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LMFAA por EIDEN

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Notas del capitulo:

¡¡Advertencia!!

Esta es la continuación de una historia vieja y probablemente casi olvidada llamada La Marcha Funebre al Altar. No te recomiendo leerla a menos que conozcas el origen de este embrollo, de lo contrario te arriesgas a buscarle solo tres colas al kitsune.

∞ LA MARCHA FUNEBRE AL ALTAR ∞

 

 

® Los personajes de Naruto pertenecen a Kishi-sensei… ¬¬ muy a nuestro pesar. Nosotras solo tentamos a los bombones con promesas de lemon, kukuku.

 

 

 

 

Capítulo 16: Antes, cuando niño, al escuchar una historia y sentir cerca el final de ésta, esperaba emocionado el "Y vivieron felices por siempre". Ahora, tiempo después de que fuera precisamente Naruto quien le preguntara si creía en los finales felices, Sasuke ya no cree estar seguro de su respuesta.

 

Ruptura social. La percepción del artista. Uchiha, Namikaze… Uzumaki.

 

 

 

 

 

Chapter XVI: Un final feliz, es solo el fin de la felicidad.

 

 

 

* * *

 

 

 

« ¿Que quién era él?»

 

… Era difícil.

 

— Este es Pakkun, es un pug, y es un cachorro todavía, pero…  —comprobando primero que no hubiera nadie cerca, Yuki se levantó del suelo y buscó apoyó en la silla de ruedas para inclinarse y susurrar a su interlocutor el chisme completo—… en realidad, es el respetado líder de su jauría.

 

El pequeño Namikaze abrazó su perrito con orgullo, mostrándolo luego a su nuevo amigo, invitándole a cargarlo y esforzándose porque éste se olvidase cuanto antes de que recién había estado en el hospital.

 

Ese lugar era horrible.

 

Por su parte, rogando porque el feroz y valeroso Pakkun hubiese amanecido de buenas, Naruto sujetó al perrito con cuidado, ladeando la cabeza al mismo tiempo que el cachorro y cerrando los ojos cuando éste le lamió la cara de improviso. Tanto él como Yuki, carcajearon divertidos por la sorpresa, y Pakkun se les unió moviendo el rabo con alegría.

 

«Era el bailarín estrella de un prostíbulo muy concurrido en la Gran Manzana»

 

… Dejar de pensar en lo que Itachi le había contado, era y sería prácticamente imposible.

 

Recargado en una jardinera próxima, Minato los vigilaba de cerca, observando con detenimiento cada gesto y cada expresión en Naruto. Admiraba esa forma tan espontánea de sonreír, el brillo en sus ojos, el que Yuki le buscara conversación aun cuando sabía cuán tímido era su hijo pequeño. Pero Minato entendía la razón, a él le había pasado algo similar. La primera vez vio a Naruto, antes incluso de pensar en las pruebas de ADN, cada parte de su ser gritó lo que su cerebro se atrevió a dudar.

 

Era él.

 

Su hijo.

 

… ¡Tenía que serlo!

 

La gente solía decirle El llamado de la sangre. Así que las pruebas genéticas, el tipo sanguíneo y la maldita —y repetitiva— Leucemia no habían hecho más que confirmar lo obvio.

 

Por otro lado, en caso de dudas pequeñas o remotas —ciscado por la de veces que la vida y las personas se habían burlado de él—, Minato también contaba con esa alarmante sensación de estar mirándose en un espejo cada vez que su mirada y la de Naruto, coincidían. El sentimiento que ese contacto le producía, arrasaba con el miedo a estar equivocándose de chico otra vez. ¡Naruto era tan físicamente parecido a él mismo!... Y aun así, mirándolo bien, su aura, sus gestos, su sonrisa… Naruto se parecía muchísimo más aún a Kushina. Era luminoso, infantilmente cautivador, y bello… muy bello.

 

«…un prostíbulo muy concurrido…»

 

En lugar de sentir orgullo, Minato se mordió la lengua para no maldecir ahí mismo, sintiendo unas ganas inmensas de echarse a llorar (de nuevo), más los jardines de la mansión Uchiha no eran el sitio apropiado para ello.

 

Además…

 

— ¡Ya sé! ¡Naruto, demos una vuelta! —sugirió Yuki emocionado.

 

— A mí me parece que no, jovencito —interrumpió cariñosamente su madre al llegar tras él, colocándole un gorro de lana en la cabeza antes de tomar a Pakkun y devolverlo a manos de su chiquillo—. Hace frío, y Naruto aún no puede ir muy lejos, cielo. Es mejor dejarle descansar.

 

Además…

 

Todavía absorto en la escena, Minato observó a Kushina sonreír a Naruto y pasarle un abrigo por los hombros antes de agacharse frente a él. La mirada de ella se iluminaba al contemplarlo.

 

— ¿Tienes hambre? —Le preguntó, sujetando las manos de su hijo con ternura. Naruto la miró sin contestar—. Podríamos adelantar el almuerzo, o comer aquí afuera ¿Qué te parece?

 

… ¿Cómo decírselo a Kushina?

 

Otra vez con las palabras de Itachi rondando su mente, Minato prefirió dar media vuelta y perderse por ahí. Ahora que su madre cuidaba de ellos, nada se le antojaba más que caminar hasta sangrarse los pies.

 

Confesar el pasado de Naruto a su esposa o que hacer al respecto, no lo sabía… no lo sabía.

 

Minato había crecido junto a la mujer que amaba y lo habían compartido todo en la vida, todo excepto una cosa… la culpa de que secuestraran a Naruto, quince años atrás. Aunque hubiera hecho creer a todos que lo había superado, en realidad seguía pensando en lo diferentes que serían las cosas de haber oído a Kushina y recogido personalmente a su hijo aquél día en lugar de haber confiado en terceros. Maldecía el haberse quedado trabajando cuando en realidad, ni teniendo un negocio medianamente redituable logró juntar la suma que exigían como rescate, marcando por completo a su familia cuando, desesperado y destrozado, aceptó la intervención de la policía.

 

Un magnífico operativo pese al cual, su bebé igualmente desapareció.

 

Fue una época difícil. Las investigaciones, los viajes en su busca, los problemas económicos que vinieron con ellos. La ansiedad de cuando creían tener una pista, y la desilusión de cuando resultaba ser solo otro espejismo más. Después de varios años, su familia (si es que aún podían llamarla así), se tambaleó en la cuerda floja. Pensar que jamás volverían a ver a su bebé —ni vivo, ni muerto—, enterarse por el tutor escolar de que su primogénito (que para entonces ya tenía once años) necesitaba ayuda psicológica urgente, y al mismo tiempo, descubrir que Kushina estaba nuevamente embarazada.

 

Tocaron fondo.

 

Obviamente no habían planeado otro hijo… ni lo deseaban. Aunque ya habían pasado siete años desde la pérdida de Naruto, la idea de ser padres por tercera vez les aterró. ¡¿Qué tipo de futuro auguraba a su hijo no nato cuando el primero sufría de abandono y el segundo ni siquiera les constaba siguiera con vida?! Definitivamente tenía que ser uno mejor, y aunque esa decisión les había destrozado el corazón, parecía haber valido la pena.

 

Así, el mismo caos creciente que amenazó con separarlos, los volvió a unir.

 

Yuki era un buen niño. Quizás un tanto antisocial (según el psicólogo, a causa de sus hospitalizaciones y del comportamiento hostil de su problemático hermano mayor), pero estaba sano, estaba vivo (algo que siempre agradecerían a Tsunade). Ahora, por muy fuerte que Kushina fuese, decirle lo poco que había averiguado sobre Naruto, era arriesgarse a que ella no volviese a sonreír en mucho. Tenía en sus manos ahorrarle el calvario que a él lo consumía justo ahora. Pero no decírselo sería egoísta, al esconderle algo que ella desearía saber, por muy doloroso que resultase… Minato volvió a maldecir entre dientes. A decir verdad, ahora que lo sabía, una parte suya deseaba que Itachi jamás hubiese abierto la boca.

 

Y hablando del rey de roma.

 

Minato detuvo el paso, presenciando una escena inequívocamente engañosa. Porque de pie y meditando frente a una de las alejadas fuentes del jardín mientras abría y cerraba el móvil con insistencia, Itachi mostraba un aspecto apacible que no creía el Uchiha tuviera. Y no es que fuera prejuicioso, es solo que el nieto primero de Jiraiya y Tsunade era alguien demasiado… particular.

 

— Buenos días —se obligó a saludar, después de todo se trataba de la pareja de su hijo.

 

— Namikaze —Itachi apenas le miró, pero al rubio le pareció que el temple del muchacho se endureció apenas se percató de su presencia—. ¿Caminando solo?... Oh, cierto. Error mío. Por un momento casi olvido que usted no es de los que desperdicia el tiempo con su familia.

 

Minato sintió la primera indirecta del día pasarle rozando por muy poco. Quizás era hora de aceptar que no eran solo imaginaciones suyas y que el chico le tenía manía a su familia. Menos mal a Kushina y a Yuki solo les aplicaba la "Ley del Hielo" o entonces sí que tendrían problemas.

 

Y contra todo pronóstico, fue el Uchiha quién continuó con la charla.

 

— Como sea, es ventajoso que lo vea ahora. Me ha ahorrado la penosa necesidad de buscarlo. 

 

¿Penosa?… Minato suspiró, obligándose a fabricar paciencia y a seguir pensando que Itachi era una buena persona. Si había sacado a su hijo de un prostíbulo para desposarlo, algún buen valor debía albergar en su interior.

 

— Entonces, Itachi-kun, en qué puedo ayudarte.

 

— ¿Ayudarme? —A Itachi se le escapó un bufido sarcástico y guardó el móvil para buscar algo en un portafolio que reposaba en el margen de piedra de la fuente—. Si, ayudarme, por supuesto.

 

Entrecerrando la mirada con fastidio, Minato empezó a sentirse efectivamente repudiado. De verdad que no entendía a ese joven. Itachi no solo era hostil, sino también apático y altanero. Vaya tipo de persona en la que se había fijado su hijo. Y hablando de ellos, ¿de verdad eran pareja? Porque de ser así, Itachi disimulaba muy bien lo que supuestamente sentía por Naruto. No le hablaba, casi nunca lo visitaba, ni tampoco parecía muy interesado en el progreso de su salud.

 

— ¿Esto qué es? —Minato sujetó la gruesa carpeta que el muchacho extendió hacia él.

 

— El expediente legal de su hijo con pruebas de ADN incluidas. Facilité algunos trámites que seguramente usted ya tenía en mente, así que si ha visto algún abogado en estos días, le aconsejaría que lo deje —resumió—. Felicidades, lo único que su esposa y usted tienen que hacer es firmar sobre sus nombres y él pasará a llamarse Namikaze Naruto.

 

Minato paró de hojear, dedicándole una mirada de absoluta desconfianza. Era verdad que había buscado consulta profesional sobre la situación legal de su hijo, y le habían explicado la posibilidad de recuperar la tutela sin problemas. Pero eso no era lo que en realidad le preocupaba…

 

— También incluí el contrato prematrimonial que Naruto y yo hicimos antes del juicio de Orochimaru… usted sabe, el que firmamos cuando decidimos hacer oficial nuestro compromiso.

 

¡Sino eso! ¡Minato prácticamente odiaba ese absurdo papel! Documento que Itachi parecía presumirle cada que podía, y que (sorprendentemente) el resto de su familia parecía desconocer. De pronto, el Namikaze se llevó el puño izquierdo tras la cadera al sentir una punzada, algo que según Tsunade no era por haber donado médula ósea a Naruto recientemente, sino por estrés. El estrés de pensar que aunque recuperara la patria protestad, su hijo igualmente estaba obligado a casarse con ese sujeto.

 

— Lo he anulado.

 

—… —Minato le miró con sorpresa—. ¿Qué has dicho?

 

— Lo que escuchó. No habrá boda.

 

Las frases rebobinaron en la mente de Minato sin un sentido lógico. No quería que Naruto se casara, cierto. Acababan de recuperarlo y descubría que su niño ya tenía pareja, con un pasado e inclusive un futuro planeado a su lado. Y aunque podría aprovecharse de que —dada su condición— su hijo no recordaba sus proyectos de vida, todavía quedaba Itachi. Y jamás creyó que su "yerno" aceptaría aplazar, ni que decir cancelar, el compromiso; si hasta disfrutaba torturándolo con el tema.

 

— ¿Por qué? —demandó la razón.

 

— ¿Por qué cree usted?

 

— Porque es solo un niño, porque se te ha pasado el gusto, porque con su enfermedad seguramente te ha dado más cuentas de hospital que noches de cama —enlistó molesto, esperando minar con alguna de ellas la imperturbable expresión de Itachi—. Puedo pensar tantas razones, pero la primera que me viene a la mente es… que en realidad no lo amas.

 

Itachi sonrió, pero a Minato le pareció que su expresión fría no cambió.

 

— Por lo menos ha atinado a una.

 

— ¡No hablarás en serio! —protestó impulsivamente.

 

— Todos saben que usted y yo no congeniamos —citó el moreno, ignorándolo—. Si esta noche, durante la cena, comenta que ganó la patria protestad, y que legalmente se opone a que su hijo y yo nos casemos, mi familia lo entenderá. Aunque es solo una sugerencia, en realidad puede dar el pretexto que quiera. Solo diga algo —advirtió—. Es mejor a que yo diga: "Decidí que mejor no". Eso dejaría mal parado a mi ahora ex prometido, ¿no lo cree?

 

Minato aferró el expediente entre sus manos al sentir otra punzada en la cadera, apretando la carpeta para no arrojarla y terminar enzarzándose a golpes con alguien supuestamente brillante, ¡pero indudablemente estúpido!

 

— ¿Interrumpo?

 

Voltearon al mismo tiempo, y Sasuke frunció el ceño al sentir tanta mala vibra junta. Que el sitio destilara pestes era una cosa, pero descubrir que el origen de ésta eran precisamente su hermano y Minato, lo hacía todavía peor.

 

— Decidieron servir el almuerzo, y Kushina-san está buscándolo —se justificó de inmediato, como si hablara en defensa propia.

 

Minato miró de nuevo a Itachi, tratando de enfriar la cabeza, y las palabras.

 

— Lo haré a mi manera —pronunció rencorosamente y sin éxito, emprendiendo la vuelta con rapidez y pasando de Sasuke para evitar desquitarse con terceros. ¿Por qué Itachi no podía ser como el resto de su familia? Más amables, ¡menos malditos! Su hermano pequeño por ejemplo, él sí que era un modelo de educación.

 

Aunque parientes, afortunadamente para los Uchiha, Sasuke parecía ser harina de otro costal.

 

 

Y mientras el Namikaze se alejaba, Sasuke volvió a fijarse en Itachi, notando que éste había empezado a abrir y cerrar el móvil con la mano izquierda, ya que la derecha aún permanecía escayolada (consecuencia de haber vertido su furia contra el piso del hospital en lugar de haber molido a golpes a cierto hermanito desleal). Su hermano parecía indeciso entre hacer una llamada o no.

 

— ¿Cómo sigue tu mano? —le preguntó, probando suerte. Y para frustración de Sasuke, el mayor volvió a hacer lo que hacía últimamente.

 

— Oh, ¿sigues aquí? ¿De verdad es tan entretenido jugar al mayordomo? —responder con más preguntas. La mayoría, por supuesto, sarcásticas.

 

Si su hermano no volvía a hablarle, Sasuke viviría con ello. Después de haber atentado contra su relación, no esperaba menos. Lo único que realmente le inquietaba era que esa reciente mala actitud no exentaba a nadie, ni siquiera a Naruto, algo verdaderamente difícil de entender para él. Simple y sencillamente, Sasuke se negaba a creer que su hermano mayor fuera tan cabezota como estaba demostrando ser.

 

Seguramente el orgullo de los Uchiha era un defecto genético.

 

— Naruto podría recordar si lo ayudaras. Si tan solo dejaras de evitarlo —insistió, forzando una conversación que probablemente no se daría, torciendo un gesto al ver a Itachi guardar el móvil y asir el portafolio para marcharse—. Te estás volviendo un capullo, aniki.

 

Y para su buena (o mala) suerte, Itachi le miró con interés.

 

— ¿Capullo?

 

— Deberías olvidar el pasado y empezar comportarte como lo que eres, Su prometido. Pero con tu actitud, pensaré que Naruto batió su propio récord de estupidez al escogerte a ti —reclamó, harto de verlo tirar oportunidades como si éstas se dieran en los árboles.

 

— ¿Escogerme?... ¿Insinúas que le diste opciones, y Naruto… prefirió volver conmigo? —Itachi pareció dudarlo un momento, carcajeando al siguiente, enfadando poco a poco al menor—. ¿Y le creíste?

 

— ¿Creerle? —repitió, ahora sí con el entrecejo fruncido.

 

— ¡Hmph! —Itachi sonrió, esta vez con burla, divertido de que Sasuke no viera que el que Naruto y él permanecieran distanciados, era algo de lo que él se podría aprovechar.

 

¡Pero su otouto era tan noble!

 

— Estúpido hermano menor. Ya no sé que me molesta más. Saber cómo era él, o saber cómo eres tú.

 

— ¿Por qué siempre hablas de él en tiempo pasado? Naruto está desmemoriado, ni-san, no muerto.

 

Itachi no contestó, pero pensó en que debía dejar de recalcar esa diferencia. Nadie lo entendería, y él tampoco tenía intención de explicarse. En lugar de ello, miró a su hermano con creciente curiosidad.

 

— ¿Qué?

 

— Ibas en serio ¿cierto?... con Naruto —indagó, y Sasuke bufó con la pregunta.

 

— ¿Y si así fuera, qué?... De hecho, ya que tu prometido no parece importarte, me estoy pensando seriamente en invitarlo a salir. ¿Volverás a enfadarte si Naruto se cansa de esperarte y me dice que sí?

 

Itachi se mantuvo en silencio, con su impertérrita expresión de póker. ¿Le parecía, o de repente Sasuke se parecía al Naruto de antes? Honesto, terco y desvergonzado… Quizás, dentro de la mucha o poca convivencia que ese par había compartido a sus espaldas, Sasuke había aprendido a ser un poco más como él.

 

Porque Naruto había sido todo eso y más… mucho más.

 

Entonces, un recuerdo se rebeló, colándose repentinamente entre los pensamientos de Itachi, y vio a su ex-prometido carcajeando tan cálidamente entre sus brazos como ya solo sucedería en sus memorias, reviviendo en su interior ese sentimiento de impotencia que su hermano menor parecía incapaz de sentir, o que quizás ni siquiera sentía. Después de todo, con memoria o sin ella, Sasuke seguía siendo la persona predilecta de Naruto.

 

E Itachi era consciente de una cosa como jamás lo había sido de ninguna otra: No debía aferrarse a eso.

 

—… No pensaba decir nada, a nadie —confesó de pronto, afianzando su portafolio para sacar un sobre amarillo que cuidó de no incluir en el expediente que acababa de entregar a Minato—. Iba a dejar que lo recordaran solos ya que, aun queriéndose como juran, fueron lo suficientemente estúpidos como para olvidar lo que hicieron en Las Vegas.

 

Sasuke ya sujetaba el documento cuando miró a su hermano con sorpresa. ¿Las Vegas había dicho? ¡¿Pues qué tanto le había confesado ese dobe a Itachi?!... Empezaba a entender porque su hermano había dejado de hablarles.

 

— Por cierto —apenas Itachi soltó el papel, le sujetó la muñeca a Sasuke con la misma mano izquierda, ejerciendo un poco de presión extra sobre el agarre—, si de verdad invitas a Naruto a salir…

 

Y Sasuke contuvo el aliento por completo, olvidándose del sobre con abrupta facilidad. Teniendo el ceño fruncido de su hermano frente suyo, era obvio que justo ahora tenía asuntos más serios que resolver.

 

— A veces es mejor pedir perdón que pedir permiso… pero solo a veces —exclamó Itachi, para total sorpresa del menor, quién temió realmente por su salud mental cuando vio a su hermano relajarse y sonreírle con suavidad—. Bueno, aunque eso solía funcionar antes, ahora no sé. Aunque no lo parezca, Naruto ha cambiado… y creo que tú eres en parte culpable de eso.

 

Notoriamente sorprendido, Sasuke vio a su hermano liberarlo finalmente para darle un inesperado topecito en la frente con los dedos índice y medio.

 

— Pero solo es el consejo de alguien que ha fracasado. Tómalo o déjalo, tonto y pequeño Sasuke.

 

El menor retrocedió enfurruñado y se tocó la frente, sintiéndose repentinamente confundido. ¿Acaso Itachi… le estaba dando permiso para salir con Naruto? Levantó la vista y quiso preguntar, sin embargo las ganas de exigir a Itachi la traducción de sus insinuaciones se truncaron al verle recomponer una sonrisa un tanto… rara. Así que su hermano mayor dio media vuelta y se marchó sin que él se atreviese a repelar.

 

Una vez solo, Sasuke recordó el dichoso sobre amarillo en su poder. Lo miró sin gran interés. Su nombre aparecía en una de las esquinas y la letra se parecía a la de Kiba cuando éste empezaba a dormirse en clase… ¡Bah! Imposible. Su enajenación mental debía estarle atrofiando el cerebro, o al menos lo suficiente como para estar añorando sus vivencias en América cuando tenía tanto de no hacerlo.

 

Estúpido Itachi. ¿Por qué su hermano gustaba de hacerle bromas como aquella? … ¿Y le daba papeles que olían a comida para perro?

 

 

 

* * *

 

 

 

No les estaba tomando el tiempo. Para nada. De hecho, Naruto juraría que Kushina se comportó igual que siempre mientras le preparaba el baño, y Minato tardó lo usual en cargarlo hasta la tina… Quizás era la falta de charla lo que sentía raro, concluyó al fin, soltando al Namikaze cuando éste lo depositó en el agua con suavidad.

 

Sí, seguro que era eso, se convenció.

 

En días previos, en el hospital, sus "padres" solían hablar mucho. A todas horas y con todo el mundo. Tal vez esperaban que él se uniera a las largas y siempre animadas conversaciones. Si era esa la razón, usualmente fallaban. Y no es que él no quisiera hablar, era solo que no encontraba mucho que decir. Minato, Kushina y, por lo visto apenas esa mañana, también Yuki, parecían perfectamente capaces de mantener conversaciones largas por sí mismos.

 

— ¿Está tibia? —preguntó Minato a su lado, recuperando su atención. El asintió—. ¿Lo tienes todo? —Naruto comprobó a su alrededor, asintiendo de nuevo al ver lo necesario y a su alcance—. Bien, entonces… estaré afuera.

 

Lejos de apresurarlo desde su fuero interno —como usualmente solía hacer—, Naruto aferró al Namikaze por el brazo cuando este intentó levantarse, reteniéndolo.

 

Solo quería comprobar algo.

 

— ¿Está enojado? —Preguntó, tomando al mayor por sorpresa—… ¿Es por algo que hice?

 

—… —Todavía ensimismado, Minato sonrió con la última pregunta. Sin pensárselo, sujetó al menor por la nuca y juntó su frente a la de su hijo—. Fallaste al final —aclaró con una sonrisa, pareciéndole gracioso el sonrojo y el bote que Naruto pegó al reaccionar—. Sí, estoy molesto. No, no es contigo, jamás podría. Ahora tómate tu tiempo, tu mamá y yo esperaremos por ti afuera, nos tendrás al pendiente tuyo y… será así de hoy en siempre, ¿de acuerdo?

 

— D-de acuerdo —fatalmente avergonzado, Naruto asintió cabizbajo, esperando no tan pacientemente a que el mayor se apartara, mirando de reojo para verificar que él abandonara realmente la habitación.

 

Pero cuando Minato se marchaba, se  detuvo en la puerta, dudoso. Finalmente volteó y abrió la boca con vacilación, observando a Naruto hundirse presurosamente en el agua, dejando un cúmulo de burbujas en la superficie.

El Namikaze suspiró. Ya hablarían más tarde, que al fin y al cabo Itachi no era su tema favorito, y aunque Kushina se había mostrado tan furiosa e indignada como él cuando la puso al tanto, ambos temían el cómo tomaría su hijo la noticia.

 

Definitivamente, el más afectado sería Naruto.

 

Al fin, tras que la puerta se cerrara, Naruto salió para recuperar aire, echando un último vistazo para cerciorarse de que de que el umbral de madera se hallara realmente empatado para, solo entonces, relajarse en el agua como realmente quería.

 

Y es que se sentía tan bien… estar a solas.

 

¿Controversial? Probablemente. Pero si descontaba el hecho de que (según Tsunade) había perdido una cantidad importante de neuronas en el área de la memoria, últimamente estaba formulando la teoría de que en realidad se le habían aflojado varios tornillos durante "su supuesta recaída". A menos que ya desde antes fuera así… antisocial. Aunque tampoco era ésa la palabra, porque él no detestaba la compañía. Siendo específico, eran más bien determinadas situaciones las que lo hacían detestar la compañía… Como los abrazos, que le tomaran las manos, los roces de frente inesperados, ¡y todo lo que el término "Muestra de cariño" pudiera englobar!

 

Que horror, supuestamente se bañaba solo y en bermuda para no sentirse avergonzado, y solo bastaba algo como lo que Minato acababa de hacer para desear salir huyendo de ahí.

 

Pero, como si eso fuese poco, cuando notó que ese anormal impulso fugitivo tendía a ser repetitivo, Naruto terminó formulando otra teoría tan loca como él mismo: Que, a lo mejor…, él no merecía ser querido. Cuando eso ocurría, se sentía en deuda, e increíblemente inseguro de poder devolver esos sentimientos. Y desde que despertó del "coma", TODOS lo habían procurado (endeudado) de alguna forma hasta ahora, todos a excepción de dos personas: Los hermanos Uchiha.

 

Naruto se incorporó en la bañera, pasándose las manos por el rostro para eliminar el agua excedente. Una vez relajado, se quitó la bermuda y alcanzó el jabón líquido, echando una porción en su cabello para empezar a fregarse la cabeza.

 

Itachi (su supuesto prometido) era un completo misterio y solo le había visto dos veces hasta ahora. La primera había sido al despertar del coma. Resultaba irónico pensar que en esos momentos ni siquiera sabía quién rayos era él. Itachi simplemente estaba ahí cuando él abrió los ojos, y aunque se observaron por bastante rato en realidad, el Uchiha se había marchado sin hacer o decir nada.

 

Extrañamente, en aquél instante, Naruto no esperó algo distinto.

 

Así, lo que fue descubriendo de sí mismo era gracias a los demás. Que se llamaba Uzumaki Naruto, que aunque era menor de edad era un neoyorkino con intenciones de robar una casa rodante, o algo así, y que probablemente usaba ropa interior 'unitalla'. Aunque esa última era solo una mera conjetura de Sai, nada que él mismo hubiese verificado… aún.

 

Paralizado, Naruto dejó caer la esponja para abalanzarse sobre la bermuda que se había quitado recién, comprobando la etiqueta con suma curiosidad.

 

— Increíble —murmuró sorprendido— ¡Realmente es unitalla!

 

La segunda vez que vio a Itachi fue justo antes de conocer al estreñido de Sasuke. Tras disfrutar varios días de ocio en el hospital, empezó a sentirse un poco presionado a recordar a causa de los insistes comentarios de los demás. «Que si su color favorito era tal» «Que si su plato favorito era cual» «Que si recordaba "x", "xx" y hasta como insinuarte para terminar montándotela en "XXX" situación»… Esa última (y bochornosa) pregunta obviamente la había hecho Sai, según él aconsejándole tras concluir que Itachi debía estar molesto por alguna razón, pues su largo ausentismo en la lista de visitas era algo de lo que todos se habían percatado ya.

 

« ¡Serás insensible!» Había rugido Gaara en aquél momento « ¡Naruto no está para esas cosas! ¡Si Itachi está molesto deberá ocuparse él mismo del problema y hacerse a la idea de que Naruto lo recordará cuando pueda, o cuando quiera!»

 

Como adoró a Gaara en ese momento. A excepción del pelirrojo, todos parecían a espera de que su memoria diera signo de vida alguno. ¡Si prácticamente había regresado de la tumba! (en las mismas y optimistas palabras de Tsunade) ¿Qué más podía pedir? Y es que después de que su corazón colapsara y le quedaran algunos desperfectos en la azotea causados por la falta de oxígeno y el coma, ni siquiera ella apostaba a su favor.

 

Y eso que Tsunade siempre hacía malas apuestas.

 

Precisamente por eso pidió verlo, a 'su prometido', y de la forma más sutil que halló, le preguntó por 'El antiguo Naruto'.

 

« ¿Para qué querrías saber?» Había contestado Itachi con molestia «En lugar de hacerme perder el tiempo, dedícate a disfrutar de lo que gozas, y que Naruto tanto deseó». En aquél momento Itachi lo dejó pasmado y con una duda enorme carcomiéndole las entrañas.

 

¿Había entendido bien?

 

¿Insinuaba que él y Naruto… no eran la misma persona?

 

¡¿Realmente no lo era?!

 

Entonces por qué, solo instantes después, y pese a que era la primera vez que lo veía, un Sasuke particularmente vulnerable había llegado a su habitación, mirándole, abrazándole y susurrando en su oído aquellas palabras que de alguna forma sabía Itachi jamás pronunciaría.

 

«… creo que te amo.»

 

Naruto juntó sus manos y se llevó un poco de agua al rostro, procurando deshacerse del jabón y de pensamientos inoportunos. Lo que Sasuke le había hecho sentir… citaba una larga lista de emociones que excluía la deuda o la vergüenza; y francamente, trataba de no pensar demasiado en la razón de aquello.

 

Concluida su rutina de limpieza, el espejo en las cercanías robó la atención del Uzumaki, y no pudo evitar tragar pesado cuando recorrió con la vista el no tan corto camino al tocador. ¿Lograría ir por sí mismo? No tenía mucho de haber iniciado las sesiones de rehabilitación.

 

Decidido, apoyó una mano en la pared y la otra en el banquillo donde estaban los artículos de higiene, inspiró y contuvo el aire al levantarse de un tirón. Sus piernas temblaron, pero logró estar de pie, o al menos lo estuvo por un segundo antes de resbalar y caer de sentón. Quejándose bajito, se llevó una mano a la rabadilla, respingando cuando oyó la puerta ser golpeada y la inconfundible voz de Minato hizo acto de presencia desde el otro lado.

 

— ¿Todo bien allá dentro?

 

— ¡C-claro!

 

— ¿Seguro?

 

— ¡Hn! ¡Perfecto! —aseguró, levantándose en un impulso y aferrándose al tocador con tanta prisa que tiró algunas cosas sin querer en su camino.

 

— ¡¿Qué fue eso?!

 

— ¡Nada! —contestó veloz al tiempo que finalmente conseguía acercarse la butaca acojinada y sentarse en ella, presionando su pecho para tranquilizarse sin emitir sonido.

 

—… —Minato dudó sobre su situación— Recuerda que si necesitas ayuda, seguimos aquí —, pero al final pareció regalarle un voto de confianza.

 

— ¡Gracias! —Definitivamente más relajado, Naruto suspiró profundo, decantando finalmente en su objetivo: mirarse en el espejo.

 

Usualmente no le gustaba hacerlo, porque no veía más que su expresión amnésica (o sea, crédulo e ignorante). Y aunque esta vez no fue distinto, sí vio reflejado algo más: su propia impaciencia. Su necesidad urgente de tener algún recuerdo que lo ligara al nombre con el que todos lo llamaban, de poder decirle a Sasuke que recordaba, ¡y demostrarle a Itachi que estaba en un error!

 

¡Itachi siempre exagera!

 

Inconscientemente, Naruto frunció el ceño y sujetó su cabeza cuando ésta comenzó a punzar a causa del enfado.

 

— Naruto Uzumaki—espetó al volver a mirarse, experimentando una abrumadora sensación de vértigo al topar con un reflejo distinto al de momentos atrás. En el espejo veía a un completo desconocido, uno que sin embargo lucía exactamente igual a él. Era el mismo rostro, el mismo tono de piel, e incluso la misma melena larga, rubia y recién lavada goteándole el cuello. Sin embargo, estaba seguro de que esa mirada tan brillante y molesta no era la suya.

 

¿O tal vez si?

 

Naruto desplazó una mano hacia el espejo, sintiendo más emoción que lógica pensante cuando vio a Su otro yo hacer exactamente lo mismo, decepcionándose tanto como su reflejo al palpar el límite físico y predecible del cristal.

 

¡Era tan injusto! Si solo pudiese atravesar esa barrera, si pudiese recuperar la parte que había perdido de sí, quizás entonces comprendería verdaderamente porque se sentía solo aun cuando supuestamente ya no era huérfano, entendería porque Sai y Gaara insistían en llevarle a comer ramen, y podría decir algo a Iruka cuando éste le secreteaba cosas como si fuesen confidentes.

 

Y sobre todo, sabría porque Sasuke decía creer amarlo… mientras que Itachi parecía detestarlo.

 

 

 

* * *

 

 

 

Aquél medio día su reflejo parecía un poco distinto al habitual.

 

Le tomó varios segundos, pero cuando untó la pasta en su cepillo dental y comenzó a lavarse, Gaara concluyó que todo su día había sido 'distinto a lo habitual'. En primer lugar, se había levantado tarde, muy tarde. En segunda, la faena madrugadora que se suscitaba en su domicilio desde que los Tenzou habían invadido el espacio personal de los Sabakku No —literalmente— era difícil de evitar.

 

Temari era la única excepción a la regla. Ella simpatizaba de maravilla con aquél par de Frikis y consideraba un verdadero gusto el que ahora las dos familias compartieran el mismo domicilio en los suburbios Uchiha. Los Tenzou le parecían «tan encantadores~»…

 

— Como no —bufó en total desacuerdo, enjuagándose y recolocando el cepillo en su sitio antes de encaminarse por la casa.

 

Siendo honesto, a Gaara la absurda rivalidad de su tío Yashamaru con Tenzou Yamato le daba igual. Solo ellos parecían desvivirse por demostrar quién sabía más sobre política, milicia o acciones inmediatas ante catástrofes naturales. ¡Era el otro Tenzou el que lo jodía! —en sentido figurado claro—. Aunque, desde un punto de vista lógico, seguramente su tío Yashamaru también pasaba de la insana dependencia que Sai demostraba tener para con él.

 

— ¡Al fin despiertas Gaa-chan! —Saludó su hermana en cuanto entró a la cocina, notando como ella gustaba de seguir ignorando lo mucho que detestaba el "chan" después del odioso diminutivo de su nombre—. ¿Sai-kun no te acompaña hoy?

 

— No le veo lo raro —mintió—. No es como si fuésemos 'Pan y Mantequilla' —aludió, untando precisamente un poco de ésta en una tostada mientras trataba de restarle la importancia que ella quería darle.

 

— Pues Sai está convencido de ser el 'Pan' —bromeó ella—, y apuesto lo que sea a que se muere por derretir a la 'Mantequilla'.

 

— Temari —siseó, entrecerrando su mirar agua marino al verla carcajear de lo lindo.

 

— A mi me parece tierno… y honesto —admitió complacida—. Casi como un niño grande.

 

Un niño grande. En su fuero interno, Gaara admitió que esa era una buena descripción para Sai. Diciendo lo que opina sin pensar, repitiendo solo lo que le parece interesante y tomando lo que le gusta sin siquiera pedir permiso. Más que un niño, le parecía un bebé.

 

— ¿Te has acostado con él?

 

— ¡Temari! —rugió con sorpresa.

 

— ¿Qué~? Es solo curiosidad —se justificó la oji verde— Con la de veces que Sai ha conseguido colarse en tu cuarto y lo tarde que has despertado hoy, no es mi culpa empezar a dudar.

 

— Pues deja de preguntarte cosas inútiles —sentenció, desviando el rostro con enfado al tiempo que procuraba no sonrojarse. Ciertamente no se habían acostado, aunque no por falta de insistencia por parte del estúpido pintor ausente, sino por la buena cordura que él mismo poseía. Es decir, no es como si fueran pareja, ¿Por qué habrían de tener intimidad?

 

— Moh, no seas amargado, hermanito, mira el lado positivo. El que te relacionaras con ese Uchiha dejó algo bueno al final —Temari frunció el ceño al pronunciar el apellido, sonriendo luego con picardía—. Si yo no tuviera novio y el hijo de nuestro nuevo guardaespaldas me acosara de esa forma, me sentiría muy, muy sexy.

 

Gaara reviró los ojos con fastidio. Temari aun resoplaba al recordar a Sasuke, y al pervertido acechador de Sai lo aceptaba sin peros. ¡El mundo estaba definitivamente de cabeza! ¿Sino de que otra forma explicaría que la familia de su ex novio estuviera pagando al desdichado Estratega Militar para custodiar a todo aquél que se apellidara Sabakku No?, provocando que ahora un sinfín de cámaras filmaran hasta el más oculto recoveco de su domicilio.

 

— Por cierto, Gaa-chan —llamó su hermana de nuevo— ¿Sabías que el apellido de soltera de la madre de Yamato-san es Uchiha?

 

— ¡¿Son parientes?! —saltó sorprendido.

 

— Pues…

 

— Oh, veo que despertaste ya, Gaa-chan —exclamó de repente un morocho, peli corto y siempre uniformado, al entrar a la cocina; aunque friki y escalofriante también eran buenos añadidos para describir a Yamato, el padre de Sai—. ¿Disfrutaron su noche? Aunque es extraño no ver a Sai contigo, ¿acaso riñeron? —comentaba mientras se servía café como si nada, ignorando la risita de Temari y el gesto fulminante del pelirrojo al reafirmar que en su casa no quedaba ni pizca de privacidad.

 

— ¿Por qué todo el mundo nos trata como pareja? —rabió.

 

— ¿No lo son? —corearon enseguida los presentes.

 

— ¡No! ¡Joder, de verdad actúan como si no miraran los videos de seguridad! —recriminó, comprobando sus sospechas al ver a su hermana y al guardaespaldas de la familia cruzas miradas culpables.

 

— Como sea —Temari agitó la mano al frente— Es raro que Sai-kun te deje solo un sábado por la tarde, algo debiste hacerle.

 

— ¡Que no!

 

— Ahora que recuerdo, es dos —terció el azabache, apartando la vista del calendario que colgaba del frigorífico— Sai solo debe haber ido al cementerio, como cada mes.

 

— ¿Cementerio? —corearon los jóvenes.

 

— Tengo que salir, ¿Alguien necesita un aventón? —continuó de lo más despreocupado.

 

— ¡Yo!

 

El ahora guardaespaldas sonrió al ver la mano alzada de Gaara, quien en seguida se apresuró en busca de una chaqueta para disimular el atisbo de inquietud que se le calcó en el rostro. Si al final Sai desistía de sus intentos de conquista, Yamato estaba seguro de que su hijo por lo menos habría conseguido un buen amigo.

 

— ¿Hola? —Contestó el pelirrojo al volver a la cocina y oír que el teléfono a su lado empezaba a timbrar—, ¿Quién? —se extrañó, frunciendo el ceño con impaciencia, y justo cuando pareció reconocer al remitente, Gaara colgó, volviéndose hacia ellos con una sonrisa levemente sospechosa—. Número equivocado. ¿Nos vamos?

 

… Aunque, si Yamato tenía que ser sincero, el chico le caía bien.

 

A veces incluso se animaba a pensar que el sabría cómo hacerlo, que Gaara encontraría la clave, y abriría el sellado corazón de Sai.

 

 

 

* * *

 

 

 

Libre de zapatos, la nieve crujía bajo sus pies y quemaba un poco en realidad. Pese a ello, Sai admiraba el pequeño repertorio de sensaciones que el frío le brindaba.

 

« ¿Tan agradable es?». Una sonrisa se dibujó en sus facciones al recordar la conversación de Gaara y Naruto, cuando el oji azul les sugirió que lo intentaran alguna vez: estar descalzos. Francamente a él no le pareció mala idea, solo que durante la rehabilitación vieron al rubio enterrar los pies en arena, no en nieve, con el supuesto fin de activar sus nervios y que sus piernas recuperaran algo de fuerza y sensibilidad.

 

¿Acaso era posible? ¿Recuperar sensibilidad?... Todavía cerca del responso del cementerio, el moreno volvió la vista hacia el horizonte.

 

Siempre parecía tan lejano.

 

Haciendo por primera vez algo más que observar, Sai empezó a andar. Curiosamente, contrario a lo que siempre creyó, no sintió dudas mientras lo hacía, yendo directo hacia su pasado sin que su hogar en llamas, los estallidos de las armas, o los rostros que a veces todavía veía en sueños, lo detuvieran. Vaya, esta vez ni siquiera recordó en compararse con Sasuke, imaginando que su primo estaría en su misma situación si Itachi también se hubiese demorado en desaparecer de sus vidas… como Mizuki.

 

Simplemente, la nieve bajo sus plantas logró anestesiar sus temores.

 

Finalmente Sai se detuvo en calma, tomando una nota mental de la realidad: El punto gris en el horizonte, aquél donde su familia había sido enterrada, nunca estuvo tan lejos como siempre creyó. Quizás porque ya no era un niño, y sus pasos se habían vuelto indudablemente largos. Si, esa era una posibilidad.

 

Apreció lápida por lápida (su verdadero nombre figuraba en una de ellas). Uchiha, todas y cada una de ellas, y observaba la penúltima cuando, por un brevísimo instante, notó algo más que la conocida hilera de Kanjis. Ahí, sentado y exactamente igual a como lo recordaba, Mizuki le sonrió como cuando niños. Su hermano mostró con la mano derecha el mismo gesto de amor y paz que con el que solía despedirse de sus entonces inseparables Itachi y Kisame, alejando ese ademán a modo de saludo al tiempo que su imagen se desvaneció en el aire.

 

Con una torpeza impropia, Sai alzó la mano… Y sin más ni más, aquella idea descabellada se plantó en su interior. Una emoción vibrante que no recordaba haber sentido lo inundó, arrancándole una sonrisa espontánea que lo hizo volverse hacia el resto de lápidas.

 

De repente sentía ganas de hablar, hablar y contar a su familia sobre Yamato, sobre la Galería Sur, platicarles de su sempai, de sus amigos, y sobre todo, de Gaara.

 

¡Era cierto! Sai sacó su móvil y empezó a teclear a velocidad récord. Esto tenía que saberlo Gaara-chan. ¡Su familia no estaba en el cielo! (como erróneamente le habían hecho creer), sino que todo este tiempo se habían quedado en la tierra… espiándolo mientras aprovechaban su ventajoso estado de invisibilidad.

 

 

 

* * *

 

 

 

El agua apareció desde el primer intento. De hecho, encontrarla fue algo meramente accidental, provocado por pisar la delgada capa de hielo del lago artificial donde una vez estuvo el hoyo 19.

 

¡Ah!, qué tiempos aquellos. Y no era precisamente el golf lo que Sasuke más añoraba, ¡sino su paz mental!

 

Después de haber abierto el enigmático sobre amarillo y caminado cerca del lago mientras cuestionaba la veracidad del sorprendente e irreal documento que había hallado en su interior, el azabache había tenido que detener sus complejos procesos mentales al escuchar el amenazante crack de la orilla apenas puso un pie encima…

 

 

Notas finales:

Capítulo incompleto por exceso de palabras... ¿mucho que decir? O.o


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