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El Hombre de Arena por CheekyMint21

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Notas del capitulo:

Yei!! Aquí estamos de nuevo, con otro cap. Les tengo qué advertir que está un poquito más largo de lo normal, así que paciencia sí? Además, tengo qué advertirles que está algo fuerte y con algo de gore, así que tengan pañuelos, bolsas para vómito y algo que apretar a mano ok? (Creo que con esto del Halloween mi lado masoquista anda inspirado jajajaja) Espero qué lo disfruten (Y no vomiten xD) y PORFI DEJENME SUS REVIEW saben qué su opinión es súper importante para mí para saber en qué puedo mejorar el fic o tal vez qué cosas les gustaría ver no sean malitos sí? No los entretengo más, aquí está el fic y qué lo disfruten (No apto para hipertensos, personas con asco a la sangre, blah, blah, blah :3) Mi NMoon, mi niña...yo sé que odias al papi de Matt y qué le quieres sacar los ojos...Pero no me los vayas a sacar a mí después de este cap!! Shi?? SABES QUÉ TE ADORO, por favor no vayas a llorar ni a matarme. Gracias por ser mi apoyo...Besos y a leer!! :··

Cada día me daba cuenta de que sabía menos y menos acerca del mundo. “Bueno y no es para menos, no has salido de ésa cabaña en diez años” me consoló mi subconsciente. Hasta el momento, no entendía la mitad de las palabras que Ryuuzaki y Watari decían y no era precisamente porque me las dijeran en inglés. Las últimas horas me la había pasado practicando mi inglés que aunque era muy bueno no dejaba de tener ése acento extraño (O al menos no sonaba como cuando Ryuuzaki hablaba, aunque me dijo qué no me preocupase por ello) y en medio de doctores. Mi estómago ya estaba sano y libre de peligro, con el único detalle de que no podría comer cosas picantes por el resto que me queda de vida ni tomar una cosa llamada “soda”. Aún no sé bien lo qué eso quiere decir.

-¿Joven Mail? ¿Puedo pasar?-se escuchó la voz de Watari al otro lado de mi habitación. Mi habitación…seguía sin poderme creer eso. Nunca había tenido algo propio.

-Sí, Watari. Pasa.-le dije y entró. Me echó una mirada y se echó a reír. Me sonrojé hasta la médula.-N-No te rías…-le dije mordiéndome el labio.

-Lo siento, joven es que…se ha puesto el traje como no es. Déjeme ayudarle.-dijo y miré aquella extraña ropa de arriba hacia abajo. No encontré nada raro.-A ver, para empezar los botones de la camisa van hacia adelante…

Me sonrojé aún más. Me quité aquel saco de tela fina de encima y me quité la camisa, acomodándomela justo como él me había dicho. Aún se me hacía tan raro el tener tanta ropa para mí, cuando mi papi siempre decía que dos mudas de ropa eran suficientes. Traté de apartarlo de mi mente por el momento, no quería ponerme mal. Preferí pensar en el hecho de qué olía a lavanda y mi piel se sentía suave y fresca, una sensación que no había sentido nunca en mi vida. De hecho, había muchas cosas que no había tenido en mi vida: Un baño caliente, champú con olor delicioso ni comida los tres tiempos del día, diariamente.

-Perfecto. Ahora arreglemos este pequeño desastre. Esto se llama corbata, Mail, y se pone alrededor del cuello. Así.-me explicó.

Me quitó aquel bonito listón de la cintura y lo enroscó en mi cuello, haciendo un nudo bastante elegante…y apretado.

-No me gusta, aprieta mucho…-me quejé, sintiéndome apercollado. Supe de inmediato que la corbata no me gustaba.

Se rió de nuevo y negó con la cabeza.

-Eres igualito a Ryuuzaki. A él tampoco le gusta vestirse de traje, lo cual es una pena con lo guapo qué se ve.-dijo con dulzura, y…me dio envidia.

Desvié la mirada y empujé las lágrimas hacia dentro. No quería ya no querer a mi papi, no quería…pero así era. Aún así, su muerte no dejaba de causarme dolor. Ryuuzaki me había dicho que la investigación en su contra había llegado a su fin y qué la resolución de caso había sido la pena de muerte: Sus delitos eran muy graves.

-Listo. Ahora tú también has quedado guapetón.-me apretó una mejilla y me reí, olvidándome de mi tristeza por unos segundos.-¿Te quieres ver al espejo?

Paré de reír abruptamente y lo miré con los ojos bien abiertos ¿Espejo? ¿Qué era un espejo? Él pareció verlo en mi rostro porque sonrió y se dirigió a uno de los cajones, tomando un pequeño objeto dorado y brillante. Muy bonito.

-Ten. Dime qué no tengo razón…-dijo entregándome aquel pequeño trozo de metal de apariencia muy fina.-Dale la vuelta.-me dijo, sonriendo.

Obedecí y se me escapó un jadeo. No podía creer lo que mis ojos veían.

-¿Q-Quién es ese?-le dije, mirando fijamente al niño del espejo.

-Pues eres tú, ¡tontito!-me dijo Watari, soltando carcajadas de nuevo.-¿No te gusta? Me das envidia con ésas pequitas tan bonitas.

Nunca en mi vida me había visto en un espejo, no sabía cómo era. Sabía que tenía el pelo rojo, por los cabellos que quedaban enredados en el cepillo cuando me peinaba y por la larga trenza que siempre me hacía: Nunca en mi vida me había cortado el pelo, por lo que lo tenía muy largo. Y me gustaba así, no quería cortarlo nunca. Pero…no sabía cómo era mi cara. “Pues ahora lo sabes” dijo mi subconsciente, tan asustada y confundida como yo misma. Siempre creí que era igual a mi papi…pero no lo era. Moví la mano y el niño del espejo hizo lo mismo.

-Espera aquí…-dijo Watari, y para asombro mío salió corriendo de la habitación. Seguí contemplando aquel reflejo, acercando un dedo tembloroso y viendo como mi movimiento era copiado por el otro niño.-Mail, ¿Me ayudas?

Desvié mi mirada del niño pelirrojo y vi a Watari que traía otro espejo todavía más grande y de apariencia muy pesada.

-¡Watari! ¡No hagas eso!-le reñí, corriendo para ayudarle. Una persona de su edad no debería andar haciendo éstas cosas.

-¡Uf! Mi cadera me la cobrará caro, pero valdrá la pena. Ahora sí, mírate fijamente Mail.-dijo, dándole la vuelta a aquel enorme objeto que no resulto ser otra cosa que un espejo más grande.

De nuevo di un respingo al ver mi reflejo. Mi piel era de un tono mármol y parecía relucir bajo los tenues rayos de sol que se colaban por la ventana. Me acerqué más, lentamente…sin perderme ningún detalle. Tal y como había dicho antes, mi pelo era rojo. Muy rojo, rojísimo. ¡Y larguísimo! Mis ojos eran muy grandes, no sé cómo había podido criticar a Ryuuzaki antes de pálido y ojudo si yo era igual, con la diferencia de que mis ojos eran de un extraño verde, muy brillante e incluso intimidante al mirar por mucho rato. Mis pestañas eran muy largas y extrañamente de un color negro muy profundo, como el pelo de Ryuuzaki. Mi nariz era apenas y pequeño bulto en mi rostro, chiquitita y respingada y sobre ésta caían cientos de pequeños puntos dorados, como los de mis manos. Ya luego preguntaría por ellas.

-Esto es tan…raro.-dije, y el niño de espejo también movió sus labios rosados al compás de los míos. Le fruncí el ceño y el hizo lo mismo, arrugando la nariz y moviendo aquel montón de puntos dorados.

-¿Te consideras raro?-dijo Watari, sorprendido y posándose a mi lado. Contrastábamos de forma casi dolorosa.

-¿Tú no? Bueno…es qué mi cara está llena de estas cosas doradas, mi pelo es de éste color chillón y mis ojos son muy extraños. Nunca había visto éste color.-le dije y empecé a creer que era feo. Me sentí feo.

-Yo no veo nada raro, de hecho veo a un jovencito único. Ésos puntitos en tu rostro son pecas y me dan envidia, tienes unos ojos preciosos y tu cabello es de un color muy singular. Eres diferente al resto y eso es muy bueno.-me dijo Watari con dulzura, pero aún así seguía viéndome raro.

-¿Listos? Ah…vaya, veo que ya te has visto en el espejo.-dijo Ryuuzaki, y también se reflejó en el espejo. Sí qué nos mirábamos raros los tres.

Mi cabeza se llenó de preguntas ¿Por qué mi pelo era así? ¿Por qué no era negro como el de papi? ¿Por qué mis ojos no eran de color miel? ¿Por qué era tan pálido? ¿Por qué mi nariz era tan pequeña? ¿Por qué tenía pecas? ¿Por qué era tan feo? Necesitaba tener respuestas, y las necesitaba ahora. Se me hacía muy raro verme así.

-Mail…-sentí la mano de Ryuuzaki apoyarse en mi hombro. De un salto-Vamos. Y…te ves muy bien.

“Mentiroso” pensé, pero no lo dije en voz alta. Por supuesto qué no. Tomé su mano y salí, no sin antes darle una última ojeada a aquel extraño niño que no era otro qué yo.

-Deja de retorcer los dedos, Mail. Ya te dije que no puede vernos.-me reprendió Ryuuzaki, cuyos dedos ya estaban morados de lo fuerte que los apretaba.

-¿Estás seguro? Ryuuzaki, siento ganas de vomitar.-le dije, y por primera vez desde hacía semanas sentía aquella horrible sensación de devolver la comida.

-Joven Ryuuzaki, creo que sería mejor que el joven Mail no vea esto, es demasiado…

-¡No!-rugí. Si quería ver…o al menos despedirme en silencio de él, tenía que ser más fuerte-No quiero irme. Estaré bien, ya se me pasará.

-Si las cosas se ponen feas, te sacaré Mail. Y no me importa lo que me digas.-dijo Ryuuzaki muy serio. Asentí y tragué la bilis de regreso.

Miré de nuevo. La verdad no se veía gran cosa…la verdad diría que iba a ser una muerte bastante placentera. Sólo era un cuarto lleno de metal reluciente, un par de sillas sencillas y una mesa con un par de jeringuillas de colores brillantes. No sabía qué eran…a lo mejor la misma cosa que él me había dado a mí. Ahora ya no me fiaba de los colores brillantes.

-Akseli Jeevas, edad 32 años. 15 de noviembre de 2000. 14:56 horas. Winchester, Inglaterra.-leyó un papel un hombre de apariencia dura y pelo castaño. Escuchar aquello me ponía los pelos de punta.

-Podemos irnos siempre que me lo pidas, Mail. No tienes por qué ver esto.-susurró Ryuuzaki a mi oído, haciendo que los vellos de la nuca se me erizaran más.

-N-No…estoy bien.-le mentí y volví a enfocarme en lo que tenía enfrente.

Empecé a preguntarme si mi padre en verdad había existido, si en verdad seguía ahí debajo de ése hombre de mirada desquiciada y llena de odio. El hombre que había intentado matarme. “¿En verdad eso fue un padre? Nunca me enseñó el mundo, nunca me dijo ‘te quiero’, nunca…nunca me enseñó qué era el amor” pensé, cuestionándolo por primera vez. Ahora que empezaba a salir de mi ignorancia y que Watari me había enseñado lo que era en verdad una familia…dudaba mucho haber tenido una. “Aún así, ése hombre…al menos por alguna razón me mantuvo con vida. Y le debo eso” pensé sintiendo mi corazón latir con fuerza a medida que el momento se acercaba. No le quedarían más de un par de minutos.

-Ex-agente de la CIA, fugitivo buscado de la Interpol y recientemente criminal acusado de filtrar información acerca de las fuerzas especiales británicas. Sin mencionar los cargos por robo a propiedad del gobierno británico…

Reventó a carcajadas en ése instante y me estremecí: Sus carcajadas siempre estaban presentes en mis pesadillas. Siempre.

-¿Robo dice? ¡Ja! ¡No me hagan reír!-dijo, como todo un lunático. Me aferré a Ryuuzaki que me apretó el hombro con fuerza-¡Ése mocoso era cualquier cosa menos propiedad británica! ¡Estaba en las entrañas de una mujer finlandesa!

“¿Robo? ¿Propiedad del gobierno británico? ¿De qué habla? Yo…no comprendo, ¿Por qué está diciendo ésas cosas?” pensé, sintiendo mi pecho punzar con furia con cada una de sus palabras. Miré a Ryuuzaki que apretaba sus labios y mantenía su vista al frente ¿Acaso el sabía que algo que yo no?

-Señor Jeevas, si tiene algo de lo que arrepentirse…este es buen momento para hacerlo. Por favor recapacite.-le dijo el hombre castaño, bajando los papeles.

-¿Arrepentirme? ¡No me arrepiento de nada porque no he sido yo él que ha hecho daño!-gritó con furia mi papi, con odio…con el rostro lleno de brutalidad. Las lágrimas rodaron por mis mejillas-¡¿Está aquí no?! ¡Ése mocoso bastardo está aquí con el hijo de puta de L!

El hombre castaño suspiró y negó con la cabeza.

-Proceda, Tatcher.-dijo secamente, yendo directo a una esquina. El momento había llegado.

-¡¿Mail?! ¡¿Estás ahí, verdad?! ¡Eres un maldito bastardo! ¡No sabes lo qué te espera! ¡Te abrirán y te usarán como el maldito conejillo de indias que siempre fuiste! ¡Todos se irán al infierno conmigo! ¡Sobre todo tú L!-gritaba con desesperación, tan fuera de sí…que me costaba mucho verle así. Me dolía.

-Mail, vámonos…-dijo Ryuuzaki, pero yo era incapaz de moverme. Estaba pegado al suelo, como si sus palabras me hubiesen soldado al mismo.-Ven, vamos.-tiró Ryuuzaki de mí, sin éxito alguno.

Conejillo de indias. Bastardo. L. Todo me daba vueltas en la cabeza y se clavaba en mi corazón, provocándome un daño tan profundo que podía sentir como si de un momento a otro iba a romperme en cientos de pedazos, si no es que ya lo había hecho. No entendía nada, tampoco quería hacerlo pero el dolor me forzaba a seguir dándole vueltas a ésas palabras una y otra y otra vez dentro de mi cabeza como un casete de imágenes que no puedes dejar de ver. Un hombre con bata blanca se acercó, junto con otros dos enfermeros. Éstos últimos los tomaron con fuerza y el doctor ensartó la aguja en el cuello de papi. Al instante soltó un alarido y cayó al suelo, retorciéndose de dolor. Los gritos inundaban mi cabeza, impregnándose con clavos en mi cerebro pero no podía moverme. No podía.

-¡Son unos malditos! ¡Todos ustedes son unos malditos hijos de puta! ¡Han creado a un moustro! ¡UN MOUSTRO! ¡¿OÍSTE MAIL?! ¡TE MINTIERON Y LO SEGUIRÁN HACIENDO! ¡ELLOS MATARON A TU MADRE Y TE MATARÁN A TI! ¡ERES UN MALDITO ANORMAL, UN MOUSTRO!-gritaba, destrozando mi corazón y pulverizando los pedazos ya rotos.

-Suficiente. Vámonos.-Ryuuzaki me haló del brazo con brusquedad, siendo la primera vez que se portaba de ésa forma conmigo pero apenas y sentí el dolor de su agarre.

Me arrastró fuera de aquella habitación del horror, en donde el hombre al que más había amado, el hombre en el que siempre creí sin duda alguna y al que llame padre durante toda mi vida me había arrancado el corazón de raíz, estrujándolo en su mano y desgarrándolo con cada una de sus crueles palabras que resonaban como ecos en mis oídos. Poco a poco sus gritos de Moustro y Anormal quedaron atrás, al igual que la confianza que alguna podría volver a depositar en alguien. En algo no se había equivocado: El mundo era un sitio demasiado cruel, demasiado malo…y yo ahora estaba dentro de él. Recordé mi reflejo en el espejo, la diferencia casi abismal entre las demás personas y yo.

-Anormal.-repetí, encontrando finalmente la palabra que describía lo que había visto en el espejo justo ésa mañana.

-¿Mail? ¿Puedo entrar?-dijo Ryuuzaki suavemente, al otro lado de la puerta.

Luego de la ejecución, no había vuelto a salir de mi habitación y pedí específicamente no tener ningún espejo ni otro tipo de objeto en el que pudiese reflejarme. Ya hacía una semana de eso, y me la pasaba viendo por la ventana desde que salía el sol hasta que se ponía en el horizonte: Aún era incapaz de procesar lo que había pasado, lo que había vivido. Mi propio padre…mi propia padre me había traicionado, me había mentido y finalmente me había desechado como a cualquier basura. Nada podía dolerme ahora. No después de perder hasta el último céntimo de mi corazón en ésa habitación viendo al mismo hombre morir frente a mis ojos.

-Mail, quiero hablar contigo.-dijo Ryuuzaki detrás de mí. Levanté los hombros con indiferencia, indicándole que podía continuar.-Por favor, al menos…al menos mírame. Es de mala educación no ver a las personas.

“¿Y en de qué puede servirme la educación si ya no me queda nada? Nadie con quién ser educado, nadie a quién complacer siendo educado. Da igual” pensé, pero suspirando me di la vuelta y miré aquellos orbes negro-medianoche…que ya no me causaban absolutamente nada. Así de muerto me sentía, que ni siquiera los ojos de Ryuuzaki podían llegar al interior de mi alma.

-Mail…ya ha pasado una semana, ¿Cuánto tiempo más piensas seguir matándote de hambre y encerrado viendo a la nada? No pienso dejar que te mates, te meteré la comida por intravenosa si es necesario pero no dejaré que sigas haciéndote daño.-me reprendió y vi lo dolido que parecía estar por mi actitud. Ni siquiera me mosqueé…antes me habría disculpado de inmediato, sintiéndome mal por haberle hecho pasar un mal rato. Después de todo, Ryuuzaki me había salvado la vida...

“No, él te trajo de vuelta del paraíso para vivir el infierno. Él atacó a tu padre, él…” paré los pensamientos en seco, porque me sorprendió el rumbo que estaban tomando y por sobretodo la intensidad que tenían: En serio estaba tratando de odiar a Ryuuzaki. Él…que sólo había buscado ayudarme, buscado mi bien y me había salvado de las garras de ése impostor. No podía odiarle, no debía por más que mi alma corroída me lo pidiese.

-Yo…Ryuuzaki, yo…-no pude terminar la frase, porque justo en ése instante un graznido escapó de mi garganta.

-Ven aquí.-Ryuuzaki se acercó y me estrechó entre sus brazos. Me eché en ellos sin chistar, dejando salir todo lo que había encerrado durante ésa semana. Todo el odio, todo el dolor, toda la rabia que bullían dentro de mí como avispas venenosas que me picaban, haciéndome cada vez más daño.

-¡Lo odio! ¡Lo odio, Ryuuzaki, LO ODIO! ¡Me mintió! ¡Me mintió y me convirtió en su títere!-grité con todas mis fuerzas, desgarrándome la garganta con mis alaridos y golpeando con mis puños su pecho.

-Ya, tranquilo Mail…déjalo salir. Deja todo salir hasta que sientas que ya no queda más adentro, no te lo guardes. Jamás te lo guardes.-me decía calmadamente Ryuuzaki, soportando mis golpes sin quejarse.

Lloré bastante rato. Grité muchas veces cuánto lo odiaba, cuánto me dolían sus mentiras. Ryuuzaki me dejó golpearle, incluso quebrar varias de las cosas que habían en el cuarto: El dolor me cegaba demasiado, no podía controlarme. Lloré, pataleé y todo bajo las palabras de aliento de Ryuuzaki que en ningún momento me dejó solo, siempre estuvo allí a veces en silencio sólo escuchándome gritar hasta que mi voz finalmente no dio para más. Sentía la garganta seca, lastimada e inflamada pero al menos ya no me sentía como una granada que iba a explotar en cualquier momento. Ahora…ahora estaba vacío. Vacío como un hueco, vacío como un saco al que le sacan las plumas, vacío como un pozo sin agua. Vacío, seco y muerto. Así me había dejado.

-¿Mejor?-dijo Ryuuzaki, acomodándose a mí lado en el suelo en el que estaba tirado, cansado y drenado.

-No.-le dije secamente.

-Dale tiempo al tiempo.-me dijo y limpio mis mejillas con dulzura, por donde rodaban las últimas lágrimas. Sentía mi cara hinchada de tanto llorar.

-¿Qué ibas a decirme?-le dije, apartando sus manos y tratando de recuperar la cordura. Al menos la poca que me quedaba.

Apretó los labios y lo miré fijamente, esperando a que por fin hablase.

-No sé si sea…

-Dime. Por algo viniste ¿No?-le dije, quizá con más brusquedad de la necesaria.

Suspiró y negó con la cabeza.

-En mi vida, aparte de mí mismo, he conocido a alguien tan testarudo como tú. Pero bien, vine porque…ahora que ha finalizado la investigación, necesito hacerte unas pruebas.-dijo, de forma pausada. Más pausada de lo normal.

Pestañeé aclarándome la vista empañada y dejando que las lágrimas atrapadas en mis pestañas escurrieran, ¿Qué había dicho? ¿Pruebas? ¿Para qué? Unas palabras más qué inoportunas invadieron mi mente, en el peor momento: Conejillo de indias. No sabía qué quería decir eso, pero lo había escuchado del hombre al que tanto odiaba y que ma hacía daño.

-¿Pruebas?-dije, tres octavas más altas de lo usual. Ryuuzaki puso los ojos en blanco.

-Por favor, no te pongas así. Es...necesario para concluir la investigación y sacar las últimas conclusiones. De verdad es muy necesario hacértelas.-enfatizó, mirándome fijamente y estudiando cada una de las reacciones de mi rostro.

-¿Por qué? ¿Y por qué a ?-le dije, empezando a sentir pánico e irritación. Todo a la vez.

-Porque no sé qué clase de cosas pudo haberte estado haciendo ése hombre antes de encontrarte, y según lo que encontramos…no es nada bueno. Es necesario corroborar si lo que averiguamos es cierto o no, cosa que estoy 97% seguro de que es cierta.-dijo, sin pestañear y atravesándome con su mirada.

Apreté los labios y rodeé con fuerza mis rodillas, contrayéndolas hacia mi pecho. Tenía miedo. Mucho miedo de lo que pudieran hacerme, de que las palabras de ése hombre que una vez fue mi padre fuesen a hacer ciertas…que acabaran matándome o utilizándome de nuevo. Ya había pasado por mucho con él, mi corazón destrozado no iba a resistir pasar por lo mismo de nuevo. Cerré los ojos y contuve nuevamente las lágrimas ¿Cómo era posible que pudiese seguir teniendo más, con todas las que había derramado hacía media hora? ¿Es qué acaso nunca iba a dejar de sufrir?

-Tranquilo Mail, te prometo que sólo será una vez y nada más. Te lo prometo.-dijo y cuando abrí los ojos, me encontré con los suyos: Profundos, negrísimos y más sinceros de lo que hubiese visto jamás.

“¿Pudo confiar en ti Ryuuzaki…puedo volver a poner mi corazón en manos de alguien más sin temor a que me lo rompan?” pensé, perdiéndome en ésa galaxia sin estrellas ni planetas. Inspiré hondo y conté hasta diez, tratando de tranquilizarme.

-Bueno, está bien. Sólo espero que no me duela mucho…-le dije y me forcé a sonreír, aunque sabía perfectamente que mi sonrisa no podía estar más rota en ésos momentos.

-Está bien. Ahora necesito qué comas y te pongas fuerte…las pruebas son mayormente físicas y unas cuantas mentales.-me sonrió, revolviéndome un poco el cabello y fruncí el ceño-¿Qué sucede?-dijo extrañado al ver mi rostro fruncido.

-Nada. Sólo… ¿Tú crees que podría cortarme el pelo, Ryuuzaki?-le dije, y empecé a sentir que me pesaba cincuenta kilos. Nunca en mi vida mi pelo me había estorbado pero ahora…me traía demasiados malos recuerdos.

-Pero… ¿Por qué quieres hacer eso? A mí me gusta tu pelo así, largo y sedoso. Tienes un pelo muy bonito.-me dijo, pasando sus dedos por las largas hebras rojo fuego.

-Soy un chico, no estoy para andar con el pelo trenzado…quiero cortármelo. Cambiar, empezar de nuevo. Entiéndeme por favor.-le supliqué y sentía el nudo en la garganta.

Suspiró.

-De acuerdo, déjame llamar a Watari pero…será un cambio drástico, ¿Estás seguro de ello?-dijo, mirándome con sus enormes ojos.

-Muy seguro. Quiero mi cabello normal, como debería de ser.-le dije firme, tomando aquella larga trenza y mirándola fijamente con asco.

Me libraría de todos los recuerdos de aquel hombre, lo enterraría en las sombras por siempre…y sería alguien nuevo. Roto, pero al menos diferente.

Me agarré fuerte de la mano de Ryuuzaki, mientras me conectaban cientos de claves a la cabeza y al pecho. Eran de varios colores, sin duda alguna muy bonitos pero…me aterraban hasta la médula. Mi respiración sonaba forzada y podría jurar qué Ryuuzaki y los demás médicos podían escuchar perfectamente cada uno de los latidos de mi corazón.

-Todo listo para proceder, Ryuuzaki.-dijo el médico, cuando al fin terminó de colocarme el último de aquella maraña de cables.

Miré a Ryuuzaki y sentía los ojos escocidos por las lágrimas que con tanta fuerza querían escapar de ellos: Ahora ya no me sentía tan valiente como esta mañana y sus palabras de “sólo son un  par de pruebas inofensivas” me parecían huecas y muy lejanas. Él me miró fijamente y se acercó, dándome un pequeño beso en la frente. Di un respingo: Ryuuzaki era muy seco en cuanto a emociones y contacto físico, así que esto era realmente una novedad.

-Tranquilo Mail, te aseguro que estaré monitoreando ésta prueba en todo momento y si algo llega a salir mal o es demasiado para ti, no dudaré en sacarte de ahí. Confía en mí.-dijo con dulzura, minimizando el aporreo de mi pecho y mi pánico.

Asentí y solté su mano: Entre más rápido se acabara, sería mejor. Debía ser fuerte, Ryuuzaki no iba a dejar que nada malo me pasase.

-Bien. Esta prueba consiste básicamente en someterte a una serie de situaciones, ya sea cotidianas o riesgosas, para ver cómo reaccionan tus estímulos.-alcé mis cejas confuso: No entendía nada de lo que estaba diciéndome. Él pareció leer la duda en mi rostro porque añadió:-Simplemente vamos a ver qué elegirías en ciertas situaciones. Por ejemplo, si te doy a escoger entre una banana o pescado a la plancha, ¿Qué escogerías?

-¡La banana!-le dije casi que al instante: Había probado el pescado. De hecho, lo había comido durante toda mi vida y digamos que después de probar una cosa llamada lasaña lo aborrecía de corazón.

-¿Ves? La prueba es eso, nada más. Ahora…suerte.-dijo, revolviéndome mi cabello ahora corto y en el que no quería pensar ya que había acabado siendo un desastre incluso peor qué antes.

Se alejó junto con cuatro de los cinco médicos que estaban presentes en ésa habitación y se puso detrás de una ventana, idéntica a la que usamos para observar…la ejecución aquel día. Un escalofrío me recorrió la espalda al pensar que yo me encontraba casi en la misma situación.

-¿Estás listo, pequeño? Voy a tener que inyectarte, espero que no le tengas miedos a las agujas…-dijo un doctor calvo, de rostro dulce y mejillas regordetas.

Sentí un retortijón al ver la aguja con un extraño líquido amarillento, listo para ensartarse en mi carne. Tragué de nuevo la bilis que había subido por mi garganta y contuve la respiración.

-Tranquilo, sólo será un piquete. Ni siquiera vas a sentir nada. Ahora respira y estira bien el cuello por favor…-me pidió amablemente, mientras veía como el filo de la aguja se acercaba lentamente a mi piel expuesta, haciéndome sudar frío.-Bien. En tres, dos…uno.

“¿Qué no iba a sentir nada? ¡Me duele más que tener qué ver las películas de abuelito que le gustan a Ryuuzaki!” pensé, cerrando los ojos con fuerza y dejando escapar una necia lágrima.

-Listo. Ahora, sólo cierra los ojos y relájate. La prueba comenzará de inmediato.-escuché sus pasos alejándose y supe que estaba en completa soledad.

Esperaba sentirme mareado, con malestar o algo…pero no sentía absolutamente nada. Empecé a preguntarme si en verdad la prueba ya había empezado y al abrir mis ojos me di cuenta de que así era. Ya no estaba en aquella fría habitación de paredes metalizadas, estaba a cientos de kilómetros de ahí y el frío de Finlandia me azotaba el cuerpo con furia. Pro puro instinto rodeé mi cuerpo con mis brazos, intentando mantener mi calor corporal pero era inútil a que con cada segundo disminuía de forma considerable y a este ritmo sólo era cuestión de tiempo para quedar congelado en medio de la nevada y pasar a formar parte del paisaje como un bonito niño de nieve. “Me quiero ir, me quiero ir, ¡Me quiero ir!” pensé, cerrando los ojos y sintiendo mi corazón disparado y ardiéndome en el pecho debido al esfuerzo que estaba haciendo para mantenerme caliente. Cuando abrí los ojos el fuerte ventarrón y la nieve habían cesado y en su lugar sólo estaba el bosque de Finlandia, helado y lleno de más nieve pero al menos ya no tenía la sensación de que iba a morir. Me quedé contemplando el lugar: El sol que raramente salía, iluminaba todo y lo hacía brillar como si de… ¿Cómo me había dicho Ryuuzaki que se llamaban ésas pequeñas cosas brillantes que vimos aquel día mientras íbamos por la calle? ¡Ah, sí! ¡Diamantes! El agua congelada en los árboles parecían ser diamantes, bellos pero a la vez letales si te acercabas demasiado. Cerré los ojos disfrutando la paz del momento, tan tranquilo… ¿De esto se trataba la prueba? Era demasiado sencilla y aún no había elegido nada. De pronto algo tiró de mi pie con fuerza hacia abajo.

-¡Mail! ¡Mail ayúdame! ¡Ayúdame por favor! ¡No me dejes! ¡Me muero!-decía la voz de Ryuuzaki, cargada de profundo dolor y agonía.

Chillé de puro horro cuando me di cuenta de que lo que me había halado era él, saliendo de la nieve que se derretía con cada segundo que pasaba…dándole paso a un río. Abrí los ojos horrorizado cuando vi que sus ojos eran dos cuencas negras vacías y que escurrían un líquido viscoso y del color de mis ojos, su boca de abría de forma grotesca y palabras de auxilio salían de esta. El corazón se me subió a la garganta.

-¡Suéltame! ¡Déjame ir, déjame!-le grité, intentando zafarme, pero en ése momento otras manos se prendieron de mi brazo: Watari…o al menos eso me parecía.

-¡Mail! ¡Mail no me dejes! ¡Tengo miedo! ¡Ayuda!-decía, con aquel rostro horripilante…tirando cada vez más de mí, arrastrándome hacia abajo.

De pronto,  sin saber cómo había cientos de aquellas criaturas: Cada una más horrible que la anterior y tirándome con fuerza hacia la nieve que desde hacía mucho se había convertido en agua. En un río.

-¡No por favor! ¡Suéltenme! ¡SUÉLTENME!-grité desgarrándome la garganta, mientras aquella montaña de criaturas no dejaba de crecer ni de arrastrarme directo al agua para ahogarme.

“¡Ayúdame! ¡Auxilio! ¡No me dejes!” era todo lo que salía de las bocas grotescas y horrendas de aquellas cosas, cuyos rostros tenía cada vez más de cerca y podía sentir su olor a cadáver y muerte. Sabía cómo era su olor, porque cuando papi cazaba para alimentarme y los animales se descomponían tendían a olor de ésa misma forma…ácida y nauseabunda. Grité con toda mi fuerza, pataleé y finalmente empecé a llorar de la desesperación: Iba a morir, iban a ahogarme…como la última vez.

-¡Ryuuzaki basta! ¡BASTA! ¡ME QUIERO IR! ¡SÁCAME DE AQUÍ! ¡ME QUIERO IR! ¡TENGO MIEDO!-grité como último recurso, esperando abrir mis ojos y despertar del infierno en el que había caído.

Pero cuando abrí los ojos, todo lo que vi fue una boca horrenda aproximándose a mí y devorándome antes de que pudiese darme cuenta. Cuando salí de aquella oscuridad, estaba bajo el agua que me quemaba la piel debido a lo helada que estaba. Empecé a desesperarme más, sintiendo como mis pulmones empezaban a exigirme oxígeno de forma enloquecida, causándome dolor. No sabía nadar, ¡No sabía y quería salir de aquí en éste mismo instante! Empecé a patalear para ver si conseguía moverme, si conseguía subir hacia donde se veía la luz del exterior pero parecía estar estancado en el mismo lugar. “¡Me quiero ir! ¡Por favor sácame! ¡SÁCAME O MÁTAME! ¡YA NO QUIERO SUFRIR!” pensé totalmente al borde de la locura, sintiendo mis pulmones a punto de estallar y mis músculos engarrotados debido a la frialdad del agua. De pronto algo viscoso se enroscó en mis tobillos y me haló hacia las profundidades, alejándome cada vez más de la luz y arrastrándome a la oscuridad. Un rostro deforme y aún más horrible que todos los anteriores apareció ante mí: Mi papi. Era y a la vez no era, con unos brillantes ojos verdes como los míos que me miraban y envenenaban mi alma.

-¡Son unos malditos! ¡Todos ustedes son unos malditos hijos de puta! ¡Han creado a un moustro! ¡UN MOUSTRO! ¡¿OÍSTE MAIL?! ¡TE MINTIERON Y LO SEGUIRÁN HACIENDO! ¡ELLOS MATARON A TU MADRE Y TE MATARÁN A TI! ¡ERES UN MALDITO ANORMAL, UN MOUSTRO! -empezó a gritar de nuevo, repitiendo las mismas palabras que aquel día y destrozando mi corazón, abriendo la herida y sacándome hasta la última gota de sangre.

Sabía que no era real, nadie podía hablar debajo del agua y nunca podría. No era real, pero se sentía real. Me aterraba de verdad, me lastimaba de verdad, estaba haciéndome daño de verdad. ¿Por qué Ryuuzaki no me sacaba? ¿Acaso no me había prometido que iba a cuidarme? ¿Qué todo iba a estar bien? “Te mintió. Te mintió y tú como el estúpido que eres le has creído. Eres sólo un conejillo de indias, un experimento” me dijo mordaz mi consciencia aumentando el dolor en mi pecho. Quería morirme, ¿Por qué no me ahogaba de una vez? ¿Por qué ése hombre con mirada diabólica no me mataba de una buena vez?

-¡MOUSTRO! ¡ERES UN MOUSTRO! ¡UN MALDITO MOUSTRO!-seguía gritando, con su voz chirriante y su rostro deformándose de forma grotesca…transformándose en mí.

-¡NO!-grité con fuerza, cerrando los ojos y sintiendo todos los pedazos de mi corazón salir volando por todas partes.

-¡MAIL! ¡MAIL, DESPIERTA! ¡DESPIERTA!-escuchaba la voz desesperada de Ryuuzaki mientras me tiraba de la camisa, agitándome con fuerza.

Poco a poco la neblina que cubría mi visión fue disipándose y pude ser consciente claramente de lo que pasaba a mí alrededor: Una luz roja y parpadeante iluminaba todo el lugar, a lo lejos se escuchaba un ruido estridente, irritante y paulatino y los ojos negros de Ryuuzaki estaban de nuevo en su puesto, mirándome de forma desorbitada.

-Dios…no, no puede ser.-susurró y apartó sus manos lentamente, como si le hubiesen dado una descarga eléctrica. Estaba más pálido de lo normal y sus ojos se miraban más vacíos que nunca-No, no, ¡No!-decía, tirándose del cabello con ambas manos: Nunca le había visto perder el control así.

-¿Ryu-Ryuuzaki?-tartamudeé y quise sobarme las sienes, que las sentía a punto de estallar, pero cuando quise hacerlo…-¡AHHHHH!-grité horrorizado, mirando aquel tinte carmín en mis manos, escurriendo entre mis dedos.

Por primera vez vi aquel lugar: Había cuerpos inertes tirados por todos lados y sangre desparramada por todo el suelo…la imagen más aterradora y asquerosa que hubiese visto en mi vida. A un hombre se le salían los intestinos, otro tenía la garganta completamente abierta, otro tenía los brazos cortados y por otros lados…cerré los ojos y dejé escapar las lágrimas, horrorizado de ver todo aquello y sabiendo perfectamente que ahora estaba grabado dentro de mi cerebro, lo vería cada vez que cerrase los ojos. Cuando los abrí, Ryuuzaki seguía en la misma posición, mirándome fijamente y sin expresión alguna y me di cuenta de que él también estaba lleno de sangre en la camisa y en la parte derecha del rostro.

-Ryuuzaki, ¿Qué sucedió? ¿Por qué ha pasado esto?-le dije, con la voz rota y con espasmos recorriéndome todo el cuerpo.

No dije nada. Dudaba que pudiese haberme escuchado encima de aquel sonido que me destrozaba los oídos…hasta que comprendí lentamente. Volví a ver mis manos que temblaban de forma incontrolable y luego el rostro de Ryuuzaki, que ahora se había vuelto duro. Se me escapó un graznido y me incliné hacia delante, con arcadas y devolviendo todo abruptamente. “No… ¡NO! ¡NO! ¡NO!” me repetía una y otra vez, pero era evidente: Yo había hecho todo aquello. Yo los había matado a todos. Seguí teniendo arcadas, aún y cuando ya había echado todo hacia afuera. La mirada atenta de Ryuuzaki no se perdía ninguno de mis movimientos y tampoco me tocaba. No quería que lo hiciera, yo mismo me tenía asco en éste instante. Me volví lentamente hacia la pantalla que al parecer mostraba mi proceso, y ahí con letras grandes y claramente legibles, pude leer “ANORMAL” . Me apreté el pecho y solté otro graznido, más desgarrador que el anterior. Acaba de morir, aquí mismo y al ver ésas palabras.

-Un moustro…soy un moustro.-susurré, mientras miraba mi reflejo cubierto de sangre en las paredes de aquella habitación en donde le había arrebatado la vida a cinco personas.

 

Notas finales:

OKI DOKI qué les pareció? Les gustó ver a Matty cómo un pequeño psicópata? La verdad es qué yo no planeé esto, fue un momento de inspiración halloweenesca y de gore xD pero siempre me he preguntado cómo sería si Matt tuviera un poquito más de tornillos sueltos, espero no haber hecho nada de lo qué se arrepientan ^^ y bueno, aclarando: 1) Matt no es qué sea mongolito o algo, es sólo que Akseli (su papi) lo crió tan sólo con una enciclopedia (únicamente el tomo de la letra "A") y nunca lo mandó a la escuela, ni lo dejó salir de la cabaña en la que vivían. Por eso es qué él no sabe nada acerca del mundo :3 (Súper Cute) 2) Matt tenía el pelo larguísimo y se lo recogía en trenza!! (Yo sé, soy una anoral más anormal que él y esto que mis genes no están dañados (O eso creo yo xD) por eso es que después el cortesito :D. No me odien ok?? Y ya en el siguiente cap empezamos con la parte de Wammy's Yei lml Nos leemos pronto, besos

(P.D: Hey! Tengo otro fic qué quisiera saber su opinión, es un LXLIGHT y es sobre sadismo, violación y cosas súper fuertes y no sé si subirlo, sigo algo indecisa. Ustedes qué me dicen?? Lo subo o no?? Espero sus Review shi? Porfi!! Los amo :·· 

                                                                                   -Cheeky;)


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