“Nunca imaginé que dolería tanto, ¿cómo la pérdida de una persona me destruiría con tal magnitud? Sí, claro que había tenido bastantes amoríos a mi corta edad de 20 años, pero este sentimiento era diferente a comparación de lo que ya había sentido antes. Una ráfaga intensa de sensaciones me carcomía por completo y como si fuera poco, era impulsada por los malos sentimientos. Nunca me había sentido así, tan débil, tan afligido y tan muerto en vida propia”.
Recuerdo muy bien el día en que le conocí, pese a que no tenía nada de especial. Seguía la misma rutina de todas, me sentaba en la cama justo después de despertar y maldecía al mundo entero mientras que hacía un intento por buscar calzado e ir a tomar una ducha. Cuando salía de ésta, tomaba una bata de dormir para ir en busca de un café y sentarme a leer el periódico local. Sabía que era algo anticuado, pero no me importaba para nada lo que dijeran mis familiares al respecto, sobre todo cuando iban de visita a mi hogar.
Ensimismado con lo que leía, me topé con un pequeño anuncio de todos los que se encontraban en una de las páginas. Hablaba acerca de un grupo de ayuda para cierta área de Seúl, por lo que puse manos a la obra y llamé al número que se encontraba en la parte inferior del anuncio. Siempre me había interesado el ayudar a obras de caridad, donando dinero para las personas más necesitadas, sin embargo, hacer algo y poder ver el resultado de mis frutos me parecía una idea sensacional.
Siempre había tenido la comodidad de un hogar, comida, dinero y una casa de lujo. Desde muy pequeño había tenido todo lo que se me viniera al pensamiento, pero ya estaba harto de eso. Mujeres e incluso hombres se arrastraban a mis pies, haciendo lo que les pedía… todo por una mísera cantidad de dinero. Pero ahora, aunque hubiera heredado el dinero y compañía de mi padre, quería hacerme ver como un ciudadano normal de Seúl. Vivía en una casa normal, salía a citas de vez en cuando, dando datos poco interesantes sobre mi persona. Y claro que, había tenido variedad de novios y novias, pero sinceramente, no me había enamorado.
Alejando aquellos pensares, me dispuse a tomar ropa casual, no recuerdo muy bien qué llevaba ese día, pero era una ropa bastante normal. En menos de nada, me habían devuelto la llamada, diciéndome que podría ir al lugar en dos horas, pues el grupo iniciaba por las tardes. Tomando la dirección que encontré en el anuncio, me dispuse a ir a aquel lugar; el grupo de ayuda.
Cuando llegué, aún faltaban quince minutos para que todos estuvieran en él, sin embargo, ya había algunas personas en el lugar. Tomé asiento para así observar el lugar con mera curiosidad y en lo primero que me percaté, era que estaba demasiado impecable. No estuve mucho tiempo en el lugar para que ya todos estuvieran reunidos, cada uno se presentó y el resto, amablemente correspondía el saludo al unísono. Hablamos sobre el área pobre de Seúl y lo que se planeaba hacer con las personas de bajos recursos, llevaríamos comida, ropa y todo lo que se necesitase para mantenerlos en una situación bastante cómoda; la idea me alegraba con creces.
Había pasado media hora desde que llegué al lugar, lo pude saber por el gran reloj que se encontraba en una de las paredes del espacioso cuarto. Desvié un poco la atención para concentrarme en el reloj “tic, tac”, repetía una y otra vez. No sabía porqué, pero de pronto me había perdido de la conversación y lo único que sabía, era que hablaban, mas no les escuchaba. Pero de repente, una grave voz se escuchó y era el encargado del lugar, saludaba a un chico que acababa de llegar y al darme la vuelta para poder verle, abrí los ojos enormemente.
Allí, en la puerta y con una mirada torpe, se disculpaba el delgado chico, mientras que rascaba su cabeza en un gesto de disculpas. Lo primero que noté, fue su nariz, sus hermosos ojos, aquellos labios tan finos y rosáceos. Ahora había encontrado algo más con lo que distraerme, nuevamente no escuchaba nada, sólo su voz, su presencia, el aroma que emanaba de su cuerpo al acercarse al mío. Si hubiera dispuesto de un espejo, juro que me habría visto como un total idiota, con las mejillas rojas y una estúpida sonrisa de oreja a oreja. Tragué saliva y no había notado que estaba tan cerca hasta que le escuché dirigir su palabra hacia mi persona.
—Eres el nuevo, ¿no es así? —Preguntó él, mirándome a los ojos.
—Ehh, sí… Sehun, ¿tú? —No noté lo tonto que me había oído, sino hasta que le escuché reír, pero joder, qué risa tan angelical y prodigiosa, que no hice más que sonreír bastante torpe, bastante idiota.
—Luhan, un gusto.
Después de intercambias esas sencillas palabras, se sentó en una silla vacía que había a mi lado y yo no pude evitar el sentirme nervioso todo el tiempo. La charla acabó en media hora también, pues sólo iríamos a hablar por una hora y hacer la labor en fines de semana, por lo que entendí.
Cuando salimos del lugar, aquel chico se acercó nuevamente a mí, diciéndome que en la noche habría una cena entre las personas del grupo de ayuda. A lo que rápidamente le asentí, quería ir, deseaba ir, verle otra vez, no quería perdérmelo.