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Song to say goodbye por SeptimaKolera

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Notas del fanfic:

Este One Shoot se basa en el cambio de género de Natasha Romanoff de The Avengers. Así que imagínensela hombre :D

Notas del capitulo:

Canción para decir adiós.



Él miraba a la gente pasar desde el alto edificio. La nieve caía haciendo que todo resplandeciera a su paso. A Nathan siempre le gustaba citarlo en edificios de gran altura, lo cual era estimulante para Clint, estar en alto hacía que mentalmente disparara a todo objetivo que produjera movimiento.

—¿Whisky? —Sintió la voz y los hielos hacer “crack” a sus espaldas.

—Nubla los sentidos… El whisky no es bueno.

—El whisky es bueno. Que el ser humano no pueda con él y se emborrache no es culpa del whisky.

—No trates a los objetos como si fuesen personas.

—Eso haces tú conmigo, y yo no me quejo.

—¡Tú no eres un objeto! —Clint se acercó peligrosamente a su acompañante, dándole la espalda al enorme ventanal, cosa que como espía jamás hacía. Darle la espalda a un ventanal era declararse víctima automática de un francotirador… ¿Pero cómo iba a temer por la ventana estando Nathan frente a él?... Nathan era más mortal que cualquier bala.

—Quizás no sea un objeto cualquiera. Un arma quizás.

—¡Eres un ser humano!

—Cálmate —Nathan apoyó uno de los vasos fríos en la mejilla de Clint, este se enfadó más aún y de un solo manotazo lo hizo colapsar contra la pared más cercana—. Te dije que el whisky no tenía la culpa de nada.

—¿Te gusta jugar a este juego, verdad Nathan? Tú te presentas ante mí como un cordero desvalido, pidiendo compasión en son de paz después de todo lo que ha pasado entre nosotros. Yo caigo en tu red. Luego de mil promesas nocturnas desapareces antes que el sol toque la nieve, con tu ego ya repuesto para irte a romper el alma con quizás qué misión ultrasecreta de la cual no me puedes decir ni una sílaba. Así siempre ha sido y así pretendes que sea hoy también. Sólo soy tu premio de consuelo por si de esta misión no sales con vida. Un último adiós. ¡Eso es muy egoísta para mí!

—Interesante forma de ver todo esto. ¿Para ti realmente es así? —El pelirrojo caminaba lentamente hacia la única cama en esa habitación millonaria de hotel—. Sería lindo que fueras mi último adiós. A mi juicio es romántico.

—¿Qué sabes tú de romanticismo, Romanoff?

—Las escuelas rusas no suelen enseñar mucho sobre eso. —Hablo con la ligereza de una iluminada sonrisa.

—¿Tanta gracia te hace esta situación?... lo siento Nathan… Yo soy humano. —Clint emprendía la partida. El pelirrojo perdió toda la serenidad que lo había acompañado hasta ahora; realmente no quería que Clint se fuera en esos momentos, pero ya no sabía cómo retenerlo. Sus artimañas acostumbradas ya habían expirado con ese hombre.

—…Te... te… ¡Te vas con ella, ¿verdad?!

—¿De qué hablas?

—Mockingbird.

—Lo que pase entre ella y yo no es tu problema. Al menos ella se queda a mi lado.

—¿De qué te sirve a tu lado? ¡Está bien!, ¡que ella se quede a un lado de ti mientras yo me quedo a tus espaldas recibiendo las balas!

—No necesito que alguien me cuide las espaldas. 

—¡Entonces déjame estar frente a ti!... Sé que no puedo ser la persona que se quede a tu lado —Su voz empezaba a llenarse de tristeza—. Es cierto, Mockingbird siempre será tu compañera de baile. A quién esperes al final de las escaleras a las 12 sin temer que el carruaje se vuelva calabaza. A quién le digas “buenas noches” sabiendo que habrá un “buenos días” al despertar… Bien… yo no puedo ofrecerte eso, claramente.  Pero… ¿Qué debo hacer entonces?... ¿dejar de buscarte?

—No lo sé.  Ya no es mi problema.

—Es cierto… eso soy… un problema… que ahora debe resolverse a sí mismo.

Algo se rompió en la mente de Clint. Tomó su arco y en un segundo se había abalanzado sobre Nathan ahorcándole con su arma.

—¡Tu victimización me enferma! ¡¿No ves que intento ser feliz?!

—¡¿No ves que intento alegrarme por tu felicidad sin mí?!

—¡No lo pareciera!

—¡Pero lo intento!... De verdad lo intento… Te debo ya mucho… y las deudas siguen subiendo… y subiendo… Este juego del gato y el ratón conmigo me recordaba que estar vivo no es sólo cazar para matar… sino también cazar para… amar.

—Tú no me amas. Tienes prohibido amar.

—La física y las leyes de la aerodinámica le prohíben a la abeja volar y aún así ella lo hace.

—No todas las metáforas son verdades, Nathan. No puedes amarme si es que me haces daño. Sabes que cada vez que te vas… me siento ciego.

—Mockingbird te dará nueva vista para antes de yo haber dejado el país. Sólo te pido que esta noche me digas “buenas noches” y dejes que la abeja vuele unas horas.

—Je, je—Con lástima y rindiéndose, entendiendo los deseos de su acompañante, Clint sacó de entre ellos el arco que les separaba, dejando que los brazos de Nathan le rodearan el cuello—. Tú no eres una abeja… eres una araña. Tus redes son algo de lo cual no puedo escapar “Viuda Negra”.

—Algún día te darás cuenta que mis redes son un lugar muy confortable para estar.

—Ya lo sé… pero no sabía que las arañas atrapaban Águilas en sus redes.

—Sólo sus ojos…

Nathan rompió el espacio entre ellos, alzando ligeramente el cuello. Besó uno de sus ojos lentamente, mientras Clint pestañeaba para dejar que tal contacto se produjera. Luego bajó por una de sus mejillas y la besó también. Llegó hasta una de sus orejas y besó el lóbulo tratando de no producir ruido alguno. Bajó por su cuello hasta su pulso, abandonó otro beso ahí y luego otro en la clavícula, un poco más abajo.

—Olvidaste mis labios —Señaló Clint.

—Lo mejor para el final.

Nathan inició la tarea de desabrochar las hombreas de Clint, luego de bajar el cierre de la chaqueta que le impedía ver su torso completamente. El rubio no hacía nada; su mente divagaba entre la posibilidad de detener todo esto en ese segundo… o simplemente darle alas de abeja a una viuda negra.

El pelirrojo ya estaba en plan de desnudar completamente a Clint cuando se percató de lo ido que estaba su amante.

—¿Todo bien, Hawk?

—Romanoff…  Hazme un favor.

 

—El que gustes…

—Esta noche quiero que me mires todo el tiempo a los ojos. Si puedes irte mañana, con mis ojos en tu mente, me quedaré ciego hasta que me traigas mis ojos de vuelta. Si, por en cambio, logras sacarlos de tu mente, significa que ya no me amas, y puedo usar mis ojos para ver a alguien más.

—¿Es una apuesta?

—Es un trato.

—Trato hecho.

Nathan se puso a la altura de mira del águila. Admiró la azul precisión con que le miraba Clint. ¿Eran esos ojos humanos? Para él no. Siempre se había preguntado qué tanto de su alma podían ver esos sagaces ojos.

Clint, por su lado, empezó a ser parte aún mayor de la acción. Las sábanas grises de satín, tan típicas de ese tipo de lugares, eran el fondo perfecto para este amor apagado. Ya no les quedaba más rojo para teñir su pasión, ahora entre ellos todo era discreción, melancolía y reflexión. La tarde entre la nieve grisácea daba un ambiente opaco y oscuro a toda la escena, se sentían como en una porno barata de los años 50. Sus cuerpos a medio desnudar, se veían pálidos a la luz de la descarada ventana, lo suficientemente alta como para hacerles perder el pudor y el cuidado. Los únicos elementos que brillaban con color en esa escena opaca eran los rojizos cabellos del Agente Romanoff y los añiles ojos del águila.

Sin palabras, sin preámbulos, Hawkeye desvestía a Nathan, asechándole sin dejar de mirarle a los ojos, como el águila que era al asecho de una víctima indefensa. Aunque ambos sabían que de indefenso su amante no tenía ni una pisca. El pelirrojo se hacía de su cuello, manteniendo la promesa de no apartar la mirada en ningún segundo, ansioso por un poco más de acción, pero Clint se tomaba su tiempo. Si una capacidad se hacía notar en el rubio, era su extraña manera de detener el tiempo. Tan rápido era que parecía ser amo y señor de cada segundo a su haber, así que cuando quería tomarse las cosas con calma, lo hacía con completo dominio y racionalidad. Lentamente, las manos de Hawkeye  exploraron territorio conocido entre los muslos del pelirrojo.

—Nathan, abre las piernas.

Una buena recepción de órdenes que al agente Romanoff distinguía. Dejó a disposición completa su cuerpo para ser engullido por su águila. Sin dejar de mirarle a los ojos, Clint masturbó a Nathan sin ningún pudor, pues ya no eran jovencitos atolondrados y acomedidos. Ahora todo lo que había por conocer el uno del otro ya estaba conocido. Clint era el único que poseía en su memoria todos los enigmas que se hallaban detrás de los pardos ojos del ruso.

Nathan miraba a su amante fijamente, respirando fuerte para darle a conocer que su trabajo estaba bien hecho. Estiró el brazo hasta el velador a un lado de la cama y encendió un cigarrillo.

—¿Te molesta si fumo?

—Nunca me  molestó —Con la luz verde ya concedida, Nathan dio una larga probada a su cigarro. Le ofreció a Clint pero este negó—. Tengo mejores cosas que hacer con mi boca, gracias.

Sin delicadeza alguna, el águila arrastró desde las piernas al pelirrojo hasta la orilla de la cama, se arrodilló frente a él y aún con la mirada penetrante hacia arriba, se llevó la erecta masculinidad de Nathan a la boca. Inició entonces una apasionada felación que hacía que el pelirrojo fumara más rápido, posando una de sus manos entre los cabellos de Clint y estrujándolos de tanto en tanto, con una sonrisa socarrona adornándole la faz.

—Lo haces tan bien como siempre —A modo de respuesta, Clint aceleró el ritmo de su acción, sabiendo todas las técnicas que hacían que Nathan llegara a su punto más alto. El pelirrojo le miraba resoplando humo y tratando de no perder detalle de lo que acontecía—. Me excita mucho que me mires a los ojos mientras lo haces, Clint.

—No me pierdas de vista, esto va gustarte.

Tal y como lo prometió brevemente, el águila, tomando entre una de sus manos los dídimos de Nathan y acariciándolos de cierta forma que le produjo esa sensación de cosquilleo, placer y dolor; sentimientos exquisitos para alguien que vive al límite. Lo hizo sentir vivo. Sólo Clint sabía cómo hacerlo sentir vivo, después de todo. Tanto fue su frenesí que ya no aguantaba más, sin embargo él ya sabía qué era lo que su águila quería, así que se dejó llevar por la pasión reflejada en los ojos claros de su amante. ¡Qué bellos son los ojos de Clint!; tan puros que hacen que su propio reflejo sea inocente y bello, no como lo reflejan los espejos: lleno de la maldad de un pasado imborrable, saturado de crueles errores. Eran los ojos de su águila un cielo del cual podría caer una y otra vez hasta romperse cada hueso, cada fibra, cada pedazo de su maltrecha alma.

—Mi tren llegó…

—Pues súbete en él. Sólo no pierdas de vista al conductor…

Buena forma de referirse a aquello. Una vez más, Nathan hizo caso a su amante y se dio el lujo de desatar sus pasiones y llegar así al orgasmo, sólo preocupándose de no cerrar los ojos. Vio como el rostro de Clint quedaba manchado, lo cual era más existente aún: Nunca antes había tenido un orgasmo con los ojos abiertos.

—Te ves bien desde mi perspectiva.

—Pues te perdiste lo mejor: Tu cara al subirte al tren.

—Creo que eso no es lo mejor… quiero decir… ¿dónde me llevará el conductor? —Nathan limpió con su mano parte de su semilla que escurría desde las mejillas de Clint, para luego llevarla directo entre sus piernas, dándole a entender a su amante que estaba listo y dispuesto para la segunda mitad del acto—. ¿Qué tan lejos me llevará este tren?

—Dónde sé que dejas de ser el Agente Romanoff y pasas a ser simplemente “Nathan”.

El pelirrojo sonrió y se acercó hasta la oreja de Clint.

—Me encanta que me lleves para allá.

El acto principal dio inicio. Ambos ya eran expertos en amarse de esa forma así que no tuvieron problemas y no esperaron demasiado. Clint estaba arriba de Nathan mirándole, serio pero sensible a las reacciones de su amante, mientras el pelirrojo sólo se preocupaba de no cerrar los ojos, lo cual era mucho más difícil de lo pensó. Toda una proeza. Ese hombre encima de él sabía todos los aspectos posibles de su placer. ¡Se conocían tan bien! Tantas batallas, tantas misiones peleadas codo a codo, mano a mano, que ya nada quedaba por desvestir cuando se trataba de verse a la cara. Sus cuerpos se conocían mutuamente al punto de confundirse entre sí, ya eran extensiones de sí mismos. Era por eso que realmente no podían terminar juntos, ellos lo sabían, ¿cómo estar cerca de una persona que de solo mirarle a los ojos recuerdas tu pasado y todos tus secretos? Ese era el problema de ambos: Huían eternamente del pasado, y ellos juntos eran el recuerdo de que sus errores jamás desaparecerían.

Esa noche era eso: Redención. Encontrarse de frente con todas sus culpas prístinas y abrazarlas sin más. Una catarsis, una que sólo entre ellos podían otorgarse. Clint era el único que podía ver así de débil, así de frágil, al verdadero Nathan Romanoff… Era un respiro para el espía… Clint, indudablemente, se había convertido en su verdadera identidad… esa que abandonaba cada vez que tenía una misión y que cuando volvía... se daba cuenta que cada vez quiere ser menos parte de él. Es decir… ¿Quién querría ser parte de un agente secreto sin patria ni amigos? Nathan lo entendía… pero entender algo… no hace que duela menos… ¿o sí?

Al terminar esa larga noche, donde se olvidaron donde empezaba y terminaba el cuerpo del otro, totalmente fundidos en un solo sentimiento de amor infructífero, ellos abandonaron toda esperanza de volver a caer en las redes del otro. No se besaron. No se demostraron cuánto se amaban. No se acariciaron ni se consolaron. Al terminar sólo se recostaron el uno al lado del otro y entre suspiros se dijeron “Buenas noches”. Eso era suficiente y siempre lo fue.

A la mañana siguiente el nido del águila estaba vacío. Al despertarse Clint, sólo tenía en su poder una nota que decía “Buenos días” y una horrible ceguera.

 

Fin.

Notas finales:

:)


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