Todas las noches son iguales. En mis sueños siempre aparece él, con su cabello más largo de lo normal, sus facciones delicadas, sus grandes y expresivos ojos que se pasean enfrente de los míos, tan atrayentes como siempre al igual que su sonrisa que muchas veces parece transformarse en una mueca de disgusto, de molestia; en todos nuestros encuentros había sido así.
–Te he visto en tantas vidas… Y esta no es la excepción, Sungjong –Pensé abriendo los ojos en medio de la noche por unos cuantos momentos sólo para ver el techo de su habitación y caer ante sus nostálgicos sueños nuevamente.
***
– ¡Myungsoo, te dije que no te preocuparas por nada! –Reclamó mi amigo, Sungjong, quien lucía una cara de pocos amigos al ver que había dejado un pastel con una vela encendida sobre la mesa.
– ¡Pero es tu cumpleaños! –Le respondí de inmediato, encogiéndome de hombros debido a aquella actitud que se repetía año tras año. Confianzudo y sabiendo que no me haría nada me acerque y alboroté sus rubios cabellos entre risas antes de ver como su expresión se relajaba. Sonriendo se veía mucho mejor
– Para la próxima no lo hagas, sabes que con que estés conmigo me basta –Cedió finalmente con una sonrisa derrotada.
Ambos tomamos asiento entre bromas y risas. El pastel llevaba una solitaria vela que tenía la forma de un diecinueve que no tardo en apagarse luego del tradicional y estruendoso canto que le dediqué. Me gané unas cuantas burlas, pero ver a Sungjong feliz en ese día era todo lo que necesitaba.
– Oye… ¿Ha aparecido algo? –Pregunté vencido por la curiosidad mientras comía algo de pastel estando a un lado de Sungjong quien me observó alzando una de sus cejas. Ya sabía la respuesta, pero prefería asegurarme–. No me mires así, solo tengo curiosidad.
– ¿Qué quieres que te diga? No tengo nada… Además sabes que no creo en esa historia de las almas gemelas. Eso de que el nombre de esa persona aparecerá por arte de magia con su puño y letra como un tatuaje no son más que palabras bonitas, quizás una metáfora – Si supieras Sungjong, si supieras.
– Uno de estos días deberías cambiar de pensamiento… Y no seas tan amargado –Le reprimí acompañado de un amistoso codazo antes de dejar el plato de lado. Estaba seguro que era la única persona que conozco que no le entusiasmaba para nada la idea de tener a alguien como alma gemela–… Además, ser así no te ayuda en tu condición. Deberías ser un poco más alegre.
– Soy más alegre que antes, por lo menos reconoce mi esfuerzo –Sungjong continuó comiendo de manera pausada, algo desganada. Hace un mes que estaba con ese tipo de problemas y realmente me preocupo por él, pero es difícil cuando tienes a alguien tan terco entre manos, alguien que nunca ha cambiado a pesar de los años; siglos, diría yo–… Además, te tengo a ti como mi doctor, ¿No?
Cada vez que llegábamos a ese tema mi marca dolía. El lado izquierdo de mi pecho sufría al escuchar eso pues yo sí creo en la historia de las almas gemelas. Sé que compartimos el dolor, sé cómo se siente cuando sufre, cuando está débil, cuando se hace el fuerte, cuando es feliz y enojado, sé prácticamente todo pero no puedo decir nada, no hasta que él crea.
–Hey, despierta Myungsoo –Su pálida mano se movía enfrente de mis ojos de arriba abajo hasta que reaccioné. Me sobresalté y sólo obtuve una sonrisa burlona–. ¡Yah! No te lo tomes así, el que sufre aquí soy yo y parece como si fueras tú; te ves peor que yo.
– De eso ni hablar, jamás podría estar tan mal.
– ¿Es eso un insulto, Kim Myungsoo?
– Jamás, cómo te atreves a pensar que yo diría semejante cosa.
Y las risas no se demoraron en aparecer entre nosotros. Sentí un peso sobre mi hombro momentos después y cuando me di el tiempo de mirar, pude ver su cabellera rubia esparcida sobre mis ropas. El silencio poco a poco se hizo presente, pero ni él ni yo nos molestamos en detener aquello. Era una costumbre, una manera de decir “Estoy bien así como están las cosas”.
– Si llegara a tener un alma gemela… Y no es porque lo crea –Aclaró de inmediato entre susurros, provocando que una sonrisa se formara en mis labios– deberías, no, tendrías que ser tú. Siempre estás ahí conmigo aunque no te trato de la mejor manera muchas veces… La verdad es que te compadecería si la tuya fuese yo…
–Créeme que yo también me compadecería –Le corté, entre broma y seriedad porque no quería escuchar nada más de eso. Mi pecho dolía a causa de eso, como si lo estuviesen presionando con tanta fuerza que me dificultaba, incluso, ordenar mis pensamientos.
– Idiota, ¡Nunca te tomas nada en serio! –Y como muchas veces, me dejé regañar. No me molestaba, lo prefería así porque era mi costumbre, por lo menos era lo que él había alcanzado a sembrar en mi a lo largo de todos nuestros encuentros.
Esa noche me quedé en su apartamento. El testarudo quiso que durmiese en su cama mientras que él se quedaba en el sofá, y decir que me obligó a estar en su habitación es poco; si me hubiese negado un poco más seguro me hubiese costado que me amarrase para que siguiera su “amable sugerencia”.
Esa noche me quedé pensando en lo que me había tratado de decir mientras celebrábamos sus diecinueve. Hoy en día realmente el tema de las almas gemelas es importante para muchos ya que todos piensan que si no lo encuentran estarán propensos a un destino hostil que no traería más que desgracias.
Pero sé que nadie comparte mi angustia ni el mismo caso que yo.
Durante años he estado destinado con Sungjong, siglos incluso, pero nunca he estado destinado a ser quien lo mantenga a salvo, más bien, siempre soy la causa por la cual sufre de alguna u otra forma. Desde pequeño siempre me sentía confuso por los sueños porque en todos veía al mismo chico que sufría y reía junto a mí en variadas ocasiones en distintas situaciones, con ropas extrañas, muy antiguas. Pero cuando me reencontré con él en esta oportunidad no tuve el valor de confesar, además, considerando lo incrédulo que es, no me hubiese arriesgado a perderlo de una vez por tomarme como un loco de remate.
Sé que encontrar a tu alma gemela es arduo, que muchos usan su valioso tiempo esperando encontrar a quien idealizan como un ser perfecto, pero cualquiera puede ser feliz con quien lo desee.
Yo no tengo el valor para eso.
Lo necesito. Necesito saber cómo es protegerlo, ayudarle directamente en todo momento porque lo que hago ahora no es más que darle pequeños empujones con la vaga intención de animarlo. No quiero quedarme de brazos cruzados cuando lo tengo tan cerca… Lo salvaré, lo mantendré a mi lado lo más que pueda antes de que decida hacer algo por su cuenta o entregarse a su condición.
Estaré con él porque es mi deseo más que mi destino; lo salvaré por todas las veces que lo vi sufrir y enfadar por mi culpa; lo disfrutaré porque después de esto no tendremos otra oportunidad como ésta nuevamente.
“Lee SungJong
Sálvame”.