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El llanto del banshee por HitchNoDanna

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Notas del capitulo:

Hola, hola!!! Aprovechando que tengo un poco de tiempo libre antes de mi siguiente clase, vengo a hacer otra entrega de este nuevo proyecto. Pretendía subirla hasta el viernes, pero quiero aprovechar ese tiempo para terminar el capítulo número 49 de El Cuartel del Metal, entre otros proyectos que he dejado a medias por cosas de la escuela y demás.

Como siempre, gracias por sus comentarios, me animan mucho a escribir. Bueno, sin más de mi perorata, les dejo el capítulo.

Disclaymer: Junjou Romantica no me pertenece.

III.-


Una semana transcurrió desde aquél día, pero la impresión de los Usami al encontrarse con lo que había tras la puerta era tan vívida como si hubiera sido apenas ayer. La familia entera se había puesto a buscar algún documento, diario o al menos un mísero papel o pista que pudiera explicar los motivos de tal visión, así como el por qué estos seres servían a la familia —por decirlo de alguna forma—. Sin embargo resultaba que no existía ni una sola prueba además de las cartas del abuelo, la de Beth Usami, y el testimonio del propio Fujuhiko, pero ninguno decía más de lo que Tanaka ya había explicado.


—¡Pfff! Parece que tendremos que volver ahí —decía Kaoruko, mientras desayunaba.

—¡¿Estás loca?! —le reclamó Mizuki, otro de sus primos— ¡Ni de chiste vuelven a abrir esa puerta!

—¡¿Entonces cómo pretenden que encontremos más pistas?! ¡Ni modo que se nos aparezca una de ellas y nos cuente todo!

—¡No seas estúpida! Si se apareciera una, alguien podría amanecer muerto… tú, yo… ¡puede ser cualquiera de la familia!


Si lo pensaba bien, preguntarle a una de ellas y evitar conjeturas que sólo los llevaban en círculos, sería lo más lógico, pero Mizuki podría tener razón. Asimismo pensaba que para encontrar a una tendría que volver ahí y llamar su atención, pero suponía que sólo aparecían cuando alguien fuera a morir.


—O podríamos fingir una muerte para llamar su atención —Kaoruko y Mizuki seguían con su discusión.

—¡De plano tienes aserrín en el cerebro! Tanaka-san fue muy claro, si les haces daño o intentas atraparlas se vengarán dejándote muda… —y luego el joven esbozó una risilla maliciosa— aunque… no estaría mal que cerraras la boca por un rato…

—¡Repite eso!


Y ahí otro problema… definitivamente las banshee eran seres muy interesantes, o al menos lo suficiente para despertar esa curiosidad infantil que creía extinta. Se preguntaba si serían jóvenes delicadas, o imponentes señoras, o ancianas horrorosas… pero al menos tenía dos pistas que los demás pasaron por alto: una, la diferencia entre el timbre de llanto que oyó en su infancia y el de apenas unos días, y dos, esos destellos verdes. Tuvo que obligarse a pasar unos días en la mansión Usami, pues era el lugar de los hechos. Asimismo solicitó a Tanaka el permiso de entrar a la dichosa habitación.


—¿Está seguro de hacer esto, Akihiko-sama? No tenemos idea de la clase de peligros que pueda haber ahí dentro.

—Pero por algo el Coronel depositó su confianza en ellas ¿no crees?

—Sí, pero…

—Además, si tan fieles son, seguramente avisarán a la familia si muero…

—Veo que no cambiará de opinión, así que voy con usted.

—De ninguna manera, Tanaka-san. Esta familia te necesita más de lo que ellos a mí o yo a ellos.


Pero no contaba con que algunos integrantes de la familia se enterarían de su plan y ahora se interponían entre él y la puerta.

—¡¿Perdiste la cabeza o qué?! —replicaba Mizuki.

—No se le pierde sólo porque la tiene pegada al cuello.

—¿Miedo? —les sonrió con sorna.

—¡Akihiko, esto no es un juego de niños! —Fujuhiko también se encontraba ahí.

—Haré esto de todos modos, así que apártense.

—¡No seas necio! No sabes qué clase de peligros hay ahí ¡podrías perder la vida!

—Dejen que entre… si muere, la banshee lo anunciará.

—¡Haruhiko, tú cállate!

—Mira si me importa. Háganse a un lado.


Le arrebató la llave a Tanaka y la insertó en la ranura del picaporte. Una vez abierta, e igual que la vez pasada, los mismos alaridos de ultratumba se dejaron oír, poniéndoles a todos la piel de gallina. Estaba a punto de entrar cuando sintió cómo lo sostenían, mientras le quitaban la llave.


—¡Qué car*jo…!

—Si no quieres entender por la buena, será por la mala.


Sin embargo no fue difícil deshacerse del agarre y entrar. Cuando la puerta se cerró, los demás vieron con horror cómo la cerradura y la misma puerta desaparecían, dejando la pared lisa. Algo parecido ocurrió dentro de ese lugar, pues una vez que Akihiko entró, volteó atrás y vio únicamente la puerta. La abrió, pero ya no estaba su familia ni el corredor. El viento soplaba con fuerza y el frío le calaba los huesos como finas agujas de hielo. Asimismo las oscuras aguas de ese río se movían en pequeños embates contra las rocas y los cráneos que estaban en sus orillas. El olor a tierra húmeda y el crujir de las hojas muertas bajo sus pies hacían de la tranquilidad del lugar algo tenso y perturbador. De hecho, le extrañaba que estuviera tranquilo y ya no se oyeran esos horribles gritos. Siguió avanzando tanto como pudo, sin saber exactamente a dónde ir, pero con un objetivo en mente: encontrar a una banshee.


—¿Hola?


El crujido de maleza le advirtió que no estaba solo. Volteó rápidamente hacia el origen de ese sonido, pero sólo alcanzó a ver un tipo muy difuso de sombra. Corrió, dispuesto a seguirla, pero se topó con una peineta de plata vieja, decorada con perlas y flores hechas de concha nácar (1). La levantó y la metió en su bolsillo. De nuevo se escuchó ese crujir de hierba seca, y de nuevo vio aquella figura. Siguió avanzando tras ella, y conforme lo hacía, se adentraba en un oscuro y tétrico bosque sin vida. Corría tanto como podía, pero el frío infernal, las malezas y la poca niebla del lugar se lo hacían difícil.


—¡Hey, espera! —habló con un poco de dificultad— ¡Vuelve aquí!


No supo cuánto tiempo pasó así, caminando en círculos, sin tener idea de qué era precisamente eso que estaba persiguiendo. Sin embargo no le duró demasiado, pues vio como esa figura levantó vuelo por encima de él, resultando ser un cuervo. Gruñó con evidente desazón, pues había creído que sería una deellas. Sin embargo una silueta entre dos árboles, del tamaño promedio de un ser humano, avivó su curiosidad. A simple vista parecía ser una mujer, pues su complexión era pequeña. Con este último razonamiento en mente, pensó que tal vez la peineta le pertenecía a ella.


—¡Oye! ¡Se te cayó esto! —le habló, sacando el objeto de su bolsillo.


Eso pareció llamar su atención, pues hizo un movimiento como si volteara a ver. Entonces vio un par de destellos verdes, los cuales reconoció. Instintivamente avanzó más hacia ella, pero ésta parecía retroceder. Pensó que si quería hablarle, lo mejor sería no asustarla.


—Dejaré esto aquí y me iré lentamente.


Puso la peineta sobre el suelo y fue retrocediendo. Como la niebla era lo suficientemente densa como para no ser visto, se ocultó tras un árbol mientras veía a aquella figura avanzar. El viento pronto sopló, de forma lenta, de tal forma que podía escucharse su suspirar y disipaba lentamente la niebla, dejándolo maravillado ante la vista que le ofrecía: lucía un kimono verde oscuro (2), con detalles dorados en todas partes, cuya tela semi-transparente dejaba ver un poquito las formas de su pequeño y delicado cuerpo; sus cabellos castaños cual hebras de bronce, apenas por encima de sus hombros, ostentaban otra peineta exactamente igual a la que encontró; sus facciones finas y hasta cierto punto aniñadas, y su piel blanca, le daban un aspecto angelical, como estatua de alabastro; sus labios eran como dos rodajas de durazno, suaves y apetecibles; y en el cerco de sus bronceadas pestañas, brillaban cual destellos un par de esmeraldas… los mismos que vio la primera vez que se abrió esa puerta.


Tan bella era esa criatura que se sintió sobrecogido de maravilla. Preguntándose qué hacía esa preciosura tan rebosante de vida en este horrible lugar, intentó acercarse sigilosamente a ella, pero el crujir de las hojas muertas lo delató, por lo que nada pudo hacer para evitar que ésta le volteara a ver, cual cervatillo espantado. Pensó que saldría huyendo despavorida, pero…


—Gracias —…en lugar de eso agachó la mirada hacia sus manos, que sostenían la peineta, mientras sus mejillas pálidas se tiñeron de un lindo color carmín.


Por el timbre de voz Akihiko supo que se trataba de un muchacho, probablemente de 18 años, lo cual despertó aún más su interés. No obstante observó que la parte baja del kimono se iba haciendo más difusa y transparente, como si estuviera hecho de la misma niebla que aun circundaba. Por otro lado, sus lindos ojos estaban ligeramente enrojecidos, como si hubiera…


“…llorado…”


Sus ojos se abrieron de sobremanera cuando vio que lentamente se desvanecía aquel jovencito mientras un suave y doliente suspiro escapaba de sus labios.


—¡Espera! ¡Por favor no te vayas!


Pero el muchacho no le hizo caso. Lo último que alcanzó a ver de él fue el brillo de unas pequeñas lágrimas, y entonces lo supo…


“Es un banshee”




CONTINUARÁ…

Notas finales:

1. Según algunas fuentes, se creía que si de noche encontrabas un peine (que en este caso remplacé por una peineta) de plata, que no debía levantarse porque podía pertenecerle a una banshee. Si alguien lo recogía, sería perseguido por ellas hasta el día de su muerte. Esta sería la peineta que Akihiko encontró:http://2.bp.blogspot.com/-yQy1rZuYzto/UbSp...as+Baronesa.JPG

2. Dentro de lo que investigué, se dice que cuando las banshee se dejan ver (normalmente sólo se les oye), se aparecen como en el sueño de Fujuhiko: con vestido y capa (generalmente gris o verde), lavando a la orilla de un río. Se menciona que otras veces aparecen con un vestido fúnebre. Sin embargo quise darle un toque un poco más japonés, así que quise utilizar un kimono. Éste vendría siendo, pero con el color que mencioné, y sin el tocado: http://static1.fondosypantallas.com/wp-con...4-768-01140.jpg


Sí, lo hice. En mis fics no acostumbro a vestir a Misaki o cualquier otro uke de mujer (por alguna razón me da cierto repelús), pero tuve que hacerlo para finalidades de este trabajo. En fin, gracias por tomarse unos minutos para leer. Chaito.


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