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Let's Pretend We're Not in Love. por Ecto

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Notas del capitulo:

Para disfrutar más del fanfic, se recomienda oir la canción que titula al capítulo, ya que fue la inspiración de la Autora.

Un saludo.


Take a number, take a seat, we've been here quite some time
And it doesn't seem we're leaving anytime soon
The BATHROOM'S down the hall
Take a shot at us and see how far you get
We eat chumps like you for breakfast when we get about noon

We're not here to change the world
We're here to laugh at others
Maybe get a nap along the way
So dress it up the way you wish and step aside
And then meet us at the bar and we'll let you buy

-Critically Disdained- Bowling For Soup.

"Probablemente sabes lo que es un ángel, ¿verdad? Esos seres alados, con halos y vestidos de blanco. Servidores de Dios, y mensajeros del Señor. Por suerte, la percepción que los humanos habéis tenido de los ángeles no es tan disparatada.
Es cierto, que son seres puros con forma humana y alados. Pero los ángeles son una raza más. No sirven a nadie, ni son mensajero de nada. Esta raza se encarga de mantener el equilibrio en el planeta Tierra con sus poderes, por eso su apariencia humana.
Sin embargo, hay otra raza que por el contrario desea el mal y el caos en el planeta. También con aspecto humano, y poderes, sólo que llenos de ira y maldad.
Los comúnmente, llamados Demonios."

Toru Kazama, un ángel aprendiz de dieciséis años, bajó su libro de estudios un poco cansado.
Suspiró, molesto, jugueteando con las cuerdas doradas de su toga. No es que le costase estudiarse eso. Al contrario, ya con cinco años era conocedor de esta información. Es que simplemente no estaba de acuerdo con las enseñanzas de ese libro. Ni de ese, ni de ninguno. Todos tenían la misma mierda. Ponían a su raza como unos seres casi perfectos, que no conocían sentimiento negativo, cuando sin ir mas lejos, sus compañeros de trabajo eran unos cabrones. No con los demás, por supuesto, sólo con él.
Y todo porque aún no había desarrollado sus estúpidos poderes.
El chico se pasó un par de dedos blancos como la nieve por sus alas, peinando un poco las plumas.
- Supongo que ahí abajo también será así... -Susurró, refiriéndose por supuesto a los horribles Demonios. -Tengo suerte de haber nacido aquí... Así que tengo que esforzarme para ser un buen ángel guardián.

Un grupo de chicos de la edad del pequeño ángel, sonreían de forma malevola mientras lo miraban seguir leyendo.
Planeaban la "inocente" jugarreta que iban a gastarle hoy. Aunque probablemente, serían incapaces de superar la de ayer.
Oh si... Ayer Kazama despertó misteriosamente con sus alas pegajosas y de color rojo. Totalmente cubiertas de sangre falsa. Es más, si te fijabas aún podías ver algunas manchas en las plumas del idiota.
El líder del grupo despegó los labios para dar una idea, cuando uno de sus superiores se le acercó.
- Kawamura. Necesitamos que lleves a alguien de tu grupo a la Tierra para deshacerse de un Demonio Buri. -El ángel rubio hizo una mueca de desagrado. Los Demonios Buri no eran peligrosos ni mucho menos, pero si que eran difíciles de expulsar de la Tierra, y bastante molestos. Ni él, ni ninguno de sus compañeros iba a querer encargarse de eso. -Será una experiencia, que bien realizada, contará con buena nota para el expediente, y llevará una semana aproximadamente.
- ¿¡UNA SEMANA!? -El chico llamó la atención de algunas personas. -Eso es un año humano.
- Entonces, envía a alguien con resistencia. Los guardianes tienen mucho trabajo.
El ángel superior hizo su salida, dejando a Kawamura con mala cara. ¿De dónde iba a sacar un ángel aprendiz tan idiota que accediese sin quejas al trabajo? Si no lo hacía iba a tener que hacerlo él...
- Eh, Cheetah. -Uno de sus amigos le tiró de la toga de leopardo.
- Ahora no. Estoy pensando.
- Pero Cheetah...
- Ugh. ¿Qué?
Cuando se giró, su compañero sonreía ampliamente, mientras señalaba a Kazama, que seguía inmerso en su lectura. Ajeno a todo lo que le rodeaba.
- Oh... -Kawamura sonrió de tal forma que llegó a asustar a algunos de los que lo rodeaban. -Perfecto.

- Eh, tú.
Toru hizo un gran esfuerzo por no contestar de forma borde. Se quedó en silencio, y bajó su libro para mirar al rubio bronceado que le arriba.
- Tienes trabajo.
- No me toca limpiar el salón, Cheetah. -Se quejó el chico levantándose, algo ofendido. Pero Kawamura le lanzó una carpeta a la cara.
- No es eso, idiota. Es un trabajo de verdad. Ya sabes la Tierra y eso. Beh.
- ¿Eh? ¿E-en serio? -Kazama se frotó la nariz, abriendo el archivo de su trabajo. -Pero yo aun no tengo poderes... Ya lo sabes. -Frunció el ceño, esperando que no fuese una broma. El rubio sonrió.
- Para inútiles como tu tenemos estos inventos. -El ángel alto elevó la mano, teletransportando algunos objetos a esta. Para ser más exactos, un anillo, una pistola extraña, y una radio blanca. -Eh... Como no sabes transformarte en humano aquí tienes el anillo de camuflaje. - Le puse el aro en el bolsillo. -Esta pistola dispara bolas de luz. Es indefensa para los humanos, pero muy efectiva con demonios. Si sospechas de alguien solo disparale con esto. Pero ten cuidado con las de oscuridad.
- Ya se eso. -Soltó, orgulloso el más bajito, recibiendo el arma.
- Y con esta radio te comunicaras con aquí arriba. -Kawamura soltó una sonrisa malevola. -¿Lo has entendido?
- Por supuesto. Tsk.
- Vale. Pues... Mira. Aquí se han equivocado. -El rubio señaló la dirección donde supuestamente vivía el Demonio. -Pues... Esta es tu residencia. La del Demonio es esta otra, ¿Vale?
- Eh... Vale... -Kazama lo señaló con un boli. -Entonces... ¿Cuando salgo? Tengo que hacer la maleta y hablar con mi ma-
- Ahora.
Y dicho esto, se abrió un agujero en el suelo, bajo los pies del más bajito. Ni siquiera le dio tiempo a abrir sus alas.
- Espera, Chett- ¡Aaaaahhhh!
- Buen viaje~ -Se despidió el más alto, asomado al agujero con una gran sonrisa. -Hehe... Pringao...


Kazama despertó en un sitio oscuro, angosto, y que olía fatal. Para ser exactos en un estrecho callejón de Kasukabe. Se puso en pie con algo de dificultad, y sacudió su no-tan-blanca toga. Agradeció a los cielos que fuese de madrugada en la Tierra, porque así nadie lo había visto con esas enormes alas que no pasan desapercibidas.
Sacó del bolsillo la carpeta, con el archivo de su misión, mientras caminaba por las solitarias calles en dirección a su nuevo hogar. Estaba claro que Cheetah le había dado el trabajo por una razón y acababa de darse cuenta del por qué. El tiempo estimado para realizarla era de un año humano.
- Maldito capullo... -Murmuró.
Pero aun así... Estaba contento. Claro, era una misión larga, pero era la primera que hacía. Y además tenía mucho tiempo para capturar a ese Demonio, por lo que podía incluso disfrutar de alguna que otra cosa humana, lo cual siempre se había morido por probar.
Como por ejemplo, comer comida de la tierra. O disfrutar de un paseo rodeado de árboles (Los cuales escaseaban en su casa).

Cuando quiso darse cuenta, había llegado a la gran y oscura casa que le habían dejado para un año entero.
Mientras metía la llave en la cerradura Kazama empezó a pensar. ¿Y si se sentía solo...? ¿Y si le pasaba algo...?
- Para eso esta la radio... -Se convenció a si mismo. Pero no logró calmarse del todo. -Ugh... Maldita cerradura. ¿Por qué no funciona?
- Bonito disfraz, señor.
Kazama pegó un grito agudo, pegándose a la puerta cuando una niña se le acercó por detrás. La pequeña de unos diez años tenía el pelo rizado, de color naranja, e iba vestida de calabaza de pies a cabeza.
- E-eh... La niña lo imitó, y se apoyó en la puerta a su lado, cubriendo la cerradura con su pequeña mano.
- Es el disfraz de ángel mas bonito que he visto en toda la noche.
- M-muchas gracias... -Susurró Toru, un poco confundido.
Tan rápido como apareció, la pelirroja se giró volviendo a la oscura y solitaria calle.
- Feliz Halloween. -Sonrió ella, mostrando unos afilados dientes, que Kazama no llegó a ver.
- Igualmente...

Después del encuentro raro con esa niña aparecida de las sombras, la llave de Kazama por fin entró perfectamente en la cerradura.
El ángel bajito cruzó la puerta antes de que nadie más lo viese, y buscó un interruptor con las manos, pero no encontraba nada. Hasta que en uno de sus tanteos a ciegas, agarró algo extraño con ambas manos.
Como un torso humano.
Pero... Eso era imposible.
- Woo, woo. Parece que tengo visita.
Una sonrisa blanca y afilada se hizo presente en la oscuridad. Kazama abrió mucho los ojos, mientras buscaba rápidamente su pistola de luz en los bolsillos de la toga, pero el extraño le agarró de las muñecas antes de poder alcanzar nada.
-¿Qué haces en mi casa? -Preguntó alterado el ángel, intentando deshacerse del agarre con poco éxito.
- ¿Iiih? Se oyó un 'Click', y la luz se inundó la habitación.
Un chico alto y moreno, con gruesas cejas, lo miraba con unos confusos ojos rojos, y una sonrisa boba repleta de dientes afilados. Además, un par de cuernecitos salían de su cabeza.
- Eso debería preguntarlo yo, ¿no? Que para eso es mi casa.
El más bajito se encontraba sin palabras. Cheetah se había pasado tres pueblos esta vez. ¡Lo había enviado directamente a la boca del lobo!
- Oye, niño pájaro. ¿Te pasa algo? Kazama frunció el ceño, ofendido.
- ¡NO SOY UN NIÑO PÁJARO, SOY UN ÁNGEL, ¿TE ENTERAS?! -Le gritó, y acto seguido procedió a buscar su arma. Pero no estaba ahí.
- Woo, woo. ¿Buscabas esto? -El moreno sonrió, levantando en alto su pistola de luz.
- ¿Cuando has cogido eso? ¡Devuelvelo!
- Pero si te lo devuelvo me dispararas. -Soltó haciendo un pucherito. -Y no puedo dejar que hagas eso.
Kazama intentó volar para conseguir su arma de nuevo, pero el Demonio apretó el puño, y el artilugio se partió en mil pedacitos.
El chico sonrió de forna extraña, con una especie de "ejeee" cuando el ángel se cubrió las espaldas con la pared.
Definitivamente estaba muerto.


Kazama miraba al Demonio moreno, sentado en una mesa con sus objetos, mientras estaba atado de manos, piernas y alas con unas cuerdas negras que probablemente no eran pertenecientes a la Tierra.
- Woo, woo. Esto es muy interesante. -Comentó el chico abriendo su archivo e ignorando las quejas del ángel. -¿Demonio del culo? Ejeee. Me gusta. -Asintió orgulloso.
- Suéltame de una vez, idiota. -Se quejó Kazama, intentando reducir la fuerza de las cuerdas, pero sólo conseguía apretarlas. -¡Ugh!
- Si te resistes, las cuerdas del inframundo sólo van a hacerse más pequeñas. Yo que tu no me moveria mucho. -Le aconsejó. El más bajito respondió con un gruñido. -Esto es interesante. Dice que no tienes poderes. Claaaro, eso explica mucho.
- ¿Ah si? ¿Y qué explica?
- Pues que no has escapado ya. -Los dos permanecieron en silencio, mientras el chico seguía leyendo. -Iiih... Parece que alguien te ha gastado una bromita pesada.
- Eso no te importa.
- La verdad es que si que me importa. -El Demonio frunció los labios. -Ahora ya se porque has venido a mi casa. Sólo me queda averiguar el que voy a hacer contigo. -Sonrió, enseñando sus afiliados dientes. Kazama se quedó callado unos momentos, hasta que levantó la vista directamente hacia los ojos rojos del moreno.
- Si vas a matarme hazlo ya.
- ¿Eh? ¿Quién ha dicho nada de matarte? -Rió, divertido haciendo sentir al ángel algo ridículo. -¿No crees que tu mamá te echaría de menos, Tooooru~?
- ¿EH?
- Lo dice aquí. -Señaló, aún con una risita. -Tooru Kazama. Entre paréntesis niñito de mamá.
- ¡DEJA DE LEER ESO! -Kazama intentó soltar de nuevo el agarre, pero este se apretó todavía más. -Ouch. Ouch. Ouch.
- Vale, vale, estate quieto. Voy a soltarte o vas a partirte un ala o algo así. -El demonio se levantó, y agachó a su altura para deshacer los nudos. -De todas formas no puedes hacer mucho. -Se burló. En cuanto el ángel estuvo libre, lo primero que hizo fue agarrar su radio de la mesa, y darle al botón de llamada, ante la divertida mirada del chico alto. Pasaron unos minutos antes de que se diera cuenta de que era de juguete.
- ¿EHH?
- Eje... Ejejeje... -Soltó el demonio.
- ¿Y A TI QUÉ TE HACE TANTA GRACIA?
- Pues que vas a quedarte aqui todo un año para nada. -Sonrió el moreno, con maldad. -Una laaastima~
- ¿Qué te hace pensar eso? Vendrán a por mi.
- Woo, wooo... Si tu lo dices.
- ¡Es verdad!
- Ya, ya... -El chico agarró el anillo. -¿Sabes? Yo también tengo uno como este. Es como si estuviésemos casados~
Kazama hizo una mueca de asco.
- Vale. Si no te importa yo me voy a mi casa.
- No pensarás ir a la dirección que pone ahí, ¿verdad? -El chico bajito se quedó parado con curiosidad. -Porque ahí vive Masao. Y tiene la costumbre de alimentarse de ángeles y humanos.
Un escalofrio le recorrió toda la espalda, mientras que entrecerraba los ojos.
- ¡Eso es horrible!
- Ya bueno. No todos nos alimentamos por fotosíntesis como vosotros.
- Nosotros no nos alimentamos por fotosíntesis. -Soltó, ofendido. Luego, levantó un dedo con elegancia. -Solemos comer Faisan asado, Pato a la naraja... Depende de la temporada degustamos una especie de ave u otra. Nuestros chefs son los mejores que ha conocido el universo, y los platos estan especialmente-
- ¡Waaaaahahaha! -Reía el demonio, imitando a un héroe que estaba viendo por la televisión.
- ¿ME ESTÁS ESCUCHANDO?
- ¿Eh?
- ¡Ugh! Olvidalo... -Suspiró Kazama. Agarró su informe, y su anillo y se dispuso a salir por la puerta.
- ¡Espera! ¿A dónde vas? -El moreno se puso delante de la puerta, frunciendo el ceño. -No tienes a dónde ir.
- Claro que sí. A un sitio llamado lejos de ti. -Kazama intentó apartarlo sin éxito. -¡QUE TE QUITES!
- ¿Y si te quedas aquí?
- ¿Te crees que soy tonto? ¿Cómo puedo fiarme de ti, eh?
- Ihh... Pues tu me dirás. Porque si sales por esa puerta, van a ir a por ti. -El demonio se apartó, levantando una ceja. -Elige entre una muerte segura o fiarte de alguien que acaba de desatarte, cuando podía haberte comido.
El ángel frunció el ceño, y despegó los labios en numerosas ocasiones para decir algo, pero no le vino nada a la mente.
- ... Está bien.
- ¿Ih? ¿En serio? -El moreno parecía contento. -¡Viva!
- ¿Qué te hace tan feliz? -Preguntó Kazama, algo irritado.
- No lo se. -Se encogió de hombros. -Sólo me hace ilusión. Por cierto, soy Shinnosuke Nohara y tengo diecisiete años. -El más bajito no se molestó en estrecharle la mano, y se sentó en el sofá de su saloncito. Shinnosuke sonrió divertido. -Te traeré algo de ropa.

Kazama encendió la tele con curiosidad. Lo cierto es que nunca había probado uno de estos aparatos, y le hacía bastante ilusión.
Lo primero que salió fue una niña pelirroja que movía una varita en forma de corazón, mientras gritaba "Moepipipi, moepipipi"
Estaba concentrado, viendo la serie, cuando un escalofrío recorrió toda su espina, al notar una corriente cálida en su oreja derecha.
- Iiiiiih.
- Ejeeee. -Shinnosuke se sentó a su lado. Ya no tenía cuernos, ni cola puntiaguda, y sus ojos rojos se habían vuelto de un bonito color miel. Kazama le llegó a ver un anillo negro en la mano derecha, que supuso que sería lo que le daba forma humana. -¿Estás viendo la brujita Moepi? Eso lo ve mi hermana pequeña.
- Por supuesto que no. -Mintió el chico, avergonzado. -Ya estaba puesto, y no se cambiar la emisora.
- Wooo, wooo. -Sonrió el moreno, ahora humano. -Bueno, pues no he encontrado ropa de tu talla, porque eres tan chiquitito~ -Kazama lo fulminó con la mirada. -Asi que tendrás que apañarte con mi pijama, y mañana iremos a comprar ropa.
- ¿Eh? -El ángel se sonrojó levemente. -¿Me vas a regalar ropa?
- Ihh... Claro. No pretenderas ir por ahí con ese vestido, ¿no?
- Oh... N-no... Y es una túnica, enterate.
- Esa es sólo la forma estúpida de llamar a un vestido. -Soltó Shinnosuke, intentando picarle. -Por cierto sólo tengo una cama.
- ¿Entonces me toca dormir en el sofá? -Preguntó el peliazul con gesto de horror.
- Claro que no. He pensado que podríamos dormir juntos.
- ¿Estás loco? No pienso meterme en la cama de un desconocido, y menos de un Demonio.
- Wooo, woooo. -Asintió el moreno cerrando los ojos. -Pasalo bien en el sofá.
Kazama se quedó unos momentos en silencio, antes de fruncir el ceño.
- Bueno vale. -Soltó al fin. -Pero sin intentas algo raro te vas a enterar.
- Vale, vale. -Sonrió ampliamente Shinnosuke. Este tipo era bastante manipulable. Y pensaba aprovecharse de eso todo lo que pudiese.
- Asi que...Iré a cambiarme... -Declaró el ángel, poniéndose en pie.
- Vale. Prepararé la cena.
- ¿Eh? P-pero no prepares Humano al horno ni nada así.
- Lo siento, no tengo tierra en mi casa para que hagas la fotosíntesis.
- ¡YA TE HE DICHO QUE-! Ughhh. Olvidalo.
Y dicho esto, Kazama entró en la primera habitación que vio, dando un portazo. Shinnosuke no pudo evitar comenzar a reírse. Ver al chico perder la paciencia era muy divertido.
Y más que lo iba a ser.


Kazama entró al baño, dando un portazo para mostrar su más que evidente enfado. Miró alrededor, y se vio complacido al ver que no era muy pequeño. Al menos la bañera era lo suficientemente grande como para meterse con sus alas.
Abrió el grifo del agua caliente, y comenzó a desnudarse, mientras pensaba en todo lo que le había pasado hasta ahora. Aún no se podía creer que Cheetah le hubiese hecho tal putada. Ni que acabase accediendo a vivir con un maldito demonio por un año completo. Probablemente se iba a arrepentir muy pronto, pero lo único que necesitaba en estos momentos era relajarse en un baño caliente.
Cerró la llave del agua e introdujo el dedo índice para comprobar la temperatura.
- En fin... -Susurró, y se metió en la bañera con un suspiro de gusto.

Pasó unos quince o veinte minutos dentro del baño, hundiendo la cabeza de vez en cuando en el agua. De pronto, y sin esperarlo, la puerta se abrió de un golpe.
- Ya está la cena, Toru, querido~
Kazama se cubrió las zonas nobles con la cara como un tomate.
- ¡SAL DEL BAÑO!
- Wooo, wooo. Si tampoco hay mucho que esconder... Iiih... -Suspiró Shinnosuke, cerrando la puerta justo cuando el ángel le lanzó una pastilla de jabón, haciendo que chocase contra ella.
- Maldito imbécil... -Suspiró el chico saliendo de la bañera con las alas mojadas y pesadas. -Supongo que tendré que usar el anillo después de todo...
Caminó con pesar hasta el lavabo, y se puso el anillo dorado en el dedo anular de la mano izquierda. En un parpadeo, sus alas y su halo habían desaparecido, y sus ojos, antes amarillos como el sol, ahora azules como el cielo. Y no le quedaban nada mal a decir verdad.
- Um... Podría acostumbrarme y todo. -Sonrió, agarrando una toalla, que colgaba de la pared.

Shinnosuke miraba la pizza que acababan de traer, con cara de hambre. Podría haberse comido al pizzero perfectamente, pero eso probablemente sólo asustaria a su nuevo inquilino, y no era su intención... Por ahora.
La puerta se abrió lentamente, y de ahi salió el chico vistiendo el pijamas blanco con figuras de colores que le habia dejado. Kazama tuvo que cojerse los bajos en el pantalón y las mangas para que no le arrastrase, pero por lo demas no le quedaba muy mal. Simplemente no era su estilo.
- Oye huele bien. -Sonrió el ángel, acercándose a la mesa, ante la atenta mirada de Shinnosuke. -¿Lo has hecho tú?
- Ni en broma. Lo he pedido a domicilio.
- A... ¿Domicilio?
- Iiihhh... No sabes nada del mundo humano.
- ¡Claro que se! -Kazama frunció el ceño, y agarró un trozo de pizza. -Se más que tú.
- Woo, woooo... Lo dudo. -Rió el moreno cogiendo otro trozo.

No tardaron en comerse la pizza entera, mientras veían en la tele una película de comedia romanticona. A Shinnosuke no le hacía mucha gracia, pero Kazama parecía pasarlo bien. Cuando la película estaba por terminar, el bajito se frotó el ojo derecho,mientras se le escapaba un bostezo.
- ¿Eh? ¿Tienes sueño?
- Oh. N-no... Para nada. -Mintió. Por supuesto que tenía sueño. Pero si se dormía, eso significaba que sería totalmente vulnerable al demonio que era su nuevo compañero de piso.
- Va. Vamos a dormir. Estas que te caes de sueño y yo también.
- ¡He dicho que no!
Shinnosuke suspiro con un sonido como "iiih".
- Como quieras. Yo me voy a dormir. Apaga la tele cuando te acuestes.
El chico se marchó, y como esperaba, no pasaron ni dos minutos antes de que Toru estuviese detrás suyo, listo para dormir también.
El moreno le hizo un huequito en la cama, y posó sus brazos detrás de la nuca, mientras Kazama se tumbaba a su derecha.
- Buenas noches. -Comentó el más bajito, escondiendo las manos en la almohada como solía hacer siempre, y a espaldas de Shinnosuke.
- Sueña con los angelitos. -Bromeó él, antes de apagar la luz.

La noche fue un verdadero infierno. Shinnosuke no dejaba de moverse, ponerle la mano en la cara, agarrarse a él como un koala, patear las sábanas, babear y roncar. ¡Estaba más que harto!
Serían sobre las cuatro de la mañana cuando se levantó a por algo de agua, y a descansar de la paliza que era dormir con ese idiota, pero de pronto una luz iluminó toda la casa, seguido en pocos segundos de un estruendo. A Kazama se le cayó el vaso al suelo.

El ruido de un trueno despertó a Shinnosuke, que se levantó perezosamente.
- Voy a cerrar las ventanas para que no entre agua... -Comentó, pero su derecha estaba vacía. - ... ¿Kazama? El moreno salió de la habitación, para encontrar en su sofá a un bulto temblando, cubierto por una manta. Se acercó en silencio, y se sentó al lado con curiosidad, sobresaltando al bulto.
- Oye... ¿Qué haces?
- N-Nada... -Susurró una voz desde debajo de la manta. Se vio una luz cegadora, y seguidamente el chico empezó a contar. -Uno, dos, tres, cua-
Se quedó en silencio cuando el ruido del trueno lo interrumpió.
- Oye, Kazama. ¿Te dan miedo las tormentas?
- Pft. No.
Shinnosuke levantó una ceja, y sonrió.
- Woo, wooo... Entonces no querrás que ponga una película y nos tapemos hasta que pase...
La sabana se abrió lentamente, revelando los ojos azules y aguados del más bajito.
- Eso... Eso estaría bien...
El moreno soltó una risita, y tras cerrar las ventanas, metió en su reproductor de DVDs un disco de su hermana de la brujita Moepi, que aunque Toru lo negase sabía que le gustó.
Acabaron quedándose dormidos en el sofá, tapados con la manta en menos de quince minutos. Y para alivio del ángel, Shinnosuke no se movió, ni hizo ningún tipo de ruido molesto esta vez.


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