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Escultura de hielo por MerrickLioncourt

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Ya era tarde cuando llego al campamento. Aquel lugar amurallado le traía recuerdos felices y tristes. La muralla rodeaba todas las construcciones, aunque por el momento se encontraba parcialmente escondida entre la nieve, suspiró, por lo menos el gran portón estaba libre. Bajó del trineo y se dirigió a la entrada. El gran portón estaba hecho de metal especial, ningún humano común podría abrirlo. Frente a este se encontraba una pila de madera cubierta por la nieve, sonrió, no le serviría ese día, pero podría utilizarla más adelante. Apartó la leña un poco, concentró su cosmo y empujo las hojas de metal. El portón se abrió con el primer empujón. Las brisagas crujieron un poco, las hojas se desplazaron hasta revelar el patio dentro del campamento. Apesar de los años de abandono y de las recientes nevadas, las construcciones dentro del recinto se encontraban libres. Hyoga volvió a sonreír, llevó la leña al trineo y guió a los animales dentro de aquel lugar.

 

Apenas entró, respiro profundo, poco había cambiado en aquél lugar, si acaso se respiraba un aroma a abandono. A ambos lados del patio había una hilera de cuartos, en apariencia pequeños, parecería que tendría que agacharse para entrar en ellos, las puertas daban hacia el camino que ahora recorría. Junto a cada puerta había una pequeña ventana. Los cuartos hechos con piedra caliza estaban intactos, una ligera capa de nieve cubría los techos. Las puertas de todos los cuartos estaban cerradas. Al fondo del recinto estaba el establo, ahí se dirigia para acomodar los animales y guardar el trineo. El establo era similar a los cuartos, inclusó en el tamaño, a excepción de que contaba con una sola puerta no tenía ventanas, sólo unas rendijas en la parte superior de los muros, demasiado pequeñas para que alguien pasara por ahí, pero lo suficientemente amplias para dejar circular el aire. Desengancho a los animales y dejó el trineo a la mitad del patio, luego se ocuparía de las cosas. Entro al establo y acomodó al macho en la primera puerta mientras que a las hembras las alojó en los corrales siguientes, dejando a la hembra preñada en el corral central para que estuviera más protegida del frio. El reno macho mugió, Hyoga se acercó a el y le acarició el morro y los cuernos, le hablo en voz baja. Después de apapachar al reno un poco más, fué por un cubo con agua y les sirvió a los cuatro animales agua. Regresó al trineo y volteó a ver el camino frente a la fortificación, suspiro, antes de empezar a descargar las cosas debia cerrar, no quería sorpresas.

 

Luego de cerrar el portón se dedico a descargar todas las provisiones que le habían dado, primero el alimento para los animales. Le habían dado heno fresco y paja seca. Fue a cada corral, desparramando la paja seca en los rincones. Apenas los animalitos tuvieron la paja en su alcance y comenzaron a moverla con sus patas y cuellos para hacerse unas ricas camas. El santo divino sonrió, entró una vez más a los establos y colocó sobre cada animal una prenda gruesa para protegerlos del frio, los acarició y les puso mantas en el suelo, sobre la paja. Los cuatro bufaban y parecía que hasta sonreían. Por último les dió hierba fresca a cada uno y un poco de alimento procesado para renos. Salió cerrando la puerta del establo y prosiguiendo con su tarea de descargar las cosas.

 

Abrió la última puerta del lado derecho, se encontró con un lugar que guardaba algo de humedad, pero no olía a moho. No tenía ventanas y la poca luz entraba por la puerta que se había abierto. Hyoga encendió un mechero que había llevado consigo y lo llevo al centro de la habitación colgandolo de un gancho en el centro. Había estantes cubriendo la pared del fondo y la pared tras la puerta. En la pared junto a la puerta había una mesa, frente a ésta, había varios ganchos con cuchillos colgando. En la pared que daba al establo había un gran cajón de madera. Hyoga inspeccionó todo. Había muchas cosas en salmuera, tendrían por lo menos tres años ahí, pero por el proceso de conservación, aún eran comestibles. También encontró varios frascos con frutas en almibar sellados con cera, sonrió, no moriría de hambre. En el cajón de madera no había nada, estaba limpio. Hyoga salió con cuidado para no tropezar con los escalones, que antes había bajado, y esque los cuartos no eran bajos, por lo menos un tercio de la construcción se encontraba bajo tierra. Una media hora después, había terminado de descargar y acomodar todas las provisiones en la bodega. Después descargó la leña y la llevo al cuarto junto a la bodega, ahí era la cocina, tardó otra media hora en acomodar los leños secos, mientras que los que había encontrado junto a la puerta los puso cerca de la estufa, sólo lo suficiente para que se secaran y no se pudrieran.

 

Lo único que quedaba en el carro, eran las cosas para la habitación. El santo de Cisne paseó los ojos por los cuartos, soltó el aire, no le quedaba más que tomar el cuarto junto al vigía, era lo más práctico para él. Así que se dirigió a ese lugar, entró llevando otro dintel, el cual colocó en una mesilla que había junto a la ventana, sin embargo no lo encendió. Abrió la ventana del cuarto y destrabó las contraventanas, la luz natural entró en la habitación. El cuarto estaba limpio y contaba con lo minímo indispensable, la mesa junto a la ventana tenia dos sillas, además había una chimenea con poco uso, un librero empotrado en la pared, un armario pequeño y una cama. Todo estaba limpio. A parte de eso, no había ninguna otra cosa en la habitación. Hyoga suspiró. Entro sus cosas al cuarto, hizo la cama, acomodó su ropa en el armario, puso en la chimenea algunos leños que había dejado a parte, puso la tetera colgando de un gancho sobre la chimenea y guardó una latita de té en el librero. Una vez que todas las cosas estuvieron en su lugar, acomodó el trineo en la parte posterior del recinto, entre la bodega y el establo, había espacio para otro carro, pero eso sería después, cuando la nieve fuera sustituida por pastizales y ocupara ruedas en lugar de filos.

 

Dió un último paseo por el recinto, aseguro todas las puertas, verificó que ningun quinqué se quedó encendidó y fue a su cuarto, con la misma rapidez con la que trabajó afuera, cerró las contraventanas, y encendió la lámpara que había dejado en el gancho en medio de la habitación. Por fin estaba solo.

 

Se dejó caer en la cama, se levantó una vez más, empujó la puerta para asegurarse que estuviera cerrada y regresó sobre sus pasos.

 

- ¡Maldito! - Masculló mientras pasaba los dedos entre su cabello y las lágrimas rodaban por sus ojos. - ¿Por qué de tí? - Cerró los ojos, mientras las lágrimas seguían fluyendo. Se volvió a levantar, no sabiendo que hacer, recargo sus manos sobre el respaldo de una de las sillas y dejo salir el aire contenido, movía la cabeza de lado a lado, negando a sí mismo, ya fuera la situación o sus sentimientos, sólo él lo sabia. - ¡Soy un tonto! ¡Un absoluto fracaso! - Terminó por sentarse en la silla y poner los codos en la mesa, apoyó la frente en sus manos y así se quedó, derramando lágrimas, hasta que sintió sus antebrazos hormigueando. Se levantó y encendió el fuego, llenó la tetera con agua y a dejó colgando del ganchito que había en el dintel del hogar. Abrío el armario y sacó su mochila para casi arrojarla sobre la mesa. Volvió a sentarse en la silla, y sacó de la mochila algunas cosas, hasta que encontró lo que buscaba.

 

Vió el sobre con su nombre grabado en letras cursivas de imprenta. Se mordió los labios, llevó aquella carta sobre su frente, volvió a negar. Por fin, abrió el sobre y sacó una invitación impresa en papel blanco. Una imagen en relieve estaba decorada con un poco de tintura dorada, las lágrimas nublaban su vista.

 

- ¡Maldito! - Volvió a decir. Había leído esa tarjeta muchas veces, se la sabía de memoria, pero necesitaba verla una vez más. Sus manos temblaban, logro abrir la invitación para leer lo que estaba en ella escrito:

 

Ikki Foinix Kido y Ariadna Montparnasse

 

Tienen el honor de invitarle a usted

 

Hyoga Kyknos Kido

 

Al enlace matrimonial que tendrá lugar el próximo día 19 de Abril del presente año.

 

La ceremonia tradicional japónesa tendrá lugar en los jardínes de la mansión Kido en Tokio, Japón.

 

La recepción tendrá lugar una vez concluido el enlace.

 

Cerró la tarjeta sin ninguna delicadeza.

 

- ¡Idiota! - Acercó el papel a su rostro, lo que la impregnó con algunas de sus lágrimas, se levantó despacio y con la misma lentitud se dirigió a la chimenea. Se quedó viendo el fuego, mientras este danzaba sobre los troncos, consumiendolos. El hielo que se había formado en las paredes de la torre comenzaba a derretirse. De forma autómata, Hyoga extendió la mano y abrió la trampilla para dejar salir el humo. Figuras humanas comenzaron a formarse en las llamas danzarinas, y su mente divago a algunas semanas atrás.

 

- ¡Ikki! - Llegaba gritando el santo del cisne al salón recreativo de la mansión. Todos los presentes volteron a verlo, mientras interrumpian el partido de pool que estaban jugando.

 

- ¿Algún problema, Cisne? - Ikki se dirigía a él de forma fria. El menor llevaba en las manos un sobre, acababa de ver la nota en su cuarto. - Estamos en medio de algo aquí. - Terminó de decir mientras señalaba la mesa de pool y a los otros tres caballeros.

 

- Quisiera hablar un momento contigo. - Dijo mientras mostraba el sobre que llevaba en las manos.

 

- Ajá... - Contestó el fénix mientras chasqueaba la lengua contra el interior de su mejilla. - En cuanto termine el juego. - Hyoga suspiró dejando caer el brazo que sostenía el sobre sobre su costado, dejó caer la cabeza sobre su pecho y se fue a sentar a un sillón a unos metros de la mesa de pool. Ikki suspiró mientras que Seiya y Shiryu compartían miradas significativas. Shun volteó a ver a Hyoga, para luego volver los ojos a su hermano, terminó por recargar la barbilla en el palo de pool, se perdió en sus pensamientos por un momento, hasta que Ikki se acercó a él y lo abrazó ligeramente. - ¡Tu turno! - Escuchó al tiempo que Ikki le palmeaba la espalda. Shun pasó saliva y fue a colocarse en posición para golpear la bola blanca, sólo quedaba una sola bola cintada en la mesa, Shiryu y Seiya cruzaron miradas, Shun tiró, el tiro fue bueno, pero mando la bola blanca a la buchaca también.

 

- ¡Diablos! - Soltó para darse la vuelta y ver a Hyoga en el sillón. Seiya y Shiryu no dejaban de mirarse. Ikki sonrió y beso los cabellos de su hermano, en lo que Shiryu sacaba ambas bolas de la buchaca para colocarlas sobre la mesa.

 

- ¡Bien, ya tenemos las cervezas, vamos por la carne asada! - Dijo Ikki al tiempo que sonreía y tomaba la bola blanca para preparar su tiro. Shiryu y Seiya tragaron saliva, mientras que Shun se había ido a recargar a la pared contraria, desde dónde veía a Hyoga, el santo de Cisne le sonrió con melancolía sin soltar la tarjeta que sostenía en las manos. Shun no pudo más y bajó la vista, escuchó el ruido de las bolas al chocar y el quejido de Shiryu y Seiya. - ¡Eso es! Les toca la comida el próximo fin de semana. - Dijo mientras reía y abrazaba a los otros dos.

 

- Shun, ¿vienes? - Andrómeda volteó a ver a Shiryu. - Vamos por botana a la cocina, ¿vienes? - Explicó el mayor a la mirada confundida del más joven.

 

- Ahm... yo... - Pasó saliva y suspiró, volteó a ver a su hermano. Ikki acomodaba los tacos en su lugar, pero no perdía detalle del otro.

 

- Ve. - Dijo Ikki solo moviendo los labios, Shun asintío y le pasó el palo a Ikki para que lo guardara. Shun volteó una vez más para ver con aprehensión tanto al Cisne cómo a su hermano.

 

- Shun tu qué opinas, tal vez si en lugar de madera usaramos maíz... - le dijo Seiya mientras le pasaba un brazo por los hombros.

 

- ¿Eh? - Shun se distrajó un momento, mientras Seiya le empujaba levemente por el corredor.

 

- Si, digo, los tacos... - La voz de Seiya se perdió conforme avanzaban, una risita mal disimulada se dejo escuchar. Ikki sonrió, mientras terminaba de guardar las bolas. Hyoga al ver que se habían quedado solos se acercó a él.

 

- ¿Qué diablos es esto? - Le espetó al fénix aventando el sobre en la mesa de billar. Ikki lo vió de reojo y acomodó la bola blanca en su lugar.

 

- Mi boda, asististe a la fiesta de compromiso ¿o no? - Dijo cerrando la tapa de la caja de madera y guardandola bajo la mesa. - Bebiste tanto que se te olvido. - Finalmente apoyo los brazos en la mesa de billar.

 

- Ikki... no... - El mayor lo veía con interés.

 

- ¿No? - Hyoga respiraba pesadamente, eso no podía estar pasando, sus esperanzas eran que Ikki se aburriera de esa chica y la dejara, y ahora se casaba con ella.

 

- No puedes traicionar el recuerdo de Esmeralda. - Ikki se irguió, y el enojo fue visible en sus ojos. Se volteó para recoger los vasos sobre la barra que estaba detrás de él.

 

- Hyoga, ve al grano y no metas a las personas de mi pasado en esto.- Dijo mientras colocaba los vasos uno sobre otro.

 

- Ikki... yo...

 

- Tu ¿qué? - Termino por gritar el fénix mientras se daba la vuelta con una botella de ron en las manos. - Está discusión ya la hemos tenido. Hyoga, tú no me interesas, no de la forma que pretendes. Te considero mi hermano, pero no hay nada más ¡entiende! Mi amor por tí es fraternal. - Hyoga se acercó hasta el otro, pero Ikki se dió la media vuelta, y puso la botella en el gabinete bajo la barra.

 

- Si tan solo... Ikki, no puedes decir que no sientes amor por mí si no me has dado la oportunidad... - Hyoga se había acercado y alargaba los brazos en un intento por abrazar al fénix por la espalda. Ikki agarró las manos del otro antes de que se cerraran sobre su pecho.

 

- Hyoga, es simple. - Dijo mientras volteaba y tomaba al otro por los brazos. - Eres mi hermano, ese es el amor que siento por tí, el mismo amor que siento por Shun o por Saorí. No tengo que darte oportunidad de nada, porque no hay oportunidad de nada más.

 

- Ikki, el amor entre hombres... - El mayor suspiró.

 

- Hyoga, mi hermano es gay, la persona a la que más valoro en está vida. Eso no me importa... - Las palabras fueron calladas pues los labios de Hyoga se habían posado en los de Ikki, sin embargo el contacto fue bruscamente cortado cuando Ikki empujó al Cisne, lo que le hizo tambalearse un poco. Ambos se quedaron viendo mutuamente, Ikki limpiaba su boca con una servilleta - ¡Maldición! - Dijo mientras golpeaba la barra con un puño cerrado arrugando la servilleta. Hyoga se había recargado junto a la puerta. Ikki volvió su mirada a él, para luego dirigir una mirada aprehensiva hacia el pasillo. - Hyoga, ¡yo amo, admiro, adoro y siento un deseo incesante de coger con mi prometida, no contigo, no con ninguna otra persona hombre o mujer, con ella y solo con ella! - Hyoga pasó saliva y bajó la mirada. - ¡Qué te quede claro! - Ikki se encaminó a la puerta y cuando pasó junto a Hyoga le susurro - ¡No permitiré que lástimes a los que más quiero, si lo haces ten por seguro que perderás el afecto que siento por tí! - Hyoga lo volteó a ver con los ojos llorosos, para luego asentir.

 

Hyoga se quedó quieto, sus palabras habían sido duras, enfermizas y lo sabía. Se recriminaba su fala de tacto, pero estaba desesperado, no podía permitir que Ikki se alejara, pero esa última mirada... su corazón se rompía cada vez más.

 

El sonido de la tetera lo regresó al presente. Suspiró, quitó la ollita del gancho y la puso en la saliente junto a la cama. Su mente no procesaba bien las cosas, así que simplemente apago la lámpara con un soplo y se acostó a dormir sin quitarse la ropa.

 

Abrió los ojos lentamente, se rodó para quedar sobre su estomago y buscó el reloj de pulsera y presionó el botón para iluminar la pequeña pantalla, eran las 9 de la mañana, apoyó la barbilla en la almohada y suspiró, sabía que se había dormido tarde, pero eso no le preocupaba, los recuerdos aún lo rondaban, cerró los ojos y se dejó llevar.

 

Daba vueltas incómodo en su cuarto, intentaba leer, pero no podía concentrarse, no se sentía agusto en ninguna parte de su territorio, un leve toque en la puerta lo sobresaltó.

 

- Lo siento - Dijo la voz tímida de Shun.

 

- Estaba distraído, no te fijes. - Hyoga volvió a suspirar, vió el libro en su regazó y lo avento sobre el escritorio tras de el. Hasta que volvió los ojos a la puerta y vió a Shun cómo si recién se diera cuenta de que estaba ahí. - Pasa. - Dijo por fin. Shun sonrió y se acercó hasta él.

 

- ¿Cómo te sientes? - Dijo mientras se sentaba en la cama y apoyaba la cabeza en uno de los pilares. Hyoga suspiró.

 

- No estaba preparado para esto... yo... - Hyoga chasqueo la lengua y oculto el rostro entre sus manos dejando caer la cabeza hacia atrás.

 

- Aridna supo ganarse a Ikki, lo trae babeando por ella. - Hyoga gruño y Shun suspiró. - Todos nos dimos cuenta de eso, además a Ikki le gustan más las chicas. - Hyoga pasó las manos sobre su rostro y las cruzó sobre su pecho.

 

- ¿Me estás consolando? - Shun sonrió con tristeza y escondió el rostro tras el pilar de la cama.

 

- Hyoga, Ikki si te quiere, pero no de esa forma. - El aludido volvió a bufar. - ¿No crees que ya haz pasado suficiente tiempo persiguiendolo? - Hyoga se enderezó y fijo sus ojos en el menor. - Ikki ya te dijo que no suficientes veces y tú eres alguien atractivo. - La voz de Shun iba subiendo de vólumen. - Es decir, ¿cuántas oportunidades habrás perdido por estar a las bravas con mi hermano? - Hyoga entrecerró los ojos, a veces Shun era un enigma, excepto, según Hyoga, cúando se trataba de Ikki.

 

- Shun, entiendo que Ikki no me quiere, pero no necesito que precisamente tú vengas a restregarmelo en la cara. - Shun bajó la mirada. - Si no tienes algo más que decir, por favor retirate. - Andrómeda suspiró y se levantó lentamente de la cama.

 

- Si te llegas a interponer entre ellos, Ikki nunca te lo perdonará. - Hyoga asintió, mientras que el menor caminaba a la puerta. - Tampoco yo te lo perdonaría. - Dijo antes de salir del cuarto del Cisne.

 

En ese momento, Hyoga no espero más, cerró la puerta de su cuarto y comenzó a empacar y prepararse para el viaje que haría. Shun tenía razón, no podía interferir y seguir yendo en contra de los deseos de Ikki, era tiempo de seguir adelante, pero no podía estar ahí para que todos vieran cómo su corazón se hacía añicos.

 

Suspiró nuevamente, había pasado poco más de media hora perdido en sus recuerdos. Se levantó, hizo la cama, apagó el fuego de la chimenea y salió al exterior.

 

El frio de la tundra lo recibió cómo un cálido abrazo de madre. Hyoga llenó sus pulmones y contemplo por un momento el cielo sobre el. Sin más preambulos fue a atender a los animales, abrió los corrales y dejó que salieran al patio para estirar las patas y ejercitaran un poco, pero no les quitó los chalecos. Lleno el bebedero con agua fresca y dejó que se acercaran libremente al contenedor de la hierba, no comerían más de lo que necesitaban. El pequeño reno saltaba y cabeceaba por todos lados, la hembra preñada habia salido a tomar agua y sol, y se mantenía alejada de la cría. Hyoga sonrió, dejo a los animales sueltos y salió del recinto.

 

Regresó por la tarde, estaba cansado y sudoroso. Había estado entrenando todo el día, no se iba a permitir pasarse el día entero perdido en los recuerdos de lo que pudo ser y no fue. Al entrar en el recinto fue directo a la cocina, puso leña en la estufa y la prendió, tomó un bote de lámina y fue afuera al contenedor de agua, puso el balde sobre la estufa y fue a guardar a los animales y ponerles alimento y limpiar la paja. Luego limpió el patio. Fue a la bodega, tomó algo de comida y preparó su cena. Llevó el plato con comida al cuarto, encendió la chimenea y dejo la tetera en el ganchito. Regresó a la cocina y con el balde fue al lavatorio y se aseo, para luego ir al cuarto y cenar. El sobre seguía en la mesa, antes de acostarse lo vió nuevamente, ya no necesitaba leerlo, no necesitaba verlo más, sin detenerse a meditarlo, arrojó el sobre con la tarjeta a la chimenea y colocó el guada fuego. Sin volver a detenerse a meditar sobre su pasado se acosto a dormir usando solo ropa interior.

 

Día tras día, era mas o menos lo mismo, después de todo a eso iba, a olvidarse del tiempo que pasaba o había pasado. Sabía que el día que dejó la mansión faltaba mes y medio para la boda de Ikki, ahora ya no sabía bien, que día era. Una tarde al regresar, una figura lo esperaba junto al portón, era Iakov, lo supó antes de ver su rostro. Hyoga se acercó hasta él y lo abrazó.

 

- ¡Iakov! ¿Cuánto tiempo llevas aquí? - Dijo al romper el abrazo.

 

- Un buen rato. - Contestó el menor. - Estoy bien, me preocupa Fenir. - Hyoga volteó a ver al caballo que se encontraba atado junto a la puerta del vigía.

 

- ¡Vayamos adentro, entonces! - Hyoga abrió el portón mientras Iakov desataba al caballo.

 

- ¿Vienes de entrenar? - Hyoga asintió, ambos jovenes entraron al recinto, no hubo necesidad de explicarle a Iakov dónde estaba el establo, ya conocía aquel lugar. Hyoga cerró el portón y fue a preparar la cena, en eso estaba cuando Iakov entró a la cocina con un cubo de agua y lo pusó sobre la estufa. No dijo nada más ni espero a que Hyoga le diera instrucciones. - ¿Cúal es tu cuarto? - Preguntó con un leve sonrojo en las mejillas.

 

- El que está junto al vigía. - Contestó Hyoga distraídamente mientras cortaba unas papas para ponerlas a cocer. - Puedes usar el de junto o el de enfrente. - Iakov hizo un puchero.

 

- Soy algo friolento ¿no me puedo quedar contigo? - Hyoga sonrió al tiempo que vacíaba las papas en una cacerola con grasa.

 

- Por mí no hay problema, pero recuerda que ya no eres un niño y yo pateo en la noche. Así que la cama nos va a quedar pequeña. - Hyoga volteó a verlo y sonreía, Iakov le devolvió la sonrisa. - Por cierto, ¿sabe el abuelo que no llegarás a casa? - Iakov volvió a sonreír.

 

- Sabe que me quedaré hasta que me corras. - Hyoga movió la cabeza de lado a lado. - Anzhela le va a ayudar y todos le llevaran lo que ocupe. - Ambos sonrieron. - Bueno, ahora vuelvo.

 

Hyoga no preguntó, supuso a dónde se dirigía el menor. Terminó de preparar las papas y preparó algo de carne, para luego servir en dos platos juntó con un poco de verduras en salmuera. Tomó ambos platos y los llevó al cuarto, se encontró con Iakov quién iba de regreso a la cocina. Cuando Hyoga llegó a la habitación la encontró ordenada, las sabanas habían sido cambiadas y un cobertor grueso cubría la cama. En adición, en el librero había unas cuantas fotografías, eran de Hyoga, sus maestros Camus y Crystal y de Iakov con Ivraham. Hyoga sonrió, tenía guardada una foto que merecía estar con las demás, así que dejo los platos sobre la mesa y de su mochila sacó una cartera de cartón grueso, la abrió y dejó al descubierto dos fotografías, en una se veía a un grupo de niños mientras posaban para una foto y en la otro foto, tres chiquillos sonreían a la camára, o al menos dos lo hacían. Hyoga sonrió al ver la imágen, Shun estaba en medio de el y de Ikki, su sonrisa era inocente, Hyoga también sonreía al tiempo que cruzaba sus brazos sobre el pecho de Shun, Ikki no sonreía, pero sus ojos brillaban al ver a los otros dos felices, tenía los brazos sobre el pecho tratando de imitar una posición adulta. Hyoga volvió a sonreír. No eran más que sus hermanos, y sí acaso amaba a Ikki, lo tenía que dejar ser felíz, al menos eso se repetía.

 

Dejó los platos sobre la mesa, acomodó la tetera en el gancho de la chimenea y fue a asearse. Entró al lavatorio, se sonrojó al ver que ahí se encontraba Iakov, totalmente desnudo.

 

- Tientas a la suerte, al estar así. - Iakov volteo a ver cómo el otro se desnudaba, dejando la ropa doblada en una banca. Iakov se sonrojó notoriamente.

 

- No te quedas atrás. - Hyoga rió tomando la esponja y el jabon para tallar su cuello y el pecho.

 

- Estoy acostumbrado a esto. - Dijo mientras tallaba las axilas y los brazos.

 

- También yo. - Menciono distraidamente Iakov mientras enjuagaba su esponja y la pasaba por su cuerpo para quitar los residuos de jabón. Hyoga, rió, mientras enjuagaba su esponja y quitaba el jabón que acababa de aplicar.

 

- No me gustaría tener un húesped enfermo. - Dijó chasqueando la lengua. Para luego tomar la esponja para enjabonarla, mientras que Iakov le imitaba.

 

-¡Oh, no! Yo vine a cuidarte, no a que me cuides. - Hyoga volvió a reír, se levantó y comenzó a lavar sus genitales mientras sintió unas tímidas manos recorrer su espalda, volvió la mirada para encontrarse con la de Iakov. - Perdona, pensé en ayudarte... - Hyoga le sonrió.

 

- Está bien por mí. - Iakov sonrió y quedaron en silencio por un momento. Hyoga terminó de lavarse y se enjuago el jabón restante, mientras que Iakov le enjuagaba la espalda. Iakov se dio la vuelta y Hyoga le talló la espalda, a la mirada inquisitiva de Iakov simplemente respondió. - Devolviendo el favor. - Iakov sonrió y le dió la espalda a Hyoga con el doble propósito de dejarlo seguir limpiando su espalda y esconder lo ruborizado que estaba y otras reacciones de su cuerpo. Sintió el agua correr por su espalda y supo que el fugaz contacto había terminado. - ¿Terminaste? - Iakov pasó saliva.

 

- Aún no, en un momento te alcanzo. - Hyoga sonrió, había sido un poco descarado al lavarse frente a Iakov y le conmovió el pudor del jovencito. Así que decidió dejar al chico asearse apropiadamente, tomó su ropa, se vistió antes de salir del lavatorio.

 

Para cuando Iakov llegó al cuarto, Hyoga ya había cenado y estaba recostado en la cama leyendo un libro con el pijama puesto.

 

- ¿Estuvo bueno el baño? - Iakov se sonrojó hasta las orejas por el comentario.

 

- Si, fue un muy buen baño. - El joven se dirigia al pequeño armario mientras contestaba. Hyoga sonrió, su percepción inicial no estaba equivocada, pero eso significaba un ligero problema.

 

- ¿Estás seguro de querer dormir aqui esta noche? - Iakov lo volteó a ver sacaba una pijama de franela del armario.

 

- ¿Por qué la pregunta? - Hyoga cubrió su rostro mientras Iakov se desnudaba sin ninguna contemplación. "Ahora quién es el pudoroso" pensó para sí el rubio.

 

- Sigo pensando que la cama es pequeña para los dos. - Dijo el cisne levantando un poco más el libro, ya que Iakov se había vuelto hacía el, aún desnudo.

 

- Mejor, así no pasamos tanto frío. - Dijo al calzarse una camiseta de algodón. - El deshielo es lo peor. - Termino de decir antes de tomar una camisa de algodón y pasarsela por los hombros. - Me da frío de solo verte. - Hyoga volteo los ojos a la página contraria del libro, empezaba a sentirse incómodo por el descaro de Iakov.

 

- Entonces no me veas. - Dijo secamente el rubio levantándose de la cama. Su pijama era ligera, esa noche aún más después de ver la cobija que había sobre la cama. Llevaba únicamente una playera y un pantaloncillo corto. Iakov se había inclinado para tomar los calzoncillos mostrando o intentando mostrar el trasero a Hyoga. Eso fue lo que exhasperó al mayor. - Ire por un vaso de agua ¿quieres algo? - Iakov volteó a ver a Hyoga.

 

- No, gra... - Ni bien término de hablar, la puerta se cerró dejando al menor solo.

 

Hyoga no volvió al cuarto, prefirió pasar la noche en otro cuarto, Iakov entendió el mensaje y no buscó al otro por la mañana. Cuándo salió a ver, los animales ya estaban atendidos y Hyoga no estaba en el campamento, suspiró y fue a arreglar las cosas de la cocina y del cuarto en el que había dormido Hyoga.

 

Pasaron tres días sin dirigirse la palabra. Tres largos días para Iakov, quién en algún punto tendría que ceder.

 

- Mañana iré al pueblo, es el cumpleaños de Anzhela e irá con su familia. - Hyoga simplemente asintió mientras seguía comiendo el puré de papas. - Traeré provisiones para la semana dentro de dos días. - Hyoga no hizo ningún gesto está vez. - Creó que es momento de regresar a casa. - Hyoga dejó de lado su plato y miró a Iakov.

 

- Iakov, no estoy en contra de que estes aquí, sin embargo tu comportamiento...

 

- Si, de eso... - Hyoga suspiró, no le gustaba que lo interrumpieran. - Lo siento. - Hyoga dejó caer la cabeza hacia atrás y suspiró.

 

- Ahora no es el momento, Iakov. No soy buena compañía. - Iakov sonrió, Hyoga no lo estaba rechazando del todo. Jugueteo un poco con el pedazo de carne en su plato.

 

- No importa, yo te puedo acompañar. - Hyoga se enderezó en su asiento.

 

- Tampoco quiero que te hagas ilusiones con algo que es probable que no ocurra. - Hyoga chasqueó la lengua, Iakov esperó a que dijera algo más, pero el silencio se extendió mucho.

 

- ¿Podemos empezar otra vez? - Hyoga suspiró, sin decir nada, comenzó a recoger los platos y a limpiar la mesa, Iakov apresuró y terminó su cena para entregar sus trastos al otro. - Hyoga, yo de verdad lo siento, ofenderte no era mi intensión. - El cisne dejó los pocillos que sostenía con la mano derecha sobre la mesa y con esa misma mano acarició el cabello y el rostro de Iakov.

 

- Es demasiado pronto, para mí. - Dijo sonriendo y tomando los pocillos. Salío del cuarto a llevar las cosas a la cocina.

 

Afuera, una fuerte ventísca asotaba el campamento. Era raro que cosas así afectaran el lugar, pues estaba protegido por el cosmo de Athena, por eso no estaba enterrado en la nieve cómo era de esperarse, sin duda sería una noche fría. Se dirigió al establo y cerro las ventanillas, además de encender una estufa para mantener el calor, después de eso, regresó al cuartito en el que había estado durmiendo Iakov.

 

El chico ya se encontraba en la cama, vestido con su pijama, además de guantes y calcetines de lana.

 

- Hay ventísca, será una noche fría. - Dijo al limpiarse la nieve que se había acumulado en su ropa.

 

- Ya cerré la chimenea. - Hyoga asintió, mientras se cambiaba de ropa y se ponía algo más ligero.

 

- Creo que no es mala idea dormir juntos hoy. - Dijo Hyoga a la pregunta no hecha. - Iakov sonrió y se hizo a un lado para que Hyoga se acomodara en la cama. Hyoga entró en la cama y se acomodó para estar más agusto. - ¡Esto es un sauna!

 

- No exageres, está tibio, y todavía tengo un poquito de frío. - Hyoga rió por el puchero que había hecho Iakov. - ¡Te burlas de mí! - Hyoga trató de controlar su risa.

 

- No, no me burlo. - Iakov le soltó un almohadazo al rubio. Hyoga cerró los ojos y masajeo su frente fingiendo dolor. Ambos rieron un rato y se quedaron viendo con sonrisas en el rostro una vez que la risa pasó. - Te vez tierno cuando haces pucheros. - Hyoga rió levemente, suspiró, Iakov era tierno, lido, algo elegante y lo adoraba. Tal vez eso era lo que necesitaba, el cariño de alguien como Iakov, alguien que lo adorara con esa intensidad. Hyoga se dejó llevar por lo que sentía en ese momento y besó en los labios al jovencito. Iakov se enderezó y correspondió el beso, abrazando a Hyoga por el cuello. - No prometo nada, Iakov. - Dijo el mayor cuando separaron sus bocas.

 

- Me conformo con lo que me des en cada momento. - Dijo el menor besando la nariz del cisne.

 

Se quedaron un momento abrazados, viendose a los ojos. Hasta que Hyoga le hizo acostarse. Se acomodaron entre las cobijas, abrazandose. Hyoga besaba la frente y acariciaba los cabellos de Iakov. El santo del cisne si podría corresponder los sentimientos de Iakov, su corazón había perdido la cálidez de antaño, dejaría que Iakov llevará las riendas, aunque el cisne no supiera o no pudiera sentir amor de nuevo.


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