Una vez terminada la reunión con el concejo real, me dirigí a mis aposentos con suma molestia, pues no era de mi agrado que decidieran absolutamente todo por mí: qué ropa utlizar y cual no, mi alimentación, mis salidas, mis estudios y toda una vida de planes y más planes que no tenían ni una pisca de mi propia voluntad.
-¿Molesto príncipe Haruka?-me preguntó el consejero real. La única persona con la podía expresarme sin contenerme y sin pensar como “príncipe” pues podía ser sólo Haruka.
-A ti no te puedo ocultar nada Nagisa-le respondí respirando profundamente.
-No tienes derecho a estarlo Haru-chan-respondió seriamente-pero conmigo es otra historia, sabes perfectamente que puedes contarme lo que sea cuando sea-me dijo sonriendo a la Nagisa.
-¿Qué haría yo sin ti?-le dije resignado mientras pensaba lo peor. Él sólo me sonrió como de costumbre logrando que mi mente se relajara y pensara con claridad.
Caminamos juntos hasta mi habitación y justo antes de que Nagisa se fuera a cumpir con sus obligaciones con mi padre me atreví a exigir detalles de lo que habían tratado en las reuniones anteriores.
-Y bien Nagisa, ¿cuándo comenzarán las diligencias?
-¿Interesado Haru-chan?-soltó una risita-dentro de 3 días. De acuerdo al itinerario comenzaremos con los reinos del norte y continuaremos en el este para terminar con los reinos de sur.
-¿Y los reinos del oeste?
-Son muy pobres y no nos traerían beneficios.
-¡Claro!-dije con sarcasmo-¿Cuándo acaban?
-Pues veamos, en cada reino debes presentar un tributo de cooperación, celebrar una cena con la familia real, realizar dos o más actos de presencia en reuniones o fiestas, entre otras cosas de la aristocracia; pero recuerda que lo más importante es conocer a tus “prospectos de marido”.
-¿Más importante? Creí que los beneficios eran mucho más importantes-en efecto, sólo delante de Nagisa podía intentar bromear de vez en cuando.
-Y lo son príncipe. Yo hablaba por su bien. Usted contraerá matrimonio y formará una familia con alguno de ellos. Pasará el resto de su vida al lado de esa persona; yo en su lugar trataría de buscar a alguien acorde a mis gustos y pasatiempos.
Su respuesta me sorprendió, Nagisa sólo se referia a mi de usted cuando hablaba de un tema serio. Sus palabras trajeron a mi una avalancha de pensamientos e imágenes de una vida que no era la deseada al lado de una persona sin rostro.
-No lo pienses mucho Haru-chan-me dijo en su tono infantil-estoy seguro de que alguno de ellos podrá ser un buen acompañante.
-Pero ¿y si no lo amo?-pregunté sin pensarlo mucho.
Nagisa respiró profundo y camino unos pasos de manera que ambos nos encontraramos solos en mi habitación.
-Haru-chan, lamento ser yo quien te lo diga pero lo tuyo con Makoto no puede ser.
Él lo sabía. Sabía como era que me sentía con respecto a Makoto y lo peor es que lo desaprobaba con suma tristeza en sus ojos, la misma tristeza que vi el día en el que él me avisó que mi madre había desaparecido.
-Na...Nagisa, yo...-no pude soportarlo más y las lágrimas amenazaban con caer sin piedad.
Estaba a unos segundos de ser víctima del dolor cuando sentí sus brazos sosteniéndome, dándome fuerzas.
-Puedes llorar Haru-chan. Si no llegas a olvidar a Makoto por lo menos nos asegurarémos de que la persona con la que te cases sea especial para ti, aunque no lo ames-se detuvo y pensó para sí unos segundos-¡Así como yo! ¡Yo te adoro Haru-chan! Aunque no de la manera en la que te gustaría-comenzó a reír.
En mis adentros sabía que esa era su especialidad. Sacarme sonrisas en los momentos en los que llego a pensar que mi debilidad me supera.
-Gracias...-le dije. No era muy bueno con las palabras pero sabía que Nagisa entendía todos los sentimientos que imprimí en esa expresión.
Ese mismo día pero pasada la tarde, volví a encontrarme con Nagisa en los jardines del este del castillo. Mi lugar favorito para observar el ocaso.
-Haru-chan-me saludó.
-Nagisa, ¿qué haces?
-Pensaba.
Era muy rara la ocasión en la que Nagisa sólo respondiera con una sola palabra. Por lo regular continuaba y continuaba con su discurso; aunque debo admitir que no me molestaba escucharlo.
-¿Sobre qué?-le pregunté al ver que no me diría nada más.
-Probablemente para estas fechas, dentro de un año o más, estaré cargando a un hermoso bebé de ojos azules-suspiró.
-¡¿Qué?! Eso es muy rápido Nagisa-respondí al instante lleno de terror y vergüenza.
-Yo hablaba de mi, quiero formar una familia y huir de casa.
¿Huir de casa? Al escuchar esa frase recordé el estado en el que la relación de Nagisa con sus padres se encontraba. Varias veces el rubio había compartido conmigo lo mucho que deseaba su libertad; una libertad que pudiera vivir lejos de sus padres y sus alocadas exigencias.
-Espera, ¿ojos azules?-Era extraño que describiera así a su bebé con tanta seguridad.
-SE-CRE-TO-me dijo volviendo a ser el mismo de antes-sólo te diré que he conseguido que en tu diligencia sea yo quien te acompañe y no mi padre-me confesó orgulloso.
-Suena bien-y como siempre mis pocas palabras.
-Y no sé, si te portas bien tal vez te hable más acerca de “él”
¡Oh Dios! Había un “él”. No podía imaginar que clase de persona tendría el calvario de cargar con Nagisa por el resto de su vida, pero me alegraba en lo profundo del alma que mi querido amigo al fin haya encontrado a su “él”.
-Lo espararé con ansias-dije realmente convencido. No puedo decir que la curiosidad me mataba pues sabía que durante ese viaje yo también tendría que encontrar un “él”.
-Creo que por fin le encuentro un uso a mi parentezco con tu familia Haru-chan-me dijo sonriendo de oreja a oreja mientras el viento de la tarde meneaba su cabello rubio haciéndolo lucir más hermoso.
Sólo lo miré curioso tratanto de adivinar a qué se refería hasta que él decidió romper el silencio.
-¡Ya sabes!-me dijo colgándose de mi-lo de poder tener bebés-me susurró al oído.
Traté de ocultarlo lo más que pude pero supongo que tratándose de Nagisa era imposible, pues un rubor tremendamente rojo me comenzó a cubrir toda la cara hasta las orejas. Todo aquello era cierto, dentro de mi familia tanto hombres como mujeres podían tener hijos, pues nuestra sangre era especial y lo permitía, es por eso que los matrimonios dentro de la familia real siempre se daban entre hombres. Así es, nunca lo mencioné antes pero mi querida madre también lo era.
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-Buenos días Makoto-san ¿en qué le puedo ayudar?
-Buen día, me gustaría ordenar una nochebuena del invernadero del reino por favor.
-¡Oh! Excelente elección-dijo el dependiente-¿a qué dirección será el envío?
-No se preocupe por eso, yo mismo pasaré a recogerla al invernadero. No quiero que la saquen de su maceta, sería una gran pena.
-¡Pero que buen muchacho!-confesó otra señora que también se encontraba comprando-esa flor es especial, pues es la única que puede crecer tanto fuera como dentro del agua; sin mencionar que el color azul que posee es más que hermoso.
-Lo sé señora, es un brillante y vivo azul que sólo he encontrado en otro lugar.
-¡Pero que muchacho tan galante! Qué afortunada es la persona que tiene tu corazón-guiñó el ojo-es bueno ser joven-refiriéndose al vendedor.
Todos comenzaron a reír alegremente. Momentos después tanto el muchacho castaño como la alegre abuelita tomaron caminos diferentes hacía sus casas.
-Afortunada ¿eh?-se dijo para sí el castaño ojiverde- no sé si de verdad esto que siento sea afortunado pero por lo menos quiero que lo sepas...Haru-suspiro al aire esperando que esas palabras llegaran a oídos de su amado.
++++Continuará+++++