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Hoy es viernes. por Baozi173

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Notas del capitulo:

La Oreja de Van Gogh - Rosas

«Hoy es viernes.»

Tao iba caminando por la misma calle de todos los días, dirigiéndose a su departamento. Iba regresando del trabajo, cargando una pila de papeles que requerían de su revisión. Nada fuera de lo usual. Caminaba con la mirada al frente. La chica de la bicicleta roja pasaba por su costado, un grupo de niños se cruzaba frente a él, luego el señor que atendía el kiosco de los periódicos lo saludaba con la mano, todo como la rutina mandaba. Él soltó un suspiro.

La vida por las tardes se hacía aburrida, el trabajo solía ser muy entretenido, ya que a él le encanta su empleo de columnista. Pero al regresar a casa se chocaba con su monótono día. Su mirada se dirigía al suelo, sus zapatos bien lustrados reflejaba la luz del sol. Sus pensamientos fueron interrumpidos, alguien había chocado con él, sus papeles habían ido a parar al piso. La gente que pasa miraba de reojo y él se arrodillaba a recoger todo el desastre.

—Lo siento. —Escuchó una voz masculina— Te ayudo a recoger.

Era un joven alto, cabellos rubios. Se arrodillaba junto a él, y estirando los brazos reunía los papeles. Ese chico parecía molesto, su ceño estaba fruncido, tal vez era por el sol. Pero bueno, todo lo que se había esparcido esta junto de nuevo.

—Gracias. —dijo Tao, y por primera vez miró a los ojos al individuo.

Oh, ese travieso latido. Tragó saliva y siguió caminando, ese rostro le pareció en particular precioso. Eso fue una gran adición a una vida sin emociones. Sin embargo no fue nada que mereciera más de un minuto en sus pensamientos.

«Hoy es viernes.»

Hubo pasado un mes desde aquel encuentro fortuito, los cuales se estaban volviendo parte de su vida, pues todos los viernes, de todas las semanas, lo veía y de alguna manera su corazón se agitaba, había llegado a querer intentar hablarle, sin éxito. Tao no entendía que era lo que le pasaba, el porqué de sus ansias de que el término de semana llegara y la posibilidad poder ver de nuevo a aquella persona se presentara.

—Debo dejarme de tonterías —se ordenó a sí mismo.

Él había decidido salirse del camino, caminó por otro lugar. No quería llegar a su departamento y pasó la tarde deambulando por los alrededores. Entró a un restaurante, se sentó en la barra y pidió un trago, algo ligero. El chico le entregó rápidamente su pedido. Entonces sintió que alguien tiró de su camisa. Levantó la mirada, y ahí estaba.

—Hola, disculpa si te interrumpo, pero ¿no eres el chico de los papeles?

Oh, ese travieso latido de nuevo.

—Sí, soy yo.

—Mucho gusto, soy Wu YiFan, o YiFan, o Kris, como desee llamarme. -extendió la mano.

—Yo soy ZiTao —se saludaron con un apretón— Pero Tao suena mejor, ¿no?

Ese chico, lo había recordado, había notado su ausencia en el camino.

Y los días pasaron, Tao y YiFan se fueron frecuentando, intercambiando saludos, haciéndose más cercanos.  Semanas transcurrieron, tal vez meses, y ambos se confesaron amor. Tao no había sentido algo así por nadie más, sentía que ni una sola persona en el mundo podía querer más. Ellos se aventuraron en una relación más seria. Llamadas hasta el amanecer, mensajes de media tarde, abrazos y caricias. Todo iba bien.

«Hoy es sábado.»

Ese día Tao tenía una cita con Kris, iban a ir a ver las estrellas. No era nada ostentoso, pero cuando los dos estuvieron ahí el silencio era único. Las estrellas iluminaban junto a la luna

«Ojala nunca amanezca» Deseaba Tao. Y YiFan dejó de ver el cielo, fijó su mirada en Tao, quien también hizo lo mismo. Se acurrucaron juntos, tendidos en el pasto de aquel parque. Sus manos se entrelazaron. —Dame un beso. —pidió Kris.

Tao levantó su cabeza que reposaba en el pasto y posó sus labios sobre los de Kris, un casto beso, bajo las estrellas. «No me importaría si a diario me callara con un beso de estos» pensó bajito, siendo casi inaudible incluso en su cabeza.

De regreso a casa, caminaron de la mano, todo perfecto. Vieron a una pareja de esposos casados pasar, la señora cargaba en sus brazos un ramo de rosas, hermosas flores de color rojo vivo envueltas en un plástico transparente. Se les veía muy feliz mientras andaban. Solo Tao notó la escena, esperando algún día ser el dueño de esta. Pensando en que algún día Kris llegaría con un ramo de rosas, mil rosas para él.

El tiempo pasó, y muy rápido debo agregar. Su aniversario de seis meses se cumpliría el ese mismo viernes. Tao había preparado una cena, con velas, música lenta y comida hecha en casa. El esfuerzo que empleó en la sorpresa no se comparaba con ninguno de los trabajos escritos que había hecho en toda su vida, esto si era especial. Esto era amor, y lo único que esperaba a cambio era ese soñado ramo de mil rosas.

La puerta sonó, un par de golpes que le avisó que su invitado especial había llegado. Con los nervios a mil le quitó el seguro a la entrada y abrió. Estaba Kris, sin el ramo de rosas. Extrañamente no paso de ahí, tenía el cabello desordenado y además iba mal arreglado. Como si no hubiera recordado que fecha tan especial era.

—Hola, pasa. —lo invitó Tao.

—No puedo. —se negó el otro.

—¿Por qué?

—Me vengo a despedir.

—¿Despedir, de qué hablas?

—Me voy, he venido a terminar contigo.

Le dio excusas, muchas excusas. Ninguna de todas las razones dadas era lógica. Tao no entendió que había pasado, ni que había hecho mal. Lo único captaba era que YiFan lo dejaba con razones que seguro ni él entendía. Kris se dio la media vuelta y se fue, como anunció desde que llegó. Esa fue una experiencia decepcionante, lo suficiente para hacer que Tao comience a pensar que el amor eterno no existe, que tienes que aferrarte al primero, pues los que siguen son solo secuelas pasajera, hechas para divertir al destino que ha decidido que tienes que olvidar.

«Hoy es viernes.»

Tao pasaba por la misma calle que los últimos dos años dirigiéndose a su departamento. La chica de la bicicleta roja pasaba por su costado, un grupo de niños se cruzaba frente a él, luego el señor que atendía el kiosco de los periódicos lo saludaba con la mano, todo como la rutina mandaba.

Tao se sentó en la banca. Lo mismo todos los días, lo mismo todos los viernes. Una lágrima a veces se escurre por su mejilla, la cual es retirada casi al instante. Los recuerdos lo abruman, pero por alguna razón él sigue esperando a aquel chico que le dio tantas promesas; promesas que nunca cumplió, pero en su corazón siguen vivas. No se queja por el tiempo, ni las circunstancias, pues lo único que sigue esperando, es ese anhelado ramo de mil rosas. Tal vez a muchas personas le parezca muy tonta esa infantil ilusión, pero que se va a hacer. La esperanza sigue viva dentro de ese añejo recuerdo.

—Solo espera, hoy quizás sí.


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