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Into Your World por ValeCaroline

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Notas del fanfic:

Este oneshot lo hice para un reto, con mi dongsaeng. Aquí el link para todos los que hicimos hasta la fecha (3 XD), por si les agarra la curiosidad, y quieren recomendarnos alguno para hacer:

Retos

 

El reto suponía escribir algo basandonos en la canción "Angel" de EXO

Lo había subido en mi otra cuenta, pero lo borré, y lo subo de nuevo aquí.

 

Notas del capitulo:

¡Espero que les guste!

Abrí los ojos, lentamente. El brillo del sol me lastimó, por lo que tuve que volver a cerrarlos.


Una sombra me hizo relajar los parpados, agradecido abrí los ojos nuevamente. Una pequeña niña estaba parada frente a mí, tapando el sol que me había molestado. Le sonreí, y por alguna razón salió corriendo, dejándome desconcertado. Me senté, pasando los dedos por mis parpados, para relajarlos. A los pocos minutos, la niña volvió, de la mano traía a un adolescente, que me observaba desconfiado.


Me levanté con lentitud, dándome cuenta que aquel muchacho debía de tener mi edad.


- Baozi – le dije con mi acento chino. Frunció el ceño e infló los mofletes. ¿Cuántos años tendría? -. Soy LuHan – me presenté, ahora en coreano, tendiéndole mi mano.


- Soy JiHyo – se presentó la niña con timidez, y medio escondida detrás del chico. Le sonreí y me puse a tu altura. Extendí mi mano para tomar la suya, pero algo me la apartó.


- No deberías estar aquí – murmuró. Me enderecé y observé alrededor con curiosidad. Un parque enorme, el pasto cortado perfecto, grandes rosales blancos y una gran piscina en forma de círculo, atrás de todo ello, una enorme casa de color blanco. Con que esta vez terminé aquí. Ya iba a agarrar a ese… -. ¿Cómo entraste aquí? – el chico interrumpió mis pensamientos. Palpé mis bolsillos en busca de algo que me pudiese ayudar… maldito malcriado, se había llevado mis cigarros, fruncí el ceño al tocar una pequeña tarjeta -. ¿Me estás escuchando? ¿Qué estás haciendo aquí?


- Sí, sí. Te escuché, solo estoy buscando tu respuesta – observé el pequeño papel entre mis dedos. “Siento lo de anoche, nos estaban persiguiendo. Era difícil arrastrar tu cuerpo. Por cierto, gracias por el dinero “¿DINERO? ¿ME HABÍA QUITADO MI DINERO? Arrugué la pequeña tarjeta con los ojos cerrados -. Parece ser que ayer me jugaron una mala pasada y me dejaron aquí. Pero no te preocupes, ya no volverás a verme – y con mi mayor muestra de destreza trepé el paredón, corriendo hacia mi hogar, o lo que quisiera llamar hogar.


 


---


 


- ¡Llegué! – grité al ingresar. Pero nadie contestó. Lancé la campera completamente embarrada y con el humo pegado, al suelo, ya recogería alguna de las criadas. Subí a mi habitación a tomar una ducha y me puse ropa limpia, después de todo era domingo. Tomé una caja de cigarros de la reserva que se encontraba dentro de mi armario y salí al balcón, que daba al patio trasero.


Encendí el primero y aspiré con fuerza, llenando con aquél humo mis pulmones, para luego exhalarlo por la nariz. Mi celular comenzó a sonar con insistencia, lo dejé. Solo una persona podría llamarme, y no tenía ganas de hablar con ella.


Luego del tercer cigarro volví adentro, encontrándome con el almuerzo sobre el escritorio. Lo devoré en pocos segundos, dándome cuenta que no había cenado.


- Hogar, dulce hogar – murmuré con amargura.


 


 


 


Lunes


Me vestí con el patético uniforme escolar. Mi último primer día de clases. Acomodé mi cabello teñido en el espejo y practiqué mi sonrisa. Con los años había aprendido a ocultar mis sentimientos a pesar de todo. Lo que hace a uno más fuerte, después de todo, es la experiencia… y vaya que yo tenía experiencia. Cuando estuve satisfecho de mi aspecto subí al auto y conduje por las calles de aquellos suburbios, hasta llegar al edificio. Estacioné a una cuadra y me apoyé contra el capó, encendiendo un cigarro. Me dejé llevar por el sabor amargo en mi boca, y la sensación de relajo cada vez que exhalaba aquel espeso humo gris.


- Eh, amigo. ¿Cómo te fue ayer? – mis ojos se dirigieron hacia el cuerpo de aquel chico. Tiré la colilla, y me acerqué a él, para tomarlo del cuello de la camisa y acercarlo a mí -. No te enojes, fue solo un desliz. Aquellos chicos iban a matarnos…


- Y tu mejor idea fue tirarme a lo de uno de los vecinos – el chico sonrió pícaramente. Suspiré con frustración -. Chen… ya te he dicho mil veces que dejaras de pelear contra ellos.


- Es que es divertido ver sus caras de enfado… además, esa chica – hizo un ademán obsceno con sus manos.


- Eres un maldito enfermo – dije sin pensarlo, volviendo a meterme en el auto.


- No te vayas. No será primer día si no vamos los dos juntos – se metió en el asiento del acompañante.


- No… quieres que te lleven porque te quitaron el registro y ya no puedes conducir aquí dentro – solté una risa, mientras él me miraba enfadado.


- Todavía la tendría si esa policía hubiese aceptado mi número.


- Tenía un anillo ¡Estaba casada! – exclamé, mientras encendía el coche.


- Ya sabes lo que dicen de las mujeres casadas – me hizo señas con las cejas, haciendo que riera de nuevo.


- Seguro tenía más de 50.


- No me pinches el globo – se cruzó de brazos, dándome a entender que le había ganado.


Llegamos a la institución, aparqué y bajamos. Muchos nos saludaron con la mano, otros solo nos observaban, y por supuesto, estaban los que murmuraban mientras pasábamos por su lado. Sin embargo, nada se comparó con las risas que escuchamos al llegar a la puerta principal. Giré mi cuerpo, entendiendo el porqué, me tensé, mi cuerpo no reaccionó. Tomé la mano de JongDae, que había comenzado a burlarse de aquel pobre muchacho, a quien, luego de bajar de la parte trasera de un auto, una mujer había bajado, también, besando su mejilla y diciéndole que lo quería.


Me metí dentro, y busqué con rapidez el salón que pertenecía al último curso, después de todo, ese chico debía ir a segundo, o quizás tercero.


- LuHan – me llamó con su patética pronunciación coreana -. Debemos molestar a ese niño, es el nuevo, ¿no? – le miré con los ojos entrecerrados.


- Fue su casa a la que me metiste, enano idiota – murmuré -. Si llega a reconocerme me demandará. No tienes idea…


- ¡LUHAN! – unos brazos se pegaron desde mi espalda, para luego levantarme en el aire y volver a colocarme en el suelo… rayos.


- SeHun – saqué a relucir mi más brillante sonrisa, después de todo ese chico era el hijo de uno de los empresarios más importantes de Corea, y necesitaba tener una buena relación con él.


- ¿Dónde estuviste todo el verano? – preguntó con su inocencia de siempre -. Oh… hola, JongDae hyung – saludó a mi amigo con cortesía, mientras este planeaba su próxima movida, sin embargo, antes de que abriera su boca, lo empujé hacia fuera, después de todo estaba un año más abajo que yo.


- De viaje, pasé algunos días en casa… ya sabes – subí los hombros, restándole importancia -. Has crecido bastante – dije al notar la diferencia del altura que había entre ambos.


- Sí… - pero no pudo seguir, puesto que la puerta comenzó a llenarse de mis compañeros de clase, quienes comenzaron a empujarnos para buscar un buen asiento atrás -. Mejor me voy. Dejé a Tao con JongIn… y ya sabes cómo son… - asentí, para luego dirigirme al banco que daba a la ventana. Siempre me había sentado solo, todos tenían cierto respeto hacia mí, además de que siempre habíamos sido número impar y nunca me habían obligado. Dejé mi mochila en el asiento vacío, y esperé al profesor.


- Alumnos, soy el profesor Lee DongHae. Este año comenzaré a dar clases, así que espero que se porten bien… - nos observó a todos infantilmente. ¿En serio ese niño sería nuestro profesor? -. Saquen una hoja, necesito saber lo que recuerdan del año pasado – comenzamos aquejarnos, ni siquiera sabíamos que es lo que iba a enseñarnos. Pero un golpe en la puerta nos detuvo a todos. El director entró, junto al chico de la entrada, el dueño de la casa en la que me había despertado. Corrí mi mochila de la silla, y el chico se sentó en ella. Lo observé de arriba abajo, notando que sus mejillas se colorearon al sentirme.


- Todavía no he olvidado que me debes una explicación – murmuró, sorprendiéndome.


- Yo nunca dije que te la iba a dar – me miró con ojos grandes y expresivos.


- No sabes con quien te estás metiendo – suspiré y cerré los ojos.


- ¿Querías que dijera que me había emborrachado y drogado hasta perder la conciencia y mi supuesto mejor amigo me tiró en tu patio, delante de la niña? – bajó su vista apenado -. No dejes que tus padres te traigan más, y mucho menos que tu madre te bese de esa forma delante de todos – le aconsejé, antes de sacar la hoja que anteriormente había nombrado el profesor.


 


 


Miércoles


- Nunca pensé que fueras gay – reí con fuerza, ante mi amigo. Ambos estábamos sentados en el patio trasero del colegio, donde nadie iba, fumando. Me golpeó las costillas.


- No lo soy… es solo que ese niño te dan ganas de abrazarlo y apretarle las mejillas – comenzó a mover sus manos enfrente, como si estuviese agarrando algo. Reí con más fuerza.


- Como digas – lancé la colilla del cigarro y me levanté, estirando los brazos y las piernas.


- Este viernes hay fiesta, ¿vienes? – sonreí con pesar.


- Vienen mis padres, habrá una cena. Estás invitado – saqué la lengua, y coloqué mis manos detrás de la cabeza.


- No gracias, paso – tiró su colilla y se levantó -. ¿Has bajado la cantidad? – miró asombrado mi caja de cigarros. Fruncí el ceño, y la miré. En el día solo había fumado cuatro, cuando por lo general a ese horario ya casi terminaba la caja de diez.


- Al parecer – guardé la caja en el bolsillo -. Será mejor que volvamos.


Mientras caminábamos hacia la puerta trasera, me choqué con algo que se movía rápido. El niño nuevo. Se veía asustado y agitado, como si alguien lo persiguiera. Unos chiflidos junto a voces se escucharon desde dentro del edificio. Tomé la mano del nuevo y de JongDae y los llevé detrás de un árbol. Dejé a ambos allí y salí, para enfrentarme con esos chicos.


- LuHan – dijo uno, acercándose y chocando mi mano -. ¿Has visto al ñoño?


- ¿Hablas del nuevo? – asintió, negué. Los demás se estaban acercando a mí -. Vi algo pasar hacia allá – señalé los arbustos que estaban en la esquina del edificio, dando a entender que había dado la vuelta. Me agradecieron y corrieron hacia allá. Volví al árbol en el que estaban JongDae y el nuevo.


- Bien hecho – me felicitó mi amigo. Mi vista se dirigió al más bajo, quien respiraba con dificultad y tenía las mejillas sonrojadas. Tomé su mano y lo arrastré hacia dentro del edificio. Chen me seguía, con cautela.


- Te dije que no dejaras que te traigan…


- Es imposible, no podría venir sino – bajó la mirada, y yo me escondí en una esquina del pasillo para cuidar que no nos viese nadie. Bajé la vista hacia él. JongDae me miró y yo a él.


- Si tuviese auto te traería – dijo, sorprendiendo tanto al nuevo como a mí, seguimos avanzando -. MinSeok ah, ¿no te gustaría venir con nosotros? – me paré en seco en medio del pasillo completamente vacío.


¿QUÉ?


 


 


Jueves


JongDae... No tienes idea de cuánto te odio.


Y ahí estaba yo, en la puerta de la mansión blanca en la que había despertado la semana anterior, esperando al niño que me había descubierto. Luego debía ir a buscar al idiota de mi amigo. Golpeé mi cabeza contra el volante varias veces, antes de notar como golpeaban la ventanilla del auto. Sin mirar, destrabé las puertas.


- Ten cuidado, de no pisar los asientos… así, cuidado… mejor dame la mochila – un pequeño gemidito de esfuerzo me hizo abrir los ojos y mirar hacia atrás.


- Oh… no, no, no, no… - comencé a mover mis manos con rapidez -. No quiero niños en mi auto – tanto la niña como el chico me miraron mal.


- Debo llevarla a la escuela. Sino mis padres me llevaran consigo – pasé mis manos por la cara, antes de indicarles que subieran.


- Ni se te ocurra subir esos piecitos al asiento – murmuré, la niña asintió. Sentí como cerraban la puerta de atrás.


- Se veía más divertido la otra vez – escuché a la chiquilla hablar en voz baja a su hermano. Aspiré, intentando tranquilizarme, y arranqué el motor.


A los pocos segundos llegamos a la casa de JongDae, quien estaba esperándome en la puerta, con un cigarro en la boca. Apenas me vio, tiró lo que le quedaba y se acercó casi corriendo, para abrir la puerta.


- Hola – saludó a los que se encontraban en el asiento de atrás -. Soy JongDae – se presentó a la niña.


- Soy JiHyo – dijo la niña con timidez. Llegamos al edificio de primaria, donde frené, para que el nuevo dejase a su pequeña hermana, quien había hablado sin parar con Chen. Me acaricié las sienes con los ojos cerrados.


- Es agradable esa niña, ¿no te parece? – le miré mal, haciendo que soltase una carcajada -. No es mi culpa que anoche hayas salido.


- No salí, solo bebí un poco del bar de casa – tiré mi cabeza hacia atrás.


- Te estás comportando extraño - ¿extraño? ¿yo? Eso sí era nuevo. Miré su rostro con curiosidad -. Quiero decir. Jamás te habías preocupado por alguno de los nuevos, me dijeron que estás compartiendo tu banco… por favor, nadie se te puede acercar ni a medio metro, y ahora estás defendiendo de los brabucones a ese ñoño.


- Tú estás siempre a mí alrededor, SeHun se la pasa girando a mí alrededor…


- No es lo mismo. SeHun es un niño mimado al que tienes que hacer sentir bien, porque su familia es una de las mayores inversionistas de tu empresa… y yo, bueno, yo soy demasiado cool como para que me ignores – hizo una señal de victoria con los dedos, y yo le golpeé la nuca.


- Solo quiero hacer mi buena obra antes de terminar aquí – me miró extrañado, y sentimos la puerta de atrás abrirse nuevamente. Volví a conducir, y llegamos a nuestro edificio. Bajamos del auto, con las mochilas, y nos dirigimos dentro.


Sentía las miradas sobre nosotros. No les culpaba, nadie jamás hubiese pensado que yo llevaría a alguien en mi auto. No hice verdadero caso a lo que murmuraban, me dediqué a entrar en mi curso, delante del nuevo… me detuve en seco, sintiendo un pequeño empujón. Me giré para verle a la cara.


- ¿Cuál es tu nombre? – frunció el ceño, pero respondió.


- Kim MinSeok – me volví a dirigir hacia mi banco, seguido por él.


- No pareces pertenecer a este tipo de vida.


- Soy el ángel que los viene a salvar de su indiferencia – me volví hacia él, sorprendido, ¿había dicho ángel? Pero entonces comenzó a reír.


- Sí tu eres el ángel, entonces déjame decirte que haré que se corten tus alas – su rostro se volvió serio.


 


 


Viernes por la noche


Odiaba las cenas. Decenas de personas ricas llegaban a mi casa para hablar sobre política y economía, en saber quién tenía el mejor auto o quien volaba más lejos de Corea. Metí un par de pastillas a mi bebida, para terminarlo todo de un trago.


Caminé entre las personas allí presentes, para sentarme en el sillón, cuando una cabellera larga y oscura llamó mi atención. ¿No era esa la hermana de MinSeok? La seguí con curiosidad hasta una de las puertas que llevaban al balcón principal.


- Dicen que la luna se llena porque está contenta – dije, al ver que sus ojos se dirigían al cielo -, y las estrellas brillan porque los niños sonríen – ella me miró. Tenía algunas lágrimas en los ojos. Me acerqué a ella con lentitud y me agaché para quedar a su altura. Sequé sus lágrimas con cuidado.


- Entonces diles que dejen de burlarse de mí – rompió en un llanto que me partió el corazón. La abracé con ternura.


- JiHyo – la llamé, me miró -. ¿Los ángeles existen? 


- Oppa dice que los ángeles ayudarán a cambiar el mundo – secó sus lágrimas y separó su cuerpo del mío -. Oppa me dijo que LuHan es un ángel, pero que todavía no lo sabe – levanté las cejas y mi boca se entreabrió -. Oppa dice que si yo me comporto como una niña buena podré casarme con un ángel como LuHan.


- JiHyo – escuchamos desde la entrada, MinSeok estaba observándonos -. Mamá te está llamando – la niña se alejó corriendo, mientras que el chico se acercó a mí. Parecía preocupado -. ¿Qué fue lo que te dijo?


- Que se casaría conmigo – aún estaba asombrado, MinSeok rió por lo bajo -. ¿Por qué soy un ángel?


- Tú no eres el ángel. Yo soy el ángel – cruzó sus brazos.


- Entonces…


- Ella quiere crecer sana. Solo quiere ser feliz en su mundo de ensueño – miré el cielo. La luna brillaba blanca y majestuosa, mientras que las estrellas la rodeaban, dándole una magia inigualable. Sentí su mano en mi hombro -. LuHan… - bajé mi mirada para encontrarme con sus ojos, una familiar amargura brillaba en ellos -. Cuando dije que vine a salvarlos, no estaba bromeando.


Me dejó allí fuera, mientras volvía a mi mansión.


Miré las estrellas nuevamente. Brillaban como ninguna otra noche.


¿Estarían realmente burlándose de nosotros?


 


 


Lunes


MinSeok había dicho que su hermana estaba enferma, por lo que faltaría a su escuela.


Y ahí estaba yo. En el patio trasero de la institución, con la caja de cigarros en una mano, cerrada. En el día no había tomado uno solo, tampoco había salido ese fin de semana.


Escuché la puerta del edificio abrirse.


- MinSeok ah…


- Ya te dije que soy tu hyung. Trátame con más respeto – al parecer JongDae y el nuevo no me vieron, puesto que seguían peleando.


- Vamos… por favor. Solo uno – ambos parecían encerrados en su propio mundo, pero algo me sorprendió. Chen se abalanzó sobre el otro, tomando sus mejillas con fuerza.


- Déjame, JongDae shi… - y mi amigo besó al más bajo. Mis ojos se abrieron de par en par, mientras algo en mi pecho comenzó a doler. Me levanté, y caminé hacia ellos.


- Chen – le llamé, él se separó de MinSeok con una sonrisa en el rostro. Con una cólera que jamás pensé en sentir, golpeé el rostro de mi amigo. Todos nos quedamos paralizados. Como pude, tomé la mano del nuevo y corrí hacia dentro del edificio. Al llegar a uno de los baños, me detuve, dándome cuenta que ambos estábamos agotados y respirando con fuerza.


- ¿Qué rayos fue lo que hiciste? No soy una niña. Puedo defenderme por mi mismo – no le contesté, tomé su hombro y lo acerqué a mí. Abracé su cuerpo con fuerza, noté como al principio parecía querer resistirse, pero luego se relajó.


- Golpeé a mi mejor amigo – murmuré, aún en estado de shock. Sentí como con timidez, sus manos se posaban en mi espalda y comenzaba a hacerme masajes.


 


 


Martes


- No, siéntate adelante – le dije a MinSeok, quien abrió la puerta de atrás.


- Pero…


- No vendrá. Dice que no quiere que nadie lo vea hasta que le enderecen la nariz – el chico se sentó a mi lado -. Sin embargo después de clases  iremos a llevarle las notas del día – noté como abrazó su mochila y se encogió de piernas. Acaricié su cabello con dulzura, produciendo que me viera -. ¿Cuántas veces lo había hecho ya? – sus hombros se encogieron aún más y lágrimas de nerviosismo bajaron por sus mejillas.


- Desde el día de la persecución – asentí, encendiendo el auto.


- ¿Qué sucede con JiHyo? – noté como su rostro palidecía -. ¿Sigue enferma? – asintió -. Espero que se recupere pronto.


- Yo igual – me pareció que dijo esto último, porque no fue más que un suave murmullo.


 


 


Martes, más tarde


- ChanYeol – llamé al chico alto del mismo curso de JongDae. Se giró, sorprendiéndose al verme con MinSeok -. Hola, KyunSoo – dije al ver al más bajo. El chico solo asintió.


- Que mal lo de JongDae – nombró el gigante. Luego buscó en su mochila, sacando unas fotocopias -. Esto es de hoy. Ya le hice una copia, así que puede quedárselas - Le agradecí, sonriendo, y guardando las cosas en mi mochila -. ¿Te quedas para el partido? – sus ojos brillaron, al igual que los míos, pero luego de que peleara con el entrenador no pude volver a meterme en el equipo del colegio. Negué apenado.


- Debo llevarle esto, y luego acompañar a MinSeok a su casa – tanto ChanYeol como KyunSoo observaron al más bajo con curiosidad.


- CHANIE – escuchamos un grito desde el pasillo, observé como KyunSoo giró los ojos, y una sonrisa se plantaba en el rostro de ChanYeol -. Me dejaste solo hablando con el profesor – hizo un puchero y se trepó a la espalda de su amigo -. Oh… hola LuHan. ¿Cómo está Chen?


- Digamos que bien. Resentido porque no puede creer que su hermoso rostro haya sido destrozado – giré los ojos, pero noté como todos se quedaron observándome con la boca abierta.


- Nunca te escuché hablar tanto… - mencionó KyunSoo. Cerré mis labios, hice una pequeña reverencia, y tomando la mano de MinSeok nos alejamos.


Nos subimos al auto, y comencé a conducir hasta la casa de mi amigo.


Yo no era así. Jamás había golpeado a mi amigo. Jamás le había dirigido la palabra a BaekHyun, el payaso de la escuela. Jamás había defendido a alguno de los niños de mamá… miré de reojo a MinSeok, se veía pensativo. Noté el peso de la caja de cigarros aún cerrada en mi bolsillo.


Hacía días que no bebía. Que no tomaba las pastillas. Que no fumaba… eso era extraño.


Aparqué en la puerta de la casa de mi amigo. Bajamos y toqué la puerta. Una de las criadas nos abrió, indicando que el dueño de la casa estaba en la sala de música.


Una dulce melodía salía de la puerta. Entramos sin tocar, encontrándonos con JongDae sentado en el piano, cantando con una voz angelical. Sin embargo se detuvo apenas nos vio.


- Sigue, por favor – MinSeok se acercó a él, sentándose a su lado. Observó unas partituras en el atrio y comenzó a tocar- JongDae lo siguió. Con relajo me acerqué a uno de los sillones, y cerrando los ojos, comencé a disfrutar de aquella música. Había olvidado lo dulce que era la voz de Chen, de niño había participado en una cantidad inmensa de concursos, ganando la mayoría. Junto a KyunSoo y BaekHyun, eran el trio de oro en la institución, sin embargo, actualmente el único que seguía concursando era BaekHyun. Chen se había dedicado a la fiesta, junto a mí, y KyunSoo solo quería entrar en una buena universidad,  decía que la música era tan solo una distracción para lograr su objetivo.


- LuHan. ¿Recuerdas la canción que escribimos? – abrí los ojos, encontrándome con que JongDae me miraba fijamente, con una sonrisa que hacía demasiado no veía. Una sonrisa dulce. Asentí.


Apenas llegué de China a Corea, JongDae y yo nos hicimos muy cercanos, puesto que sabía algo de chino, a diferencia de la mayoría de mis vecinos. Juntos habíamos escrito una canción, que él luego tradujo al coreano, y la cantó, junto a los otros dos cantantes del instituto, en una competencia, ganándola.


- Pura, igual que la inocencia de un niño que no sabe qué hacer, nacido, en este hermoso momento – entoné con delicadeza, en mi idioma.


-  Ojos, cerrándolos y abriéndolos de nuevo, con miedo de que esto sea solo un sueño. Como no quiero dejarte ir, permanezco de pie ante ti honestamente, deseando tu atención – continuó JongDae. MinSeok nos observó con curiosidad.


- ¿Quién la escribió?


- Ambos – contesté. Con JongDae nos miramos durante unos segundos -. Va a ser mejor que nos vayamos. Aquí te dejo las cosas que me entregó ChanYeol – saqué las hojas de mi mochila y las coloqué sobre la mesa -. Dice que son fotocopias, así que no es necesario que las devuelvas.


- Gracias – me detuve en seco, en mitad del camino hasta la salida. ¿JongDae había dicho “gracias”? Le miré, y él también a mí. Luego observé como MinSeok sonreía, feliz.


Soy el ángel que los viene a salvar de su indiferencia”.


 


 


Viernes


Me dirigí al patio trasero del edificio, solo, con la caja de cigarros entre mis manos. Esa mañana había fumado un par, y volvía a necesitarlo.


Grande fue mi sorpresa al encontrarme con MinSeok, sentado, con la espalda contra la pared, y con lágrimas recorriéndole el rostro. Esa mañana me había dicho que no era necesario que lo fuera a buscar, porque estaba en otro lugar, llegó tarde a clase, y se veía triste. Me senté a su lado con lentitud. Puse la caja de cigarros delante de su cara, para mi sorpresa, tomó uno y lo encendió, aspirando con fuerza, y tirando la ceniza con una facilidad que yo solo había aprendido con los años.


- La vida es un asco – mencionó. No le contesté, y encendí un cigarro para mí -. Parece ser que cumpliste con tu promesa – le miré sin entender, él me devolvió una sonrisa amarga -. ¿No lo sabes no? – negué -. Cortaste mis alas. Ahora no puedo volver – más lágrimas cayeron por sus ojos.


- Nunca fue fácil vivir. Pero de eso se trata estar vivo, ¿no? Sufrir y sufrir sin parar, para luego morir, que te entierren y se quede alguien más con tus triunfos – hablé sin parar, y luego di otra pitada al cigarro.


- A veces pienso que la muerte es un sin sentido. Quienes deben morir, siguen vivos, mientras que aquellos que merecen tener una vida prospera, se van demasiado pronto – secó sus lágrimas con la manga de su uniforme. Terminó el cigarro y se levantó. Lo observé bien. Ya no había rastros de ese niño que dos semanas atrás me había despertado en su patio, de aquel que había dicho que me iba a salvar, quien tenía en sus ojos un brillo de inocencia, ahora parecía un adulto que había sufrido demasiado.


- ¿Cómo está JiHyo? – pregunté, una mirada perdida se cruzó con la mía…


 


 


Domingo


Después de haber enterrado a JiHyo, pasé toda la tarde y toda la noche con MinSeok. Me contó que la niña había nacido con una anomalía genética, que necesitaba tomar medicamentos para que las proteínas que necesitaba se formaran en sus células, pero ella no quería tomarlas. “Tuve que mentirle, me dijo, ella dijo que solo tomaría los medicamentos si Dios se lo pedía, así que le dije que eras un ángel y se casaría contigo si era buena niña”.


Nadie pudo advertirlo. Un día estaba perfectamente y al siguiente la encontraron en su cama, no despertaba. La llevaron al hospital, cinco días de tortura para su familia, cinco días en los que los médicos hicieron todo lo posible. “Ella lloraba porque no le gustaba que su cuerpo fuera tan débil, había dejado de tomar el medicamento. Lo escondía debajo de su cama”.


Estaba en el balcón de la casa de MinSeok. Él seguía en la cama, había llorado toda la noche y seguramente se encontraba agotado, desde que su hermana había fallecido no dormía. Me enteré gracias a su madre que él también estaba enfermo, que varias veces había intentado quitarse la vida. Entré al cuarto del chico, encontrándome que estaba sentado en la cama.


- LuHan, ¿sabías que duele aquí cuando te sientes triste? – señaló su corazón. Apoyé mi mano sobre su pecho, e hice algo que jamás hubiese pensado. Me acerqué a su rostro y besé sus labios con dulzura, un mero roce de labios, que hizo que mi estómago se retorciera y me hiciera cosquillas, que mi corazón saltara en su lugar.


- MinSeok, ¿qué es lo que has hecho conmigo? – susurré sobre sus labios -. Tenías razón – me separé y le miré a los ojos -. Eres el ángel que me salvó de mi indiferencia – acaricié su mejilla con suavidad -. Si yo corté tus alas, yo haré lo que sea para que vuelvas a volar, porque me cuidaste cuando nadie más lo hizo, y quiero cuidarte ahora, que necesitas a alguien que sea un apoyo.


- LuHan…


- Shh… - y volví a probar sus labios.


 


 

Notas finales:

¿Y? ¿Qué les pareció?

¡Diganme cosas bonitas! Este fic lo hice con mucho cariño.

 

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