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I cried for plastic wings por Konan Shimizu Uchiha

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Notas del fanfic:

Título cortesía de Toumei Nakago de Vidoll... Sí, Vidoll... Se supone que mis fics de Sadie van con una canción de Sadie, pero Vidoll porque YOLO y porque puedo(?)

El fic está inspirado en la mejor historia de amor que conozco... Solo espero haber atrapado la esencia de esa historia y transmitirla con este par...

—Disculpe, ¿podría darme un café helado? —otoño, una época en la que disfrutaba hacer eso. Un libro en mano, un asiento en la cafetería, su abrigo en el respaldo, realmente amaba eso. Se prometió a sí mismo que sin importar el lugar, lo haría durante toda su vida. Y justo en ese momento, se encontraba muy lejos de su casa. El viaje a Inglaterra le había emocionado desde el segundo en que lo vio factible. Ya le estaba agarrando el gusto a esto de conocer otro país y aprender el idioma.

—Aquí tiene, ¿necesita algo más?

—Solo más café cuando este… se… acabe, por favor —contestó Mao en un inglés bastante “robótico”. Todavía le quedaban detalles por afinar.

—¿No eres de acá? —el encargado del lugar le sonrió amablemente poniéndole un muffin junto a su café. El castaño comenzó a recordar sus palabras y estaba más que seguro de no haber pedido dicho postre.

—Vengo de Japón —sonrió al pensar en su ciudad natal. Apenas tenía semanas en Inglaterra, pero eso no le quitaba el sentimentalismo de extrañar su ciudad.

—¡Ah! Como Mizuki —comentó el señor alegremente—. Si continúas viniendo por acá, es probable que lo conozcas. Cortesía de la casa —el encargado señaló el muffin y se fue a atender otra de las mesas.

—Mizuki, ¿eh?... Que nombre tan inusual… —susurró Mao antes de internarse en su libro.

 

〜a34;〜a34;〜

 

Mao era alguien bajito. Él no.

Mao llevaba su cabello castaño. Él lo cargaba rubio.

Mao podía llegar a ser bastante tímido. Él no callaba nunca.

Mao se vestía de manera “normal”, buscando no resaltar. Él llevaba piercings y prácticamente gritaba por la vida “Miren lo asombroso que soy”.

Sí, Mizuki resultaba ser todo un personaje.

 

Tal como el encargado le había dicho, Mizuki apareció en la tienda la tercera vez que Mao se sentaba a leer en la misma mesa que usó el primer día. Solo que desde ese día ya no leía en paz. Mao llegaba y ya Mizuki estaba allí. Mao se sentaba y ya Mizuki le traía el café. Mao abría el libro, Mizuki le buscaba conversación. El chico era bastante insistente… Ese libro no lo terminaría de leer nunca.

 

—¿Qué tal estás hoy? Quiero llevarte a un lugar, ¿estás libre en la tarde? —en menos de diez segundos ya había hecho una avalancha de preguntas que atrapó a Mao por completo.

—Tengo clases hasta las seis —contestó el más bajo, tomando un poco del trozo de pastel que Mizuki había traído para ambos.

—Te necesitaría desde las cuatro… Guarda una tarde para mí, Mao.

—¿A dónde iremos? —no es que le emocionase mucho la idea, pero su curiosidad ya había picado.

—Es tan secreto que solo yo conozco el lugar —dijo con una gran sonrisa. Se sentía orgulloso de esa afirmación—. No creas que solo te quiero arrastrar a mi cama.

Ante las palabras ajenas, Mao casi escupe lo que tenía en la boca. Sí, esa era otra característica de Mizuki: era gay. No lo ocultaba para nada, y por su actitud, le importaba muy poco si la humanidad deseaba verlo mal por ello. Mao no estaba acostumbrado a ese tipo de personas, tan libres en la vida, por lo que siempre sentía ahogarse cuando del rubio salían esas palabras.

—Te has sonrojado tanto que siento que dije algo raro —Mizuki claramente se estaba burlando de él. Eso de que le gustaba al menor era simplemente un juego al que Mao jamás se iba a acostumbrar.

 

Si era sincero, el castaño se cuestionaba de vez en cuando cómo sería salir con Mizuki. Apenas tenía cuatro meses de conocerlo, pero el otro le obligaba a hablar cada día que sentía un lazo mucho más profundo. Su primer secreto era que le detallaba cuando Mizuki no observaba... El segundo: los labios del menor le llamaban. Eso sí, nunca lo diría en voz alta. El solo pensamiento le hacía ruido y buscaba desecharlo lo más rápido posible.

 

—¿Por qué? —interrumpió Mizuki.

—¿Eh? —el mayor se asustó un poco, más porque esa era la pregunta que se hacía por los pensamientos que tenía. ¿Acaso estaba pensando en voz alta?

—Te quedaste muy callado, tanto que casi acabo con la tarta —tal como lo decía, quedaba un bocado que Mizuki tomó sin dudar—. ¿Quieres más?

—Por favor —pidió Mao en japonés, idioma que tenía prohibido pues Mizuki, aunque había nacido en Japón, nunca aprendió a hablarlo. Sus padres se mudaron cuando era apenas un bebé y no le dieron importancia al japonés después de la mudanza.

—Está divina —Mizuki ya había traído un nuevo plato con más tarta de frutas—. Desde hace años que vengo por acá por los dulces. ¿Sabías que es la esposa del encargado quien los hace? Su toque es el mejor.

—Oh, no lo sabía…

—Pues ya que esta tarde no puedes, te robaré apenas termines.

 

Estaba decidido: jamás terminaría de leer el libro.

 

〜a34;〜a34;〜

 

—No Mao, tiene que ser así —Mizuki volvió a llenar sus manos con harina y las hundió en la masa. El más bajo imitó los pasos e intentaba arduamente hacerle el mismo tratamiento a la masa, pero simplemente no se veía tan profesional como el otro.

—Esto no es lo mío… —soltó un largo suspiro, mas sabía que se divertía.

Mizuki lo había arrastrado hasta la cocina del local. Era pequeña, decorada como una cocina casera y sin equipos gigantes. Apenas constaba de tres trabajadores: la esposa del encargado y dos chicos más, personas que se habían mostrado muy amables con Mao.

Al parecer Mizuki conocía a todos en ese lugar… Tanto así que les permitieron a ambos ponerse a cocinar con ayuda de todo el staff.

—Si no le pones ganas, te va a pasar… —Mizuki no completó la oración cuando eso ya había pasado.

La levadura había fermentado en exceso, y al no ser manejada de forma adecuada, hizo una especie de explosión extraña de harina de trigo. En resumen: Mao había terminado con harina hasta en sus pantalones. Como buen amigo, Mizuki comenzó a reír como si no hubiese mañana.

—Muy bien —el tono de Mao no era nada amistoso. Mizuki paró de reír al creer que el mayor se había enojado, pero luego resonó la risa de ambos. Mao había hecho un contraataque, lanzándole harina a Mizuki solo por reírse de él.

Así fue como comenzó una infantil pelea que fue detenida cuando ya era muy tarde. Ambos japoneses ya habían hecho un desastre monumental en la cocina, desastre que la señora Jones no iba a dejar pasar.

—Están castigados —un par de escobas serían las nuevas amigas de los chicos durante un buen rato. Y las únicas amigas pues los habían encerrado en la cocina.

—Se enojó bastante… —comentó Mao justo como un niño regañado.

—No, cuando se enoja sube una ceja y esa es mi señal para huir. Solo nos está dando una lección sobre qué no hacer en el futuro.

—Pareces conocerlos muy bien, a todos los que trabajan aquí…

—¿Celos, Masao? —poner nervioso a Mao era muy sencillo. Dos palabras fueron más que suficientes para verlo sonrojarse y negar fervientemente—. Tengo años viniendo para acá. Ellos son mi segunda familia.

—Yo… —“tengo una pregunta”… No, no quería decir eso. No quería decir en voz alta “¿Por qué eres tan amable y me muestras todo esto?”. Cierta parte de Mao sentía mucha curiosidad sobre la posible respuesta, se imaginaba un “porque me gustas” de labios de Mizuki. ¿Tal vez quería escuchar esas palabras?

—¿Tú? —Mizuki le veía atentamente.

—Yo… debo salir temprano —desechó lo que iba a decir.

—Perfecto —Mizuki le sonrió, comenzando a limpiar el lugar con mucho cuidado.

 

〜a34;〜a34;〜

 

—¡Buenos días! —tan animado como siempre, Mizuki vino con un café que Mao jamás había visto en la carta.

Mao no estaba del mejor humor ese día. Desde que se levantó, las cosas no iban según sus planes.

—¿Qué pasa? —preguntó el encargado del café.

—No lo sé, tiene esa cara desde que llegó —contestó Mizuki.

¿Tanto así se notaba que algo no iba bien ese día? Ya ambos mostraban preocupación, mas esa no era la idea.

—Solo tengo un poco de sueño —mintió. Mao no quería decirlo, no aún. Necesitaba otro ambiente, uno menos familiar. El señor Jones se fue, no sin antes dejar una muestra de las nuevas galletas que venderían.

—No me engañas, Mao… —esos ojos castaños le examinaban a cada instante, tanto que podían notar una mentira rápidamente.

—Tu propuesta de salir en la tarde, ¿sigue en pie? Hoy estoy libre —soltó para intentar desviar la atención.

—¿Eh? ¡¿De verdad?!

—Sí… Quiero ir contigo —Mao no había terminado de hablar cuando Mizuki ya estaba dándole un abrazo. ¿En qué momento había saltado de su puesto hasta donde estaba Mao sentado?

—No te arrepentirás —le susurró en el oído, justo antes de darle un corto beso en la mejilla.

 

Mizuki sí que se había emocionado. Por supuesto que Mao no entendía el por qué, pero solo necesitó que las horas pasaran.

El mágico lugar del rubio era extrañamente hermoso.

—Lo conseguí un día de lluvia. Estaba por el lugar y no tenía donde refugiarme del agua —explicó Mizuki mientras le ayudaba a subir a esa atracción vacía—. Realmente no sé por qué dejaron este parque abandonado, si todo funciona a la perfección.

—¿Es seguro?

—Nunca he tenido ningún problema —alzó sus hombros para restarle importancia a la preocupación del mayor—. Aquí vamos.

El aparato volvió a la vida poco a poco, comenzando por la típica música de carnaval. Las tazas comenzaron a girar, pero no como Mao lo esperaba. El ritmo era lento, no mareaba y las tazas no chocaban entre sí.

—Mira hacia arriba —pidió Mizuki.

—¿Cómo? —fue todo lo que salió de sus labios. El techo, que normalmente sería decorado con múltiples luces de colores o con dibujos infantiles, era totalmente blanco. Se notaba a leguas que lo hicieron con toda la intención, pues la película se proyectaba perfectamente.

—Me tomó un tiempo, pero creé la mejor sala de cine del mundo… Donde solo muestro lo mejor de lo mejor.

—¿De verdad? ¿Qué veremos?

—Mi cortometraje favorito, que ya empezó —fue lo último que escuchó Mao pues esa pantalla tan especial le había atrapado. Lo genial del ambiente es que no entraba nada de luz aunque estaban en medio de la tarde. La pantalla se movía a medida que la taza lo hacía. Ahora Mao entendía que este lugar era muy especial para el contrario.

 

La proyección del corto duró diez cortos minutos.  Al terminar, el techo se iluminó con un azul infinito, mostrando estrellas como si fuese un planetario. Se veía incluso mejor que antes.

—Ya entendí por qué estás tan orgulloso de este lugar —susurró Mao—, pero no puedo entender por qué insistes en mostrarme estas cosas que son tan especiales para ti.

—Mao, sé que no lo entiendes…  Es la misma razón por la cual paso tiempo contigo, por la que busco que sonrías, por la que me esfuerzo en que no te abrumes con la conversación. ¿Debo decirlo claramente? —Mizuki hablaba rápido. Él sentía que si respiraba, perdía tiempo. Era la adrenalina quien actuaba por él, o eso quería creer.

Culpó a la hormona de tomar la mano de Mao, la culpó de todos sus movimientos para acercársele, pero sabía muy bien que ese beso que compartían era solo culpa de su deseo. Fue corto, sutil, amable… Pero no podía dejarlo ir así: mordió el labio inferior de Mao antes de separarse. El toque perfecto para sentirse como todo un triunfador.

Mao no lo pensó dos veces antes de devolver el beso. Tenía días pensando en lo mismo, semanas queriendo hacer esto, meses siendo seducido por esos labios.

 

Solo que…

 

—Mizuki… Antes de que... nos ilusionemos —fue la palabra más adecuada que consiguió, aunque no le gustaba cómo sonaba—, tienes algo que saber. La próxima semana el programa acaba, por lo que… —Mao vio como la expresión de alegría de Mizuki fue desapareciendo con el paso de los segundos.

—Vuelves a Japón —completó en tono muy serio. No era justo para ninguno de los dos enamorarse y no poder estar juntos.

—El sábado debo estar de vuelta. Mizuki, creo que podemos mantener una relación a distancia, es la única forma que veo —el mayor había enfocado su vista en su mano unida a la de Mizuki. No quería seguir viendo esa expresión mortal que mostraba el contrario.

—No, Mao. Eso jamás va a funcionar. No conmigo —la voz que usó, el movimiento que realizó, esos pequeños detalles fueron los que devolvieron a la realidad a Mao. El otro tenía razón, no había forma ni manera.

—Lo siento mucho…

Esa última mirada que le dirigió no fue amable. Y literalmente, fue la última. Mizuki se fue de la atracción, se fue del parque. Desapareció de la vida de Mao, pues el mayor lo buscó cada día en el café que frecuentaba y nunca apareció. Que culpable se sentía el mayor… Había alimentado el cariño de Mizuki de tal manera que comenzó a volar, sin saber que solo le había colocado unas débiles alas.

 

〜a34;〜a34;〜

 

—Britanic Airways se complace en anunciar la llegada del vuelo JP9019 con arribo en la puerta número seis —cuarta vez que escuchaba el mismo mensaje en las bocinas de Narita. Habían llegado hace media hora y la chica insistía en informarlo múltiples veces. Mao no veía la hora en que liberaran su equipaje.

 

Pero claro, era él. Desde hace una semana no estaba de humor para nada y aún así, la vida se empeñaba en dificultarle más las cosas. Sus maletas fueron las últimas en salir, y justo una de ellas había desaparecido.

 

Hora y media dando vueltas por las oficinas de todos los empleados de la aerolínea fue suficiente para encontrar la maleta perdida. Parece que alguien, como si buscase reírse de él en su cara, olvidó bajarla del avión. Sentía que estaba por morder a alguien. Intentó calmarse y con mucho esfuerzo, lo logró. Era mejor que evitara una escena más, lo importante era salir de allí camino a su casa.

Un taxi y estaría en casa, eso se repetía mentalmente como una letanía. Sería costoso, pero no estaba de humor para nada más.

—Tardaste demasiado… —una voz que jamás creyó volver a escuchar. Una cara que extrañaba demasiado para ser cierto. No podía creerlo, pero eran los brazos de Mizuki que lo envolvían en ese instante—. Jamás hubiese funcionado a la distancia… Por eso —los labios de Mao temblaron al escuchar su voz tan cerca— preferí quedarme sin casa en la cual vivir.

—Tú… Gran idiota… —fue lo único que Mao logró articular antes de robarle un beso al más alto. El lugar no importaba, la gente que miraba tampoco… Se trataba de ellos dos, haciendo que el amor volase aunque sea con unas simples alas de plástico que pronto se harían mucho más fuertes.

 

a34;〜Fin〜a34;

Notas finales:

Mucho salió para ser un fic que comencé a escribir ayer :'DDD Y más cuando se trata de una pareja que me gusta, pero no tanto :'DDD

Comenten, compartan, apoyen el hermoso #DesafíoUNDEAD porque ha costado un montón :'3 <3

XOXO

KSh~

 


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