Un joven deportista profesional trotaba en las calles de una ciudad en Grecia. Cantaba mentalmente mientras se movía. La noche era hermosa y tranquila, hasta cierto punto. El joven practicaba al tenis profesional y era uno de los mejores pero seguía con la idea de entrenarse más por su propia cuenta.
Era algo rebelde, no siempre seguía todas las órdenes de su entrenador pero esa noche no podía dormir. Rara vez sufría de insomnio y le sacó provecho al asunto. Él sabía pelear asi que no temía que lo asaltaran y solo llevaba un celular. Pero eso sí, era un atractivo deportista popular por su carisma, de ojos azules, piel morena y cabellos de media melena ondulados azules. Su cuerpo bien trabajado robaba más que una mirada de sus seguidoras. Sí, las tenía pero también seguidores. En cuanto a su orientación sexual lo tenía muy claro, amaba tanto a las mujeres como los hombres, era bisexual pero nunca mantenía una relación seria. Tiempo atrás la tuvo pero no le fue bien y no quiso abrirse emocionalmente con otra persona, solo saciar sus bajos instintos con el permiso consensuado de la otra persona. Era un caballero en ese sentido.
Su vida era normal, tenía 20 años y estaba consiguiendo todo lo que quería. Era alguien afortunado. Mientras seguía trotando y antes de pasar frente a un callejón, escuchó griteríos, gente eufórica y quien sabe que los ponía tan felices. "¿Serán drogadictos?" pensó él pero sentía una inmensa curiosidad. "¿Qué festejan?" Porque no era un día festivo. Entonces se acercó y pudo ver en el callejón a gente con vestimenta de delincuentes, otros bebiendo y varias chicas semidesnudas. Había motocicletas estacionadas frente al callejón. Sip, confirmó apresuradamente su sospecha. Era una fiesta clandestina.
Para no ser visto, pudo divisar un gran bote de basura donde se tiraba de todo, en serio que tenía curiosidad y pues al lado había un negocio de restaurante. Se escondió detrás del bote a un costado, sería su escudo y así nadie lo vería. Ese callejón era uno sin salida, semioscuro y solo una columna que iluminaba con un foco el sitio bajo una tenue penumbra. Ni bien trató de ver que hacían esa gente ahí y el buen ambiente se fue al carajo al oír tiroteos. Las personas gritaron y la mayoría se esfumó, se fugaron con sus motocicletas. Siempre era lo mismo, ese callejón era conocido por ser un lugar de mala muerte. "¿Pero, por qué entonces estoy aquí?"
Seguro mataron a algún infeliz del grupo y se escaparon para huir de la responsabilidad de ir preso, rumbo a la cárcel. "Bueno, debería irme también. No sé qué hicieron pero estar aquí me involucra y no me conviene. Ésto me pasa por curioso", se cuestionó mentalmente así mismo.
No vieron al joven peliazul, eso lo tranquilizó en demasía y se levantó. Miró de reojo el sitio y nada, iba a darse media vuelta hasta que le pareció ver algo rojo extenderse por el suelo. Se volteó y gracias al foco que iluminó una parte específica del suelo pudo notar a la perfección un charco de sangre que avanzaba sin detenerse. Sus ojos se abrieron como platos, estaba muy sorprendido y a pasos lentos piso el charco pero aproximándose al posible cuerpo quedó anodado, asustado y aterrorizado. Nunca vió un cuerpo humano inmóvil, desfalleciendo y eso lo dejó en shock.
El cuerpo era de otro joven inconsciente, de cabellos lacios muy largos color aguamarina que yacía boca abajo en el suelo. Lo más sorprendente era que tenía un cuchillo incrustado en su nuca y por debajo salía sangre que no paraba de expandirse. El fleco del frente cubría el rostro del desconocido.
El peliazul no tenía palabras para describir los sentimientos que invadieron su corazón.
–Pobre hombre– murmuró con una voz casi audible. No lo conocía y veía a un joven cuya luz de vida se apagaba, era igual al foco del sitio que no iluminaba bien. Llevó sus manos y se tapó la boca, estuvo así un tiempo hasta que superó el shock gracias a un sonido externo, un gato que dejó caer una lata contra el suelo, y despertó del trance. Buscó su celular en algunos de los bolsillos de su pantalón. Estaba nervioso, por la premura no lo hallaba y cuando al fin lo encontró llamó a una ambulancia muy desesperado, luego a la policía.
Ahora el peliazul solo quería saber de quién se trataba ese cadáver, ¿Por qué esas personas lo mataron, qué hizo para merecer una muerte como esa?
Las autoridades no tardaron en llegar, los enfermeros observaron el hecho muy sorprendidos pero tenían que mover el cuerpo pero antes que nada, tomarle el pulso. Un enfermero del equipo médico, de cabello extenso color rosa que estaba vestido de blanco y tenía guantes látex en su mano, tomó el pulso al joven peliaguamarina.
-¡Está vivo, traígan una camilla! ¡Rápido!- gritó el enfermero. El peliazul miraba de cerca todo y con solo oírlo se puso contento.
-¡Ese hombre tiene suerte!- dijo entusiasta el peliazul y se acercó al enfermero. Es que ya lo daba por muerto.
-Alejése un poco, mis compañeros y yo lo cargaremos, hay que tener cuidado- comentó el enfermero y el peliazul tomó distancia. En eso un policía se le acercó.
-Disculpe joven, ¿Podría responder algunas preguntas?- habló formal el policía que luego se identificó y dió a conocer su nombre.
-Claro- respondió el peliazul
-¿Cómo se llama y cómo llegó aquí? No omita ningún detalle.- añadió elocuente el policía
-Me llamo Milo Manzanares y...- comenzó a detallar todo lo que vio y escuchó. Después de unos minutos el policía agradeció su cooperación pero le dijo que era necesario que declare en la comisaría, tal como dicta el protocolo. Milo aceptó sin problema y al girar observó al joven que salvó, lo vio acostado a un lado en la camilla dentro de la ambulancia y corrió hacia el vehículo.
-Iré con él al Hospital- pidió Milo a los enfermeros antes de que llevaran al delicado hombre en camilla. No estaría tranquilo hasta saber que se encontraba bien, ya luego iría a la comisaría. Era parte de su lado altruista.
-Claro, apresúrese- dijo el mismo enfermero que tomó el pulso anteriormente al herido.
Una vez Milo dentro de la ambulancia pudo ver como ese enfermero atendía al desafortunado con esmero, poniéndole el respirador y así no perderlo antes de llegar al hospital.
-Mu, el tipo no sobrevivirá, apenas y pudimos detener esa hemorragia- habló pesimista otro enfermero peliazul de cabellos cortos y de mala cara, realmente su comentario no cayó en gracia para Milo.
-¿Hemorragia? ¿Qué está pasando aquí?- exigió Milo a ambos con el ceño fruncido.
-Cállate Ángelo. Este hombre tiene chances de vivir- comentó estricto Mu y volteó a ver a Milo
-Verás.., fue apuñalado múltiples veces y perdió mucha sangre- explicó Mu
-No puede ser- murmuró Milo y se detuvo a ver el rostro del malherido. Que yacía boca arriba y con el fleco despejado. La cara del peliaguamarina tenía rastros de sangre en el rostro, cejas de extraña forma y del mismo color que su cabello y finos labios. Tenía facciones peculiares. No era un ciudadano nativo en Grecia. País donde sucedió ésto.
-Parece francés- espetó Milo en voz alta, perdido en sus pensamientos. Reconoció su posible nacionalidad por sus facciones.
-Al fin encontré algo interesante- habló Ángelo que mironeaba unas tarjetas y captó la atención de Mu y Milo.
-Al parecer el paciente se llama Camus Smirnov –añadió Ángelo y levantó la mirada hacia Milo– Y si, es francés– comentó observándolo brevemente.
-Habrá que avisar a sus familiares, ¿Encontraste su celular?- preguntó Mu acercándose a Ángelo para ayudarle a buscar entre los documentos que encontraron entre las ropas de Camus.
Pero Ángelo negó con la cabeza. Luego llegaron al Hospital y asistieron a Camus como es debido, entró en Urgencias y Milo quedó afuera, esperando, impaciente y su celular empezó a sonar en lo que él atiende.
-Hola y ahora qué?- dijo de mala gana.
-¿Cómo que.. y ahora qué? ¡¿Con un demonio, dónde estás Milo?!- gritó su entrenador
-En el Hospital, te llamaré después y no te preocupes, regresaré- dijo cortante Milo y colgó. Puso en vibrador su celular y no atendió las numerosas llamadas del entrenador.
Pasaron horas y ni una noticia, Milo estaba dando vueltas y compró un café. Era de madrugada pero no tenía ni un poco de sueño, en verdad quería saber el estado de ese hombre. No se arrepentía de haber intervenido, es más agradece a su instinto por haberlo guiado. Si lograba salvarlo se sentiría bien consigo mismo.
"¡Qué raro! Creí que él era francés pero al parecer es ruso..digo por el apellido que tiene" pensó y se sentó en una banca. Estuvo mucho tiempo ahí hasta que amaneció y él sin noticias del hombre "que rescató".
–Alguien que conozca a Camus Smirnov– habló fuerte un doctor que buscaba con la mirada a algún pariente en la sala de espera. Milo al oír el nombre fue directo junto al doctor alto, pelinegro de mirada muy seria.
-Yo, dígame ¿Está bien?- preguntó Milo
-Soy el doctor Shura, ¿Es usted pariente de Camus?- preguntó directo
-No- respondió dudoso Milo, pero antes de recibir la negativa de Shura, habló–¡Lo encontré casi muerto! No sé de sus familiares, por favor dígame ¿Cómo está?- declaró Milo un poco alterado
-....- resopló Shura viendo que escorpión seguiría insistiendo, se le notaba en la mirada.
-Haré una excepción. Camus está delicado, pudimos extraerle el cuchillo de su nuca y tiene mucha suerte que no haya tocado algún punto nervioso.- explicó Shura
-Uff- suspiró Milo
-Pero sigue en peligro y está en terapia intensiva. Recibió 27 apuñaladas en diferentes zonas de su pecho y abdomen. Es claro pensar que trataron de asesinarlo. Si Camus no responde al tratamiento morirá- comentó el doctor
-¿Puedo verlo?- preguntó Milo. Shura le observó detenidamente y no quería dejarlo pasar pero el griego lo miró a los ojos rogándole el permiso.
-Está bien, sígueme- aceptó Shura y juntos fueron a la única habitación donde se encontraba el paciente.
Milo ingresó y Shura se quedó afuera para retirarse posteriormente. El griego no podía creer lo que veía.
"Es guapo" pensó con simpleza. La otra vez no pudo divisar mejor los detalles faciales de Camus. "¿Será modelo? tiene un porte elegante. Si lo es, ojalá que su agencia llame por él"
Estuvo contemplándolo por largo rato hasta que los minutos de visitas se terminaron. Se retiró y le comentaron quién pagaría los gastos, Milo se ofreció a hacerlo. Tenía dinero y costearía todo hasta encontrar a los familiares de Camus, estaban en Europa y podía pedir luego un reembolso por el rescate. Se lo debían y el honor era algo que debía recompensarse. En caso que no tuviera familia, entonces trabajaría para él. Quizás como modelo deportivo hasta saldar su deuda.
Milo salió del Hospital en la mañana y fue junto a su entrenador, recibió el regaño de su vida pero en su interior estaba contento, de haber salvado una vida que parecía perdida. Aunque él no imaginaba que tan perdida estaba esa vida.
Durante días preguntó, buscó sin cesar a alguien que lo conociera pero nadie parecía siquiera haberlo visto. ¿Cómo es eso posible? Fue junto a la policía y el tal Camus Smirnov vino solo a Grecia, sin acompañantes. Era todo lo que sabían de él, es decir nada.
****En el Hospital.
-Eres todo un misterio Camus- habló Milo estando a un costado en la misma habitación, el Smirnov seguía en estado intensivo y en coma inducido por la gravedad de sus heridas. Milo lo visitaba todos los días.
Como era de esperarse el silencio inundó la sala, donde había una sola ventana cerrada pero con las cortinas abiertas
-¿Por qué viniste solo a Grecia?- preguntó Milo. Silencio.
-Debiste haberte sentido solo- añadió melancólico. Pasaron unos minutos y él siguió contemplando.
-Es cierto, no me conoces. Soy Milo Manzanares, soy griego y conozco esta zona de la ciudad. Vivo en éste lugar–dijo tranquilo.
–Es un placer conocerte Camus- añadió usando un tono más amigable.
Desde ese día Milo decidió hablarle y de muchas cosas, cómo era vivir en Grecia, las ciudades de su país natal que conoció. Pasaron tres semanas y el paciente seguía igual. Manzanares lo visitaba religiosamente y siempre le hablaba.
-Hola Camus, soy Milo- saludó amable al ingresar en la habitación.
-Mañana posiblemente firme un contrato con un patrocinador.- habló y se sentó a su lado izquierdo.
-Por fin seré un deportista más reconocido y si sigo mejorando, hasta capaz compita por las medallas olímpicas representado a mi país- dijo contento y rio un poco
-El tenis es un deporte que me agrada, me ayuda a despejar mi mente de los problemas- comentó Milo, acostumbrado al silencio en la sala.
Pasó una semana más y el francés seguía en coma. El entrenador de Milo le decía que derrochaba su dinero al mantener a ese tal Camus en el Hospital pero como siempre el peliazul era terco, nunca lo escuchaba.
El día de la cuarta semana, Milo lo visitó por la tarde y al entreabrir la puerta de la habitación, notó que una enfermera tenía una almohada en sus manos y la colocó encima de la cabeza del paciente evitando que respirara.
-¿Me puede decir que está tratando de hacer?- preguntó severo Milo al entrar y cerrar la puerta detrás de sí.
Ella lucía muy nerviosa-....¡Quería cambiar la almohada!- se excusó la mujer y sujetó la almohada frente a ella. En eso se acerca al peliazul.
-Mentirosa- habló fuerte y claro. Milo la sujetó del hombro izquierdo pero la enfermera apretó la almohada en la cara del peliazul. En eso él la agarra y le aparta del paciente, la aprisiona contra la pared.
Ella forcejea y presiona la almohada contra la cara del oponente bloqueando su visión y respiración, logra soltarse del agarre, abre la puerta y sale corriendo.
Milo salió y gritó que detuvieran a esa enfermera que corría como desquiciada. Minutos después él entró a la habitación y se paró justo al lado derecho del peliaguamarina.
-¿Estás bien? –preguntó preocupado el heleno, viéndole dormido– Tranquilo, estás a salvo. –manifestó seguro acostumbrado al silencio.
-¿Por qué....me salvaste?- interrogó Camus en voz baja sin abrir los ojos.
-Porque…–titubeó el griego por la sorpresa pero enseguida improvisó–¡Estás vivo y ahora has despertado! Eso me alegra- contestó un poco contento, disimulando la sorpresa de verlo despierto.
En eso Camus abrió los ojos y chocó la mirada con la de Milo. Se quedaron viéndose cuatro segundos sin emitir palabra alguna.-¿Eres de aquí, cierto?- volvió a preguntar el francés con una serenidad en su voz y de tono normal. Retomando la conversación.
-Sí y no encontré a tus familiares así que.. disculpa, apenas me conoces y te estoy tuteando- expresó un poco apenado el griego. Cómo europeos era normal mantener una cortesía prudente con un desconocido, eso era ser educado.
-Me parece bien Milo, puedes tutearme- habló Camus. El entrecejo del griego se arrugó un poco pero sus ojos abiertos delataban su asombro. Estaba perplejo.
-¿Cómo sabes...mi nombre?- preguntó entrecortado el heleno y quien no se asustaría. Jamás habló con él conscientemente, solo cuando se hallaba dormido. ¿Cómo era posible? No podía creer lo que sucedía.
-Pude oírte, desde que llegué aquí. Estaba en una oscuridad y tu voz resonaba en mi mente. No podía responderte por que no tenía fuerzas- contestó.
-¿Escuchaste todo?- preguntó el peliazul, tal vez preguntó tontamente pero quería oír la respuesta de Camus.
Asintió suave con la cabeza -Eres Milo Manzanares, eres griego y estoy en tu país. Eres un deportista profesional en el tenis...y… ¿Quieres que siga?- habló tranquilo y en tono formal pero al notar que el heleno se asustaba más por la manera en como lo decía, prefirió ser menos...serio.
-Gracias por ser mi compañía cuando estaba en la oscuridad- espetó con una ligera curvación en sus labios. Era una mini-sonrisa, apenas vista pero captada por Milo.
-De nada-suspiró calmado y agregó usando un tono más amigable. Ya que podía tutear, estaba procesando lo que acababa de suceder y necesitaba respuestas.
–Y me dirás ¿Por qué viniste a Grecia? –ahora le tocó ponerse serio a Milo. ¿En qué clase de ambiente estaba él antes de llegar a Grecia?
Camus volteó su rostro a un lado, tal era su reacción que era obvio imaginar que no le agradaba tal pregunta porque no respondió.
-¿Piensas responderme?- insistió Milo. -Sé que te estoy presionando, pero merezco saberlo. Cuidé de ti durante cuatro semanas. Me lo debes- lo persuadió y logró captar su atención.
-¿Cuatro semanas?- se preguntó así mismo en voz baja el peliaguamarina– Vine a...resolver un asunto- respondió dudoso
-¿Qué asunto?- interrogó el heleno.
-Representaba a mi cliente que me pidió resolver un problema laboral. Soy abogado- aclaró y calló. No quería hablar más del asunto.- ¿Milo, podemos parar el interrogatorio? Estoy cansado- dijo y se dio media vuelta, dándole la espalda.
-De acuerdo, espero que te mejores pronto. –habló y sintió que fue duro con él, así que debía suavizar la situación. Después de todo, el otro acababa de despertar del coma. No quería quedar como un cretino– Que bueno que estás despierto –dijo con una sonrisa sincera en su rostro–. Hasta mañana— habló más sereno Milo y se retiró.
No quería decirle que casi vuelven a matarlo, ya se veía alterado. Estaba preocupado por él, pero tenía que saber en qué estaba metido Camus para dimensionar en donde estaba metiendo sus narices por él (por así decirlo).
El francés suspiró cuando escuchó la puerta cerrarse, estaba solo.
"No creo que haya un mañana...para mí" pensó Camus y minutos después que saliera Milo, vio como un enfermero con tapaboca ingresó a su habitación y traía una jeringa cargada con un líquido transparente. "Es mi fin... ¿no?" se dijo en su mente y entrecerró sus ojos cuando el sujeto inyectó el líquido en el cable del suero.
Acuario cerró los ojos y esperó creyendo morir. Pero estaba lejos de hacerlo porque al despertar estaba en una habitación diferente, acostado en una extensa cama y una gran ventana el cual el viento ingresaba en el cuarto como un intruso removiendo las cortinas carmesí. El peliaguamarina se sentó y ya no sentía dolor en su pecho. Tenía un pijama y no era la misma que la del hospital. Se desabotonó y tenía algunas heridas notables en la piel de su pecho pero parecían puntos.
-Tus heridas internas son las que me preocupan- interrumpió una voz masculina. Camus buscó al responsable con la mirada y aquel emisor salió de entre las sombras, dando a conocer su rostro.
-¿Por qué los Smirnov te persiguen tanto? –preguntó Milo, autoritario pero con un deje de enojo, cruzándose de brazos. La mala fama de esa familia, su riqueza sospechosa y su falta de amistad eran conocidas.
El peliazul lo observó, esperando una respuesta. –No es cualquier familia, es la mafia. ¿Es esto lo que merezco por salvarte? ¿Morir? –reclamó con justa razón. Su altruismo lo había puesto en peligro, una virtud que ahora se volvía su condena.
–Milo, yo… –comenzó el peliaqua, pero se interrumpió al exhalar. –No tienes que explicarlo –cuestionó Escorpio– pero necesito respuestas. Esta vez no aceptaré excusas.
Acuario comprendió la seriedad del momento y decidió colaborar. –El padre de Vicent Smirnov me adoptó de pequeño. Me dio su apellido y me crió como hijo. Me obligó a estudiar leyes y así lo hice–, explicó con cordialidad, buscando ganarse su simpatía.
Pero Escorpio quería más detalles. –¿Y cómo te convertiste en abogado del jefe, Vicent Smirnov? –inquirió intrigado. Haciéndole entender que lo había investigado y se notaba, por el silencio del francés, que hizo muy bien su tarea.
Camus se sintió acorralado, pero decidió seguir hablando. –Trabajé para la familia como abogado, jurando lealtad a Vicent. Al principio no me importaban las consecuencias, pero cuando Vicent se apoderó de un artefacto peligroso, supe que tenía que actuar.-
Así, la conversación continuó, con Camus revelando sus motivaciones y acciones pasadas mientras Milo lo escuchaba atentamente, consciente del peligro que ambos enfrentan.
El francés comenzó a revelar sus motivaciones, con la esperanza de ganarse al griego como aliado. —Cuando obtuve las pruebas. Decidí salir de la mafia, fingiendo mi muerte pero no quería dejar solo a mi hermano menor, y me convenció de que viviéramos juntos como familia y podamos independizarnos. Hice copias de documentos, pruebas que evidencian sus negocios sucios y todos los detalles del artefacto para destruirlo. —añadió Acuario mirando hacia Escorpio pero sin entablar contacto visual con él. Porque sentía culpa, el peso de los hechos eran grandes. Le pesaba mucho compartir su vida personal, ser juzgado, pero no tenía opción porque de otra forma Milo no comprendería la magnitud del problema. Y continuó— Me preocupé por mi hermano, él tenía miedo de Vicent y yo quería salvarlo de permanecer al lado de él. –suspiró, tomando aire y continuó– Si bien no es mi hermano de sangre, le tomé cariño y pensé en su bienestar antes que el mío. Le facilité todo, utilicé mi red de contactos para que lo cuidaran en Grecia, es un lugar seguro. Iba a dejar que viviera solo hasta que se independice y no alertar a Vicent. Pero me rogó que lo acompañara, le tenía mucho miedo y me advirtió que no viviría en ningún país si no estaba a mi lado. —comentó y respiró, retomando aire. Viró sus ojos a las de Milo, le costaba admitirlo y esperaba que el contrario lo comprendiera.
-Vine a Grecia para visitarlo, por qué él llegó primero a este país con sus guardaespaldas y quería verme en un callejón. En una supuesta fiesta clandestina montada por sus hombres de confianza para despistar a los forasteros. –contó y poco a poco se notaba la desilusión en sus ojos. Suspiró pesadamente.
-Pero fue una trampa- opinó Escorpio suavemente y con cierta tristeza. Y poco a poco comenzó a acercarse a él.
-Así es. El que me acuchilló fue su hombre más leal- el galo agachó la mirada. Los recuerdos le estaban afectando, se reproducen involuntariamente en su mente y comenzó a irritarse.
-¿Qué dijo?- preguntó más amable Milo, más cerca suyo y con su mano trató de tocar el hombro del contrario, pero éste lo apartó con la siniestra bruscamente.
-¡Ya basta. ¡Suficiente! No quiero seguir recordando el pasado- expresó enojado acuario.
-Está bien, pero una cosa más- mencionó escorpio.
-¡Qué!- gritó indignado el acuariano. ¡¿Acaso el otro no estaba dimensionando la enorme presión que ejercía sobre él?! Porque sentía que le aplastaba. No podía darse el lujo de confiar plenamente en él.
-Las pruebas, ¿Dónde las dejaste?- argumentó el peliazul.
-¿Es enserio Milo? ¿Realmente eres deportista o policía? –cuestionó furioso y prosiguió elevando aún más la voz– ¡¡¡Por qué hablas igual que ellos!!! —estaba muy estresado y molesto, lo fulminaba con la mirada.
-Camus, cálmate un poco. Se que esto es difícil pero..-no pudo ni terminar la frase porque el francés lo agarró de la remera acercándolo bruscamente a él.
-Siento que solo me estás utilizando. Contesté tus preguntas para así pagarte por salvarme. Pero por tu culpa sigo vivo...no quiero vivir ¿No lo entiendes? ¡Debiste haberme dejado morir en ese callejón! –exigió Acuario e involuntariamente comenzó a derramar lágrimas, su mirada proyectaba un gran enojo y aflicción. Lo zarandeaba con la remera por la rabia que sentía. Su hermano, el que más confiaba, lo traicionó. Todavía no asimilaba completamente las razones que tuvo para hacerlo. Si él estaba dispuesto a todo por él. ¿¡POR QUÉ?!
-....- el francés murmuraba a niveles inaudibles en su idioma natal. Escorpio no entendía lo que decía, pero al notar lo triste que estaba. No soportó verlo así por su culpa y quiso ayudarlo, entonces lo abrazó. Acuario quedó sorprendido por el gesto. Al griego no le importaba si el otro lo golpeaba por tanto atrevimiento, quería hacerle entender que no estaba solo y lo abrazaba con determinación a no soltarlo hasta que se calme.
Camus al percibir que la intención del otro era buena y que lo estaba consolando, sintió una calidez humana indescriptible y terminó correspondiendo al abrazo. Hacía tanto tiempo que no sentía el calor corporal de alguien, ¿Alguna vez siquiera lo abrazaron? Pensar en eso, hizo que derramara lágrimas en el hombro ajeno y escondió su rostro allí. Estuvieron en silencio dos largos minutos.
-Lamento hacerte sufrir con mis preguntas. De verdad, lo siento. –manifestó sincero escorpio, afligido en su voz. En respuesta, el galo golpeó su espalda con la diestra pero no fue fuerte. Era una advertencia.
Escorpio se separó para verlo de frente. –También perdí a mi hermano. Sé lo que se siente. –confesó, captando la atención del galo– Era el pilar de mi vida, su ausencia dejó un hueco en mi corazón– arrugó su frente por la tristeza, sus palabras eran tristes y conmovedoras– Realmente no soy un santo y no suelo salvar personas perdidas que encuentro por la calle. —aclaró.
El francés levantó la ceja intrigado, entonces ¿Por qué?
Y Milo justificó– Pero me recordaste tanto a mi hermano. Que me hubiera gustado… –pausó, "que fueras él y que lo volví a recuperar". Quedando atrapado en su propio trance, perdido entre sus pensamientos. Por lo que, impulsivamente el griego volvió a abrazarlo. Imaginando a otra persona.
El peliaqua no lo detuvo, solo concluyó triste en su mente “Pero yo, no soy él”.
Toc toc. Un golpe en la puerta pasó desapercibido para Milo y Camus, absorbidos por sus propios conflictos emocionales.
- ¡Ey, Milo! Alguien viene a buscarte - irrumpió Aioria, abriendo la puerta de golpe y sorprendiendo a los dos hombres abrazados.
Camus y Milo se separaron abruptamente, avergonzados por ser descubiertos en ese momento vulnerable. El peliaguamarina limpió rápidamente sus lágrimas, mientras Milo se apartaba, acercándose al recién llegado.
- Aioria, ¿no podrías tocar primero? - exigió Milo.
- Lo hice, pero nadie respondió, además vino un policía - se defendió Aioria, señalando al policía de cabello castaño oscuro que estaba detrás de él.
Milo reconoció al policía y frunció el ceño.- ¿Tú de nuevo?
- ¿Puedo pasar? - preguntó el policía.
Milo asintió y Dohko se acercó a la cama donde yacía Camus, quien lo observaba con desconfianza.
- Soy Dohko Yang, necesito hacer algunas preguntas - dijo Dohko, pero al notar la falta de disposición de Camus para hablar, sugirió - Pero puedo esperar en la sala.
Dohko se retiró, y antes de marcharse, Milo aprovechó para presentar a Aioria y romper la incomodidad del momento.
- Él es Aioria, mi mejor amigo - dijo Escorpio.
Aioria apenas intercambió un saludo formal con Camus, quien seguía sin mostrar interés en interactuar.
Cuando ambos policías se marcharon, Milo se volvió hacia Camus.
- Tranquilo, solo ellos saben que estás aquí. Están tras Vicent - explicó el peliazul.
- Pero tú también estás en peligro - manifestó preocupado.
- Lo sé, por eso estoy aquí. Pero si colaboras, podríamos resolver esto juntos - instó el griego.
Camus asintió, resignado y contemplándolo con una frialdad única. – No tengo otra opción. –
El griego mantuvo el contacto visual, no se doblegó. Y habló en tono amistoso– Tendrás que confiar en mí –sentenció firme. Tenía los recursos económicos para protegerlo y el lugar en donde estaban era una mansión alejada de la ciudad, de aspecto sencillo por fuera y suntuoso por dentro.
Acuario lo entendió perfectamente, pestañeó afirmativamente y decidió cambiar de tema. Rompiendo el continuo contacto visual.
-Préstame alguna ropa- añadió cordial y se levantó lento. Milo le indicó con el índice hacia el ropero y lo dejó solo.
Luego salió y Camus se reunió con los policías, negociando y tanteando terreno. Llegaron a un acuerdo y él obtendría protección a cambio de colaborar, luego respondió a las preguntas de los policías y confesó no tener las pruebas en sus manos. Estaban reunidos él, Dohko y otro policía Saga.
-¿Dónde están las pruebas contra Vicent?- preguntó Saga insistente.
-Una persona de mi confianza las tiene -contestó Camus, manteniendo la calma-. Si en las noticias sale que estoy muerto, esa persona no dudará en entregarlas a la policía.
-¿Quién es esa persona?- insistió Dohko.
-No diré su nombre. Debo protegerlo mientras siga vivo. Si lo expongo, lo encontrarán y lo matarán -explicó Camus, mirando fijamente a los policías.
-¿Y dónde está esa persona?- continuó Saga, sin ceder.
-Hace tiempo que no lo veo y no tengo idea de dónde esté -respondió Camus, frustrado por la insistencia.
-Por el momento es todo -interrumpió Dohko, comprendiendo la situación-. Pero su testimonio será de mucha ayuda. Seguiremos protegiéndolo hasta que declare. ¿Nos piensa ayudar?
Camus asintió lentamente.
Dohko y Saga salieron de la casa, prometiendo regresar otro día.
Pasó una semana desde que Milo encontró a Camus en Grecia. Ahora, Camus y Milo conviven en una casa alejada de la ciudad, junto a otros dos enfermeros y el personal de limpieza que Milo había contratado.
Uno de los enfermeros era Mu, quien trabajaba de forma personalizada con Camus. Mu recibía ayuda de su novio, Aldebarán, también enfermero y con más experiencia.
Milo recibió la visita de su mejor amigo, Aioria, junto con su hermano Aiorios. La tarde fue animada, llena de risas y recuerdos compartidos. Acuario, sin embargo, observaba desde lejos, prefiriendo mantener distancia.
El francés contemplaba a Escorpio desde una ventana cuando Mu entró en la habitación.
-Hola Camus. ¿Qué tal? -preguntó Mu con su habitual amabilidad.
-Hola -respondió cortante.
-Verás, solo para hacerte un chequeo general vendrán dos doctores y quizás otro enfermero. Es importante para que te recuperes totalmente -explicó Mu, serio.
-¿Por qué otro enfermero? ¿Contigo no es suficiente? -preguntó el francés con su mirada indescifrable.
-Porque así están las cosas -respondió Mu, mirando hacia otro lado.
Camus emitió un sonido de fastidio, sorprendido por la respuesta. Mu suspiró y continuó:
-Es un buen enfermero que trabaja de cerca con el doctor. Se asegurará de que tus heridas en el cuello no sean visibles.
Camus levantó una ceja, aún dudando.
-Y porque es terco y muy celoso del doctor, es su pareja -admitió Mu.
Camus aceptó la situación con mala gana, disimulando con su indiferencia.
-Mis heridas se están cerrando -dijo con seriedad.
-Hmp -murmuró Mu, afirmando con la cabeza. Le hizo la curación y se retiró.
Más tarde, Camus fue a la biblioteca en busca de un libro. Encontró un álbum de fotos y se sumergió en él, viendo imágenes de un joven Milo y de alguien muy parecido a él, probablemente su hermano.
En ese momento, Aioria entró y vio a Camus con el álbum.
-Si fuera tú, olvidaría a Milo. Si se entera de que viste eso, no quisiera imaginar qué hará. Mínimo, mandarte al quinto infierno -advirtió Aioria.
-Lo dejaré donde lo encontré -respondió Camus, serio, intentando pasar. Aioria se interpuso en su camino.
-Camus, no dejaré que te quedes con Milo -amenazó Aioria, mirándolo con hostilidad.
-¿Te gusta? -preguntó Camus, directo.
Aioria murmuró algo y se sonrojó– Así es, mantén tu distancia con él. Solo traes problemas –-respondió.
-No dices nada novedoso. Es aburrido conversar contigo. Solo me repites lo que ya sé -fue franco Camus, provocando la furia de Aioria, quien le dio un puñetazo en la mejilla izquierda.
-¡Vuélveme a hablar así y te irá peor! -bufó Aioria, saliendo furioso.
Camus se cubrió la mejilla, “Es igual de impulsivo que su amigo” pensó, dejó el álbum en su lugar y fue a la cocina en busca de hielo. No quería que Escorpio lo viera así.
Al día siguiente, una sirvienta le llevó el desayuno. Ella se ofreció a maquillar el moretón, lo que Camus aceptó.
Durante el almuerzo con Milo, Mu y Aldebarán, nadie sospechó del golpe.
-Es una lástima que Aioria se haya ido antes -se quejó Milo.
-No parecía sentirse bien -comentó Aldebarán.
-Pero disfrutó de nuestra compañía -añadió Mu.
-¿Y tú, Camus? Ni fuiste a saludarlos. ¿Te caen tan mal? -preguntó Milo, preocupado.
-Salir es peligroso y no conozco ni la mitad de sus conversaciones. Es incómodo -explicó Camus, frío.
A las 15:00, llegaron los médicos. Afrodita Andersson, un neurocirujano sueco, y Ángelo su pareja y enfermero, acompañados de Shion Han, quien representaba a Shura.
Fue un día largo para Camus. Después de varias horas de revisiones y conversaciones, los médicos se despidieron, llevándose algunas muestras para análisis.