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Cuando el deseo lo puede. por Mizzu_x

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Notas del fanfic:

No sé, tenía ganas de escribir. (?) Aunque tal vez me faltó desarrollar más el lemon, pero no creí que fuera tan necesario. Espero les guste. 

—    ¡Quiero hacerlo!

Su demanda hizo que quedara sorprendido, con la mirada fija en él, sin poder decir palabra alguna. ¿Qué le estaba pidiendo? ¿Hacer qué? ¿Tal vez se refiere a… eso? Vamos, no podía ser verdad. Aquel hico que lo atraía sexualmente estaba pidiéndole, justamente, tener sexo con él. Siempre había mantenido aquello como un secreto, mas no quería perder la amistad con éste, quien siempre se preocupaba por él y además, quería mucho… más de lo que cualquier podría pensar.

Ésa tarde, luego de haber siquiera respondido a Marco, cuando prácticamente le estaba rogando, decidió aprovechar ésa oportunidad que, tal vez, nunca más podría tenerla.

—    ¿Qué te pasa, idiota? Estoy hablándote. —Aquel chico de ojos verdes, su rival, estaba provocándolo. Siempre se divertían de ése modo, aunque a veces, se lo tomaban tan en serio que terminaban a las manos, he ahí cuando Mikasa interviene. Jean decidió ignorar al más bajo y se levantó de su asiento, al lado de Marco, el cual éste miró algo preocupado.

 

Si, no le había contestado, pero Marco decidió no hablar del tema desde la tarde, mas bien hizo como si nada hubiera pasado, no quería molestarlo después de todo con algo tan “absurdo” como eso.

 

Con aquella palabras, “¡quiero hacerlo!” dado vuelta en su cabeza, salió del lugar donde todos estaban cenando para tomar algo de aire. ¿Qué debía hacer? No sabía que su compañero estaba en iguales condiciones, o peor, después de todo, nunca se imaginó que se lo pidiera tan directamente.

 

De pie, mirando a la oscuridad desde el pequeño “balcón” del lugar suspiró resignado, sin ninguna idea en mente, fue en ése entonces cuando una mano posada en hombro hizo que volteara, abriendo sus ojos como platos al notar la poca distancia entre ambos cuerpo.

—    Jean. —Así es, al parece, si Jean no quería, Marco iba a ser quien lo obligara. No había nadie en el lugar pues todos estaba en medio de la cena, incluso los superiores, por lo que tuvo el atrevimiento se acercar su labios a los del castaño, siendo éste un casto beso.

¿Qué debía hacer? ¿Alejarlo? ¿Aprovechar? ¿Enojarse y huir? Pero al darse cuenta, fue muy tarde. Ambos, con sus brazos envueltos en el cuerpo contrario y fundiéndose en un beso apasionado. Al parecer, el estar tanto tiempo con entrenamientos y ése tipo de cosas hizo que su deseo sexual aumentara, pero lo que nunca hubiera pensado era que en verdad iba a suceder con él, con su mejor amigo y compañero.

—    Aquí no, Jean. —Se separó Marco y tomó la mano de éste para huir a los establos. Nadie estaba allí más que aquellos animales en gran silencio. De una solo movimiento, Marco tumbó a Jean contra la pared de éste, del lado en el que nadie podría verlos, no solo por la posición del lugar, sino también por la grande oscuridad, a excepción de la luz de la luna. El de pecas se dio el lujo de tantear cada zona del más bajo, descubriendo algo que lo hizo sonreír. — Vaya, Jean, ya estás duro. —Comentó con una sonrisa, ésas de las cuales mostraba cuando era amable con la gente.

—    Cállate. —Musitó. Eso si que lo había tomado desprevenido tanto que si no fuera por la penumbra, Marco podría notar el color carmesí en sus mejillas.

Al parecer, Marco era el más necesitado de ambos, pues al ser sido volteado y sentir como el más alto hacía fricción contra su trasero, notó el duro miembros bajo sus pantalones. “Y yo soy el duro” pensó. Viéndolo desde otro punto, podría divertirse de ése modo. — Espera, Marco… —Detuvo aquella acción contraria y fue quién accionó y dejó al pecoso contra la pared y frente a él. Lo miró con una sonrisa descarada y simplemente se arrodilló frente a él. Si el más alto quería hacerlo, debían hacerlo bien y con todo tipo de variantes.

 

Desabrochó su pantalón y bajó éste hasta sus rodillas junto con su ropa interior, envolviendo aquel duro miembro con su diestra. Era la primera vez que tocaba el de alguien más… y debía decir que se sentía agradable, o más, ÉSE se sentía agradable. Comenzó un lento vaivén que luego siguió con sus labios, envolviendo su virilidad con la calidez de su cavidad.

 

—    A-Ah… Jean… —Marco gemía por lo bajo, pues no podía hacer demasiado ruido. Quería gritar, descargar todo ése placer que el castaño le estaba regalando con apenas usar su boca. Fue entonces cuando Jean se detuvo y miró hacia arriba. El rostro lloroso de Marco lo excitaba aún más. Pero sabía cómo iba a ser todo, en qué posición se encontraban y cómo se iba a desenvolver a aquello. El castaño sacó sus propios pantalones con su ropa interior y volvió a ponerse contra la pared, de espaldas, como anteriormente estaba. A esto se refería Marco cuando quería hacerlo, ¿verdad?

Marco sonrió complacido.  Jamás  pensó en lo bien que se vería su compañero en ésa situación, mucho menos, entregándose a él de ésa manera. — De prisa, Marco. —Ordenó el castaño, a lo que el nombrado no dudó en hacerlo. Humedeció su dedo índice y anular y dirigió aquellos a la entrada de Jean, procurando de hacerlo suave y que aquel no sintiera mucho dolor, cosa que no logró del todo, pues al más bajo se le podía escuchar algunos gemidos ahogados.

—    Voy a entrar. —Fue lo último que escuchó Jean luego de ser preparado como correspondía, sintiendo la punta de aquella dureza entre sus glúteos, acercándose e ingresando poco a poco en él. Por otro lado, Marco disfrutaba de ello, aunque la entrada era algo dolorosa también, nunca antes lo había hecho.

No fue que empezó a moverse una vez que estuvo dentro del castaño y esperó a que se acostumbrara, con un vaivén lento que, conforme el tiempo, iba aumentando su ida y vuelta— Nhg… Ah, Marco. —No podía describir tan placentera sensación, ni él ni el pecoso, estaban tan absortos en ésa sensación que lo único con lo que se comunicaban era con su cuerpo y los leves gemidos. Marco fue el primero en venirse en su interior, ayudando a Jean luego de masturbarlo con velocidad, viniéndose éste en su mano.

 

Ambos vestidos y sentados con la espalda apoyada en ésa pared en la que ambos minutos atrás hicieron algo que ni siquiera ellos pensaron que sucedería, fue Marco quien rompió el silencio.— Así que… ¿Por qué no me contestaste en la tarde? —Miró a Jean, quien estaba algo perdido luego de lo sucedido.

 

—    Porque… Realmente no lo sé, no creí que tenías ése tipo de pensamientos hacia mí, fue algo sorpresivo. —Admitió, riendo por lo bajo luego. En ése entonces, fue cuando Marco se acercó a él para robar un beso de sus labios, como aquel que inició todo.

—    Lo siento, tal vez debí decírtelo antes. —Y otra vez su amable sonrisa. No podía contra él, simplemente no. 


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