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El del barista que conoció a Jean Valjean. por KasmithHale

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Notas del fanfic:

Buenas, presento mi historia, la primera que publico.

Y no es la gran maravilla, es un borrador y me faltó ponerle varias cosas.

Pero es cuestión de honor el que hoy la esté subiendo.

Cuestión de honor y del corazón, porque, Sophie Romero, linda, esto va para ti *la señala y le guiña un ojo* Lo prometí y helo aquí, una historia mía dedicada para ti. Eres la mejor amiga que tengo, la única, de hecho. Y agradezco a Glob que hoy, hace unas décadas, te haya traído a este mundo para hacer del el un lugar más lindo y mi vida una menos aburrida.

Te quiero demasiado.

Sé que esto no es lo mejor que he escrito, tú lo sabes pero tenía que subir algo y prometo que, si no te desagrada por completo la historia, la puliré y la subiré de nuevo.

Es tuya, tú sabes que hacer con ella.

*hace una reverencia* A vuestra merced, mi obra es suya. Ésta y las demás que he escrito. No es mucho, pero te la ofrezco. Lo mejor de mí, para ti.

Feliz cumpleaños, Sophie :DD

Notas del capitulo:

Capítulo único. Algo así como un one-shot.

Ningún de los personajes mencionados como referencias culturales me pertenecen.

Espero no sea tan malo, Sophie.

Te quiero *@*

 

Cada cierto tiempo, Isaac tiende a generarse una nueva manía.


Primero fue el no salir de casa cada mañana sin haber leído antes un artículo al azar en Wikipedia. Ya fuera Oceanía en el año 2006 o el apartado de leyendas urbanas. Después, aquella obsesión por contar los pasos que daba hacia cada lugar desde su casa. En plan, cada lugar. Así fuera la tienda 24 horas de la esquina o la Universidad al otro lado de la ciudad. Después de ésa fue el visitar cada cafetería en la ciudad, al menos una nueva por semana. Sin hacer distinciones de ningún tipo. Y la más reciente: dar referencias de cultura pop cuando le pregunten su nombre en las cafeterías para ponerlo en su vaso desechable. Una especie de estudio social para darse cuenta de cuántas personas son capaces de entender sus referencias, cuántas no, y cuántas le miran como diciendo: freak.


Manías tontas, insignificantes, que le hacen reírse de sí mismo un rato y llegar con el suficiente buen humor necesario para tratar con los estirados críticos de arte que visitan la galería en que se exponen sus obras. No es que sea un artista demasiado famoso, apenas comienza en el ámbito y aunque sabe que es bastante bueno en lo que hace, no tiene demasiada prisa o interés en volverse una celebridad, pero es lo suficientemente conocido como para tener su propia galería en un anexo a la Universidad, un afluente de clientes, fanáticos y críticos y la paga suficiente como para vagar sin problemas.


Así que eso hace. Isaac vaga por la vida, de la galería a su departamento, de allí a las cafeterías, a los bares, a otros departamentos.


Camina despacio calle abajo cuando el inconfundible aroma del café llena sus fosas nasales y le hace retroceder suavemente. Una nueva. Empuja la puerta semi rústica y se adentra en un lugar cálido, con olor a nuevo, Navidad y brownies. Mesas de madera, macetas colgando del techo, un par de muérdagos y oh- bendita sea la deidad que permita que los baristas ardientes de alborotado cabello negro y ceño fruncido usen ajustadas camisas blancas y corbatas indecentemente mal colocadas.


Isaac mira con un interés mal fingido al susodicho, sonriendo con cachondeo en una mueca ladina, mientras se acerca a la barra. El barista le devuelve la mirada sin el menor interés. Con un aspecto como ése, y unos ojos azules como ésos debe estar más que acostumbrado a las indecentes y abiertas proposiciones indecorosas de, apuesta, inclusive perversas abuelitas.


"¿Qué vas a ordenar?"


Isaac se muerde la lengua para no soltar alguna indecencia y ladea levemente la cabeza, pasándose la mano por el despeinado cabello rubio oscuro, fingiendo tomarse su tiempo para mirar el menú detrás del sensual barista y no, en efecto, al sensual barista.


“Un americano y un brownie, por favor.”


El barista asiente sin una palabra y toma un vaso de papel en una mano y un sharpie en otra, mirándole con una ceja alzada y una impaciencia mal disimulada. Si no estuviera tan bueno, probablemente no conseguiría trabajo con esa cara de amargura en ningún lado. Pero oh, que bella cara de amargura.


“¿Nombre?”
No se lo piensa demasiado.
“Jean Valjean.”


La cara del barista es una mezcla de exasperación y- no, sólo mucha, bastante exasperación. Escribe de prisa y sirve la bebida, entregándole una bolsa de papel con el brownie y el vaso aparte.


Tal parece que el sensual barista será de ésos que solo le miran pensando que es un fenómeno. Una lástima, piensa, porque tenía bastante potencial. Casi se imaginaba pintando esa anatomía digna del Olimpo sin indumentaria alguna de por medio. Ni pinceles.


Es a mitad de la siguiente calle cuando se le ocurre mirar lo que el sensual barista escribió, en una perfecta caligrafía, y no puede evitar soltar una pequeña risita de niña.


“24601”

 


Eso se convierte en un algo, eventualmente.


La manía de visitar nuevas cafeterías se va apagando. La adicción al café y al adorable ceño fruncido del barista, sufre un crecimiento totalmente proporcional.


“¿Nombre?”
“Voldemort.”


Mira el vaso siempre al salir de la cafetería, para no caer en la tentación de pedirle al ardiente barista que le haga un hijo sin el hijo.
“El que no-debe-ser-nombrado."


"Barry Allen.”
“Segundo Flash.”

“Riddler.”
“Edward Nigma.”

“Jaime Lannister.”
“Kingslayer.”

"Princess Consuela Bananahammock."
"Phoebe Buffay."


Casi puede jurar que ve asomarse una sonrisa pequeñísima en el borde de los bellos labios del barista en aquella ocasión.


“¿Nombre?”
Isaac se muerde el labio, dándose cuenta de que está jodido emocionalmente con respecto a ese hombre del que ni siquiera sabe su nombre cuando responde, con un levísimo titubeo:
“Isaac.”
El ardiente barista le mira con una ceja levantada, como siempre, pero con intriga genuina esta vez, como esperando que le dé alguna otra pista.
“¿Eso…?”
“Soy yo. Isaac” se señala a sí mismo, alzando los hombros casi como disculpándose. Debió seguir con el juego, todo iba muy bien, ahora las cosas serán incómodas y-
“Lindo nombre.”


La intriga genuina ahora invade la cara de Isaac, provocando otro atentado de sonrisa en el barista. Tan sumido está en contemplarle que casi no escucha a su subconsciente responder:


“Si eso te parece lindo deberías escuchar mi número telefónico.”

Palmada mental en la cara.

El barista levanta ahora ambas cejas, seguramente preguntándose porqué diablos sigue hablando con él. Con un suspiro anota el nombre sin responder a la indirecta y prepara el ya conocido americano. Le entrega la bebida y se sienta, abriendo su libro y volcando toda su atención en él de nuevo.
Isaac se queda un minuto sin saber qué hacer, cosa rara en su persona y está a punto de salir cuando mira lo que el barista ha escrito en el vaso:

Ethan. 595 412 9516.
Y del lado contrario:
Hora de salida: 8:00 pm.


Isaac mira hacia el reloj, que marca las seis en punto y se sienta en una de las mesas cercanas a la caja registradora, mirando de reojo hacia el- Ethan. Oculta una sonrisa estupida de niña enamorada tras el vaso del café y se dispone a esperar. Después de meses de algo muy parecido al acos-flirteo, dos horas... Bueno, siguen siendo demasiado pero mientras puede entretenerse mirando como esa bendita camisa blanca ajustada parece a punto de reventar con cada movimiento de Ethan.


Con el poco autocontrol que le queda se las arregla para no soltar un: Hey, esa camisa se bien en ti. Como dato curioso, también yo lo haría.

 

La nueva exposición de Isaac atrae estudiantes de arte por montones. Los desnudos siempre lo hacen, se dice. Y ése, en particular, es una maravilla.
Eso mismo le dice a Ethan una mañana en que los dos dejan pasar el día con pereza enredados entre ellos y con las sábanas. Ethan simplemente responde con un gruñido, enterrando la cara en la almohada.

"Eres un dolor en el trasero. En todas las formas posibles."

"Eso es lo que te gusta de mí y lo sabes."


"No, me gusta tu trasero, no que seas un dolor en el mío."

"No debería gustarme tanto tu ácido sentido del humor."

"Menos mal que no soy el único con mal gusto en ésta relación."

"Tienes suerte de estar tan bueno."

"Y tú de que tenga un fetiche por los freaks rubios sin filtro boca cerebro."

"Soy un bastardo con suerte."


"Totalmente."


Isaac sonríe entonces, sin lascivia, y con esa ternura extraña en él que solo aparece cuando está con Ethan y le pasa una mano suavemente por la espalda desnuda, causándole un escalofrío que le devuelve una mirada azul muy exasperada y el indicio, muy leve, de esa sonrisa igualmente extraña."""""

Notas finales:

Me estoy muriendo de miedo al publicarlo.

No lo hago por impresionar a nadie. Es sólo un regalo de cumpleaños para mi maravillosa artista, eh Hikki.

Y no. No es un poni. Pero es tu padre publicando algo, eso es casi igual de imposible que un poni, ¿no? Debe contar de algo.

Feliz cumpleaños, il mio cuore.

Con amor y vergüenza, tu padre.


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