todas las cartas ya estaban en la mesa.

Matt estaba muriendo.

El cachorro, el perro, el idiota que conocí en la Wammy’s hace ya tantos años… Está muriendo. Bebo más a prisa, sintiendo como las palabras de Romanoff siguen haciendo eco en mis oídos, deformándose en varios tonos siniestros, en varias entonaciones letales. Dejo el vaso vacío a un lado, cierro los ojos y me fuerzo a respirar hondo. No podía permitirme ser débil, no ahora ni nunca, no cuando Matt me necesitaba más que nunca. Sólo había un problema… él no necesitaba a un mafioso en su vida, no me necesitaba a mí. Jamás lo había hecho, mucho menos ahora que yo era la principal causa de que su vida –la poca que le quedaba- estuviese en riesgo.

-¿Cuánto?-digo de forma calma, todo perfectamente contenido bajo la tan familiar máscara de frialdad.

Silencio, y mis dedos empiezan a tamborilear sobre la mesa de caoba con cada segundo transcurrido. Me vuelvo a ver a Romanoff, que aprieta los labios mientras estudia algo en su computadora.

-Es difícil decirlo, Jefe. Al ritmo en que el suero destruye su sistema inmune… sería una suerte si llega a los seis meses.-susurra, y así nada más, el destino de una persona se cierra.

Vuelvo a cerrar los ojos y me vuelvo hacia la ventana, en donde los arboles pasan como borrones verdes a toda velocidad a nuestro lado. Pienso en qué pasaría si Matt no fuese anormal, si no tuviera ése maldito suero en su sangre, si yo no fuese un mafioso, si nada de lo del supersoldado hubiese ocurrido. Me esforcé, puta madre que sí lo había hecho: Traté de darle una vida lejos de todo eso, de crear una burbuja en donde él pudiese ser normal pero siempre, de una forma u de otra, su pasado seguía interviniendo. Seguía cerrando posibilidades, orillándolo a ser un moustro y ahora… ahora ésa maldita cosa iba a arráncarmelo sin más. Aprieto las manos en dos puños, deseando que fuese yo. Si fuese yo no importaría, mi vida no vale una mierda.

"¿Por qué siempre ellos?" pienso con rabia, ahora sin poder contenerme y estrellando el vaso contra la pared. Me arranco el rosario del cuello y lo miro fijamente, mi sangre bombeando con furia y mi mandíbula apretada con ira… ¿Cómo alguien que se había sacrificado por la humanidad podía ser tan jodidamente cruel? Si Dios nos amó tanto para enviar a su único hijo a morir por nosotros, entonces, ¿por qué luego nos hacía atravesar pruebas? ¿Cuál es el punto de mantener a alguien con vida sólo para hacerlo morir luego de cáncer, asesinado? ¿Cuál era el maldito punto, si al final terminábamos matándonos entre nosotros, en guerras y ésas mierdas? Arrojo el maldito rosario a un lado y maldigo a Dios, maldigo mi fe ciega… ¿Cuántas veces no le supliqué que me devoviese a mi madre aquel día? ¿Cuántas noches no le había pedido que me diera la fuerza para estar lejos de Matt?

La fe no era nada, nada más que tener a alguien a quién culpar cuando todo se jode. "No es justo…" pienso, pero luego reviento a reír con amargura: Nada lo era. Ni ésta vida de mierda, ni las personas de mierda, ni éste mundo de mierda. Nada lo era, de lo contrario mi madre estaría viva, Matt sería un ser humano común y corriente, la hija de Elle y Light no estaría en riesgo de convertirse en un moustro, la hija de la pelusa de Near tampoco tuviese su sangre manchada y yo estaría muerto. En un mundo ideal, ésas serían las cartas que se habrían jugado, pero aquí estábamos: Yo sano, Matt muriendo. ¿Cómo iba yo a prever qué el suero evolucionaba? ¿Qué se hacía incompatible con Matt? Tengo ganas de golpear, de hacer daño. Quisiera matar a alguien para desquitarme, hacerle pagar mis miserias pero todos aquellos a quiénes podía castigar ya están muertos, no quedaba nadie.

Nadie salvo la persona a la…

Ya no sé ni cómo terminar ésa frase. Vuelvo a inhalar profundo, le digo a Romanoff que tiene el resto del día libre y me voy de aquella habitación que se hace más chica con cada segundo que transcurre. Empiezo a andar entre los vagones, realmente sin saber a donde ir… estaba seguro de que si lo veía una vez más, postrado de nuevo en una camilla y con ése aspecto tan consumido, no sería capaz de controlarme. Me detengo cuando una idea sombría cruza por mi mente…

¿Y si ambos acabamos con nuestra miseria?

Una bala en su cráneo, una bala en el mío. Sería sencillo. Sacudo la cabeza y sigo andando, con un leve temblor recorriéndome la espalda. Yo no era quién para hacer tal juicio, y de cualquier manera… jamás podría hacerle daño, jamás podría llevar el cañón de un arma a su sien con la certeza que debo tirar del gatillo. Mentiroso. Mi consciencia se despierta, avida y afilada, porque lo he hecho antes: Le he hecho daño, le he destruido hasta los cimientos, por mí culpa tiene ésas odiosas cortadas en sus muñecas. El tren se detiene abruptamente y con la misma fuerza se pone en marcha, tropiezo y caigo al suelo. Me golpeo contra una mesa, sangre empieza a brotar de mi sien. Me quedo tendido ahí, viendo mis manos ahora borrosas aferrarse al suelo. Cierro los ojos, la sangre caliente me rueda por un costado, la siento escurriéndome por la mejilla. Una imagen viene a mi mente, un recuerdo de hacía tantos años, una de ésas memorias que entierras y esperas no volver a ver.

Una cocina, en una pequeña cabaña, en medio de un bosque apartado.

Un hombre joven sentado a la barra, leyendo el periódico con total calma y con un café enfriándose a un costado. Está de espaldas, no ve nada. No me ve a mí, pero yo sí miro su rostro: Está sonriendo, se ve radiante. Detiene la lectura, cierra los ojos y lleva sus manos a su vientre. Ríe, porque sabe que algo –una nueva vida- está creciendo en su interior. Jamás he visto a nadie tan sonriente, a alguien tan feliz. Me asusta, sobretodo porque no sabe lo qué le espera. No me oye llegar, no escucha mis pasos. No siente mi respiración, porque ni siquiera estoy respirando: Mi corazón bombea como loco, la sangre me pulsa en los dedos. Siento el sudor escurriéndome por la frente y la espalda, porque lo que estoy a punto de hacer, es lo único que prometí jamás, jamás nunca hacer ni siquiera porque soy un mafioso.

Pero ya es tarde, la decisión está tomada.

No puedo echarme atrás.

No puedo dejar que eso nazca.

Simplemente no estaba listo, y menos con él. Todo esto era un error, lo había sido desde el principio.

Él sigue riendo, murmura palabras suaves. Cargadas de cariño, de amor. Aprieto la mandibula, ¿por qué mierda estaba haciéndomelo todo más difícil? Aprieto las manos en dos puños, y pienso lo que pienso siempre: Al diablo con esto. Con él. Con el bebé. Cierro los ojos, inhalo una bacanada de aire con cuidado y sin más, lo cojo del pelo. Chilla, sus manos pequeñas y aceitadas se cierran en torno a la mía, me araña y las lágrimas no tardan en inundar sus mejillas. No puede creer qué sea yo, no se lo esperaba. Lo puedo ver en sus ojos aguamarina, está herido, pero no porque siga tirando de su cabello.

La traición.

Recuerdo el olor salado de sus lágrimas, su perfume flotando en el aire. La taza de café haciéndose añicos, el periódico desparramándose por todos lados. Las hojas vuelan a nuestro alrededor mientras sigue forcejeando. Me grita por qué lo he hecho mientras lo arrastro escaleras arriba, pero yo sólo puedo pensar en las hojas del periódico. Ya puedo imaginarlo, puedo verlo en los titulares de mañana: ‹‹El cadáver de un hombre joven fue encontrado, brutalmente golpeado ésta mañana a un lado de la carretera.›› Y así de fácil se cerraría su historia, se acabaría su vida, sus capítulos, todo.

Y tal y como vino, se va. El recuerdo desaparece.

Me levanto deprisa, con el sudor frío recorriéndome el cuerpo entero. Todo da vueltas, creo que vomitaré. Me reclino hacia adelante, puedo volver a saborear el Whiskey mezclado con mi propia bilis. Cierro los ojos, pero su rostro es todo lo que miro: Pálido, morado, sin vida. Veo sus brazos rodeando su vientre, intentando protegerse. Intentando proteger al bebé de mí. Mi respiración se acelera, pequeños puntos negros embargan mi visión. Soy la peor escoria, soy una mierda que no debería respirar. Dios debería castigarme a mí, pero creo que era suficiente castigo tener la sangre de dos inocentes en mis manos. Alzo la vista, el tren pasa justo por un puente. Mis labios empiezan a temblar y vuelvo a dejarme caer en el suelo. Dejo caer la cabeza entre las manos, la sangre todavía demasiado fría en mis venas.

Me ha parecido verle, ahí, parado al otro lado de las vías.

Me ha parecido, también, qué llevaba a un crío consigo.

Qué llevaba a mi hijo consigo.

Cuando era niño, recuerdo que siempre solía observar a una pareja de ancianos e imaginarme cómo serían sus vidas, cómo era en realidad ser normal. Cada navidad, me levantaba muy temprano sabiendo que el desgraciado que tenía por padre estaba demasiado ahogado de borracho como para siquiera regresar al agujero de mierda que tenía por casa en todo el día… era el único día en todo el año que no estaba, en que podía salir y respirar aire aunque fuese por unas cuántas horas. Navidad era mi fecha favorita: Mi madre no era brutalizada, no habían gritos, no había golpes ni violencia ni dolor a mí alrededor… sólo ése par de ancianos. Recuerdo ir corriendo por el bosque, con mi corazón latiendo a mil por hora y una enorme sonrisa haciendo acto de presencia en mi rostro, apretando el paso lo más que me era posible porque no quería llegar tarde, no quería perderme ni un segundo de observar a ése par de ancianos.

Recuerdo llegar a aquel punto, justo al lindero del bosque y treparme a un viejo roble, hasta muy alto así las hojas cubrían mi presencia y pasaba desapercibido. Hasta ése entonces, nunca había logrado captar el nombre de ninguno de los ancianos, pero ésa Navidad fue diferente. Hasta ése entonces, yo me había imaginado sus nombres, cada año les daba uno diferente: Peter y Tinkerbell, como en la película de Disney. Señor Darcy y Elizabeth Bennett, como en las novelas que había leído a escondidas de mamá. Popeye y Olivia, como en los caricaturas que pasaban todos los domingos. Hombre de Arena y Juniper… como el cuento que tanto me gustaba, mi historia favorita de toda la vida. Pero ésa Navidad fue diferente, porque aprendí sus nombres.

Mihael y Matilda.

Él tenía mi nombre, y ambos comenzaban con la letra M. Recuerdo haberme sentido tan feliz, todo el rato que pasaba observándoles, lo hacía con la mayor atención posible: La forma en qué se tomaban las manos, los sándwiches de mantequilla de cacahuete y mermelada que compartían, la forma en que sus rostros se arrugaban todavía más cada vez que sonreían… la forma en qué se miraban. Jamás podría olvidarlo, porque era una de ésas miradas de las que tanto hablaban en los cuentos: Cómo Tinkerbell miraba a Peter cuando éste no la miraba, cómo Popeye miraba a Olivia después de rescatarla de los malos, cómo el Señor Darcy había visto a Elizabeth en aquel baile… como Juniper miraba al Hombre de Arena cada vez que éste venía a visitarla por las noches. Una mirada que no daba lugar a dudas, una mirada que quemaba, una mirada que te retorcía las entrañas de pura envidia por saber de sobras que nadie jamás te iba a mirar así.

Recuerdo mirar, mirarlos fijamente… riendo, jugando con sus nietecitos Tiago, Michelle y Fabio y desear con todas mis fuerzas que ellos fueran mis abuelitos. Recuerdo que a veces lloraba, aunque por dentro estaba feliz… siempre se me escapaban las lágrimas, porque era algo qué en verdad deseaba para mí mismo y mis padres, pero siempre fui consciente de que jamás podría tenerlo. Jamás nadie iba a quererme así, porque yo era malo. Feo. Estaba podrido por dentro, y nadie quiere una casa que está cayéndose a pedazos, todos quieren la casa más bonita, más grande, más limpia. Yo no era ni grande, ni bonito, ni limpio. Ni siquiera era bueno, ¿por qué alguien iba a quererme? ¿Por qué alguien querría tomarse la molestia de arreglar algo inútil e inservible? Seguí pensando de ésa manera por mucho tiempo, incluso luego de que ése hijo de puta matara a mi madre y me dejara sin nada más que odio y mucha mierda adentro. Seguí pensando así, hasta que conocí a Matt.

Mihael y Matt, ambos también van con M.

Nunca nadie me vio con otra cosa que no fuese miedo en los ojos, hasta que le conocí. Él no me temió, no se alejó de mí ni siquiera cuando lo empujé a un lado… en verdad, Matt era como un perro: No se va ni aunque le trates mal, incapaz de odiar, siempre dispuesto a regresar a pesar de las faltas cometidas. Y eso me asustaba, porque entre más le dejaba estar a mi lado, más riesgo corría de joderlo completamente. Porque ésa es la cosa con la gente que está jodida: Sin darse cuenta, joden a los demás. Los arrastran a su mierda, simplemente bajo la ilusión de que van a ser salvados, de que deben dejar entrar a los demás y así van a conseguir la amnistía… bajo lo bien que se siente, tener siquiera un rayo de esperanza entremedio de tanta oscuridad. Yo había jodido a Matt, más veces de las que puedo siquiera acordarme pero de entre todas mis cagadas, creo que las peores eran las que él no sabía. Las que él no sabía, porque estaba seguro de que si llegaba a enterarse, entonces que se iría. Entonces el perro aprendería, y me mordería. Y yo no puedo con las mordidas de Matt, son de las peores cicatrices que tengo porque no se ven, porque ni siquiera dejan marca pero son más profundas que cualquier otra… duelen más, son más difíciles de olvidar…

-Mihael Keehl.

Alzó la vista deprisa, con todos mis músculos tensándose al escuchar mi nombre… mi verdadero nombre en lo que me ha parecido una eternidad. Dejo la mano quieta sobre el frío metal del arma a mi costado, nada más observando a detalle a la pequeña que tenía al frente y que me miraba con la copia exacta de los ojos de su padre. Sonrío un poco, puesto que verla en fotos y verla en la vida real eran dos cosas muy diferentes… la culpa mordía con más fuerza, supongo. Miro a mis alrededores, en busca de alguno de sus progenitores, pero de nuevo, la hijita de Elle me demuestra porque se ha ganado el corazón de Matt y porque no voy a poder zafarme de ésta tan fácilmente.

-Mis papás no están… vine con la niñera, pero ella está demasiado ocupada tratando de follarse al vago que hace graffittis en las paredes.-me explica ella, ensanchando mi sonrisa porque de oírla, Light se desmayaría como la jodida drama queen qué es.-¿Dónde está el tío Matt? ¿Has sido bueno con él?

Mi sonrisa desaparece al instante… "No, no lo he sido" pienso, y a mi pensamiento culposo de unen las imágenes de Matt postrado nuevamente en una cama de hospital, demasiado débil para darme pelea y tocarme los cojones. Aprieto los puños y desvío la mirada, porque la mocosa empieza a fastidiarme tal y como lo haría el pringado de su papi.

-¿No crees que ya le has hecho suficiente daño, Mihael? El tío Matt no se merece que le hagas pasar por esto de nuevo…-sigue presionando y rechino los dientes, decidiendo entre si largarme ahora o luego de haberle dado unos buenos cachetes por metiche y preguntona.-No quiero qué le hagas daño, tú ni siquiera puedes…

-¿Acaso no te enseñaron tus padres cuándo cerrar ésa maldita boca, mocosa? De la diva de Yagami era de esperarse, después de todo es un jodido malcriado de primera pero pensé que L, al ser Inglés y toda ésa mierda te habría enseñado mejor.-le interrumpo, tomándola del cuello y sin importarme una mierda los problemas qué podría costarme partirle el cuello aquí y ahora.

Ella nada más parpadea, en ésa expresión idéntica a la de L. No hay miedo en sus enormes ojos negros y brillantes, nada más curiosidad y algo parecido a la decepción… aprieto, viendo como suelta un pequeño gemido al sentir la presión cerrándole el paso al aire. Le miro a través de las gafas de sol, miro su pequeño rostro pequiento relucir bajo el sol, miro sus enormes pestañas agitarse con cada parpadeo, miro su boca entreabierta buscando desesperadamente aire. Y le suelto, escuchando como respira de alivio en cuanto lo hago. Miro mi mano, todavía cálida y que ahora arde… arde con reconocimiento, arde con la culpa de antaño y cuando me vuelvo a verla, tiene el pelo azul y está viéndome con el mismo terror de aquella tarde de otoño en sus ojos. Retrocedo un paso, sintiendo el mismo frío en todo el cuerpo y la garganta inflamárseme en un nudo demasiado apretado.

-Aléjate del tío Matt… déjale en paz. Los hombres malos como tú, sólo hacen daño. Los hombres irreales como tú, sólo llenan a la gente de ilusiones rotas… los Hombres de Arena como tú, nada más existen en las pesadillas.-me dice la mocosa, y su mirada… ya no son sus ojos los que dicen eso.

Me quedo unos segundos más mirándole fijamente, grabando su expresión en mi memoria y finalmente me doy media vuelta, alejándome del pasado que siempre parecía regresar a mí. Una y otra vez, seguía volviendo al punto del que tan desesperadamente quería alejarme. Una y otra vez, él seguía encontrándome, recordándome lo qué había hecho, quién era yo, de lo qué era capaz… de lo que le había hecho a Matt y seguía haciéndole cada vez que le miraba a los ojos y le mentía con la facilidad con la que tiraba del gatillo casi a diario…

-¿No saludas…?

Me detengo en seco… "maldita mocosa marrullera", pero, ¿qué esperaba? Yagami la había parido, mínimo algo tenía que haber heredado de él. Cierro los ojos, inhalo profundo e intento recordar cuántas balas hay en la cámara de mi arma, cuánto tiempo me tomaría atravesárselas y cuánto tiempo tardaría la poli y toda la conmoción en estallar… decido no arriesgarme, a lo mejor y ya tenía a toda el jodido SWAT aquí y ahora mismo estaba apuntándome con un láser, listo para volarme la cabeza en cualquier segundo.

-Yo que tú, me preocuparía más por la cría… se parece demasiado a ti.-digo, aún sin volverme porque no sabia si podría mantener mi promesa de no disparar.

Ríe, y puedo sentir las venas lentamente calentárseme, llenarse de ésa familiar ira que era lo único que me mantenía con vida.

-Algo fuera de lugar que me digas eso, considerando que… bueno, tú mataste a la tuya.-dice y es más de lo que puedo soportar.

Me vuelvo y le encajo el cañón de la pistola justo en las sienes, y para mí sorpresa nada pasa. Nada más sigue sonriendo, viéndome con sus ojos arrogantes y niñones, sin inmutarse ni un pelo por estar a punta de pistola. Cargo el arma, todavía no pasa nada. Ni los agentes SWAT hacen acto de presencia, ni él cambia su expresión campante. Rechino los dientes, cómo detestaba a éste cabrón caprichoso e insolente, ni puta idea de cómo L le aguantaba tantas chorradas…

-¿Y tú marido, Yagami? ¿Ya viene para acá con toda la jodida Fuerza Especial Japonesa? ¿Ya le avisaste a pelusa?-le digo, sonriendo cuando frunce el ceño en ésa expresión de crío recién reñido.

-No y no van a venir, Mello… así que si quieres disparar, mejor te apuras y luego también puedes terminar de estrangular a mi hija, de todas formas, es lo que las personas como tú hacen. Lo que los asesinos hacen.-me dice, y una vena palpita en su sien… no le ha hecho gracia lo de su hija.

Lo miro un segundo, tras sus ojos amelados se esconden cientos de pensamientos… pensamientos que me interesan, después de todo, es para lo que vine hasta aquí. Retiro el arma, volviendo a ocultarla en la chaqueta y miro a nuestro alrededor: Los críos siguen corriendo, la niñera sigue intentando follarse al vago que hace graffitti y la vida sigue sin detenerse por nuestra pequeña escena. Inspiro hondo, sintiendo el aire refrescar mis pulmones lentamente y llevarse levemente la ira que me cargo a diario… pero sigue ahí. Siempre, de alguna u otra manera, encuentra una forma de quedarse dentro de mí sistema.

-En realidad… vine a verle a usted, Doctor Yagami. Si no mal recuerdo, usted es loquero y últimamente me ha dado por revivir buenos tiempos. ¿Qué dices si te invito a un café?-me acerco a él, que se estremece con notorio asco cuando llevo mis labios hasta a su oreja.-Y por favor, consíguete a otra nanny, porque la que tienes le da un mal ejemplo a tu hijita.

Me río y él nada más sigue observándome, con la misma expresión que todos los demás: Asco y repulsión, pero la verdad es que Yagami y yo no hemos tenido demasiados momentos buenos y a mí tampoco me hacían gracia los imbéciles caprichosos y que se creían bonitos. Lo veo tomar el móvil y me detengo, con mi mano buscando nuevamente el camino hacia el arma pero no es necesario…

-¿Sí, Yuki? Cancela a mi cita de las tres y media y a toda mi agenda… hoy estaré algo ocupado con un viejo amigo. Muchas gracias.

Y vuelvo a reír.

-Es bonita tu oficina, ¿sabes? De todas en las qué he estado, ésta es la que tiene mejor decoración.-le digo, jugueteando con un par de delfínes color ónix sobre el escritorio.

Alzo la vista y me encuentro a un Yagami con la ceja enarcada y dos tazas humeantes de café en las manos, seguramente lamentándose el no haber llamado al equipo SWAT en vez de dejarme entrar a su oficina y dejarme… bueno, no precisamente dejarme pero le estaba ensuciando el escritorio con mis botas y jodiendo su bonita y fina silla. Nada más suspira, deja la taza a un lado de mis pies y pasa a sentarse en la silla que me correspondería si fuese normal y supiera comportarme y sí no me importasen una mierda las normas sociales.

-Vayamos al grano, ¿vale?-dice, una vez acomodado en su sitio y bebiendo un sorbo de su té.-¿Qué es lo que estás buscando y cuándo piensas dejar a Mail en paz?

Bajo los pies del escritorio y tomo la taza, viéndola fijamente mientras pienso en cómo tocarle los cojones… pero no estoy de humor. Así que en vez de eso, me saco la pequeña botella de vodka que siempre cargo en mi chaqueta y le echo un poco al café, revolviéndolo con el dedo bajo la atenta mirada asqueda de Yagami, que ahora parece meditarse más en serio lo de alertar a su marido sobreprotector de mí presencia.

-A lo primero… el expediente de Matt, el que tú tienes de los años que le has tratado. Y a lo segundo, pues… todavía no me lo follo, así que va a pasar un poco más de tiempo conmigo.-le digo, encogiéndome de hombros y dándole un sorbo a mi café especial.

Me mira y yo le sonrío, porque sé que le molesta todo acerca de mí: Mi mera existencia ya representa una patada en sus cojones, y yo disfruto jodiendo a la gente. En especial a estiradillos arrogantes y niños bonitos como Yagami, a lo mejor y por eso es que también me gustaba joderle la vida a Matt y verlo inflar los cachetes, ponerse colorado y ver como su paciencia se ponía a prueba cada vez que trataba conmigo.

-Vale, te muestro… a lo mejor y te pueda interesar lo qué hay allí.-me dice, encogiéndose de hombros mientras se encamina al archivo y empieza a revolver entre carpetas.

Me quedo momentáneamente descolocado, puesto que Yagami no era precisamente de los que cedían… pero ahí estaba, rebuscando el expediente de Matt que se supone era confidencial. Me río, bebiendo otro poco de café alcoholizado.

-Joder, no sé si sentirme halagado o decepcionado… ¿Es que L finalmente logró dominarte que ahora ya ni das pelea? Siempre supe que el matrimonio lo jode todo, pero jamás imaginé que también hiciera mierda la personalidad de las personas.-le digo, y él nada más vuelve a rodar los ojos mientras empuja una carpeta hacia mi lado.

-Por favor, Mihael, L no podría domarme ni aunque sus pelotas dependieran de ello… simplemente no veo el punto en desgastarme contigo, así que, ¿por qué no discutimos lo que nos interesa en vez de que sigas metiendo las narices en mi matrimonio y mi vida sexual?-me dice y, de nuevo, me sorprende que la fiera siga contenida.

-Yo pensé que los loqueros hacían un juramento con el paciente y ésa mierda… ¿Dónde quedó lo de ‹‹confidencialidad entre el paciente y el doctor›› y todo eso?-le digo, tomando la carpeta y mirando la foto del Matt que dejé hacía tantos años atrás… la impresión es fuerte, pero como siempre mi cara no deja entrever nada.

Sus ojos inocentes me miran desde el pasado, y no puedo evitar un pequeño estremecimiento al darme cuenta de lo mucho que los años le habían cambiado… de lo mucho que mi ausencia tanto como mi presencia en su vida, parecían tener un efecto desgastante en Matt. Aprieto bien los labios y sacudiéndome ésa molesta sensación de asco hacia mí mismo, abro la carpeta en la primera página. Es una hoja de admisión en el Bethlem Royal Hospital, justo en Greater London, bastante apartado de Winchester. Alzo la vista, atravesando a Yagami con ira… ¿Cómo carajos habían podido meterlo a un jodido loquero? ¿Acaso no estaban ahí para cuidarle, para protegerle? Me pongo de pie abruptamente, debatiéndome entre sí partirle la cara o esperar a que se explique… él no se inmuta, simplemente rueda los ojos en su maldita expresión de arrogancia que tanto odio.

-Sigue leyendo, Mihael, tan sólo es la primera hoja…-me dice, como si fuese un pequeño mocoso retrasado. Aprieto los puños y con mucha dificultad, vuelvo a mí asiento.

Paso a la siguiente hoja con brusquedad, era el análisis que Yagami y otro loquero en conjunto habían hecho para la admisión de Matt en ése lugar. Palabras como ‹‹depresión clínica››, ‹‹catatonia›› y ‹‹Trastorno de personalidad dependiente›› llaman mi atención de inmediato, en especial eso último… que yo supiera, quién tenía más pinta de padecer un trastorno dependiente era la pelusa y no Matt, ya que jamás había visto a Matt pedir ayuda para absolutamente nada, ni siquiera en clase de mates cuando se las veía negras con las ecuaciones cuadráticas. Parpadeo, siguiendo con la lectura… paso las páginas, revisando rápidamente las notas en perfecta caligrafía de Yagami hasta detenerme casi a la mitad de todo aquel expediente, absorto en un párrafo que basta para paralizarme ahí mismo.

››… El individuo no muestra ningún signo de mejora pese a las múltiples sesiones en los últimos 96 días. Su medicación de 2.5 gramos de Lorazepam y 60 gramos de Prozac se mantiene hasta el momento, sin nigún cambio. Sin embargo, el día 16 de Enero de 2005, el individuo sufrió un intento de suicidio al intentar colgarse con sus propias sábanas del techo de su habitación. En una libreta y posterior nota de suicidio, se encontró que el individuo justificaba sus acciones debido al abandono de un posible ex-novio en previos meses a su internamiento. En la libreta, se encontraron notas erráticas en las que el individuo confundía claras muestras de rechazo con muestras de afecto, mostrando el alcance de su personaidad dependiente. Conclusión: El individuo es incapaz de mantener relaciones amorosas estables y/o sanas para sí mismo, volviéndolo vulnerable y muy propenso a que le tomen ventaja.‹‹

Suelto la carpeta de inmediato, como si estuviese cubierta por ácido… alzo la vista, Yagami está viéndome fijamente y, por primera vez desde que nos hemos visto en el parque, en sus ojos hay algo más que simple arrogancia e infantilismo. Está molesto, mi reacción le ha hecho enfurecer, lo veo en sus mejillas suavemente teñidas de carmín. Y no lo culpo, el aguijonazo del desprecio y el odio no tardan en abrirse paso dentro de mí mismo, tirando con suficiente fuerza como para considerar ponerme un arma en la cabeza y disparar ésta vez de veras.

-Matt… no. Él no sería capaz de semejante estupidez, él sabe que yo no lo valgo.-susurro, más para intentar convencerme a mí mismo que para intentar apaciguar a Yagami.

Él frunce los labios y con una velocidad elegante, coge la carpeta, hojeándola con rapidez hasta tomar una serie de pequeños rectángulos blancos. Cierro los ojos… "Joder, eso no. Pruebas no." Pienso, pero es demasiado tarde: Yagami estampa con fuerza aquellas fotografías delante de mí, extendiéndolas como si estuviésemos en un casino y éste fuese un juego de cartas. Pero yo no quiero jugar, mis cartas son demasiado malas y sé que voy a perder… pero a nadie le importa eso. Y menos a Yagami, que parece leerme la mente a la perfección…

-No soy gitano ni nada de eso, Mello… pero soy muy bueno leyendo a las personas. ¿Quieres saber qué clase de persona eres? ¿Qué me dice tu perfil psicológico?-me dice suavemente, acercándose a tal punto que consigo oler su fragancia a vainilla… le miro fijamente, no puedo encontrarme la voz dentro de la garganta.-Dos chicos, pequeños y precoces se conocieron una fría tarde de invierno de 2004 en un orfanatorio llamado Wammy’s…

-Yagami…-empiezo a protestar, porque eso ya lo sé.

-Ambos, con un pasado mucho más tormentoso que el de cualquier adulto. Uno, demasiado confuso y en busca de su propia identidad.-pone frente a mí la foto de Matt, sonriente pero con la mirada perdida, muy lejos de allí.-El otro, demasiado dañado como para tener arreglo.-ahora pone mi foto al frente, y me estremezco… ni siquiera puedo reconocerme.-Ambos chicos se conocen, no se caen bien al principio, se juegan bromas estúpidas como cualquier crío de once años…

-Eso ya lo sé, ¿cuál es tu punto con todo esto?-le pregunto, sin entender porque hace todo aquello.

-Extrañamente, el par se vuelve inseparable. Mejores amigos, casi hermanos de otra madre. Pero… su amor va más allá de la amistad. Es un amor puro pero manchado por la tragedia. Dolor, angustia y desesperación nublan toda su historia a tal punto… que el destino les separa. El chico confuso se vuelve más confuso, al perder a su amante pierde su identidad, pero también gana consciencia propia…-me muestra otra foto, la del expediente de Matt. Apretó los puños, mi paciencia estaba acortándose.-El dañado, se vuelve aún más malo, encerrado por varios años en una prisión en Siberia, su actitud arisca no hace sino aumentar, su violencia e impulsividad van más allá de lo impensable…

-¿Por qué estamos jugando a esto?-le vuelvo a interrumpir, cuando me muestra fotos mías en la prisión Rusa, una versión más acertada de mí mismo.

-¿Sabes lo que está mal con ambos?-me pregunta, mirándome fijamente. Le sostengo la mirada, pero siento un nudo bien apretado formándose en mi estómago. Se acerca, tanto que siento sus labios pegándose a mí oreja.-Ninguno puede amar, jamás lo han hecho y jamás lo harán.-susurra lentamente, con sus frías palabras clavándose en mi mente como aguijones.

Me vuelvo de piedra… "Mentira" pienso, recordando aquella noche en la feria, aquel día viendo los fuegos artificiales… si eso no era amor, ¿entonces qué lo era? Sí mis sacrificios no valían de nada, ¿entonces qué lo hacía? Me estremezco, puedo sentir pequeñas grietas abriéndose paso en mi muralla, las palabras de Yagami lentamente destruyendo lo que con tanto esfuerzo había construido en la última década.

-No…-es todo lo que susurro, pero Yagami arroja un nuevo documento, uno que había tomado sin yo notarlo.

-Creo que eso es por lo que estás aquí, ¿cierto? Adelante, a Elle no va a molestarle si te lo llevas…-me dice, alejándose con su porte elegante y tomando un sorbo de su té con toda la tranquilidad del mundo.

Miro el documento… hay una carta. Una carta de ésas que usan los gitanos y estafadores para leer el futuro. Es El Diablo, sinónimo de sufrimiento y calumnias en la vida de alguien, la peor desgracia que podría ocurrirte… y está sobre mi foto, como si ése ser tan despreciable fuese yo. Y aquello quema, porque no está demasiado alejado de la realidad. Tomo aquella hoja casi con frenesí, mis ojos leyendo las palabras pero sin captarlas realmente… por primera vez, no puedo entenderlo. No quiero, mi cabeza no puede asimilar la situación. Mis manos empiezan a temblar, presas de un pánico que no sentía desde que había estado en un cuartel con aquel moustro. El moustro del que estaba enamorado, de una forma enfermiza y extraña, de una forma imposible en palabras del propio Yagami.

El psicópata y el experimento fallido, la bella y la bestia, Romeo y Julieta, Bonnie y Clyde… cualquiera de ésos podría perfectamente describirnos a Matt y a mí, sobretodo si le agregabas un poco de locura.

-Esto no hace sentido…-susurro, viendo aquellos análisis de nuevo. No se parecían a ningún otro que hubiese visto antes.

-Raras veces la vida lo hace.-dice Yagami, y no puedo estar más de acuerdo.

El cazador, se había convertido en la presa.

El psicópata, se había convertido en la víctima.

La muerte, para uno o para el otro, se había convertido en algo inminente.

POV’s Matt:

Arrugo la nariz con disgusto en cuanto vuelvo a recuperar el sentido, seguido del familiar pánico a abrir los ojos estallando en mi pecho. Mi corazón se acelera en cuestión de segundos y puedo sentir mi aliento alcohólico escapar de entre mis labios, asqueándome con su olor rancio y pútrido, algo que siempre detesté de ser… bueno, eso: Un borracho asqueroso e inmundo. Cierro los ojos con más fuerza, como si así fuese a volver a la encantadora paz de la inconsciencia… no lo hago, y sé que no lo haré. "Es mejor acabar con ésta mierda de una buena vez" pienso, pero eso tampoco me da valor, al contrario: Sólo acrecienta mi pánico. Sin querer, aprieto mi mano y me quedo quieto cuando siento algo viscoso y suave escurrir entre mi palma.

"Oh, no…" pienso, y mi corazón se acelera más, no puedo respirar bien… y tampoco quiero respirar, porque apesta horrible y no es sólo el olor a alcohol. Es algo más, algo pútrido, apesta a cuando sabes que haz hecho algo horrible, apesta a cuando sabes que todo está terriblemente mal y, aunque la mayoría se creería que después de tantas veces de despertar en la misma situación ya debiera de haberme acostumbrado, para mí es como la primera vez: El mismo horror, el mismo miedo, la misma desolación al final. Sigo con los ojos cerrados, porque ésta vez… ésta vez sé que si los abro no podré recuperarme nunca más del horror. La cobardía se abre paso dentro de mí mente, ingeniando planes patéticos con tal de evitar a la realidad pero sé que es imposible. Mi mano vuelve a apretar, y la viscosidad vuelve a derramarse entre mis dedos. A cada minuto, el olor se vuelve más potente… más nauseabundo.

Abro los ojos, y me arrepiento casi al segundo.

La luz me lastima, me revuelvo para evitar la incomodidad pero… siento más viscosidad bajo mi cuerpo. "Dios mío" pienso, y puedo sentir las lágrimas derramándose por mis mejillas, el dolor insoportable martilleándome las sienes, el olor mareándome y empujándome al tan familiar vómito luego de una noche de malas copas. Sacudo la cabeza, tratando de evitar al sol a toda costa porque la cabeza va a estallarme en cualquier segundo… vuelvo a abrir los ojos y me recibe el techo. Y salto, porque hay manchas de sangre atravesándolo. Y cuando salto, siento aquella viscosidad moverse debajo de mí cuerpo… se me escapa un chillido, seguido de más lágrimas, seguido de sollozos, seguido de la culpa, seguido de asco y acabo vomitando ahí mismo: Entre mis piernas, salpicándome la ropa estropeada y la cara. Cierro los ojos, sintiendo como todo sale menos el malestar, sé que no podré deshacerme de él ni de querer.

-N-No…-susurro a duras penas, sintiendo el vómito escurrirme por la barbilla, mientras me arrastro fuera de aquella bañera.

Veo mis manos, todo sigue borroso, pero sé distinguir sangre cuando la veo: El carmín me sube casi hasta los codos, la sangre seca se siente pegajosa y huele muy mal entre mis dedos, puedo sentir restos de ella incluso debajo de las uñas. Me arrastro, gimoteando como todo un patético borracho, como lo que soy: Un patético y violento borracho. Mis manos se topan con algo peludo, algo muy familiar… cierro los ojos, porque todo me da vueltas y siento la bilis de nuevo subiéndome por la garganta. Sigo mareado, perdido y tengo miedo. La cabeza, ¡joder! Cómo me dolía la puta cabeza, sentía las venas palpitando debajo del pelo. Aprieto aquella cosa peluda, topándome con que no es suave y hay algo que se mueve debajo de ella. Algo pequeño, pero duro y que se clava en mis palmas. Vuelvo a abrir los ojos, las lágrimas enjugándome la vista y lentamente aclarándome la visión…

Es un pelaje.

El pelaje de mi gata, de Marshy, cuyo cuerpo yace sin vida entre mis manos y tiene los huesos tan flojos y rotos, que le bailotean dentro de su cuerpo… no hay musculo, sólo piel y huesos. Grito y vuelvo a apartarme, pero vuelvo a sentir más viscosidad bajo mis palmas: Está regada por todo el suelo del baño, aquella escena es más horrible que cualquier peli de horror, apesta y hay sangre seca por todos lados. Dejo de moverme cuando veo que es inútil: No puedo escapar, lo que hice anoche está en todos lados. Rodeo mis rodillas con mis brazos, apretando con fuerza, revolviéndome y sollozando mientras miro a mí alrededor: Las paredes están manchadas, hay trozos de cuerdas pendiendo del techo con cuerpos de gatos muertos amarrados a ellas, hay órganos regados por todo el suelo, el hedor trepa por mis ropas y se aferra con fuerza a ellas, mazclandose con mi vómito.

-¿Qué fue lo qué hice…? ¿Qué fue lo qué hice anoche?-pienso en voz alta, revolviéndome e intentando retrazar mis pasos, pero como siempre, acababa topándome con una barrera negra.

"Dios mío, ¿por qué me pasa esto?" pienso, sollozando con más fuerza mientras intento con todas mis fuerzas recordar, pero cada vez que estoy a punto de coger una punta de un recuerdo, se esfuma y se pierde para siempre en ésa barrera dentro de mí cabeza. "A ver… he ido al bar. Eran casi las seis de la tarde. Pedí una copa de Cabernet Sauvignon, estaba bebiendo y luego… un tipo parecido a Ed Sheeran se ha sentado a mí lado. Hemos charlado, nos reímos… empecé a llorar. Cogí mi móvil… mi móvil" pienso y de inmediato empiezo a tantearme los bolsillos, hasta que mis dedos se cierran con fuerza sobre aquel rectángulo. Lo atraigo hacia mi rostro con manos temblorosas, tengo miedo de encenderlo y toparme con lo que hay allí, ya antes me he arrepentido de ver mis barbaridades. Pero sé que necesito hacerlo… presiono el botón, y aparece la batería agotada. Cierro los ojos, suspirando con alivio y a la vez sabiendo que tengo qué ver lo que hay allí.

Me levanto a duras penas, sintiendo el mareo tomar control de mi cuerpo. Empiezo a trastabillar, buscando algo a lo que aferrarme hasta que tropiezo y vuelvo a caer en la bañera, embarrándome de mi vómito, escuchando crujir los huesos de aquellos gatos muertos, sintiendo sus órganos acariciarme varias partes del cuerpo. Me levanto de inmediato, sigo mareado y horrorizado, pero la adrenalina es suficiente para sacarme de ahí corriendo. Retrocedo con tanto frenesí, que acabo llevándome la puerta conmigo y cayendo de espaldas, rodando por escaleras abajo y sintiendo como al menos tres costillas se rompen en la caída. Llego al final con un estruendo, la sangre empieza a escurrirme por un costado y cuando me quejo, siento que un puñado sale de mi boca. Algo se me había reventado, pero mi dolor e preocupación por tener un órgano reventado pasan a segundo plano, cuando veo lo que cuelga del techo de mi sala.

-¡NO!-chillo, pero ahora, con el cuerpo dolorido, me es imposible huir: Me quedo ahí tendido en el suelo, con la imagen quemándome las retinas y grabándose por siempre en los recovecos más profundos de mí enmarañada mente.

Cierro los ojos, chillo, pataleo y sollozo pero eso no cambian la realidad: El pelirrojo, el tío con el que me he bebido copas anoche y se parecía a Ed Sheeran, estaba colgando tal cual cerdo en el matadero en mi jodido living. Siento arcadas, pero ya no hay nada más que vomitar: Había tocado fondo, un profundo y desolado fondo, lleno de mucha oscuridad y daño, la oscuridad de mi mente que parecía ganar dominio de mí cada vez más. Aprieto la mandíbula, con fuerza y me arrastro. Mis costillas protestan, pero no me importa: Era hora de hacer la llamada que tanto me temía, la llamada que debía haber hecho desde aquella noche en que él había partido definitivamente de mí lado. Sólo había alguien que me conocía lo suficiente y podía ayudarme. Me arrastro, ignorando lo más que puedo el cadáver que se balancea por sobre mi cabeza hasta llegar a la pequeña mesa en medio del living, en donde está el cargador de mí móvil. Lo cojo a duras penas y lo conecto, y el móvil vuelve a la vida.

Mientras espero a que reinicie, respiro con fuerza e intento seguir recordando… pero es inútil. Mi memoria sólo llega hasta el momento en el que he abandonado el bar con el pelirrojo, y luego es una enorme nada. Como siempre. El móvil vibra, y busco entre mis contactos… su nombre y su foto aparecen en las últimas llamadas, hace tres meses. Mi dedo mugriento y ensangrentado duda sobre su nombre, y armándome de un valor vacío, marco el número. La operadora suena y una parte, ésa parte oscura y egoísta, ruega para que no coja mi llamada.

No lo hace, y no sé si eso es bueno o malo. La contestadora suena…

‹‹¡Hola, es Light! Déjame tu mensaje, y quizá te devuelva la llamada…›› su voz alegre, juguetona y con una mezcla de arrogancia me parece tan fuera de lugar en éste momento.

Entonces, cuelgo y voy hacia los números recientemente marcados, que sólo es uno. Es el mismo desde hace tres meses, lo cual es una ridiculez tomando en cuenta que su dueño está muerto. Anoche he llamado 21 veces, en espacios de tres minutos entre cada llamada. Nada nuevo, no me asusta. Marco, y de inmediato, me recibe la contestadora. Contrario a Light, es nada más una voz ronca, una voz que hace a todos mis vellos estremecerse, una sola palabra.

‹‹Keehl.››

Las lágrimas me inundan los ojos, desbordándose por mis mejillas y ahí está: La herida en mi pecho, ardiendo con el fuego de la pérdida, la rabia y la culpa. Aprieto con fuerza el móvil, respirando entrecortadamente e ignorando la masacre en mi apartamento… todo en lo que puedo concentrarme, es en ésa voz y lo que me hace sentir, ésa voz y el torrente de emociones que tengo a flor de piel.

-Mello…-susurro, con voz llorosa y patética, a penas entendible. La pantalla del móvil se empaña con mi aliento alcohólico y se humedece con mis lágrimas.-Mello, tengo miedo… no tengo ni puta idea de qué he hecho anoche, he despertado embarrado en sangre y órganos y…-mi voz se quiebra, se vuelve un sollozo lastimero de ayuda.-Mello, te necesito… te necesito…-repito, y dejo caer el móvil aún lado, aún y con la llamada vigente.

Cierro los ojos, sollozando con fuerza y haciendo caso omiso al dolor de mi cuerpo, me hago un ovillo y dejo que el dolor me consuma. Dejo que el dolor haga pedazos mi alma, dejo que la rasgue, la haga estallar en mil pedazos, que me vuelva su muñeca de trapo y haga conmigo lo que quiera… porque ya nada importa, porque ya no tengo nada por lo que vivir y nada más estoy demasiado cansado como para siquiera intentarlo… como para siquiera coger un par de píldoras, coger una soga y acabar con todo. Estoy demasiado cansado, como para siquiera seguir intentando fingir, por eso bebo: Porque cada noche, espero beber tanto hasta envenenarme, aunque eso es imposible. Porque cada día, espero que la oscuridad finalmente me consuma para escapar de ésta realidad infernal en la que ya no tengo a Mello a mí lado. Sollozo con más fuerza, y todo queda grabado por ésa contestadora. Ésa contestadora que tiene el último retazo de lo que más he querido. Ésa contestadora, que está muerta pero sigue tan viva para mí como antes de éstos tres meses…

‹‹Keehl.››

››

"¡Venga, tómate una selfie conmigo! ¡Para el recuerdo!"

Light se vuelve a verme con los ojos como platos, incapaz de encontrarle sentido a la semejante estupidez que está mirando. Yo nada más me froto las sienes, tratando de tragarme la vergüenza pero la culpa sigue ahí… punzante y dolorosa, recordándome con acidez el costo de mí traición.

"Te juro que si lo volviese a ver… tomaría su jodido cuello entre mis manos y… y… ¡Grrrgh! Lo apretaría tan fuerte por haberme abandonado… ¡Maldito egoísta abandonador! ¡Ojalá te pudras en el infierno y… y me lleves contigo, porque todo sin ti todo es una maldita mierda…!

Los sollozos abandonan mí móvil y se unen a los míos en éste instante… era demasiado: El escucharme decirle tales cosas, el escucharme insultarle, tratarle fatal sólo porque estaba dolido. No tenía perdón, y entre más lo escuchaba, más asco sentía de mí mismo.

"Vale… nos vamos a tomar un vídeo, ¿vale? Ahora, quiero qué mires a la cámara… ¿Chester? ¿Así te llamas, no? ¡Qué mierda importa! A la de tres, miras a la cámara y gritas "FUCK YOU MIHAEL KEEHL!" ¿Vale? ¿Lo has entendido? ¡Venga, aquí va! Una…dos… tres… FUCK YOU MIHAEL KEEHL!"

-Vale… creo que ya he visto suficiente.-declara Light, cortando las risotadas a la mitad. Yo nada más apoyo con más fuerza la cabeza entre las manos, incapaz de enfrentarme con su mirada reprobatoria.

Él suspira, y sigue más silencio. No tiene caso qué yo diga nada, un ‘Lo siento’ no va a mejorar nada, ni mucho menos va a cambiar el hecho de que había vuelto a recaer: Era un alcohólico fuera de control de nuevo, de eso no había duda alguna y las pruebas estaban en los cientos de vídeos humillantes en ése móvil y en el matadero en el que se había convertido mi apartamento en las últimas setenta y dos horas. Aprieto la mandíbula con fuerza, queriendo que un meteorito cayera en éste precso instante y borrase toda mi existencia de éste maldito planeta porque no tenía ganas de enfrentarme a nada ni a nadie.

Doy un brinco cuando siento la mano cálida de Light sobre mi hombro, y cuando me encuentro con sus ojos, éstos están llenos de la tan aplastante decepción que me temía pero a la vez están llenos de pena… muchísima pena, que no lo culpo porque hasta yo mismo sé lo deplorable y triste que es mi estado en éstos momentos.

-Escucha, Matt… no voy a mentirte: Estoy muy decepcionado de lo qué has hecho, pero al mismo tiempo sé que reñirte y echártelo en cara no van a ayudarte. Estás mal, tienes un serio problema de adicción y depresión y me alegra que lo hayas reconocido y hayas venido a mí por ayuda, sabes que siempre podrás contar conmigo pasé lo que pasé.-me promete, regalándome una sonrisa cálida mientras aprieta con afecto mi hombro.

Le devuelvo la sonrisa a duras penas, tratando de creerme su sinceridad pero la verdad… es que estoy seguro de que si le contase lo qué hay en mi apartamento en éste justo instante, su apoyo se esfumaría y no dudaría en meterme al bote, donde sé que pertenezco pero no puedo permitirme ir ahí. Al menos no aún, y encerrado en un loquero ya no iba a hacer daño a nadie. El suspiro de Light me trae de vuelta a la realidad y sé que lo que se viene no es nada bueno, ni mucho menos va a gustarme. Va hasta la barra en medio de la cocina en donde deja el móvil y revolviendo de entre un cajón, saca una pequeña libreta de contactos. "Maldita sea, no de nuevo…" pienso, cerrando los ojos e inspirando hondo, porque a pesar de saber que ocurriría, eso no hace el piquetazo de la traición menos doloroso.

-Lo siento mucho, Matt, pero estás demasiado inestable y no puedo arriesgarme a que le hagas daño a nadie… en Bethlem Hospital estarás mucho mejor, el Dr. Abdic y yo nos haremos cargo de que tú estés bien, ¿sí, Matt?-me pregunta con dulzura, como si no estuviese preguntándome el renunciar a mí libertad y volver a ser sólo otro loco atascado de drogas.

"Vale, ¿Y a ti qué más te da? No te queda nada, estarás mejor en Pastilandia que aquí, con su recuerdo en cada simple esquina" razona mordaz mi consciencia y no puedo sino darle la razón: ¿Mi compañía? Jamás me interesó, simplemente lo hice para callar a Elle y a Light, alguien más tomaría mi puesto de CEO y la mandaría a la mierda. Da igual. Maté a mi gato, a un hombre… no iba a poder vivir con eso, y el Prozac mezclado con Lorazepam eran mis mejores aliados hasta para olvidarme de mi nombre. No tenía nada qué perder, Light técnicamente estaba ofreciéndome lo más cercano al cielo que iba a obtener en medio de todo éste infierno… sacudo la cabeza y pongo atención a su conversación con Abdic, tratando de ignorar los detalles de mi encierro para concentrarme en lo que verdaderamente me interesa…

-… ¿Ésta misma noche? Vale, seguro, así tendrá tiempo de coger un par de cosas antes de irnos. Iremos en el jet privado de mi marido, no nos tomará más de 45 minutos llegar ahí. Vale, vale… sólo asegúrate de tenerlo todo listo, yo creería que ésta fase de crisis es mucho peor que la vez anterior.-se calla, escucha y asiente con varios uh-hmm y sé que no iba a ser nada agradable.-De acuerdo Kamal, nos veremos dentro de un par de horas mientras yo le informo.

Cuelga, da un suspiro y lentamente se vuelve hacia mí… le sonrío, tratando de botar un poco ésa pesadez que se ha instalado en medio de ambos.

-¿No va a haber ambulancias ésta vez? Y yo que ya me había hecho ilusiones de ver a Rory de nuevo…-le digo, poniéndome de pie y estirándome un poco, ante la protesta punzante de mis huesos.-Me pregunto si se acordará de mí, o sí seguirá trabajando ahí para empezar…

-No Mail, hoy no habrá nada de ambulancias, porque has venido por tu propia cuenta y pues… Nadie va a forzarte a nada. Partiremos a las seis de la tarde, en el jet de Elle. ¿Quieres qué te acompañe a casa por tus pertenencias?

Mis musculos de inmediato se tensan… No podía traerle a casa y dejarle mirar la masacre que había hecho, eso se lo diría luego, pero no ahora que podía llamar a la poli en lugar de a sus amiguitos los loqueros. Prefería mil veces estar encerrado en una celda acolchada que estar encerrado con un montón de asesinos, siendo violado y quién sabe qué otras cosas más. Compongo mi mejor cara y empiezo a negar con la cabeza.

-Te parecerá una gilipollez, pero… me gustaría tener unas horas para despedirme de Marshy antes de dejárselo de encargo a alguien más, ése gato ha estado conmigo en las buenas y en las malas y se merece su buena despedida repleta de atún y estambre.-le digo, rogando a Dios porque se crea mi patética excusa.

Él me mira fijamente y luego revienta a reír, y el alivio rápidamente se extiende por todo mi cuerpo… a lo mejor y sí había aprendido algo de estar todos ésos meses con Mello. Suelto un mohín cuando su rostro cruza por un milisgundo mi memoria.

-Está bien, no tengo problema alguno con que te despidas de tu amor gatuno… sólo asegúrate de traer tu neceser para el baño y eso, la última vez te lo olvidaste y sabes que las ropas del hospital no son la mejor opción.-me recuerda, y le tomo el consejo a pecho porque en verdad llegué a detestar ésas malditas batas con olor a antiséptico.

Me sonríe con dulzura una última vez antes de acercarse a grandes zancadas y envolverme entre sus brazos, con fuerza, como si estuviese intentando mantenerme en una pieza cuando en realidad… yo ya no tenía arreglo, de eso estaba seguro. Cierro los ojos, con las lágrimas atrapadas entre mis pestañas y le devuelvo el abrazo con la misma fuerza, porque él en verdad era mi amigo y sólo quería mi bienestar. "Me pregunto si me abrazaría igual, si supiera… si supiera qué me he convertido en una asesino sanguinario" pienso, y me estremezco, porque ni siquiera yo quiero estar cerca de mí mismo por eso.

-Tranquilo, Matty, todo va a ir bien, ¿vale? Vas a estar bien, te lo…-se corta a mitad de frase, alzando las cejas con confusión cuando mira fijamente a mis ojos.-Matt, ¿Qué es eso que traes en los ojos?-inquiere, intentando acercarse más para ver mejor pero yo se lo impido, nervioso de que quisiera retenerme en las pocas horas de libertad que tenía antes de volver al loquero.

-No es nada, me he caído varias veces por la calle anoche y se me han hecho coágulos en los ojos, se quitan por sí solos. No te preocupes.-le miento, y me asombra la naturalidad con la que lo hago…

Él nada más entrecierra los ojos, y conociendo a Light, suspiro aliviado de que no siga persistiendo.

-Vale, lo que tú digas Mail Jeevas, ya le diré a Kamal que revise eso luego.-me toma del brazo antes de que pueda salir y lo miro contrariado, ya que su rostro está mortalmente serio.-No estoy jugando, Matt, vete directo a casa que pasaré a recogerte a las cinco y media de la tarde… no hagas esto más difícil de lo qué ya es, por favor.

Enarco una ceja, ¿era en serio? Pero supongo que tiene razón, luego de mi pasada estadía en Bethlem, no puedo culparlo porque tenga sus dudas acerca de mí.

-Tengo 25 años Light, todo es diferente ahora. No voy a huir, te estaré esperando en casa. Ya deja de preocuparte, ¿vale? Mira que si no vas a arrugarte…-le digo, riendo cuando se expresión se vuelve horrorizada ante la mención de arrugas.

-Yo no me arrugo, mi piel es tan suave…

-… como el culo de un bebé, lo sé. Sólo te tomo del pelo, diva.-le sonrío una ultima vez antes de encaminarme hacia la puerta.

-A las cinco y media, Matt, no te vayas a olvidar.

-Qué no, mamá. Directo a casa y ahí estaré, ya mejor vete a follar a tu marido qué falta te hace.-le digo y salgo riéndome a carcajadas ante su expresión sonrojada.

¿Qué haría yo sin Light?

"Ir preso, para empezar" me recuerda mi consciencia y la sonrisa se esfuma.

Un asesino… de sangre fría y mente sádica.

Un asesino, cuya mente estaba fragmentada.

Cuando volví a casa y pese a que tuve que poner un cuerpo masacrado en la bañera, todo marchaba perfectamente bien… al menos las primeras tres horas. Estaba de lo más tranquilo, guardando mi ropa mientras escuchaba en mi Ipod "A Pocketful of Sunshine", según yo "cantando" aunque en verdad todo lo que quería era distraerme de la notable ausencia de mi gato y las paredes todavía sapicadas con sangre seca.

-Take me away, a secret place, a sweet escape, a hiding place…-aullaba por toda mi desordenada habitación, usando mi viejo cepillo de dientes como micrófono y sintiéndome el dueño de aquella ridícula canción a la que había terminado amando luego de que Roger me la enviara para mi cumpleaños en Febrero del año pasado.

Estaba abriendo la boca para seguir causando contaminación auditiva con mis gritos afónicos, cuando fue silenciado abruptamente por un bullicio mucho más estruendoso, y esto que tenía mi Ipod conectado a los parlantes. Dando un suspiro, le pongo pausa a mi concierto y voy hacia la ventana, asomando la cabeza para ver qué rayos era todo aquel estruendo.

-No puede ser… ¡Es Día de San Patricio!-pienso para mí mismo, viendo como las calles se teñían de personas vistiendo verde, lanzando vítores, trompetazos y, por supuesto, jarras descomunales de cerveza verde al aire.

Me quedo mirando la alegría de la comunidad Irlandesa asentada en ésta parte del Reino Unido, haciendo un patético arremedo aparecer entre mis labios y sintiéndome tan fuera de lugar en ése instante, tan separado de la realidad y el tiempo que pronto el bullicio del desfile se pierde a lo lejos y lo sustituye el fuego ardiente de los recuerdos. Aparto la mirada pero ya es tarde: Una tímida lágrima se escapa de la comisura de mi ojo y rueda por mi mejilla, lléndose a perder en medio de aquel mar de cabezas. "No Matt. No. No…" me repito internamente, apretando la mandíbula e intentando empujar el recuerdo lo más profundo que puedo, pero si algo he aprendido en éstos meses es que los recuerdos son el arma más poderosa, porque entre más intentes olvidarlos, más presentes se harán en tu memoria y más letales se volvían. Los míos ardían, quemaban como ácido cada vez que se paseaban detrás de mis párpados y finalmente me dejo sucumbir al martirio de mi mente colapsada.

A Mello le gustaba el Día de San Patricio.

Aprieto las manos con fuerza, clavándome las uñas en la carne mientras me reclino hacia delante, sintiendo el aire todavía con rastros de invierno erizarme los vellos de la nuca cuando lo hago. Recuerdo que siempre ése día nos escapábamos de la Wammy’s junto con otro grupo de chicos, recuerdo que siempre corríamos por las calles atestadas de gente entre risas, él siempre tironeándome para que le siguiera el paso y yo feliz de verle sonriente, sin maldecir a Near por toda su existencia luego de los exámenes mensuales. Me muerdo los labios con fuerza, ahogando los sollozos y me aprieto el estómago contra el marco de la ventana, tratando de resistir los aguijonazos que me producen las risas de Mello resonando en mi cráneo, haciéndolo pedazos con sus sonrisas y desgarrándome el alma con cada una de sus miradas cálidas.

-¿Matt…? ¡Eh, Matt! ¡Matt!-grita alguien, abriéndose paso entre las mareas de agonía que se disputan mi mente sin piedad alguna.-¿Qué haces en casa? ¡Parece qué han pasado siglos desde la última vez que te vi!

Me reincorporo deprisa al reconocer la voz, con las sombras del pasado disipándose para permitirme volver a usar la máscara de aparente indiferencia que siempre me cargaba, pero sé que siguen ahí… detrás, en la parte más oscura y dolorosa de mi cabeza, siempre al acecho de cualquier momento para volver a destrozarme de adentro hacia fuera. Me fuerzo a contraer los músculos de la cara, devolviéndole una mueca casi parecida a una sonrisa a Finn, uno de los recién egresados que trabajan en mi compañía… al menos ése creo que era su nombre. ¿O era Fredrick? Ya ni me acordaba, solo le había conocido levemente en una de mis escasísimas idas a mi propia compañía de programación de videojuegos.

-¡Hey! Sí, el tiempo se va volando…-le digo, sintiéndome un poco cohibido ante mi evidente torpeza para socializar, pero vivir desde hace un trimestre en el exilio social es suficiente para olvidarse por completo de cómo tener contacto con otro ser humano.-¿Vas a celebrar el festival?-añado después de unos segundos, sabiendo la idiotez de mi pregunta pero algo tenía qué decir.

-Todo el mundo en la oficina ha ido, algunos celebran desde ayer en la tarde…-añade con una risita nerviosa, seguramente nervioso al decir eso enfrente de… bueno, su jefe.-¿Y tú qué has hecho? ¿No vienes a celebrar?

Fuerzo otro intento fallido de sonrisa y niego con la cabeza, con el moustro de los recuerdos lanzándome pequeños piquetes en el corazón, recordándome que no había acabado conmigo aún.

-Debo terminar de empacar, me voy a ir de viaje por un tiempo… lo más seguro es que incluso hasta dejé a la compañía.-le digo, para que empiece a correr la voz aunque en realidad no importaba: Ni siquiera iba a la oficina más que para juntas con los inversionistas y clientes, que eran unas dos o tres veces al mes.

Al parecer mi empleado me tiene más aprecio del pude llegar a creer, porque de inmediato su expresión pasa a ser a una de desconcierto total. Me pregunto si sólo lo hace porque está enfrente de mí o de verdad les asusta perder el más que generoso bono de año nuevo que les di en Enero pasado… por la razón qué sea, ver la expresión del chico hace que casi le crea.

-¿En verdad vas a dejar la compañía? Vaya… es una pena, si te soy honesto todos en la oficina consideran qué eres una jefazo de primera.-me alaga, y vuelvo a forzar otra sonrisa pese a la protesta de mis mejillas. Él parece quedarse pensativo por unos segundos y luego, sonriéndome de vuelta añade:-¿Por qué no vamos por un par de Guiness al pub a unas cuadras? Ya que vas a irte y quizá ya no te vea más, me gustaría invitarte a un trago… como una especie de despedida.

La mueca en mi cara se cae de inmediato y titubeo… no me esperaba que esta conversación me forzara a realmente volver a socializar con otra persona. "No, quédate." Dice de inmediato mi consciencia, tajante y recordándome que Light vendría a recogerme en dos horas y dado mi historial de alcoholismo, no debería ni siquiera de pensar el alcohol… pero ya es demasiado tarde. Tal y como pasó la tarde de ayer, en mi garganta parece despertarse una hoguera viviente cuando imagino un enorme vaso de un litro, lleno hasta rebalsar de cerveza Guiness mientras el alcohol me recorre con su adictiva calidez el torrente sanguíneo, desinhibiéndome al mundo, haciéndome capaz de si bien no olvidar mis recuerdos, ser capaz de tolerarlos sin necesidad de rodar por el suelo contraído de un dolor que sólo estaba en mi cabeza.

-Yo… no sé, aún no he terminado de hacer las maletas…-le digo, echando un vistazo a las prendas todavía regadas por el suelo y la maleta a medio hacer. Pero de nuevo, aquella sed descomunal arde en mi garganta, haciéndome tragar en seco para quitar la sensación pero mi ansiedad sólo parace aumentar.

-¡Venga, vamos!-me sigue animando el tipo cuyo nombre ni recordaba, sonriéndome como si no estuviese proponiéndome cederle mi cordura al mismísimo Lucifer de las adicciones.-Sólo serán un par de cervezas, te prometo que no nos tardaremos ni una hora, regresarás a tiempo de terminar tus maletas.-sigue persuadiéndome, si es que en realidad me quedaba alguna duda…

Pero no la hubo.

-Vale, pero sólo un par de cervezas y nos volvemos, mi vuelo sale en dos horas.-le digo, sellando así con ésas palabras otra de las decisiones que iba a lamentar luego.

Y digo luego porque mientras cojo mi chaleco y me precipito de forma atropellada por las escaleras, todo lo que puedo sentir es pura adrenalina, de ésa que te da cuando te saltas por primera vez las clases o te vas con algunos amigos a beber a la parte trasera del instituto… la sensación de quebrantar leyes, el peligro de ser atrapado, lo atractivo de correr riesgos es lo que nos impulsa a cometer estupideces en nuestras vidas, y al menos por ésta noche, decido que abrirle nuevamente las puertas a mis viejas adicciones y faltar a mí palabra valen más la pena que tratar de mantener mi sobriedad a costa de sufrir un dolor emocional más allá de lo comprensible. "De todos modos, una vez encerrado de vuelta en el loquero no comeré más que porquería y jugo de manzana, porque dudo que una vez que les suelte la sopa vayan a dejarme salir nunca más" pienso, tratando de justificar mi comportamiento errático e inmaduro.

¡Al diablo la sobriedad! ¡Al diablo los recuerdos, el que sea un asesino y el que ya esté demente! No me queda absolutamente nada qué perder, y como un viejo y muy querido amigo me dijo alguna vez…

Una vez hecho, hecho está.

Vale, ya sé. Ya sé que iba a pasar, ya sé que la pequeña parte cuerda de mí que queda me lo ha advertido, ya sé que si se tiene un problema de adicciones hay maneras de sobreponerse a la tentación, ya sé que le prometí a Light ir directo a casa y no volver a poner un pie fuera de ella más que para abordar un avión, ya sé que corría el riesgo de volver a hacerle daño a alguien más, ya sé que me mentí a mí mismo al decirme que lo tenía controlado después del primer litro de Guiness, ya sé que debí volver a casa hace más de seis horas pero… si ya estás embarrado en problemas hasta el cuello, lo mejor que puedes hacer es disfrutar el momento porque al final las consecuencias no pueden quitarle a ése momento la falsa felicidad que te dio. Y eso mismo es justo lo que yo hago ahora, porque sé que Light ya debe de haber mandado a media policía detrás de mí y seguramente iba a estar tan furioso que dejaría de hablarme por el resto de mi asquerosa y miserable vida.

Pero no importa.

Nada de eso importa más que el hecho de que estoy pasándomelo de lo lindo, rodeado de personas igual o más ebrias qué yo mientras contemplamos como varios tipos hacen el típico baile irlandés, ése en el que saltan y enredan los pies una y otra vez mientras intentan mantener el equilibrio a duras penas. Claro que en los que yo había visto en la tele, los bailarines eran pequeños duendecillos con enormes barbas pelirrojas y medias a rayas, en algún bosque encantado y rdeados por montones de ollas con oro dentro. De cualquier forma y pese a que un tipo ha terminado rompiendo una mesa, me estoy riendo tan fuerte que me duele la panza y me uno al resto de personas que alzan sus tragos al aire, lanzándoles vítores a los más que pésimos bailarines.

-¡Venga, Matt!-dice aquel chico que me había arrastrado a aquel bar, cuyo nombre no había estado ni cerca de adivinar y que había resultado ser Irlandés.-¿No te dije qué nos la íbamos a pasar genial?-me grita al oído, echándome su aliento a cerveza encima. Me río.

-¡Oh, sí! ¡Mejor qué empacar un montón de jodidas maletas!-le grito por sobre el bullicio, chocando mi jarra de cerveza verde contra la suya y empinándomela de un solo trago, disfrutando del sabor amargo y frío deslizándose por mi garganta.

Dejando su jarra a un lado, me toma de las manos pese a que los dos somos hombres y empezamos a dar vueltas, imitando pobremente a las demás personas que se mueven al ritmo de aquella canción Irlandesa a nuestro alrededor. Al principio me parece que le digo qué no, que soy un pésimo bailarín pero al parecer al chico eso es lo menos que le importa, porque cada vez damos vueltas más a prisa, los rostros a mí arededor empiezan a desvanecerse a medida aumenta la velocidad de los giros. Cierro los ojos, sintiendo como aquel montón de ruido empieza a desaparecer lentamente y las sensaciones dejan de golpearme tan salvajemente… nada más siento como mis cabellos se agitan con la brisa, siento las manos de aquel tipo, una en mi cintura y sujetándome la mano con la otra. Nada más siento la calidez repentina que de inmediato se hace presente en mi palma, siento la suavidad de la piel ajena en mi tacto, el peso familiar de aquella mano grande que en tantas ocasiones se había entrelazado entre la mía. Se me escapa un pequeño jadeo cuando el tan temido olor a chocolate empieza a inundar mis sentidos… de inmediato mis ojos se humedecen y a pesar de que siento un dolor tan atroz consumiéndome el pecho, también me quedo completamente rígido, incapaz de volver el rostro cuando alcanzo a ver por el rabillo del ojo unos brillantes cabellos rubios acercándose lentamente, abriendo más la herida y desangrándome el alma en carne propia…

Cierro los ojos, hallándome incapaz de seguir contemplando su recuerdo ahora atrapado en mis alucinaciones, porque lo sé… pese a estar loco, tengo plena certeza de que es imposible que Mello sea quién me tiene sujetado contra su cuerpo, sin importar con tanta fuerza y desesperación mi corazón clamase por su regreso, el rubio no iba a volver. Nunca más, porque yo le había visto morir en una explosión con mis propios ojos. Aún así… aún así cada fibra de mí ser se aferra a ése doloroso desplante de locura, se aferra sin que yo pueda hacer nada porque, muy dentro de mí ser, sé que no quiero hacer nada para detenerlo. Me muerdo los labios nuevamente, apretando los ojos con más fuerza cuando siento la calidez de su mejilla contra la mía. Las ráfagas de sus recuerdos son tan fuertes, las olas de dolor tan violentas que estoy seguro de que voy a perder el conocimiento, estaba peligrosamente cerca de un borde y sabía que, una vez hubiese caído a las profundades de ése mar tortuoso y desbordado con furia, mi agonía finalmente traspasaría la delgada línea que aún me mantenía dentro de ésta horrible, pero cierta realidad. "No, por favor…" ruego, al sentir el vacío de sus labios depositando un inexistente beso en mi mejilla… la descarga de dolor es tan fuerte, que puedo sentir como de inmediato mi cuerpo se sacude al ritmo de su corriente.

"¿Tan rápido te has olvidado de mí… cachorro?" me susurra su voz profunda y aterciopelada, y sólo entonces consigo reaccionar y arrancarme su falsa presencia de encima.

Pero eso no basta, porque la ponzoña de su pérdida ya está recorriéndome la sangre, calcinándome las venas y el cuerpo entero con la devastación de su ausencia… la total y plena certeza de que Mello había dejado éste mundo, de que ésta vez ya no tenía ni siquiera el consuelo de saber que, si bien no estaba a su lado, al menos su corazón seguía latiendo al mismo ritmo que el mío. Estoy desorientado, veo rostros espantados apartarse de mi trayectoria mientras me tambaleo, sin ningún control sobre mi cuerpo que desesperadamente busca volver a la realidad, la parte más razonable de mí ser lucha con todas sus fuerzas por mantener a mí mente dentro de las frías paredes de la cordura. Cierro los ojos, no puedo… no puedo con el dolor, la tormenta está en pleno apogeo y no hay fuerza terrenal capaz de detenerla, nadie nunca ha sido capaz de matar por completo el amor tan profundo que sentía por ése rubio, sin importar las traiciones y la amargura que sus acciones provocaron en el pasado, dejando una quemadura indeleble… una quemadura violenta pero con tintes de belleza cruel, justo como la quemadura que él tenía en su rostro.

-¡Eres un imbécil! ¡¿Qué acaso no miras, gilipollas?!-alcanzo a escuchar un chillido, pese al enorme ruido que hacen los vasos al reventarse contra el suelo y la mesa desparramándose.

-¡Matt! ¡Matt, ¿estás bien?!-escucho mi nombre… No, ni siquiera mi nombre. Su nombre, porque él me lo había dado y eso no hace sino desorientarme más… hundirme más en ése mar interminable de dolor y soledad…-Joder, qué te has cortado con los cristales…-dice Duncan, el chico Irladés con el que había venido, mirando el cristal clavado en mi pierna con el rostro tornándosele de color verdoso.

Me fijo en su rostro, me aferro a la realidad que tenuemente empieza a desvanecerse a mí alrededor… el dolor me sobrepasa, el dolor se ha vuelto ahora demasiado real, demasiado presente para siquiera intentar ahogarlo de nuevo. El mar de dolor en mi interior se estaba desbordando, me tenía atrapado entre sus aguas negras y sin ningún escape, me estaban ahogando en el vacío de la locura y no podía hacer nada… era tan horrible ser consciente pero no tener la voluntad, darme cuenta de que en verdad todo había acabado y éstos meses no habían sido sino una lucha vana por mantener vivo a un cadáver, éstos meses no había estado sino colgando en la fina línea de la negación para tratar de traerle un poco de paz a mi fragmentada mente, a mi marchito corazón… pero ahora, ésa línea finalmente se había roto y era consciente de la realidad, ya no podía seguirlo ignorando: Mello estaba muerto, y yo no. Mello ya no iba a volver nunca más, y yo tenía que seguir viviendo. Al tener un panorama tan sombrío, tan desolado y vacío desplegándose frente a mí… la locura ya no parecía tan mala.

La locura era un escape… un escape en el que todavía tenía que vivir el resto de una vida que ya no valía nada, pero al menos ya no estaba forzado a seguir luchando ni a tener que evitar que el peso de su recuerdo me aplastara. Lo único que debía hacer, era dejarme ir… cerrar los ojos y dejar que las aguas contra las que luchaba me consumieran, rendirme y dejar que las olas de dolor me destrozaran el alma y arrancaran de raíz cualquier atisbo de esperanza. Pero… ¿Cómo aceptar al peor de tus miedos? ¿Cómo decir que sí a volver a la inseguridad, a ésa sensación de frialdad que había sentido hacía tantos años y aún seguía teniendo el poder de erizarme los pelos de punta debido al terror? Era como pedirle a una mujer que dejase que cientos de tipos la violen, qué usen su cuerpo y lo destrocen mientras ella debe mirar y quedarse quieta, permitir que usen su cuerpo hasta quebrarlo… no podía, simplemente no podía pero ni mi mente ni el dolor excruciante parecían dispuestos a esperar, porque de inmediato varias gotas de sudor frío empiezan a rodarme por el rostro y empiezo a jadear, sintiendo una fuerte presión en el pecho que poco a poco va cerrándome los pulmones, imposibilitándome el respirar… justo con aquel día, en aquel lago…

-¡Te dije qué te voy a partir la cara, imbécil de mierda!-me destroza el tímpano un potente rugido, y antes de siquiera pestañear y analizar lo qué está pasando, siento un tirón del cuello de mi camisa y voy a rebotar contra la barra, destrozando más botellas de cerveza vacías…-¡Ponte de pie, maldito! ¡Te voy a enseñar a poner atención a lo qué haces!

Me sostengo con fuerza de la barra, pero sigo tan desorientado que las fuerzas acaban por fallarme y en cuanto caigo al suelo, varias manos corren a mi encuentro, sujetándome de mis brazos que hormiguean y ayudándome a reincorporarme, pero no puedo dejar de tambalear… todo sigue dándome vueltas y lentamente mi visión va llenándose de puntos negros, debido a la falta de oxígeno. Me sujeto con fuerza el pecho, jadeando con frenesí por coger un pequeño respiro de aire pero no puedo y cada vez siento el cuerpo más pesado…

-¡Dios mío! ¡Tiene un cristal clavado en el costado y en la pierna!-alcanzo a escuchar el chillido de una mujer, pero se escucha lejano… como si estuviese oyéndola por debajo del agua y es sólo entonces que me doy cuenta de que la música tan alegre ha parado y varios óvalos vacíos están mirando en mi dirección.

-¡Me importa una mierda! ¡Vas a pagar lo qué le has hecho a mi novia, desgraciado!-vuelve a bramar un figura alta y sin forma, y pestañeo para tratar de distinguir pero todo intento por recobrar el control sobre mí mismo es en vano, y estar ebrio tampoco me ayuda en nada.

-Venga, ¡basta ya!-se mete otra mancha borrosa entremedio de mí y la otra mancha.-Ha sido un accidente y ni loco van a armar un alboroto en mí bar. Ahora, o se calman o voy a tener qué perdirles que se vayan…

La mancha fornida empieza a mascullar algo en un tono amenazante, pero no consigo distinguir muy bien las palabras. Es sólo hasta que siento unos dedos firmes clavárseme en la carne del brazo, que por fin logro distinguir el rostro de Duncan a escasos centímetros del mío, viéndome con los ojos dilatados de miedo. Le frunzo el ceño cuando veo que su boca se mueve de manera rápida, pero mis oídos no logran captar nada de lo que está diciendo porque un molesto pitido me lo impide.

-¡Oye tú! ¡No hemos terminado…!-brama aquella mancha borrosa, que resultó ser un tipo barbudo y corpulento, que me ha cogido del cuello de mi camiseta hasta que Duncan le empuja a un lado.-¿Y tú qué te metes idiota?-le amenaza ahora, pero Duncan se mantiene firme delante de mí.

-Ya basta, tío, ya oíste al catinero. Además, mi colega se ha tropezado, ha bebido demasiado y al parecer tú también, así que por favor deja de portarte como un malandrín y déjanos irnos en paz.-le dice Duncan, pese a que el tipo del frente es más alto que él y de un puñetazo podría abrirle la cabeza.

El tipo me echa una última mirada envenenada y arrugando las aletas de la nariz, estira la mano hacia Duncan en lo que yo creí era un apretón hasta que veo a Duncan rodar los ojos y meterse las manos en el bolsillo, sacando un billete de veinte libras y aplastándolo contra la manota del barbudo. Pardeo, todavía sin ser plenamente consciente de qué cojones estaba pasando.

-Ahora sí, ya lárguense de aquí…-masculla el barbudo, haciéndose a un lado mientras los óvalos vacíos empiezan a llenarse de facciones asustadas e imitan la acción del barbudo.

-Venga, Matt, te llevaré a un hospital…-me dice suavemente Duncan, echándose mi brazo sobre los hombros y no es hasta que empezamos a movernos que dejo escapar un quejido. Los ojos avellana de Duncan buscan los míos deprisa, llenos de preocupación.-¿Te duele mucho? No me gusta la pinta de esto, estás sangrando mucho…

-Estoy bien, sólo quiero irme a casa.-mascullo, arrastrando las palabras, no sé si a causa de mi evidente estado de ebriedad o porque mis facultades mentales todavía no han vuelto por completo.

Duncan nada más aprieta los labios en una fina línea, y sin añadir nada más nos abrimos paso en medio del gentío que se aparta a un lado para dejarnos pasar. Una vez fuera del bar, la fiesta se reanuda dentro y la calle casi desierta a ésas horas se llena de los ecos de las risas y jarras de cerveza chocando las unas contra las otras. Duncan me ayuda a apoyarme contra la pared y dejo escapar una enorme bocanada de aire, dejando caer la cabeza contra el rugoso concreto y cerrando los ojos, siendo cada vez más consciente del incómodo escozor en mi muslo y costado derechos.

-¿Vas a estar bien si te dejo solo un segundo? Tengo que ir a por mi coche…-me dice, frunciendo el ceño cuando de nuevo clava sus ojos en el cristal sobresaliendo de mi pierna. Niego con la cabeza.

-No seas ridículo, puedo andar. Además, mi dúplex queda a unas cuadras de aquí, no necesito ir al hospital.-le digo, encogiéndome de hombros ante el sabor amargo que la mentira me deja en el paladar.

Duncan niega fervientemente con la cabeza, probablemente poco convencido de mis palabras… Maldigo en mi fuero interno, siempre que bebía era más pésimo de lo normal a la hora de fingir.

-Ni hablar, Matt, tienes un cristal clavado en la pierna y estás sangrando, ni de broma voy a dejar qué te vayas así a tu casa.-me dice, y estoy abriendo la boca para protestar pero una punzada en el muslo me lo impide.-¿Ves? Debemos ir a qué te revisen…-dice él y a regañadientes, asiento una sola vez.-Vale, un amigo mío vive en Beckett Road, puedo ir a pedirle prestado su coche y luego vendré a recogerte pero… no estoy muy seguro de dejarte solo.-me dice, frunciendo los labios mientras mira hacia adentro del bar en donde se oyen risas y baile.

-Duncan, me he cortado y estoy sangrando un poco, no estoy en peligro de muerte…-le digo, y mis ojos se abren como platos al caer en cuenta de que, inexplicablemente, el mar furioso en mi pecho se ha detenido. No hay nada… y no sé si eso es bueno o malo.

"A lo mejor y ha sido por loa conmoción con el barbudo" pienso deprisa, estremeciéndome ante el inminente regreso de ése dolor tan insoportable… si volvía, ya no tendría la fuerza para levantarme, caería preso de la promesa de conseguir paz a cambio de sucumbir a mi peor terror. La voz de Duncan me trae de nuevo al presente, mientras siento como me mira fijamente.

-No lo sé, Matt… ¿Qué tal y ése tipo vuelve? La gente ebria siempre suele ser violenta, y estando tú solo y encima herido, fácilmente puede meterte una golpiza… sin ofender.-añade deprisa, cuando le miro con cara de pocos amigos.

-Ya deja de preocuparte, de verdad: He estado peor.-le digo, y al momento quiero morderme la lengua porque eso dispara los recuerdos de los últimos días al lado del rubio, donde un par de cortes no eran nada a compareción de haber recibido balazos y estar en persecuciones. Sacudo la cabeza, tratando de concentrarme.-Además, si regresa pues creo qué tengo suficiente para que me deje en paz.-le digo e introduciendo la mano en mi bolsillo, le enseño el enorme fajo de libras que siempre suelo cargar conmigo.

-Hostias…-dice, abriendo los ojos como platos y yo nada más ruedo los ojos porque todos hacían eso. Carraspea y vuelve a reincorporarse.-Vale, supongo que estarás bien… Iré a la casa de mi amigo, no voy a tardarme nada.

-Tú tranquilo, estaré bien.-vuelvo a decirle una vez más, ésta vez esforzándome por sonar convincente y al parecer lo consigo porque él asiente una sola vez y se echa a correr calle abajo, cruzando la calle y perdiéndose en una esquina.-Al fin… ¡Joder!-exclamo, apretándome un poco la pierna.-¡Mierda!-rujo, arrepintiéndome de mi acción.

Al parecer tenía el cristal más ensartado de lo que imaginaba, porque a pesar del dolor, me toma un par de minutos y el tener que morder un trozo arrancado de mi camisa el sacármelo. "Vale, pero al menos así ya no se ve tan horrible" pienso, y con el mismo trozo de mi camisa me hago un improvisado torniquete sobre la pierna. Se me escapan tantas palabrotas, que agradezco el que en el bar tengan la música tan alta porque sino ya todos habrían salido a ver quién tiene la boca tan sucia para decir semejantes barbaridades.

-Ya me diste suficientes problemas, cristal de mierda…-maldigo una ultima vez, arrojándolo a un lado y dejando escapar un suspiro de puro alivio. Miro de nuevo la calle, pero Duncan todavía no aparecía y empezaba a helar un poco.

Sin pensarlo dos veces, busco en el bolsillo interior de mi chaleco y cojo la vieja confiable: Una cajetilla de Malboros rojos, mis favoritos aunque fuesen más amargos. Ignoro mis manos ensangrentadas y evitando hacer contacto visual con mi encendedor por razones obvias, enciendo un cigarrillo y estoy en la gloria: La nicotina era mi cosa favorita, quizá me gustaba más que follar. "Vale, ni que hubieras follado, sólo te han dado una mamada… bueno, ya. Te han dado veintidós mamadas, pero la mejor ha sido la de…" hablo conmigo mismo en mi mente, tratando de huir de nuevo del recuerdo del rubio cuando un estruendo familiar me hace dar un respingo, soltando el cigarrillo de entre mis labios.

-¿Qué cojones…?-susurro, con el pulso acelerándoseme en un segundo. Pese a que estoy ebrio y mareado, yo reconzco ése sonido. Lo he oído antes, cuando era un sonido tan recurrente en mi vida al lado de…-¡Mierda!-chillo, dando un brinco cuando siento un ardor intenso en el dorso de mi mano.

"Oh, no…" pienso, escudriñando la oscuridad y producto de la adrenalina y mi embriaguez, me escondo tras el bote de basura sobre el que estaba sentado… mirando fijamente como de un callejón, sale un hombre con una chamarra de cuero y un tatuaje en la nuca. Y es como si me hubiesen echado un balde de agua fría encima: Le conozco. Me cubro la boca para contener el pequeño gemido que escapa de mi garganta, y al tipo se le une otro con una chamarra universitaria en color rojo. Ambos miran hacia ambos lados, y pese a que sigo bajo el efecto del alcohol, estoy noventa y nueve por ciento seguro de que el hombre con el tatuaje, era uno de los mafiosos qué nos topamos en el hospital aquel día… aquel día que ahora parecía tan lejano, pero cuyo recuerdo dolía con cada uno de mis latidos…

-Nadie nos ha visto, lárguemonos de aquí antes de que encuentren a éste bastardo…-dice el del tatuaje, y en cuanto se acerca a un poste eléctrico, mis peores sospechas se confirman.

Era Damian, uno de los mafiosos rivales de Mello y que casi se había hecho con mi cabeza cuando la recompensa aún estaba vigente… la recompensa por darme caza. Se me hace un nudo en el estómago y siento el alcohol subiendo lentamente junto con la bilis en mi garganta, pero no es sólo simple asco lo que siento. Cierro los ojos e intento reprimir a mi atontada mente, pero es en vano: Mezclada junto con la adrenalina… también está una esperanza de lo más estúpida y desmelenada, pero estaba ahí, haciendo a mi corazón latir con toda la fuerza que no ha tenido en meses. "Basta Matt, date media vuelta y ve a por la policía…" intenta razonar conmigo mi consciencia, como si no supiera que para meterme en líos yo era el mejor. Inhalo una profunda bocanada de aire y antes de darme cuenta, ya estoy dirigiéndome hacia el callejón de donde Damian había salido minutos antes.

"Esto tiene muy mala pinta…" pienso, mirando hacia todos lados, casi esperando a que hubiesen más mafiosos esperando a por mí pero en toda ésa calle no hay nadie más que yo y mi paranoia que crecía y crecía con cada paso. "Sé de corazón que voy a arrepentirme de esto luego" pienso, y mi consciencia indignada nada más suelta un bufido mientras me ignora y yo hago lo mismo: A fin de cuentas, ¿cuándo la había escuchado? Era por culpa de mi falta de sensatez que estaba metido en todo este embrollo para empezar, un par de tropiezos más no le iban a hacer ni cosquillas a mi largo historial de pésimas elecciones. Me detengo en seco en cuanto estoy al frente del callejón, el cual está tan oscuro que a penas y consigo vislumbrar algo hasta que…

-P-Por favor… alguien… a-ayuda…-dice una voz fébril, apenas un quejido pero basta para hacerme sacudir la cabeza y encaminarme hacia el punto de donde proviene.

-¿Hola…?-digo, como un reverendo imbécil pero nada puede prepararme para lo que me aguarda en ése sucio y oscuro callejón.-Ro… Ro… ¡¿Romanoff?!-mi voz es un chillido lleno tanto de sorpresa como de horror.-¡Romanoff!-vuelvo a decir, todavía sin dar crédito a lo que mis ojos consiguen captar.

"No puede ser, esto no puede ser… ¿Qué carajos hace Romanoff aquí?" pienso, mientras que con mis manos temblorosas cojo mi móvil y consigo encender la linterna de éste… con ayuda de la luz, consigo vislumbrar mejor el camino y corro hacia donde está aquel hombre, que efectivamente es Romanoff pese a tener la cara tan inflamada que me cuesta reconocerlo. Pero es él, distinguiría ésa cicatriz encima de los labios en donde fuera.

-Romanoff, por Dios…-susurro, cayendo sobre mis rodillas y tomándolo por los hombros, horrorizándome aún más al tener su rostro maltratado de cerca.-¿Qué ha pasado? ¿Qué estás haciendo aquí?-le cuestiono, pero el hombre está medio inconsciente… o eso creí yo.

-¿Eres tú, niño…?-consigue farfullar, pestañeando a duras penas por sobre la hinchazón de su ojo morado.-Mierda, ahora sí la he cagado… el jefe se va a enojar.

Sus palabras se sienten como un balde de agua fría… "Ha dicho… ¿Ha dicho ‹‹jefe››?" pienso y el shock no tarda en recorrer mi cuerpo, inyectándole una nueva dosis de vitalidad tan potente, tan letal que no puedo hacer nada para detener la esperanza que se reaviva desde el fondo de mis entrañas, desde lo más profundo de mi ser. "No, no tiene sentido…" salta mi consciencia, pero la idea de que Mello extrañamente hubiese podido sobrevivir a la explosión, la idea de que estuviese vivo y a lo mejor necesitando de mi ayuda, es más fuerte que cualquier duda. Sacudo la cabeza y sintiendo las lágrimas llenarme los ojos, cojo nuevamente a Romanoff por los hombros y empiezo a zarandearlo, tratando de que recobre la consciencia y me repita que Mello sigue por ahí con vida.

-Romanoff, repite eso…-le susurro, casi incapaz de hablar por sobre el nudo en mi garganta.-¡Romanoff, dime quién es ése jefe! ¡Dime por qué estás aquí!-chillo, ahora dejándome envolver por completo por la desesperación inflamándome el pecho.

Romanoff parpadea, todavía ausente e intentando hallarle sentido a la realidad pero no me importa… sigo zarandeándole, casi exigiéndole a gritos qué me confirme que no estoy loco y le he escuchado claramente mencionar la posibilidad de que Mello sigue con vida… necesitaba una confirmación, necesitaba saber que era seguro aferrarme a ésa esperanza o de lo contrario nada me ataría a ésta realidad, podría ser libre de perder la razón y dejarme absorber por la locura. Pero primero necesitaba saber si Mello seguía aquí… y si era así, lo buscaría hasta el fin del mundo, así la vida se me fuera en ello pero lo encontraría.

-Damian… él… él tiene… él quiere…-masculla Romanoff a duras penas, y un vistazo a sus heridas me hace caer en cuenta de que no tengo más que un par de segundos antes de perderle a manos de su debilidad.-Matt, tienes qué… el jefe está…

-Venga, Romanoff, no me hagas esto…-mascullo, con las lágrimas de desesperación rodándome por las mejillas.-Por favor, te lo suplico… dime dónde está, dime qué debo hacer… ¡Dime!-le ruego por última vez, zarandeándolo nuevamente pero a penas y puede mantener sus ojos abiertos.

-Va a matarle… me dijo qué iba a matarle…-es todo lo que sale de la boca de Romanoff, antes de que se desvanezca en mis brazos.

Me quedo viendo su cuerpo inconsciente un par de segundos, antes de que sus palabras me calen y cuando lo hacen, la desesperación es sustituida por pánico. Puro y letal pánico, tan siniestro y potente que borra cualquier rastro de embriaguez o duda de mí sistema. No sé si Romanoff ha dicho eso para advertirme a mí de que estoy en peligro o si lo ha hecho para decirme que alguien más está en peligro… ni siquiera creo que haya estado consciente de lo qué me ha dicho, pero de una cosa sí estoy seguro: Hay un peligro llamado Damian que quizá esté amenazando la vida de Mello, y eso es más que suficiente para hacerme reaccionar y tomar una sola resolución.

Tengo qué salvarle.

Ignorando cualquier norma de decencia, registro los bolsillos de Romanoff en busca de un móvil, una pista… lo qué sea que pueda guiarme hacia el rubio pero he llegado tarde: Damian le ha vaciado los bolsillos antes. "Entonces… Damian es la clave. Debo ir tras él" pienso, pero antes de levantarme recuerdo que estoy sujetando entre brazos el cuerpo de un hombre malherido, un hombre que en cuanto se recuperase podría ser una clave vital para llegar a Mello. Me muerdo el labio, no muy seguro de qué tenía que hacer… una parte de mí me gritaba que fuera tras Damian, pero la otra se aferraba a ayudar a Romanoff y partir desde cualquier información que él pudiese darme una vez se encontrase repuesto.´"Al diablo…" pienso, y estoy a punto de dejarlo por su cuenta cuando –quizá por maldición o bendición- Duncan aparece en ése justo instante con un coche.

-¿Mail…? ¡Mail! ¡Mail, ¿dónde estás?! Mierda…-grita, y corro hacia él en cuanto me doy cuenta de que pretende llamar a la policía.

-¡Duncan, espera! ¡Aquí estoy, no llames!-le grito, y le arranco el móvil de las manos ante su rostro lleno de shock.-Lo siento, pero no puedes llamar a la poli…-le digo, casi sin aliento debido a la carrarera.

-Mail… ¿Qué rayos está pasando? Y… ¡Joder! ¡¿Es eso sangre?!-chilla aterrado, y hasta ése momento no me había dado cuenta de que tenía la camisa llena de la sangre de Romanoff.-¿Qué cojones es lo que está pasando?-exige, ahora su rostro más duro y visiblemente lleno de miedo.

-Vale, ya sé que esto se ve muy mal…-empiezo, y él nada más frunce más el ceño por lo que decido continuar.-Necesito que te calmes y me ayudes… hay una persona herida y necesita atención médica lo más antes posible.

Su expresión dura rápidamente pasa a ser una de desconcierto, y sin esperar a nada, lo cojo del brazo y empiezo a arrastrarlo hacia el callejón, dando gracias al cielo que no haya puesto resistencia ni protestado.

-Madre mía…-susurra, en cuanto mira el rostro maltrecho de Romanoff que sigue inconsciente.-¡Tenemos que llamar a la policía, éste hombre fue atacado!-dice, y vuelve a coger el móvil para llamar al 911.

-Duncan, por favor, espera y escúchame…-le digo, poniendo mi mano ensangrentada sobre su móvil para impedir que siga con la llamada. Él me mira con los ojos como platos.

-¡Estás loco! ¡Tenemos qué llamar a una patrulla, ellos…!

-Una patrulla va a tardar demasiado en venir aquí, y éste hombre está delicado… Es mejor que lo lleves al hospital y una vez allá contactas a la poli, pero ahora lo primordial es que reciba atención médica, ¿acaso no ves lo grave que está?-le digo, y él echa otra ojeada a Romanoff estremeciéndose.

Me mira directo a los ojos e intento que vea la desesperación que siento, porque la verdad el tiempo está corriendo y yo en verdad necesitaba seguir a Damian para recuperar el móvil de Romanoff o al menos hacer el intento. Duncan suelta un suspiro, y guardándose el móvil, va hacia Romanoff cogiendo uno de sus brazos antes de volverse a verme.

-¿Y bien? ¿No vas a ayudarme?-me dice, y con una sonrisa corro hacia él y le ayudo a cargar con el peso muerto de Romanoff.

-¡Joder! Cómo pesa…-me quejo, y mi muslo cortado es el que más resiente el esfuerzo.

-Este tipo no es el único que necesita atención médica, tú también debes ir a que te revisen ésa cortada, Mail…-me dice, y yo nada más frunzo el ceño porque no planeaba unírmele a Romanoff.

Entre Duncan y yo conseguimos meter a Romanoff en la parte trasera del coche y antes de que Duncan se meta en el asiento del conductor, lo cojo del brazo ante su atenta mirada.

-Yo no iré con ustedes, Duncan…-le digo despacio y antes de que empiece protestar añado:-Hay alguien más que necesita mi ayuda, y no puedo perder más tiempo… por favor, lleva a éste hombre al hospital y quédate con él, necesito que me avises cuándo despierte.-le digo, y de inmediato su rostro expresa renuencia.-Duncan, por favor… de verdad necesito hacer esto…-le suplico por última vez.

Él vuelve a verme fijamente a los ojos, y al parecer mi desesperación es muy palpable porque él asiente, muy a regañadientes pero asiente y me limpia la lágrima que he derramado sin darme cuenta. Le sonrío, ahora sí una sonrisa sincera porque me doy cuenta de que sin él, ésta noche no habría podido librarme de tantos problemas.

-Vale, te marcaré al móvil en cuánto despierte… y Mail, en lo que sea qué andes metido, deberías tener mucho cuidado. No quiera Dios que pierda a mi jefazo.-añade al final, mientras yo nada más me río y me limpio las lágrimas con el dorso de la mano.

-Gracias, de veras…-le digo, y dicho eso, corro calle abajo mientras él pasa a mi lado en el coche, no sin antes dirigirme una última sonrisa y se pierde en dirección contraria a mí.

Me doy media vuelta, con al aire gélido y con olor a borracho golpeándome el rostro, haciéndome nudos el estómago irritado a causa de la bebida. Escucho las llantas del coche de Duncan chirriar en el asfalto cuando gira en U y me encuentro con sus ojos insguros y preocupados mirándome a través del cristal antes de que se pierda calle abajo y las luces del coche se pierdan en la oscuridad. Ahora sí estaba solo… solo, ebrio y con el muslo doliéndome un huevo. Aún así, sacudo la cabeza intentando apartar las ráfagas de embriaguez que intentaban absorberme de un momento a otro, y empiezo medio a correr, medio a cojear calle abajo, tratando de seguir el camino por el que Damian y uno de sus hombres se habían perdido.

"Mierda… ahora no" ruego en mi interior, cuando a medida me acerca al cruce peatonal mi visión se vuelve cada vez más borrosa, el alcohol hirviendo cada vez más en mi sangre en una clara advertencia de que iba a pasar de un momento a otro. "No puedo… no puedo desfallacer. No ahora" pienso, y sacando fuerzas de mí misma embriaguez, aprieto el paso pese al sudor pegajoso escurriéndome por la espalda y los quejidos con alcohol que escapan entre mis labios. Parpadeo repetidamente intentando mantenerme despierto, tratando de ignorar el pitido en mis oídos y mantenerme derecho. Tenía que alcanzar a Damian, así fuese lo último que hiciera ésta noche pero necesitaba saber si Mello estaba con vida, necesitaba protegerle de ése desgraciado si estaba en algún peligro.

Tanta es mi distracción por mantener la cabeza en su sitio y darle caza a un mafioso, que no me doy cuenta que el semáforo de cruce está en rojo, y un coche acaba alcanzándome en la cadera, arrojándome un par de metros por el asfalto, raspándome las manos y rompiéndome parte de los pantalones. Contemplo la negrura del cielo un segundo, antes de cerrar los ojos con fuerza y girarme sobre mi costado, apretando los párpados con fuerza mientras la conmoción estalla a mi alrededor, aturdiéndome y taladrándome la cabeza, empujándome a niveles de dolor únicamente conocidos por cualquier borracho nauseabundo y a punto de perder la consciencia. Un par de llantas chirrian en el asfalto húmedo sobre mi cabeza, pero yo sigo intentando recobrarme y seguir con mi patético y más que inútil intento de alcanzar a Damian.

-¡Hostia puta!-un chillido agudo que me perfora los tímpanos, seguidos de unos tacos repiquetando en el asfalto. Maldigo a la mujer y a toda su descendencia.-Joder, joder, ¡joder!-chilla nuevamente, finalmente acercándose y dejandome ver su rostro grasiento, con el maquillaje regado y lleno de pánico. No pasa de los dieciocho años, cuando mucho.-P-Perdone Señor, es qué se ha cruzado de repente y n-no le he visto, de verdad perdone… ahora mismo llamo a una ambulancia si quiere, pero por favor…

-No…-susurro, poniendo una mano sobre el móvil, agradeciéndole a todos los Santos el que al fin se callase.-No es necesario, debo irme…

Con tdas mis articulaciones protestando, me pongo de pie no sin tambalearme un par de veces, con mi equilibrio y la poco lucidez que me quedaban amenzando por irse directo a la mierda en cualquier momento.

-P-Pero… ¡¿Qué dice Señor?! ¡Si está muy malherido! ¡Es obvio!

-¡Y una mierda! ¡Ya te dije qué no, déjame en paz!-le grito, incapaz de seguir aguantando por mucho más rato su molesta voz de corneta.

La chica retorcede un paso, espantada y luego, pone una mueca y me parece oírle decir algo así como ‹‹¡Qué te den por culo!›› antes de darse media vuelta y volver a su reluciente coche de cría malcriada e hija de papi. Vuelvo a sacudir la cabeza, que me zumba como si fuese un jodido panal y, ahora posiblemente con un par de huesos rotos, vuelvo a retomar mi camino pasando entre la pequeña multitud que se apartan confusos y asustados cuando paso entremedio de ambos. "Damian, tengo qué encontrar a Damian" me repito como un mantra, pero con cada pulsación mi vista se vuelve borrosa y el ardor en el muslo no va a permitirme andar por mucho más rato. Cierro los ojos, aferrándome a los barrotes de la construcción en proceso a un lado mientras recupero el aliento e intento qué el aire gélido y húmedo de la madrugada me despabile un poco.

-Joder, ¡aparta a un lado!

-¡Quita de aquí, borracho de mierda!

-¡A tomar por culo con éstos borrachos y su jodido Día de San Patricio!

"L-Lo veo… sí, ésa es la chamarra. ¡Ése es Damian!" pienso, con el corazón a punto de fallarme debido al esfuerzo pero internamente agradecido cuando vislumbro el brillante y llamativo estampado de un tigre en la espalda de su chamarra. Con el alcohol y la adrenalina bombeándome las venas, aprieto el paso con más fuerza, importándome una reverenda mierda empujar o pasarme llevando a las cientos de personas que vienen del metro a ésas horas, constipando las calles y por ende, haciéndome más difícil el trabajo de seguirle el paso a Damian mientras intento que la borrachera no me pegue en el peor momento. Cientos de muecas de asco e irritación, insultos a mi madre y a mis muertos… nada puede distraerme del único propósito que tengo: Alcanzar a Damian sin acabar ahogado a de borracho a un lado de la calle.

-Muévanse… ¡A un lado, maldita sea! ¡Apártense del medio!-chillo, empujando a cientos de personas a un lado, sin importarme el que pudiesen darme de hostias o alguna otra mierda.

Cuando distingo el letrero viejo y luminoso que pone la entrada al metro, no puedo sino sentir un enorme alivio y más cuando veo aquel tigre de lentejuelas brillando como un farol escaleras abajo, indicándome hacia dónde debía dirigirme. Aprieto los labios y de un tirón, empujo a dos tipos con traje que me bloquean el paso y debido a la fuerza bruta, acabo saliendo disparado hacia las escaleras subterráneas, pasando entre dos tipos con pinta de vagabundos antes de finamente tropezar con mis propios pies y aferrarme al barandal de la escalera, evitando así golpearme la cabeza porque no volvería a resistir otro golpe sin ser absorbido por la inconsciencia.

-¡Joder! Qué llevas prisa, cariño…-me dice uno de los vagabundos, pelirrojo igual qué yo pero en un tono más zanahoria.-¿Te has hecho daño, corazón?-me dice sonriendo, mientras me ayuda a sacudirme mi por demás estropeada ropa y me pone de pie lentamente.-¿Estás bien? Te ves un poquito agitado…-sigue aquel crío, que seguramente see había fugado de casa.

Me le quedo mirando un par de segundos, sin saber qué decir, sin poder encontrarme las palabras dentro de la garganta. Me parece responderle algo, mandarle a la mierda o a lo mejor agradecerle los piropos… por la razón qué sea, lo último que escucho es su estruendosa carcajada antes de internarme a la estación subterránea. El bullicio de las conversaciones me golpea, pero ésta vez es más apelmazado, más lejano… más irreal. "No, por favor…" ruego, pero el pesor en mis párpados es innegable: Voy a perder la consciencia, no sé de qué forma, pero sé que pronto ya no seré consciente de mis acciones ni de mi propósito de seguir a Damián. Todo a mi alrededor empieza a dar vueltas, las luces se hacen más brillantes, todo el escenario a mí alrededor parece cobrar vida propia, a respirar por sí mismo, a palpitar acorde al dolor en mis sienes y todos mis sentidos están al límite.

Y a pesar de eso… a pesar de eso, una parte de mí, aquella parte que ha renacido gracias a la posibilidad de lo imposible, me mantiene cuerdo. Pese a las risas discordantes, pese al chirrido del metro al detenerse, pese a las conversaciones que poco a poco se deforman en recuerdos punzantes y dolorosos… mis ojos que arden y están borrosos, siguen aferrándose a aquel destello amarillo y rojo. A aquel tigre. Era raro, porque Mello a mí siempre me había recordado a los felinos: Bello y letal, como un León, siempre a la espera de una presa. Me río y me parece que dos chicas con caras de caballo, de ésas máscaras que están de moda se vuelven a verme y sueltan resoplidos. Parpadeo, aferrándome a… a algo que no distingo, mientras todos los rostros de los pasajeros toman las facciones de Light. Me miran con reproche, con preocupación, con ira y sobretodo… con miedo. Es demasiado, el pánico hace que me suden las manos, todo está dando vueltas y es brillante y a donde quiera que mire, todos ésos Lights me miran justo como aquel día, como cuando sucedió aquel incidente.

Tambaleo, todo da vueltas y los Lights siguen viéndome. No, no sólo están viéndome… están hablándome. Escucho sus palabras en mi cráneo, con fuerza. Es como ir en una montaña rusa, subes y bajas, cada subida provoca dolor y cada bajón alivio, nada más para volver a repetir el ciclo. Sus bocas no se mueven, sus ojos amelados no dejan de acusarme, de temerme. No puedo… joder, es demasiado. Escucho sus gritos desesperados, aprieto mis manos repetidas veces en puños sudorosos pero cada vez, la sensación sólo aumenta: Rugoso, duro… letal. Los Lights siguen mirándome, me reprochan. No, suplican. Ellie… Ellie está llorando en su cuna. Su cuna está volteada, ella está tirada en el suelo, llora. Light suplica. Hay otro sonido, cristales haciéndose añicos y…

-N… ¡No!-chillo, apartándome bruscamente cuando al volverme veo a unos de los Lights borrosos, su mano agitándose a escasos centímetros frente a mí rostro.

Ésta vez no hay nada para respaldar la brusquedad de mis acciones, caigo de espaldas sobre algo duro, que me saca el poco aire que hay en mis pulmones. Todo de vueltas, los recuerdos vividos mientras contemplo las vigas ennegrecidas por el paso de los años. Se parecen a las vigas de la casa de Light y Elle en Japón, a las de su cocina un día que preparábamos el recuerdo se desliza detrás de mis parpados… me doy vuelta, intentando empujarlo lejos al tiempo que las puertas del metro se cierran, pero en lugar de un sonido inexistente, cuando las puertas se tocan… suenan como un montón de cristales haciéndose añicos, como el sonido del plato de china fina de Light haciéndose añicos cuando lo he arrojado contra la pared.

"¿Te gustan los pinchos de parrillada, Light" Le he digo, mientras pongo sazón y un poco de salsa brava en el mío. El me sonríe y dice algo, pero no consigo distinguir el qué porque he estado bebiendo en la mañana pese a que he dicho qué no… sacudo la cabeza, me arrastro, enterrando las uñas en el suelo sucio y polvoriento. Me cuesta respirar. Vuelvo a cerrar los ojos, el recuerdo sigue ahí. "Tic, tic, tic, tic…" digo, mientras juego con el plato de Light entre mis manos y me acerco a un par de los colegas de Elle. Ellos se ríen, y yo igual, más porque me acabo de beber una cereza a escondidas hace rato. "Los clásicos… ¿Quieren probar? ¿Alguien?" les ofrezco, pero justo en ése instante, Light entra y me toma del hombro, una extraña mezcla de incomodidad en su rostro. Lo sabe. Sabe qué he bebido, y no le hace gracia. "Matt, querido, ésos no están cocidos… ven, vamos a azarlos" dice, y hasta ése momento no me he dado cuenta de que los pinchos no están azados, y que los colegas de Elle no se ríen por cortesía, sino de mí porque estoy haciendo el ridículo.

Alzo la vista, totalmente borrosa… pero ahí está, dirigiéndose a la salida de la estación. El destello amarillo y brillante. El tigre. Mello. A Mello le gustaba la peli de "El Rey León". Nunca supe por qué, si era una película tan trágica. Supongo que porque estaba medio basada en Hamlet. A Mello le encantaba leer, sobretodo a Shakespeare. A Mello le gustaba leer…

-¡Eh! ¡Ey!-grito, como típico borracho. Ellos no se vuelven a verme, ni relajan el paso. Siguen caminando.-¡Ey! ¡Espera!-sigo gritando, poniéndome a tumbos de pie.

Doy otro tumbo, llendo a rebotar contra algunos botes de basura. Cierro los ojos. El recuerdo vuelve, siento el olor a parrillada y salsa barbacoa. Light intenta quitarme un par de pinchos de la mano, está molesto. "Matt, ésos no van ahí, sino fuera. No quiero la carne junto con…" dice, mirándome enfurruñado. Me hierve la sangre. No le dejo continuar, cierro los ojos y niego con la cabeza. "Importa una mierda dónde los pongas, ¿vale? ¿Quieres ponerlos aquí?" le digo, cogiendo un pincho y arrojándolo en la ensalada de frutas. Light me mira, y ahora hay desconcierto en su rostro. "Sí quieres también puedes poner un poco en tu puto ponche…" cojo otro pincho y ésta vez lo arrojo al ponche que Light pasó horas preparando "Y si no te gusta, pones un par con tu ensalada de mierda, o sí quieres puedes poner unos... unos ¡en la puta pared!" "¡MATT!" chilla Light, apartándose cuando varias guirnaldas salen disparadas hacia a él y un par de invitados. Un par de brazos me rodean, y sé quién es incluso sin voltearlo a ver. Me hierve más la sangre, siento ira. "¡Estoy bien, Elle, joder!" le grito, sacándomelo de encima mientras todo el mundo me mira.

Me aferro a lo que puedo para volver a erguirme, mi cuerpo protesta. Aún alcanzo a distinguir el destello amarillo. Echo a correr, o eso me parece. Me tropiezo varias veces. Las manos me arden en carne viva, justo como aquel día. "Basta… ¡Déjame!" le grito a Elle, mientras me empuja hacia la salida de aquel lugar. "Venga, vamos…" me dice Elle, sacándome de aquel edificio hacia la calle. Aprieta los labios, se está controlando. "No me apoyas… Nunca me apoyas, Elle, ¡siempre te pones del lado de Light!" le digo señalándole, tambaleando mientras varios transeúntes miran la escena. Sigo corriendo, estoy sudando. Me duele el pecho, muchísimo. Elle me mira fijamente, la decepción palpable en su rostro cansado. "Light es mi esposo, y sus colegas estaban ahí… ¡Era la fiesta de cumpleaños de su jefa, Matt!" dice, finalmente perdiendo la paciencia. Suspira. "Seguro y ahora por culpa tuya se mete en líos, a lo mejor le despiden…" La sangre me hierve en las venas. El cansancio me corrompe.

-¡Eh, tú! ¡Hijo de puta!-grito, tambaleándome de nuevo. Ya no veo el destello amarillento. Parpadeo, estoy empapadado en sudor frío y todo está tan borroso…

"¡Me importa una mierda! ¡Soy uno de tus sucesores! Soy casi tu hijo, y tú nunca…" "Matt…" me corta él, y ahora ya no es él, sino Light parado en el umbral de mi habitación. Alzo la vista, el destello amarillo ya no está… Light grita. Su grito me perfora el cráneo, al igual que el golpe que acabo de recibir. Caigo, de nuevo en el suelo sucio, abriéndome la frente. Light toma las botellas de vino y vodka vacías a un lado de mi cama, grita, su rostro está enrojecido de ira. Está muy enojado, furioso. Una fuerza descomunal me toma por los hombros, es Elle y a la vez un rostro vacío. Estoy de vuelta en aquella calle de Japón, en ésa noche calurosa. "¡Ya basta, Matt!" Silencio, un pequeño shock mientras intento procesar la situación. Es el hombre de la chamarra universitaria, sus labios están moviéndose. Intento zafarme, le doy una bofetada igual a Elle aquel día. Retrocede sorprendido, Elle me mira sin dar crédito. Me doy media vuelta, tratando de echar a correr pero me coge del tobillo. Justo como aquel día.

"¡No lo tolero más! ¡Te largas un centro de rehabilitación! ¡Estás fuera de control, Matt!" chilla Light, mientras me cubro con las mantas intentando aferrarme a la inconsciencia. El hombre desliza un saco de lona sobre mi cabeza, privándome de visión y aire. Cierro los ojos con fuerza, intentando aferrarme a la inconsciencia, pero no puedo. Me patea el estomago, y de la impresión, el vómito sale disparado por mi boca. Otro golpe. Escucho a Light escaleras abajo, está llamando a alguien. La ira estalla en mis venas. Es una ira incontrolable. Irrefrenable. Me levanto, no estoy pensando… cojo un bate. De nuevo en la calle. Elle me mira, todavía en shock y sin saber porque, voy y le asesto una hostia en plena cara. Va a rebotar hacia atrás, con la boca sangrando. Me dan más golpes, empiezo a toser, ahogándome con el hedor de mi propio vómito encerrado en la lona. Cojo el bate con fuerza, bajo las escaleras. Me arrojan contra los botes de basura, me lastimo las costillas.

"Matt… Matt, ¿qué haces? No, Matt… ¡MATT!" chilla Light, soltando el teléfono en cuanto me ve entrar a la cocina con el bate. No estoy pensando, no soy consciente de mí mismo. La ira me domina, y se siente bien. Agito el bate. Un jarrón con jugo va a hacerse añicos. Light chilla, suplica. Me pide que pare, pero no quiero, no puedo. Me dan de patadas, se me quiebran las costillas. Cierro los ojos, sintiendo el sabor metálico de la sangre en el paladar. Light corre, yo sigo bateando. Fotos, vasijas, cuadros… todo se vuelve añicos a mis pies. Light se encierra en el cuarto, un cuarto con olor a bebé y flores y arcoirís pegados en la puerta. Me da igual. Vuelven a cogerme por los hombros y empizan a darme de puñetazos en el estómago. Toso más sangre. Sonrío. Empiezo a batear la puerta, con fuerza. Trozos de madera vuelan por todos lados, los gritos de Light se vuelven más desesperados. La madera rugosa del bate me quema las manos, el dolor de la fricción es una sensación deliciosa en mi escocida piel.

Me sacan la bolsa de lona, me tiran del pelo. Es Damian, lo tengo frente a frente. Dice algo. Cierro los ojos. Me abofetea, me escupe a la cara. Me da un puntapié del estómago. Caigo de rodillas al suelo, tosiendo y con más bilis saliendo de mi boca. Aprieto con más fuerza los ojos. La puerta cede, la tumbo al suelo de una sola patada. Light se interpone entre mí y la pequeña cuna rosa a sus espaldas. Grita, chilla. "¡Ya basta! ¡¿Es qué eres subnormal, o qué?!" chilla, y en cuanto la palabra abandona sus labios, la ira se enciende. El impulso de hacer daño se apodera de mí ser, y se siente bien. Alzo el bate y con todas mis fuerzas, lo estrello contra su cabeza. Sale disparado a un lado. Subnormal. Anormal. Eran la misma mierda.

-¡¿Me estás escuchando, puto subnormal?!-ruge Damian, volviendo a tirarme del pelo. Veo sus ojos despiadados y furícos, claros reflejos de mí mismo aquel día. Las lágrimas ruedan por mis mejillas.

"¡No vuelvas a llamarme así, imbécil! ¡No me vuelvas a llamar así nunca!" le grito a Light, tumbando la cuna a un lado; estampando el bate contra un espejo y haciéndolo añicos, con Ellie desparramándose entre sus sábanas por el suelo. Light se arrastra por el suelo, dejando un rastro de sangre, desorientado, ajeno a los llantos de su cría. Me relamo los labios, saboreando el placer del dolor y la destrucción. Sonrío, desviando la mirada a la cría en el suelo. Tiene el rostro teñido de rojo, está agitando sus puñitos al aire. Quiere a su madre, pero su madre está en el suelo, demasiado malherida como para enterarse de algo. Vuelvo a sonreír, y arrojando el bate a un lado, cojo a la cría entre mis brazos. Siento su cuerpecito cálido, veo la sangre teñir su rostro de carmesí, sus ojos negros que me miran sorprendidos y muy fijamente. Imagino el chasquido que haría su cuello al partírselo, sería algo demasiado fácil. Un tirón y dejaría de lloriquear, de ponerme de los nervios. Acerco mi mano lentamente… acariciando su pechito, sintiendo sus latidos contra mi mano. Ya no llora, creo que sabe lo que me propongo. Le sonrío y le arrullo un poco, mientras enrosco mi mano lentamente en su suave cuellito… su piel es tan suave…

"¡SUÉLTALA ASESINO!"

Es Elle. Es Damian. Ambos están que arden de furia cuando me rugen a la cara. Damian alza un objeto borroso, grisáceo… Elle alza su puño, y ambas cosas se estampan a un costado de mi cabeza. Caigo al suelo con fuerza, la sangre caliente deslizándose por mi nuca. Miro mis dedos, con las uñas ennegrecidas de sangre y mugre. Veo mis dedos moverse un poco. Y luego, la familiar y dichosa negrura de la inconsciencia se yergue sobre mí, omnipotente, siempre ahí para apartarme de mis peores momentos. Para hacerme olvidar, y arrastrarme lejos del infierno.

Lejos del fuego, pero atrapado en el océano.

Un océano turbio, un mar bravo e indomable. Un mar que he navegado antes, y ha conseguido acabar incluso con mi corazón. Siento mi cuerpo lánguido, flojo. Como si levitara. Como si estuviese siendo arrastrado suavemente por las olas de aquel mar zafiro, que por primera vez, no quería destrozarme.

Y me hundo en la profundades de su recuerdo.

-3 Meses Antes-

POV’s Mello:

-¿Todo ha ido bien, Señor Keehl?-me pregunta el valet en cuanto pongo un pie fuera de mi Aston Martin, mirándome con una sonrisa postiza tras la que se escondía el miedo de cargarme a su prometida en cualquier momento.

No digo nada, en primera porque a él no le interesa una mierda y en segunda porque lo que ha pasado me ha dejado tan exhausto que no tengo siquiera ganas para insultar a nadie. Me limito a entregarle las llaves y darle una severa mirada por debajo de las gafas. Él asiente presuroso, y sin más se monta en mi coche y se pierde con un ronroneo. Saco una barra de chocolate del interior de mi chaqueta y empiezo a abrirla lentamente mientras espero por el tren en aquella estación desolada a ésas horas de la madrugada, sin tener siquiera hambre pero necesitaba el familiar sabor dulce del cacao para quitarme el sabor amargo que el cabrón de Yagami me había dejado en el paladar. No sabría decir si el haber ido hasta a Londres a verle ha sido buena idea o no… el hijo de puta había acabado dejándome hecho aún más un quebradero de cabeza que cualquier otra cosa. Las puertas del tren se abren con un timbre y me fuerzo a recuperar la compostura, siendo consciente de que debía volver a usar mi ya por demás gastada máscara de póquer.

-Jefe, bienvenido. ¿Todo ha ido bien?-me dice Romanoff cuando subo al vagón, y de inmediato la locomotora vuelve a ponerse en marcha con un silbido.

Ruedo los ojos, sacándome las gafas y, al igual que con el valet, me limito a obviar su pregunta y coger un trozo de mi dulce postre. Me saco la chamarra arrojándola sobre un par de muebles y me dejo caer con un suspiro cansino en la silla de mi despacho, con las sienes todavía palpitándome al recordar cada una de las palabras de Yagami, cada una de aquellas observaciones en aquel reporte de mierda que todavía cargaba en mi chamarra.

-¿Cómo sigue? ¿Alguna novedad?-pregunto, tratando de enfocarme en lo verdaderamente importante: Matt y su decayente salud. Romanoff baja la mirada al suelo, lo que me toca los cojones porque si hay malas noticias, prefiero ser el primero en enterarme.-¿Vas a decirme de una puta vez o qué?-le exijo, recurriendo a las amenazas y el miedo… cansado, curtido.

-V-Vale, según los últimos estudios que le realizaron los especialistas ayer…-dice, cogiendo su pórtatil de un maletín y tecleando rápidamente, mientras yo me llevo otro trozo de chocolate a la boca… necesitaba algo dulce, porque lo que se venía tenía pinta de ser más amargo que mi encuentro ésta mañana con Yagami.-Por alguna extraña razón, hay algo en su sangre, un componente no identificado, que está atacando a sus anticuerpos, haciendo que su salud se deteriore rápidamente al mismo ritmo que un enfermo de leucemia.

Me quedo de una pieza, mirando fijamente los análisis en la pantalla. Se ve la sangre de Matt, su ADN, sus células… todo consumiéndose a sí mismo, era algo único y muy extraño. Pero sobretodo, era algo atemorizante, y para que un mafioso diga eso, mira qué tiene que tener cojones. Reina el silencio, pero realmente no hay nada que pueda decir, ningún insulto lo suficientemente malo para expresar la ira e impotencia que las palabras de Romanoff provocan en mí interior cuando cada una de sus palabras cobra sentido. En otras palabras, me había dicho que Matt se estaba muriendo. Mi cachorro se estaba muriendo, porque un componente desconocido estaba destruyendo su sistema inmunológico, dejándole débil. Pero yo que sabía lo que era ése componente… el suero.

Dejo caer la cabeza entre las manos, frotándome las sienes para disipar mis pensamientos agitados, pero era imposible… la había pillado, no por nada había sido uno de los mejores en Wammy’s. El suero se había desarrollado, evolucionado por ponerlo de alguna manera y la cura que le había inyectado hacia tantos años, la cura por la que casi le había sacrificado, la cura que estaba en la sangre de Near ya no tenía más efecto en él, en su sistema. Aprieto los labios, conteniendo las ganas que tengo de gritar y mandarlo todo a la mierda, las ganas de darle de hostias a alguien hasta matarlo sólo para sacarme de encima la sensación de haberle fallado miserablemente al cachorro.

-¿No hay nada qué hacer…?-susurro muy bajo, pero consciente de que Romanoff me había escuchado.

-Ya he llamado a un conjunto de científicos que están trabajando en ello, pero defragmentar los componentes del agente extraño en su sangre puede llevar muchos meses y…-se corta a mitad de frase, haciéndome alzar la vista y mirarle fijamente. Lo veo estremecer.

-¿Y qué?-le digo, a punto de perder los estribos.

-… Y a él no le quedan meses.-susurra, tan bajo que me parece haberlo imaginado, pero sé lo que escuché. Mi sangre se vuelve hielo en mis venas.-Lo siento, jefe.-añade, aún más bajo, sabiendo cuanto detestaba ésa jodida palabra.

Estoy apretando el puño, a punto de dejarle ir una trompada… cuando un pequeño estruendo llama mi atención. Cierro los ojos, con la respiración totalmente errática. "Por favor Dios, ahora no… no tengo cabeza para sus mierdas en éste momento" pido internamente, pero cuando otro estruendo mucho más fuerte se abre paso a través de los compartimientos, sé que mi plegaria no ha sido escuchada. Bajo el puño, aún con los ojos fuertemente cerrados.

-Ve a reunir a los otros, a lo mejor y ahora se le ha ocurrido saltar del tren. Ve, yo iré a ver que al menos siga con vida.-le digo entre dientes, antes de darme media vuelta.

-¡Jefe, espere…!-me dice, y en cuanto siento sus dedos rozando mi brazo, me lo saco de encima empujándolo a un lado. Él agacha la mirada.-Perdone, pero… sé que el muchacho puede ser bastante pesado, pero debo pedirle… qué sea cuidadoso. Su corazón está delicado, exaltarse no es bueno para él.-me dice, aún con la mirada gacha.

Me le quedo mirando unos segundos, debatiéndome entre dispararle… pero no tengo tiempo. Realmente, lo que ha dicho me ha calado, lo siento en cada fibra de mi ser revolviéndose de ésa manera tan dolorosamente familiar al saber que la vida de aquel pelirrojo peligraba nuevamente.

-Ve y reúne a los hombres.-Es todo lo que digo, antes de salir del vagón de mi despacho y empezar a avanzar por aquellos compartimientos en movimiento, con la luz del amanecer rompiendo en el horizonte.

Me quedo contemplando el paisaje un segundo, una imagen que acarreaba consigo pocos retazos de mi vida pasada. Cierro los ojos un segundo, aspirando con fuerza como si así pudiese volver a oler los pinos y el olor a tierra húmeda. Incluso casi, casi puedo sentir la grava entre mis pies desnudos mientras miro esta misma escena, y luego todo se vuelve oscuro. Muy, muy oscuro y frío. Tiemblo, y una pequeña gota se estrella contra mi frente, deslizándose por mi mejilla. Doy un respingo, exaltado ante la familiaridad de aquello… No podía permitirme ir ahí de nuevo, no ahora. Con un nudo en mi garganta, sigo mi camino pero las imágenes siguen ahí: Vívidas, grabadas con fuego por siempre en los recónditos más tristes y lejanos de mi memoria. Siento el frío, mi cuerpo todavía húmedo, la lluvia golpeándome el cuerpo mientras estoy de rodillas en la grava.

Sacudo la cabeza con fuerza cuando el compartimiento donde se supone que está Matt aparece delante de mí, y los recuerdos de aquel gris día de invierno desaparecen de nuevo entre la niebla del olvido. Inspiro hondo, una, dos… hasta seis veces antes de enfrentarme con lo qué sea que Mail Jeevas haya decidido tocarme los cojones ésta vez. "Vale, ahora o nunca…" me digo, frunciendo un poco el ceño mientras giro el pasador y abro la puerta corrediza lentamente, con las palabras de Romanoff resonando en mi cabeza.

‹‹Su corazón está delicado. Alterarse no le hace ningún bien.››

-¿Matt…?-digo de manera suave, con una voz que me pone los pelos de punta en cuanto hace eco en la habitación.-Matt, ¿estás bien?-vuelvo a preguntar, escudriñando la penumbra escasamente iluminada por la tele haciendo estática.

Entro lentamente, sin poder evitar fruncir el ceño al contemplar el desastre: El cardiograma, las medicinas y el agua regadas en el suelo… pero hay algo en éste desastre, que me hace suavizar un poco el rostro. Examino la ventana, pero sigue cerrada, sin ningún indicio de haber sido forzada. Avanzo con lentitud, como si temiera asustarle. A lo mejor lo hago, a lo mejor el saber que el corazón puede fallarle en cualquier instante me basta para tener al menos una poca civilidad. Miro el piso, los cables regados y cortados en el agua y alzo las cejas confuso… ¿Acaso eso no habría provocado que se electrocutase? Mi corazón se acelera, y me detengo en seco en cuanto veo una copa rota en una mesa al lado, y restos de vino tinto todavía escurriendo por la pared en donde la botella se ha estrellado. "Mierda…" pienso, recordando el historial de Matt y su alcoholismo, ¿Y si recaía? Joder, no. No estaba para ser un alcohólico, ni de coña.

Finalmente, logro captar el sonido de la regadera. Un repiqueteo arrítmico e incesante, y por un segundo mis nervios se relajan. Inspiro hondo y con el mismo cuidado, me acerco, asomándome entre la pequeña ranura que deja entre ver un chorro de luz blanquecina. Vale, qué no es la primera vez que voy a ver a Matt en pelotas… pero la idea no deja de provocarme cosquilleos en la entrepierna. Sacudo la cabeza, forzándome a concentrarme y prometiéndome a mí mismo que si estaba tomando una ducha, nada más iba a comprobar que no estuviese ebrio e iba a dejarle en paz. A lo mejor le esperaría, pero volverle a ver desnudo no le hacía bien a mi poca falta de control ni a mí salud mental. Mi sorpresa es mayúscula al darme cuenta de que no está desnudo, ni siquiera está duchándose.

-¿Matt…?-vuelvo a decir, mi corazón contrayéndose un poco al verle así… roto, pequeño e indefenso bajo la ducha.

Me quedo de pie un segundo, nada más contemplándole, sin saber qué decir o qué hacer porque nunca he sido bueno con éstas mierdas. Él ni siquiera me mira, sus ojos rojizos e hinchados están fijos en algún punto en el suelo… aprieto los puños un poco al ver el tono carmesí yéndose por el drenaje, y luego sus manos llenas de arañazos aún frescos. Me paso la mano por el pelo, inspirando hondo e intentanto no perder la paciencia, aunque la verdad es que no estoy enojado con él, sino conmigo. Siento qué no puedo hacer nada bien, qué no puedo protegerle haga lo que haga y eso me desgarra profundamente. Le sigo contemplando: Está abrazando sus rodillas, con los labios amoratados debido al agua helada y temblequeando de frío.

-Tendrías que haberte quitado la ropa antes de meterte a la ducha, ¿no te parece?-le digo, haciendo un amago por sonreír y mostrarle que vengo en son de paz, pero el sigue sin verme. Suelto un suspiro.-Vale, menudo chiste de mierda…

Aprieto los puños, sintiéndome incómodo al verle así… había pasado tanto tiempo, que realmente ya no sabía relacionarme con él sin usar el abuso verbal o físico de por medio. "Gilipolleces, está que se muere de frío…" pienso sacudiendo la cabeza al notar como sus tiriteos se vuelven más violentos a medida pasan los minutos. No tengo ni puta idea de qué hago, así que decido hacer lo de siempre: Guiarme por el instinto. No era lo mejor, pero era todo lo que sabía, si acababa con una erección o deseos irrefrenables de matarle, pues ya luego me las apañaría. Avanzo lentamente, estudiando sus reacciones pero no hay nada: Parece estar catatónico, y francamente empiezo a preocuparme de veras.

-Creí que te daba miedo el agua…-le susurro, arrodillándome a su altura y con algunos centímetros de por medio, temiendo acercarme demasiado y romperle. Pequeñas chsipas de agua impactan contra mi piel, haciéndome estremecer.

-M-Me d-da más m-miedo l-lo que h-he visto h-hoy en l-las n-noticias…-tartamudea, con sus dientes castañeteando. Le miro confuso, y finalmente alza sus ojos tristones y aún lacrimosos hacia mí. Mi corazón se detiene.-M-Matsuda, L-Linda y l-los demás… l-lo he v-visto.-me aclara, y el entendimiento me hace querer darme de patadas.

El puto noticiario. ¿Cómo coño no se me ocurrió bloquear ése canal? Ahora entendía porque estaba así, después de todo, a Matt le afectaban éstas cosas muchísimo más que a mí que ya estaba acostumbrado a matanzas y sangre. La imagen de él aún en modo de ataque me hace estremecer un poco, pero no puedo flaquear… No delante de él, no ahora que me necesita a su lado más que nunca.

-Matt, escucha, eso no fue…

-S-Siento c-como si t-tuviera su s-sangre e-en m-mis m-manos…-me dice, extendiendo sus palmas rasguñadas frente a mi rostro.-P-Por m-más q-que m-me l-lavo no… n-no se q-quita…-me dice, su voz rompiéndose al final mientras varias lágrimas descienden por sus mejillas.

"Así que por eso se ha lastimado… cree que la sangre de ésos bastardos está en sus manos. Matt…" pienso, y mi corazón se contrae… anhelando estrecharle entre mis brazos. La necesidad es tan fuerte, qué me quema y me sobrepasa, y en éste momento sé que no estoy usando ninguna máscara. Sé que soy Mello y él es Matt, dos de las personas más tristes y desgraciadas que hayas podido conocer. Pero de alguna forma, conseguíamos ser felices con la compañía del otro en nuestra miseria. En estos momentos, no siento necesidad de ser fuerte, porque yo también estoy rompiéndome junto con él. Estoy rompiéndome al ver los círculos lilas bajo sus ojos, la luz extinguiéndose y el miedo tira de mí, golpeando con fuerza.

-¿Puedo ver…?-le susurro, tomando con mucho cuidado su mano entre las mías, lavando la sangre de los rasguños y, mirándole atentamente, me llevo sus palmas a mis labios y le beso.

Su piel quema, pese a estar fría por la temperatura del agua. ¿Cuántas noches no pasé en vela intentando encontrar ésa suavidad, ése perfume en un cuerpo ajeno? Ridículo, aquello no podía ser más ridículo porque ninguna piel era tan suave y virgen como aquella, ninguna piel me causaba cosquilleos como la suya, ninguna piel me hacia arder en deseo y a la vez… a la vez una capacidad de querer, que rayaba en lo imposible e insensato. Mi corazón late como loco, justo con la misma fuerza de aquellos días en Wammy’s en que todo era rosas y miel, en que todo era fácil y sencillo, en que tocarle era la puerta al mismo cielo. Abro los ojos y me encuentro con los suyos, que me miran como antes y queman… su mirada me desnuda, me penetra como ninguna a otra y esto que he visto a mucha gente a los ojos antes de acabar con sus vidas.

-¿Mejor…?-le dijo, y él asiente levemente. Me quedo contemplando y acariciando suavemente sus manos un poco más, hasta que noto sus dedos azules.-¿Tienes frío?-pregunto, algo totalmente idiota, pero el efecto de su piel es muy grande.

Él vuelve a asentir, y sin querer ser sexual ni nada, me saco la camisa de encima y se la echo a los hombros, mientras me acomodo a su lado y lo estrecho entre mis brazos, en donde finalmente estalla. Empieza a sollozar quedamente, aferrándose a mi pecho desnudo mientras yo apoyo la barbilla en su cabeza y le acaricio en pelo húmedo, cerrando los ojos mientras aspiro su fuerte esencia a limones y le susurro palabras suavemente, tratando de calmarle sin saber bien cómo. Un recuerdo se desliza entre mis párpados cerrados, pero ésta vez no me hace estremecer, sino soltar una pequeña sonrisa. Me encuentro de nuevo en el lindero del bosque, escondido entre los árboles, aquel chiquillo curioso espiando a una pareja entre las ramas. Sólo que ahora, el chiquillo no está viendo a dos ancianos, sino a dos jóvenes cuyos corazones destrozados, se han reencontrado nuevamente.

Y, por primera vez, siento qué pertenezco a un sitio

Qué tengo un hogar, y finalmente he vuelto.

POV’s Matt:

No sé cuánto rato pasamos Mello y yo debajo del agua fría, seguramente más del debido porque mi cuerpo empieza a ponerse rígido debido al frío. Pero realmente no importa, porque no siento frío, no siento nada en estos momentos. Nada más que un vacío… un terrible vacío en el pecho, y sobretodo, en la memoria. Frunzo el ceño, sintiendo la familiar ira de no poder recordar, el dolor punzante en mis sienes como siempre que trataba de sobrepasar ésa barrera en mi propia mente, algo más allá de mi alcance. Me aferro más al brazo fibroso de Mello, temeroso de soltarle y despertar de nuevo solo… solo, y con la certeza de haber hecho algo terrible y de lo que no tenía conocimiento la noche anterior. Él no dice nada, ni siquiera cuando mis uñas se hunden en su carne ni cuando se me escapa un sollozo, pero tampoco necesita decir nada.

Alzo la vista, encontrándome con sus ojos fijos en mí, y me quedo ahí: Contemplándole en compañía del silencio, parpadeando de vez en cuando para apartar las gotas de agua gélida que se atravesaban en mi camino. Le miro, y todas mis células se revuelven al darme cuenta de que es él. Mello. Mi Mello. El rubio pelos de paja, el más rudo de Wammy’s, mi mejor amigo. Me siento pequeño, niño a su lado y sé que de alguna manera he vuelto a tener catorce años y estamos en las duchas comunales, después de la clase de educación física del Señor Nellis. Mi corazón late desbocado, aporreándome las costillas y cuando él me estrecha contra su pecho, sé que él siente lo mismo. Y lloro, pero ya no más por Linda o Matsuda, sino por Mello. Lloro de impresión, de alegría y de emoción al tenerlo de vuelta. Pero también de miedo, porque sé que se esfumará, que se irá y volverá a ser ése mafioso al que tanto temo.

-Vamos, no quiero que cojas un resfriado.-me dice suavemente, sus labios revolviéndome el pelo con cada una de sus palabras.

Sigo sin decir nada, no quiero romper la quietud de ése momento, el más perfecto que he tenido en años. Me separó de él y me ayuda de ponerme de pie con dificultad, mis músculos lánguidos luego de estar tanto tiempo debajo del frío. Cierra la ducha, y sin más, me alza del suelo. Me mira, esperando protestas pero en lugar de eso decido hundir la cara en el hueco de su cuello. Cierro los ojos, aspirando con fuerza su esencia: Chocolate, mezclado con whiskey y tabaco. Un olor masculino, de adulto. Un olor que añoré durante mucho tiempo. Me carga sin dificultad, hasta llegar a al lavabo. Me deja en el suelo, y me mira fijamente… siento sus iris zafiro fundirse en los míos, el calor subiendo a mis mejillas y un pequeño siseo escapando entre mis labios. Sigo el recorrido de las gotas por su cuerpo, entre sus pectorales, descendiendo por sus abdominales y perdiéndose dentro de sus vaqueros. Doy un respingo cuando siento sus largos dedos en mi espalda baja.

-Tengo qué quitarte la ropa… está mojada.-dice, de forma ronca y un poco animal, mientras sus dedos hábiles deshacen uno de los nudos de la bata tras mi espalda.

Cierro los ojos, con mi respiración alterándose cuando sus manos ascienden al segundo nudo, rozando mi piel con tanta delicadeza… es lo más cerca que me he sentido a otro ser humano desde hace una década, la primera vez que tengo un contacto tan íntimo y personal con alguien más. No puedo contenerme, lo siento en el interior de mi garganta: Un suspiro de placer, un suspiro de anhelo por más… más de ésas manos, más de ésos dedos sobre mi piel. El segundo nudo se deshace, y puedo sentir la suave brisa acariciándome la piel. Aprieto las manos en dos puños, conteniendo las ansías de aferrarme a ésa espalda fuerte y musculosa, de refregarme con ése cuerpo nuevo, inexplorado, aventurero… pero no puedo, el miedo no me deja. El miedo de los sueños, el miedo de despertar y ser preso de la desilusión de que todo ha sido un sueño. Después de todo, Mello seguía siendo un Hombre de Arena: Escurridizo, inalcanzable más allá del despertar, siempre escondiéndose en la oscuridad de la noche.

La bata cede, cayendo a mis pies y ahora nada más estoy en bóxers. Justo como aquel día, en el parque de diversiones. Mello se aparta, y sus ojos arden con el mismo deseo de aquel día, puedo leerlo en su expresión indecisa y algo dolorida, probablemente porque sabe lo mismo qué yo: No es el momento, no puedo… no puedo, aunque quiera. Alza una mano, acariciándome la mejilla. Vuelvo a cerrar los ojos, preso de su tacto… estremeciéndome al sentir su dedo pulgar acariciándome los labios y… sin pensqarlo, atrapo su dedo en mi boca. Abro los ojos, está viéndome con los ojos como platos, esperando… y succiono. Succiono, torpemente y claramente con falta de experiencia, pero al escuchar el siseo que deja escapar el rubio, sé que estoy haciéndolo bien. Y entonces, lo recuerdo… he hecho esto antes, claro qué sí, pero ésa vez fue diferente. Un estremecimiento me recorre la espalda, y el recuerdo hace que me duelan las sienes… que me duela el corazón.

-¡Joder!-ruge Mello, apartándose bruscamente y dejándome con el sabor de su sangre en mi boca… metálico, salado, repugnante.-P-Perdona, pero es qué…-intenta explicarse, mirándose el pulgar del cual brota sangre.

Me aparto, temblando… justo como aquel día. Un gemido sube por mi garganta, y sigo retrocediendo hasta toparme con la pared a mis espaldas. Mello sigue hablando, veo sus finos labios moviéndose, pero no puedo escuchar nada por sobre el sonido de la lluvia en mis oídos. Los truenos, el repiqueteo de las gotas en el techo. Volteo, encontrándome con mi reflejo: Casi desnudo, pálido… y los labios ensangrentados. Chillo, preso de un pánico tan voraz, un miedo tan letal que estoy seguro de que ésta vez sí voy a perder la cabeza. O la hubiese perdido, de no ser porque Mello me coje entre sus brazos justo en ése instante, deteniéndome de estrellar mis manos contra el espejo, siendo mi apoyo y todo a lo que deseo aferrarme. Y mis oídos se destapan, como cuando Akseli estaba ahogándome y lograba sacar mi cabeza por sobre el agua.

-¡Lo siento! ¡Lo siento, lo siento! ¡Lo siento mucho!-se escuchan unos chillidos horrendos, quebradizos y lastimeros. Unos chillidos que salen de mi garganta, desgarrándola.

Acabamos en el suelo, de rodillas. Mello me susurra palabras tranquilizadoras, palabras suaves y llenas de cariño… algo totalmente fuera de lugar en él, pero que debido a la impresión, consiguen distraerme del ardor punzante que el recuerdo ha dejado en mi interior. Pienso en lo extraño qué es, en lo extraño… en lo anormal qué soy. Pienso en todas ésas noches en que desperté, con el mismo dolor punzante en las sienes, totalmente ajeno a la noche pasada. Pienso en la decepción en el rostro de Light, en sus ojos cansados y tristes al decirme todo lo que había hecho. Pienso en la culpa, el sentimiento aplastante de saber qué tienes un problema y realmente no puedes hacer nada para detenerlo, para arreglarlo… para detenerlo. Pienso en todas las veces qué he dicho ‘Lo siento’ y he prometido no volver a beber, no volver a ser malo. Y lo he vuelto hacer, y luego pienso en lo que me dijo Mello aquel día en el salón de arte, en los ciertas qué eran sus palabras.

Mello tiene razón.

‘Lo siento’ no sirve de una mierda.

‘Lo siento’ no regresa el tiempo, ni hace que borres tus acciones.

‘Lo siento’ no trae de regreso a los muertos…

No cambiará el hecho de que he matado a Matsuda y a Linda.

La cama es cómoda, y estoy casi seco. Estoy en el cuarto de Mello.

La tele está prendida, Mello ha puesto un DVD de Ren & Stimpy, ésa serie de los noventas que tanto me gusta. Sus dedos se me pasean con delicadeza por mi pelo, mientras trata de desenredarlo y secarlo con la otra mano. Le miro por el reflejo del espejo en la pared: Sus ojos fijos en la tarea al frente, sus facciones duras y masculinas iluminadas escasamente por la tele… un hombre tan guapo, que mi corazón late y se contrae de él. Alza la vista, encontrándose con mi mirada y regalándome una tenue y amable sonrisa. Pequeña, tímida… justo como la recordaba, y aunque quiero devolvérsela, no puedo… la pena no me deja, sin embargo, eso a él no parece importarle. Y sigue pareciéndome raro, casi alienígena tenerle de vuelta. El que sea amable, el que me trate con dulzura en lugar de violencia. A lo mejor porque sé que va a esfumarse, que no dudará. A fin de cuentas, no puedo confiar ni siquiera wen mí mismo, mucho menos en alguien más.

-¿Tienes hambre? Puedo pedir que nos traigan una pizza…-me dice, sin dejar de sacarme el pelo, haciendo a mi corazón dar pequeños brincos al darme cuenta de que recuerda mis gustos. Me recuerda.

No puedo… sino lo digo, voy a explotar. Tengo qué decirlo, enfrentarlo. Y sé que no puedo solo, que el miedo me paraliza. Vuelvo a ver a Mello por el reflejo del espejo, me mira expectante, esperando qué le diga si quiero pizza. En lugar de eso, le digo otra cosa. Le cuento una realidad que he ignorado, le cuento un secreto. Un secreto qué nadie sabe, una secreto a voces. Me vuelvo, con lágrimas rodando por mis mejillas y suavemente le quito la secadora de las manos, dejándola a un lado y le miro fijamente.

-Algo está mal conmigo. Terriblemente mal… no ha sido la primera vez qué pasa.-le digo, y mis labios tiemblan, a punto de dejar escapar un sollozo.

Él niega con la cabeza.

-Matt, lo qué ha pasado… no ha sido culpa tuya, no tienes porque…-pongo mi mano sobre sus labios para silenciarle, acariciándolos un poco.

-Acababa de cumplir dieciocho años, era el primer año de universidad…-le digo, mi mente retrocediendo seis años atrás, con el calor de verano sofocándome aquella noche. Me acuesto en el regazo de Mello, no puedo… no puedo decírselo si le miro a los ojos, no pudría soportar ver la expresión de horror en su rostro.-Acababan de finalizar los exámenes, el verano recién comenzaba… yo y los demás tíos de la fraternidad decidimos hacer una fiesta, ya sabes… putas, follar, alcohol… todo para celebrarlo por todo lo alto. Por aquel entonces, yo no bebía, sólo fumaba. No era una buena época, pero se podría decir que estaba en paz conmigo mismo.

Mello se pone tenso, pero de inmediato recobra la compostura. Sé lo mal que le sienta enterarse que he pertenecido a una fraternidad, sobretodo con la promiscuidad que tienen los universitarios a ésa edad. Y sé que tampoco va a sentarle bien lo qué voy a contarle, pero si nle molesta o le toca los cojones, lo disimula muy bien porque en ningún momento deja de acariciarme el brazo ni el pelo… es lo más amable que ha sido conmigo en semanas. Me muerdo el labio, indeciso, sin saber como cotninuar… pero debo hacerlo. Necesito hacerlo.

-Había un tipo…-me detengo a pasar saliva, sintiendo como un nudo muy apretado se forma en mi garganta y trata de impedirle el paso a las palabras.-Había un tipo, se llamaba Benedict Whitmore y de vez en cuando, tonteábamos en algunas fiestas.-le digo, tan bajo que no estoy seguro de que me ha escuchado, pero al sentir el leve temblor de sus dedos, sé que no es así.-Ése día todo el mundo había tenido demasiado para beber, incluso Benedict. Y yo lo sabía, sin embargo en medio del festejo recibí una llamada de Light que terminó jodiéndome la noche. Estaba histérico, furioso conmigo por mis calificaciones tan horribles. Discutimos, le insulté de muchas maneras y al final corté la llamada cuando al fondo escuché los llantos de Ellie…

Cierro los ojos sintiendo la humedad tras éstos, recordando nítidamente las palabras de Light aquella noche y la furia incontrolable que había estallado en mis venas. Recuerdo los insultos, sus gritos y llantos desesperados, sus ruegos porque reaccionara e incluso sus amenazas de ir allí mismo y darme de baja en la Universidad. Ésa había sido la gota que me había colmado el vaso, las palabras que me hicieron rebasar la paciencia y acabaron por hacerme perder la cordura. ‹‹¡No pienso permitir que sigas haciéndole a Elle perder el dinero, Mail! ¡Juro qué mañana mismo voy y te doy de baja, vago irresponsable!›› me había chillado Light al otro lado del teléfono. Mi corazón duele, se contrae y las lágrimas ruedan lentamente, como si fuesen la sangre de mi alma.

-Era un crío, no pensaba con claridad. Estaba molesto y fue entonces que vi a Benedict. Supe que estaba borracho de sólo verle, pero no me importó… no me importó…-repito en un susurro, tratando de contener un gemido y fallando miserablemente. Siento un nudo en el estomago, no quiero continuar… pero me fuerzo a hacerlo, necesito hacerlo.-Le cogí de la mano y lo arrastré escaleras arriba, él accedió por demás contento. Nos metimos al baño y… y…-no me encuentro la voz, no puedo continuar. Mello me da un pequeño apretón en el hombro, invitándome silenciosamente a cotinuar pese a su ira.-Y empezó a besarme y a toquetearme de una forma descarada, de inmediato me asqueé y supe que había sido un error. Le empujé a un lado, intenté sácamelo de encima pero estaba muy borracho y de inmediato se puso violento. Tenía miedo, había tanta rabia en sus ojos…

Me aferro con fuerza a los vaqueros de Mello, estrujando un puñado de tela y carne en mi mano… los recuerdos son tan vívidos, que duelen con cada latido. Puedo sentir el hedor a alcohol desprendiéndose del cuerpo de Benedict, puedo ver su expresión grotesca y deforme de cólera, puedo sentir sus manos… sus manos cerrándose en torno a mi garganta,aumentando la presión más y más mientras el pánico estalla en mis venas. El terror el miedo… la familiaridad de haber estado en ésa situación, su rostro intercalándose con el del padre que me había traicionado. Era demasiado, mi corazón se retorcía con cada latido, ardía con el dolor de la traición y el miedo.

-Me empujó contra el lavabo, estrelló mi cabeza contra el espejo y se quebró. Me dolía la cabeza, muchísimo. Empezaba a marearme, porque me… me estaba ahorcando. Cuando menos lo esperé, ya tenía sus manos en la garganta y empezó a estrujar y a estrujar cada vez con más fuerza y no podía siquiera gritar del pánico que sentía. Estaba seguro de que me iba a matar, de que nadie iba a venir porque tenían el estéreo a toda hostia. Cerré los ojos y me preparé, porque el aire me hacía falta cada vez más pero…-Se me rompe la voz, el nudo es tan apretado que no deja salir las palabras. Pasan los minutos, Mello no dice nada, simplemente sigue acariciándome con tanta dulzura que pareciera que teme romperme. Pero él no sabe que ya estoy roto, que la fractura ocurrió desde el momento en que él me abandonó.-Todo se puso negro, como un destello que lo consumió todo. No fui consciente de qué pasaba, pensé que me había matado. Perdí la consciencia de ésos minutos, no me di cuenta de nada de lo qué estaba pasando…

Me pongo de pie y miro a Mello directamente a los ojos… no hay ira en ésas azulas, simplemente un dolor tan grande, una tristeza tan palpable que me es casi imposible de soportar. Me duele demasiado verle así, ver la pureza en ésos ojos que me devuelven mi reflejo: Los ojos hinchados y rojizos, los labios temblorosos y un pánico que sobrepasa lo inhumano. Roto. Usado. Patético. No me había dado cuenta de que eso era lo que los demás miraban, de que ése reflejo tan grotesco me pertenecía. Carraspeo, intentando aclararme la voz, porque ahora que he empezado no puedo detenerme. Es como abrir la caja de Pandora, la caja de mis secretos más profundos y oscuros pero sabía que estaban a salvo en manos del rubio. Sabía que él no iba a juzgarme, que no iba a verme con lastima sino que iba a reflejarme. Siempre lo había hecho.

-Recuerdo que me dolía la cabeza, que era un dolor muy fuerte, como una quemazón en mi cráneo. Cada palpitar de mi corazón, resonaba en mi cabeza y era atroz… quería morirme para hacerlo detenerse, no recuerdo haber sentido un dolor más penoso que ése. Y tal y como llegó, la oscuridad de pronto se esfumó y…-No puedo seguirle viendo a los ojos, me arrojo a sus brazos donde soy recibido sin protestas ni reservas, en donde soy acogido con dulzura y cariño. Sollozo, me quiebro completamente.-Y cuando abrí los ojos, tenía el cuerpo de Benedict encima de mí y algo tibio me escurría por el pecho, estábamos en un bosque cercano al campus. Me aparté y cuando le miré a la cara…-De nuevo se me quiebra la voz, el recuerdo me quema tras los párpados al igual que mis lágrimas.-Cuando le miré a la cara, un chorro de sangre le escurría de la boca y tenía un sacacorchos enterrado en el cuello. Yo le había enterrado un sacacorchos en la garganta, y estaba agonizando delante de mis ojos…

No puedo seguir, el horror me aprieta la garganta y no deja fluir las palabras. Mis sollozos se apoderan de la habitación, tan fuertes y horrendos como aquel día. Sólo que aquel día no había podido hacer duelo por Benedict, porque todo había pasado tan deprisa y estaba tan en shock que ni siquiera fui capaz de derramar lágrimas por él. Mello me acaricia el pelo, arrullándome contra su pecho y susurrándome ‹‹Está bien, Matty. Todo va bien.›› al oído, pero yo sé que no está bien. Yo sé que ésa noche maté a un hombre, sé que ésa noche me convertí un asesino y, sobretodo, sé que no tengo recuerdo alguno de lo qué pasó. Eso era lo que más me desgarraba, saber el hecho pero no las circunstanscias de lo ocurrido. No saber cómo había llegado a ése bosque, de dónde había cogido el sacacorchos, porque sentía tanta ira en ése momento. Eran recuerdos perdidos, minutos que jamás podría recuperar porque estaban sellados en ése muro en mi propia mente.

-Estaba aterrado, me aparté y él cayó al suelo haciendo pequeños ruidos… ahogándose con su propia sangre.-le susurro, y es como si de nuevo estuviese ahí, como si el cuerpo de Benedict estuviese a mis pies en ése justo instante.-Estaba en shock, aterrado y sin niguna idea de qué hacer. Casi ausente, cogí el móvil pero cuando iba a llamar a la poli… Linda se apareció. Ella lo vio todo, me arrancó el móvil de las manos y me dijo que no hiciera nada estúpido. Rompí a llorar, estaba demasiado asustado…-le digo, tragando grueso y echándome a temblar al recordar la expresión de Linda.-Recuerdo que ella le echó una mirada al cuerpo de Benedict, una sola vez y me dijo qué no había sido mi culpa, que ella era testigo y que yo nada más me había defendido. No sabía qué creer, yo ni siquiera me acordaba cómo había llegado a ése lugar…

Mello coge un par de Kleenex de la veladora de noche y me limpia con dulzura el rostro enjugado en lágrimas, dándome una pequeña y tierna sonrisa, tratando de darme ánimos. Me fijo en sus manos, en lo grandes y cálidas que son, en la forma delicada en que se mueven pese a las pequeñas cicatrices en ellas. Me fijo en sus uñas negras, en los diferentes anillos en sus dedos, en la pequeña pulsera de guirnaldas escarlatas que lleva en su muñeca. Pestañeo, porque nunca me había fijado en ella antes. Un pequeño crucifijo pende de ella, y tiene algo grabado en él pero no puedo ver bien el qué porque está oscuro. Mello me da un vaso de agua. Le doy un sorbito, tratando de aflojar el nudo en mi garganta.

-Y luego…-le digo, mirando el agua en e vaso, recordando la humedad del viento en mi piel.-Y luego Linda me dijo que teníamos qué hacer algo antes de que llamar a la poli, que si les decíamos la verdad se vería muy mal para mí. Me dijo que Light estaba demasiado estresado porque recién había tenido a Ellie, qué no era justo ni para él ni para Elle darles más líos. Así que… acepté. En cuanto mencionó a Light, no pude sino acceder a cualquier cosa que ella quisiera.-Me detengo, inspirando hondo para poder continuar. Siento la mirada fija de Mello en mi rostro, pero yo estoy viendo… estoy viendo al frente, al cuerpo inerte y manchado de sangre de Benedict.-Ella me dio el móvil, me dijo que hackeara las cámaras del campus y borrara lo que no concordaba con la historia que había montado. Sabía cómo hacerlo, no fue difícil además de que seguía en shock, a penas y era capaz de procesar lo que estaba pasando…

›› Luego ella se fue de vuelta a la fiesta por unos minutos, me dejó con Benedict en el bosque, me dijo que le quitara el sacacorchos de la garganta. Lo hice, no recuerdo mucho, pero recuerdo sacarlo de su carne y ver el agujero que le había quedado. Cuando Linda regresó, traía dos botellas de vodka y me dijo que las bebiera. Hasta ése momento, nunca había bebido en mi vida, pero ella casi me forzó a hacerlo. Recuerdo la quemazón en la garganta, el sabor amargo… lo escupí varias veces, pero Linda me forzó a beberlo.-Hago una pausa de nuevo, sintiendo aquel ardor en la garganta y sus uñas encajándose en mi carne, mirándome de una forma que no sabría describir pero que me causó escalofríos.-Bebí y bebí hasta perder la consciencia de nuevo, me desmayé entre sus brazos. Al día siguiente, me desperté en un hospital con un tubo en mi estómago y un par de oficiales me hicieron preguntas. Me dijeron…-se me parte la voz, los sollozos apoderándose de mi garganta.-me dijeron que habían encontrado las partes despedazadas de Benedict por las vías del tren, que había saltado estando borracho a las vías y estaba muerto. No les dije la verdad…

Me quiebro, ahora todo estaba al descubierto. Mello me atrae de nuevo a su pecho, en donde literalmente me hago pedazos. Me abraza y me da pequeños besos mientras yo sigo repitiendo en voz baja ‹‹No les dije la verdad…›› De nuevo él me da palabras de aliento, me consuela diciéndome que está bien, que está bien haber asesinado a un tipo y habérmelo callado todos éstos años, pero yo sé que no está bien, a lo mejor para él es entendible, pero yo no puedo perdonármelo. Todas las noches, seguía viendo el agujero en la garganta de Benedict, seguía escuchándolo ahogarse con su propia sangre y por eso bebía, porque sólo entonces, perdía la consciencia de forma voluntaria.

-Jamás se lo dije ni a Light ni a Elle. Jamás le dije a nadie qué desde ése entonces, a veces pierdo la consciencia de forma involuntaria y no puedo recordar lo qué he hecho… y tengo certeza de que no ha sido bueno, porque al despertar tengo ataques de pánico. Jamás le dije a nadie, no podía, me daba demasiado miedo que reconstruyeran mi memoria y darme cuenta que lo de Benedict se había repetido. Por eso empecé a beber, porque así tendría más lógica el que no pudiese recordar pero… es mentira. Yo sé que nada más estoy mintiéndome a mí mismo.-le susurro, con un hilo de voz.

-Pero no lo es.-dice finalmente Mello, su voz firme y segura, como cuando éramos niños. Me separo de él y le miro fijamente a los ojos, en donde no hay duda sino convicción.-Tienes bloqueos, a lo mejor consecuencia de estar bebiendo de una u otra forma. No sabes lo qué pasó con Benedict, eso no pudo haber sido tu culpa, puede que te hayan puesto algo en la bebida. Eso pasa siempre en ésas fiestas, además de que sí ibas a llamar a la poli hasta que Linda te convenció de lo contrario. Ella te volvió alcóholico, de una u otra forma, no ha sido culpa tuya. Jamás pediste perder la memoria ni que pasara lo que pasó.-me dice, acariciándome suavemente la mejilla al tiempo que con el pulgar me limpia una lágrima traicionera.

Me aparto, y él alza las cejas confuso.

-La cosa es, Mello qué… no estaba borracho cuando pasó lo de Benedict, estaba en mis facultades correctas. Y luego, sin explicación alguna, perdí consciencia de mi persona y de mis actos. Perdí el control de mí mismo y a lo mejor le clavé el sacacorchos porque fui preso de la ira. Recuerdo haber sentido… mucha ira luego, una ira muy corrosiva…

No puedo seguir hablando, el dolor es demasiado fuerte… vuelvo a sollozar. Sollozo todo lo que no he sollozado en seis años, sollozo por Benedict, por Linda, por Light, por Elle y por mí mismo. Porque les he defraudado, porque al final no soy más que lo que más odio: Un asesino, un mentiroso y egoísta. A lo mejor por eso no podía soportar la idea de que Mello fuese un mafioso, porque me veía demasiado reflejado en sus acciones. Quién sabe a cuánta gente había matado, sus palabras en lugar de calmarme me daban más angustia porque era obvio que a él no iba a precerle gran cosa asesinar a alguien más… él asesinaba a muchísima gente a diario, lo sabía por los archivos de la SPK. Aún así… sus brazos seguían siendo el cálido refugio que recordaba, y pese a estar manchados de sangre, seguían siendo el único lugar en donde al menos por un par de minutos podía sentirme seguro. Cierro los ojos, volviendo a la estación de policía, a aquel pasillo en donde a Linda y a mí nos llevaron a cuartos separados… su mirada, tan fría y distante.

No sé cuánto tiempo pasa, ni tampoco me interesa. Sólo soy consciente de que ha debido ser mucho, cuando Mello cambia de posición y ambos nos tumbamos en la cama, uno al lado del otro. Sus brazos siguen rodeándome, dándome ésa falsa sensación de seguridad y protección. Y me dejo llevar, porque a fin de cuentas, las mentiras eran demasiado dulces y en éste momento podía permitirme caer en la más grande de todas:

A Mello todavía le importo.

Tan dulce, tan cálido que caigo rendido con una falsa sonrisa entre los labios.

POV´s Mello:

Miro por la ventana, los arboles desdibujándose a medida el tren avanza rumbo a un lugar permanentemente seguro.

Siento la respiración de Matt en la garganta, profunda pero inquieta. Murmura cosas sin sentido, probablemente preso del horror que me ha contado. Lo rodeo con más fuerza, temeroso de hacer demasiada presión y al mismo tiempo, imposibilitado de hacer otra cosa. Matt está roto, fracturado por un pasado y su propia ignorancia respecto a su verdadera identidad.

Debí decírselo.

Tenía que habérselo dicho.

Pero no pude, no puedo y quizá nunca pueda. Matt es demasiado frágil, en estos momentos no cuenta con la fortaleza suficiente para resistir el peso de la verdad. A lo mejor él no sabía qué era lo que había ocurrido, pero yo sí que tenía una buena idea. Y ése conocimiento estaba matándome, destrozándome de forma silenciosa pero eficaz, estrujando el poco corazón que aún seguía latiendo por el hombre entre mis brazos hasta hacerlo sangrar. Cierro los ojos, sintiendo el escozor de las lágrimas al darme cuenta de la gravedad de la situación, al tener la certeza de que a lo mejor y era demasiado tarde aunque me costase admitir eso.

Miro a Matt, su rostro pequiento y cansino, los círculos lilas bajo sus ojos y el puñal en mi corazón se retuerce con furia, quemándome la humanidad si es que aún me quedaba alguna. Tenía que encontrar una manera, ¿Quién sino yo para protegerle? Nadie iba a protegerle como yo, nadie sería capaz de correr con los sacrificios necesarios para mantener la poca vida que podía quedarle fuera de peligro.

Aunque eso significara crear ortinas de humo.

Aunque eso significara verle a los ojos y decir palabras huecas.

Aunque eso significara cambiar verdades por mentiras, enterrar vivos por muertos.

Cambiar secretos por traiciones.

POV’s Matt:

Son las 9:42 am, y estoy bebiendo.

Vale, no estoy bebiendo, pero estoy tomando una leche chocolatada. Mello ha sido muy claro, no piensa volver a dejar que siquiera me acerque a un bar. Eso no cambia el hecho de que la garganta me arde al contemplar las botellas coloridas detrás del bartender ni que una ansiedad casi atroz esté consumiéndome vivo al imaginarme un vaso helado y refrescante de vino tinto enfrente mío.

Pero como dije, Mello ha sido muy claro y les ha avisado a su personal que tienen terminantemente prohibido servirme una sola gota de alcohol. Así que como un crío, sólo me queda beberme mi maldita leche chocolatada mientras intento distraer mi mente con la nueva consola que Mello me ha dado, cumpliendo su palabra. Puede decirse que luego de lo de anoche, Mello y yo ahora actuábamos como verdaderos socios en lugar de cómo perros y gatos, y por eso le estaba agradecido ya que cuando ésta mañana le hice un berrinche para que me dijera hacia donde nos dirigimos, nada más me ha rodado los ojos y soltado un par de insultos entre dientes, pero me lo ha dicho. Vamos a Amsterdam, dice que ahí estaremos seguros por ahora porque hay varios tipos que siguen queriendo darnos caza. No sé como sentirme respecto a eso.

Vuelvo la vista a la libreta que tengo al frente y repaso con el boli los trazos, agregando sombras y matices aquí y por allá, viendo como lentamente mi dibujo se vuelve más mortífero y sombrío, como los recuerdos distorsionados en mi memoria cobran vida lentamente. La verdad es que jamás he sido buen artista, pero luego del incidente con Benedict, el dibujo se había convertido en una de las formas de liberar toda la ponzoña en mi interior. Mello no lo ha mencionado, y no puedo estarle más agradecido porque en verdad que no quería volver a mencionar el tema. Tampoco me había juzgado, pero ésa parte seguía volviéndome un lío porque por una parte el Mello de antes seguía ahí y él jamás me juzgaría, pero por otra, el Mello asesino no puede ser parcial en la situación y obviamente el que haya matado a una persona aunque sea por accidente jamás va a parecerle la gran cosa.

-¿Desea más leche con chocolate, Señor?-me pregunta amablemente una mesera, trayéndome de vuelta a la realidad. Desliza sus ojos a la libreta y sé que es muy tarde para esconder las atrocidades que he dibujado.-Vaya, es usted muy bueno dibujando. ¿Ha ido a algún curso?-trata de hacerme la plática, sin darse cuenta que estaba poniéndome nervioso.

-Hmm… no. Digo, tomé clases de arte cuando era niño, pero no es sino hasta hace poco que he empezado a dibujar por mi cuenta.-le dijo, forzando una sonrisa y cerrando el cuaderno discretamente.-No quiero más leche, estoy bien así. Gracias.

-Pues son dibujos bastante buenos, deberías exhibirlos en alguna galería.-me dice, dándome una última sonrisa hasta que al fin se va.

Dejo escapar una bocanada de aire, aliviado de que se haya ido porque la verdad es que luego de la confesión de anoche, todavía seguía un poquito paranoico. Cierro los ojos y veo por la ventana, donde pasamos por varias granjas y campo abierto, con muchas vacas y algunos caballos. Contemplo el paisaje pacífico extenderse frente a mí, envidiando en secreto a los habitantes de aquellas casas y ranchos, deseando aunque sea por un día vivir su vida… normal y tranquila, porque en mi vida nada era normal. A mi mente viene el recuerdo de Light, Elle y Ellie… y la culpa me escuece el pecho, estrujándome el corazón y recordándome el que tenía casi un mes sin contactarlos y quién sabe si estaban preocupados. La culpa me retuerce más y más por dentro, y me muerdo el labio que ha empezado a temblar por mis seres queridos.

"Quizá debería llamarles… no sé, alguna señal de que estoy bien. Light debe de estar muy preocupado, más con lo de Linda y Matsuda…" y al recordar a la rubia y al pelinegro, de nuevo se me humedecen los labios y la culpa es sustituida por ansiedad y miedo, por ésa certeza de saber que estaba envuelto con sus muertes de algún modo por más que Mello me hubiese jurado que todo había sido causa suya. Dolía, la duda dolía muchísimo y me carcomía el corazón de una forma voraz y violenta. Quería saber, lo quería casi con desesperación pero al mismo tiempo tenía miedo de enterarme lo que verdaderamente había ocurrido en ésa casa, lo que en verdad había acabado con las vidas de Linda y Matsuda de una forma tan espeluznante.

Justo recordaba aquel tierno beso que Matsuda me había dado en aquel motel viejo y apestoso, cuando el tren se detiene abruptamente y la mesera va a parar al suelo junto con un montón de platos y tazas rompiéndose. Yo también me golpeo contra la mesa y tiro mi taza al suelo, con el líquido café pálido derramándose en la fina alfombra borgoña a mis pies.

-¿Qué rayos…?-empiezo, cogiendo una servilleta y presionándola contra el labio abierto, totalmente desconcertado. Miro a mí alrededor y sólo hay confusión.

"Aquí algo no cuadra, Mello tenía prisa en llegar a Amsterdam… ¿Habrá algún problema en las vías?" pienso, mirando mi reflejo en el cristal de la ventana pero incapaz de asomarme a revisar, temiendo encontrarme con el cuerpo despedazado de Benedict. Sacudo la cabeza y me pongo de pie, dirigiéndome a la salida de aquel vagón para ir en busca de Mello pero no es necesario: Justo cuando estoy por abrir la puerta corrediza, él se aparece delante de mí. Su expresión es de desconcierto total.

-¿Qué pasa?-le pregunto, pero él nada más sacude la cabeza y me coge del brazo, arrastrándome por los vagones de forma atropellada.-Mello, ¿qué demonios está ocurriendo?-vuelvo a exigirle, pero él nada más vuelve a sacudir la cabeza.

Me suelto bruscamente de su agarre pero justo cuando voy a protestar, una explosión revienta todos los cristales a mí alrededor.

Lo siguiente de lo que soy consciente, es de un montón de balas volando a nuestro alrededor.

POV’s Mello:

Me muevo con más rapidez de la necesaria entre los vagones, rozando a varias personas en el acto pero la verdad no quería dejar a Matt demasiado tiempo solo y menos en el vagón donde se encontraba el bar. He sido claro con el personal en que no deben servirle nada de alcohol… aún así, el perro era muy listo y sabía que cuando algo se le metía entre ceja y ceja, no había nadie que se le interpusiera en medio. "Vale, eso no es en realidad lo que me preocupa más…" pienso, apretando los labios con fuerza mientras un ceño fruncido me cruza el rostro.

He intentado ignorarlo, pero la verdad es que había que ser ciego para no darse cuenta: El aspecto físico de Matt se veía significativamente deteriorado ésta mañana, y aunque pudiese ser por todo el estrés al que está sometido, la verdadera razón es más que obvia para el que conoce su condición. Sacudo la cabeza intentando despejarme ésos pensamientos y empujo la puerta del baño de los hombres, dirigiéndome directamente a los urinales y haciendo lo mío… echo la cabeza hacia atrás y cierro los ojos mientras escucho el chorro correr, pensando en Matt y en la pequeña mancha negra en sus ojos verdes, como si el iris se le hubiese roto y la pupila se estuviese desbordando… alejándolo de mí, acercándolo al moustro, con el suero destrozándole de adentro hacia afuera… un escalofrío me recorre la espalda, forzándome a abrir los ojos de golpe ante el repentino cambio de temperatura en la habitación.

Es ahí cuando lo miro, en el reflejo del urinal color plata…

Azul.

Un destello azulino, alejándose y perdiéndose tras la puerta. De inmediato me subo el cierre y corro hacia la puerta, pero mis pies se detienen en seco justo cuando mi mano está a punto de empujar la puerta… algo más capta mi atención. Cierro los ojos, cogiendo una gran bocanada de aire y tratando de calmar los nervios, apretando las manos en dos puños crispados para evitar que sigan temblando. Doy media vuelta lentamente, acercándome a pasos pequeños hacia los lavabos y ahí está, mis ojos no me han mentido: Escrito con enormes letras en el espejo, la tinta azul medianoche corriéndose lentamente por la superficie que refleja mi rostro desconcertado y afligido. El aire sisea entre mis labios y una gota de sudor frío empieza a correrme por el costado de la cara, causándome cosquilleos y erizándome los vellos del cuerpo.

‹‹Él yace enterrado debajo de un árbol que refleja el sol, bajo un montón de hojas de inviernos pasados, su tumba marcada por la clandestinidad. No más que una pequeña pila de piedras, realmente. Su pequeño cuerpo ha perdido el candor, incapaz de llamar la atención…››

Doy un respingo cuando una de las puertas de los cubículos se cierra de golpe, con un ruido sordo. Y ahí también hay retazos de tinta fresca, también hay palabras de odio y temor, palabras que poco a poco van cogiendo sentido y llenándome de un pánico y urgencia casi irrefrenables. Parpadeo un poco, tratando de apartar la humedad que ha empezado a formarse tras mis párpados para poder leer lo que ahí pone…

‹‹Su corazón cesó de latir, sus mejillas de sonreír. Pero presta atención a ésta advertencia, porque el pasado siempre estará tras tu presencia.››

Me limpio la pequeña lágrima de forma brusca y salgo corriendo de aquel baño… tenía que encontrar a Matt, teníamos que bajar de inmediato de éste maldito tren o de lo contrario él volvería de las sombras más oscurosas y tenebrosas de mi pasado, volvería y me arrancaría a lo que más he amado así como yo le quité en el pasado. Empujo a las personas, me gano varios insultos en mi camino de regreso al vagón del bar… pero no me importa, el pulso atronándome los oídos y la adrenalina recorriéndome las venas con fiereza son suficientes para forzarme a avanzar, para correr y tratar de poner a salvo a mi pequeño cachorro. A lo lejos alcanzo a ver una espalda ancha y fornida, mis pupilas dilatándose con el descubrimiento.

-¡Romanoff! ¡Romanoff!-le llamo a gritos, atrayendo la atención de los demás pasajeros pero nada de eso importa.

-¿Jefe? ¿Qué ocurre? ¿Necesita…?-no es capaz de terminar la pregunta, porque justo en ése momento le cojo del cuello de su saco, poniéndolo de pie bruscamente.

-Romanoff, vete a llamar a los hombres ahora mismo y revisa el sistema de cámaras… Está aquí.-le digo entre dientes, incapaz de pronunciar su nombre por temor a que se apareciera de entre las sombras.

Él abre los ojos como platos, el entendimiento lentamente calándole en su sistema y con un solo asentimiento, se pierde entre vagones a cumplir mis órdenes. Yo vuelvo a mi propia carrera, con el pecho oprimiéndoseme con fuerza, justo como siempre que mi instinto me advierte de algún peligro cercano. No estaba esperando a que ocurriera algo malo, ya estaba ocurriendo y lo que lo hacía todo más jodido era que Matt no estaba a mí lado y no podía permitirme ésas distracciones. Me muerdo la lengua, conteniendo una maldición por haber sido tan confiado y distraído cuando, literalmente, el peligro nos acechaba de todas las esquinas. Estoy a punto de coger la puerta corrediza, cuando el tren frena de golpe y me lanza hacia atrás, cayendo sobre mi espalda y golpeándome la cabeza… el dolor se extiende, como agua hirviendo por mis sienes, desorientándome por varios minutos.

-¿Qué carajos…?-pienso en voz alta, sobándome la cabeza que sigue palpitando junto con mi corazón.

Sacudo la cabeza tratando de espabilarme y justo cuando estoy a punto de abrir la puerta corrediza, un pelirrojo se aparece frente a mí con sus ojos verdes abiertos de par en par y su rostro conpungido en una mueca de confusión.

-¿Qué pasa?-me pregunta suavemente, mirándome de pies a cabeza, como si yo tuviera entendimiento alguno de la situación.

Le cojo de la mano y empiezo a arrastrarlo hacia el vagón de seguridad que había reservado en caso de emergencia, donde seguramente Romanoff y los demás ya estaban esperando el helicóptero que nos sacaría de éste maldito tren. Matt sigue preguntándome qué ocurre, la confusión lentamente transformándose en irritación ante mi falta de respuesta pero no puedo ponerme a darle explicaciones, no cuando su vida corre el mayor de los peligros.

-Mello, ¿qué ocurre?-me dice, sacudiéndose mi agarre y plantándose en el suelo con los brazos cruzados.

Me vuelvo hacia él, dispuesto a soltarle un insulto pero en ése momento alcanzo a ver por el rabillo del ojo, como el cañón de una ametralladora le apunta directo a la cabeza y la adrenalina junto con las balas estalla… y por poco nos alcanzan, de no ser porque justo antes me abalancé sobre Matt, apretándolo contra mi costado mientras varios cristales rotos caen sobre nosotros. Y es ahí cuando finalmente lo sé, el miedo lentamente tomando posesión de mi alma.

Está aquí.

Notas finales:

CHEEKY IS BACK BITCHES! XD


Vale, ése ha sido el capítulo de hoy. En verdad qué ha sido muy difícil escribirlo, tuve qué intentar muchas veces para sacar al menos algo decente y espero seguir a la altura de vuestras expectativas. En éste capítulo quise enfocarme sobretodo en Matt y su pasado, cómo fue su vida durante la ausencia de Mello y qué lo orilló a tener problemas de alcoholismo, quería adentrarme un poco en su psicología y los efectos negativos, las secuelas que el suero ha dejado en su vida. Y obvio, ya hay AMORSH entre éstos dos, a mí no me engañan ¬u¬ Realmente quería que su reconciliación fuera poco habitual, espero haberlo logrado porque creo que después de una década tiene qué pasar tiempo para que vuelvan a conocerse, recordad qué diez años es mucho tiempo y ambos son diferentes personas, tienen que empezar de cero. Espero también que el capítulo tenga lógica, sé que la mayoría de veces no respeto las líneas de tiempo pero es lo que me gusta de éste fic, creo que es un poco de la esencia que tiene, aunque a veces no haga sentido. Mucho salseo, muchas vueltas de tuerca… ¿Se esperaban que Mellow Yellow tuviese un hijo? ¿Quién es éste personaje del pasado de Mells? ¿Creen qué Linda hizo bien en encubrir a Matt? ¡KYAAAAAAA! De veras me emociona tanto pensar en todo lo qué se viene, espero les guste y preparen sus corazoncitos sensuales para todo el salseo y OBVIO HardLemonYaoi qué se vienen, porque el darse duro contra el muro está más cerca de lo qué parece RAWWWWR! Y también el salseo rompetetas y las lágrimas… ¿Qué pasará con el suero? ¿Matty en verdad se está muriendo? ;w; ¿Mellow Yellow también está muerto o sólo anda de parranda? XD


De verdad espero haber cumplido con vuestras expectativas, sé que he estado ausente mucho tiempo y no espero demasiado apoyo, pero os agradecería mucho qué me dejéis vuestros reviews y me digáis si os gustan éstos caps más largos, si os gusta el rumbo qué lleva el fic, sus sospechas… Os he extrañado una hostia! ;w; Quiero saber qué pasa en vuestras cabecitas peludas, así que apidaros de ésta pobre alma y dejad un review ;w;


¡OS QUIERO CON TODA EL ALMA! De veras qué no puedo deciros lo mucho qué os quiero y me importáis, son lo único que de veras me hace feliz y sentir yo misma y por eso jamás podré agradeceros lo suficiente ♥


Aquí os dejo el link de la canción de al principio, se llama “You Don’t Own Me” de Lesley Gore →  https://www.youtube.com/watch?v=vNb-8gLcXLs


Y también la canción con la que escribí el fic, es música instrumental así que… no me juzguéis, sabéis lo retorcida qué estoy LOL: → https://www.youtube.com/watch?v=d3ulafjSx0I


Os quiere,


Cheeky, la resucitada n.n


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