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El Hombre de Arena por CheekyMint21

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Notas del capitulo:

"Lo puro se ensucia, lo sucio se purifica. Lo bueno se vuelve malo, lo malo se vuelve bueno. Todo lo que vive muere y lo que muere renace."

Capítulo 39.

POV’s Matt:

-Presente-

Jadeo con fuerza, aspirando todo el aire que soy capaz de meter a mis pulmones de forma desesperada, desquiciada, animal pero el hedor de mi propio vómito encerrado en la bolsa de lona me tenía exasperado.

Ni siquiera me detengo a observar a mí alrededor, a tratar de descifrar dónde estaba porque la realidad del caso es que me tenía sin cuidado lo que fuese de mí o de mi patética vida y triste vida.

Pero había algo que me importaba.

Más que mi vida, más que toda mi jodida existencia.

-¿Dónde está?-mascullo con dificultad, todavía aspirando grandes cantidades de aire y con ése horrible hedor grabado a fuego en mi memoria.

-Señor Jeevas, es un placer tenerle aquí. Mi compañera y yo estamos a sus completas órdenes, permítame retirarle las ataduras.-me responde con cordialidad una voz cálida y muy femenina, y es sólo entonces que me atrevo a alzar la vista y echar un vistazo.

"Vale… no es precisamente lo que me esperaba" pienso para mis adentros, parpadeando para asegurarme que las dos hermosas mujeres con rostros de porcelana que tenía al frente estaban ahí, que no estaba soñando, borracho o alucinando. Cuando una de ellas se aproxima y empieza a quitarme las cuerdas que atan mis muñecas, sé por el roce de sus suaves guantes de sedea hasta el codo que es real. Y todo lo que había pasado ése Día de San Patricio era real: El asesinato, mi visita a Light, el loquero, las borracheras, Romanoff… la posibilidad de que Mello aún estuviera con vida en algún lugar, necesitándome.

-¿Dónde estoy? ¿Dónde está Damian?-las preguntas abandonan mis labios reventados al tiempo que la lucidez vuelve poco a poco de nuevo, mi mente ciñéndose a la realidad mientras me sobo las muñecas lastimadas.-¿Qué van a hacer conmigo?

-El Señor Bellerose estará esperándole en cuanto se haya aseado y se encuentre en mejores condiciones. Nos ha dado instrucciones específicas de prepararle un baño y vestirle con ropas apropiadas. Acompáñeme al baño, por favor.-me dice la chica, en mismo tono de voz dulce y frío y sé por su expresión que es todo lo que voy a conseguir por ahora.

Miro al suelo elegantemente forrado con una alfombra color vino y con un suspiro, hago lo que me dice sin oponer resistencia. En todo caso, ¿para qué resistirme? Nadie estaba moliéndome a golpes ni cortándome en cubitos, así que creo que lo mejor era comportarme y aceptar los dudosos buenos tratos del Señor Bellerose que, asumía, no era otro que Damian.

Los tacos altos de las dos mujeres repiqueteando en el resplandeciente suelo de baldosas blancas como la porcelana me traen de vuelta a la realidad, y conteniendo un jadeo de asombro, contemplo aquel lugar que está decorado de la manera más lujosa y huele exquisitamente a rosas. Jamás había visto una tina tan bonita, con detalles de oro puro ni un candelabro con cientos de incrustaciones de cristales y diamantes en un baño. Era evidente que si seguía en Londres, seguramente estaba en el barrio de Kensington o alguno de ésos lugares pejos porque esto gritaba dinero por todos lados… y teniendo en cuenta de que era rehén de un poderoso mafioso, no debería sorprenderme. Aún así, el pensamiento me hizo estremecer.

Una de las chicas se dirigió con paso decidido hacia la tina de apariencia del siglo XII mientras que la otra se posaba frente a mí y con sus pequeñas y delicadas manos, empezaba a desabrocharme el cinturón.

-¿Qué está haciendo? Puedo desnudarme solo…-le digo, con los colores subiéndoseme a la cara al imaginarme desnudo enfrente de éstas dos mujeres. No era por el hecho de que fueran a verme, sino por el hecho de que jamás nadie me había visto desnudo.

Bueno, sólo una persona.

-No se preocupe, Señor Jeevas, nosotras nos encargaremos de esté cómodo. Ahora, levante los brazos para sacarle la camisa, por favor.-me dice con paciencia la mujer, sin mostrar ni un atisbo de emoción. Empezaba a creer que en verdad eran muñecas vivientes.

Pese a estar seguro de que me he sonrojado hasta las orejas, hago lo que me pide. Creo que la horrenda resaca combinada con el dolor excruciante que siento por todo el cuerpo me han dejado sin las fuerzas necesarias siquiera para protestar, mucho menos ponerme a pelear. La chica se acerca y con la misma delicadeza de su voz, me saca la camisa en silencio; tan sólo con el sonido del agua llenando la tina de fondo. Su compañera se une a ayudarla y al cabo de unos segundos estoy completamente desnudo frente a ellas. "Vale, al menos no me están mirando" pienso, desviando la mirada mientras el ardor de la vergüenza me quema la cara… aún y sin que estén mirando, me cubro lo mejor que puedo con las manos a mi amigo.

-Usted prefiere las esencias cítricas, en específico el olor a limones, ¿verdad?-me pregunta la chica, mirándome directo a la cara mientras sostiene en sus manos una botellita de apariencia muy cara.

Asiento, incapaz de hallarme la voz en medio del mini shock que me han producido sus palabras… al parecer Damian había estado observándome y la necesidad de encararle de una buena vez y averiguar qué mierda era lo que estaba pasando no hace sino ponerme cada vez más ansioso. La mujer vacía el bote y el cuarto ahora no sólo huele a rosas, sino a limones en una extraña combinación que me resulta no del todo desagradable.

-Por favor.-me pide la chica con un leve asentimiento, y con cuidado me acerco a la bañera, contemplando mi reflejo por unos leves segundos en el agua.

-Madre mía…-siseo entre labios, tragando grueso mientras mi mente intenta digerir que el reflejo de ése ser tan deforme me pertenece. Decir que me veía peor que Rocky Balboa era poco.

Cierro los ojos e inhalando profundamente, entro a la tina cuya agua está tibia y de inmediato le hace bien a mi cuerpo maltratado. No abro los ojos, nada más intento relajarme y despejar mi maltrecho reflejo y demás preocupaciones de mi mente… sin embargo, hay un par de zafiros que jamás le dan un poco de paz a mí mente.

Mello… ¿Será demasiado tarde?

El pensamiento me arranca un verdadero estremecimiento a pesar de lo caliente del agua… el no saber si las palabras que me había dicho un moribundo Romanoff eran ciertas o no, retorcía a mi corazón con desesperación y duda. Si eran ciertas, entonces quién sabía cuánto tiempo tenía para salvar a Mello antes de que algo verdaderamente horrible fuese a ocurrirle… el mero pensamiento de perder toda la esperanza, romper contacto con la realidad era suficiente para mantenerme sereno y firme. Tenía qué, porque la vida de la persona a la que más he querido estaba en juego. Otra vez. Y quizá por mi culpa.

-¡Joder! ¡Qué eso arde!-me quejo, apartándome bruscamente y chorreando agua por todos lados en cuanto una quemazón se abre paso por debajo de la carne de mi rostro.-¡¿Qué mierda me pusiste en el ojo?! ¡Duele un huevo!-le grito a aquella chica, lanzándole la mejor mirada envenenada que puedo permitirme.

-Le pido disculpas por la incomodidad, Señor Jeevas.-me dice con una leve reverencia. Pongo el ojo bueno en blanco… toda ésa mierda de ‘Señor Jeevas’ empezaba a tocarme los cojones.-Le he puesto un antibiótico especial que le ayudara a reducir la hinchazón en su rostro. Le aseguro que el ardor desaparecerá en un par de minutos.

"Al menos podrías habérmelo dicho antes de echármelo encima, tonta del culo" pienso, volviendo a rodar el ojo bueno y recordándome que debía permanecer sereno. El silencio vuelve a tomar posesión de la habitación, a excepción de los ocasionales chapoteos al moverme o las chicas tallándome el cuerpo y echándome quién sabe cuántas esencias, champús y Dios sepa qué más cosas… para ser un rehén, vaya que mi captor se estaba tomando muchas molestias conmigo. Mientras me secaban, pensé si no sería algo parecido a lo que hacen con los condenados a muerte: Concederles una buena cena y algún otro capricho antes de una inyección letal. De cualquier forma, la amabilidad de Damian no podía venir nada más de buena fe.

-Por aquí, por favor.-me indica una de las Barbies, guiándome de vuelta hacia la enorme habitación a la que contemplo en su totalidad por primera vez.

Al igual que el baño, la habitación no se queda atrás en lujos y buen gusto. La combinación de tonos borgoña, champán, negro y dorado le daba un toque rústico y vintage a aquel lugar. Me parecía estar de vuelta en la edad media, en la habitación de la reina María Antonieta con tanto lujo rodeándome… me era imposible no hacer contraste entre Mello y Damián, ya que éste último rayaba incluso en lo excéntrico con todo éste despilfarro en incrustaciones de diamantes y muebles antiguos, mientras que Mello era más simple, más modesto con cómo vivía y la manera en que usaba su dinero. Sonrío un poco al darme cuenta que pese a estar forrado en pasta, sigue conservando la humildad respecto a lo material que tenía en nuestros tiempos en Wammy’s.

-Por favor, suba a ésa plataforma, Señor Jeevas.-me dice una de las chicas, señalando un pequeño círculo en medio de una habitación hecha de puros espejos.

Obedezco pero mientras me encamino a la plataforma, alcanzo a ver mi reflejo por el rabillo del ojo y me quedo congelado justo donde estoy… aquello era biológicamente imposible, pero había pasado de ser el gemelo perdido del Jorobado de Notre Dame a ser Matt, con mi cara y mis facciones en su sitio correspondiente. Pareciera como si la golpiza en aquella estación del tren jamás hubiese ocurrido.

-¿Ocurre algo, Señor Jeevas?-me pregunta la chica, posándose detrás de mí y con su rostro compungido en una mueca de aspecto angelical.

-Nada, es sólo…-sacudo la cabeza, acercándome más al espejo y contemplándome fijamente, sin dar crédito.-¿Cómo es posible que mis golpes se hayan sanado tan rápido?-le digo, volviéndome a verla.

-Su estado no era tan crítico cuando llegó aquí, Señor Jeevas. En cualquier caso, el Señor Bellerose dio estrictas órdenes de colocar cicatrizantes y anti-inflamatorios en su baño, diseñados por el equipo de científicos del Señor Bellerose para actuar de forma casi inmediata.-me explica la muchacha, sonriendo escuetamente y viéndose todavía más irreal si cabe.

Vuelvo a verme en el espejo, todavía anonadado… Es decir, los tipos me habían hecho papilla, lo mínimo que me esperaba era a despertar en un hospital con un montón de huesos rotos y hemorragias internas que tardarían semanas en sanar. Sin embargo, aquí estaba: Con la piel suave y perfumada, sobre mis propios pies y viéndome con mejor aspecto que en los tres últimos meses.

-Perdone Señor, no quiero incomodarle pero debemos darnos prisa… el Señor Bellerose está esperándole.-me recuerda la chica con suavidad y a la mención de ése nombre, el pulso se me acelera.

Asiento y finalmente subo a la pequeña plataforma, volviendo a sonrojarme cuando una de las chicas retira la bata y quedo nuevamente expuesto, ahora frente a un montón de espejos y con mi reflejo devolviéndome la mirada avergonzada desde todos los ángulos. Vuelvo a cubrir mis partes íntimas con las manos, tratando de distraer mi mente al imaginarme que estoy dentro de ésas películas de espías porque había visto varias escenas así en las películas de Kingsman. Claro, con menos desnudez supongo.

Una de las chicas se sube detrás de mí, pegándose peligrosamente a mi espalda y echándome su respiración cálida sobre la nuca. Me estremezco un poco cuando empieza a pasar un peine entre las hebras rojizas, soplando con la secadora y tratando de acomodar los mechones rebeldes que sobresalen por todas partes… quisiera advertirle que mi pelo es una masa rebelde sin remedio, pero una mirada a su expresión decidida me hace desistir de ello. La otra chica, empieza a tomarme medidas con una cinta, rozándome con sus manos enguantadas por todos lados, arrancándome cosquilleos y leves risas que intento contener. "Me siento como Katniss en Los Juegos del Hambre" pienso, viendo como aquellas mujeres pondrían orgullosos a Cinna y a Effie Trinckett con toda la dedicación que están poniéndole a mi imagen cuando para mí un par de jeans rotos y una camiseta a rayas hubiesen bastado.

-¿Podría estirar sus brazos, por favor Señor Jeevas?-me dice la rubia, con un saco de apariencia muy fina entre sus pequeñas manos.

"Mierda, detesto la ropa formal" pienso, frunciendo el ceño pero conteniendo mis protestas… esto de obedecer y estar sometido a la voluntad de los demás empezaba a tocarme los cojones, pero supongo que entre mafiosos no hay demasiada elección. Cierro los ojos, distrayéndome en los ojos azules de Mello, tratando de recordar el exacto tono de azul que tienen: Resplandecientes como dos zafiros cuando están al sol, oscuros como el cielo antes de una tormenta cuando se enoja… pero nunca menos hermosos, sin importar el estado de ánimo de su dueño. Las manos empiezan a temblarme y siento la familiaridad de las lágrimas tras los párpados. Le echaba tanto de menos, hasta el punto que dolía y quemaba, me dejaba sin aire y hacía de la vida algo sofocante y sin gracia, sin sentido ni dirección.

-Está listo, Señor. Acompáñeme, por favor.-declara finalmente una de mis muñecas, sacándome de mi trance momentáneo.

Abro los ojos y contemplo con asombro el fruto de sus esfuerzos: La ropa fina pero a la moda, el pelo con apariencia suave y echado hacia atrás, una exquisita colonia desprendiéndose de mi piel. La sorpresa casi hace que la boca me llegue al suelo de lo abierta que está, y tengo que acercarme para comprobar que ése reflejo tan estilizado y digno de un modelo le pertenece a mi desordenada persona.

-¿Señor…?-presiona la rubia, dirigiéndome una mirada casi irritada.

-Sí, perdone…-me disculpo, siguiéndola no sin antes echarle una última mirada a mí reflejo, incapaz de procesar el ver mi rostro sin ser cubierto por la mata de pelo rojo fuego.

Sigo a aquella mujer por un pasillo exquisitamente decorado hasta llegar a un elevador, y con cada paso que doy siento como mi corazón empieza a acelerarse ante lo desconocido. "Ya voy, Mello… ya voy" pienso, tomando una profunda bocanada de aire para llenarme de valor, porque estaba seguro que era lo que más necesitaría esta noche.

-Ha sido un placer servirle.-me dice finalmente la chica, tendiéndome una copa de fino champán sin despegarme sus ojos cristalinos.-Piso 14, qué tenga buena noche.-es lo último que dice antes de que las puertas se cierren.

"Vale… estoy aquí. Y tengo que ser muy fuerte" pienso, mirando las burbujas en el champán mientras intento controlar mi respiración y los temblores de mi mano: Siempre que tenía alcohol cerca, mi mente se llenaba de pensamientos ansiosos y mi garganta era abrasada por una sed casi dolorosa, pero esta noche tenía que mantener la cabeza despejada. No podía beber, aunque mi adicción estuviese pidiéndomelo casi a gritos con cada palpitación de mi corazón.

-Hoy no.-digo con firmeza, arrojando el champán a un lado para despejar la tentación y presionando con confianza el botón del piso 14.

Tenía que ser fuerte. Tenía que estar sereno y mostrarme confiado, no podía flaquear delante de éstos tipos o podría ser mi fin… y eso no tenía demasiada importancia, de no ser porque no era sólo mi pellejo el que estaba en juego sino también el de Mello. Estiro y vuelvo a cerrar las manos sudorosas, sintiendo en lo más profundo de mí ser que los acontecimientos de esta noche podrían acercarme o alejarme más de Mello si cometía el más mínimo error… mi hilera de pensamientos es repentinamente interrumpida por el sonido distante y embotellado de música. No la típica música calmada que escucharías en una fiesta elegante, sino Iggy Pop a toda hostia cantando Gimme Danger por las bocinas. La confusión se abre paso por mi rostro.

Justo cuando empiezo a preguntarme qué rayos era aquello y estoy listo para volver donde las barbies a decirles que a lo mejor se habían equivocado de piso, las puertas se abren y me dan paso al club nocturno con más clase y personalidad en el que he estado: Las luces son de una tonalidad roja muy brillante, la gente baila de forma sincronizada con la música y, pese a ser una fiesta, el ambiente no me crea ansiedad ni ganas de salir corriendo. Salgo del ascensor con cautela, sin saber bien qué esperaba o dónde estaba el "Señor" Bellerose para recibirme.

-Buenas noches, Señor Jeevas. Bienvenido.-me dice otra barbie, sólo que esta tiene el pelo color carbón y bonitos rasgos Asiáticos.

Una nueva copa de champán burbujeante es depositada en mi mano, y de nuevo vuelvo a sentir aquella necesidad abrasadora en la garganta. Vuelvo a ver a mi alrededor, hasta que mis ojos se detienen en el hombre extremadamente atractivo y con un copete en el pelo al mejor estilo Grease que está mirándome desde el otro lado de la pista… bueno, "mirándome" sería sólo un decir, porque sus ojos del color del hielo más bien están devorándome vivo, con una fogosidad que nada contrastaba con la gélidez de sus ojos grisáceos. Siento un nudo asentarse en mi estómago con fuerza, retorciéndome todas las tripas y haciendo que una familiar calidez empiece a nacer desde el fondo de mi vientre.

-Madre mía…-susurro, cuando lo veo acercarse con movimientos felinos hacia mí, atrayendo la mirada de varias damas en la pista y sin dejar de absorberme con sus ojos ni por un segundo.

Mello era guapo. Ryan Reynolds era guapo. Matt Bomer era guapo… pero éste hombre, en definitiva se llevaba todos los premios a la sensualidad, porque todo en él se llevaba hasta el último de mis alientos: Desde su forma grácil y masculina de andar hasta la media sonrisa junto al hoyuelo que se formaba a un lado de su rostro anguloso… compararlo con el mismísimo Adonis era quedarse corto. Simplemente no tenía palabras para describir la sarta de emociones que me provocaba su mirada tan intensa y felina.

¡SPLAT!

La copa se desliza entre mis dedos temblorosos y va a hacerse añicos al suelo, chispeándome las pantorrillas y los zapatos de Mr. Handsome pero poca importancia puedo darle por sobre el shock que me recorre el cuerpo entero… sus labios moviéndose de forma confiada y hambrienta sobre los míos me han imposibilitado de usar mis facultades correctamente. Cierro los ojos, nada más dejándome llevar por la sensación tan extrañamente placentera que me producen sus manos firmes en mi cintura y sus labios húmedos abriéndose camino dentro de mi boca, dejándome degustar el sabor amargo a vino y tabaco que se mezcla junto con mi lengua, revolviéndose en un beso sensual y delicioso, un beso que me hace perder el sentido y me fuerza a corresponderle casi como si estuviera bajo un hechizo.

El hechizo de sus labios.

Sin saber cómo, a los pocos minutos me encuentro con mis manos rodeando su cuello, atrayéndolo hacia a mí… buscando más de ésos labios que empezaron fríos y ahora están rojizos e hinchados por las leves mordidas de mis dientes. "¡Basta, Matt! ¿Qué mierda haces?" me reclama mi consciencia furibunda, arrojándome el recuerdo de un par de ojos azules y cabellos rubios y es suficiente para que la culpa y vergüenza me muerdan con fuerza, recordándome el verdadero propósito de mi presencia allí. Me separo a regañadientes, todavía ansiando el sabor a vino y a tabaco y su lengua cálida entrelazándose con la mía… y la culpa vuelve a arder de forma potente, casi venenosa estrujándome el pecho en una bolita que duele con cada latido.

-Mail Jeevas… qué bien besas.-dice mi apuesto pecado, con una voz que me hace temblar a mí y a mis bóxers.

"Contrólate, no eres una jodida colegiala de bragas mojadas" me digo, pero una mirada a ésos ojos… y sé que mi voluntad flaquea por todos lados. La culpa estruja de nuevo, llevando lágrimas a mis ojos que no saben dónde ocultar la decepción en mí mismo y mi poca falta de autocontrol.

-Quisiera poder decir lo mismo, Señor Bellerose.-digo, tan bajo que estoy seguro que no ha podido escucharme sobre el volumen de la música.

Silencio, pero puedo sentir sus ojos aún fijos en mi rostro y su respiración suave contra el rostro… incluso ése leve contacto es suficiente para volver mi piel de gallina. El asco empieza a subirme por la garganta.

-Llámame Damian… acompáñame, por favor. Tenemos cosas que discutir.-me dice, y el tono autoritario en su voz vuelve a llenarme de hambre.

"Mierda, no esperaba esto… ¡No puedo perder la cabeza! Estoy aquí por Mello" me recuerdo, dejando que la culpa y el asco vuelvan a atacarme, qué me recuerden el precio de la falta que he cometido ésta noche haciéndome derramar una tímida lágrima mientras sigo a Damian por la pista, sintiéndome más miserable que incluso una cucaracha… ¿Cómo mierda había podido besarme con un tipo así sin más? ¿Qué seguía luego? ¿Dejar que me arrancara la ropa y me follara en el escritorio una vez me llevase dentro de su oficina? Cuando el calor empieza a apoderarse de mi cuerpo ante la perspectiva de ése pensamiento, ya no sé ni dónde esconderme de las miradas acusadoras de mi consciencia… no tenía idea si mis reacciones se debían a simple tensión sexual acumulada, soledad o Dios sepa qué otra mierda pero sabía que nunca en mi vida he estado tan ansioso, asustado y excitado como en el momento en que Damian abre la puerta a una habitación en total penumbra y sostiene la enorme puerta abierta para que pase.

"Yo tengo el control, tengo que concentrarme…" me repito internamente, entrando de nuevo a pasos minúsculos, tratando de controlar los pensamientos que se empujan unos contra otros dentro de mí cabeza. Cuando las puertas se cierran con un suave soplido y la música se queda ahogada afuera, me pregunto si no habría sido mejor decirle que charláramos fuera… en un lugar público y repleto de testigos que me recordaran que debía mantener la cabeza y el cuerpo frío. Cuando las luces se encienden de golpe, me quedo absorbiendo la decoración pero incluso eso me pone los pelos de punta: La oficina de Damian tiene toda la pinta de estar sacada del típico libro erótico, de ésos en donde el magnate jodidamente guapo y multimillonario se folla a la estudiante inexperta en su primer año de universidad… y en éste caso, yo era la patética Anastasia y Damian el jodido Christian Grey.

-Vamos a follar…-no puedo evitarlo, las palabras escapan de mi boca antes de que siquiera pueda pensarlas… porque no estoy pensando. Al menos no en otra cosa que no sea Damian encima de mí en ése bonito escritorio.

Se ríe, y su risa es todo lo que las chicas quieren en una risa: Ronca, rasposa… varonil. Mierda, para éstas alturas tengo los bóxers tan mojados que bien podrían trapear el piso con ellos y sacarle brillo. Mi cuerpo tiembla cuando siento como se mueve atrás de mí, regando ése exquisito aroma a loción de afeitar y Armani que no hace sino revolverme más las hormonas.

-No lo sé… ¿Es eso lo que te gustaría que hiciéramos?-me dice, reclinándose contra el escritorio y mirándome de ésa forma intensa, de ésa forma que saca mis instintos más bajos.

"Sí, por favor…" pienso, pero me contengo de decirlo porque pese a estar cociéndome vivo en tensión sexual, también estoy consciente de que no podría vivir conmigo mismo si le hago esto Mello. Sé que él debe de haber follado mil y un veces para estas alturas, pero si hay algo de lo que estoy completamente seguro en éste mundo es que no puedo imaginarme a otra persona que no sea él siendo el primero… y el último. Y eso no lo cambiarían ni mis hormonas ni el hecho de tener a la tentación andante enfrente de mí justo en éste momento.

Carraspeo, tratando de aclararme la garganta y despejar mi cuerpo caliente.

-No, muchas gracias.-digo, y la firmeza impresa en mi voz me hace sentir más seguro de mí mismo. Me dirijo hacia él, arrastrando una silla a un lado y dejándome caer like a boss en ella.-De hecho, creo que deberíamos enfocarnos en lo que me trajo aquí… ¿No cree?-le digo, un poco en serio y otro poco esperando seguir sonando serio y no desesperado porque me rompan el culo.

Él nada más sonríe, a lo mejor divertido ante lo patético que debo parecer tratando de esconder mis deseos carnales hacia su persona… siento el sonrojo quemándome las mejillas, pero me fuerzo a soportarle la mirada: Si le confirmaba que tenía a mis bóxers en los bolsillos, entonces sí que de veras iba a estar jodido. Se acerca de un movimiento rápido y grácil, acelerándome el pulso en una milésima de segundo cuando su fina lengua se pasea entre los labios finos y delineados, recordándome que eso mismo era lo que había hecho sobre mis labios no hace mucho.

-Entonces, sugiero que empecemos por lo más importante…-susurra, rociándome su aliento sobre el rostro mientras me aferro con fuerza al borde de mi silla, tratando de contener el impulso de cogerlo por la americana y volver a comerle la boca.-Y en este caso, lo más importante para mí es presentarme… como es debido.

Dicho eso, se echa para atrás y lleva su mano a su cabello oscuro… desprendiéndolo de un movimiento ágil y dejando a la vista un montón de hebras rubias, de apariencia sucia y arenosa que reflejan la tenue luz que ilumina la oficina cuando su dueño pasa su mano por ellas. Me quedo boquiabierto, sin ser capaz de hallarle lógica a lo que estaba pasando.

-¿Qué pasa? Yo pensé que los preferías rubios…-me dice, sonriéndome de forma socarrona mientras deja la peluca a sobre el escritorio, poco consciente del shock que me ha provocado ver tal cosa.-Mi nombre es Damian. Damian de Souza, y soy el mejor amigo de tu novio.

‹‹… Y soy el mejor amigo de tu novio.››

Ahora sí que estaba seguro de dos cosas.

La primera, que éste hombre me la había hecho bien. Jamás se me ocurrió que pudiese ser tan cercano a Mello, ni que fuera rubio ni mucho menos Brasileño.

La segunda, que no sólo me había besado con un extraño, sino que ése extraño era el mejor amigo de mi novio lo cual hacía la traición mucho, muchísimo peor.

-Un placer, Mail Jeevas. Tenía muchas ganas de conocerte.-me dice, tendiéndome una de las manos que antes se han paseado sin pudor alguno por mi cuerpo.

No puedo hablar.

No puedo moverme.

No puedo siquiera respirar.

La culpa, asco, miedo, decepción… todo me golpea como un enorme tren de carga a toda velocidad, arrastrándome por las vías como a un simple muñeco de trapo. No puedo siquiera mirarle, la vergüenza es demasiada por lo que nada más atino a agachar la cabeza y clavar la vista en mis manos temblorosas, retorciendo los dedos con pánico mientras pienso en una manera de arreglar éste desastre, de decir algo, disculparme… lo qué sea con tal de regresar veinte minutos atrás y nunca haber probado ésos labios que estaban más allá de prohibidos.

-¿Dónde está…?-soy incapaz de concluir la pregunta, el nudo apretujándome las garganta me lo impide pero es obvio de quién estoy hablando.

Ríe.

Y su risa no puede estar más fuera de lugar, no puede sonar más discordante en medio del mar de emociones negativas taladrándome el pecho.

-Vamos, no te sientas mal por el beso…-me dice, dándome un pequeño puntapié para intentar animarme supongo.-con Mello lo compartimos todo: Lo qué es suyo es mío y lo que es mío es suyo. O bueno, quizá…-dice, y ahora su tono desciende, se vuelve más ronco y amenazante… más sombrío. Me coge de la barbilla, alzándome la vista.-Eso era antes. Antes de que llegaras.

La forma en que sus ojos brillan en cuanto pronuncia el ‹‹tú›› es suficiente para hacerme entender que detrás de ésas simples palabras, se esconde un enorme resentimiento. Resentimiento que queda nuevamente oculto en cuanto Damian me sonríe de ésa forma sexy, como si fuésemos viejos colegas y esto nada más fuera un reencuentro del bachillerato. Me estremezco, puesto que por primera vez alcanzo a vislumbrar cuán peligroso es éste hombre, cuánto daño sería capaz de hacerme si digo las cosas incorrectas en el momento incorrecto.

-Pero…-dice, y su tono de nuevo vuelve a hacer relajado. Se separa de mí, caminando de ésa forma felina al otro lado, dejándose caer en la silla frente a mí con aire despreocupado.-supongo que no puedo culparlo… es decir, luego de haberte besado empiezo a entender porque dejó que ésos perros me tiraran a la cárcel.-dice, y vuelve a sonreír sólo que ésta vez puedo ver a través de ésa sonrisa.

-Yo no sé…

-Por supuesto qué no lo sabes, cuando se conocieron sólo eran críos. Estoy seguro que ni siquiera debe de haberme mencionado, ¿a qué sí?-me dice, en tono juguetón pero que a mí sólo me hace estremecer. Deja escapar un suspiro cansino.-Ay, Mello, Mello, Mello… siempre dejándose llevar por sus sentimientos, de no haberse enamorado de ti habría completado la misión sin problemas y nada de ésta mierda hubiese pasado. Pero de nuevo: Tú no eres cualquier cosa, eres especial.-me dice, saboreando la palabra con un trasfondo que no logro comprender.

Sacudo la cabeza… estaba completamente perdido en su torrente de palabras.

-No sé de qué me estás hablando, ¿qué quieres decir con todo eso? No lo entiendo.-le digo, sin poder contener un ceño fruncido.

Baja los pies abruptamente del escritorio, mirándome con una expresión inocente… una expresión que no logra convencerme del todo y envía escalofríos por toda mi columna.

-¿Cómo? ¿Es qué no estás enterado…?-me dice, abriendo sus ojos como platos. Siento como si una bola de boliche se asienta en mi estómago. Deja escapar un silbido.-Oh, vaya… yo creí que estabas enterado, se supone que los novios se dicen ése tipo de cosas…

-¿Decirme qué? Estoy empezando a cansarme de que me hagas la pelota, Damian…-le digo, con mi voz dura como el acero pero mi corazón resquebrajándose como una fina hoja de papel.

-Vale, vale… perdona, es sólo que creí que a éstas alturas Mello ya te habría dicho qué es tu cuidador.-dice, encogiéndose de hombros mientras mi cabeza se hace lío.

-¿Mi qué? ¿Qué es eso?-le digo, y mi corazón empieza a galopar como loco… la boca se me llena de un sabor amargo. Bilis.

-Tu cuidador, el encargado de mantenerte con vida para Reese. Todos estos años ha estado trabajando de encubierto para su agencia.-suelta de nuevo, poco consciente de que con sus palabras estaban arrasando como un torbellino con mi corazón.

Me quedo en silencio, intentando procesar sus palabra… hallarles un sentido. Y no era precisamente el que no supiera quién era Reese ni a qué agencia se refería, sino el hecho de que Mello era una especie de criador. Al cuidado de un pequeño animalito. De un perro.

No.

No.

Aquello no podía ser, yo conocía a Mello de toda mi vida. Él no me haría eso, él no es un mentiroso… yo lo conozco, ¿de qué conocía a éste hombre? La respuesta era sencilla.

-No te creo. Es mentira… estás mintiendo.-le digo, encogiéndome de hombros como si hace unos segundos un puñal no me hubiese atravesado el corazón.

-Perdona, ¿Cómo…?

-Qué no te creo, yo conozco a Mello. Te estás inventando todo esto… no eres el primero que intenta meter ideas en mí cabeza.-le repito, mi voz sin ningún atisbo de flaqueza.

-¿Ah, sí?-me dice, y veo que mis palabras no tienen el mismo efecto que las suyas en mí. Me mantengo con cara de póquer mientras sus ojos grises me estudian, satisfechos con lo que encuentran cuando una pequeña sonrisa aparece entre sus labios.-Vale, ya veo. Entonces… dices que le conoces, ¿verdad?

-No lo digo: Lo hago.-le disparo, y empiezo a sentirme de veras cabreado.

-Y si le conoces tan bien como dices, ¿cómo es que nunca te habló de mí? ¿O de Reese? ¿O por qué estaba en Wammy’s para empezar? Todos tienen un pasado, ¿por qué nunca te contó nada de esto?-me dice con tranquilidad, y siento como si sus palabras fuesen dardos que no soy capaz de esquivar.

-Él…-mi memoria vuelva a aquel día en la feria, a nuestros días en Wammy’s y mi corazón flaquea. Niego con la cabeza, renuente a enfrentarlo.-Yo confío en él. Y nada de lo que me digas me harás cambiar de opinión o mis sentimientos por él, así que en vez de seguir jugando jueguitos estúpidos… ¿Por qué no me dices dónde está? Y nos ahorramos toda ésta mierda.-me cruzo de brazos, dejando que la furia me inspire valor.

Él hace caso omiso a mi petición.

-Déjame adivinar… te dijo que su madre era Eslovena y su padre Brasileño, que vivió en Brasil hasta los cinco hasta que se quedó huérfano y anduvo vagando por las calles. Te dijo que se encontró un libro…-abre un cajón, y yo siento como lentamente la sangre escapa de mi rostro ante la verdad en cada una de sus palabras.-a lo mejor, un libro parecido a éste. No, mejor dicho: Éste mismo libro.

Deja caer entre medio de ambos una copia del Hombre de Arena. No, mejor dicho… la misma copia que Mello me había regalado, destartalada y todavía con una rosa azul entre sus páginas. El corazón empieza a dolerme adentro del pecho.

-Vamos, Matt…-dice, y doy un respingo cuando me llama por su sobrenombre.-tú no eres idiota, sabes tan bien como yo que no te miento. Sólo piénsalo un poco, ¿vale? Piensa: ¿Por qué siempre está ahí cuando tu vida peligra? ¿Por qué absolutamente nadie en Wammy’s sabe nada acerca de él? Te diré por qué: Porque su vida, su pasado y tú son una mentira. No existen, jamás existieron.

Las lágrimas empiezan a quemarme tras los párpados… tengo unas enormes ganas de cubrirme los oídos para ya no seguir escuchándole, pero muy en el fondo sus palabras lentamente empiezan a cobrar sentido, mi memoria empieza a repasar mis recuerdos desde otra perspectiva: Su ira al meterme en problemas, su renuencia a contarme acerca de su origen, su abandono… y su presuntamente. Y todo empieza a carecer de sentido, mi vida entera empieza a tambalearse ante la idea de estar fundada en un montón de mentiras.

Me pongo de pie abruptamente, tirando la silla a mis espaldas.

-No te creo. Y si eso ha sido todo, quisiera irme ahora mismo…-le digo, luchando con el nudo en mi estómago y la bilis acariciándome el paladar.

No espero a que me responda, nada más me doy media vuelta y me dirijo a grandes zancadas hacia la puerta… pero justo cuando estoy a punto de marcharme de ahí, su voz aterciopelada vuelve a irrumpir en medio de mi ira.

-Él miente, Matt… siempre miente. Nació para hacerlo, y es el mejor en ello.-me dice, dando el golpe final… retorciendo el puñal en mi corazón una última vez.

No digo nada, no puedo… porque si lo hago, entonces los sollozos saldrían a borbotones y ya no podría detenerlos. Sigo mi camino, atravesando la pista con la visión borrosa y el cuerpo temblándome con violencia, a punto de desmoronarme en medio d todas ésas personas. "No es verdad, nada de eso es verdad. Él es quién miente" me repito, entrando al ascensor e ignorando las miradas confusas que dos chicas me dirigen. Mientras el ascensor desciende, un recuerdo se desliza en mi mente, arrastrándola una década atrás…

-Flashback-

-¡Puaj! ¡Qué asco!-me quejo, escupiendo aquel líquido amargo y que me quema la garganta.-¡Eso es asqueroso! ¿Cómo puedes beberlo?-le digo al rubio a mi lado, restregándome la lengua con la camisa para borrar el sabor del licor.

Él nada más rueda los ojos.

-Eres una marica, Matt, no aguantas nada. Venga, déjame y te muestro cómo se hace, perro baboso…-me dice, quitándome la botella de ron de un zarpazo y empinándosela, dándole un buen trago.-¿Lo ves? No es gran cosa.

-Vale, pues para mí lo es… no quiero más.-le digo, empujando la botella a un lado en cuanto vuelve a ofrecérmela.

Él nada más se encoje de hombros, dando otro buen trago. Me acomodo en el pasto, recostándome sobre la hierba y mirando al cielo… la noche tiene ése bonito tono azulado que tanto me gusta y las estrellas son perfectamente visibles, brillando en lo alto del cielo. Miro a Mello, que me imita y me muerdo el labio: Adoro contemplar su perfil, ver su nariz recta y la línea de su mandíbula, y más cuando está concentrado. Me clava sus ojos azules y se me suben los colores a la cara.

-¿Qué?-me dice, enarcando una ceja.

Me vuelvo deprisa.

-¿Qué de qué?-le digo, fingiendo que no ha pasado nada.

-Me estabas mirando…

Malddigo en mi fuero interno.

-¿Y qué hay con eso?-sigo, pero sé que él no es ningún idiota.

-Qué no tengo nada en la cara para que me mires.

-¿Y qué acaso no puedo mirarte?

-Yo qué sé… eres raro, Matt.-me dice, rodando los ojos y me alegro de que haya decidido dejarlo pasar.

El silencio reina un par de segundos más, hasta que la curiosidad puede más… he querido preguntárselo desde hace mucho, pero siempre me da temor su reacción. Seguro de que iba a echar a perder el momento de quietud, me subo los pantalones y trato de componer la voz más desenfadada que puedo.

-Oye, Mello…-se vuelve a verme y al instante toda la valentía desaparece, pero ya es demasiado tarde para echarme para atrás. Me acomodo a su lado, evitando sus ojos intensos.-¿Te puedo hacer una pregunta?

-Bueno, pues ya lo estás haciendo…-me dice y de inmediato me arde la cara, seguro de que ya se ha enfadado. Mi sorpresa es mayúscula cuando al alzar la vista, me doy cuenta de que está sonriendo de manera burlona.-Ya, dime perro.

-V-Vale… e-es que y-yo m-me preguntaba…-le digo, jugando con un trozo de pasto.-¿Qué le sucedió a tus padres? ¿Cómo llegaste a Wammy’s?-le digo, de forma atropellada y esperando el coscorrón con los ojos cerrados.

Espero. Y espero. Y espero, pero nada sucede, por lo que decido abrir los ojos lentamente… y no son sus ojos iracundos los que me reciben, sino su semblante ahora teñido de tristeza. "Idiota" me reprende mi consciencia, con mi corazón estrujándose al contemplar sus ojos fijos en el horizonte y la lejanía en sus faccones, una expresión que me deja claro que pese a su corta edad, Mello ya ha vivido lo suficiente.

-No me gusta hablar de ellos…-susurra, de forma suave y pausada, algo extraño en su voz siempre firme y mandona.-No tengo buenos recuerdos de ellos. Más bien: No los recuerdo de forma clara.

Dicho eso, se puso de pie y empezó a marcharse… pero ésta vez, no me atreví a seguirlo como otras veces, con la silenciosa certeza de que lo qué fuera que se ocultaba en su pasado, no iba a revelármelo ni siquiera a mí.

Y mi corazón dolía ante su falta de confianza…

-Fin del flashback-

"Eso no quiere decir nada, Damian sólo ha querido llenarme de dudas…" me repito, dándome un pequeño golpecito contra la fría superficie de metal a mis espaldas. Tenía que creérmelo, tenía que creerle a Mello, suficiente tenía ya con haber besado a otro hombre… no podía también dejar que me quitaran la confianza que tenía en él.

Por él.

Por mí.

Por nosotros.

Tenía que creer.

"No puedo dejar que se interponga entre nosotros. No quiere decir nada. No quiere decir nada…" seguía con aquel mantra dentro de mí cabeza, pero mi corazón no dejaba de revolverse inquieto dentro de mi pecho… necesitado de las palabras reconfortantes de Mello, de su típico ‹‹No seas idiota, Matt›› seguido de unos ojos en blanco ante la estupidez de mis palabras. Lo necesitaba.

-¡Joder!-grito de agonía, desplomándome en el suelo.

"P-Pero… ¡¿Qué clase de mierda?!" pienso, llevándome los dedos a la parte posterior de mi cabeza… soltando un gemido al ver las yemas de mis dedos llenas de sangre. Me habían golpeado. Empiezo a ver a mí alrededor buscando al responsable, pero antes de incorporarme otro golpe se clava en mi espalda, arrancándome otro alarido de dolor. Y luego una mano fuerte tira de mi pelo, poniéndome un paño apestoso sobre la nariz y la boca. Está de más decir que mis intentos por liberarme son patéticos y no pasa mucho antes de que el cloroformo empiece a robarme la consciencia, sumiéndome en la tan conocida oscuridad que siempre me otorga la pérdida del conocimiento.

Aún así, alcanzo a distinguir un rostro familiar antes de ser arrojado en el asiento trasero de un coche, con el olor a cuero nuevo inundándome las fosas nasales.

-¿Por qué…?

Es todo lo que alcanzo a decir, antes de cerrar los ojos y despertarme en medio de la balacera, el recuerdo erizándome los vellos del cuerpo y acelerándome el corazón…

-Tres Meses Antes-

-¡¿Qué carajo está pasando?!-le grito a Mello, cubriéndome los oídos en un pobre intento de no perder la audición… el sonido de las balas abollando el metal era de los sonidos más terroríficos que haya escuchado en mi vida.

Él nada más me mira, negando con la cabeza… tan confundido como yo, y a la vez en su expresión hay algo escondido. Algo en la palidez de su piel, en su mandíbula fuertemente apretada, en sus finos labios sumidos en una fina línea: Hay algo que no me está diciendo, y seguramente no va a decirme si no lográbamos escapar con vida de ésta.

-¡Tenemos qué movernos! ¡Las paredes no van a aguantar mucho!-me grita, viendo como el mdetal seguía abollándose, llegando al punto en que no tardaría mucho en romperse y dejar entrar las balas.

Le miro y no me queda más remedio que asentir… la curiosidad seguía bullendo en mi interior, como un caldero rebalsando pero nada podía hacer para saciarla. Mello me coge de la mano con firmeza y empezamos a arrastrarnos en cuclillas por el pasillo. Intento no desmayarme al ver el montón de cuerpos de inocentes a mis pies, pero me es imposible: Los sesos, trozos de carne y salpicaduras de sangre están por todas partes. Las lágrimas no tardan en apuñarse tras mis párpados al caer en cuenta que, de nuevo, toda ésa muerte y destrucción no eran sino mi culpa… por estar ahí, mi sola presencia se había cobrado la vida de cientos de pasajeros inocentes, destruyendo familias y dejando a quién sabe cuántos críos huérfanos.

"No puedo llorar. No debo llorar, ahora no" pienso, inhalando varias bocanadas de aire cargadas con el olor a metal y pólvora de las balas… llenando a mi corazón de más y más culpa, vergüenza y odio hacia a mí mismo. Empiezo a dudar, a preguntarme si algún día mi vida volvería a ser normal o ahora siempre estaría huyendo… poniendo a cientos de inocentes en peligro, volviéndome una amenaza andante. Estoy tan distraído en mi propia miseria, que para cuando vengo a darme cuenta ya es demasiado tarde…

¡BUM!

¡BUM! ¡BUM! BUM!

El estruendo es tan fuerte, que Mello y yo salimos disparados varios metros hacia atrás, yendo a darnos de lleno contra una de las paredes del compartimiento. Estoy seguro de que, si de milagro no me he roto nada, a lo mejor sí se me han descoyuntado varios huesos porque mi cuerpo de inmediato es atravesado por una ola de calor ardiente, que arrastra consigo numerosos tipos de dolor y todos en diferentes niveles. Me muerdo el labio con fuerza, conteniendo el alarido que pugna por salir disparado de mi garganta.

-¡Quietos! ¡SPK! ¡No se muevan!-un rugido se abre paso como un trueno en medio del pitido de mis oídos, y solo entonces me doy cuenta de que la ametralladora se ha detenido y solo se escucha el sonido de la hélice de los helicópteros que nos rodean.

Oh, no.

Oh, mierda.

No, no. ¡No!

Mello se vuelve a verme con sus ojos duros como el acero, ignorando la mejilla reventada y el hilillo de sangre que baja por su barbilla… no siento el cuerpo, de repente es como si me hubiese quedado sin sangre en las venas. No sé qué decirle, no puedo decirle nada porque estaba tan o más confundido que él. Me mira, le miro. No sé qué espera qué haga, no sé porque sigue mirándome como si tuviera una varita mágica para detener aquello. Él nada más deja escapar un sonoro suspiro, uno de ésos suspiros cargados de decepción e impotencia, uno de ésos suspiros que me hacen sentir mal conmigo mismo aún y cuando yo no tengo culpa de nada.

-¡De pie! ¡AHORA!-sigue vociferando uno de los agentes, y sólo entonces caigo en cuenta de que si nos atrapaban… seguramente meterían a Mello preso sin andarse por las ramas.

Mi corazón empieza a palpitar con pánico, al ritmo de la nueva balacera que se desatan por sobre nuestras cabezas. Mello me estampa la cabeza contra el piso, en un intento brusco pero tomado con gratitud de protegerme. Cierro los ojos con fuerza, esperando a que vuelva a detenerse y preguntándome por qué demonios estaban disparando de nuevo si ya nos tenían… y mi respuesta llega cuando un par de manazas me cogen sin delicadeza alguna, alzándome deprisa y arrojándome detrás de un montón de espaldas anchas, en una especie de muralla humana.

-¿Qué carajos está…? ¡Romanoff!-grito, el júbilo desbordándome el pecho pero volviéndose inexistente cuando distingo una brillante melena rubia en medio de las filas de hombres… disparando, arriesgándose por .-¡Mello, no! ¡Basta, no sigas!-grito, corriendo para alejarlo del peligro pero José se atraviesa, cogiéndome por el cuello para inmovilizarme.-¡Suéltame! ¡Suéltame, José!-le grito, pataleando inútilmente para zafarme.

-¡Hijos de puta! ¡Romanoff, pásame más municiones, joder!-escucho los rugidos de Mello y me quedo quieto, retorciéndome entre los brazos de José pero sólo alcanzo a ver su melena agitándose.

"Mierda… ¡Todo esto es por mi culpa! ¡¿Por qué justo ahora?!" pienso, apretando los dientes con fuerza para contener un sollozo de impotencia… estaba harto. Harto de huir, harto del peligro, harto de ser una amenaza con patas, harto de las balaceras y la sangre. Nada de esto formaba parte de mi vida, y ciertamente jamás lo habría elegido. "Pero forma parte de la vida de Mello" el pensamiento malicioso atraviesa mi mente, dejandome un sabor amargo en el paladar cuando me doy cuenta de la triste pero cierta realidad: Aquello no era enteramente mi culpa, aquello también era una guerra casi tan antigua como el crimen mismo…

Era Mafiosos VS. Policía, y aquello nada tenía que ver conmigo.

Otro estruendo me eriza todos los vellos del cuerpo, uno muchísimo más fuerte que el anterior si es que eso es posible… y el infierno se desata en medio de aquel pequeño compartimiento. El sonido de un disparo rasga el aire y tira el cuerpo inerte de José sobre mí, dejándome inmovilizado bajo su peso mientras un ventarrón me revuelve el pelo, las mesas del comedor, las copas, hace estallar las botellas de licor del bar y envía a cientos de cristales volando por todas partes en lo que parece ser un tornado en plena destrucción en medio de aquel lugar. Internamente, agradezco el tener a José encima porque de lo contrario ya hubiese salido disparado por los aires.

-¡No, suéltame! ¡Mello! ¡Mello, ayúdame!-empiezo a chillar, cuando del cielo un tipo uniformado me coge entre sus brazos y empieza a arrastrarme por los aires con él.-¡Mello, me llevan!

-¡Matt! ¡Suéltalo, hijo de puta!-ruge, su rostro deforme en una mueca de ira mientras dispara sin medir las consecuencias… teniendo el cuidado de no rozarme con las balas.-¡MATT!-grita, pero ya no es más que una pequeña figura por debajo de nosotros.

Maldigo, araño el aire, pataleo, me revuelvo… incluso intento morder, pero todo intento es en vano: Aquel tipo es más grande y fuerte que yo, y no tenía ninguna intención de soltarme. Así que no me queda más que echarme a llorar de frustración y seguir desgarrándome la garganta mientras sigo vociferando el nombre de Mello, como si fuese a aparecerse mágicamente para salvar mi patético culo una vez más.

-¡Ya basta, Matt! ¡Joder!-ruge una voz potente para familiar, y solo entonces dejo de portarme como una cría patética.-¡Soy yo, ¿ves?!-me dice Gevanni, sacándose aquella careta y viéndome fijamente con sus ojos color hielo.

-G… Ge… ¡¿Gevanni?! ¡¿Qué haces aquí?! ¡¿Qué carajo está pasando?!-le digo, empujándolo a un lado cuando siento que mis pies tocan la superficie del techo del tren.

-¡Vinimos a buscarte, claro está! ¡Hemos estado buscándote como locos!-me dice, echando los ojos en blanco como si no fuese obvio.-Joder, no entiendo porque te portas como si fuéramos los malos…-arroja la careta a un lado.

Sacudo la cabeza, tratando de sacarme el shock de encima antes de empezar a hablar otra vez.

-¡Es qué lo son! ¡Ustedes son los malos!-le grito, dejándome llevar por la ira. Él nada más me mira como si me hubiese crecido una segunda cabeza.-Gevanni, ¡les dispararon a mis amigos! ¡Mataron a un montón de gente inocente!

-Vale, ahora sí que estoy seguro de que te han drogado o algo… ése tren no está lleno de otra cosa que no sean mafiosos. ¡Mafiosos, Matt! ¡Tú odias a los mafiosos!-me dice, cogiéndome por los hombros y zamarreándome un poco.

Me saco su agarre de encima, sintiendo unas repentinas ansías de pegar.

-¡No estás entendiendo nada! ¡Son mis amigos! ¡Ellos no son los malos, han estado poniéndose en peligro por protegerme todo éste tiempo!-le digo, con mi voz quebrándose y sólo entonces me doy cuenta de que estoy sollozando.

Me mira fijamente, ahora sí escuchándome y con una mueca de confusión zurcándole el rostro… una mueca que se deforma en una mueca de agonía cuando una bala va a clavársele justo en el muslo izquierdo. Mi grito se une al suyo, y me quedo de una pieza cuando veo quién ha sido el que ha disparado. Mi corazón se vuelve una bolita apretada dentro de mi pecho.

-¡Mello, no! ¡No le dispares! ¡No dispares!-chillo, corriendo hacia donde se encuentra y tratando de arrancarle el arma de las manos cuando le doy alcance.-¡No dispares más, por favor!

-Matt, ¡¿qué carajos te pasa?! ¡Ése tipo…!

-¡Es Gevanni!-le grito, como si eso significara algo… cuando sigue forcejeando, sé que debo explicarme mejor.-¡Es Gevanni, el marido de Near!

Se queda quieto, sus ojos azules abriéndose con sorpresa y dirigiéndose hacia el hombre que yace sobre la fría superficie de metal, sujetándose el muslo en un vano intento de detener el chorro de sangre que le escurre entre los dedos… tenía que conseguirle ayuda o iba a desangrarse frente a mis ojos, y eso jamás podría permitirlo. Por Near, por Ramona… no iba a poder vivir conmigo mismo si una pequeña recién nacida se quedaba sin padre por mi culpa. El movimiento brusco de Mello me trae de vuelta a la realidad.

-Escucha, tengo que sacarte de aquí, no estás seguro…-me dice, y tan pronto como lo dice me coge de la mano e intenta echarse a correr, pero me suelto abruptamente.-¿Y ahora qué estás…?

-No podemos dejarlo, tenemos que ayudarlo…-le digo, y él nada más frunce el ceño.-Por favor, Mello, no podemos dejarlo… tiene una hija.-le digo, y mi voz vuelve a quebrarse al recordar el rostro de la pequeña Ramona en su cunita.

Echa la cabeza hacia atrás, llevándose las manos a las sienes… y sonrío, porque sé que va a decir que sí. Y de cualquier forma, aunque hubiese dicho que no jamás hubiese dejado a Gevanni por su cuenta. Deja escapar una maldición y me mira de nuevo, con ésa expresión exasperada que tanta gracia me hace.

-¡Ya está, vale! Joder, en las mierdas que me metes…-niega con la cabeza, como si no comprendiera como soy.-Pero que quede claro, si tengo que elegir entre él o tú, no dudará en dejarlo tirado. Y me importa una mierda lo que la pelusa… ¡Hostia puta!-ruge, y de inmediato se lleva una mano al cuello. Una descarga eléctrica me tra de vuelta a la vida.

-¡Mello! Mierda, ¿estás bien? ¿Qué te pasó?-le digo, examinándolo por todas partes y viendo a mí alrededor para ver de dónde había provenido el disparo… sólo que aquello no era un disparo, porque Mello no esta nisiquiera sangrando.-¿Qué carajo fue eso?

-No lo sé, pero deberíamos movernos de un lugar tan visible o sino…

Vuelve a ser interrumpido, ésta vez por el sonido estridente de las chantas del tren haciendo fricción contra las vías… seguido del tren poniéndose en marcha, haciéndonos perder el equilibrio a ambos e ir a parar con un golpazo a la dura superficie de metal del techo. Mello me coge con fuerza de la muñeca, clavándome sus dedos en la carne con tal de que no salga disparado hacia las vías y me haga puré de Matt. Le grito algo, aunque no distingo bien el qué porque soy interrumpido por el alarido de Gevanni que también hace malabares para sujetarse y no salir volando.

-¡Ve a ayudarle, estaré bien!-le grito a Mello, tratando de sonar convincente a medida que el tren coge más y más velocidad como si tuviese vida propia.-¡Ve!

Él me mira fijamente y con un asentimiento, consigue ponerse de pie y empezar a encaminarse hacia donde está Gevanni, que está a punto de soltarse de no ser porque Mello le ha cogido del cuello del traje por poco. Sonrío, aliviado de ver que ambos estaban bien… una alegría que no dura, en cuanto Gevanni intenta rebanarle la garganta a Mello con un cuchillo. Chillo, incrédulo ante la escena porque no tenía sentido que Gevanni intentara atacar a Mello cuando éste último sólo intentaba salvarle la vida.

-¡¿Qué mierda te pasa, imbécil?! ¡Sólo intento salvarte la puta vida!-le grita Mello, cayendo de sentón al suelo… pero Gevanni está lejos de detenerse.

Sin saber bien cómo, Gevanni consigo erguirse sobre el tren en movimiento y empieza a dirigirse hacia donde está Mello con un solo objetivo: Atacarle. El shock es sustituido por pánico y el pánico por ira, ¡¿Qué mierda se creía que estaba haciendo?! ¿Acaso no estaba herido? ¡Aquello no tenía sentido!

-¡Gevanni, ya para! ¡Detente, ¿acaso te has vuelto loco?!-le grito, aferrándome con fuerza de donde puedo para poder pararme, pero, ¿cómo no? Mi torpeza brilla en los peores momentos posibles.-¡Mierda!-gruño, cuando se me hace imposible siquiera moverme de mi posición.

Mello se pone de pie y detiene el brazo de Gevanni en seco, arrancándole la cuchilla de la mano y arrojándola a un lado… sin efecto alguno, porque Gevanni al parecer estaba armado hasta los dientes y ahora saca una glock, apuntándole a Mello que intenta volver a emplear la misma táctica, sólo que esta vez sin éxito: Gevanni le golpea el rostro con el mango de la pistola, haciéndole perder el equilibrio en el peor momento posible, justo cuando el tren gira de forma aguda sobre una curva.

-¡Mello! ¡Joder, Mello!-chillo, viendo como sale rebotando y se aferra por un pelo al borde del techo, con la mitad del cuerpo colgando sobre la nada… mi corazón se retuerce con pánico y lucho con más fuerza por ponerme de pie.-¡No te sueltes, Mello, ya voy!

"Venga… ¡Venga!" me presiono, sintiendo el sudor escurrime por la frente y la espalda mientras pataleo en el aire, tratando de ganar el impulso suficiente para subir las piernas al techo y ayudar a Mello. Cosa que no es necesaria, porque obvio Mello es el puto amo y tomando impulso de la manera más flipante posible consigue subirse nuevamente al techo y recuperar el equilibrio, justo a tiempo de esquivar otro puñetazo de Gevanni y devolverle el golpe con más fuerza, volteándole la cara a un lado y haciéndole soltar la pistola que se desliza hasta quedar a pocos centímetros de mí.

Lo siguiente que ocurre, es que ambos se enredan en una pelea tan brava que el sonido de los golpes, cartílagos rompiéndose e insultos es todo lo que se escucha por encima del sonido arrasador del viento. Y sé en ése momento que ése no es Gevanni, él jamás ha sido una persona hasta ése extremo de violencia… es como si estuviese poseído por algo, por una fuerza que lo controla para que peleé a muerte contra a Mello y no podía darme el lujo de perder a ninguno de los dos, ni Ramona tampoco. No podía permitirlo, tenía que separarles o acabarían matándose entre ambos, o peor, matando a uno y dejando vivo al otro y… y no podía elegir. No podría vivir sin Mello, pero tampoco podría cargar con la muerte de Gevanni.

Cuando Gevanni coge a Mello por el cuello, en una especie de llave que le deja inmóvil, sé que las cosas se han puesto de verdad horribles… y tengo que tomar una decisión. Y mejor que fuera rápido, porque se paso también el tren se dirigía a toda hostia hacia un túnel y no era muy buena idea estar parado sobre el techo cuando eso ocurriera.

-¡MATT!-ruge Mello, erizándome los vellos del cuerpo entero porque en su tono… su tono demanda urgencia y está lleno de desesperación. Se me contraen los músculos.-¡Matt, dispárale! ¡Dispárale ahora mismo!-grita, y siento como si me hubiese echado una balde de agua fría.

"No puedo… ¡Joder, no puedo!" pienso, cogiendo la pistola con manos temblorosas y estremeciéndome al sentir el peso que hace en mi palma porque está cargada. La bilis empieza a llenarme el paladar, y sé que el tiempo se me escurre como arena entre los dedos y yo seguía sin procesar lo que estaba ocurriendo.

-¡¿Qué esperas?! ¡Dispárale! ¡Es él o yo!-me grita, y una mirada a la expresión vacía de Gevanni es suficiente para saber que está en lo cierto: Gevanni ni siquiera es consciente de que puede morir.

Las lágrimas empiezan a nublarme la vista… ahí estaba: El hombre que amaba, luchando por su vida y pidiéndome, por una vez, que fuera yo el héroe. Sólo que si hacía lo que me pedía no sería un héroe, sino un asesino que dejó sin un padre a una pequeña recién nacida. ¿Es qué la vida nunca dejaría de ser una hija de puta conmigo? De todas las putadas que podían haberme ocurrido, justamente tenía que ponerme elegir. A mí, Mail Jeevas, el ser con el peor gusto para hacer elecciones serias. Los gritos cada vez más desesperados de Mello me sacan un respingo, obligándome a contemplar su rostro que poco a poco se tornaba azulado. Tiempo, se me estaba acabando el jodido tiempo.

-Vale… v-vale…-susurro, quitándole el seguro a la glock con manos temblorosas y apuntándole justo enfrente de mí cara… tan sólo tenía que tirar del gatillo y todo habría acabado.

¡Dispárale!

¡Dispara de una jodida vez!

Y es entonces que lo miro por primera vez, de pie como una figura fantasmal detrás de los cuerpos revoltosos de Mello y Gevanni: La figura enfundada en negro de un hombre esbelto y elegante, que no flaquea ni siquiera cuando el tren se mueve de forma violenta. Pareciera que está pegado al techo, porque mantiene el equilibrio de una manera que es más bien inhumana. Me está mirando, puedo sentir la forma en que sus ojos me devoran y atraviesan, como si fuese una presa a punto de ser cazada. Un escalofrío me recorre la espalda, indicándome que quién sea qué fuera aquel hombre… no era bueno. Ni malo. Más bien, iba más allá de eso: Peligroso.

Observo como lentamente se saca la capucha que sume su rostro en las sombras y varios halos azulinos se mecen con suavidad, rasgando de forma vivaz el azul pálido del cielo. No escucho más los gritos frenéticos de Mello, todo lo que escucho es el sonido acompasado de su respiración dentro de mí cabeza… como si estuviese parado ahí, junto a mí respirándome sobre la nuca. Veo como lentamente se saca algo del bolsillo y lo alza a la altura de su rostro, permitiéndome contemplarlo por breves segundos antes de que mis ojos capten finalmente lo qué es.

-¡NO!-chillo, pero es demasiado tarde…

Ya ha presionado el detonador.

Siento la ola de calor que la explosión envía recorriéndome la espalda, seguida del sonido chirriante y lacerante que hace el metal cuando cede ante las vibraciones violentas y finalmente se parte con todo y vías, justo cuando pasamos encima de un acantilado con quién sabe qué esperándonos abajo… no me queda tiempo más que para cerrar los ojos con fuerza y gritar el nombre de Mello con todas mis fuerzas, quizá por última vez antes de dirigirme a una muerte segura.

Es como si todo ocurrise en cámara lenta: Mis pies perdiendo el equilibrio, la glock volando de mi mano, el tren y las vías desmoronándose lentamente mientras mi cuerpo se precipita hacia abajo y por último… los ojos bien abiertos de Mello, que me miran fijamente incluso en medio del desastre. Y sólo hay una cosa bien clara en ellos: Voy a salvarte. Pero no estaba muy seguro de eso, esta vez el daño, la destrucción, la muerte… estaban demasiado cerca como para que incluso él pudiese evitarlo. Él no era Dios, sólo un milagro podría librarnos de esta y, aún así, el precio a pagar luego era muy alto: Cargar con la culpa, porque lo sabía muy bien el fondo de mí ser, aquello había sido mi culpa. Por no decidir más deprisa, por no tirar del gatillo, por no poder elegir a Mello sobre todo y ante todos tal y como él había hecho muchas veces conmigo.

-¡Te tengo!-grita Mello, cogiéndome con fuerza de la mano antes de que me haga pedazos al fondo de aquel acantilado.-Te tengo, Matt… ¡No vayas a soltarte!-me dice, mirándome con el alivio deslizándose por sus pupilas color zafiro.

Y todo vuelve a correr con velocidad: El metal del tren todavía retorciéndose mientras se desliza hacia abajo, restos de metal, valijas y demás porquería volan a mí alrededor. Tengo que apartarme del camino cuando una valija casi se pasa llevando mi cabeza, y por fin caigo en cuenta: Sigo vivo. Seguimos vivos. Mello había sido capaz de hacer lo imposible posible, una vez más. Cierro los ojos, respirando aliviado al sentir su mano firme ciñéndose con fuerza a la mía. Y reviento a reír y a llorar al mismo tiempo, pese a que no estaba a salvo aún y el tren seguía deslizándose hacia abajo y podíamos morir… estaba feliz de que Mello estuviera bien. Y él se une a mis graznidos, se ríe de forma nerviosa y varonil, enviando cosquilleos a través de mi piel.

-¡Maldita sea!-nos interrumpe una voz, dejándonos helados ahí mismo… al parecer no eramos los únicos sobrevivientes. Nuestro atacante también pendía de un hilo.

Mello vuelve la cabeza siguiendo la dirección de mi mirada, encontrándose con Gevanni aferrándose a duras penas a un trozo de metal que sobresalía del tren destrozado… era obvio que no iba a resistir por mucho tiempo, ni él ni el trozo de metal que cada vez se doblaba más y más hacia abajo. Así como también era evidente que Gevanni había vuelto a sus cabales y ya no estaba bajo el control de sepa Dios qué cosa. Mello se vuelve a verme, y cuando lo hace frunce el ceño al ver la súplica tácita en mi mirada.

-No, olvídalo. Ya nada podemos hacer por él, primero tengo que ponerte a salvo a ti. Te lo dije, Matt.-me dice de forma dura, como si yo fuera un pequeño crío que quiere demasiadas golosinas.

Y quizá estaba haciendo egoísta, pero a mi mente seguían viniendo los rostros de Near y Ramona compungidos en una mueca de dolor infinito si les llegaban con la noticia de que Gevanni estaba muerto y yo vivo, e que tuve la oportunidad de salvar a su marido y al padre de su hija y no lo hice por salvar mi propio pellejo. No, no podía siquiera imaginarlo, me causaba demasiado dolor.

-Por favor, Mello… por favor. Por su hija.-le susurro, con las lágrimas corriéndome ardientes por las mejillas sucias.

Está a punto de mandarme al diablo, cuando su rostro se deforma en una mueca de dolor y acaba por soltarse de donde se sostenía con tanto empeño… y sólo entonces soy consciente, sólo entonces me doy cuenta de qué es exactamente lo que ocurrió cuando le dispararon sin hacerle daño realmente: Le habían instalado un chip que envía descargas al sistema nervioso central. Yo mismo los había creado, eran una de las mejores armas que tenían las agencias de todo el mundo en combates cuerpo a cuerpo. La culpa muerde con fuerza, pero no puedo hacerle demasiado caso porque tengo que aferrarme a algo, lo que sea y también asegurarme de sujetar a Mello. Pero no hace falta, pese al dolor que debe de estar sintiendo, consigo aferrarse a mis tobillos y yo consigo aferrarme a un trozo de suelo destartalado. Afortunadamente, parece aguantar con el peso de ambos.

-¡Joder!-grito, temblando de manera violenta mientras la sangre lentamente abandona mis brazos.-¡¿Estás bien?!-le grito, consciente de que ésas descargas dolían a niveles indescriptibles.

-S-Sí…-consigue mascullar a duras penas, y sé que aún no se ha recobrado del todo.-¿Qué ha sido eso…?

La culpa me sobrepasa, no puedo más con ella.

-¡Lo siento! ¡Mello, lo siento!-le digo, con las lágrimas nuevamente abriéndose paso por mi rostro.-¡Joder, cómo lo siento! ¡Toda ésta mierda es mi culpa!

Silencio… no sé si es porque no me ha escuchado o simplemente no ha procesado lo qué ha pasado, lo que acabo de decirle.

-¿De qué estás hablando?-me dice, todavía a susurros. Un sollozo se abre paso por mi garganta, estrangulándola.-Matt, ¿por qué te disculpas conmigo?

-Porque… yo fui quién creo ésa cosa que te ha hecho daño. Es un chip, envía descargas eléctricas al sistema nervioso. Por favor, perdóname… perdóname, Mello.-le digo, sollozando con más fuerza mientras dejo caer el rostro con vergüenza.

-Tú no lo pusiste ahí, no es culpa tuya…-me dice con suavidad, y sé que poco a poco empieza a perder la consciencia y recuerdo que el chip no sólo envía descargas eléctricas.

-Mello… ¡Mello, ¿me oyes?!-le digo, el dolor siendo sustituido por histeria. Me revuelvo, intentando verle por sobre el hombro y sólo alcanzo a ver su rostro colgando.-¡Mello, no te sueltes! ¡Mierda, no vayas a soltarte, ¿vale?!-chillo, pero la presión en torno a mis tobillos empieza a menguar.-¡Mello, no, joder! ¡No te sueltes!

La presión desaparece.

¡NO!

¡NO! ¡NO! ¡NO!

No escucho mi chillido, no escucho nada por sobre el sonido de mi corazón rompiéndose… le había fallado, la única vez en que en verdad necesitó que le salvara y yo le había fallado. Estiro la mano con los dedos bien abiertos, como si así fuese a evitar que siguiera cayendo hacia la nada, como si así fuese a evitar que se dirigiera hacia su muerte. Pero mi mano no se queda colgando en vano, una mucho más grande y con los nudillos abiertos se aferra a ella pero es en vano: Mi mano se suelta, deja de aferrarse porque ya no hay sentido. Y ambos caemos, todos caemos. Sigo a Mello, porque soy su perro… soy leal, y le prometí que le siguiría incluso hasta la muerte si era preciso y eso es justo lo que estoy haciendo.

Lástima que eso no estaba en los planes de Near, porque justo en ése instante algo parecido a una garra se aferra a mi torso y evita mi caída y la de Gevanni y empieza a alejarnos… lejos de Mello, lejos de las llamas que consumen su cuerpo en el mismo instante en que una segundo bomba hace explosión… arrancándomelo para siempre, sellando así el fin de su vida y de la posibilidad de lo imposible.

Su nombre es lo último que me escucho decir antes de que todo se ponga negro, como el vacío que se instala en el centro de mi pecho…

[…]

-Sigues temblando mucho, ¿quieres otra manta?-me dice Light, frotándome los brazos para conseguir traspasarme un poco de calor.

No digo… no puedo. No tengo fuerzas para hablar, ni siquiera sé cómo rayos es que sigo respirando. Todo lo que puedo hacer, es mirar fijamente la tablet que Near previamente me ha entregado, donde aparecen las fotos y nombres de todos los hombres de Mello… incluido el rubio. Ni tampoco puedo despegar la vista del marco rojo alrededor de su foto y las letras [ELIMINADO] que aparecen sobre su rostro dulce y aniñado, en una de las pocas fotos que se había dejado tomar para el anuario cuando estábamos en Wammy’s. Un sollozo trepa por mi garganta, sin embargo se queda atrapado entre mis labios y nada más son las lágrimas las que me traicionan. Light da un suspiro a mí lado, sin saber realmente qué decir.

-Iré a traerte otra manta, ahora vuelvo…-dice suavemente, probablemente esperando que no me dé cuenta de que una lágrima se le ha escapado antes de levantarse.

Pero me he dado cuenta.

Así como también me doy cuenta de que Near no ha dejado de mirarme fijamente, mientras acaricia con cariño el cabello negro azabache de su esposo inconsciente sobre su regazo. Sigo mirando la tablet, esperando todavía a que ésas letras y ése marco rojo desaparezcan…

Pero nada ocurre.

-Pudiste haberlo salvado…-dice finalmente, rompiendo la quietud del momento. Alzo la vista, viendo el leve estremecimiento que recorre su cuerpo cuando ve mi expresión vacía.-Pudiste haber salvado a Mello, y aún así… decidiste salvar a Gevanni antes. No soy muy bueno con las emociones, pero… Gracias, Matt. Si no lo hubieses hecho, ahora estaría muerto.-dice eso último con la voz rota y lágrimas corriéndole por las mejillas.

Sé que debería decirle que mi intención nunca fue salvar a su esposo, que todo lo que quería era ir y morir ahí con Mello y fue pura casualidad que Gevanni se sujetara de mí y él apareciera en un helicóptero a tiempo… pero algo me dice, que ésa es una de ésas cosas que es mejor callarse para uno mismo. Y eso es justamente lo qué hago.

-Era lo correcto… Ramona necesita a un padre más de lo que yo puedo necesitar a Mello. Fue lo correcto.-le digo, encogiéndome de hombros pero con el pecho ardiéndome en carne viva.

Sí, fue lo correcto moralmente.

Pero en el fondo de mi corazón, sabía que lo correcto era haber cumplido mi promesa.

Una promesa que ahora se había grabado con fuego en mi alma destrozada.

Lo siento…

Nunca antes había odiado tanto dos palabras.

-Presente-

Estoy consciente, puedo sentir las vibraciones que el potente motor envía debajo del asiento. Aún así… no quiero abrir los ojos, estoy muy cómodo ahí pese al dolor excruciante: Al menos tenía la certeza de que Mello estaba vivo, sujetándome de la mano y permitiéndome contemplar sus preciosos ojos azules. Eso, y la seguridad casi absoluta de que en cuanto abriera los ojos, iba a encontrarme con un panorama nada agradable y no tenía fuerzas para enfrentarme a ello. Al menos no todavía.

Maldición…

-¿He sido secuestrado o… o simplemente esto es un paseo a la fuerza?-consigo mascullar, todavía con los restos de cloroformo nublándome la consciencia.

Risas, es todo lo que recibo como contestación.

"Vale, luego de darme una paliza lo menos que podrían hacer es decirme a dónde van a llevarme… pero, son mafiosos. Y al parecer he vuelto a ser la damisela en peligro" pienso con fastidio, preguntándome si éste ciclo de ser apaleado, seguido de llevado a una locación desconocida, seguido de conocer tipos jodidamente guapos que quieren follarme o matarme iba a llegar a su fin. Era estresante y agotador, sobretodo porque nunca tenía ni idea de qué clase de chiflado iba a aparecerse detrás de la siguiente esquina.

Intento abrir los ojos, no tiene caso seguir posponiéndolo: Tarde o temprano tendría que enterarme, y era mejor estar mentalmente preparado y con la consciencia bien despejada. Suelto un iltimo bostezo, revolviéndome entre el asiento de cuero para finalmente incorporarme entre parpadeos borrosos y el familiar dolor punzante luego de haber sido golpeado sepa Dios con qué en la cabeza. Por millonésima vez, a este ritmo iba a acabar desarrollando algún tipo de cáncer después de tantos magullones. Suerte que era un cabezota, creo que eso ayudaba un poco.

-No creo que estés respetando el límite de velocidad permitido…-comento, mi voz fresca como lechuga luego de ver un cártel a un lado de la carretera.-¿Serías tan amabe de decirme a dónde me llevas ahora, lunático número dos?-digo, volviéndome a ver con irritación el semblante del tipo al volante.

Me parecía familiar, seguramente alguno de los mafiosos o agentes con los que me he topado antes… la verdad, quién sea no tiene demasiada relevancia. Como una vez me dijeron en clase de matemáticas: El orden de los factores no altera el producto. Me quedo observando a detalle su semblante, perdiéndome en lo poco que mis ojos logran captar debido a la oscuridad de la noche: Unos ojos grandes y expresivos, cargados de un montón de delineador negro regado de forma desordenada por todos lados. Mis ojos se abren con desmesura… si antes me había parecido familiar, el tatuaje del logotipo de Batman al lado posterior de la nuca lo delata al instante.

-¡¿Duncan?! ¿Tú también estás metido en esto…?-le digo, reclinándome hacia delante para encararlo de lleno hasta que un par de manazas me arrojan devuelta contra el asiento.-¿Qué demonios…? ¡¿Y ustedes cuánto rato llevan ahí?!

Miro mejor a los "desconocidos" a ambos lados de mí persona y caigo en cuenta de que también les conozco: Trabajé con ellos, no hace mucho estábamos ellos, Linda, Matsuda y yo todos apretujados en una ratonera en Los Ángeles.

Aiber y Weddy.

Ahora sí que empezaba a cabrearme de veras.

-¡Oh, joder! ¡Tienen qué estar de coña!-digo, cruzándome de brazos como un crío enfurruñado.-Díganme, ¿hay alguien que no tenga una doble identidad? Ya ni siquiera estoy seguro de que mi gato no sea un mafioso o espía o la mierda qué ustedes sean…

-Venga jefe, no te enojes…-me dice Duncan de forma relajada, como si no estuviese secuestrándome y fuésemos viejos colegas.-Pero, ¿en verdad creíste que todo ésa noche había sido pura coincidencia? No puedes ser tan inocente.-se ríe, sacudiendo la cabeza como si aquello tuviese gracia.

-Vete a la mierda.-le gruño, y los tres estallan a reírse de nuevo, aumentando mi cólera.-Vale, vale. Me la han jugado, ji-ji.-ruedo los ojos, esforzándome al máximo para que vea lo exaasperado que estoy.-¿Al menos puedo saber a dónde vamos? ¿O a dónde mierda me llevas?

-Lo siento, jefe, pero eso es información confidencial.-me dice, guiñándome un ojo por el retrovisor… le saco el dedo anular, a falta de poder darle un buen sopapo en ése mismo instante. Él vuelve a reír, cabreándome todavía más si cabe.-Lo que sí puedo decirte, es que cien millones de dólares tentarían a cualquiera. Lo siento, pero no puedo pasarme toda la vida trabajando en una compañía de juegos de vídeo.

Vuelvo a resoplar, mirando como varios coches pasan como borrones a ambos lados mientras nos acercamos a la ciudad… Ni siquiera me mosqueo cuando empiezo a escuchar los gritos de las personas que se apartan despavoridas cuando Duncan casi se las pasa llevando, estoy demasiado furioso como para que me importe. "Jodido dinero, debí haberlo sabido…" pienso, recordando la jugosa recompensa que varios mafiosos alrededor del mundo le habían prometido al que les llevara mi cabeza. Estaba seguro de con quién quiera que fuesen a llevarme, no iba a recibirme tan cálidamente como Damian. Tendría suerte si me daban una muerte rápida en vez de mantenerme con vida y torturarme para ver qué podían sacarme. La furia me hace tomar una nueva resolución.

-A la mierda…-es todo lo que digo antes de lanzarme hacia la puerta y abrirla de un tirón, tomando a Weddy desprevenida mientras sale disparada hacia la calle… intento no hacerme demasiado lío cuando un coche la hace puré bajo las llantas.

-¡Imbécil! ¡Aiber, haz algo!-ruge Damian, llevándose un carrito de frutas y verduras para evitar estrellarse con otro coche.

"No pienso ser más la víctima, qué les den por culo…" pienso, volteándome con la suficiente rapidez para esquivar el puño de Aiber que nada más rasga el aire. Aprovecho su desliz para encajarle un patada en el estómago, hundiendo mi pie lo más que puedo en la carne suave… el rugido que suelta me hace sonreír ante mi éxito: A lo mejor y el haber visto a Mello haciendo movimientos de ninja no había sido en vano y algo se me había pegado.

-¡Hijo de puta! ¡Ya tuve suficiente de ti!-me dice, y su rostro me deja claro que he cometido un grave error.

Grave, gravísimo error.

Me coge del pelo casi arrancándomelo cuando lo hace y me deja ir un buen zape justo en la nariz… incluso, puedo escuchar los cartílagos rompiéndose. "Oh, mierda…" pienso, cerrando los ojos ante el dolor voraz que se desata en medio de mi rostro pero no tengo tiempo para lamentarme por una nariz rota: Tengo mayores problemas, uno de ellos un hombre de 80 kilos que está furioso y no va a dudar en arrojarme por la calle si seguía haciéndome el chistoso. Trato de aferrarme a lo que puedo para no perder el equilibrio y correr la misma suerte que Weddy, pero Aiber es más rápido y se me viene encima, empujándome al suelo del coche con un golpe sordo y dejando mi cabeza de fuera. Lanzo un chillido cuando veo la llanta del lamborghini de Duncan a escasos centímetros de mi cara. Juro que incluso llego a recordar la vez que me tiré un gas en medio de la clase de Lengua y le eché la culpa a Peter Lankton.

-¡No lo mates, gilipollas! ¡Tiene qué estar con vida o no nos van a dar la pasta!-ruge Duncan por encima de la cabeza de Aiber, y agradezco intensamente que ahora mi vida valga cien millones de dólares.

Claro, eso es lo que Duncan piensa: Qué mi vida tiene valor. Pero no Aiber, una mirada a sus ojos y sé que ésa patada a su estómago va a costarme la vida, no sin que antes se haya desquitado lo suficiente. "Piensa, ¡joder, piensa!" ruge mi consciencia, lanzando alarmas hacia todo mi cuerpo y bombeando la adrenalina suficiente para que recuerde que Aiber es hombre, y hay una parte es específico que puede dejar fuera de combate a cualquier hombre. Incluso a uno tan grande y fornido como él.

Sin darle muchas vueltas, le escupo a la cara y aprovechándome de su distracción, le cojo por las pelotas… ¡Madre mía que ése hombre tiene bolas de acero! "¡Concéntrate, imbécil!" ruge mi consciencia, e ignorando el ardor doloroso que me atraviesa toda mi cara, aprieto lo más fuerte que puedo… como si estuviese exprimiendo un par de mandarinas. La reacción de Aiber es inmediata: Rugir con todas sus fuerzas una palabrota, seguido de erguirse sobre sí mismo y sujetarse sus partes nobles en agonía. Vale, quizá y he aplicado más fuerza de la necesaria, pero en ésta situación es él o yo. Sacudo la cabeza y consciente de que debo moverme deprisa, abro la puerta viendo los rostros de las personas aterradas pasar volando a un costado. Aiber alza la cabeza deprisa cuando siente la brisa y me clava sus ojos azules, con la súplica en ellos…

-Lo siento…-le digo, no porque vaya a matarlo, sino porque tengo que empujarlo de todos modos: Si se recuperaba, era seguro que iba a volver a atacarme.

Miro hacia la calle, calculando la fuerza que tengo que emplear para empujarlo y que no sea aplastado por los demás coches. "Vale, se romperá un par de huesos al caer, pero… es lo mejor que puedo hacer por ahora" pienso, retrocediendo un poco para coger impulso y tomando una enorme bocanada de aire, estiro ambas piernas rogando al cielo para que mi patada sea lo suficientemente potente para enviarlo hasta la acera. Cuando veo como un montón de mesas de un Starbucks salen volando por todas partes ante el impacto, sé que no me ha salido tan mal. "Vale, van dos… falta uno" pienso, alzando la vista a Duncan que sigue ocupado tratando de esquivar peatones y coches como para notar que su compinche ha salido volando por la puerta.

-¡¿Pero qué haces, imbécil?! ¡Quita de encima!-ruge, cuando me lanzo sobre él y tiro del volante, tratando de que detenga el coche para poder correr y acabar con aquella noche de pesadilla.-¡Qué te quites!-vuelve a gritar, dándome un codazo en la barbilla.

-¡Joder! ¡Eso duele!-chillo, retrocediendo ante el impacto… cuando escupo a un lado y veo el tono carmesí, sé que me ha reventado los labios.-¡Detén el coche! ¡Para!-le grito, arrojándomele encima de nuevo e ignorando el sabor metálico inundándome el paladar.

Ambos forcejeamos por tomar el volante, haciendo que el coche se mueva de manera errática por la calle, metiéndose a zonas prohibidas llenas de peatones que chillan con horror al ver las brillantes luces del coche precipitarse hacia ellos. Desvío la vista cuando una pobre anciana no logra apartarse a tiempo y su cuerpo se estrella contra al parabrisas, agrietándolo y dejándole impregnada una mancha de sangre. Pero no puedo pensar en ella por mucho tiempo, porque empiezan a escucharse disparos en el techo del coche… y sé que la poli al fin ha hecho aparición. Sólo era cuestión de tiempo para que lo hicieran, con mucha más razón si hay un lunático derrapando por la calle y atropellando ancianas.

-¡Alto! ¡Detenga el coche o abriremos fuego!-suena la voz de un agente a través de los parlantes, y cuando a través de las ventanas se filtra una brillante luz, sé que estamos en un lío gordo.

-¡Para de una vez, joder! ¡Ésos helicópteros tienen ametralladoras y…! ¡Mierda!-chillo, cubriéndome el rostro cuando un disparo revienta el cristal del parabrisas.-¡Sólo detén el maldito coche!-le grito, todavía sin alzar la vista debido al pánico.

-¡Todo esto es tu culpa! ¡Idiota de mierda!-ruge Duncan, y pese a estar en medio de una persecución y una balacera, encuentra tiempo para descargar su frustración soltándome unos buenos coscorrones en la cabeza.-¡Eres un imbécil! ¡Imbécil, imbécil, imbécil!-grita, y puedo ver el pánico en su voz… el arrepentimiento de haberse metido en esto cuando en realidad no era criminal.

-¡Ya deja de golpearme! ¡Si te entregas ahora quizá no…!

-¡Cállate! ¡Cierra la maldita boca!-me interrumpe, cogiéndome del cuello y arrojándome a un lado, al asiento del copiloto.-¡No pienso entregarme para podrirme en la cárcel, ¿me oyes?!-chilla, con voz rota y sólo entonces me doy cuenta de que ha empezado a llorar.

Sacudo la cabeza, consciente de que está vulnerable… y a lo mejor podía aprovechar el momento para intentar razonar con él.

-Duncan, escúchame…-le digo, despacio y dando un respingo cuando vuelven a escucharse disparos sobre el techo. Pese a ello, Duncan me clava sus enormes ojos lagrimosos.-Escúchame, tú no eres un delincuente… si te entregas ahora, puedo ayudarte, puedo decirles que ambos éramos rehenes de Aiber y Weddy y te forzaron a hacer esto. Pero si no lo haces, nos van a matar a disparos, por favor detén el coche y para con ésta locura…-me clava los ojos, llenos de duda y terror y sé que mis palabras han surtido efecto.-Por favor, para el coche…

Empieza a abrir la boca, listo para finalmente rendirse… pero la jodida policía lo estropea todo disparando de nuevo, forzándolo a agacharse cuando los disparos revientan el cristal de la ventana y cuando se vuelve a verme de nuevo, sé que lo he perdido: Los disparos le han convencido de que no hay más opción, y siento el peso aplastante de la decepción caerme de sopetón en el pecho.

-Ya es tarde, no hay marcha atrás…-me dice, y el tono sombrío en su voz me hace estremecer cuando el mensaje queda claro: Ni tú ni yo. Cero testigos, cero sobrevivientes.

Vuelve el volante bruscamente y las llantas derrapan en el asfalto y cuando alzo la cabeza, nada más puedo ver la enorme vitrina de Forever21 haciendose añicos cuando el coche la atraviesa. Grito a todo pulmón, cubriéndome con los brazos para evitar que las guirnaldas que salen disparadas por todos lados me corten la cara. Vale, entendía que estaba asustado y todo y que quería evitar las balas pero… ¡¿En verdad tenía que meterse a una jodida tienda de ropa?! Me doy vuelta, acomodándome con rapidez en el asiento hasta quedar sentado y contemplo el caos a mí alrededor: Cientos de personas chillando, apartándose lo más rápido que pueden y tratando de esquivar los maniquíes y estantes que salen volando cuando el coche se los pasa llevando. Era una locura, éstas mierdas se supone que sólo pasan en las películas…

-¡¿Qué acaso estás loco, gilipollas?! ¡Podíamos…! ¡Mierda, no!-chillo, esquivando a duras penas un par de balas que Duncan me ha disparado. ¡Joder! ¿Es qué las cosas no podían ponerse peor?-¡¿Qué rayos haces?! ¡Baja eso!-chillo, todavía doblado sobre mí mismo y aterrado de alzar la cabeza por miedo a que fuese a reventármela… Duncan había perdido la razón, ahora me quedaba claro.

-¡Cierra la boca! ¡Todo esto es tu culpa, así que te aconsejo que cierres la puta boca si no quieres que te la cierre yo a disparos, gilipollas!-me grita, su voz totalmente dominanda por la locura y desesperación.

"Oh, no… ¡De eso nada!" pienso, inspirando hondo y preparándome de nuevo: Tenía que hacer algo, era evidente que él ya estaba chalado y le daba igual si moría o no, pero yo todavía tenía cosas por hacer; una de ellas encontrar a Mello y ponerlo a salvo. Le había fallado una vez, no volvería a hacerlo dos veces.

-¡No te tengo miedo, idiota!-le grito, arrojándomelo encima… no era verdad, pero al menos gritarlo me daba más confianza en mí mismo.

Los disparos vuelan por todos lados a lo loco y varias veces muchos de ellos pasan rozándome peligrosamente alguna parte del cuerpo, pero no me aparto: Si no conseguía arrancarle la pistola, al menos haría que se le acabaran las balas con tanto disparo sin sentido. Duncan me empuja, intenta darme codazos, varias veces me golpea las costillas… pero no me quito, aguanto los golpes lo mejor que puedo al mismo tiempo que sujeto el volante, controlando el coche que finalmente vuelve a la calle. No estoy seguro de cómo un coche puede seguir andando con tantos magullones, las puertas arrancadas y después de llevarse un carrito de Fish & Chips y un puesto de scones, pero el maldito lamborghini no descendía ni en velocidad ni en potencia y maldigo a los Italianos y a todos sus muertos por hacer coches tan buenos.

-¡Dije qué ya basta, YA BASTA!-grito con todas más fuerzas, las frustración finalmente haciéndome explotar y actuar como, literalmente, un verdadero perro bravo.

Tiro de los brazos de Duncan que siguen aferrando la maldita pistola y cuando tengo su oreja lo suficientemente cerca, le doy una buena mordida… con fuerza, incluso cuando me invaden las arcadas cuando siento el sabor de la sangre ajena. Me daba igual, estaba harto de toda aquella mierda y no pensaba seguir tolerándolo. Su alarido casi me deja sordo, pero sirve para lograr mi cometido: Suelta el arma, llevándose ambas manos a la oreja ensangrentada y sé que es mi momento: Arrojo la pistola a la mierda y abro la única puerta que le queda al coche, ante los ojos desorbitados de Duncan que sabe tan bien como yo lo que sigue.

-Estás despedido, imbécil…-le digo, y con eso lo empujo a un lado con todas mis fuerzas. Al igual que Aiber, va a rebotar a la acera, sin riesgo de morir.-¡Sí! ¡Así es como lo hacemos los pelirrojos, nene!-digo, celebrando y acomodándome en el asiento del piloto… pero es demasiado tarde.

Mi grito queda rápidamente ahogado cuando el agua se mete a borbotones por todos lados, inundando el coche en menos de un segundo y de inmediato el pánico estalla en mis venas… Yo odio el agua. La detesto, era la razón de que me levantara aún después de tanto tiempo chillando en medio de la noche, empapado en sudor y con la sensación del agua llenándome los pulmones. Sensación que vuelve a repetirse cuando un montón de agua salada me baja de golpe por la garganta, quemándola en carne viva con su acidez y en ése momento quiero darme de patadas: Debí haber cogido aire, debí haber intentado saltar pero ya era muy tarde para todo eso. El pecho empieza a arderme y el corazón me aporracea el pecho con tal fuerza, que no puedo escuchar nada más sobre sus latidos desbocados.

"Vale, cálmate… ¡Cálmate!" me ordena mi consciencia, de forma inusualmente calmada pero ha estado toda la noche al límite, al menos agradecía que no tuviera que sobrepasar al pánico primero. Cierro los ojos y dejo de agitarme como loco, plenamente consciente de que haciendo eso sólo iba a cansarme más rápido y por ende consumir el poco oxígeno todavía retenido en mis pulmones. "Tranquilo, Matt. Ya has estado aquí antes, sobreviviste. Puedes hacerlo de nuevo. Tienes qué ir hacia la luz… busca la superficie" me dice mi consciencia, como si estuviese leyendo los pasos de una guía de supervivivencia contra ahogamientos que ni siquiera sabía que tenía. Hago lo que dice, parpadeando al sentir el ardor del agua salada raspándome los ojos… pero ahí, en medio de las aguas negras consigo vislumbrar las tenues luces que se filtran en medio del velo de agua.

Vale, ahí era hacia donde debía dirigirme. Y mejor lo hacía rápido, porque el ardor en mis pulmones era una señal de que las cosas no andaban demasiado bien en el departamento de oxígeno. Intento zafarme, pero en cuanto lo hago me doy cuenta de que tengo otro problema. Un enorme y feo problema: Cuando el coche entró al agua, el impacto había sido tan fuerte que había sumido todo el salpicadero… y ahora tenía las piernas aplastadas entre el asiento y el volante. Mierda. Mi consciencia me dice que no entre en pánico; qué todo va a ir bien, pero ya no puedo escucharla más, mi cuerpo de inmediato entra en pánico y aunque ya no son las manos de mi padre las que me aplastan la cabeza por debajo de la superficie, sí que lo hacía un coche de al menos media tonelada que poco a poco iba hundiéndose más y más en el fondo del mar. Para estas alturas, ya ni siquiera alcanzaba a ver la superficie, todo a mí alrededor era una enorme oscuridad.

No.

No.

¡No, no!

¡NO!

De inmediato empiezo a golpear el salpicadero, a tirar del volante… lo que sea, con tal de escapar de aquella pesadilla que ahora se había vuelto a hacer realidad. "¡No, por favor! ¡No de nuevo! ¡Mello! ¡Mello, ven y sálvame, por favor! ¡Te lo suplico!" pienso, y pese a estar bajo el agua estoy consciente de que estoy llorando… y no hay sensación más desesperante que chillar por auxilio, clamar por una esperanza cuando en realidad soy el único que puede escuchar mis gritos de pánico y horror. Y seguramente era el único que iba a escucharlos, ya que ni siquiera la policía había visto que el coche se había estrellado contra el mar. "No, por favor… así no. ¡Así no!" suplico, y para ése entonces siento que los ojos se me van a saltar de sus cuencas, la presión aumenta de manera precipitada y sé que es el fin. Estoy seguro, hasta la última fibra de mi ser era consciente de eso. "No, por favor… por favor, no" sigo suplicando, todavía golpeando el sapicadero pero el agotamiento me absorbe como una nube negra: De inmediato y sin misericordia.

Se acabó.

Éste era mi fin, tal y como había comenzado: El fin de Mail Jeevas sería morir ahogado. Dejo caer los puños a los costados y cierro los ojos, aliviados de no tener que seguir luchando para ver en medio de tanta sal. Siento como el aire se escapa a borbotones de mis labios, creando burbujas… y recuerdo cuánto me gustan las burbujas. Siempre que Mello y yo íbamos a la feria cuando llegaba a la ciudad, me compraba un bote. Una sonrisa triste y derrotada se dibuja en mí cara al recordar el rostro de Mello bajo el sol: Dulce y resplandeciente, con sus ojos más azules que nunca. Es un bonito recuerdo, y decido que pese al horror inicial, ahogarse no es una forma tan horrible de morir. Una vez aceptas que toda ha acabado, la paz que le sigue al pánico es reconfortante y placentera. Me dejo ir, y los recuerdos vienen a mí por sí solos… sin dolor, sin culpas, sin arrepentimientos.

Decido revivir aquel día, mi día favorito de toda la vida. El día de Matt y Mello. Sólo lo había celebrado una vez en toda mí vida, era una fiesta personal entre él y yo y ésa privacidad… ésa propiedad lo hacía tan especial. Recuerdo la sensación del viento en el rostro, el olor a chocolate en el aire, mi mejilla apoyada contra la espalda fuerte de Mello. Es el día más feliz que tuve jamás, sólo nosotros dos… siendo tan felices, sin importarnos una mierda nada. Y me doy cuenta de que todos tienen razón, la mejor época es ser un crío. No hay muerte, ni dolor ni corazones rotos. Sólo risas, amistad. Un segundo estás llorando y al otro riendo, como si tu juguete favorito jamás se hubiese roto. Y vuelvo a sentirme niño, mi corazón se llena de la inocencia y calidez de aquella misma tarde. Puedo escuchar el sonido de los fuegos artificales, el rugido del motor de la motocicleta. Pero sobretodo, escucho la voz de Mello, suave y aterciopelada, como una suave caricia de verano. Y quizá, en medio de mi desesperación, he debido prender el estéreo del coche porque muy a lo lejos, de forma suave y arrulladora alcanzo a escuchar la voz de una mujer en medio de una canción…

‹‹I need a Gangsta, to love me better…

Than all the others do…››

Y sonrío con dulzura, porque no puede tener más razón: Mello era un mafioso, un *Gangsta y era todo lo que necesitaba. Todo lo que siempre quise, todo lo que siempre iba a querer. Porque su amor era mejor que el de cualquier otro, porque su amor no era de éste mundo, no estaba hecho con carne y sangre… iba mucho más allá, quemaba como el fuego pero sin hacer daño. Era lo especial de Mello, su capacidad de ser un fuego intenso, bravo y reluciente pero sin dañarme a mí. Era como volar al sol sin quemarte, ver al sol durante horas y contemplar su belleza sin quedarte ciego. Era un soplo de nueva vida, era vida. La vida que siempre había querido, incluso antes de conocerla.

Pero algo extraño ocurre.

Escuchando ésa canción, las palabras melosas de la mujer en el estéreo… otro recuerdo empuja al rostro de Mello, un recuerdo que estaba seguro de que no me pertenece pero ahí estaba: Brillante y lúcido, entre los recóvecos más inalcanzables de mí fracturada mente. El recuerdo de Mello, con un libro entre sus manos al otro lado de una brillante mesa de metal. Los antebrazos me queman, como si los tuviera apoyados en la fría superficie de metal. Los ojos de Mello están fijos en mí, llenándome de pavor ante su falta de humanidad: Vacíos, duros, crueles. Es una mirada que nunca antes le había visto, una mirada que hace sangrar mi corazón. Sus labios se mueven, está leyéndome algo. Sólo que no fue así como sucedió, él me había leído ése mismo texto pero montados sobre una motocicleta y no en un cuarto oscuro y lúgubre. Y yo había llorado de emoción y había sentido mi corazón a punto de explotar de felicidad, pero ahora todo lo que llenaba mi pecho era la amargura del miedo.

No tenía sentido…

"Y no lo tiene" pienso, negando con la cabeza… o imaginándome que lo hago, ya no estoy seguro porque ya no siento el cuerpo. Le quito importancia, a lo mejor era un mal sueño que había tenido y ahora estaba recordándolo. Pero las sensaciones son tan vívidas, tan reales que asustan…

Ya.

Esto es.

El fin.

Se acabó, está ocurriendo.

Sonrío, volviendo al recuerdo de su rostro… dulce, guapo, hermoso. El hombre de mis sueños, hecho de la arena más mágica. Mi Hombre de Arena, finalmente estaríamos juntos en un mundo de sueños, lejos del peligro y el dolor. Estoy muriendo, con las consciencia limpia al saber que he hecho todo lo que he podido y he luchado, incluso en el final.

Mello, te amo.

Es mi último pensamiento antes de dejarme ir…

POV’s Mello:

Cierro los ojos, reposando la cabeza contra la fría pared de yeso a mis espaldas y suelto un suspiro cansino… el camino había sido arduo, largo y tedioso pero al fin estaba aquí. Lo que me separaba de Matt ya no era demasiado, y lentamente sentí como la razón volvía a mí persona como un soplo de nueva vida.

Un resoplido a mi lado me indica que la persona a quién estaba esperando también ha vuelto a la consciencia, y sin esperar a nada estiro el brazo colocándole con cuidado el cañón sobre la sien. Dudaba mucho que me fuera a traicionar, pero nunca se sabía, me sentía más cómodo cuando le hablaba a alguien apuntándole con un arma.

Click.

Sus ojos marrones se abren a más no poder en cuanto escucha el sonido del arma cargándose, y una mirada a ése par de ojos llenos de pánico pero a la vez de júbilo son suficientes para estar seguro de que seguía a mis órdenes.

-¿Dónde está?-le pregunto, yendo directo al grano y sin tiempo para expresar emoción. La gratitud no era precisamente uno de mis fuertes.

Parpadea un par de veces, a lo mejor tratando de responder a una sola pregunta: ¿Cómo carajo sobrevivió? Pero eso no era lo importante. Sus ojos se deslizan al bulto sobre mis piernas y vuelven a abrirse como platos al darse cuenta de qué es. Puedo ver sus pupilas dilatándose antes de que vuelva el rostro y mire el picaporte de la puerta ensangrentado y con huellas. Cuando se vuelve a verme, está serio y sé que sabe tan bien como yo que su vida depende de lo que me diga en éste preciso instante.

-Lo rastreé hacia Winchester, pero los hombres de De Souza me alcanzaron antes de que pudiera ponerle a salvo.-me dice, y no hay miedo en su voz pese a que sus palabras no son la sinfonía que se suponía debía cantarme.-Pero, conseguí interceptarlo antes que De Souza y, si me permite un móvil, puedo darle su ubicación exactamente ahora mismo.

Sonrío… yo sabía que había escogido a Romanoff y, más importante, lo había dejado vivir todos éstos años por una buena razón: El muy hijo de puta era brillante. Cauto, pero brillante a fin de cuentas. Él me devuelve la sonrisa, un geste sincero y que me demuestra que pese a mi frialdad y tratos considerables, todos éstos años me han ganado un poco de su aprecio.

-Tengo un coche y un cuerpo decapitado esperando… mover a bunda.-le digo, viéndolo estremecerse y echo la cabeza hacia atrás, soltando una sonora carcajada.

Quizá todavía no estaba del todo cuerdo.

Lástima que el doctor ya no pudiera hablar para decírmelo.

[…]

-¡Cómo se te ocurre no decirme ésa mierda! ¡Debería volarte los sesos ahora mismo por tu cagada monumental, cabrón ignorante!-le grito a Romanoff, apretando el volante por no apretarle el cuello.

Él nada más aprieta los labios y sigue tecleando más a prisa, como si eso fuese a cambiar el hecho de que Matt estaba metido en plena persecución, secuestrado por un montón de criminales amateur en el centro de Washington. El mero hecho de estar oyéndolo ahora mismo por la radio no hace sino hervirme más la sangre en las venas y sentirme impotente: Si llegaba a pasarle algo, entonces no habría misericordia para el cabeza de chorlito sentado a mí lado.

-Podemos cortar camino si se desvía en la saliente entrante…-susurra, y nada más gruño porque sabía que por más que pisara el gas, no llegaría a tiempo.

-Juro por el amor de Dios que si llega a pasarle algo, Romanoff… voy a cortarte el pito y a hacer que te lo comas y luego te daré de comida a los perros.-le digo, desviando con un chirrido de llantas y varios bocinazos.

Él nada más se estremece, porque me conoce… me ha visto hacer cosas peores y sabe que una vez furioso, no hay fuerza en este mundo capaz de detenerme. Pateo con fuerza el pedal del gas, hasta que la aguja en el velocímetro está a punto de romperse por la presión y me lamento el no haberme robado el Audi en lugar de ésta mierda, pero dadas las circunstancias y el que hubiésemos salido huyendo de un hospital público en medio de un tiroteo, no tenía demasiadas opciones.

›› En últimas noticias, nos informan que la persecución que se está llevando en la calle Main ha llegado a su fin porque el sujeto se ha desviado a una tienda en el centro de Londres. La policía está tratando por todos los medios de seguirle la pista al sujeto, pero todos los intentos son inútiles. Se les sugiere a los conductores evitar el centro entre la calle Brookewood y Loreine y estar preparados para tráfico pesado. Volveremos en directo luego de una pausa comercial…‹‹

Me vuelvo a ver a Romanoff con tanta ira, que bien podría derretirlo con la vista. Espero a qué diga algo, a qué me explique por qué carajos Matt no estaba con él sano y salvo y qué se supone que hagamos ahora que la jodida policía le ha perdido la pista. Él nada más se concentra en su teclado, en la pantalla al frente y empiezo a contar para calmarme mientras espero a qué encuentre una maldita solución.

-De vuelta en U, jefe… se dirigen al Regent’s Canal.-me dice, y hago lo que me dice de forma brusca, complacido al ver como sale disparado hacia el frente y se golpea la boca.-¡Joder!-se queja, conteniendo la sangre.

-Yo que tú mejor me pongo a rezar todo lo que me sepa… Estoy casi seguro de que no vas a durar mucho.-le digo, con un mal presentimiento amargándome la boca.

Lo sabía, lo sentía en cada pelo erizado en mis brazos… mi conexión en Matt era tan profunda, que estar lejos de él por demasiado tiempo afectaba incluso a mi sanidad mental: Me volvía más errático, violento y sanguinario. Pero no era eso lo que me tenía con el Jesús en la boca, sino el hecho de que siento exactamente cuando ése pelirrojo se encuentra en peligro, y por la forma en que mi corazón se acelera a medida varios coches pasan volando a mi lado, sé que algo malo va a ocurrir antes de que pueda llegar a tiempo… Y ésa es la peor sensación que puedo tener, y esto que no me quedaban demasiadas.

"Resiste, cachorro… ya voy. Estoy aquí" pienso, apretando con tanta fuerza el volante hasta que me duelen los nudillos. La idea de perderle era más allá de insoportable, una década no había sido suficiente para borrar los sentimientos que el crío que una vez fui seguía albergando por ése pelirrojo: En tan sólo un par de días… no, ni siquiera días, a lo mejor pasado un segundo el corazón que creía marchito le había pertenecido de nuevo. Más bien, gracias a él ahora lo había recuperado, porque estaba seguro de haberlo dejado con él cuando le abandoné en nuestros tiempos en Wammy’s. Y me aterraba, me daba pánico darme cuenta de lo vulnerable que era al lado de Matt cuando el peligro requería que fuera lo que en el fondo sé que soy: Un asesino, un desalmado, un moustro.

-¡Ahí está el canal!-chilla con júbilo Romanoff, pero al no ver señales ni de la policía ni de un coche dando tumbos por ningún lado, vuelve la vista rápidamente a la pantalla y sus ojos se abren como platos.-Mierda… ¡Acelere, jefe! ¡Dése prisa!-grita, y aunque ya lo sabía, el miedo no mengua en potencia.

Pateo con fuerza el gas, casi seguro de que va a partirse pero no me importa… la adrenalina y la tensión me despejan, me traen de vuelta a la vida y me recuerdan que esto no se acaba hasta que se acaba y eso era hasta que viera con mis propios ojos el cuerpo tieso y escuchara los latidos inexistentes del corazón de Matt. La imagen que mi imaginación me presenta me es suficiente para frenar de golpe frente a una fábrica de refacciones y saltar del coche incluso antes de que se haya parado del todo.

-¡Date prisa! ¡Y llama a un médico!-le grito por encima del hombro, tumbando las puertas de una patada mientras mis ojos estudian mi entorno en busca de una polea.

Sé lo que ha ocurrido, no necesito ver el coche entrando al agua… mi cuerpo hormiguea como si ya estuviera en el agua, como si se hubiese fundido con el cuerpo de Matt y estuviese sintiendo exactamente el mismo horror que él: La falta de aire, la presión en el pecho, los chillidos inexistentes… el dolor es tan grande, el pánico tan ponzoñoso que quiero ponerme a gritar que ya estoy aquí, que todo va a ir bien pese a que no puede escucharme porque está al fondo del río. "Un río. Un jodido río de nuevo… ¡Maldita sea!" maldigo mientras subo las escaleras oxidadas, recordando la fobia de Matt al agua y ahora ahí estaba: Solo, ahogándose y creyéndome muerto. No puedo detenerme, no puedo siquiera detenerme a coger aire cuando me arden los pulmones porque sé que si llego un solo segundo tarde… entonces en verdad iba a contemplar un cadáver esta noche, y no sería sólo el de Romanoff.

-¡Jafe, espere!-escucho el rugido de Romanoff muy por detrás de mí, pero no pienso ni voy a detenerme… me arranco la camisa de un tirón y cojo el extremo de la polea que tiene un gancho…

-¡En cuánto el carrete se detenga empieza a tirar hacia arriba, Romanoff! ¡Date prisa!-es lo último que le digo, antes de lanzarme sin pensarlo dos veces a las aguas negras y turbias…

El grito de Romanoff se queda ahogado en cuanto me cuerpo atraviesa el agua, el frío me corta la sangre en las venas pero sé que estoy en el punto exacto sólo por los latidos erráticos de mi corazón. Empiezo a nadar, empujando hacia abajo…

Dirigiéndome a toda velocidad hacia la llama que, incluso sofocada por el agua, no deja de brillar con luz propia.

Aquí estoy…

Pero en cuanto mis brazos se encuentran con él, mi corazón se detiene.

No tiene pulso.

POV’s Matt:

¿Saben? Morirse es una cosa extraña.

Es como cerrar los ojos, y ya. Te quedas en una enorme oscuridad. Una oscuridad en la que no eres consciente de tu cuerpo, ni de tus pensamientos ni de nada. Pero una parte de ti sigue ahí, esperando… viendo como la vida poco a poco va deslizándose lejos de ti, a mayor distancia con cada recuerdo que consigues revivir. Eso es justamente lo que me está ocurriendo ahora mismo: Puedo sentir cómo me desvanezco, como cada vez me cuesta más trabajo recordar el rostro de Mello y me voy apagando. Y da miedo, muchísimo miedo. Al menos a mí me aterra, porque si hay algo de esta asquerosa vida que quiero conservar incluso más allá de la muerte, es el recuerdo de Mello.

No quiero olvidarlo.

Jamás. Jamás, nunca.

Pero puedo sentir como su rostro se desvanece, como la quietud que he sentido al pronunciar dentro de mi cabeza mis últimas palabras también va desapariendo. Y la nada empieza a absorberlo todo, incluso mi capacidad de sentir miedo. De luchar, de gritar que me dejen quedarme con Mello. Siento que desaparezco, pero también… siento como si alguien más estuviese ahí, entre ésas sombras, ansiando que me vaya para tomar mi lugar. Y soy muy, muy consciente de sus ojos oscuros atravesándome, devorándome mientras espera con paciencia, sin apuro.

¿Esto es reencarnar? ¿Así se siente volver a nacer? ¿Será que en alguna parte del mundo, en algún hospital un bebé está por nacer y seré yo de nuevo? "¡No!" pienso, y la fuerza de mi propio rugido me sobresalta, porque jamás he sido una persona con voz potente. Bueno, ni siquiera he tenido una voz. Pero ahora la tengo, y está gritándome a todo pulmón que no puedo permitir esto, que tengo que encontrar la fuerza para regresar con Mello. O lo perdería, de veras iba a perderlo para siempre junto con todos los recuerdos que tenía a su lado. Y ésa presencia se quedaría con mi cuerpo, ganaría.

Incluso antes de ser consciente, antes de siquiera intentarlo… la fuerza se despierta a mí de un tirón, puedo sentirlo en el centro de mi pecho, justo en mi corazón. Y sube. Y sube, y sube… siento que me elevo. Que estoy flotando, que estoy volviendo de nuevo a mi cuerpo. Y la presencia gruñe, es el gruñido que sólo puede pertenecerle a una bestia. Está furiosa, porque se ha dado cuenta de que no va a ocupar mi lugar. Pero no se marcha, se queda ahí, justo dónde está: Entre las sombras, siempre al acecho de una nueva oportunidad. Sus ojos oscuros me prometen que no habrá una próxima vez, que ya me ha dejado perdonado muchas veces y está cansada de ser una prisionera dentro de ésa muralla inalcanzable para mí. Va a liberarse, tarde o temprano, sin saber bien cómo, es una promesa silenciosa que me hace con sus ojos brillantes.

Y lo escucho. La voz melosa, que canta acerca de mafiosos enamorados y amores peligrosos. La escucho, ésta vez ha cobrado más fuerza y es un respiro. Siento una brisa fresca descendiendo por mi garganta, destapando mis pulmones, trayéndome de la muerte…

 

‹‹Estoy jodido, soy negro y azul,

Fui hecho para esto, todo el abuso,

Tengo secretos que nadie, nadie sabe…››

¡MATT!

¡Matt, por favor, despierta!

Ésa voz… suave y potente, electrizante como un rayo atravesándome el cuerpo entero. Es a la única voz que respondería, la única voz que seguiría incluso en medio de las llamas del infierno. Por ésa voz, yo era capaz de todo, de lo que fuera. Incluso de volver a la vida. Y eso es justo lo que hago: Abro los ojos, respiro con fuerza… pese al dolor y al desgarre interno, respiro una vez más sólo para volver a contemplar ésos ojos, que me miran expectantes y llenos de un laivio tan grande, que no tarda en extenderse también por mi cuerpo.

-Matt…-susurra, acariciándome la mejilla y juro que todo se detiene en el segundo en que su piel se encuentra con la mía. Mi corazón late tan fuerte, como siempre que vuelve a encontrar el camino a su lado.-Matt, joder, estás…

Le pongo las manos sobre los labios, pese a que todo lo que quiero es que siga hablando… si estaba vivo o muerto, me daba igual mientras pudiera seguir escuchando su voz ronca. Pero hay algo que deseo más, algo que estalla con la misma intensidad que lo hacen los fuegos artificiales en ése preciso momento. Sólo que no son fuegos artificales, es el coche que estalla y sus llamas se elevan incluso bajo el agua por la gasolina derramada… las llamas se elavan con furia y nos rodean en un círculo, y ahí es cuando ya no estoy seguro de que sea real, porque las llamas alcanzan a Mello pero éste no se quema. Ni siquiera se mosquea.

Pero hay algo que que es real.

Los latidos. Sus latidos contra mis las yemas mis dedos apoyadas contra su pecho… eso siempre sería real para mí. Ésa sensación plena, de estar completo y a salva con sólo escuchar ésos latidos perfectamente acompasados con los míos propios.

z88;

‹‹Me tienes enganchado a la sensación,

Me tienes colgando del techo…

Así que no me dejes, no me dejes, no me dejes, no me dejes ir…››

Mis labios colisionan con los suyos, mis brazos se enroscan en su cuello y mis dedos estrujan ése cabello suave… y sé que no hay nada, absolutamente nada más real que eso: El sabor de sus labios, los movimientos de su boca contra la mía, los gruñidos hambrientos trepando por su garganta y perdiéndose en la mía. No hay nada que pueda querer más que a Mello, ya sea vivo o muerto.

Sus carcajadas resuellan altas y fuertes, y me uno a ellas.

Vivos.

Como uno solo.

POV’s Mello:

-Entonces, ¿está seguro de que no quiere que Ralph venga, jefe? Le he telefoneado y dice que puede verle en su apartamento si usted gusta.-pregunta Romanoff al otro lado de la línea, de forma insegura.

No contesto, en lugar de eso le echo una ojeada a Matt aferrado como una lapa a mi costado por enésima vez. Sus enormes ojos verdes me miran con mucha fijeza, sin despegárseme no más de los segundos que le toma cada parpadeo. Frunzo el ceño, no muy seguro de qué decirle a Romanoff… desde que le había sacado del agua y cerciorado que no tuviera nada roto interna y externamente, no había dicho ni pío. Se había limitado a verme y a no soltarme el brazo por nada del mundo y no sabía si aún seguía en shock.

-No, por ahora no me parece una buena idea… creo que Matt sigue en shock, no quiero espantarlo aún más.-le digo, echándole otra mirada. No se ha movido ni un milímetro.

-De acuerdo, si necesita algo más sabe que estoy a sus órdenes. Estaré alojado en un hotel al centro, cerciorándome de que la policía ni se imagine que Matt estuvo envuelto.-me asegura, con la eficencia de siempre.

-Vale, te echaré una llamada luego para ver si todo sigue bien.-le digo, y a pesar de que no dice nada, puedo visualizarlo asintiendo al otro lado.-Y Romanoff…

-¿Sí?

Cojo una bocanada de aire, no muy seguro de cómo pronunciar las palabras… así que lo hago lo mejor que puedo, lo cual no es demasiado pero deberá bastarle al muy bastardo.

-Gracias…-dicho de forma atropellada, sintiéndome idiota. Pero sé que sin Romanoff esta noche, a lo mejor no estaría en un restaurante Chino de mala muerte con Matt a mí lado.

Silencio. Estoy por colgar, cuando vuelve a hablar.

-Es un placer servirle, jefe.

-Sí, sí. Vete a hacer tu trabajo, y esta vez no quiero más equivocaciones.-le digo, echando los ojos en blanco. No espero contestación, nada más cuelgo porque aquello ya se había tornado demasiado empalagoso para mí gusto.

Cierro los ojos y suelto un suspiro, sintiendo verdadero alivio desde que había estado en las aguas de ése río. Me vuelvo, y ahora Matt ya no está mirándome, simplemente tiene los ojos cerrados pero sigue apretándome con fuerza el brazo. Sonrío, contemplándole en silencio. "Joder… ¿Qué hago yo sin ti, perro baboso?" pienso, inclinándome para rozarle los cabellos húmedos con los labios, sintiéndome infinitamente agradecido de poder seguir oliendo ésa suave fragancia a limones frescos. El hecho de casi haber perdido ésa esencia, me basta para saber que no puedo dejarle nunca más. Pase lo que pase, ya no puedo ni quiero alejarme de él, lo necesito de forma irremediable en mi vida.

-¿No tienes hambre? Podría pedirte un café para que te calientes un poco…-le digo, consciente de que estuvo el tiempo suficiente en ésas aguas frías como para que los labios se le pusieran azules. Cuando me mira, me siento más tranquilo al ver como poco a poco el color vuelve a sus mejillas.

Niega con la cabeza fervientemente, aferrándose más a mí. Lo rodeo con el brazo, rozándole el brazo para infundirle un poco de calor, seguro de que mi chamarra de cuero no era suficiente porque seguía tiritando un poco.

-Sólo quiero un poco más de agua, por favor.-me susurra, su voz todavía deforme por la sal que le había quemado la garganta.

Alzo el cuello y llamo a la camarera, que nos mira una sola vez sin hacer más preguntas. Supongo que no es demasiado raro que dos tipos lleguen empapados a un restaurante a las cuatro de la mañana. Toma el pedido y de inmediato le llena a Matt el vaso con agua. Lo veo bebérselo desesperadamente, al igual que los otros seis que se ha bebido antes y ahora sí que la mujer se le queda mirando casi asustada.

-Gracias, la llamaré si necesitamos otra cosa.-le digo de forma brusca a la mujer. Traducción: Lárgate. Ella capta y se va con pasos apresurados.

El sonido de un par de sirenas me hace ponerme alerta y cuando me vuelvo veo como tres patrullas pasan a toda velocidad frente al restaurante. "Espero que Romanoff se haga cargo de la situación deprisa" pienso, pero no estaba demasiado preocupado: Confiaba en que podría manejarlo, y mi móvil no había sonado en los últimos quince minutos. Sacudo la cabeza, pese a las precauciones estaba plenamente consciente de que Matt estaba lejos de estar a salvo. La opción que se despliega frente a mí me hace apretarme el puente de la nariz y soltar una maldición entre dientes. Sí, puede ser que sepa la solución, eso no significa que me guste.

-¿Qué ocurre?-me pregunta suavemente Matt, y puedo sentir su mirada intensamente en mi cara. Vuelvo a suspirar.-¿Mello…?-presiona, y por su tono sé que espera una respuesta rápida.

Supongo que se lo debo. Pese a que he visto la curiosidad en sus ojos, no me ha preguntado ni una sola vez cómo rayos es que seguía con vida ni dónde había estado todo éste tiempo. Y me alegra que no lo haga, porque sé que la respuesta lo haría retorcerse de miedo y asco hacia mí. Alzo la vista, mirando fijamente sus ojos… las ojeras se han vuelto más prominentes y el recuerdo de aquella noche con Romanoff en mi oficina hace que un escalofrío me recorra la espalda.

-Tengo que ponerte a salvo…-le digo, y él frunce el ceño porque sabe lo que eso significa. Niego con la cabeza, sabiendo que debo explicarme mejor.-Lo que quiero decir es: Tengo qué ponerte a salvo. Y es evidente que no puedo hacerlo yo solo…-lo veo alzar sus cejas, confuso ante mis palabras vuelvo a suspirar, sintiendo la amargura inundándome el paladar.-Necesito ayuda. Necesito trabajar con Near.

El nombre no hace sino aumentar la amargura en mi boca y Matt abre sus ojos a más no poder… una reacción más que razonable tomando en cuenta el tipo de "relación" que habíamos tenido la pelusa albina y yo en el pasado.

-¿Estás hablando en serio?-pregunta, todavía incrédulo. Nada más asiento, porque sé que de abrir la boca voy a maldecir a todos mis muertos.-Vale, entonces… ¿ahora qué?

-Ahora…-le digo, mirando a mí alrededor hasta que doy con mí objetivo: Un Peugeot 107 aparcado a unos metros. No era mi estilo, pero debíamos mantener un perfil bajo.-espero que no vayas a molestarte si robo un auto, porque debemos ir a ver a la pelusa.-le sonrío, y él nada más parpadea aún más sorprendido.

-¿Ahora?

-Ahora mismo.-le digo, me devuelve una sonrisa traviesa.

Supongo que ésta noche no va a molestarle si me robo un coche.

[…]

-¡Mello! Ya basta, vas a romper el timbre…-me susurra Matt, el rostro tiñéndosele de carmesí al instante.

Le frunzo el ceño, pero hago lo que me pide. Teníamos al menos cinco minutos tocando el jodido timbre y ni la nenaza de Yagami ni el amargado de L habían venido a abrir la puerta todavía.

-Venga ya, para ser un tipo que no duerme al menos debería venir a atender a las visitas.-le digo, rodando los ojos.

-Sí, claro. Porque es normal tener visitas a las cinco y media de la mañana.-me dice, arropándose con mi enorme chaqueta.

Estoy preparándome para gritar ‹‹¡Pastel!›› a los cuatro vientos, cuando finalmente se abren las enormes puertas y le dan paso a quién bien podría ser el hermano gemelo de Posh Spice, de no ser porque luce como Morticia Adams en su peor día. Retrocedo por miedo a que su fealdad sea contagiosa.

-Hostia puta… ¿Y tú marido se atreve a tocarte en las noches luciendo así?-digo, horrorizado ante algo que parece vómito de bebé y un par de cosas blancas en la cara de Yagami.

Está a punto de mandarme al diablo, cuando sus ojos se deslizan a la pequeña figura escondida detrás de mi cuerpo. Y entonces es como si no hubiese dicho nada y me hubiesen rociado pintura invisible encima, porque Yagami me empuja a un lado como a una simple basura y coge a Matt entre sus brazos. Ruedo los ojos, era una jodida Drama Queen de lo peor.

-¡Matt! ¡Ave María y la Santa que la parió!-chilla, cogiéndole el rostro entre sus manos barnizadas y mirándolo como una mamá regañona.-¡Nos diste un gran susto a todos! ¡¿Cómo se te ocurre hacer algo así?! ¡Pudiste haber muerto!

Ya, vale. Había tenido suficiente de su actuación de mierda, seguro y se ganaba el Óscar a mejor melodrama del año.

-Vale, ya está bien, Yagami. Estaba conmigo y gracias a Dios no con ustedes… yo jamás dejaría que nada malo le ocurriera.-le digo, cogiendo a Matt y apretándolo contra mi costado. Y no tenía pensado volver a soltarlo.

Él nada más rueda los ojos y cogiendo una gran bocanada de aire, se vuelve a verme con el mismo desprecio de siempre. Le sostengo la mirada e incluso le sonrío, sólo porque sé cuánto le toca los cojones que haga eso.

-Sí, claro. Porque estar con un mafioso es mucho mejor…-dice, arrugando la nariz.-Cómo sea, está a salvo y supongo que eso quiere decir que hiciste algo bien. Por una vez en tu vida.-me sonríe con burla y de inmediato siento ganas de darle un trompón.

-Mira, Yagami si no quieres que te haga un favor y te arregle ésa cara echa mierda que te traes mejor…

-¡Chicos, ya basta!-habla Matt por fin, metiéndose entre ambos cuando ve que he empezado a inclinarme hacia Yagami. Sacude la cabeza.-Light, ¡estoy bien! Nada malo me pasó, no tienes de qué preocuparte.-le dice al castaño, sonriéndole de forma tierna.-Así que déjemonos de chorradas y vamos dentro, me estoy congelando.

Yagami deja de fulminarme con la mirada y vuelve a clavarle la vista al pelirrojo, examinándolo minusciosamente y abriendo los ojos como platos al darse cuenta de que, si bien ya no estaba chorreando agua, sí que estaba mojado y tan solo con una chaqueta de cuero. De inmediato niega con la cabeza, atrayéndolo hacia él en un abrazo maternal. Me pican las manos pero no hago nada, a fin de cuentas yo también seguía mojado y Matt temblequeaba como una hoja.

-Madre mía, ¿en qué has andado metido, Mail Jeevas?-dice, frotándole los brazos y dirigiéndose directo a la sala de estar, justo al lado de una enorme chimenea.

Cierro la puerta a mis espaldas y los sigo en silencio, contemplando la enorme casa finamente decorada de L. Seguramente obra del perfeccionista de su marido, a L jamás le ha importado una mierda tener muebles, cortinas y paredes que hagan juego, en perfecta armonía. Me vuelvo deprisa cuando unos dedos fríos pero firmes se enredan con los míos, arrastrándome al calor junto con su dueño. Algo me decía que Matt no tenía ninguna intención de dejarme fuera de su vista, y por alguna razón la idea me gustaba más de la cuenta.

-Vale…-suspira Yagami, terminando de acomodar la leña en la chimenea. Se yergue y me mira a mí directamente.-supongo que ésta no es nada más una visita de cortesía porque me extrañas a mí, ¿verdad?

Sonrío.

-Supones bien.

Rueda los ojos y yo ensancho la sonrisa.

-Cómo sea… iré a buscar a L. Trata de que su vida no corra peligro en los próximos cinco minutos, ¿crees que puedes hacerlo?

-Llevo haciéndolo desde hace seis meses, cinco minutos no son ningún problema.-le digo de forma socarrona, deleitándome cuando frunce el ceño.

Con un resoplido, se da media vuelta y desaparece por el pasillo. Sólo se escucha el sonido de la leña chisporroteando al consumirse y la respiración de Matt. Me vuelvo a verlo y de nuevo está mirándome fijamente, con cautela… como si temiese que fuese a desaparecer. Frunzo el ceño, porque no me gustaba verlo tan receloso, tan callado. Él siempre estaba tocándome los cojones, y aunque estaba seguro de que iba a acabar dándome un infarto más tarde que temprano, prefería eso a éste pequeño animalito asustado.

-¿Por qué me miras así?-le pregunto, acomodándome sobre uno de los reposaderos del sillón. Él se encoge de hombros, de nuevo pensando con cuidado antes de hablar.-Deja de hacer eso.

-¿Hacer qué?

-Eso… mirarme así, como si fuese a desaparecer. Desde que…-me detengo, inseguro de cómo proseguir cuando lo veo estremecerse.-Desde que te encontré, estás tan callado… tan receloso. Pareces asustado de siquiera tocarme.

Baja la mirada y quiero cogerlo entre mis brazos y que me mire… necesito ver ése par de esmeraldas, ya he estado demasiado tiempo sin ellas.

-Creí que querías que cerrara la boca.

-Matt, sabes que eso no es a lo qué me refiero.-le digo, finalmente cogiéndolo de la barbilla y encontrándome con sus ojos llorosos. Se me estruja el corazón.-Matt, no llores…

Sin decir ni una sola palabra, se arroja a mis brazos y me abraza con fuerza, sollozando contra mi garganta. Y yo le devuelvo el abrazo con la misma fuerza, atrayéndolo contra mi pecho y perdiéndome en su olor, en la suavidad de su piel. Lo había extrañado tanto… que empezaba a entender porque creía que todo esto era irreal, a mí también me parecía increíble tenerlo ahí entre mis brazos después de haber anhelado tanto su compañía en silencio durante tres jodidos meses.

-Creí que te había perdido…-me dice, separándose para verme. Le limpio las lágrimas suavemente con los pulgares. Niega con la cabeza.-Y ahora aquí estás, y siento que debo de estar muerto o soñando porque sólo ahí puedo estar contigo en paz. Tengo miedo de despertar y darme cuenta de que no estás… de que estás…-su voz se rompe justo en ése instante.

-Matt, no pienso ir a ningún sitio. Al menos no sin ti, ya no resistiría perderte una tercera vez.-le digo, cogiéndole la cara con firmeza entre las manos.-Lamento haberte asustado, haber tenido que dejarte pero… cuando ocurrió lo del tren en…

Me besa… y sigue siendo como la primera vez, como en aquellas aguas: Sus labios de inmediato desmoronan todas mis barreras, todas mis corazas y llegan a lo más profundo de mí ser, encendiendo el deseo y la pasión, pero sobretodo encendiendo el amor que le he tenido a éste hombre desde la primera vez que lo vi cruzar frente a mí. Le devuelvo el beso con hambre, sin ninguna intención de detenerme ni siquiera cuando empieza a hacerme falta el aire. Quiero fundirme en sus labios y quedarme ahí para siempre, extender ésos pocos segundos de infinita dicha que siento cada vez que sus labios se encuentran con los míos.

-Ejem…-dice una voz, carraspeando de manera incómoda. Me separo a regañadientes de Matt, preparando la mirada más envenenada qué puedo pero Yagami ya no está solo.-Al fin nos vemos, Mello. Un placer verte de nuevo.-dice L de forma aburrida, pero yo le conozco… y sé que no le hace ninguna gracia mi presencia.

Dejo escapar un suspiro… soy plenamente consciente de que después de todas las mierdas que había hecho, era la ultima persona a la que L querría ayudar. Y yo no era de los que rogaban, primero preferiría dejar de comer chocolate por el resto de mi vida. Pero si tenía que suplicarle de rodillas o volverme esclavo de Yagami, lo haría con tal de poner la vida de Matt a salvo.

-Vamos a cortar la mierda, ¿vale? Sé muy bien que no quieres otra cosa más que esposarme y meterme en una celda, no sin antes haberme dado una buena patada en las bolas primero…-le digo, y una pequeña sonrisa asoma entre sus labios.-pero si he venido hasta aquí hoy, es por él…-me vuelvo a ver a Matt, que me mira fijamente y se sonroja en un gesto adorable.-porque éste hombre es mi vida y sé que yo solo no puedo garantizar su seguridad.

L me mira durante un largo minuto que me parece el más largo de mi vida antes de soltar un sonoro suspiro y dejar caer los brazos a ambos costados. Sonrío, porque aunque pareciera un gesto de derrota, sé que lo que en verdad está diciéndome es que aunque la he cagado, sigue siendo mi mentor y está dispuesto a escuchar y ayudarme.

-Sabes bien que yo siempre estaré dispuesto a ayudarte pese a que eres un cabrón, Mello…-me dice, y le sonrío porque se siente como en los viejos tiempos.-pero debes entender que yo ya no soy L, no puedo brindarte el apoyo que necesitas.

Ahí venía lo feo. De nuevo siento ésa sensación amarga en el paladar al presentir lo que se viene.

-Sé a lo que te refieres, y aunque va a sonarte de guasa… estoy dispuesto a trabajar con Near. Haré lo que sea necesario para poner a salvo a Matt, su seguridad y bienestar están por encima de mi orgullo y cualquier otra cosa.-le digo firme, para que vea que hablo completamente en serio.

Yagami abre la boca en una perfecta O, completamente incrédulo y yo nada más ruedo los ojos: Incluso oyéndome a mí mismo sentía que empezaba a entrarme un sida de los buenos. "Más vale que el mocoso no se ponga difícil, no tengo tiempo para hacerle la pelota…" pienso, imaginando el volver a verle la cara a la pelusa con todo y su asqueroso aire de superioridad.

-Joder, ahora sí que ya lo he visto todo…-susurra, con sus ojos aún más grandes si cabe.

-Elle, no estoy muy seguro de que esté en sus plenas facultades… ¿Crees que esté drogado o tenga alguna contusión?-le dice Yagami, y se me escapa una carcajada… su cara era digna de sacarle una foto.

-Ya sé, ya sé… estaba seguro de que primero iba a dejar el chocolate antes que trabajar con la pelu… digo, que trabajar con Near.-le digo, y cada vez que pronunciaba su nombre estaba seguro de que una mariposa moría en algún sitio.

-No es a mí a quién tienes que convencer…-me dice, encogiéndose de hombros y aguantándose la risa.-Veamos, ahora son…-se vuelve a ver el reloj a la pared.-las seis y media de la mañana. Near acaba de tener a su hija, estoy seguro de que si lo llamo ahora vendrá. Creo que le concierne estar aquí.

Se me sube la bilis a la boca.

-Vale, me parece bien.-consigo mascullar, pero estoy seguro de que me he puesto verde.

-Vale, le llamaré ahora mismo…-me dice, sacándose el móvil del bolsillo de los jeans y marcando uno de los números pre-grabados.

-Sí, y mientras tú haces eso, yo iré a preparar el botiquín… estoy seguro de que aquí va a haber sangre.-le dice Yagami, desapareciendo de nuevo por el pasillo.

Sí, en eso ambos estábamos de acuerdo.

[…]

La pelusa se me queda mirando fijamente, con sus ojos de pescado y de nuevo lo siento: La bilis subiéndome por la garganta. Me revuelvo sobre el banco, cogiendo la taza con chocolate caliente que Yagami ha tenido la amabilidad de darme y dándole un buen sorbo para ahogar la amargura en mi boca.

-Vale, lo haré. No tengo problema alguno en trabajar contigo.-dice al final, de manera tranquila y aburrida, justo como recordaba.

Escupo un poco de chocolate de vuelta a la taza, tosiendo cuando me he atragantado con el mismo líquido. Vale, no esperaba que fuese a acceder así tan rápido. Y yo que hasta ya había preparado un montón de mierda para convencerlo, estaba casi seguro de que me iba a tomar al menos una media hora convencerlo.

-M estás echando mierda, ¿verdad?-le digo, cuando consigo recobrarme. Su boca se tuerce ligeramente y sé que debo formular mejor la pregunta.-Perdona… la costumbre. Quise decir, ¿hablas en serio?

-Por supuesto que hablo en serio, Mello. Puede que hayamos tenido nuestros malos ratos cuando eramos jóvenes…-dice y me contengo de poner los ojos en blanco porque eso era ponerlo en términos demasiado suaves.-pero eso ha quedado en el pasado. Además, de no haber sido por Matt… mi hija no tendría un padre ahora mismo.

El aludido baja la mirada colorado hasta las orejas, clavando la vista en la taza que sostiene entre sus manos. Me muerdo el labio para no reventar a reír, porque al parecer la pelusa no estaba enterada de que su marido era lo último en lo que Matt había estado pensando aquel día.

-Cuenten con todo mi equipo y recursos a su disposición.-continúa, con un leve asentimiento.-Pero a cambio, vas a tener qué decirnos todo lo que sabes… es la única forma en que podré ayudarte.-sentencia, y siento que me pongo rígido.

Cojo una enorme bocanada de aire… pese a saber que tendría que soltarles la sopa, eso de ser un soplón no iba conmigo. Pero había demasiado en juego, y no podía permitir que un orgullo estúpido pusiera en peligro la vida de la persona que más me importaba.

-Vale, esto es lo que sé…-le digo, despacio, meditando cada palabra. La pelusa coge una pórtatil de inmediato y me mira expectante.-Hay un hombre… un hombre de mi pasado, con el que me crié durante los años en que estuve en Brasil. Su nombre es Damian De Souza, y a órdenes de una entidad que se identifica con el nombre de Reese, ha reclutado a la mayoría de mafiosos y escorias de la peor calaña para darle caza a Matt. Él sabe quién soy, sabe que tengo enemigos y se está aprovechando de eso para sacar ventaja y no sólo hacerse con Matt, sino también conmigo.

Evito a ver a Matt, pero siento como sus dedos se ponen rígidos entre los míos por debajo de la mesa.

-¿Tienes alguna idea del por qué está tan ensañado con Mail y contigo?-pregunta la pelusa, sin despegar los ojos de la pantalla.

Mis ojos se deslizan con cautela a L, rogándole con la mirada que no abra la boca… porque Matt no estaba para nada enterado. Él nada más frunce el ceño en una microexpresión, pero es suficiente para estar seguro de que no va a decir nada. Al menos por ahora.

-Digamos qué… quiere vengarse de una putada que le hice en el pasado. De haber pasado quince años en una cárcel de Río, yo también estaría bastante enojado.-le digo, bajando la mirada porque es no es del todo una mentira…

-Vale. ¿Y sabes qué o quién es éste "Reese"? ¿Por qué quiere dar con Mail?-pregunta, y ahora sí me clava sus ojos y sé que ha pillado el trasfondo de lo qué he dicho.

Niego con la cabeza… todavía no podía decirles eso.

-Todo lo que he conseguido averiguar en estos últimos meses, es que es una mujer. No sé su edad ni cómo luce pero está compinchada con… con la KGB Rusa.-digo eso último en apenas un susurro.

-¿Qué? Eso es imposible, ésa agencia se disolvió en 1991.-interviene Yagami, que todo el rato se había limitado a guardar silencio.

-¿En verdad crees que la Unión Soviética desapareció sólo porque la Guerra Fría terminó? Tu inocencia es conmovedora, Yagami.-le digo, mirándolo como al crío idiota de la clase.

-¿Rusos? ¿Qué tiene que ver Rusia conmigo?-dice Matt, hablando finalmente luego de haber estado lo que bien podría ser una eternidad en silencio.

-Akseli pertenecía a la FSB antes de ser capturado y fue expulsado por traicionarlos al pasarle información clasificada a los de la KGB. Se ganó muchos enemigos, no me sorprendería que todo esto tenga qué ver con las cosas que hizo antes de que te encontráramos.-explica L, y aunque es una verdad a medias, no deja de ser cierto.

Eso parece tranquilizar la curiosidad de Matt, y a la vez le hace estremecer. Le aprieto la mano, tratando de que no sienta miedo… a fin de cuentas, ése maldito ya estaba ardiendo en el infierno.

-¿Algo más que deberíamos saber?-presiona la pelusa y me dan ganas de darle un sopapo… las viejas costumbres nunca mueren.

-Es todo lo que mis hombres han logrado averiguar. Les daré la orden de que sigan investigando y les den acceso a la información a sus agentes… con hombres en ambos bandos, peinaremos más terreno de forma más rápida.-le digo, bebiéndome mi último sorbo de chocolate ahora frío.

-De acuerdo, yo también les facilitaré el acceso a nuestra información. Al menos a todo lo relacionado con este caso.-me asegura, como si necesitara de su autorización.

Silencio. Me vuelvo a ver a Matt, que está con la mirada perdida en su taza… perdido en sus propios pensamientos. Pero sé lo que está pensando aún y sin que me lo diga, puedo percibirlo en el leve temblor de su mano entre la mía. Está asustado, cree que su pasado ha venido a vengarse de él. Las manos me pican de las ganas que tengo de cogerlo entre mis brazos y volver a besarle, hacerle saber que yo lo protegería y todo estaría bien.

-Vale… ¿Y cuál es el plan? Después de lo que pasó anoche, es evidente que Matt ya no está seguro aquí en Londres… tenemos que moverlo a un lugar seguro, un lugar donde esté fuera del alcance de tantos peligros.-le digo, consciente de que al menos por ahora esto era lo más importante.

-Ya he pensado en ello y he mandado a facilitar una casa segura en Vancouver, Canadá. Varios agentes estarán supervisando el lugar las veinticuatro horas, en un radio de doescientos kilómetros a la redonda. Te aseguro que Matt estará completamente seguro allí, al menos mientras resolvemos todo éste asunto.-me dice, y la firmeza en su voz me hace tomarle una palabra.

-¿Cuándo partimos? Cuánto antes sería lo mejor…

Niega con la cabeza.

-Las cosas todavía están muy agitadas, si nos movemos demasiado pronto atraeremos atención indeseada. Programaré un vuelo fantasma dentro de dos semanas, nadie puede saber hacia dónde se dirigen, eso incluye a tus hombres.-Asiento, porque tampoco tenía planeado decírselos de todos modos.-Elle, ¿podemos usar tu jet privado?

-Todo estará listo para entonces, mientras tanto tú y Matt pueden quedarse en un piso que tengo disponible en Edinburgh. Es pequeño, pero serán sólo ustedes dos así que estarán cómodos.

-¿Es seguro?-pregunto, pero no puedo concentrarme en otra cosa que no sea la última frase que acaba de pronunciar.

‹‹Serán sólo ustedes dos…››

-Me aseguraré de que así sea, nadie que no hayamos aprobado antes entra ni sale de ahí. Pueden confíar en nosotros.-dice la pelusa, y aunque no quisiera, le tomo la palabra.

-Entonces está decidido. Llamaré al chófer para que los lleve al aeropuerto privado de Biggin Hill para que tomen una avioneta de inmediato a Scotland… creo que cuánto antes se alejen de aquí, será mejor.-me dice L, con una mirada penetrante.

Asiento una sola vez. En cualquier caso, yo también tomaría mis propias medidas de precaución: Le daría a Romanoff órdenes de que enviara señuelos a distintas partes de Europa, Norte y Sudamérica para confundir a cualquier idiota tras la pista de Matt. Eso los mantendría ocupados el tiempo suficiente para movernos hacia Vancouver.

Me vuelvo a ver a Matt, que está mirándome de forma intensa y sé que al igual que yo, no sólo está pensando en que al menos estaríamos lejos de las balas y persecuciones por un tiempo. Por la manera en que un leve sonrojo rosáceo se posa sobre su nariz y mejillas, sé que también está pensando en lo que ha dicho L hace unos minutos.

‹‹Serán sólo ustedes dos…››

La idea me hace sonreír con todos los dientes.

-Días después-

-… Y es por eso que, en mi opinión, las Argentinas tienen los mejores culos de toda Latinoamérica.-me dice Skylar, con la boca llena de Cheetos.

Me río entre dientes, consciente de lo extraño que era estar hablando de culos con una mujer. Salvo que Skylar no era cualquier mujer, era Lesbiana y era el ama de llaves que la pelusa nos había conseguido aquí en Edinburgh. Era el ama de llaves más inusual que pudises imaginarte: El pelo teñido como si fuese una sirena en tonos rosa, azul y morado pastel y un enorme aro atravesándole la nariz. Sin embargo, eso no significaba que no me agradara, y eso ya era mucho decir ya que a mí en general no me agradaba la gente. Supongo que la pelusa se estaba esforzando porque nos lleváramos bien.

-¿Y qué hay de las Colombianas? ¿O Venezolanas? Ésas siempre se llevan la corona en los cértamenes de belleza.-le digo, poniendo un poco de masa para panqueques en la sartén.

Cuento los que ya tengo hechos, que son media docena y todos para Matt. En los días que llevamos aquí, he aprendido que el muy cabrón traga como un verdadero cerdo, y dado que es un desastre a la hora de cocinar, había recaído en mí preparar todo luego de que casi nos envenenó a ambos el primer día. Y Skylar no podía cocinar ni aunque su vida dependiera de ello, como dije: Es el ama de llaves más inusual que he conocido.

-Meh, los cértamenes de belleza no tienen la última palabra. Aunque Sofía Vergara me la pone húmeda.-me dice, echándose a reír. Me uno a sus risas.

-¿Y a ti qué cosa que no tenga vagina no te la pone húmeda? Eres peor que yo en cuanto a mujeres se refiere…-le digo, echando un montón de Nutella en mis panqueques… me muero de hambre.

-Vaya… no te tomaba por alguien hetero.-me dice, la sorpresa genuina en su voz. No sé si ofenderme o reírme, porque el objeto de mis desos sexuales últimamente no era precisamente una mujer.

-Mujer, he dormido prácticamente con cualquier chica que he querido e incluso las que no he querido. Antes de venir aquí me llovían a montones.-le digo, dándole la vuelta a mi panqueque.

-Lástima que ninguna de ellas sea el pelirrojo distraído que está en el segundo piso…-dice de manera tranquila, pero sus palabras me toman totalmente desprevenido.

-¡Mierda!-digo, apartándome a un lado cuando mi panqueque va a hacerse mierda contra el suelo cuando lo he tirado… debido a la impresión. Miro a Skylar negando con la cabeza.-Estás loca mujer, no sé de qué…

-Oh, ¡venga ya! ¡Sé que tienes más bolas, hombre!-me dice, volviendo a reírse.-No soy ninguna idiota, si mi ex me mirara de la forma en que tú miras a ése pelirrojo, entonces probablemente no estuviese aquí charlando contigo sino follándomela… ¡Es obvio que ése niñato te pone cachondo como una estufa!

-¡Ssssht!-le digo, los nervios bajándome por la espalda. Me quedo en silencio escuchando… la regadera sigue corriendo, por lo que no hay peligro de que Matt nos haya escuchado. Doy un suspiro.-Vale, tienes razón, no voy a negártelo como un cobarde…-le digo y ella lanza un chillido.-¡Guarda silencio! Joder, ¿es qué quieres que te escuche o qué mierda?

-¿Qué tiene de malo que escuche? Sólo un verdadero ciego no se daría cuenta de que quieres follártelo por detrás y por delante…-me dice, lanzándome una mirada pícara.

Niego con la cabeza.

-Tal y como has dicho hay que ser ciego para no darse cuenta… o ser tan ridículamente distraído como Matt. No creo que se entere de nada.-le digo, y no puedo esconder la irritación en mi voz.

La última semana había sido dura, teniendo a Matt a mí alrededor, constantemente las veinticuatro horas del día con su manía de no quitarme la vista de encima más que para ducharnos e ir al váter. Y aunque no me molestaba… sí me complicaba el no tener erecciones no deseadas cuando me rozaba medio adormilado entre mis brazos o lo veía desnudarse frente a mí. Sé que él no tiene la culpa porque el pobre es más distraído que yo cuando tengo que escuchar a la pelusa a diario por Skype, pero ¡joder! Que me la estaba poniendo difícil y no podía siquiera tocarme porque nunca estaba solo.

-De verdad que eres idiota…-me dice, echando los ojos en blanco.-¿Y qué hay de la vieja confiable?-La miro, sin entender nada. Vuelve a rodar los ojos.-¡Pónlo borracho hasta el culo, hombre! Eso siempre funciona. Mira, hasta me ofrezco voluntaria para conseguirte el alcohol.-me guiña el ojo con picardía.

Desvío la vista, encogiéndome de hombros y recordando aquella vez en mi jet privado… Sí, aquello no había podido ser más desastroso. Y patético, tomando en cuenta de que Matt había terminado dormido de lo más lindo en cama y yo había tenido que recurrir a vieja confiable: Mi mano derecha y una ducha fría.

-No creo que eso sea muy efectivo…-le digo, sacudiendo la cabeza y agachándome a recoger los restos de panqueque del suelo.-Además, yo… no quiero asustarlo. Aunque acabe con las bolas azules a causa de la abstinencia, prefiero aguantarme a fastidiarlo todo. Ya he pasado demasiado tiempo sin él, no pienso echarlo a perder por mi maldita testosterona.

-Jo-der.-dice, dividiendo la palabra y cuando me vuevo a verla, sus ojos están abiertos de par en par.-Sí que debes de quererlo para no habértelo follado incluso teniéndolo borracho. Mis respetos, hombre.

-Sí, bueno… no es algo de lo que me enorgullezca, pero no puedo hacer nada al respecto.-le digo, rodando los ojos y tirando el panqueque estropeado a la basura.

-Aún así…-me dice, mirándome con una expresión muy parecida a la Yuno Gasai cuando ve a Yuki en Mirai Nikki.-No perderé la esperanza, estaré esperando a que haya culos rotos y finales felices. Sólo prométeme qué vas avisarme para grabar el momento en vídeo, ¿Sí, porfi?-me dice, juntando las palmas y poniéndome cara de perrito pateado.

La miro parpadeando hasta que por fin lo comprendo, y cuando lo hago no puedo evitar echarme una sonora carcajada.

-¡Hostia puta! ¡No puede ser!-le digo, todavía riéndome.-Venga Skylar, ¿es en serio? Y yo que te creía más original, no puede ponerse más cliché que esto…-le digo, ordenando la cocina mientras sigo riéndome.

-¿Qué? ¿Qué dije?-pregunta, de forma inocente. Vuelvo a reír.

-¡Eres una de ellas!-le digo, volviéndome y sin poder contenerme la risa.

-¿Una de cuáles?-pregunta, frunciendo el ceño.

-De ésas tipas locas, obsesionadas con los gays y fanfics sobre sexo y todo eso…-le digo, negando con la cabeza como si estuviese verdaderamente decepcionado.-Ni siquiera recuerdo cómo se llaman… ¿Fukojis? ¿Fulochi?

-El término correcto es Fujoshi, y a mucha honra amigo mío…-me dice, de manera solemne.-Si hay una cosa que hace de éste mundo menos mierda, es el Yaoi. Yaoi is life, Yaoi is love.-me dice, sonriéndome con ganas.

-Estás chalada, Skylar. De veras que sí.-le digo, empezando a servir los panqueques porque la regadera había dejado de correr y estaba seguro de que Matt iba a arrasar con cualquier cosa que le pusiera enfrente.

-No soy la única, a puesto a que al pelirrojo también le gusta… a todos los Ukes les gusta.-dice, enarcando las cejas con malicia.

-¿A quién le gusta qué? ¿Están haciendo otro de sus debates?-interrumpe una voz, seguida de un chirrido en el suelo de madera.-¿Quién ganó ésta vez?-pregunta Matt jovial, todavía con el pelo mojado y con los pies descalzos.

-Dígamos que por primera vez no hay un ganador, pero los resultados pueden variar en un futuro, esperemos, no muy lejano… ¿Cierto, Mello?-me dice la muy hija de puta, con el doble sentido entre palabras.

-Sí, tienes razón. Por cierto… ¿No tenías que ir a aspirar la alfombra de la habitación? Creo que ya está demasiado polvosa.-le digo entre dientes, nervioso de que fuera a abrir su enorme bocota delante de Matt.

-Meh, auméntame el sueldo y veremos. Por ahora, mi trabajo aquí está hecho…-dice, bajándose del banco y dirigiéndose a la puerta.-No te olvides de avisarme si te decides a re-acomodar las almohadas, ¿Eh, Mello? Mira que quiero estar preparada para cuando eso ocurra.-dice, sus carcajadas perdiéndose tras la puerta…

"Maldita cabrona hija de…"

-¿Qué carajos fue eso? ¿Qué quiso decir con eso de las almohadas?-me pregunta Matt, alzando las cejas y ajeno al trasfondo de las palabras de la cabrona de Skylar.

Niego con la cabeza, volviéndome a toda prisa, fingiendo servir la comida.

-Nada, sólo Skylar siendo un bicho raro como de costumbre. ¿Tienes hambre? Hice panqueques.-le digo sobre el hombro.

-¡Genial! Estoy tan hambriento que podría chupártela entera…-dice, y me vuelvo deprisa con los ojos abiertos de par en par y un escalofrío bajándome por la espalda.

-¡¿Qué dijiste?!

Da un respingo en el banco, mirándome como si me hubiese crecido una segunda cabeza.

-Dije que estoy tan hambriento que podría comerme una vaca entera, ¿por qué?-me pregunta, su rostro la viva imagen de la confusión.

-No, por nada…-le digo, negando con la cabeza y maldije a Skylar en mi fuero interno.-Bon Appetit.-le digo, poniendo el plato frente a él.

-¡Yummy! ¡Adoro los panqueques!-me dice, cortando la mitad de uno y zampándoselo a la boca.-Madre mía…-masculla, masticando y cerrando los ojos. Me quedo mirándole fijamente.-esto sabe demasiado bien para ser bueno, si pudiera ahora mismo me monto en un avión y me voy a Las Vegas para…

Dejo de escucharle, y simplemente me pierdo en el movimiento que hace su boca cuando mastica, en la gota de sirope de maple que le baja por la barbilla y soy incapaz de controlar mi mente: Imagino que me pongo de pie arrojando el banco a un lado, que lo cojo del pelo con una mano y con la otra en su cintura lo pongo sobre la barra y le beso… le beso degustando los restos de sirope y panqueque regados en su rostro mientras sus manos se pasean impacientes por mi espalda, acercándome hacia él, pidiéndome de forma silenciosa más contacto, más besos, más caricias en zonas prohibidas…

-… ¿Cómo lo haces? ¡Me das envidia, tío! ¿Es qué hay algo que no hagas bien?-me dice, trayéndome de golpe a la realidad y clavándome sus enormes ojos verdes. Retrocedo, dándome cuenta de que todo este tiempo he estado inclinándome más hacia él.-¿Estás bien? ¿No tienes hambre? Porque si no quieres ésos panqueques con Nutella, yo sí…-sus ojos se deslizan con anhelo hacia mi plato y basta para traerme completamente devuelta de Follalandia.

-¿Sabes? Para tragar como una vaca, eres bastante delgado. Deberías estar agradecido de tener un buen metabolismo, perro glotón.-le digo, pero pincho uno de mis panqueques y lo pongo en su plato.-¿Feliz?

-¡Mucho! Adoro la Nutella…-me dice, llevándose otro enorme trozo de panqueque a la boca.-Joder, de veras que cocinas de puta madre para ser un mafioso…

-¿Y eso qué tiene que ver? El que sea un mafioso no quiere decir que vaya a cocinar como el puto culo, a diferencia de otros…-le digo, recordándole su intento fallido de pizza casera la semana pasada.

Rueda los ojos y me saca el dedo y yo le doy un leve empujón en el hombro… sintiendo como ése simple contacto, basta para ponerme a hervir la piel por entero. "Mierda, tengo que controlarme o acabaré haciendo algo estúpido… ¡Pero es tan difícil!" pienso, revolviéndome en mi asiento para mitigar un poco el dolor en la entrepierna.

De seguir así tendría que aceptar la oferta de Skylar.

[…]

-¡SÍ! ¡Al fin! ¡Aleluya!-grita Matt, poniéndose de pie de golpe y aplaudiendo con tal entusiasmo qué no puedo evitar reírme.-¡Tómala, perra odiosa!

Niego con la cabeza: No había remedio, a la hora de ver Hell’s Kitchen, nadie era más entusiasta que Matt. No lo culpaba, el drama y los gritos de Gordon Ramsay eran lo único que evitaba que se aburriera y pasara quejándose de ello, ya que la pelusa nos había puesto en cuarentena y no teníamos permitido salir de éste piso, ni siquiera para hacer la compra. Para eso estaba Skylar y el demás personal, así que no nos había quedado de otra que pasarnos el día viendo concursos de mierda o Netflix tumbados en medio de la sala.

-¿Sabes? Nunca he visto a alguien tan feliz porque hayan expulsado a alguien de un concurso. Con todo y lo odiosa que era, ésa Elise sabía cocinar.-le digo, estirándome un poco luego de haber visto 12 episodios de cuarenta y cinco minutos de corrido.

-¡Estás loco! Aún y si puede cocinar… ¡Es una hija de puta marrullera! Merecía ser expulsada, el Chef Ramsay hasta ya se había tardado en echarla de ahí.-me dice, con la misma pasión que me hace sonreír de forma irremediable.

-Hablando de cocina… ¿Tienes hambre? Ya es hora de la cena.-le digo, mirando el reloj que marca las 22:16 de la noche.-Bueno, más bien es hora de dormir pero lo qué sea.

A la sola mención de comida, sus ojos se iluminan y no puedo evitar rodar los ojos: Matt y la comida iban tan bien juntos, que hasta me daría celos de no ser porque es un objeto inanimado y no una persona. Doy un respindo cuando siento que se me arroja encima, dejándose caer sobre mis piernas y rodeándome el cuello con sus brazos. Cierro los ojos, maldiciendo a todos mis muertos y genes por darme unas hormonas tan faltas de autocontrol.

-¿Puedes hacer chimichangas, por fi? ¿Sí? ¡Por fi, por fi!-me dice, mirándome con cara de perrito.-Prometo ayudarte y todo, ¿sí?

Le miro fijamente, perdiéndome en sus ojos tan bonitos… me encantaba verlo así: Tan suelto, tan inocente, tan… él. Me hacía sentirme feliz y completo, como si nada más pudiese molestarme. Me sonríe, y en ése preciso segundo se me olvida la situación que nos ha arrastrado a estar en cuarentena y no puedo sino estar feliz, sentirme como un crío de nuevo y tener ésa paz que me ha faltado todos éstos años lejos de su compañía. Alzo una mano y le acaricio la mejilla con suvidad. "No importa si no puedo poseerte físicamente, esto es muchísimo más valioso…" pienso, devolviéndole la sonrisa.

-Vale, te haré chimichangas…-le digo, y su reacción no tiene precio: Me atrae hacia sí y me da un beso en la mejilla, que me hace sentir esa calidez tan dulce en el pecho.-Pero, tendrás que al menos ayudarme a cortar el pollo, ni te creas que voy a dejar que nada más te sientes a ver para luego comerte todo.

-¡Sí, capitán!-me dice, haciendo un saludo marcial.

Se pone de pie, cogiéndome la mano y arrastrándome hacia la cocina. No cambiaría absolutamente nada, ni siquiera todos los desastres en los que hemos estado metidos últimamente porque al menos ahora estábamos juntos. Lo veo abrir el refri y empezar a sacar los ingredientes, y mi sonrisa no hace sino ensancharse al ver su rostro aniñado lleno de una felicidad que creí marchita por mí culpa.

-Vale… ¿Qué hacemos primero?-me dice, viéndome con chispitas en los ojos.

Me dirijo al mostrador en donde ha desparramado todos los ingredientes y cojo la pechuga de pollo, sacándola del empaque y llevándola al fregadero donde empiezo a arrancarle el pellejo y a lavarla muy bien. Y en todo este tiempo, Matt no ha dejado de verme con otra cosa que no sea fascinación.

-Primero se lava el pollo y luego lo pondremos a hervir, para que se ablande y luego desmenuzarlo.-le digo, cogiendo una olla, llenándola de agua y llevándola a la estufa.

-Deberías ir a probar suerte a Hell’s Kitchen, seguro y ganas. Bueno, eso si el chef Ramsay y tú no se matan primero… los dos son igual de gruñones.-me dice, echándose una risilla.

-¿Yo soy gruñón? ¿De veras? ¿Cuándo me has oído ponerme a gritar "¡Está CRUDO!" como un demente?-le digo, fingiendo indignación… porque en realidad tiene razón. Quizá hasta grito más que Ramsay cuando estoy enojado.

-Venga, Mello, te he escuchado cuando hablas con Romanoff por el móvil… el pobre hombre puede considerarse afortunado si para este entonces sigue teniendo un 20% de audición.-me dice, rodando los ojos.

-Vale, admito que grito un poco…-me mira enarcando una ceja.-¡Vale! Grito mucho. Pero es porque él no hace lo qué le mando; si lo hiciera la historia fuese otra.

-Porque eres un perfeccionista de mierda. Igual que el chef.-me dice, cruzándose de brazos y con una expresión que quiere hacerse pasar por seria.

-Vale, lo que tú digas… ahora trae tu culo aquí y ayúdame a desmenuzar el pollo…-le digo, rodando los ojos y cogiendo un cuchillo.

-¿Sabes? Una de mis comidas favoritas es tu polla rica…

Me vuelvo a verlo justo como en la mañana, con mi corazón acelerando su ritmo cardíaco de sopetón en menos de un segundo.

-¡¿Qué dijiste?!

Se detiene, viéndome estupefacto.

-Dije qué una de mis comidas favoritas es el pollo frito… Cielos, ¿qué te pasa hoy? Estás raro desde la mañana…-me dice, no muy seguro de mi sanidad.

-Perdona, creo que nada más estoy muy… ¡Mierda, Matt!-le digo, cuando se tropieza, arrastrando consigo la olla con salsa de tomate que he puesto antes. Gracias a Dios no la había puesto a cocer todavía, o me hubiese quemado en serio.

-¡Oh, no! ¡Lo siento mucho, Mells! ¡Lo siento!-me dice, corriendo hacia mí e intentando limpiarme con el codo.-¡Perdona, en verdad no quer…!

-Ey, no pasa nada, cachorro… es sólo un poco de salsa, ¿ves?-le digo, apartándolo con cuidado y sacándome la camiseta.-La meteré mañana en la lavadora y quedará como nueva, no te preocupes.

-Eh… s-sí, v-vale.-me dice, y cuando me vuelvo a verlo está rojo como un tomate.

Sonrío al ver que la visión de mi torso al descubierto seguía poniéndole nervioso. Suelto un suspiro y dejo la camiseta a un lado, mirando el charco de salsa en el suelo y maldiciendo el hecho de que mi ama de llaves sea de todo menos una jodida ama de llaves cuando se necesita. Cojo el rollo de papel toalla a un lado y empiezo a cortar un montón de hojas, mientras unos pasos lentos y patosos se dirigen hacia el armario de limpieza, en busca de una fregona supongo.

-Déjame, yo…-empieza, pero yo nada más niego con la cabeza y con suavidad, cojo la fregona y empiezo a sacar la salsa del piso.

El silencio se cierne sobre la cocina, pero no me molesta. Nada más se escucha el sonido de nuestras respiraciones, mis pasos y el agua agitándose cada vez que meto la fregona en el enorme cubo a un lado para sacar los restos de salsa.

-¿Te dolieron?-rompe la quietud, y cuando alzo la vista está mirándome fijuamente de ésa manera que me eriza todos los vellos del cuerpo.-Los tatuajes, digo… tienes un montón.

Desvío la mirada a mi torso, a mis brazos… marcados por la tinta y una que otra cicatriz que me he ganado con el paso de los años. Contemplo las figuras indelebles en mi piel, cada una contando un recuerdo más tormentoso que el anterior. Niego con la cabeza.

-No. A veces incluso me olvido de que están ahí.

Pero nunca me olvidaría de las razones que me llevaron a trazármelos en la piel. Ésos recuerdos estarían por siempre grabados en lo más profundo de mi memoria. Lo veo apretar los labios un poco, en ésa misma expresión aniñada de cuando no comprendía las clases de mates en Wammy’s.

-¿Tienen un significado o sólo te gustan los tatuajes?-me pregunta, sin darse cuenta de que la historia de mis tatuajes no era una cosa que se pudiese preguntar a la ligera.

Si se tratase de alguien más, probablemente le mataría. O me daría media vuelta como si no hubiese pronunciado palabra. Pero Matt no es cualquier persona, y por alguna razón… algo en éste preciso instante, en ésta noche tan parecida a las anteriores y sin embargo tan distinta, siento que no debo usar mi máscara de indiferencia. Siento que no debo ser "Mello el mafioso" o "Mello el matón"… siempre que estoy con Matt, siento que sólo soy Mello. Y él es Matt, y eso me hace sentir seguro de pertenecer a un sitio en éste mundo.

-Cuentan una historia… mi historia.-le digo, mirándome los brazos… mirando el tatuaje de una bella mujer abrazando a un lobo en mi antebrazo derecho.

-¿Y cuál es tu parte favorita?-me cuestiona, con la misma curiosidad infantil de antaño. Sin embargo, su pregunta me toma por sorpresa, porque él siempre ha sido distraído.

Supongo que a lo mejor, no es que Matt fuese torpe o distraído. Era más que tenía su propia forma de ver al mundo, y pocas veces le mostraba a los demás su punto de vista. Sonrío un poco y dejo la fregona a un lado, avanzando lentamente hacia él. Lo veo estremecerse, sus pupilas dilatándose ante la proximidad de mí persona y, sin previo aviso, cojo su mano y la llave al centro de mi pecho en donde está el tatuaje de la huella de un perro. La huella del cachorro que hacía latir los retazos de corazón que aún quedaban en mi interior. Su mano cálida se cierra en torno a mi pecho y el aire sisea entre sus labios rosáceos, chocando contra mi rostro y embriagándome con su aroma a nicotina y deseo.

- eres mi parte favorita…-le susurro, y como si mis palabras hubiesen invocado un hechizo, un relámpago atraviesa el cielo y se lleva a la luz con él.

Pero no importa.

No necesito la luz falsa de ésa casa, porque justo ahora estoy contemplando la llama más brillante que he visto en toda mi vida. Una llama que muchas veces he creído extinta, una llama que muchas veces ha estado al borde de apagarse para siempre… y cada vez, resurge de entre las sombras con más fuerza, traspasando mi propia oscuridad hasta llegar al fondo de mí ser, al fondo de mí alma, al fondo de todas mis máscaras. Lo veo abrir la boca, pero no necesita decir más.

Ésta noche, no son las palabras sino nuestros cuerpos los que harán la plática.

z88;


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