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Cereza. por Nichts

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Notas del fanfic:

ADVERTENCIA: Fic no apto para diabéticos.

Posibles fallos de tipeo (?).

I

La primera vez que te vi estabas fumando en una banquilla con actitud despreocupada. Yo sostenía en las manos una serie de bolsas que, cual crío, poco estaba de arrastrar por el suelo. Aquel día estaba libre y no encontré mejor forma de pasarlo que llevarme medio centro comercial a casa. No me gusta estar solo.

No encontré mejor segundo para percatarme de tu existencia que ese, en el que las puertas automáticas se abren de par en par y yo luchaba por encontrar las llaves del auto. Mi vista se debatía entre el bolsillo, los dedos -rojos por la cantidad de bolsas que cargaba- y tu perfil. La forma de tu nariz respingada llamó mi atención. Admito que también me embobé en tu vestimenta. Parecías de esos chicos que se colocan lo primero que hallan en el armario y salen despreocupados, sin mayor ceremonia. Contrario a mí. Pero te veías bien, demasiado bien. Me gustaba.

No sé qué tal alto fue el grito (maldición) que di cuando las bolsas se cayeron desparramando todo. Habían pocos transeúntes al ser de mañana, y creo que muchos ene se momento se apartaron. Maldita sea mi torpeza, pensé. Recuerdo que una chica me tendió una caja, la de una corbata. Le agradecí la atención antes de que se fuera rápidamente. Junté algunas otras cosas a uno de mis costados hasta que vi una mano tendiéndome las bolsas restantes. Cuando alcé la vista para agradecer, me di cuenta que eras tú.

—Son muchas cosas —comentaste viendo lo demás—. ¿Necesitas ayuda?
—Gracias, pero estoy bien. Tengo el coche estacionado cerca.
—No creo que sea problema entonces ayudar con algunas bolsas. ¿Hacia dónde?

Sonreíste y yo no supe si sentirme cohibido, no supe si quitarte las cosas y huir cual adolescente recién declarado que no espera respuesta de la vergüenza. Mas mi cuerpo actuó solo y caminó en dirección al coche. "Por aquí", logré pronunciar.

Te vi de soslayo, seguramente apagaste el cigarrillo antes de ofrecer ayuda. No lo vi en tus manos. Mantuviste la mirada al frente. En ese momento reparé en que no cuestionaste qué tanto parecía llevar. Pensé que podrías ser del tipo de persona que no se inmiscuye en la vida de otros. También que podrías ser recatado. Fue una caminata de pocos minutos en los que la curiosidad creció cual animal famélico. Tan sólo quería decir algo, cualquier cosa, entablar alguna conversación, pero vez que abría la boca titubeaba. Nervios, malditos nervios. Fue extraño saberme nervioso.

—Aquí.

Desactivé la alarma del carro. El pitido sonó y me acerqué a abrir el maletero. Dejé las cosas en orden e hiciste lo mismo, cuidando de no ser bruto, como si se trataran de objetos importantes y/o delicados. Sólo es ropa. Pero claro, no sabías eso.

—Muchas gracias.
—No hay de qué. —Pausa—. Deberías estacionar más cerca para la próxima.

Reíste.

—Tienes razón.
—Bueno, tengo que irme.

Te alejaste. Te vi guardar las manos en los bolsillos del chaleco. Yo me quedé de pie, pensando en que fui un completo idiota al cohibirme de esa manera.

No me había pasado antes.

 

II

 

Un mes después descubrí que trabajabas en el centro comercial. Fue una grata coincidencia y una maravillosa revelación..

Cuando te vi en la relojería del primer piso, me oculté tras un pilar como si me fueses a ver a la distancia. Atendías a una mujer que parecía ser indecisa. Se paseaba por las vitrinas y tú sacabas una y otra vez relojes. Admiré tu paciencia, aunque estoy seguro de que yo podría ser aún más exasperante a la hora de comprar. Era un cliente... bueno, de esos que preguntan por mil tallas y te hacen ir y venir de la bodega para al final no llevar nada o llevar otra cosa que se encuentra a mano. Bueno, no es mi culpa que los buenos productos, con estilo, tengan que ser descubiertos luego de un arduo trabajo. A veces están ahí, frente a ti, pero uno no los ve hasta que parecen estar iluminados por un ángel.

 

III

 

Sin importar que pareciera un prófugo, me mantuve escondido tras un árbol a la espera de verte. Di un salto cuando las puertas se abrieron enseñando tu figura. Llevabas puesto el uniforme del trabajo. Lógico, es la hora del almuerzo y no me costó demasiado averiguar tu costumbre de comer y luego fumar.

Aproveché una de tus ausencias por la mañana para escabullirme en el local (con lentes de sol, sombrero y mascarilla) a dejarte una carta, encargada a tu compañera.

—Para el chico rubio que trabaja contigo.

Y huí cual ladrón.

No pretendía ser un admirador secreto, pero me transformé en eso cuando me vi frente al escritorio escribiendo una carta. O, mejor dicho, un par de frases sueltas y alguna que otra pista de quién soy. No oculté mi género, por lo que estaba ansioso observándote, queriendo ver tu reacción. Quizás tener la suerte, para comenzar, de que prefieras leerla a solas. Agradecí que así fuera.

Desplegaste el papel. Lo oliste (porque hasta perfume rocié en él). Tu mirada se perdió en algún punto, supongo que analizabas el hecho de que la carta fuera con perfume, aunque esto es sólo suposición mía; botaste el humo y procediste a leer.

Pensé en correr y quitártela de las manos.

Estuve a punto de hacerlo.

Y justo en ese instante, sonreíste.

 

IV

 

Ya se había hecho costumbre que cada miércoles de la semana te viera leyendo en aquella banca. Nunca se trataron de cartas extensas, tampoco agradecí en alguna de ellas tu ayuda, adivinarías mi identidad. Y si soy honesto, pensar que no lo harías porque puedes tener complejo de buen samaritano con frecuencia, me molesta.

Aquel miércoles en particular fue diferente. Cuando llegué a hacer la entrega, la chica me sonrió (ella también se acostumbró a hacer de paloma mensajera) y, antes de cualquier cosa, dijo que tener algo para mí. Sacó del bolsillo de su delantal un sobre y me lo tendió. Lo tomé fijando la mirada en él. A ella pareció hacerle gracia el que me quedara embobado viéndolo en mis manos.

—Es de Kei.

Saber tu nombre me inspiró para escribir cartas por un año completo.

Agradecí dejando mi humilde obsequio.

Esa tarde te observé, ansioso de volver a casa. A riesgo de que el contenido pudiera ser bueno o muy malo (ni siquiera malo. Horrible sería leer un "pero" entre las líneas).

Esa tarde, me proyectaste una ternura que regocijó mi alma.

 

V

 

Tus respuestas recurrentes no eran, de todos modos lo entendía. Escribiste en la segunda ocasión que no solías tener mucho tiempo, además de que la escritura no era lo tuyo.

De todas formas me hacía feliz cuando obtenía algo de tu puño.

Descubrí que más que un buen samaritano, te gusta ser educado. "Es bonito cuando te dan un buen trato incluso sin conocerte. A mí me gusta darlo por lo mismo."

Si tuviera que describirte, diría que tienes un buen corazón.

 

VI

 

Los meses se sucedieron rápidos.

El tiempo, dicen, se hace más corto cuando disfrutas algo. Poco queda por agregar que nuestras conversaciones (porque de frases, de poemas, con tus respuestas mutaron a auténticas y extensas conversaciones) me terminaron enamorando. ¡Y qué gusto más grande cuando el ansia te carcome a la espera de la siguiente semana para ir en busca de alguna carta tuya! Estoy enamorado cual quinceañero de ti, y me pregunto si yo tendré un espacio, aunque mínimo, en tu cabeza.

Dos semanas me debatí sobre aquello —declararme— o quizás, presentarme ante ti. Paso a paso: primero el rostro, luego la interacción directa y real, luego declararme. Sí, ese es un mejor plan.
Hoy sería el día.

El gran día.

Llegué al local sin mascarilla, sin lentes y sombrero. La muchacha me saludó como si de un cliente se tratase. Sonreí.

—¿En cuántos minutos llega Kei-san? Me gustaría entregarle esto... personalmente. —Extendí el sobre.

Ella abrió los ojos evidenciando la sorpresa, no ocultó la sonrisa ni ahogó un gritillo. O más bien, un pequeño chillido.

—¡Así que eres tú! Un gusto, soy Hana.

En ese momento, la vivacidad e ella logró apaciguar los nervios que por poco lograron más de una vez hacerme caer de bruces al suelo en el trayecto de casa a la tienda. Me pregunto si el dueño escogerá a sus dependientes por sus personalidades, porque ella desde un principio se vio amable. Y ahora, pese a estar al fin cara a cara, sin cosas que evitasen que me viera a los ojos, no me atosigó con preguntas ni nada parecido.

Le regresé el saludo y, como de costumbre, ella rebuscó en su delantal el sobre que Kei le dejó encargado. Pero esta vez también sacó una caja café con un listón blanco. Un regalo. La observé dubitativo y ella me los tendió, deslizando ambas cosas por el crista. Luego dejó ir un suspiro.

—Creí que lo sabrías —hizo una pausa, breve. Y la odié por eso—, pero Kei ya no está trabajando acá.
—¿Dónde está trabajando ahora? —Me apresuré a preguntar. La vi negar. Tuve miedo de que no supiera.
—No está en la cuidad. Fue a Kobe.
—¿Kobe?
—Sí. No sé los detalles, pero hace unos días habló con el jefe. El mismo que me dejó estas cosas, y me pidió encarecidamente que te las hiciera llegar. También que lo lamentaba mucho.

Sentí como si el suelo no fuese más que una ilusión de la mente. Estoy parado al borde de un abismo que traga voraz todo a su paso. Pero el único objeto existente en la boca soy yo. Las piernas temblaron y casi me dejé caer al suelo. Consternado, sin saber realmente si esto se trata de una broma pesada. La miré a ella con súplica, como queriendo decirle sin necesidad de emitir voz alguna que me dijese que todo esto es una mentira. Una broma, que en el algún momento el aparecería por las puertas y saludaría sin entender qué mierda está pasando. Con la esperanza de que me reconociera o, ni eso, me saludara como un cliente más.

Evidentemente, no fue así.

—Lo siento —murmuró ella.
—No hay problema, gracias.

Me di vuelta, siquiera pensé en entregar lo de siempre. Entonces me detuve en la entrada. Regresé mis pasos y busqué un bolígrafo en mis bolsillo. Anoté mi número de teléfono en la carta y se la dejé.

—Si llegas a saber algo de él, por favor, por favor, entrégale esto. Me harías un gran favor, y el último.
—¡Claro! Será un placer.

 

VII

 

Creo que hasta esta mañana no me había percatado de la situación. Sostengo esa hoja de papel que me parece una sentencia y hasta lo proyecto como el epitafio en mi lápida. Pero lejos de lo escrito (que no es nada fatalista, sino una disculpa luego de continuar el hilo de la otra conversación), es un todo que me tiene ofuscado.

Locuras como ir a Kobe y buscar en cada rincón tu paradero, fueron seductoras. Mas tengo la certeza de que si llegase a hacer eso, te espantaría y mi plan de tratar de hacerte caer en mis redes —si es que no habías caído ya— se habría ido al carajo. Aunque al parecer, todo ya está perdido.
Te idealicé. Me hablaste en esta última nota de los ideales que se proyectan en los demás, en las ideas totalmente erradas sobre un alguien, ilusiones inventadas e historias, percepciones falsas porque se producen por medio de las letras. Confesaste que hablar conmigo fue un placer y que nunca te habías animado tanto a tomar un lápiz y un papel para responder algo. Confesaste que fue maravilloso y que tu corazón latió desbocado, aunque tú con disimulo, resguardaste tus deseos frente a los demás. Me hiciste feliz al mencionar que leías y releías cada nota en casa, en privado recostado en la cama o sentado en el sofá "con una sonrisa de aquellas que cualquiera se burlaría, por estúpida", textualmente fue.

Pero también confesaste que fue un placer efímero.

"Fue una cereza. Diablos, soy horrible con las comparaciones, pero... me hago la idea. Son dulces, son jugosas y son pequeñas. Entonces con dos mordidas —o comúnmente una— ya se fue de tus manos. Y el sabor te queda en la lengua, exquisito, pero tienes que comer más y más cerezas. No es una manzana que degustas lentamente en el camino al trabajo. ¿Y sabes? Hablar contigo fue magnífico. Porque fue precisamente eso. Y el sabor... No se olvida."

Notas finales:

Sí, lo sé, también es corto, pero... ewe...

Igual lo hice con amor. Es la primera vez que escribo un KeiMao de tipo romántico... (el únco que he escrito es una etupidez de principio a fin. Pelelas plz). Espero que les haya gustado.

Como un extra: Quiero agradecer a la muchacha que en un principio iba a escribir de ellos. Tengo entendido que el fic lo publicó en la fecha original del evento. Esto no es desmerecer su trabajo, que quede claro, pero nos hubiese gustado que todos publicásemos un mismo día, para llenar la sección de AY de Sadie.

Creo que lo correcto es que pese a este percance/problema/como sea que quieran llamarlo, es que se considere su participación. Y bueno, esto de la no información suele ocurrir.

Nos vemos.


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