No puedo evitar sentirme feliz con solo poder ver una vez más este lugar. Por regla, nunca me habían gustado este tipo de reuniones y creo haber prometido nunca asistir a una, pero al parecer estoy lo suficientemente viejo para alegrarme por ver todos estos lugares que guardan la etapa más feliz de mi vida a pesar que también fue de la más mala.
Puedo ver como todos los que fueron mis compañeros caminan hasta el auditorio para el acto principal y bueno, no me atrae escuchar a un hombre al que no recuerdo durante tanto tiempo, doy media vuelta y camino por los vacíos salones que por un tiempo disfrute yo. Mi puesto y por supuesto el suyo…
Es triste ya no poder sentir su aroma a avellana desprender de la madera de la mesa, pero que era capaz de encenderme en apenas de unos segundos, también recuerdo como caminábamos juntos por estos mismos pasillos hasta las canchas de tenis, donde nos decías como entrenar y nos imponías superarnos siempre un poco más.
Ahora sin nosotros, sin nuestro equipo este lugar parece desolado, los camarines ya no huelen a nosotros y tienen el aroma mezclado del sudor y la colonia de alguien más.
El viento que corre por las canchas hace que se me congelen hasta los huesos, ¿el recordaría que fue en un día así de frío cuando todo empezó? ¿Recordará que fue en un día así que ese malentendido nos unió? Pues yo si me acuerdo… recuerdo que una chica se me acercó y me entregó una carta diciéndome si podía dártela a ti, y lógicamente no quería hacerlo, yo ya desde entonces te amaba y me molestaba que pudieras interesarte en alguna de esas chicas plásticas, pero aun así te la di y tu creíste que yo te la había escrito. Fue bastante cómico, primero dudaste, pero luego dijiste que preferías que fuera mía y no de una mujer.
No lo dije, pero en ese momento fui la persona más feliz del mundo, le amaba tanto y él al parecer también, nos amamos, nos entregamos y nos unimos, tantas veces como nuestras mentes y cuerpos infantiles lo permitieron. Quizás por eso no me costó tanto desparecer por su bien, me dio tanto que quise hacer lo mismo por él.
Y ahora, ahora que casi no recordaba que mis ojos eran azules, ni que mi cabello era castaño, ahora que vuelvo a vestir como un joven normal, extraño más que nunca estar lejos de ti.
“Pero todo fue por tu bien” dijo en voz alta mientras daba una última mirada a la puerta del camarín y salía hasta el auditorio para encontrarse con los demás.
Caminó hasta quedar a un par de metros de la masa humana que avanzaban a los que fueron sus salones, conversando con compañeros e incluso otros intentando ligar con la chica de sus sueños juveniles. Se mezcló como si nada con los demás y como siempre sucedía sus ojos eran lo suficientemente buenos para encontrar a la persona que deseaba.
-No espere que viniera- pensó mientras una sonrisa se formaba en su rostro, no creyó que aquella persona estuviera ahí, puesto que ahora era una de las celebridades del momento, el mejor tenista a nivel mundial y claramente todos se acercaban para poder conversar con él.
Recordaba que no te gustaban las multitudes, pero ahora pareces feliz con ellos, en especial con la chica que te sostiene del brazo.
Ella era bonita, y parecía divertida conversándole con naturalidad y dulzura en la voz. Se veían bien juntos y en su interior no se pudo formar ningún pensamiento negativo en su contra… pues por eso él se había apartado, para que su amado, Tezuka, pudiera disfrutar la vida que con él no hubiera podido tener.
No necesitó ver nada más, estaba conforme con la sonrisa que veía en el rostro del castaño, con poder apreciar su porte y presencia o poder ver el reflejo de su mirada a través del cristal de aquellos lentes. Con eso era suficiente y ya sin motivos con seguir en esa celebración se dio media vuelta y caminó hasta la salida.
Tomó un taxi y subió a él con lentitud, había comido algo antes de ir, por lo que no sentía la necesidad de parar en un restaurant, por lo mismo pidió que le llevaran al hotel en que se había hospedado.
¿Por qué no quedarse en casa? Eso era mucho más conveniente y sencillo para cualquiera, sin embargo, en su caso era completamente distinto, lo más sano era no dar muestras de vida a su familia.
Podía recordar el llanto de su hermana y la bofetada que le dio su madre al enterarse de su orientación sexual… recordaba los gritos de su padre y la vergüenza reflejada en el rostro de su hermanito, también tenía viva en su memoria la tristeza en el rostro de su madre y su nee-san cuando se fue, pues siempre pensó que a ellas solo les costaba aceptarlo, pero aun así no quería causarles más daños.
Llegó al hotel con aire de nostalgia, pues esa era su ciudad natal que albergaba tantos buenos recuerdos, pues los malos casi los había olvidado por completo. Pago el taxi y sin mayor entretención subió a su habitación, se dio una ducha caliente para relajar sus músculos y prepararse para dormir.
Pensaba en dormirse temprano pero se entretuvo en el espejo frente al lavado. Su cuerpo ya no era el mismo que la última vez que estuvo ahí, su masa muscular había disminuido, estaba más alto y delgado, su piel mucho más clara, y al mismo tiempo podía ver las cicatrices de agujas en sus antebrazos, las delgadas cicatrices de su abdomen y claro, el poco brillo que poseía su cabello mucho más corto que antes, pues por tratar de esconderlo lo había descuidado un montón.
Eso había sido después de conseguir la firma en esa agencia publicitaria en la que ahora trabajaba, era lo mejor que había podido conseguir, apenas había terminado su educación básica en una escuela cualquiera, por lo que para subsistir había sido niñera, camarero, barman, donante de sangre e incluso integrante de una pandilla a sueldo y sinceramente, el hecho de usar lentes de contacto y una peluca le molestaba menos que tener que andar contando los billetes que le quedaban para fin de mes.
Y aun así no era tonto, estaba estudiando administración y diseño publicitario, pues sabía que como modelo no aguantaría por siempre, pero aun así ya se había acostumbrado al rubro de la publicidad.
Hubo un tiempo en el que deseó con toda su alma seguir jugando al tenis, sacarle provecho a su potencial, pero por voluntad terminó haciendo algo completamente distinto a sus planes… y eso ya le daba igual.
Caminó hasta la cama, que era innecesariamente grande para una sola persona, pero sin pensarlo mucho se vistió con el pijama y se tumbó, quedando dormido casi de inmediato, pues a decir verdad por el viaje de ayer había quedado agotado.
Apenas sintió que su cuerpo comenzaba a relajarse y descansar como se merecía comenzó su sueño dejando volar su imaginación encontrándose viviendo una vez más su única relación amorosa.
Lo revivió todo por segunda vez… o al menos su última noche, era tarde y sus padres habían salido, sus hermanos rondaban la casa, pero al igual que hace un tiempo él había empezado a dejar su puerta con seguro.
Sintió el golpe sordo contra el cristal de la ventana y por supuesto se levantó como un resorte a abrirla y dejar pasar a su amante que le miraba con esa sonrisa cómplice que tanto le gustaba y que solo entre esas cuatro paredes había logrado ver.
Como siempre se admiraba de la habilidad de Tezuka para poder trepar hasta su ventana desde el segundo piso sin emitir ruido alguno, igual que un gato, pero aun así no intercambiaron ningún tipo de palabras, sino que apenas la ventana estuvo nuevamente cerrada y las cortinas corridas, sus cuerpos se movieron involuntariamente hasta fundirse en un necesitado beso, se reían mientras seguían besándose, luchando por profundizarlo lo más que podían, dejándose recostar sobre el suelo y aceptar el peso del contrario sobre el propio. Nunca lo habían hecho en una cama, pues esta podía hacer mucho ruido y llamar la atención de cualquiera y ninguno se quería arriesgar.
Aun así siguieron besándose con lujuria y desvistiéndose con desenfreno, eran torpes, pero felices de sus encuentros pasionales, que aunque esporádicos seguían siendo igual de placenteros. Se desvestían sin el menor romanticismo e intentando poder mantener el brusco beso que más tarde les dejaba los labios hinchados y adoloridos, para luego poder frotarse uno contra el otro en busca de mayor placer.
Obedientemente abría sus piernas y dejaba mayor acceso para poder continuar, las manos de Tezuka que recorrían cada centímetro de su piel hacía que su temperatura aumentara desquiciadamente al tiempo que con manos temblorosas por el nerviosismo que aún le causaba esas situaciones lograba quitar con cuidado los lentes del oji marrón que fijaba esa vista seria con cierto deje de cariño que solo le dedicaba a él y luego seguir con su faena de marcar y saborear el cuello de su amado que recorría sus muslos tanteando su entrada para comenzar a expandirla.
Trataba de mantener cualquier tipo de sonido que pudiera escapar de su voz en el mayor hermetismo posible, era cuidadoso, pero se le hacía difícil aguantar cuando cada caricia que le entregaba, le hacía querer gritar de placer.
Se abrazaba a su espalda y tiraba suavemente del cabello marrón mientras se mordía el labio hasta llegar a un punto en que comenzó a saborear el gusto metálico de su propia sangre.
Junto a besos y palabras pícaras, además de las sonrisas sinvergüenzas de su amante cambiaron tornas para poder seguir con su acto de placer, el quedó sentado a horcajadas sobre Tezuka teniendo la oportunidad de recorrer con sus dedos los firmes brazos del mayor que tanto le gustaban. Ya estaba preparado y su cadera se movía sola en busca de recibirle por completo, mientras él le seguía acariciando su suave y húmeda piel, sentía las manos del mismo recorrer sus piernas antes de dirigir el palpitante trozo de carne hasta sí.
Un gemido involuntario escapaba de su ser cada vez que sentía la primera penetración, era extraño, incómodo, pero no doloroso y sabía que por la cara que ponía Tezuka que él también lo estaba disfrutando y se las arreglaba para no follarle sin esperar ningún momento más.
Se besaron al tiempo que con una indicación muda comenzaban el frenético vaivén que les hacía perder todo uso de razón y cordura que hubiera en sus mentes, uno subía mientras el otro bajaba aumentando el ángulo de profundidad y haciendo cada vez más difícil ahogar sus propias voces que morían por salir de una sola vez.
No necesitaba que estimularan sus propios genitales, pues con solo sentir a esa persona tan importante dentro de sí podía eyacular múltiples veces en una sola noche, pero de todas formas se sentía enloquecer cuando esas fuertes manos le acariciaban por completo y le hacían aún más difícil silenciar su voz.
Terminaron juntos, con promesas de imposibles, sintiendo como su interior era llenado por aquella viscosa sustancia. Le daba pena tener que ver su propia sustancia pegada al vientre del contrario, pero no podía evitar enrojecer cuando le veía saborear su semen mientras quitaba los restos de su bajo vientre.
Y tan pronto como empezaron se separaron, el salió con cuidado y le llevó hasta la cama, le dio un beso que le supo a poco mientras volvía a vestirse y volver a escabullirse por la ventana con esa agilidad felina que hacia invisible su acto de puro pecado. Él no se vestía hasta la mañana siguiente, pues sabía que si lo intentaba terminaría durmiendo con solo la mitad de su pijama.
Sabía que se había dormido por más de media hora y que el fuerte golpeteo en su puerta le hacía volver de su descanso.
Nunca entendió como lo descubrieron, o por que esperaron a que Tezuka se fuera para intervenir, pero sus padres allanaron su habitación sacándole en cara que sabían lo que estaba haciendo y lo asqueroso que resultaba todo aquello… esa fue la noche de los insultos y de los llantos, donde creyó que por su culpa su familia se desmoronaría.
Pero aun así no lloró, aguantó en silencio cada palabra de odio o de repulsión que pudieran darle y tomo la fría decisión que lo dejaría donde estaba ahora, guardó solo lo más indispensable en una pequeña maleta y su mochila de la escuela, bajo las escaleras y salió, caminó sin destino fijo por horas, donde reflexionó todo lo que pudo para entender que haría desde ahora.
Se había dicho a si mismo que no quería que nadie sufriera por su culpa y los suyos estaban pasando por esa situación, además sabía que sus padres no se quedarían callados, lo culparían a él, a esa persona que él no deseaba mal y le harían que le odiase… pero prefería morir antes de que le dijesen eso, el mismo acabaría con su vida si eso llegaba a pasar.
Miro su posición y se encontró justo en frente de la casa de Tezuka que seguramente descansaba esa tarde antes de ir a la escuela al otro día y sacando el móvil escribió un mensaje… el mensaje que le desligaba de cualquier culpa y les separaba de forma definitiva, para luego de avanzar unas cuadras y lanzar su celular por el río para que nadie le buscara jamás, aunque era probable que nadie recordara eso con el tiempo.
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Sintió los cálidos rayos del sol alumbrar sus parpados para molestarle lo suficiente como para no dejarle dormir, no era muy temprano pero igual no tuvo ánimos de levantarse, se acurrucó en la cama y encendió la enorme televisión en busca de algún programa de interés.
Pero justo cuando estaba comenzando a volver a dormirse escuchó un extraño sonido en la puerta que le desconcertó casi por completo, cansado se levantó y miró su reloj, era muy temprano para ser la hora de la limpieza y no recordaba haber llamado a alguien.
De todas formas caminó en dirección a la puerta, se sentía aletargado y creía necesario el poder dormir unas cuantas horas más.
Abrió la puerta sin ver quién podía buscarle y aun medio aturdido pregunto quién era su extraño visitante sin siquiera verle a la cara.
“Buenos días…” dijo con modorra al desconocido queriendo preguntar que se le ofrecía, pero en el mismo instante en el que iba a terminar la frase sintió como era empujado hasta el interior de la habitación y empotrado en la pared más cercana, haciendo crujir todos sus huesos.
Un quejido de dolor escapó de sus labios al tiempo que abría sus ojos queriendo identificar al loco que le impedía realizar cualquier movimiento.
“Te… Tezuka…” palideció al identificar a su atacante y al sentir esa fría mirada sobre su persona que por poco y le cortaba el aire, no se sentía capaz de decir todas las preguntas que invadieron su mente al verle ahí frente a él ¿podía ser que aun estuviera durmiendo?
“Fuji” contestó este otro mientras se acercaba a él con esa presencia seria que él tenía “Fuji“ repitió mientras le abrazaba con fuerza como si temiera que el fuera a desaparecer.
“Tezuka…” volvió a decir cuando estuvo seguro de que no era un sueño” ¿qué haces aquí?”
“Buscarte” exclamó sin soltarle “¿Qué más podría estar haciendo?”
Sintió como su corazón daba un vuelco de lo profundo que le llegaban esas palabras a su corazón, pero no quería hacerse falsas esperanzas y separándose del mayor trato de encararle de la forma más fría que pudo adoptar.
“¿Pero por qué ahora? Han pasado muchos años desde entonces, te deje y no me buscaste ¿Por qué ahora sí?”
Vio como el ceño del contrario se fruncía y sus labios se apretaban aguantando el decir cualquier palabrota que tuviera en la mente. Le vio levantarle la mano y tuvo miedo de que le golpeara el rostro, Tezuka nunca le había pegado, pero aun así tuvo miedo y en un acto reflejo se llevó las manos al rostro, aunque en el pasado habría sido todo lo contrario, en el pasado jamás hubiese dejado que le pasase algo a sus manos. Las manos con las que podía jugar.
Sintió el puño del Tezuka en su cabeza, pero no de una forma brusca, sino más bien en una forma de reproche infantil, provocando que despejara sus manos en busca de alguna respuesta o explicación de que era lo que estaba pasando.
“Por tu mensaje de –se feliz lejos de mí-” fue la respuesta que obtuvo mientras sacaba de su bolsillo un viejo celular que tenía como único mensaje ese que él había enviado el mismo día en que quiso desaparecer “no sabía cómo tomarme eso… no sabía si ya no me querías o si era algún tipo de broma… ya estabas muy lejos cuando entendí el por qué” sus palabras estaban llenas de dolor, y nostalgia, queriendo evitar soltar las lágrimas que se agolpaban en sus ojos.
¿Y cómo evitarlo? ¿Cómo evitar no volver a amarle? Si su corazón aún seguía latiendo por esa sonrisa y por esos ojos fríos que solo irradiaban calor cuando le miraban a él, se dejó besar por aquellos labios que tanto había añorado y dejó que esas manos se colaran por la delgada camiseta que usaba de pijama.
“Estas muy delgado” le susurró mientras acercaba más sus cuerpos para que sus intimidades se frotasen sacándole a él un gemido de placer.
“No hay modelos gordos” se defendió mientras una nueva caricia le hacía encenderse por completo y entregarse a todo el placer que su amado Tezuka le pudiera dar “Tezuka” susurró queriendo convencerse de que todo era real.
Muchos podían pensar que no era justo, incluso más de un momento en el que paso por dificultad no pudo evitar reclamarlo. Pues no era justo, él, Syusuke Fuji, que tenía el mismo potencial que entregar que el afamado Kunimitsu Tezuka, tuvo que abandonar sus sueños, a su familia, sus seres queridos y cerrar todas las puertas que tenía a su disposición para evitar que Tezuka tuviera problemas, pudiera sufrir o peor aún, llegara a odiarle por el martirio que significaba estar junto a otro hombre, el que te rechacen por ser homosexual, el no poder formar una familia y perder la reputación que con sacrificio haz logrado construir.
No era justo, que él tuviera que vagar por medio mundo para asegurar su subsistencia, el pasar frío y hambre, el no poder confiar en nadie y el temor a tener que llegar a vender su cuerpo.
Él era el que había sacrificado más.
Pero a pesar de todas las perdidas, de todo el miedo y la angustia sufrida, no podía odiarlo. No podía dejar de quererle tanto como hacía, se le era imposible, cada noticia leída, cada reportaje que pudiera aparecer, cualquier cosa que el llegara a saber de ese hombre de ojos castaños era suficiente para que su corazón latiera fuerte y las ganas de vivir volvieran a aglomerarse junto a él.
Una sonrisa iluminó su rostro cuando un nuevo roce expulsó sus más íntimos deseos, la excitación que le producía el no tener que callar sus gritos, sus gemidos y sus ganas de soltar sus anhelos.
“Te extrañé” dijo el mientras volvía a besarle.
“Se suave” suspiró en respuesta mientras se dejaba guiar a su cama para seguir con aquellos besos que le enloquecían por completo.
“Te amo”
-Yo también- pensó mientras se dejaba amar por aquel que fue y seguía siendo el amor de su vida.
Llorar por él, reír por él, luchar por él, esperar por él, gemir y gritar para que aquella persona supiera cuanto le amaba.
Un nuevo estruendo le devolvió a la realidad, haciéndole saltar de la cama y casi estrellarse contra el piso. Observó su alrededor, el cuarto del hotel, la televisión encendida, su celular que vibraba por el nuevo mensaje recibido y su cama… su cama vacía y fría.
Estaba solo.
Había sido un sueño.
Se llevó las manos a la cara tratando de controlarse, no quería llorar, era patético llorar a esas alturas cuando sabía que no le recuperaría a excepción de las fantasías que sufría su imaginación.
Contó hasta diez, repitiéndose una y otra vez su realidad.
Ya no jugaba al tenis, no tenía una familia con quien contar. Estaba solo.
Solo.
Una lágrima resbaló por su mejilla, mientras la apartaba rápidamente y se levantaba de un salto para apagar el maldito televisor y se apoyó en la pared tratando de calmarse un poco. Lo consiguió a medias, pues su concentración se centró en el bate de béisbol que había en la habitación.
¿Qué hacía ahí? Ni idea, pero igualmente tomo el objeto entre sus delgados dedos y lo levanto con fuerza, se mentalizo para imaginar una raqueta, y rememorar los tiempos en los que podía jugar. Deslizo el bate en un movimiento lento simulado una dejada, luego un globo, un remate, un saque, Tubame Gaeshi. Pero ya no era lo mismo, su cuerpo no estaba ejercitado, ni su resistencia se había mantenido. Ya no podía decir que quedara algo del chico de ojos azules que alguna vez sugirió ser una promesa del deporte.
Ya se había resignado, estaba solo y listo para hacer lo que hiciera falta para sobrevivir, pues aun quería intentar alcanzar su felicidad.
Volvió a tumbarse en la cama, revisó su celular, distrayéndose con los mensajes de la agencia y la universidad, volvió a calmarse y pensó en volver a dormir unas horas más, a ver si así su ánimo mejoraba de alguna forma.
Un nuevo ruido volvió a inundar sus oídos. Esta vez estaba despierto y la puerta volvía a sonar. Mientras que al irse acercando su corazón volvía a dar un vuelco de sorpresa al oír un.
“No puedo ser feliz lejos de ti”