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Dibújame una sonrisa por ValeCaroline

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Notas del fanfic:

Esto es un regalo para la nueva miembro de Labia, Nuestra amada Cookie. Se suponía, es la historia basada en los disfraces del BaekYeol en Halloween, pero quedó esta cosa amorfa, igual espero que te guste. 

 


La vida de Park ChanYeol jamás había sido fácil.


Su madre lo había abandonado cuando cumplió cinco años de edad. Su hermana se había prostituido para irse de la casa, cuando él cumplió los diez años. Y su padre drogadicto, lo golpeaba desde que tenía uso de la razón.


En la escuela lo molestaban por ir con el uniforme sucio o desarreglado. Por tener el cabello demasiado largo, por no tener dinero para comprar el almuerzo cada día y llevar apenas un poco de arroz. Por su rostro extraño, grandes ojos, demasiado expresivos, según ellos.


Generalmente estaba solo. Nunca había podido hacer un amigo. O por lo menos, un amigo real. Muchas personas se acercaban a él. Por lo general era para burlarse, pero había niños, como aquel mayor, Kim JunMyeon, que le ayudaba cuando no lograba terminar los trabajos a tiempo, o cuando llegaba a la escuela demasiado golpeado como para prestar atención en clase, le explicaba con aquella paz y hermosa sonrisa.


Park ChanYeol envidiaba la sonrisa pura de Kim JunMyeon. Él nunca pudo realizar una tan sincera como aquella. Sus sonrisas eran muecas. Muecas que hacían a todos burlarse de él. Muecas que achicaban uno de sus ojos, haciendo que se viera más extraño de lo que ya era para todos. ChanYeol evitaba sonreír por eso. A veces dibujaba con sus labios una sonrisa falsa para mostrar agradecimiento a los profesores cuando no alcanzaba la nota deseada y aun así lo dejaban pasar, cuando le miraban con esa compasión que tanto odiaba.


Nadie sabía lo que en verdad sufría ChanYeol.


Si te atrevías a levantar su camisa, tan solo un poco, podrías encontrar cortes y quemaduras mal cicatrizadas. Algunos moretones curándose, y otros nuevos. Su nariz tenía una pequeña cicatriz causada por los vidrios de una botella.


Si en la escuela preguntabas por Park ChanYeol, te hablarían de aquel pequeño gigante, siempre encorvado, intentando no llamar la atención. Ese chico torpe, con el cabello grasiento y ropa mal lavada. Aquel que no podía realizar clase de gimnasias por quien sabe qué razón.


A sus diecisiete años, Park ChanYeol no esperaba nada de su vida. Caer en la droga, al igual que su padre, ya no sonaba tan mal. De hecho, no era la primera vez que se cruzaba por su mente meterse en ese mundo. Pero había algo dentro de su cabeza, algo que le decía que su vida no se limitara a eso. Que fuera más de lo que todos esperaban de él.


Así fue que había conseguido empleo en un pequeño café. No pagaban mucho, pero era su dinero. No el dinero de la pensión de desempleo de su padre.


La única desventaja de ese trabajo era el horario. Y la sonrisa dibujada obligadamente en su rostro. Sí. Había aprendido a sonreír de esa manera. A sonreír falsamente, con una expresión pacifica que tranquilizaba a quienes estaban alrededor.


Pero al final del día, su rostro volvía a ser el mismo de siempre. Con esa expresión cansada, desganada, amargada.


Arrastrando sus pies, encorvando su espalda, intentando pasar desapercibido en la oscura noche, caminaba cada día hasta su casa.


Pero una noche, no logró esconderse lo suficiente en la oscuridad.


Las calles que debía recorrer para llegar a su casa estaban repletas de hombres y mujeres de compañía. La mayoría lo conocía, habían jugado en las calles de pequeños.


—¿Quieres divertirte un rato?


Le sorprendió oír a un cliente tan cerca, considerando lo lejos que intentaba pasar de esas personas. Giró su rostro para encontrarse a un chico que le miraba con una sonrisa.


—Yo no trabajo. Están allí. —Señaló al otro lado de la calle. Pero el chico amplió su sonrisa. ChanYeol sintió como su estómago pegaba un salto dentro de su cuerpo. Aquel chico le causó ternura. Se preguntó qué haría en ese barrio. De seguro era un niño bien, de aquellos con dinero y bien cuidado por sus padres. Su estómago se encogió en su abdomen el preguntarse qué pensarían los padres de aquel niño al enterarse donde estaba.


—No los quiero a ellos. Te quiero a ti. Te daré dinero. Solo quiero un poco de sangre, vaya a saber que tantas enfermedades tienen esos —dijo en un tono arrogante.


—Ya te dije que… —ChanYeol frenó en seco, y por primera vez en años, su rostro mostró una expresión real. Sus ojos se ampliaron y la mandíbula se desencajó. Sus pupilas volvieron a fijar se en el rostro de aquel chico frente a él.


Sus rasgos eran similares a los de un niño inocente. Sin embargo, sus ojos mostraban un pequeño brillo de malicia. Esa malicia lo miraba con expectación.


—¿Qué dices? Te daré una buena cantidad.


ChanYeol no quiso saber más nada. Comenzó a correr con todas sus fuerzas. Podía escuchar los gritos de aquel chico y el ruido de sus pisadas en las calles repletas de basura. No paró hasta llegar a la puerta de su casa, y cerrarla con llave.


Después de esa noche tenía miedo de volver a su casa cada día. Tenía miedo de encontrárselo de nuevo...


¿En verdad quería no cruzarlo?


Esa pregunta pululaba en su cabeza durante las clases de la mañana.


Por alguna razón, no podía borrar aquel rostro de su memoria. Aquella mezcla extraña de ternura y malicia. La mirada de arrogancia que le había dirigido al pedirle un poco de… ¿sangre?


Negó con la cabeza, intentando quitar esas ideas de la cabeza.


—Señor Park, ¿tiene algo que compartir? —Escuchó al profesor decir una mañana, a la semana del suceso.


ChanYeol observó alrededor. Todos tenían sus ojos posados en él. No se había dado cuenta que había estado hablando en voz baja.


—No me siento bien —dijo, levantándose nervioso, logrando que la silla en la que estaba sentado cayera, logrando hacer demasiado ruido.


—Está bien, señor Park. Puede ir a la enfermería. —El profesor soltó un suspiro, y ChanYeol salió del salón, con la cabeza baja.


Las últimas noches, no solo lo había visto en el camino hasta su casa. Sino que había soñado con él. Con aquel rostro, con dos ojos pálidos, con dos colmillos sobresaliendo de sus labios y algunas gotas de algo rojo cayendo de la comisura de sus labios, dedicándole una sonrisa de lado.


Abrió sus ojos de golpe, encontrándose con la enfermera del colegio.


—¿Te encuentras bien? Caíste al suelo apenas llegaste aquí. Me asusté mucho. —La mujer le hablaba con ternura, mientras le acariciaba el antebrazo—. ¿Cómo te lo hiciste? —preguntó curiosa.


ChanYeol miró el sitio que la mujer acariciaba, notando dos marcas, perfectamente redondas, y de un color rosa pálido, como si hubiesen cicatrizado hacía algunos días. No recordaba haberse lastimado. Rascó su cabeza, pensativo, y negó levantando sus hombros en señal de ignorancia.


—Ve por tus cosas. Es mejor que vuelvas a casa. No te ves bien. —El chico asintió y salió de la enfermería a paso lento.


No entendía que estaba sucediendo en su vida. Su cuerpo le pesaba, más de lo normal, y aquellos sueños, que no le dejaban descansar.


Cuando salió del colegio, decidió llamar al trabajo, para avisar que ese día no iría.


A su jefe no pareció gustarle la idea, pero a él tampoco. Si regresaba a su casa, se encontraría con su padre, y no quería que eso sucediese. Así que decidió vagar un poco por la ciudad.


La noche amenazaba con caer, por lo que decidió volver a su casa. Las calles, parecían más oscuras de lo habitual. Y cuando llegó a su barrio, no había nadie fuera. Era demasiado temprano para que las prostitutas salieran, y demasiado tarde para que la gente saliera de sus casas.


Encorvando aún más su espalda que lo acostumbrado, aceleró su paso, pero algo se cruzó en su camino.


El rostro que le privaba del sueño, apareció frente a él.


—Ven conmigo —dijo el chico. Ahora no sonaba arrogante, sino que suplicante. Con algo de dolor, quizá —, por favor, ven conmigo.


ChanYeol lo pensó por unos segundos. ¿A dónde querría ir? ¿Lo mataría acaso? ¿Lo secuestraría?


Negó con insistencia. No quería ir con ese chico. Le tenía miedo.


¿Le tenía miedo?


Miró los rasgos del chico frente a él. ¿Cómo podía temerle?


—Tu padre te está esperando en casa. Sabes lo que hará. Siempre lo hace. Ven conmigo.


ChanYeol observó la mano que le tendía, preguntándose cómo podía saber de su padre. —No sé tu nombre. No puedo irme con alguien que no conozco.


—Byun BaekHyun —se presentó, con una galante reverencia. ChanYeol observó cada movimiento.


—Byun BaekHyun —disfrutó pronunciando cada sílaba, ese nombre se le hacía delicioso—. Soy Park ChanYeol. Y lo siento, pero… no iré con nadie.


—Park ChanYeol. —De alguna forma su nombre sonaba bien con esa voz—. Esta noche me iré, no te volveré a ver. Te dejaré mi recuerdo si deseas quedarte. —ChanYeol frunció el ceño ante las palabras del chico. De Byun BaekHyun.


—No sé de qué hablas.


—De mi marca. La que estará contigo hasta el día en que mueras. —Señaló el antebrazo, y en él, ChanYeol recordó esas cicatrices. Por inercia, tapó aquella zona y le miró con ojos sorprendidos—. Tu sangre me hizo sentir lo que hace mucho no sentía. Ven conmigo. Te prometo el mundo. La inmortalidad.


ChanYeol se quedó quieto en el lugar. Observó la calle hasta su casa. Apenas quedaban dos cuadras para llegar a su casa. Estaba seguro de que si corría, lograría perderlo. Pero sus pies estaban clavados en el suelo. Miró con una sonrisa triste a BaekHyun.


—Puedes… —sus labios se curvaron hacia abajo—. ¿Puedes dibujarme una sonrisa real?


Byun BaekHyun formó una línea con sus labios y lo miró fijamente, buscando sus palabras con cuidado. —La dibujaré, siempre y cuando quieras tenerla en tu rostro.


Y por primera vez en años, una calidez invadió el pecho de Park ChanYeol. La calidez de sentirse querido. Y esa calidez fue la que viajó hasta sus labios, para convertirla en una sonrisa. Una sonrisa que ocupó todo su rostro, y que le hizo sentir feliz por primera vez en años. No feliz como cuando recibió su primera paga. Sino aquella felicidad de la niñez, cuando su madre y su hermana aún estaban con él. Cuando su padre aún no lo golpeaba por la frustración de no tener nada para consumir.


Sin querer arrepentirse luego, tomó la mano que le tendía Byun BaekHyun, y con su nueva sonrisa en el rostro dijo:


—Llévame donde nunca se borre de nuevo.


 
Notas finales: La cosa es así:
¡FELIZ CUMPLEAÑOS, NOR!
No sabía que regalarte, así que quise escribir esta idea que está vagando en mi mente desde hace días. 
No creo que haya sido lo que muchos esperaban de la foto de Halloween, pero la historia del guason es sobre la sonrisa que tiene dibujada en el rostro, ¿no? 
 
¡Nor! Espero realmente que te haya gustado esto... que se supone era un regalo.
Nos conocimos hace poco, por no decir muy poco, ¡pero ya hasta siento que te quiero!
Sigamos con Labia un poco más.

 


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